Ricardo Flores Magón

Artículos políticos 1911

1911

    Presentación

    Nota editorial

    La revolución mexicana

    Para después del triunfo

    El movimiento liberal

    La guerra social

    Francisco I. Madero es un traidor a la causa de la libertad

    El rebaño inconsciente se agita bajo el látigo de la verdad

    La lucha de clases

    El derecho de propiedad

    El Partido Liberal Mexicano continúa la contienda

    El porfirismo y el maderismo comienzan a acordarse de que hay pobres. No cejemos, compañeros

    ¡Imposible!

    No queremos limosnas

    A los inconscientes

    Cada quien con su clase

    El Judas Madero

    Araujo prisionero

    ¡Viva Tierra y Libertad!

    ¡Muera el orden!

    El trabajo de la tierra en común

    Tijuana

    A hacer obra revolucionaria

    La paz

    Las infamias de Madero y sus secuaces

    La obra de Juárez

    La Baja California

    A los patriotas

    Trabajadores, abrid los ojos

    A los mexicanos

    A los trabajadores mexicanos

    A protestar todos

    A William Howard Taft

    El Judas Juan Sarabia

    ¿Está resuelto el problema del hambre?

    La bandera roja no se rinde

    Hacia el comunismo

    Promesas, promesas, promesas

    Los plebeyos debemos arreglar las cosas

    Magonistas

    A los huelguistas y a los trabajadores en general

    Independencia obrera

    Degeneración

    La lucha de clases

    La cuestión agraria

    El pueblo mexicano es apto para el comunismo

    El gobierno y la revolución económica

    El niño mártir

    A expropiar

    La sotana se agita

    No rindáis las armas hermanos yaquis

    ¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!

    ¡Venid hermanos!

    Más promesas

    ¡Paz! ¡Paz!

    La intervención americana

    Matemos al enemigo con sus propias armas

    La necesidad del momento

    Por la tierra

    Regeneración muriendo

    Notas al vuelo

Presentación

En el año de 1911, Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano se jugarían, por así decirlo, sus últimas cartas.

En efecto, ante el triunfo alcanzado por las fuerzas maderistas, los liberales habrían de resentir de manera incluso dramática, las consecuencias de ello.

Para colmo de males la cabeza de aquella organización político-militar, encarnada en la Junta Organizadora del P. L. M. enfrentaría una terrible escisión que le atraería negativísimas consecuencias.

La defección de Antonio I. Villarreal, importantísimo personaje de la Junta y su cambio de bando al maderismo perjudicaría gravemente la labor que durante muchos años había desarrollado la Junta, puesto que, conocedor Villarreal de muchísimos de los contactos que el Partido Liberal tenía tanto en el interior de México como en el exterior, y habida cuenta del nombre e influencia que para la militancia liberal representaba, lógico es deducir las consecuencias de su separación del Partido Liberal Mexicano y su anexión al maderismo.

Por su parte, Ricardo Flores Magón estaba embebido de un conjunto de ideas preconcebidas a las cuales buscaba adecuar la táctica a la que debía sujetarse la militancia liberal. El problema de todo ello radicaba en que esas ideas no concordaban con la realidad social y el proceso en que se encontraba, en aquél año de 1911, la revolución mexicana.

Por mucho que Ricardo Flores Magón se empeñó en tratar de hacer penetrar en la militancia liberal un conjunto de ideas y conceptos, ciertamente muy radicales, resultaba a todas luces evidente que se equivocaba. Y sobre esto no hay mucho que discutir ya que ese tipo de planteamientos como los que esbozaba Ricardo Flores Magón en sus artículos, muestran su validez o su invalidez en la práctica misma sin necesitar de polémicas ideologizantes.

¡Revolución aquí y ahora! tal era, en esencia, la propuesta que Ricardo Flores Magón hacía de cara tanto a la militancia liberal como al proletariado y al campesinado mexicano, sin embargo por mucho empeño que en tal proclama puso, los hechos, la realidad del proceso revolucionario contradecía su discurso, ya que ni las multitudes campesinas ni tampoco las obreras manifestaron, lo repetimos, en los hechos, su inclinación por llevar al terreno práctico ese planteamiento.

Pocos, realmente muy pocos campesinos y obreros estaban dispuestos a derribar el derecho de propiedad privada y la autoridad de jefes y caudillos, sino que por el contrario existía un deseo, un anhelo a volverse propietarios y servir a algún caudillo militar.

Por supuesto que con lo que acabamos de señalar no estamos descubriendo el hilo negro, puesto que si otra hubiera sido la realidad, ésta se hubiera demostrado palpablemente en los hechos.

La concepción de una revolución azuzada por grupos de élite, constituía, a partir de 1907, el plan de la Junta Organizadora del P. L. M. que llevaría a cabo su última campaña de envergadura, a través de la intentona en el norte de la península de la Baja California con resultados muy poco satisfactorios y sí bastante negativos para la causa liberal al ser ésta canalla y falsamente acusada de filibusterismo.

En resumen tenemos que 1911 sería el principio del fin del Partido Liberal Mexicano en cuanto organismo político-militar de considerable influencia tanto en México como en el sur de los Estados Unidos de Norteamérica.

Paralelo a lo anterior, 1911 marcaría el inicio de Ricardo Flores Magón como decidido anarquista expropiacionista.

Las rabiosas arengas en pro de la violencia y la repetitiva invitación de Ricardo Flores Magón al desconocimiento del derecho de propiedad y de todo tipo de autoridad, prácticamente constituyó, también, el inicio de su soledad política, lo que, sin lugar a dudas, fue sumamente dramático.

Esperamos que la presente edición virtual sirva a quien la lea para formarse sus propias opiniones acerca de los aciertos y errores cometidos por el gran revolucionario que fue Ricardo Flores Magón.

Chantal López y Omar Cortés

Nota editorial

A la edición en papel de esta obra publicada por Ediciones Antorcha

Para comprender el desarrollo de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, el año 1911 es decisivo. La escisión que sufre en este periodo revela claramente en su seno la existencia, desde sus inicios, de dos posiciones —antagónicas— que llegaron a enfrentarse cuando las fuerzas maderistas adquieren un poder logístico determinante: por una parte, los liberales que consideraron haber logrado su objetivo con la victoria de Madero y la consecuente caída de Díaz, y por otra, los anarquistas, cuya meta no era sólo el derrumbamiento de Díaz sino también, como primer paso, la expropiación de las tierras, las fábricas y los recursos naturales y, como segunda etapa, la explotación de éstos por los campesinos, obreros, en fin, por los productores de los bienes sociales.

A raíz de esta separación, entre los seguidores de la Junta que no tenían pleno conocimiento de sus objetivos a largo plazo, irrumpieron confusión y duda; lo que a su vez restó efectividad a las acciones revolucionarias emprendidas por la Junta, hasta desembocar en su derrota militar en la Baja California, lo que le impidió aglutinar fuerzas en un territorio liberado con el fin de conseguir mayor movilidad y nivel organizativo.

Nada de esto se logra, al contrario, todo es reducido a cero y así el mito del filibusterismo magonista triunfa, consiguiendo las fuerzas maderistas, con esta maniobra ideologizante, desprestigiar a la tan afamada figura de Ricardo Flores Magón, a quien no pudieron atraer ofreciéndole la vicepresidencia en el gobierno a través de su hermano Jesús. Notemos que colaboraron en esto Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal, quienes en un órgano informativo que llamaron Regeneración —como el de la Junta—, vertieron una serie de informaciones falsas sobre las actividades de los magonistas. El objetivo maderista era claro: por un lado, intentar como se pudiera enlodar la prestigiada figura de Ricardo Flores Magón y por otro, crear un movimiento paralelo que pudiese rescatar los planteamientos del programa magonista que les interesaban, englobados principalmente en los dos primeros periodos de Regeneración, cuando Juan Sarabia sobre todo, incidía sobre la Junta con sus posiciones reformistas. Para tal efecto, el elenco compuesto por Jesús Flores Magón, Juan Sarabía, Antonio I. Villarreal y Antonio Díaz Soto y Gama era casi perfecto. Editan un periódico, lo denominan Regeneración, lo refuerzan con el ya mencionado elenco editorial insistiendo sobre el estribillo de: la revolución ha triunfado, Díaz se ha marchado, ahora nuevos y honestos hombres están en la administración pública, por lo tanto, los revolucionarios deben deponer las armas. ¡Viva la paz!; todo esto con el fin de aplastar las ideas todavía vivas entre los revolucionarios de Tierra y Libertad.

A la larga todo el plan les falló. A pesar de que contaban con un elemento que se apellidaba Flores Magón, con hombres serios que habían sufrido tanto o más que el mismo Ricardo, y para terminar con un periódico Regeneración, no poseían el talento, la visión política y sobre todo la entrega a la causa revolucionaria de Ricardo Flores Magón.

