Stacy aka Sallydarity

Cuando el feminismo es repugnante

Pensamientos iniciales sobre la abolición del género

2012

“La gente no se rebela contra lo natural, por lo tanto inevitable; lo que no es inevitable podría ser de otra manera: es arbitrario, por lo tanto, social. La implicación lógica y necesaria de la revuelta de mujeres, como todas las revueltas, es que la situación puede cambiarse. Si no, ¿por qué rebelarse? Creer en la posibilidad de cambio implica creer en los orígenes sociales de la situación”.
Christine Delphy, cerca de casa 211

“Las implicaciones de esto son realmente radicales. El objetivo político previsto no es la elevación de la condición jurídica y social de la mujer, ni la igualdad entre mujeres y hombres, sino la abolición de las diferencias sexuales en sí mismas. En una sociedad no patriarcal no habría distinciones sociales entre hombres y mujeres, ni entre heterosexualidad y homosexualidad”.
Stevi Jackson, Christine Delphy 120

Si el binario género/sexo se impuso a la humanidad como una forma de naturalizar la dominación masculina, esto significaría que todos estaríamos mucho más liberados al ganarnos la libertad de las cajas de género impuestas. Necesitamos un feminismo (si no se quiere abandonar el término) que nos libere a todxs. Hace un tiempo, tuve algunas discusiones sobre la transfobia con algunas feministas en un foro feminista anarquista, durante el cual pensé que una mujer en particular con la que estaba debatiendo estaba siendo esencialista, creyendo que hay algo esencial dedicado a las mujeres, específicamente aquellas asignadas como mujeres al nacer. Mencioné las realidades sobre las personas intersexuales, las personas trans, la falta de universalidad entre aquellos que ella definía como mujeres (raciales, de clase, etc.), como una forma de desacreditar esta idea de que puede haber una línea divisoria entre hombre y mujer, y que podemos definir a las mujeres como una categoría estable. Sin embargo, recientemente releí el argumento y me di cuenta de que no estaba tratando con este tipo de esencialismo, en ese caso en particular. Mi rival estaba citando a la notoriamente transfóbica Sheila Jeffreys, cuyas ideas sobre el género en realidad no están tan lejos de algunas otras feministas que he estado leyendo para comprender mejor esta naturalización de una jerarquía de género (y en particular, los escritos de algunas de estas feministas, como Monique Wittig también se han reproducido y distribuido en espacios anarquistas). He descubierto que varias feministas y radicales queer han promovido ideas que podrían potencialmente socavar la autonomía y la agencia de ciertas personas. Podemos basarnos en diferentes autores o ideologías, pero debemos apuntar decididamente hacia aquello que empodera a todos.

He determinado que los desacuerdos entre feministas y personas trans (no es que sean mutuamente excluyentes) sobre la cuestión del género es que “género” no tiene un significado comúnmente entendido. El caso es que el término género se usa para hablar de los aspectos sociales asociados a lo que comúnmente se entiende por sexo (físico/anatómico/genético/lo que sea): el sexo se percibe como el contenedor y el género es el contenido (discutiremos el problema con esta distinción más adelante). “Los psicólogos que escribieron sobre la transexualidad fueron los primeros en emplear terminología de género en este sentido. Hasta la década de 1960, ‘género’ se usaba únicamente para referirse a palabras masculinas y femeninas, como le y la en francés. Sin embargo, para explicar por qué algunas personas sentían que estaban ‘atrapadas en los cuerpos equivocados’, el psicólogo Robert Stoller (1968) comenzó a usar los términos ‘sexo’ para referirse a rasgos biológicos y ‘género’ para referirse a la cantidad de feminidad y masculinidad que exhibía una persona. A pesar de que (por lo general) el sexo y el género de una persona complementan entre sí, la separación de estos términos parecían tener sentido teórico que permita Stoller para explicar el fenómeno de la transexualidad: el sexo y el género de lxs transexuales simplemente no coinciden”. Esto no es para validar la comprensión de un psicólogo acerca de la transexualidad y el género, ni de lo binario, sino para señalar el contexto en el que fue utilizado inicialmente para describir el género. Lo que se discutía cuando el término se popularizó dentro del feminismo era cómo los roles y las características sociales prescritas para mujeres y hombres no son naturales sino impuestas: que las mujeres no serían sumisas si no fuera por las fuerzas sociales, y si pudiéramos romper la coerción que impone el género, cada uno de nosotrxs podríamos ser nosotrxs mismxs. La comprensión del género como un desajuste o disforia no necesariamente tiene nada que ver con un binarismo, mientras que la concepción feminista del género se refiere específicamente a los roles y requisitos de género binarios sobre la vestimenta y la conducta.

Todo el mundo quiere estar libre de los aspectos coercitivos del género. Pero en la mente de algunas feministas, el género está íntimamente ligado al poder: masculino/hombres igual dominación, femenino/mujeres igual subordinación. “Género” se refiere, en este sentido, a quiénes se supone que somos: a los roles prescritos. Por supuesto que habrá desacuerdo si se usa la misma palabra para definir cómo nos definimos a nosotros mismos. Sin embargo, el hecho de que muchas no estén de acuerdo en hasta qué punto el segundo puede separarse del primero explica esta actitud compartida por ciertas personas que se identifican como feministas radicales y/o feministas lesbianas que ha llevado, en diferentes puntos y en diversos grados, a comentarios y/o acciones de odio, invalidación y/o relegación de personas con identidades butch, femme, masculinas o femeninas, heterosexuales, bisexuales, trabajadoras sexuales y/o personas trans, especialmente transexuales a quienes se les asignó el sexo masculino al nacer.

