Ricardo Mella

Libertarios y autoritarios

1912

Bajo estas dos denominaciones puede realmente compendiarse toda la gama política y social.

Cualesquiera que sean los distingos de escuela, imposible de quedar fuera de esos dos modos de opinión. Donde no se dan como programa o como fe, se dan como tendencia.

De tendencia libertaria son todas las escuelas y partidos que afirman en más o en menos la autonomía, o si se quiere la independencia personal. Son realmente libertarios cuantos proclaman en redondo que fuera de la libertad total del pensamiento y de hecho no hay más que privilegio y opresión.

De tendencia autoritaria son todas las escuelas y partidos que en más o en menos proclaman la subordinación del individuo a la sociedad o al Estado. Son realmente autoritarios cuantos en firme sostienen que fuera de la prepotencia del Estado o de la sociedad no hay más que libertinaje y desorden.

No entra en el razonamiento de los unos la concepción del todo sobreponiéndose a las partes; no entra en el de los otros el concepto de las partes actuando con independencia del todo. Para los primeros es el grupo, la sociedad, el Estado, la única realidad viviente; para los segundos lo es el individuo.

¿Es la sociedad algo preexistente o es sólo un resultado? Los autoritarios estarán por el primero de estos términos; los libertarios por el segundo.

Adóbese como se quiera la teoría, es lo cierto que desde el absolutista a rajatabla hasta el socialista que confía a la sociedad el gobierno del trabajo y de la distribución, no hay más que una escala, de modalidades autoritarias. El individuo, en estos dos sistemas extremos y en los intermedios, queda desconocido subordinado, anulado. En un simple engranaje o un cero a la izquierda. Tanto monta.

Todo se reduce a una transferencia de dominio. Se es súbdito del rey, ciudadano de la república, subordinado de la santa igualdad social. Liberados de la voluntad del soberano único, pasamos al soberano gobierno de las mayorías: la democracia es la ficción moderna de la libertad. Liberados de la soberanía del número, caeremos tal vez bajo la soberanía del Estado productor, regido y gobernado por los grupos regimentados del trabajo: el socialismo es la ficción próxima que promete todas las liberaciones. De todos modos, la falange humana es ejército, es rebaño, mesnada, de esclavos, turba de votantes, recua de trabajadores. Es el patrimonio hereditario afirmado y reafirmado por los hábitos y por las enseñanzas actuales.

Cualquier concepción ideal que se sirva de estos materiales puede abrirse paso inmediatamente, tanto en la muchedumbre de gentes cultas como entre la muchedumbre de imbéciles que forman las sociedades civilizadas. Al achicamiento individual y voluntario, corresponde la creciente exaltación del Estado, o de la. sociedad o del grupo, cualquiera que sea. De rodillas ante estas grandes y magníficas entidades, nos consideramos felices.

¡Ay del que osa levantar la voz, empinándose para destacar su raquítica individualidad!

Toda tendencia libertaria es pecaminosa, es desatinada, es vesánica. Levantar sobre la concepción del individuo autónomo el edificio de una idealidad cualquiera, es como erigirlo sobre movediza arena. Contra todo y contra todos chocará la pretensión de que el hombre se valga a sí mismo. No vale que os quedéis en la afirmación de un cobarde federalismo; no sirve que pongáis sordina a vuestras demandas de independencia. Tanto importa que resueltamente lancéis el reto del individuo libre en la sociedad de los iguales. Por anarquistas y como anarquistas seréis acorralados, escarnecidos, vilipendiados. La taifa necia de cretinos que dirige el mundo y la necia taifa de eunucos que obedece humilde, os lanzarán por igual y a borbotones los espumarajos de su rabia y de su cólera.

Están los unos bien, mandando; están los otros bien obedeciendo. ¿A qué título querréis redimirlos o que se rediman?

Diríase que el autoritarismo ha cristalizado en el entendimiento humano, porque tan difícil es llevar a sus dominios un rayo de luz, de dignidad y de independencia, de valor personal.

Y sin embargo, es el individuo la raíz de todo: trabajo, cambio, consumo; arte, filosofía, ciencia. Del individuo brota, como de manantial inagotable, toda la vida social. Del individuo se deriva, como de una fuerza inicial, y única, cuanto de maravilloso registra la historia humana, cuanto de sabio y de prudente encierran las instituciones sociales, cuanto de bello y noble y grande constituye el orgullo de los hombres. Borrad el individuo y no quedará nada.

Como la roca de los siglos, el autoritarismo desafía todos los rigores. La. roca se horada, se desmenuza, se hace polvo. Unos cuantos minutos, y la roca de los siglos llena el espacio de innumerables fragmentos.

El disolvente del autoritarismo es la rebeldía individual. De la rebeldía individual surge la subversión colectiva. La roca de los siglos lanza al espacio sus incontables fragmentos.

Perdura el autoritarismo. Pugna la libertad por abrirse paso a través de todas las resistencias. Sin igualdad de condiciones, la libertad es un mito. Sólo entre iguales es posible la justicia. El libertario quiere la libertad total, la igualdad total, la justicia total. El autoritarismo, pese a los siglos, perecerá.


Recuperado el 16 de agosto de 2013 desde ricardomella.org
Publicado originalmente en El Libertario, número 2, Gijón, 17 de agosto de 2012.