Como conclusión: en el año de 1911, el magonismo sufre la prueba de fuego: escisión en un momento determinante y derrota militar en la Baja California. Debido a esto pierde en un ochenta por ciento su ingerencia en los acontecimientos revolucionarios. El trabajo de once años de lucha se perdió en dos contiendas: la primera, interna, y la segunda, externa. Dos factores fueron cruciales: el no haber estado todos o, por lo menos, las figuras representativas de la Junta, unidos para afrontar lo que en grandísima medida ellos hicieron estallar y, la debilidad mostrada en el aspecto político-militar sobre todo al no tomar en cuenta la potencialidad del enemigo reforzada por el apoyo interestatal entre los gobiernos de Estados Unidos y de México.

Chantal López y Omar Cortés

La revolución mexicana

Los progresos del movimiento insurreccional son bastante notables. Puede decirse que de uno a otro confín del país no se oye más que un sólo grito: guerra. Pronto, muy pronto, el país entero será un magnífico crisol en el que ebullirán las diferentes tendencias que animan el movimiento actual. ¿Cuál será la tendencia que al fin predomine? ¿Saldrá de esta insurrección la República burguesa que apenas puede sostenerse por todas partes a fuerza de parches y de apuntalamientos? O bien, como una reparación a la injusticia de que ha sido víctima en todos los tiempos la clase proletaria ¿ondeará por primera vez sobre las cabezas de un pueblo libre la bandera roja de los esclavos de todas las edades?

No es posible saber cuál de todas las tendencias predominará al fin. Las masas son siempre las masas; aglomeraciones de seres vivientes con muy poco de humano y de cerebralidad. Sobre la masa ejerce influencia prepotente la tradición.

La masa está acostumbrada a ser mandada, a obedecer, a respetar lo mismo que respetaron y obedecieron sus padres de hace cincuenta años, sus abuelos de hace cien, sus más lejanos y obscuros antecesores de los obscuros y lejanos tiempos pasados. Por eso cuando se dice a las masas: rebeláos, comienzan por pedir un General. Sin un General al frente, nada puede hacerse, refunfuñan las pobres masas humanas acostumbradas a que la espuela desgarre sus hijares, y, si al fin se las convence de que del seno de ellas mismas debe salir el hombre que dirija las acciones de guerra, no dejan de preguntar ¿y por quién gritamos? Es que, aunque desconocen la autoridad del amo ante quién se arrodillaron por tanto tiempo, necesitan uno ante quién arrodillarse después del triunfo.

Qué atrasada está la humanidad, qué atrasada. En pleno siglo XX necesita como en los tiempos de Alejandro y de Ciro amos en el cielo y amos en la tierra. No es posible, por lo mismo, saber cuál de las tendencias predominará al fin.

Compañeros, estamos en presencia de un grave problema cuya solución no sólo afecta a los mexicanos sino a la humanidad entera. Los ojos inteligentes de los hombres avanzados del mundo están pendientes de los sucesos que se desarrollan en México. Ellos, como nosotros, son unos convencidos de que los movimientos puramente políticos no tienen otro resultado, que el arrancar del cráneo hecho pedazos del tirano caído en desgracia la corona que todavía sangrienta se coloca en las sienes del nuevo tirano. Eso y nada más se saca de las revoluciones meramente políticas.

Es necesario, pues, variar el curso de la actual insurrección como lo hemos repetido incesantemente para hacerla digna de la cultura de la época, de lo contrario, mereceremos el fuetazo con que Mirbeau señaló el rostro de la humanidad inconsciente cuando dijo, que de todos los animales el hombre es el más estúpido, porque, al menos, los animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos.

Imprimamos a la revolución una intensa finalidad social; convirtámosla en el brazo robusto que ha de hacer pedazos la servidumbre de la gleba; hagamos de ella el instrumento que ha de quebrantar en mil pedazos la cadena que sujeta al peón y al obrero desconociendo al capital sus falaces derechos; abramos una honda fosa y sepultemos a la iglesia diciéndole: este es el lugar de los cadáveres; formemos una hoguera y arrojemos en ella los títulos de la gran propiedad rural y las tiránicas leyes burguesas. Todo esto podemos hacerlo, si somos enérgicos, si no nos espantamos de nuestras propias obras, si nos enfrentamos resueltamente a la autoridad, al capitalismo, al clero, sin miedos, sin vacilaciones y les arrancamos los privilegios que la ignorancia y la cobardía de los pueblos les han puesto entre las uñas.

Afiliáos al Partido Liberal que es el Partido de las reivindicaciones proletarias. Llenad vuestros cupones, pagad vuestras cuotas, ayudad con dinero o con lo que podáis a que el Partido se robustezca para que pueda preponderar en el actual movimiento.

El Partido Liberal está ya en acción y se está cubriendo de gloria en los campos de batalla. Ayudemos a nuestros hermanos, tendamos la mano a esas bizarras avanzadas de la causa de los desheredados para asegurar conquistas efectivas para la raza mexicana en particular y un ejemplo para los tímidos de todo el mundo que sueñan con derribar el capital por medio de la boleta electoral.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 14 de enero de 1911).

Para después del triunfo

No, compañeros, no hay que dejar, para cuando caiga el tirano, la implantación de los salvadores principios del Partido Liberal. Algunos revolucionarios creen que basta con derribar a Díaz para que caiga sobre el pueblo una lluvia de bendiciones. Otros piensan que es indiferente luchar bajo la bandera de cualquiera de los dos partidos revolucionarios; pues dicen que lo primero es derribar al tirano, y que, una vez conseguido esto y hecha la paz, los dos partidos revolucionarios —el Liberal y el Antirreeleccionista— convocarían al pueblo a elecciones, se reuniría un Congreso que estudiase el programa del Partido Liberal y se tendría ya listo un flamante Presidente que ejecutase la voluntad del no menos flamante Congreso.

El pueblo es el eterno niño: crédulo, inocente, candoroso. Por eso siempre ha sido burlado en sus aspiraciones, y por eso, también, sus dolorosos sacrificios han sido estériles.

Abramos bien los ojos, compañeros desheredados. No confiemos a ningún Gobierno la solución de nuestros problemas. Los Gobiernos son los representantes del Capital, y, por lo mismo, tienen que oprimir al proletariado. De una vez por todas, sabedlo: ningún Congreso aprobará el programa del Partido Liberal, porque no seréis, vosotros los desheredados, los que vayáis a sentaros en los bancos del Congreso, sino vuestros amos, y vuestros amos tendrán el buen cuidado de no dejaros resollar. Vuestros amos rechazarán indignados el programa liberal de primero de julio de 1906, porque en él se habla de quitarles sus tierras, y las aspiraciones de los proletarios quedarán burladas. A los bancos del Congreso no van los proletarios, sino los burgueses.

Pero aun suponiendo que por un verdadero milagro todos los bancos del Congreso estuvieran ocupados por proletarios, y que, por esa razón, se aprobase el programa del Partido Liberal mexicano, y se decretase la expropiación de la tierra para entregarla al pueblo; aun suponiendo que al frente de los destinos del país se encontrase un ángel bajado del cielo para hacer cumplir la voluntad del Congreso, ¿creéis que los señores hacendados obedecerían la ley y se dejarían quitar las tierras? Suponer eso, creer que los ricos se someterían a la humillación de quedar en la misma posición social que los trabajadores, es una verdadera niñería. No; los señores hacendados se levantarían en armas si algún Congreso tuviera la audacia de decretar la entrega de la tierra al pueblo, y entonces el país se vería envuelto de nuevo en las llamas de una revolución, en la que tal vez naufragasen las sanas aspiraciones de los trabajadores inteligentes.

¿Qué necesidad hay de aplazar la expropiación de la tierra para cuando se establezca un nuevo Gobierno? En la presente insurrección, cuando el movimiento esté en toda su fuerza y el Partido Liberal haya logrado la preponderancia necesaria, esto es, cuando la fuerza del Partido pueda garantizar el éxito de la expropiación, es cuando debe hacerse efectiva la toma de posesión de la tierra por el pueblo, y entonces ya no podrán ser burladas las aspiraciones de los desheredados.

Compañeros: Benito Juárez fue instado, durante la revolución de Reforma, a que no quitase al clero sus bienes sino hasta que se hiciera la paz. Pero Benito Juárez vio bastante lejos, y comprendió que si se expropiaban al clero sus bienes cuando se hiciera la paz, el clero volvería a trastornarla y el país se vería envuelto en una nueva revuelta. Quiso ahorrar sangre y dijo: es mejor hacer en una revolución lo que tendría que hacerse en dos. Y así se hizo.

Hagámoslo así los liberales. En una sola insurrección dejemos como un hecho consumado la toma de posesión de la tierra.

No hagamos aprecio a los que aconsejan que se deje la expropiación de la tierra para después del triunfo. Precisamente el triunfo debe consistir en la consumación del acto más grande que han visto las naciones desde que comenzaron a vivir: la toma de posesión de la tierra por todos los habitantes de ella, hombres y mujeres.

Pero si, ofuscada nuestra razón por las promesas de los políticos que todo lo aplazan para después del triunfo, nos afiliamos a las banderas de esas sirenas que nos hablan de leyes libérrimas, de democracia, de derechos políticos, de boletas electorales y de todas esas fuerzas que sólo sirven para desviar al proletariado del camino de su verdadera emancipación: la libertad económica; si de nada nos sirven las elocuentes lecciones de la historia, que nos habla de que ningún hombre puede hacer la felicidad del pueblo pobre cuando está ya al frente del Gobierno; si queremos seguir siendo esclavos de los ricos y de las autoridades después del triunfo, no vacilemos, volemos a engrosar las filas de los que pelean por tener un nuevo amo que se haga pagar bien caros sus servicios.