Quizás el lenguaje es simplemente inadecuado para describir todo lo que se agrupa en el término «género». Kate Bornstein ofrece un desglose de diferentes aspectos del género: asignación de género, atribución de género, roles de género, identidad de género, etc. La asignación, atribución y roles de género son coercitivos y forman parte del sistema binario de género. La identidad de género, aunque de alguna manera se basa en las ideas de género en esta sociedad patriarcal, se trata más de cómo te identificas en términos de género, que no necesariamente tiene que existir dentro del binarismo. Judith Butler ha discutido el género como performatividad, lo que encuentro intrigante, pero está escrito en un lenguaje en gran parte inaccesible y posiblemente no aborda adecuadamente las dinámicas de poder involucradas, ni las formas en que las personas se inclinan hacia un género u otro.

Los aspectos coercitivos del género, especialmente los roles de género, están más en la línea de lo que algunas feministas denominan género. Tentativamente llamaré a esto «estrato de género» a falta de una palabra mejor. “Estrato de género” también se refiere claramente a aspectos de género dentro de un orden jerárquico. Debido a que me preocupa que el término «identidad» refuerce posiblemente una idea de algo fijo o estático, usaré el término «inclinación de género» para referirme al propio sentido de unx mismo en términos de género, aunque no pretendo ser capaz de definir con precisión lo que esto significa. Estoy de acuerdo en que sin el estrato de género, la inclinación de género podría verse muy diferente, pero es imposible saber cómo sería la inclinación de género sin relaciones de poder. Es importante reconocer la complejidad de la inclinación de género, además, porque existe una gran diversidad de combinaciones de género de cuerpos, sexualidades, estilos de vestimenta, características emocionales y actividades de interés que no se puede decir simplemente que sean una mezcla y combinación dentro de un sistema binario.

Es interesante que el potencial de ciertas ideas feministas que desafían la idea de la coerción de género pueda entrar en tal conflicto con los conceptos de inclinación de género que también desafían esta idea. Estas ideas feministas tienen cierto valor en su comprensión sobre el estrato de género, pero deben ser cuestionadas por su ciscentrismo o cissexismo cuando se trata de su tratamiento de la inclinación de género.

Permítanme saltar a la raza por un momento, porque es útil ver cómo la raza y el género son construcciones sociales pero limitadas en lo que respecta a las comparaciones. Hace varios años, conocí el nuevo abolicionismo y la política de los traidores raciales [race traitors]. Se argumentó que, “los abolicionistas [...] perciben la raza como una ficción. Creemos que la denominada raza blanca es una construcción social singularmente destructiva [...]. Creemos que no se trata de ‘racistas’ (o ‘racismo’) sino del comportamiento de la ‘gente blanca’: blanca como en ‘raza’, no en color de piel –esa es la raíz de los mayores males del mundo durante los últimos 500 años [...]. No estamos interesados en luchar por la ‘justicia racial’ porque creemos que tal cosa es, por definición, imposible y, por lo tanto, absurdo. Por razones similares, no encontrará abolicionistas trabajando para construir un movimiento ‘multirracial’ o defendiendo la ‘armonía racial’. Los abolicionistas creen que la única forma de que la humanidad se libere de la lógica mortal de la raza es abolir la raza blanca. No para eliminar el racismo sino para abolir la raza blanca. No para atacar a los racistas, sino a la raza blanca. No para deconstruir la raza blanca sino para destruir la raza blanca”.

La teoría tenía la intención de proporcionar un papel a la gente blanca con este fin. La idea era que, “la existencia de la raza blanca depende de la voluntad de aquellos asignados a colocar sus intereses raciales por encima de la clase, el género o cualquier otro interés que tengan. La deserción de una cantidad suficiente de sus miembros para hacerla poco confiable como determinante de la conducta desencadenará temblores que conducirán a su colapso”. Aunque hasta ahora ha faltado estrategia para esta propuesta, estoy mayormente de acuerdo con el análisis. Una parte particularmente importante de esta teoría es el hecho de que una construcción social no es imaginaria; tiene efectos muy reales, pero se puede cambiar porque las construcciones sociales son solo eso.

Tan pronto como me presentaron estas ideas alrededor del año 2000, una parte de mí sintió que había algo en esto que podía aplicarse al género. Cuando leí la siguiente cita de Kate Bornstein poco después, algo hizo clic: “La continua opresión de las mujeres prueba solo que en cualquier binarismo habrá alguien arriba y otro abajo. La lucha por la igualdad de derechos debe incluir la lucha por desmantelar lo binario”. En la época en que comencé a leer a Bornstein, comencé a identificarme como genderqueer, aunque ahora me identifico con esto de vez en cuando y tengo una gran cantidad de privilegios cis. Incluso como una persona asignada como mujer, atribuida como mujer, y de muchas maneras presentándose e identificándose como mujer, veo mi liberación ligada a la liberación trans en más formas que el concepto de “nadie es libre hasta que todos sean libres”.

Se acepta comúnmente que tanto la raza como el género son construcciones sociales. Aunque muchas feministas discutieron el género como una construcción social, no pareció ir lo suficientemente lejos. Curiosamente, feministas como Collette Guillaumin presentaron ideas sobre el género y la raza que eran similares a las ideas sobre la raza que surgían de los Traidores raciales/Nuevo abolicionismo, pero las dos parecían no tener ningún vínculo. Más tarde, me di cuenta de que un patrón común entre las feministas que ven el género solo en términos de estrato de género es que a menudo están influenciadas por el marxismo y el materialismo histórico (de ahí el “feminismo materialista”). Especialmente la feminista materialista francesa Monique Wittig, una colega de Guillaumin, habló de las mujeres como clase. Ella declaró en 1981:

“...Las mujeres son una clase, lo que quiere decir que tanto la categoría ‘mujer’ como la categoría ‘hombre’ son categorías políticas y económicas, no eternas. Nuestra lucha tiene como objetivo reprimir a los hombres como clase, no a través de una lucha genocida, sino política. Una vez que la clase ‘hombres’ desaparezca, las ‘mujeres’ como clase también desaparecerán, porque no hay esclavos sin amos”.