Compañeros: despertad, despertad, hermanos desheredados. Vayamos a la Revolución, enfrentémonos al despotismo; pero tengamos presente la idea de que hay que tomar la tierra en el presente movimiento, y que el triunfo de este movimiento debe ser la emancipación económica del proletariado, no por decreto de ningún gobernante, sino por la fuerza del hecho; no por la aprobación de ningún Congreso, sino por la acción directa del proletariado.

Me imagino qué feliz será el pueblo mexicano cuando sea dueño de la tierra, trabajándola todos en común como hermanos y repartiéndose los productos fraternalmente, según las necesidades de cada cual. No cometáis, compañeros, la locura de cultivar cada quien un pedazo. Os mataréis en el trabajo, exactamente como os matáis hoy. Uníos y trabajad la tierra en común; pues, todos unidos, la haréis producir tanto que estaréis en aptitud de alimentar al mundo entero. El país es bastante grande y pueden producir sus ricas tierras todo lo que necesiten los demás pueblos de la Tierra. Mas eso, como digo, sólo se consigue uniendo los esfuerzos y trabajando como hermanos. Cada quien, naturalmente —si así lo desea— puede reservarse un pedazo para utilizarlo en la producción según sus gustos e inclinaciones, hacer en él su casa, tener un jardín; pero el resto debe ser unido a todo lo demás, si se quiere trabajar menos y producir más. Trabajada en común la tierra, puede dar más de lo suficiente con unas dos o tres horas de trabajo al día, mientras que cultivando uno solo un pedazo, tiene que trabajar todo el día para poder vivir. Por eso me parece mejor que la tierra se trabaje en común, y esta idea creo que será bien acogida por todos los mexicanos.

¿Podrá haber criminales entonces? ¿Tendrán las mujeres que seguir vendiendo sus cuerpos para comer? Los trabajadores llegados a viejos, ¿tendrán que pedir limosna? Nada de eso: el crimen es el producto de la actual sociedad basada en el infortunio de los de abajo en provecho de los de arriba. Creo firmemente que el bienestar y la libertad son fuentes de bondad. Tranquilo el ser humano; sin las inquietudes en que actualmente vive por la inseguridad del porvenir; convertido el trabajo en un simple ejercicio higiénico, pues trabajando todos la tierra bastarán dos o tres horas diarias para producirlo todo en abundancia con el auxilio de la gran maquinaria de que entonces se podrá disponer libremente; desvanecida la codicia, la falsedad de que hay que hacer uso ahora para poder sobrevivir en este medio maldito, no tendrán razón de ser el crimen, ni la prostitución, ni la codicia y todos como hermanos gozaremos la verdadera Libertad, Igualdad y Fraternidad que los burgueses quieren conquistar por medio de la boleta electoral.

Compañeros, ¡a conquistar la tierra!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 28 de enero de 1911).

El movimiento liberal

No escarmientan los pueblos. La historia es para ellos un librote de hojas manchadas de tinta. Todo lo esperan de las leyes y de los nuevos gobiernos. La experiencia tan necesaria para la vida individual, parece que nada significa para la vida social.

Eternos inocentes son los pueblos. Si padecen hambre, si sufren injusticias, lo más que hacen es tomar las armas para derribar al tirano y echarse otro encima. Les vuelve a fastidiar el nuevo, naturalmente, porque no cumple lo que prometió, pues a derribarlo y a echarse encima otro. Esta es la historia de los pueblos todos de la Tierra; pero no escarmientan; tal parece que necesitan sentir sobre los lomos el látigo del amo.

Es que no han llegado a entender los pueblos que los gobiernos no son fabricantes de bienestar. Los gobiernos no pueden hacer otra cosa que cobrar contribuciones para pagar soldados y esbirros que protejan los intereses de los capitalistas. Toda la maquinaria gubernamental no tiene otro objeto que ese.

Los pobres, por si mismos, tienen que conquistar su bienestar, y hoy es el momento oportuno. No pensemos en quién va a ser el nuevo amo, sino en negar al capital el derecho a explotarnos. Basta ya de dar la vida por encumbrar ambiciosos; démosla, pero por conquistar la emancipación del proletariado, y la emancipación del proletariado no se obtiene elevando a la presidencia a algún hombre, sino tomando posesión de la tierra que es la fuente natural de toda la riqueza.

Por eso es por lo que lucha el Partido Liberal. El Partido Liberal no tiene candidatos, ni reconoce a ninguno, ni quiere tenerlos. El Partido Liberal es un partido netamente revolucionario que tiene el propósito de imponer sus principios por medio de la fuerza en el actual movimiento de insurrección. Para cuando se reestablezca la paz ya la tierra debe estar en poder del pueblo.

Más para lograr tan grande bien, es necesario que todos nos hagamos el propósito de hacer algo en beneficio de la revolución. Con pena manifiesto que he notado mucho egoísmo con respecto al movimiento. Todos se entusiasman ante la idea de llegar a vivir felices en la tierra que los vio nacer; pero pocos, muy pocos son los que ayudan de una manera efectiva para que la revolución se robustezca.

Verdaderos milagros ha hecho la Junta con los escasos elementos pecuniarios que han enviado los simpatizadores. Se necesita más, mucho más para fomentar la revolución y es de desearse que todos, hombres y mujeres, envíen su óbolo sin pérdida de tiempo, y que no se cansen de ayudar. Los valientes están exponiendo sus vidas en los campos de batalla, ¿por qué no hacer el sacrificio de algunas monedas para fomentar el movimiento? (...)

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 4 de febrero de 1911).

La guerra social

Ya no tienen razón de ser las revoluciones netamente políticas. Matarse por encumbrar a un hombre al Poder es sencillamente estúpido. En nuestra época el personalismo sólo puede ganar adeptos entre los ignorantes o entre los cazadores de posiciones y de prebendas.

La República burguesa ya no satisface a los hombres inteligentes y de buena fe. La República burguesa sólo satisface a los políticos, a los que quieren vivir a expensas del pueblo trabajador; pero a la luz de la filosofía moderna es un anacronismo cuya existencia sólo es justificada por la ignorancia de las masas y la mala fe de las llamadas clases directoras de la sociedad.

La República burguesa es un cadáver. Murió desde el momento en que, al hacerse la declaración de los Derechos del Hombre, todo se garantizó, menos la igualdad social de los seres humanos que componen las naciones, y un cadáver no tiene derecho a inficionar el ambiente: hay que enterrarlo. El deber de los verdaderos revolucionarios es cavar una fosa y arrojar en ella a la República burguesa.

La igualdad social, que es el sueño generoso de todos los hombres emancipados, se conseguirá conquistando el derecho de vivir, y ese derecho consiste en la facultad que todo ser humano tiene de aprovechar los progresos alcanzados por la ciencia y por la industria en la producción de todo lo que hace agradable la existencia y es útil al desarrollo integral de la raza humana.

El derecho de vivir es lo que queremos conquistar los liberales; ya no queremos orgullosos señores de la tierra y mustios esclavos de la gleba; ya no queremos señores feudales, verdaderos amos de horca y cuchillo. ¿Quieren vivir en la tierra los señores terratenientes? Que la trabajen al igual de los que hasta aquí han sido sus esclavos, los oprimidos peones.

Una revolución que no garantice al pueblo el derecho de vivir, es una revuelta de políticos a quienes debemos dar la espalda los desheredados. Necesitamos los pobres una revolución social y no una revolución política, esto es, necesitamos una revolución que ponga en las manos de todos, hombres y mujeres, la tierra que hasta hoy ha sido el patrimonio exclusivo de unos cuantos mimados de la fortuna.

Pero, hay que entenderlo bien, la solución del problema debe quedar a cargo del proletariado. Si encomendamos la solución de él a las clases directoras de la sociedad, nos dirán que la aplacemos hasta que se haga la paz, hasta que se constituya un Congreso que decrete la felicidad de los habitantes de México, y una vez más en la historia de nuestras esperanzas defraudadas habremos hecho el papel nada envidiable de carne de cañón.

No; la sangre está corriendo ya a torrentes, y bien pronto esos torrentes serán ríos donde se habrán vaciado las vidas de muchos hombres buenos, y es necesario que ese derroche de energía, de vida y de generosos impulsos sirvan para algo más que el entronizamiento de otro magnate. Es necesario que el sacrificio de los buenos tenga como resultado la igualdad social de los que sobrevivan, y un paso hacia esa igualdad es el aprovechamiento de los productos de la tierra por todos los que trabajen, y no por los amos. Si los amos quieren gozar de los productos de la tierra, que empuñen también la azada; que entren al surco con los trabajadores; que rieguen también, con su sudor, la tierra hasta hoy empapada solamente por las lágrimas, el sudor y la sangre de la plebe.

La igualdad ante la ley es una farsa; queremos la igualdad social. Queremos oportunidad para todos, no para acumular millones, sino para hacer una vida perfectamente humana, sin inquietudes, sin sobresaltos por el porvenir.

Para el logro de esos beneficios no sólo se opone Díaz: se opone, también, el Capital y se opondrá cualquier otro gobernante que elijan las masas, cualquiera que sea el nombre del candidato y por bueno que sea personalmente. Por eso los liberales estamos resueltos a variar el curso de la actual insurrección. El mal no es un hombre, sino el sistema político y económico que nos domina. Si el mal fuera un hombre, bastaría con matar a Porfirio Díaz para que la situación del pueblo mejorase; pero no es así. Puede desaparecer la odiosa personalidad del Dictador Mexicano, y el pueblo seguirá siendo esclavo: esclavo de los hombres de dinero, esclavo de la autoridad, esclavo de la ignorancia y de la miseria. Puede desaparecer el sanguinario tirano; pero el nuevo Presidente, quienquiera que él sea, tendrá listo el Ejército para asesinar a los trabajadores cuando éstos se declaren en huelga; tendrá listas las cárceles para castigar a las víctimas del medio que han delinquido por culpa del sistema social que nos ahoga; tendrá listos los jueces con sus odiosos libracos, tan blandos para los ricos, tan duros y crueles para los pobres. Puede morir el tirano; pero el sistema de opresión y de explotación quedará vivo y el pueblo seguirá siendo desgraciado.

Como ya lo he dicho otras veces, el Gobierno no es sino el gendarme del Capital, el torvo polizonte que cuida las cajas fuertes de las aves de rapiña de la banca, del comercio y de la industria. Para el capital tiene sumisiones y respetos; para el pueblo tiene el presidio, el cuartel y el patíbulo.

No esperemos, pues, nada bueno del gobierno que llegue a implantarse después de esta Revolución. Si queremos libertarnos, obremos por nuestra cuenta tomando posesión de la tierra para trabajarla en común, y armémonos todos para que si alguna tiranía quiere arrebatarnos nuestra dicha, estemos prontos a defenderla.

Agrupaos, pues, todos los desheredados, bajo las banderas igualitarias del Partido Liberal. Contribuid para el fomento de la Revolución liberal, que de su fuerza depende la felicidad y la libertad de quince millones de seres humanos.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 11 de febrero de 1911).

Francisco I. Madero es un traidor a la causa de la libertad

El lobo se ha despojado de la piel de oveja y ha mostrado los colmillos y las garras. El histrión de la democracia no pudo representar por más tiempo su papel. Francisco I. Madero, el menguado politicastro, el vulgar ambicioso que quiere encaramarse sobre los hombros del pobre pueblo para cobrar los supuestos servicios que le ha prestado, acaba de echarse en un charco: el de la traición.

Ya es sabido, porque lo publicamos en Regeneración, que el compañero Prisciliano G. Silva tomó Guadalupe, Chih., el día ocho del corriente, apoderándose de valiosos elementos de guerra, abundantes provisiones, vestidos y otras cosas necesarias para la campaña. El compañero Silva me decía en una carta, refiriéndose al espléndido botín de guerra que había capturado: Con estas armas vengaremos las humillaciones de que ha sido víctima nuestra raza; con estas armas redimiremos al proletariado de México.

¡Ah, noble compañero, te equivocaste! Esas armas que iban a servir para emancipar a los trabajadores mexicanos, sirven en estos momentos para apoyar las ambiciones de Francisco I. Madero. Esas armas iban a servir para romper las cadenas del proletariado mexicano; pero ahora, en manos de Madero, servirán para remacharlas.

Las esperanzas de Silva

El compañero Prisciliano G. Silva esperaba en Guadalupe la incorporación de cincuenta hombres que se habían separado de la columna del maderista Pascual Orozco por no simpatizar con los principios personalistas. Esperaba Silva, además, la incorporación de la importante columna del jefe Gabino Cano, quien, maderista al principio de la lucha, por creer equivocadamente que el Partido Liberal trabajaba de acuerdo con el maderismo, se convenció, al fin, de su error y había prometido a nuestro compañero unírsele para continuar juntos la campaña por la redención del pueblo pobre de México; Cano tuvo que traer al lado norteamericano a catorce heridos insurgentes, y tenía el propósito de marchar a reunirse con el compañero Silva en Guadalupe.

La traición

Madero supo las intenciones del compañero Cano, y, para evitar que las fuerzas del compañero Silva se robustecieran, delató a Cano ante las autoridades federales de los Estados Unidos, dando por resultado el arresto de Cano, quien se encuentra preso, acusado tal vez de violación a las leyes de neutralidad. En seguida Madero envió un correo a Silva ordenándole que asumiera el cargo de jefe maderista. Como era natural, el compañero Silva envió a paseo al histrión Madero. Entonces recurrió éste a la infamia: fingió abrigar los mejores deseos para el Partido Liberal, fingió no tener encono alguno contra Silva y se presentó amigablemente en Guadalupe al frente de unos quinientos hombres. Con zalamerías de prostituta y sonrisas de afeminado e insinuoso como una vibora, Madero brindó su amistad al compañero Silva y le propuso que se unieran por el momento para resistir el ataque de las fuerzas de Navarro, que en número de 800 hombres se dirigían sobre Guadalupe. La honradez siempre es confiada, y el pobre anciano Silva convino en luchar en combinación con los maderistas para resistir el ataque del enemigo común.

El ardid infame

Moría la tarde del 16 del corriente. La fuerza liberal se disponía a descansar cuando Madero anunció que el enemigo se encontraba al frente. Nuestros bravos compañeros se dispusieron, desde luego, a la lucha. Se dio la orden de que los nuestros se dividieran en cuatro columnas, intercalándose columnas maderistas. Honrados todos los nuestros, no desconfiaron de que se les estaba preparando la infame trampa en que debían caer todos, todos sin excepción. El entusiasmo de nuestros compañeros era indescriptible; por fin iban a luchar, por fin se presentaba la ocasión de medir sus fuerzas con los sicarios del despotismo. Avanzaron los nuestros, mientras el jefe Silva era llamado por Francisco I. Madero, con el pretexto de estudiar el plan de resistencia... Momentos después, un anciano, atado codo con codo y fuertemente escoltado por los esbirros de Madero, dirigía sus viejos ojos hacia la nube de polvo que se veía a lo lejos levantada por la marcha de sus hermanos. Ese anciano era el leal y valeroso soldado de la revolución social, el amigo y defensor del proletariado: Prisciliano G. Silva.

El nuevo dictador

Silva fue hecho prisionero por Francisco I. Madero porque no quiso reconocerlo como Presidente provisional de la República Mexicana. Madero, cuando tuvo a Silva entre sus garras, cuando ya la fuerza liberal estaba lejos, lo intimó para que le hiciera los honores de un Primer Magistrado. Silva, libertario, se rehusó a reconocer al mentecato. Ningún libertario debe reconocer amos en la Tierra.

El despojo

Llevada a cabo la cobarde hazaña, Madero y sus compinches se lanzaron a caballo hacia donde marchaban liberales y maderistas a encontrar al supuesto enemigo. Mandó hacer alto el payaso del sufragio efectivo, y dijo a las tropas:

Soldados de la libertad: creo que me habéis reconocido como vuestro Presidente único, como vuestro jefe que se sacrifica por vosotros aceptando ocupar un cargo tan difícil como es el de la Presidencia de la República. Sólo porque vosotros lo ordenáis, os obedezco; seré Presidente y os ofrezco gobernar con la ley. Todos vosotros tendréis derecho a votar, y eso os dará la felicidad.

La protesta

De las bocas de nuestros compañeros salió este grito: no queremos amos; queremos tierra y libertad. La boleta electoral no nos dará de comer.

Al oír esas palabras de viril protesta, el iscariote Madero ordenó a sus esbirros que nuestros compañeros fueran hechos prisioneros y se les quitasen las armas, las provisiones, los caballos, los carros de transporte, los vestidos, todo lo que habían conseguido en Guadalupe, y quedaran arrestados también. Sólo ocho de nuestros compañeros pudieron escapar de las garras del novel tiranuelo, del tan aclamado Madero, cuya pérfida acción lo presenta como un ambicioso vulgar que no quiere otra cosa que llegar a ser Presidente para sacar del pobre pueblo los miles de pesos que ha gastado en la revuelta.

La actitud de de Lara

Lázaro Gutiérrez de Lara ha representado en este asunto un importante papel. Este individuo estuvo explotando en esta ciudad unas vistas,[1] declarando que el producto lo invertiría en su marcha para México, adonde iba a tomar parte en la Revolución. En efecto, con ese dinero marchó a El Paso, donde estuvo dando conferencias de paga, haciendo entender que los productos iban a ser destinados a la Revolución. Los liberales ayudaron a De Lara porque, habiendo aparecido artículos suyos en Regeneración lo creían de alguna manera ligado a los trabajos del Partido Liberal, como en efecto fue así en lo que respecta a la propaganda de los principios del Partido. Nadie podía sospechar que De Lara —que había recibido dinero de los liberales, que había obtenido dinero del grupo Regeneración, de esta ciudad, para sus gastos de viaje, que hablaba en El Paso a favor del Partido Liberal y que en todos sus actos se mostraba como sostenedor de los principios de emancipación económica del proletariado— se pasara, con armas y bagajes, al maderismo.