Pocas personas están de acuerdo en que «clase» es una palabra útil para referirse a la categoría que constituyen las mujeres, ya que seguramente una mujer blanca rica hace la comparación un poco tonta. A pesar de que el Nuevo Abolicionismo/Traidores raciales y el feminismo francés materialista toma las ideas marxistas y las convierte en algo más que una cuestión de clase, todavía fallan en muchos sentidos para ser interseccionales o para abordar realmente otros problemas de poder. Las ideas de los traidores raciales, al ver las cosas en blanco y negro, también han faltado gravemente a la hora de abordar los problemas de la colonización y la inmigración. Claramente, la forma en que se han construido la raza y la blancura es importante y debe equilibrarse con un análisis de cómo la realidad no es tan dicotómica. Para el feminismo, ver a las mujeres como una clase parece implicar que uno debería organizarse como una clase, ignorando a aquellos que tampoco encajan perfectamente dentro de ellos, a pesar de que Wittig sí argumenta, «...algunas avenidas del movimiento feminista y lésbico nos llevan de vuelta a la mito de la mujer [...] y con él volvemos a hundirnos en un grupo natural [...] Nos pone en la posición de luchar dentro de la clase ‘mujeres’ no como lo hacen las otras clases, por la desaparición de nuestra clase, sino por la defensa de la ‘mujer’ ‘y su refuerzo’”.

Sin embargo, hay algunas implicaciones dignas de mención con respecto a la naturalidad de las categorías en las que se basa la jerarquía (¿y qué ha creado la jerarquía?). Más interesante aún, estas feministas cuestionan la idea del sexo como una base natural sobre la cual dividir a los humanos. Otra colega de estas feministas, Christine Delphy, escribió:

“Quienes somos feministas radicales y también reivindicamos un enfoque materialista, hemos llegado, después de años de reflexión, a la conclusión provisional de que para entender el patriarcado es necesario cuestionar radicalmente toda la ideología patriarcal. Debemos rechazar todos sus presupuestos, hasta e incluyendo aquellos que parecen no ser tales, sino más bien categorías provistas por la realidad misma, por ejemplo, las categorías de ‘mujeres’ y ‘hombres’ [...] pensamos que el género, las respectivas posiciones sociales de mujeres y hombres, no se construye sobre la categoría (aparentemente) natural del sexo (masculino y femenino), sino que el sexo se ha convertido en un hecho pertinente, por lo tanto, una categoría percibida, debido a la existencia del género [...]. Para la mayoría de las personas [...]el sexo anatómico (y sus implicaciones físicas) crea, o al menos permite, el género: la división técnica del trabajo. Esto a su vez crea, o al menos permite, el dominio de un grupo sobre otro. Creemos, sin embargo, que es la opresión la que crea el género; que lógicamente la jerarquía de la división del trabajo es anterior a la división técnica del trabajo y creó esta última, es decir, creó roles sexuales, que llamamos género. El género, a su vez, creó el sexo anatómico, en el sentido de que la división jerárquica de la humanidad en dos transforma una diferencia anatómica (que en sí misma carece de implicaciones sociales) en una distinción relevante para la práctica social. La práctica social, y la práctica social por sí sola, transforma un hecho físico (que en sí mismo carece de significado, como todos los hechos físicos) en una categoría de pensamiento”.

Observe aquí que el género parece equipararse con «la división técnica del trabajo» y, por lo tanto, tiene un significado específico. Si la diferencia sexual solo tiene significado debido al género así definido, esto tiene implicaciones aún más radicales que simplemente referirse al género como una construcción social, distinguida del sexo que se dice predominantemente que es natural. El feminismo materialista también se diferencia del feminismo radical en que el feminismo radical tiende a tomar el sexo como un hecho y que la primera jerarquía fue el patriarcado (aunque podría decirse que el feminismo materialista podría incluirse en el género del feminismo radical y hay un cruce en términos de colaboración e influencia). Las feministas materialistas como Guillaumin y Delphy argumentan, como antes, que el género resulta de algún tipo de jerarquía económica, seguido por la importancia del sexo como una forma de naturalizar esta jerarquía, aunque Delphy “ve la búsqueda de los orígenes históricos de la opresión de las mujeres como infructuoso e inútil y también ahistórico en el sentido de que niega lo específico de cada período histórico”.

He encontrado el tratamiento de Delphy de la construcción social del sexo particularmente interesante porque esta no es una posición postestructuralista, a la que de hecho, como discutiré más adelante, ella se opone. Contrastando la teoría de Delphy con la de Judith Butler, Stevi Jackson escribe: “Debido a que para Butler el género no tiene una base material, su anti-esencialismo lleva a la conclusión de que las mujeres no existen excepto como una construcción discursiva. Para Delphy y Wittig, sin embargo, las mujeres existen como categoría política, como clase, debido al patriarcado. Puede que no haya una base natural para la categoría ‘mujeres’, pero es una realidad social material”. Aunque disfruto leyendo a Butler cuando soy particularmente ambiciosa, encuentro que el enfoque materialista es un poco más “aterrizado” por así decirlo, aunque no estoy completamente de acuerdo.

Así como no es necesario negar la existencia de complejidades tales como varios tonos de color de piel y etnias para entender la raza (específicamente un binarismo racial como blancura versus no blancura) como una construcción social, las feministas también pueden cuestionar la naturaleza de las categorías sexuales sin negar que hay personas con genitales, cromosomas, etc. diferentes, entendiendo también que esas características no siempre son consistentes en ningún individuo. La existencia de personas intersexuales claramente hace que la oposición al concepto de sexos mutuamente excluyentes sea más que teórica.

Las diferencias de raza y sexo gradualmente se hicieron cada vez más significativas desde el punto de vista social y político. La raza se desarrolló y se hizo más concreta a través de la esclavitud y los códigos de esclavos, el arrendamiento de convictos y los códigos negros, las leyes Jim Crow; y de una manera más encubierta y compleja, a través de la guerra contra las drogas, etc. El significado de sexo/género tiene una larga historia con una derrota particularmente histórica para las mujeres: la caza de brujas a lo largo de algunos siglos, descrita en profundidad por Silvia Federici en Caliban y la bruja. Y debido a que Europa impactó a la mayor parte del resto del mundo a través de la colonización, la historia particular de las mujeres europeas tiende a ser la historia de la construcción de la mujer y el sistema binario de género para las mujeres en todo el mundo. Todo esto se refiere a una historia que tiene efectos reales pero ciertamente no afecta a todos en la categoría por igual.