Después de que Silva hubo tomado Guadalupe se le presentó Gutiérrez de Lara con 28 norteamericanos, diciendo que iba a incorporarse a esa columna liberal. El compañero Silva no tuvo ninguna desconfianza de quien tanto había hablado en favor del Partido Liberal, y lo admitió, dándole la jefatura del grupo de norteamericanos aventureros.

Cuando ocurrió el arresto del compañero Silva, Gutiérrez de Lara mandó a sus norteamericanos que obedecieran a Madero, y él mismo se puso a las órdenes del millonario, del enemigo jurado de la clase trabajadora, del burgués que hace derramar la sangre del pueblo para llegar a ser Presidente de la República.

Compañeros: a vosotros toca juzgar la conducta de Gutiérrez de Lara; pero antes responded a esta pregunta: ¿puede un hombre que lucha por la clase trabajadora ingresar a un partido enemigo acérrimo del proletariado, como es el maderista?

De Lara, ahora, es uno de los favoritos de Madero en la columna de este payaso.

¿Qué quiere Madero?

Quiere lo que ha querido siempre: ser Presidente de la República, esto es, estar en condiciones de poder aumentar todavía más su enorme capital, pues ese individuo es millonario. Para conseguir su propósito, Madero ha recurrido a toda clase de malas artes; el engaño, la adulación a las masas, la intriga, la hipocresía y, por fin, el crimen, porque crimen es tomar la parte del tirano para desarmar y aprisionar a los defensores de la Libertad.

Madero es un miserable delator de los revolucionarios que luchan por principios: la prueba está en la aprehensión de Gabino Cano, por la denuncia que hizo Madero a las autoridades federales de los Estados Unidos para que cayese ese luchador tan sólo porque es liberal.

Aprovechándose Madero de la circunstancia de estar presos en los Estados Unidos algunos de los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal, y de andar los demás perseguidos de cerca por la policía de México y de este país, mandó agentes a todos los Estados de la República con instrucciones de conferenciar con los miembros del Partido Liberal, a quienes se hizo creer que la Junta estaba de acuerdo con la campaña política antirreeleccionista. La Junta no pudo protestar contra el vil engaño, porque el dictador Porfirio Díaz había recomendado a su aliado Taft que se nos tuviera incomunicados, como lo estuvimos en efecto los tres años que duramos en la prisión en este país. El engaño, pues, creció, creció mucho, y como no podíamos desbaratarlo con nuestra negación desde el fondo de nuestros calabozos, adquirió los caracteres de una cosa cierta. Lo curioso era que, mientras los agentes secretos de Madero decían por todas partes que el Partido Liberal estaba de acuerdo con sus trabajillos políticos, la prensa pagada por éste, no decía una sola palabra acerca de la penosa situación en que nos encontrábamos, aplastados por la fuerza combinada de los dos Gobiernos: el norteamericano y el mexicano. En los últimos cuatro años que duró la persecución contra nosotros en este país, el público mexicano no supo nada de lo que aquí acontecía, pues Madero había ordenado a sus periódicos que callasen, que no hablasen nada sobre las infamias de que estábamos siendo víctimas en un país extraño por defender la libertad del pueblo mexicano.

La agitación liberal

Y sin embargo, si algún éxito tuvo Madero en su agitación política, se debió a dos cosas:

1º A la vigorosa propaganda que el Partido Liberal había iniciado desde el año de 1900, cuando ni siquiera se sabía que existía Francisco I. Madero, y cuando se trabajó en condiciones verdaderamente difíciles. Los liberales comenzamos nuestros trabajos cuando todo el pueblo estaba profundamente dormido y no se oía otra cosa que los cánticos entonados al Héroe de la Paz. La tarea fue dura, sufrimos prisiones y castigos inquisitoriales, muchos de los nuestros murieron en sus calabozos o en las camas de los hospitales y a otros se les aplicó la ley fuga. A pesar de todo, la obra de propaganda continuó con creciente energía, hasta que a la vuelta de los años, el pueblo comenzó a despertar; pero no despertó porque la desabrida voz de Madero le hubiera conmovido, pues a Madero no se le conocía, a no ser en sus haciendas, donde esquilmaba a sus desventurados peones. El pueblo despertó ante la energía de los liberales que le mostraban la verdadera situación de México. Búsquense las colecciones de periódicos liberales de 1900 a 1908, y se verá que Madero era un desconocido para la Nación, pues solamente se oía hablar de él en la región lagunera del Estado de Coahuila.

2º El éxito de Madero se debió, igualmente, al miedo que sentía el Gobierno por la revolución con que lo tenía amagado el Partido Liberal. Porfirio Díaz se vio precisado a dar facilidades y garantías a Madero para su campaña electoral en vista de que el pueblo había despertado, sacudido por la propaganda liberal y la acción de las armas de nuestro Partido desde el año de 1906. Por otra parte, gracias a la agitación que iniciamos en todo el mundo para demostrar que Díaz era un tirano, la opinión que de él se tenía en el extranjero fue cambiando. Al principio se le consideraba en todas partes como estadista modelo que hacía la felicidad del pueblo; pero nuestra constancia hizo que esta opinión se volviera en su contra. Díaz teme la opinión extranjera, y tuvo que dejar libre a Madero para que hiciera la farsa de elección.

Terreno abonado

Madero encontró todo listo para encumbrarse. Los sacrificios de todos los luchadores iban a servirle a él con el simple gasto de unos cuantos miles de pesos, que previamente había robado a sus desventurados peones, teniéndolos, como lo hacen todos los hacendados, a ración de hambre. Esa es la acción que los papanatas aplauden: el que Madero haya gastado dinero para armar gente. Ese dinero no era de Madero, sino de los trabajadores a quienes explotaba, y, por otra parte, ese dinero tendrá que sacarlo de los bolsillos de los pobres si por desgracia llega a ocupar la Presidencia de la República.

Libres al fin

Cuando, gracias a la agitación del elemento radical de esta Nación, se vio forzado Taft a dejarnos en libertad hace apenas un poco más de seis meses, nos dimos cuenta de las engañifas de que se estaba valiendo Madero para hacer que los liberales se adhirieran a él, e interpelamos a Madero por medio de una comunicación oficial dirigida al mismo a San Luis Potosí, sobre su actitud respecto del Partido Liberal. Madero contestó que no admitía nuestro programa. A nuestro poder llegaban consultas y más consultas sobre si los principios del maderismo eran los mismos que los del Partido Liberal y si estábamos o no de acuerdo con Madero para trabajar en contra del despotismo. Eso provenía de que los agentes de Madero continuaban, como continúan actualmente haciéndolo, su obra de embaucamiento, diciendo a los liberales que la Junta estaba de acuerdo con él. Tal engaño dio por resultado que muchos liberales tomaran las armas a favor de Madero, pues no teniendo noticia de nosotros porque Regeneración no puede entrar en México, creían de buena fe lo que los agentes del Presidente provisional les decían.

El engaño continúa

Madero continúa embaucando a los liberales. En El Dictamen Público de Veracruz aparece con grandes encabezados que Francisco I. Madero y Ricardo Flores Magón han lanzado un manifiesto a la Nación mexicana declarando que se han unido los dos partidos, y que Madero firma como Presidente Provisional y yo como Vicepresidente, igualmente provisional. No sé si habrá circulado o no ese menguado Manifiesto; pero lo que sí es cierto, es que la noticia ha volado en los periódicos de México por orden de Madero, para que el pueblo continúe engañado y le preste al ambicioso político el apoyo que necesita para llegar a la Presidencia.

También ha hecho circular la noticia de que José María Maytorena, un adinerado de Sonora, es el gobernador provisional de ese Estado, cuando por maderistas he sabido que Maytorena ha despachado a Madero con cajas destempladas.

Yo no quiero ser tirano

Yo no peleo por puestos públicos. He recibido insinuaciones de muchos maderistas de buena fe, pues que los hay, y bastantes, para que acepte algún cargo en el llamado gobierno provisional, y el cargo que se me dice acepte es el de Vicepresidente de la República. Ante todo debo decir que me repugnan los Gobiernos. Estoy firmemente convencido de que no hay ni podrá haber un Gobierno bueno. Todos son malos, llámense monarquías absolutas o constitucionales Repúblicas. El Gobierno es tiranía porque coarta la libre iniciativa de los individuos y sólo sirve para sostener un estado social impropio para el desarrollo integral del ser humano. Los Gobiernos son los guardianes de los intereses de las clases ricas y educadas, y los verdugos de los santos derechos del proletariado. No quiero, pues, ser un tirano. Soy un revolucionario y lo seré hasta que exhale el último aliento. Quiero estar siempre al lado de mis hermanos los pobres para luchar por ellos, y no al lado de los ricos ni de los políticos, que son opresores de los pobres. En las filas del pueblo trabajador soy más útil a la humanidad que sentado en un trono, rodeado de lacayos y de politicastros. Si el pueblo tuviera algún día el pésimo gusto de aclamarme para ser su gobernante, le diría: Yo no nací para verdugo. Busca a otro.

La libertad económica

Lucho por la libertad económica de los trabajadores. Mi ideal es que el hombre llegue a poseer todo lo necesario para vivir sin tener que depender de ningún amo; y creo, como todos los liberales de buena fe lo creen, que ha llegado el momento de que los hombres de buena voluntad debemos dar un paso hacia la verdadera libertad, arrebatando la tierra de las garras de los ricos, inclusive Madero, para entregarla al legítimo dueño de ella: el pueblo trabajador. Conseguido esto, el pueblo será libre. Pero no lo será si eleva a Madero a la Presidencia de la República, porque ni Madero, ni ningún gobernante, se atreverán a dar un paso de esa naturaleza, y, si lo hicieran, los ricos se levantarían en armas y una nueva revolución seguiría a la presente. En esta revolución, en la que estamos contemplando —y la que tratamos de fomentar—, debemos quitar la tierra a los ricos.

Madero espantado

Madero comprende cuáles son los fines del Partido Liberal, y por eso trata de aplastar el movimiento liberal con tanta rabia como lo hace Díaz. El plan de Madero es destruir el movimiento liberal para quedar dueño del campo, derribar a Díaz y sentarse en el Poder para continuar la obra de Díaz, pues el sufragio efectivo es una de las más groseras mentiras con que se adormece al pueblo. Con el hecho de firmar boletas electorales no come el pueblo. Se necesita la conquista de la tierra; mas como Madero es dueño de grandes propiedades territoriales, ve con disgusto la actitud revolucionaria del Partido Liberal. Madero quiere seguir teniendo peones, quiere seguir viviendo a expensas del sudor y del sufrimiento de los humildes. Cuando interpelamos a Madero sobre su actitud acerca del Partido Liberal en septiembre del año pasado, él nos contestó que no podía aceptar el programa porque se retirarían de su partido muchos elementos valiosos, los ricos. Tuvo la hipocresía de no decir que él era uno de los que se perjudicarían con la implantación del programa en materia de tierras.

Madero es mocho

Tal vez no todos están al corriente de que Madero le ha ofrecido al clero no respetar las Leyes de Reforma y dejarlo mangonear como le convenga. El clero de Puebla dedicó misas para que la Divinidad pusiera en libertad al candidato cuando estaba preso en San Luis Potosí. El clero era otro de los valiosos elementos que se retiraría de las filas de Madero si adoptase el programa del Partido Liberal.

Fin

Como habéis visto, compañeros, Francisco I. Madero, el fingido amigo del pueblo, lucha contra los intereses del pueblo, pues se une al despotismo para aplastar las columnas liberales.

Este asunto es serio, bastante serio. Madero se ha descubierto: mientras sus agentes dicen a los liberales que las dos causas son iguales, que el Partido Liberal lucha unido al maderismo, el Presidente Provisional aplasta las columnas liberales simplemente porque los liberales luchamos por el beneficio de las clases trabajadoras y en contra de los burgueses.

Los liberales estamos luchando en condiciones verdaderamente excepcionales. No contamos en nuestras filas con millonarios, ni contamos con el apoyo de los banqueros norteamericanos, como sucede con Madero. Cada arma que consigue un liberal representa muchos días de privaciones: representa el sacrificio de una familia y el sacrificio de un hombre que tiene que transportarse, como puede, al lugar de la lucha. Los proletarios contribuyen con sus modestos recursos, privándose de muchas cosas útiles, por fomentar el movimiento liberal. Todos los humildes tienen puesta su esperanza en cada fusil de un luchador liberal. De la bravura del luchador y la eficacia del fusil depende la libertad de toda una raza; pero los elementos conseguidos a costa de tantos sacrificios, los fusiles y los cartuchos comprados con las monedas que se han sustraído al gasto diario de los hogares pobres, son arrebatados por el millonario ambicioso que no quiere que el pueblo se liberte de la cadena; del Capital ni del yugo autoritario.

Mexicanos: abrid bien los ojos. ¿Por qué no quiere Madero que luche el Partido Liberal? Porque, el Partido Liberal lucha por los pobres, cuyos intereses son opuestos a los de los ricos. El interés del rico es tener al pobre sujeto a salario. El interés del pobre es liberarse del salario y vivir sin depender de un amo. El rico necesita que haya pobres, pues de lo contrario el rico mismo tendría que trabajar, y por eso Madero no quiere que triunfe el Partido Liberal, porque se acabarían los pobres, esto es, los esclavos de los ricos.

A pesar de Madero, nuevas columnas liberales siguen entrando en acción y cada vez es más poderoso el movimiento netamente liberal.

Ayudad todos para que el movimiento liberal llegue a predominar. La salvación no está solamente en la caída de Díaz, sino en la transformación del sistema político y social que actualmente impera, y esa transformación no se opera por el mero derrocamiento de un tirano para que suba otro, sino por la negación del pretendido derecho del Capital a apropiarse de una parte de lo que producen los trabajadores.

Mexicanos: vuestro Presidente Provisional, como él mismo se llama, ha comenzado a dar golpes a la libertad. ¿Qué sucederá cuando el provisional llegue a ser efectivo? Recordad que en estos momentos en el campamento de Francisco I. Madero se encuentra prisionero un noble anciano que no ha cometido otro crimen que luchar por vuestro bienestar.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de febrero de 1911).

El rebaño inconsciente se agita bajo el látigo de la verdad

¡Verdad, verdad bendita: ningún sacrificio debe parecernos grande por rendirte culto! Tú eres, ¡oh, verdad!, la luz que denuncia los escollos al marino; tú eres, ¡oh, verdad!, el astro que alumbra los derroteros que debe seguir la especie humana en su marcha azarosa hacia la igualdad social; tú eres, ¡oh, verdad!, el brazo musculoso que arranca malezas, que aparta peñascos, que allana la vía hacia la fraternidad y la libertad; tú eres, ¡oh, verdad!, caricia y fuete, sonrisa e insulto; caricia y sonrisa para los buenos; fuete e insulto para los malvados y los traidores.

Por rendirte culto han sufrido todos los espíritus generosos, desde que esta mísera humanidad comenzó a distinguirse de los animales en las épocas obscuras de la Historia. Por la verdad salió el hombre de la condición de bestia en que vivía en las cavernas de la edad prehistórica. Por la verdad se dio cuenta el ser humano de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no el Sol el que giraba alrededor de la Tierra. Por la verdad imperan hoy el vapor y la electricidad. Por la verdad se desmoronó el llamado derecho divino de los reyes. Por la verdad han perdido su prestigio la autoridad y la propiedad. Por la verdad, un puñado de hombres selectos ve con claridad el porvenir y lo señala a las masas ignaras como el paraíso transportado a la Tierra en que todos seremos hermanos, en que todos tendremos los mismos derechos y las mismas satisfacciones sin más dificultad que ésta: desconocer al Capital el derecho de tomar lo que produce el trabajador. Por la verdad la humanidad llegará a ser libre, sabia y justa.

El rebaño se encabrita

El artículo que escribí denunciando a Madero como un traidor y un ambicioso vulgar ha tenido el mérito de rascar los nervios de la masa pasiva, la que no ayuda, la que es un verdadero estorbo para el avance de los ideales, la que jamás se preocupa del porvenir de la raza. La masa obscura, embrutecida por los frailes y los charlatanes, se estremeció, tuvo un sacudimiento como si ella hubiera sufrido el latigazo que descargué sobre los lomos de Francisco I. Madero. Unos cuantos babosos que no saben dónde tienen las narices; unos cuantos mentecatos, de esos que se conforman con ser esclavos y a quienes se debe que los mexicanos tengamos tan mala reputación en este país, ladran a los cuatro vientos indignados porque tuve el atrevimiento de atacar a su idolillo el Excelentísimo señor Presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos, don Francisco I. Madero.

Todos los que están conformes con que los ricos los tengan a salario; todos los que necesitan sentir en los ijares la espuela de las autoridades; todos los que están contentos con que los capitalistas los traten a puntapiés y los polizontes les quiebren la cabeza a garrotazos; todos los que quieren que la actual revolución sólo sirva para derribar a Díaz y encumbrar a Madero; todos esos idiotas que desprestigian la raza mexicana en este país porque no saben unirse, porque no saben reclamar sus derechos; todos esos pobres diablos, que se humillan cuando un blanco los ultraja y son los peores perros de su propia raza; todos esos granujillas, a quienes el cuico detiene en mitad de la calle para hurgarles los bolsillos sin que salga de sus labios la más débil protesta; la masa de los pasivos, de los que de todo hablan, menos de lo que interesa a su clase, todos esos desdichados se sintieron ofendidos porque me atreví a llamar traidor a Madero, embaucador, ambicioso vulgar; payaso de la democracia, lobo con piel de oveja.

Ese es mi triunfo

Sentiría vergüenza si los imbéciles me aclamasen. Los aplausos de los idiotas me lastimarían profundamente. Para hacerme aplaudir de los babosos, necesitaría ser tan baboso y tan imbécil como ellos. No soy yo de los que pasan la palma de la mano por el lomo de las multitudes solicitando su cariño. Yo no adulo ni a los tiranos ni a las masas; yo no me someto ni al capricho de uno ni a la voluntad de muchos. Recto en mis procederes, como luchador voy adelante sin oír el insulto de los bribones, sin temer la emboscada de los malvados. Altivo y libre, voy derecho hacia el ideal que sueño; el de la redención económica del proletariado.