Incluso si bien es valioso el concepto de que la naturalización de la opresión de las mujeres se basa en la estratificación, e incluso si bien encuentro útil comparar el desarrollo de la blancura y la raza con el de las divisiones de género/sexo, encuentro que esta comparación puede conducir a conclusiones simplistas y falsas analogías. En cuanto a la influencia de Marx, hoy menos relevantes son las teorías basadas en la división del trabajo (producción/reproducción, etc.). Ayuda a explicar la estratificación y la naturalización de las categorías en las que se basa. Pero, ¿qué pasa antes de que existiera el trabajo asalariado y ahora que más mujeres trabajan por un salario? ¿Qué pasa con la opresión de género/sexualidad en los países comunistas? Esto sin mencionar la falta de perspectiva compartida por el movimiento feminista de la segunda ola dominado por blancas sobre el hecho de que muchas mujeres de color estaban trabajando mientras las esposas de clase media deseaban la “libertad” del trabajo asalariado. Y aunque las expectativas del trabajo de las mujeres (como cocinar y limpiar) en el hogar son, en general, similares en todas las razas y clases, ya sea que una mujer esté trabajando fuera del hogar o no, cuestiones complejas como las actitudes sociales sobre las que las mujeres deberían ser madres o no, por ejemplo, a menudo pasan desapercibidas. Incluso reconociendo que Marx no estaba preocupado por la opresión de las mujeres, muchas feministas escribieron en conversaciones dentro de la izquierda, con marxistas, intentando así aplastar las cuestiones de género en términos marxistas para explicarlas de una manera sin matices y cuestiones raciales.

En lo que respecta a aplicar la idea de abolir la blancura al género, cualquier intento en profundidad de establecer paralelismos revela las principales diferencias entre cómo funcionan la estratificación de raza y género, sin mencionar que reconocer la inclinación de género hace que la comparación sea aún más difícil. Solo un ejemplo de cómo la comparación es limitada es donde la blancura fue algo que se expandió por razones políticas, por ejemplo, para incluir más tarde a los irlandeses y otros grupos que antes no se consideraban blancos a pesar de la piel y los rasgos claros. También podríamos considerar que podemos encontrar en la naturaleza donde no existen este tipo de dinámicas de poder institucional, un macho de una especie animal podría actuar como su contraparte femenina o viceversa (incluso al margen de la sexualidad), pero es una tontería para comparar esto con un animal manchado que se «identifica» como uno de color sólido.

La falsa analogía de raza y género es una forma favorita de las feministas transfóbicas de argumentar la ilegitimidad de la existencia trans. Feminista radical y autora de “The Vegetarian Myth”, Lierre Keith (fan de Sheila Jeffreys y Janice Raymond) escribió: «No existe tal cosa como ‘mujer’ u ‘hombre’ fuera de las relaciones sociales patriarcales». Sarcásticamente crea una analogía: “Realmente soy nativa americana. ¿Cómo puedo saberlo? Siempre sentí una conexión especial con los animales y comencé a construir tipis[1] en el patio trasero tan pronto como tuve la edad suficiente. Insistí en llevar mocasines a la escuela [...]. El género no es diferente. Es una condición de clase creada por un arreglo brutal de poder”. Comparar transexuales (hombres asignados al nacer), drag queens, etc. con personas blancas que hacen blackface también es algo común.

Los escritos feministas materialistas franceses mencionados anteriormente, populares entre algunas feministas y/o radicales queer y anarquistas, son demasiado compatibles con la transfobia. Lierre Keith parece identificarse como materialista. Christine Delphy (quien influyó en las ideas de Theorie Communiste sobre el género) ha sido citada en los escritos transfóbicos de Sheila Jeffreys, y es posible que Delphy esté de acuerdo con Jeffreys. Jeffreys escribe: “La comprensión del género como formas de comportamiento dominantes y subordinadas pone fin a la idea de que puede haber muchos ‘géneros’. Solo puede haber formas de expresar dominio y sumisión por parte de actores distintos de los habituales. Los géneros siguen siendo dos. El enfoque queer que celebra la ‘performance’ del género y su diversidad necesariamente mantiene a los dos géneros en circulación. En lugar de eliminar los comportamientos dominantes y sumisos, los reproduce”.

Está claro que Jeffreys entiende que hay diferentes significados de «género» y que prefiere una definición específica de “género”, como ella escribe, «No soy fan de la palabra ‘género’, y preferiría abolirla a favor de expresiones que se refieren directamente al fundamento político de la dominación masculina. Por tanto, prefiero describir la masculinidad como «conducta dominante masculina» y la feminidad como «conducta femenina subordinada». No puede surgir una multiplicidad de géneros desde esta perspectiva». Ciertamente, si de lo que ella quiere hablar es de género en este contexto, entonces no puede haber múltiples géneros, pero el hecho es que “género” sí se refiere a otros conceptos.

Estos ejemplos son quizás más extremos y ciertamente no representan a todas las feministas radicales. Sin embargo, todavía se pueden encontrar argumentos como este utilizados por feministas radicales transexcluyentes (TERF) en varios sitios web, como el que publicó «WE ARE THE 51%» en respuesta al video llamado «Hot Chicks of Occupy Wall Street». Es lamentable que el análisis de las TERFs sea tan implacable sobre otras ideas sobre la inclinación de género, y sus argumentos a veces tan viciosos, ya que cuestionan el concepto de las formas en que el género binario (y en ocasiones el sexo) se ha naturalizado para legitimar la opresión de las mujeres. El feminismo radical también es valioso porque, al menos en teoría, se opone a la participación en “el sistema” mientras que el feminismo liberal busca la inclusión.