¿Es una utopía?

¡Utopía!, gritan los cobardes y los malvados. Sueño irrealizable, dicen los afeminados que tienen miedo a lo desconocido.

Ni utopía, ni sueño irrealizable. Cada vez que los progresistas quieren dar un paso adelante, los rezagados, los timoratos, los que necesitan sentir los codos de los demás y los que tienen interés en que no cambien las condiciones sociales y políticas existentes, lanzan ese grito fatídico: ¡utopía!

Para los gachupines era una utopía la independencia de México; para los frailes era una utopía el expropiarlos de sus bienes; para los conservadores que están en el gobierno de México es una utopía el sufragio efectivo de los maderistas, porque dicen que el pueblo no está preparado para ese mentido bien; para el maderismo, las aspiraciones del Partido Liberal son utopías, porque dicen Madero y sus compinches que el pueblo no está apto para trabajar las tierras por su cuenta.

A pesar de todo, la utopía de la independencia nacional fue cosa realizada; la utopía de expropiar de sus bienes al clero la realizó Juárez; la utopía del voto electoral, aunque para nada sirve, la realizó el maderismo; la utopía de entregar la tierra al pueblo para acabar con la miseria, el crimen, la prostitución y la tiranía misma, la realizará el Partido Liberal; que es el único que lucha por la clase trabajadora.

La confusión

Los politicastros, ya sean de levita o de huarache, ya vistan ropa limpia o andrajos mugrosos, tratan de confundir al pueblo de diversas maneras. Dicen al pueblo que nuestra actitud respecto del ambicioso Madero debilita el movimiento revolucionario. Desde luego puedo decir que sucede todo lo contrario. La revolución, el movimiento armado que puede llevar ese nombre porque tiene una amplia finalidad social, no se debilita porque se descubran las infamias de Madero. Ninguna buena causa puede sufrir perjuicios por la verdad y sí los puede sufrir por la mentira. La mentira no edifica sobre terreno sólido; la mentira puede deslumbrar por un momento como el polvillo de oro de las mariposas; pero tarde o temprano se descubre el engaño, tarde o temprano cae el colorete que hermosea y deja a descubierto la marchitez y la fealdad.

La Revolución no puede sufrir debilitamiento por la verdad, sino por la mentira. Ocultar los crímenes de Francisco I. Madero; ocultar los engaños de que se vale para engrosar sus filas con los miembros del Partido Liberal a quienes no hemos podido comunicar la independencia de nuestros trabajos con respecto a los trabajos del llamado Presidente Provisional; ocultar que para robustecer su movimiento ha pretendido unir mi nombre al suyo porque sabe que cuento con numerosas, antiguas y leales simpatías en toda la República Mexicana y, al aparecer mi nombre al lado del suyo, mis viejos amigos procurarían ayudarle; ocultar la traición infame de que fue víctima el compañero Prisciliano G. Silva por parte del novel tiranuelo, sería hacer causa común con la infamia; sería sancionar, con el silencio, el crimen cometido y los embaucamientos a que se entrega y se ha entregado el millonario ambicioso. ¿Qué dirían nuestros compañeros que están sobre las armas si no los previniéramos sobre lo ocurrido? ¿No serían ellos los primeros en acusarnos de traidores cuando se vieran aplastados por la traición de Madero, por no saber qué clase de canalla es éste? Y el pueblo en general ¿no nos haría más tarde o más temprano cargos justificados por no haber desenmascarado a tiempo al lobo que se disfraza de carnero? ¿No ayudaríamos a que se confundiera el proletariado y viese en Madero a su libertador, cuando no es más que su futuro verdugo si las masas inconscientes dan su sangre para encumbrarlo?

La verdadera revolución

La revuelta de Madero no puede llamarse revolución. El movimiento del Partido Liberal mexicano sí es una verdadera revolución. ¿Por qué? Es fácil decirlo: las masas inconscientes que han tomado el fusil para luchar en las filas maderistas, han sido empujadas por la desesperación. Los compañeros que combaten en las filas liberales han ido a la lucha, convencidos de que es un acto de justicia el expropiar de la tierra a los ricos para entregársela a los pobres. La desesperación podrá formar caudillos y futuros tiranos; la convicción ilustrada, la conciencia de la finalidad social de la lucha, la certeza de que se lucha contra la clase capitalista, no puede formar tiranos, no puede encumbrar caciques, porque no es para eso para lo que los compañeros liberales empuñan las armas, sino para libertar a un pueblo de la cadena del Capital. La necesidad social más urgente de México es la dignificación de la raza por el bienestar y la libertad, y esa necesidad no queda satisfecha con el mero hecho de tener derecho al voto, sino con el hecho de no depender de los amos para poder vivir.

Las revoluciones deben responder a una necesidad social para que puedan ser consideradas como tales. De lo contrario son solamente revueltas políticas, hechas por hombres como Madero que desean ser poderosos para robar al pueblo a sus anchas.

Una prueba

La prueba de que la revuelta de Madero no responde a ninguna necesidad social, está en el hecho de que la gente que lo aclama no ha comprado por si misma sus fusiles, no ha hecho sacrificio alguno para lanzarse a la guerra. Han ido individuos a quienes se les han dado pagas de marcha como a cualquier soldado, se les ha suministrado dinero para que dejen a sus familias. Mientras que los liberales se arman por sí solos, se sacrifican comprando su parque y marchando a pie o en las varillas de los trenes si no tienen con qué pagar su pasaje, y no exigen paga por adelantado como lo hacen los maderistas. Los liberales sacrifican todo con tal de luchar por los ideales de emancipación económica de la clase trabajadora, y cuando no pueden comprar una arma, y el Partido no puede dárselas porque se hayan agotado, vuelan al campo de batalla y espían el momento en que un compañero cae herido para recoger el fusil y usarlo ellos.

¿Qué habría hecho Madero si se hubiera encontrado en las circunstancias en que lucha el Partido Liberal? En seis meses de trabajos, desde que salimos del presidio, el Partido Liberal, compuesto de trabajadores y personas pobres, ha podido organizar el brillante movimiento que ha despedazado las fuerzas de Rábago y de Vega, en Chihuahua y la Baja California, que ha hecho morder el polvo a los sicarios de la Dictadura en el Estado de Coahuila, que ha hecho temblar al despotismo con sus hazañas en la costa de Sotavento de Veracruz, que ha puesto en conflicto a los soldados federales en el Norte de Oaxaca, que amenaza ocupar toda Baja California, que tiene en jaque a las fuerzas de la Dictadura en Morelos, en Chihuahua, en Sonora, en Durango. Y todo eso se ha hecho en medio de la miseria más espantosa, y todo eso se ha llevado a cabo por la abnegación de los luchadores liberales. ¿Y por qué esa abnegación? Porque los liberales no luchan por encumbrar a ningún amo, sino por la redención de la clase trabajadora.

Las dudas

Los agitadorcillos de Madero y del clero pretenden sembrar la duda sobre si es cierto o no lo que he escrito sobre Madero y el licenciado don Lázaro Gutiérrez de Lara. La semana entrante publicaremos la comunicación de la Junta a Madero, en que le preguntamos sobre su actitud respecto al Partido Liberal y la contestación del Provisional, diciendo que no podía aceptar el programa del Partido Liberal porque se le retirarían los ricos, y naturalmente el clero, a quien tanto adula para que lo apoye en sus pretensiones.

Por lo pronto, tengo en mi poder, las cartas de los compañeros que pudieron escapar de las garras del tiranuelo. Todos están de acuerdo en sus declaraciones y, por lo mismo, sostengo lo que dije en el artículo que tanto ruido ha hecho y lo que he dicho en éste.

En 13 de febrero me decía desde Guadalupe el compañero Silva: Me es grato comunicarle que hoy en la mañana regresó el Capitán segundo, compañero José A. Álvarez, jefe del segundo grupo de la Confederación de Grupos Revolucionarios del Norte, del Partido Liberal mexicano, a este Cuartel general, trayendo cuarenta compañeros dispuestos a afiliarse en esta Confederación de Grupos del Ejército Liberal. Desde luego procedí a organizar un nuevo grupo que se llamará Tercer Grupo de la Confederación de Grupos Revolucionarios del Norte, del Partido Liberal mexicano. Entre los compañeros se presentó el licenciado Lázaro Gutiérrez de Lara con 28 norteamericanos, y en vista de la protesta que hizo este compañero de ser fiel al Partido Liberal, le encomendé el mando del Tercer Grupo y puse en sus manos el nombramiento de Capitán primero. Desde luego procedí a equipar el nuevo grupo de caballos, armas, parque suficiente y víveres.