Lo que es significativo es que algunas feministas radicales han concedido espacio para una multiplicidad de géneros/sexos fuera de las relaciones de poder en sus análisis. Por ejemplo, Judith Butler escribe, “...Wittig considera que el derrocamiento del sistema del sexo binario podría iniciar un campo cultural de muchos sexos [...]. ‘Para nosotros no hay uno o dos sexos, sino muchos (cf. Guattari/Deleuze), tantos sexos como individuos’. La proliferación ilimitada de sexos, sin embargo, implica lógicamente la negación del sexo como tal”. Los sexos aquí pueden referirse a lo que la mayoría de la gente entiende como identidades de género (inclinación de género), ya que no parece que esto pueda referirse a aspectos anatómicos de los sexos (ni al estrato de género). Y, por supuesto, como señala Butler, el derrocamiento del sexo binario hace que el sexo carezca de sentido, lo cual es más o menos el punto, pero es notable que existe un concepto de sexos fuera de la jerarquía binaria del sexo, incluso si esto es simplemente para falta de una palabra mejor que sexo (para las feministas materialistas francesas, el uso del término “género” refuerza la idea de que el sexo es natural).

Andrea Dworkin escribió de manera similar: “Somos, claramente, una especie de varios sexos cuya sexualidad se extiende a lo largo de un vasto continuo fluido donde los elementos llamados masculino y femenino no son discretos”.

Desafortunadamente, a pesar del hecho de que Dworkin escribió que quería poner fin a la persecución de las personas trans, no solo estaba involucrada con la publicación anti-trans de Janice Raymond, sino que escribió esta declaración bastante condescendiente, “la comunidad construida sobre la identidad andrógina significará el fin de la transexualidad según lo que sabemos. O el transexual podrá expandir su sexualidad hacia una androginia fluida o, a medida que desaparezcan los roles, desaparecerá el fenómeno de la transexualidad”.

¿Cuáles son las implicaciones de promover una sociedad sin género o neutral en términos de género? Claramente, un intento de esto es la conclusión lógica para cualquiera que argumentaría que el que alguien se identifique como mujer/femenino es identificarse con subordinación. Mientras que algunas, como Wittig, argumentaron que el lesbianismo escapa al binarismo de género (ella argumentó que las lesbianas no eran mujeres, económica, política o ideológicamente), otras propusieron y/o adoptaron más específicamente la androginia o la falta de género (no tengo claro si la androginia significa ausencia de género) como solución. Pero entonces esto va en contra de la autodeterminación.

Leslie Feinberg tiene una visión interesante de la androginia como estrategia:

“Muchos en el movimiento [...] se embarcaron en un experimento social audaz. Esperaban que liberar a las personas de la feminidad y la masculinidad ayudaría a las personas a ser vistas en una base más igualitaria que resaltara las cualidades y fortalezas de cada persona. Esperaban que la androginia reemplazara la masculinidad y la feminidad y ayudar a eliminar por completo la expresión de género. Veinte años después de ese experimento social, tenemos el lujo de mirar en retrospectiva. La forma en que las personas se expresan es una parte muy importante de quiénes son. No es posible obligar a todas las personas a vivir libres de feminidad y masculinidad. Solo las personas andróginas viven cómodamente en ese espacio de género. No hay una compulsión social lo suficientemente poderosa como para obligar a nadie a vivir allí. Las personas trans son un ejemplo de la inutilidad de esta estrategia [...], mejorar su individualidad o su forma particular de expresión de género para luchar contra el sexo y la opresión de género. Es todo lo contrario».

Parece que las personas que se identifican con la androginia (que yo misma consideraría hasta cierto punto) a menudo se encargan de considerar sus/nuestras ideas de género como neutrales y correctas, al mismo tiempo que juzgan a aquellos que ellos/nosotros consideramos más «de género». Se podría argumentar, como algunos lo han hecho, que nada está fuera del género en este momento. El concepto de androginia o falta de género posiblemente se basa en las polaridades de masculinidad y feminidad que busca contrarrestar, neutralizar o combinar. Lo que debe examinarse más a fondo son las formas en que se puede abolir el estrato de género sin dejar de permitir la libertad de inclinación de género.

Siempre me ha parecido que la androginia para las mujeres asignadas al nacer parece más masculina que femenina. Además, parece que existe una tendencia a que los hombres trans sean más aceptados por las feministas, aunque ciertamente no siempre, por las feministas que por las mujeres trans, en relación con este concepto de androginia.

“La fetichización de los hombres trans y otras personas transmasculinas por ser innatamente más transgresores o sin género es también el producto de un problema serio, a menudo sin control, dentro del feminismo: la internalización de la norma patriarcal de ‘masculino por defecto’ que se expresa a sí misma en este caso, al ver a los hombres o personas masculinas como más andróginos y menos «de género» que aquellos que son femeninos y/o mujeres. Esta es una reliquia del pensamiento patriarcal que ve a las mujeres como sexuadas y a los hombres como normales, a las mujeres como distintas y a los hombres como neutrales, a las mujeres como teniendo género ya los hombres como humanos. La idea expresada por algunas teóricas y sus partidarias que siguen esa línea de pensamiento es que las personas trans con expresiones masculinas y que no se identifican binariamente tienen de alguna manera menos género o andrógino o incluso más allá o ‘a través’ del género en conjunto [...] alguna vez posean cuantificablemente ‘menos género’ que otra persona, simplemente tienen un género diferente”.

Claramente, la actitud anterior también podría aplicarse a la androginia en personas no trans (¿o se incluye la androginia en lo trans? ¿Qué significa cisgénero para las lesbianas andróginas?). Aquí vale la pena reconocer que no puede haber algún centro perfecto comúnmente entendido de este continuo entre la feminidad y la masculinidad (si es que se puede decir que el género es un continuo con la feminidad y la masculinidad como polos), y está claro que las características más valoradas son apropiado por la masculinidad, como la fuerza, la competencia, la confianza, etc. aunque estas cosas no pertenecen a los hombres. También debemos considerar la forma en que la feminidad en particular ha sido moldeada por la raza, la clase y el capitalismo.

Ahora, por supuesto, identificarse con la palabra masculino también podría hacer que algunas feministas rechacen a alguien. Sin embargo, hay ideas muy diferentes sobre qué es la masculinidad. Si bien a algunas personas trans a las que se les asignó como mujer al nacer no les gusta el término «masculino», otras lo adoptan y utilizan términos como «trans-masculino», «masculino de centro», etc. A veces, «butch» es intercambiable con «masculino” mientras que otras veces no lo es. Como se discutió, en la perspectiva feminista radical/lesbiana, la masculinidad es a menudo sinónimo de dominación. Las formas en que los hombres trans y cis feministas y otros encarnan y/o realizan la masculinidad pueden proporcionar modelos de diferentes masculinidades.

La «masculinidad patriarcal», un término utilizado por Bell Hooks, diferencia entre diferentes tipos de masculinidades. La masculinidad no se equipara automáticamente con la dominación (y la feminidad con la subordinación) en la mente de Hooks, en parte porque Hooks reconoce que solo porque alguien está en una categoría oprimida no significa que no puedan ser opresoras de otra manera, como se ha visto en las feministas blancas (posiblemente incluidas muchas feministas radicales) que justifican la participación de las mujeres en la dominación.

Si bien muchas feministas radicales tienden a esencializar el género (debido al significado que le dan al término), con las que he discutido se oponen de hecho a la esencialización del sexo, lo que significa que no tienden a creer que haya algo esencial en aquellos cuyos cuerpos se les asigne una mujer (aunque podría decirse que algunas feministas radicales lo hacen). Esencializar los sexos significaría reforzar lo binario (negando la construcción social de género/sexo) y, por tanto, la jerarquía. No hace falta decir que aquí es donde entra otra crítica a las personas transgénero y especialmente a las personas transexuales. El argumento es que refuerzan lo binario.

El transfeminismo ofrece un enfoque particularmente feminista de muchos de estos temas desde la perspectiva de algunas feministas trans, especialmente a la luz del hecho de que algunas narrativas trans pueden reforzar la naturalización del género. Emi Koyama critica la tendencia a adoptar una explicación para las personas trans que podría reforzar el binarismo de género:

“A medida que las personas trans comienzan a organizarse políticamente, es tentador adoptar la noción esencialista de identidad de género. El cliché popularizado por los medios de comunicación es que las personas trans son ‘mujeres atrapadas en cuerpos de hombres’ o viceversa. El atractivo de tal estrategia es claro, ya que es más probable que la población en general nos apoye si podemos convencerlos de que de alguna manera nacimos con un error biológico sobre el cual no tenemos control sobre él. También suele estar en sintonía con nuestro propio sentido de quiénes somos, que nos parece muy profundo y fundamental. Sin embargo, como transfeministas, resistimos tales tentaciones debido a sus implicaciones.

Las personas trans a menudo han sido descritas como aquellas cuyo sexo físico no coincide con el género de su mente o alma. Esta explicación puede tener sentido intuitivamente, pero no obstante es problemática para el transfeminismo. Decir que uno tiene una mente o alma femenina significaría que hay mentes masculinas y femeninas que son diferentes entre sí de alguna manera identificable, lo que a su vez puede usarse para justificar la discriminación contra la mujer. Esencializar nuestra identidad de género puede ser tan peligroso como recurrir al esencialismo biológico.

El transfeminismo cree que construimos nuestras propias identidades de género basadas en lo que nos parece genuino, cómodo y sincero mientras vivimos y nos relacionamos con los demás dentro de una restricción social y cultural determinada”.

Incluso las hormonas y la cirugía no tienen por qué ser incompatibles con el rechazo de un binarismo de género. Y aunque se puede lograr una aceptación social más amplia compartiendo narrativas personales, especialmente de niños con el llamado trastorno disfórico de género, ciertamente existen críticas a este tipo de narrativas dentro de la comunidad trans. Sandy Stone escribe en profundidad sobre esto en «El Imperio Contraataca»:

“Necesitamos un lenguaje analítico más profundo para la teoría transexual, uno que permita el tipo de ambigüedades y polivocalidades que ya han informado y enriquecido de manera tan productiva la teoría feminista [...]. Por ejemplo, en la búsqueda del diagnóstico diferencial, una pregunta que a veces se le hace a un posible transexual es ‘ Supongamos que pudieras ser hombre [o mujer] en todos los sentidos excepto en tus genitales; ¿Estarías contento? Hay varias respuestas posibles, pero solo una es clínicamente correcta. No es de extrañar, entonces, que muchos de estos discursos giren en torno a la frase ‘cuerpo equivocado’” (el énfasis es mío).

Probablemente se puedan encontrar ejemplos en los que algunas personas trans usan estereotipos de género para explicar su sentido de inclinación de género, lo que podría hablar más de las formas en que estas historias pueden explicarse y venderse a personas cisgénero. Por supuesto, ser trans no hace que uno sea automáticamente crítico con lo binario o la jerarquía de género. Pero, “Algunas personas trans internalizaron la opresión. Pero no hablan por todas nosotras, como tampoco las feministas cis permitirían presumir que Sarah Palin[2] habla por ellas”.

Creo que no hay necesidad de justificar cualquier inclinación de género, siempre que uno consienta la propia inclinación de género y que no dañe a nadie. No estoy de acuerdo con las TERFs e incluso con algunas personas trans de que las personas identificadas binariamente refuerzan el estrato de género en un grado significativo. Como anarquista, veo la necesidad de un equilibrio entre la libertad individual y la libertad colectiva, y no creo que la identificación binaria sea una gran amenaza para la libertad colectiva. De hecho, eliminar la agencia de las personas es una amenaza para la libertad colectiva. Un enfoque en la supuesta perpetuación del binarismo de género de las personas trans identificadas binariamente es una reminiscencia de la culpa que enfrentan las trabajadoras sexuales por perpetuar la cosificación de las mujeres, en lugar de echar la culpa al capitalismo, la misoginia y la vigilancia de la sexualidad.

Además, las personas trans tienden a enfrentar una cantidad desproporcionada de animosidad por perpetuar el binarismo de género en contraste con las mujeres heterosexuales femeninas cis-genéricas identificadas en binario (a pesar de que tales mujeres han enfrentado acusaciones de confabulación con el opresor, entre otras cosas). «Cuando las mujeres trans tienen todos los aspectos de su presentación examinados y etiquetados como hiperfemeninos y, por lo tanto, falsos o no lo suficientemente femeninos y, por lo tanto, masculinos, mientras que los mismos rasgos se verían como normales en las mujeres cis, eso es transmisoginia».

Quizás identificarse con lo binario ni siquiera es una perpetuación del mismo. Emi Koyama señala que la existencia transexual «desestabiliza las definiciones esencialistas de género y expone la construcción del esencialismo». Además, afirma: “En las ‘comunidades de mujeres’, la existencia transexual es particularmente amenazante para las lesbianas feministas blancas de clase media porque expone la falta de confiabilidad del cuerpo como fuente de sus identidades y políticas, y la falacia de las experiencias universales de opresión de las mujeres. Estas críticas válidas contra las políticas de identidad feminista han sido hechas por mujeres de color y mujeres de clase trabajadora todo el tiempo”. Las personas trans también representan claramente una amenaza para el orden de género tanto que a veces son objeto de violencia. Aun así, nada de esto implica que uno deba estar exento de críticas simplemente por ser una variante de género.

Podemos y debemos discutir la abolición del género, pero al hacerlo, debemos ser específicos (es decir, abolir el género binario, el estrato de género, etc.) y ser críticos con las implicaciones de llamar vagamente a la abolición del género en el mundo en nombre de la liberación. Es desconcertante que un deseo subyacente de liberación pueda llevar a descartar la importancia de respetar los pronombres de género, por ejemplo.

Pedir la abolición del género puede sonar muy parecido al llamado a la androginia al que respondió Leslie Feinberg anteriormente. En “Politizar el género: avanzar hacia una política revolucionaria de género”, la autora, Carolyn, escribió: “Para muchos antiautoritarios puede existir la tentación de ‘aplastar el género’ o ‘destruir los roles de género’. Esto puede parecer lógico para algunos. Sin embargo, creo que esto también conduce a una forma alternativa de autoritarismo [...] una revolución de género solo será significativa si empodera sustancialmente a todos [...]. El género debe ser liberado, pero todos debemos tener voz en lo que eso significa, no desde una perspectiva abstracta o una teoría determinada, sino una síntesis de las experiencias de personas reales”.

La libertad de elegir lo que se hará o no se hará a o con nuestros cuerpos une las luchas del pasado y el presente de muchas personas, desde la promoción del consentimiento en los encuentros y relaciones sexuales (incluida la posición anti-matrimonio de las mujeres anarquistas del pasado), a la libertad reproductiva (libertad de control de aborto/nacimiento, y para tener hijos, siendo esta última pasada por alto por la mayoría blanca movimiento pro-elección durante demasiado tiempo), la liberación de la represión con respecto a quién se opta amar o vincularse, etc. A pesar del hecho de que haya mucho desacuerdo sobre si cosas como el trabajo sexual perpetúan la opresión de las mujeres o no, el objetivo final compartido por la mayoría es que todos vivamos en un mundo en el que somos totalmente libres de elegir lo que hacemos con nuestros cuerpos; que es necesario abolir los controles institucionales.

Sí, los análisis feministas materialistas y/o feministas radicales son útiles en términos de entender las formas en que esta jerarquía se ha hecho parecer natural. Sin embargo, estos análisis no solo ignoran/rechazan la inclinación de género como algo diferente del estrato de género, sino que también se basan en este concepto de género como relaciones de clase, mientras que en realidad las mujeres no se ven afectadas de la misma manera.

Bell Hooks escribe: “Un principio central del pensamiento feminista moderno ha sido la afirmación de que ‘todas las mujeres están oprimidas’. Esta afirmación implica que las mujeres comparten una suerte común, que factores como la clase, la raza, la religión, la preferencia sexual, etc., no crean una diversidad de experiencias que determine hasta qué punto el sexismo será una fuerza opresiva en la vida de las mujeres individuales. El sexismo como sistema de dominación está institucionalizado pero nunca ha determinado de manera absoluta el destino de todas las mujeres en esta sociedad”.

Parte de la forma en que veo el funcionamiento de la jerarquía y el binarismo de género es formar una alianza entre clases (y entre razas). Los hombres reciben ciertas ventajas que se manifiestan en parte como el acceso a los cuerpos de las mujeres y al trabajo privado, lo que socava la capacidad de las mujeres y los hombres de la clase trabajadora (o la capacidad de los no blancos) para unir fuerzas en resistencia y solidaridad, al igual que la blancura impide que la clase trabajadora se una. Por una razón similar, sentí que debería haber un análisis de género dentro del análisis de los traidores raciales, obviamente también un análisis de género debería ser interseccional. Si bien una perspectiva histórica es útil, al igual que ver las formas en que funcionan un binarismo de género y la superioridad masculina, es demasiado simplista ver al hombre y la mujer como si fueran relaciones de clase. El objetivo final es la liberación total, no solo la igualdad de género. Si el feminismo no busca el fin de la dominación y la jerarquía, necesita ser abandonado o expandido (prefiero el anarcafeminismo en todo caso).

Con suerte, está claro que no estoy afirmando que la transgresión de género en sí misma pueda cambiar la jerarquía de género. Está claro que gran parte de la transgresión de género es cooptable. Cuando los hombres comenzaron a usar el cabello largo en los años 60, se lo vio como una amenaza para la estabilidad del género, pero finalmente se asimiló a la hombría en su mayor parte. Ese es solo un ejemplo. Cualquier cosa revolucionaria debe ir acompañada de un deseo de acabar con la dominación de todo tipo, incluso donde la masculinidad significa dominación, así como donde la dominación está justificada por feministas que no creen que las mujeres puedan dominar a los demás.

El género binario y la jerarquía deben ser abolidos y todos deben ser libres para ser quienes son, mientras que simultáneamente se niegan a participar en relaciones jerárquicas. Cómo puede suceder esto es una gran pregunta. Aquellos que desean abolir el género deben preguntarse si esto significa obstaculizar las inclinaciones consensuales de género de las personas que pueden encajar en el binarismo. Sin embargo, una aproximación comúnmente evitada que implica un foco en el lenguaje y la deconstrucción, y/o promover una proliferación de género como un medio para hacer que el binario de género carezca de significado (¿puede la proliferación de géneros significar la negación del género?), puede no ser suficiente para cambiar algo. O quizás sea necesario incluso si va acompañado de otros esfuerzos. Sin embargo, otros ven la proliferación de género como algo que no funciona como una negación del género y, por lo tanto, como contraproducente o solo como parte de la lucha en el mejor de los casos. Debemos preguntarnos hasta qué punto se acomoda el aumento de la libertad en términos de transgresión de género y sexualidad debido a las necesidades cambiantes del capitalismo y el estado, o debido a las luchas de feministas, queers y personas trans a lo largo de los años (o ambos, y en qué medida los esfuerzos de estos últimos están por parte de personas predominantemente blancas y de clase media).

Las feministas materialistas tienden a ver la relación económica entre hombres y mujeres como la base sobre la que descansa la jerarquía de género, por lo que argumentan que lo que se necesita es un cambio en las condiciones materiales. Aunque puede ser demasiado simplista dicotomizar el desacuerdo en términos de posiciones feministas radicales/materialistas versus teorías queer/postestructuralistas/posmodernas, esto proporciona una idea de los desacuerdos sobre la estrategia. Considerando mi preferencia por el “poliamor teórico” y que la mayor parte de mi estudio de estos temas se ha realizado fuera de un contexto académico, es posible que no pueda caracterizar adecuadamente las posiciones ni su conflicto. Al mismo tiempo, hay claras acusaciones hacia el postestructuralismo y el posmodernismo:

“Como señaló Christine Delphy en un artículo de 1993... [el posmodernismo] es irrelevante para analizar la naturaleza socialmente construida del género porque, como herramienta lingüística, no fue diseñada para discernir diferencias. Cuando no se reconoce este escollo, puede llevar a los postestructuralistas a deconstruir las relaciones de género en un vacío socioeconómico, destruyendo cualquier concepto colectivo de mujer o mujeres a través de la fragmentación de los sujetos femeninos. Al ignorar que la diferencia y el dominio van de la mano, los postestructuralistas niegan o enmascaran que el análisis de género se trata, después de todo, de la autoridad de los hombres sobre las mujeres, prefiriendo hablar de identidades múltiples e indeterminadas”.

A veces, esas identidades múltiples e indeterminadas son importantes. Si bien estoy de acuerdo en que abordar el género en un vacío socioeconómico lo hace irrelevante, también lo hace ignorar la complejidad de la opresión. Andrea Smith escribe:

“La política queer ha expandido nuestra comprensión de la política de identidad al no asumir categorías fijas de personas, sino más bien observar cómo estas categorías de identidad pueden normalizar quién es aceptable y quién es inaceptable, incluso dentro de los movimientos de justicia social. También ha demostrado que muchas personas pueden volverse ‘queer’ en nuestra sociedad; es decir, independientemente de su identidad sexual/de género, pueden ser marcadas como intrínsecamente perversas y, por lo tanto, indignas para la preocupación social (como trabajadoras sexuales, prisioneros, ‘terroristas, ‘etc.). A menudo nos organizamos en torno a aquellas personas que parecen más «normales» o aceptables para la corriente principal. O nos involucramos en una política de identidad que se basa en una visión de pureza racial, cultural o política que margina a todos aquellos que se desvían de la ‘norma’ revolucionaria”.

No creo que el feminismo se rebele adecuadamente sin oponerse al binarismo de género y al mismo tiempo promueva la liberación de todos los sistemas de dominación. Y, por supuesto, insinúo en el título que el feminismo es repugnante cuando es transfóbico y cuando intenta o justifica su participación en sistemas de dominación. No estoy completamente apegada al concepto de feminismo, especialmente si mantiene el binarismo de género. Pero, ¿cómo se ve la liberación de la opresión de género? En cuanto a los temas anteriores, una pregunta es cómo luchar por el cambio en las condiciones materiales de los oprimidos por el binarismo/jerarquía de género, así como abordar la dominación/jerarquía en general, reconociendo al mismo tiempo la complejidad e interseccionalidad de opresión. Otra es, ¿el final del estrato de género requiere el fin de todos los aspectos del género? Si es así, ¿hay otras formas de hacer esto además de la falta de género forzada?

[1] Un tipi​ es una tienda cónica, originalmente hecha de pieles de animales como el bisonte, y palos de madera. [Nota de la traductora].

[2] Política estadounidense del Partido Republicano. [Nota de la traductora].


Traducción publicada en el fanzine anarcofeminista queer Bugambilia, n° 5 de Colectiva Brotar.
Título original: “When Feminism is Revolting: Initial Thoughts on Abolition of Gender”. Texto del 2012, disponible https://anarchalibrary.blogspot.com/2012/02/when-feminism-is-revolting-initial.html. Traducción del original por Tía Akwa. Este texto del año 2012 fue recuperado de una página web que compila textos anarquistas. El artículo original, que contenía las referencias bibliográficas y notas a pie de página, no se encuentra disponible. [Nota de la traductora].