La benevolencia de Silva

En 14 de febrero me comunicaba el compañero Silva: Esta mañana se presentó a este Cuartel general un oficial con una comunicación firmada por el General en jefe del ejército maderista, con Cuartel general en Zaragoza, en que me suplica ese jefe maderista le facilite algunos carros y caballos, pues no puede continuar su marcha por falta de esos elementos y, por el mal estado en que se encuentra su columna, teme caer en manos de los federales. Desde luego le envió ocho carros, un coche, veinte caballos ensillados y dos carros cargados con toda clase de provisiones, aparte de suficiente pastura para la caballada. En dicha columna viene el señor Francisco I. Madero. El encargado de conducir este convoy es el Capitán primero Lázaro Gutiérrez de Lara, a quien di dicha comisión. He indicado al compañero De Lara que imparta toda clase de auxilios a la columna maderista, como lo exige la hospitalidad y el compañerismo, pues es notorio el mal estado en que se encuentra esa columna, al grado de que se ha estado varios días para recorrer una distancia que se hace en un día. Nuestra bandera roja flota en las azoteas de nuestros cuarteles ostentando nuestro querido lema: TIERRA Y LIBERTAD.

El pueblo satisfecho

Con fecha 15, un día antes del atentado de que fueron víctimas el compañero Silva y su columna por el traidor Francisco I. Madero, me decía el anciano libertario:

"Tengo el gusto de comunicarle la alegría que experimenta el pueblo de esta villa. Me complazco viendo retratada en los rostros de los humildes la satisfacción y la esperanza. Desde que ocupé esta villa de Guadalupe no se ha registrado el menor escándalo. El único preso que hay es un rico que, al ser requerido cortésmente por el compañero Gabino Cano para que hiciera algún préstamo en dinero efectivo para los gastos de la columna militar, insultó duramente a dicho compañero, quien ordenó se le arrestase. Al prisionero se le guarda, a pesar de su conducta grosera, toda clase de consideraciones, como lo merece todo ser humano. El pueblo fraterniza con los soldados de la libertad. Muchas familias se han presentado a este Cuartel general demandando auxilio. La miseria es espantosa por la rapacidad de los ricos de este lugar. A todas estas familias he participado de nuestras provisiones y las he provisto de vestuario, pues era desgarrador el espectáculo que ofrecían las mujeres con sus flacas criaturitas en los brazos, los ancianos temblorosos por el hambre y por el frío. La población está contenta y todos me suplican que no me vaya, que no les deje abandonados a sus verdugos.

La llegada de Madero

Sigue hablando el compañero Silva: Hoy (15 de febrero) llegó a ésta el señor Francisco I. Madero, acompañado del General en jefe del ejército maderista, señor José de la Luz Soto, y su importante columna. El auxilio que presté al señor Madero y su fuerza fue eficiente, pues gracias a él pudo transportarse, librándose de caer en manos de los federales. Hemos recibido a los huéspedes con muestras inequívocas de simpatía, pues aunque no luchamos por los mismos principios, los liberales sabemos ser solidarios y hospitalarios. Como recordará usted, en mi anterior comuniqué a esa Junta que la columna del señor Madero se encontraba en Zaragoza en muy malas condiciones, pues carecían de víveres, de medios de transportación y de otras muchas cosas. Habían caminado a pie una distancia muy pequeña; pero el hambre, la fatiga y las privaciones habían debilitado a esa columna y estaba en peligro de ser completamente desbaratada por las fuerzas de Navarro. Gracias a nuestro oportuno auxilio, la fuerza del señor Madero y éste mismo se han salvado de una derrota y una muerte seguras.

La voracidad de los maderistas

Desde luego procedí a acomodar a nuestros huéspedes. Lo más importante era servirles una buena comida y todos nuestros compañeros se alistaron para ayudar a sus hermanos de lucha, aunque no de ideales. El señor Madero y toda su gente comieron con gran apetito, haciéndose el gasto de nuestras provisiones.

Una visita y un recuerdo

A las cinco y media de la tarde invité al Capitán primero Lázaro Gutiérrez de Lara a que me acompañase a hacer una visita al señor Madero con el fin de felicitarlo por haberse salvado de caer en manos de los federales. Estuvimos hablando el señor Madero y yo por algunos minutos. Dicho señor me recibió con toda cortesía, y me tendió su mano diciéndome que era mi amigo. Mientras hablaba con el señor Madero esta tarde, no sé por qué razón venía a mi memoria el recuerdo de una entrevista que tuve con este señor a la una de la madrugada del 24 de septiembre de 1906 en una casa de San Pedro de las Colonias. El señor Madero me había mandado llamar para que le ayudara en un movimiento revolucionario contra el Dictador Porfirio Díaz. El enviado del señor Madero me había asegurado que don Francisco era el más decidido partidario del movimiento revolucionario que hacía muchos años venía preparando el Partido Liberal. En aquella memorable entrevista, al hacerle saber al señor Madero que yo era miembro del Partido Liberal y que estaba listo a levantarme en Torreón por la causa liberal si él me proporcionaba cuatrocientas carabinas, dicho señor se volvió todo disculpas y me dijo que no sólo veía mal el movimiento liberal, sino que consideraba un crimen ensangrentar el país por ambiciones personales, tanto más cuanto que —me dijo aquella vez el señor Madero— el General Díaz no es un tirano: es algo rígido, pero no un tirano, volvió a repetirme dicho señor, y aunque fuera un tirano, yo nunca prestaré ninguna ayuda para hacer una revolución, pues tengo verdadero horror por el derramamiento de sangre. Esta conferencia la presenció el señor Manuel Banda, que ocasionalmente se encontraba en la casa de Madero. Lo que sucedió aquella vez fue que el señor Madero me había mandado llamar para ayudarlo a él a encumbrarse; pero como le dije que yo luchaba por los principios del Partido Liberal, todo se volvió excusas y femeniles aspavientos por los derramamientos de sangre. Este recuerdo me hizo pensar en la fragilidad de la conciencia de algunas personas en general y del señor Madero en particular.

Hoy comuniqué al Capitán Gutiérrez de Lara que diera órdenes a su grupo para que mañana se emprenda la marcha hacia San Ignacio con todos los elementos que nuestras armas y el valor de nuestros compañeros conquistaron aquí, para proseguir la campaña en pro de nuestros ideales.

Un bien con un mal se paga

Lo que he entresacado de las comunicaciones oficiales del compañero Silva sirve para demostrar que la lealtad, la honradez, la abnegación, el espíritu de solidaridad está de parte de los liberales. Esto demuestra que Madero es un traidor, un embustero, un mentecato que se espantaba de que se hiciera derramar sangre cuando se trataba de conquistar la tierra para los pobres; pero está dispuesto a derramarla por su ambición personal.

Silva hizo, además, toda clase de bienes a Madero: lo salvó de una derrota inminente y de una muerte probable, facilitándole los medios de ponerse a salvo con su gente. Madero, al día siguiente de su llegada a Guadalupe, pagó los servicios del Partido Liberal arrestando a Silva y desarmando a nuestros compañeros.

La conducta de Gutiérrez de Lara

Yo no quiero juzgar la conducta de Gutiérrez de Lara. Es el público quien debe hacerlo. Me basta con decir qué De Lara se decía socialista, obtuvo fondos para luchar por la causa liberal, y ahora lo vemos en las filas de Madero. Un socialista no puede unirse a Madero para luchar, porque Madero no lucha por la clase trabajadora, sino por la clase capitalista. Madero quiere que el sistema de explotación del trabajo del pobre quede tal y como está actualmente. Eso es natural en Madero porque es rico, y tiene interés en que los pobres lo sigan haciendo rico; pero en Gutiérrez de Lara es distinto. De Lara se desgañitó aquí y allá hablando contra el llamado derecho de propiedad, y es ahora uno de los soportes de ese derecho; se enronqueció aquí y en otras partes hablando del derecho del proletariado a tomar posesión de la tierra, la maquinaria y todo lo indispensable para la producción, y ahora en las filas maderistas es uno de los guardianes del capitalismo. Es decir que, en vez de dar un paso hacia adelante, lo ha dado hacia atrás en cuestión de convicciones. Primero defendía a los pobres, ahora defiende a la clase capitalista, esto es, a la clase que oprime a los pobres.

Votos de adhesión

Nuestra conducta al exhibir la traición, si bien ha merecido la injuria de la canalla, por otra parte ha merecido el aplauso de los buenos compañeros, de los hombres que piensan con la cabeza, del proletariado consciente. A nuestras oficinas están llegando innumerables muestras de adhesión y simpatía por nuestra rectitud y nuestra lealtad a la causa de los desheredados. De todas partes nos escriben felicitándonos por haber emprendido la tarea de deslindar bien los campos, de hacer ver con claridad por qué lucha Madero y por qué lucha el Partido Liberal. Vamos a ir publicando según lo permitan las dimensiones de Regeneración, los votos de adhesión y simpatía por nuestra actitud acerca del peligroso maderismo: peligroso porque extravía las conciencias, porque desvía a los trabajadores del camino que deben seguir para ser realmente libres, y ese camino es el de la emancipación económica.

Los maderistas de buena fe

¡Ah, qué diferencia! Mientras la canalla se desgañita injuriándonos, los maderistas de buena fe, esto es, los que sin ambiciones de ninguna clase se habían afiliado al maderismo, son los primeros en felicitarnos por haber hecho brillar la verdad. Uno de ellos en una entusiasta comunicación dice: Sin ustedes todos nos habríamos dejado conducir al matadero por el ambicioso Francisco I. Madero. ¡Que viva Regeneración! ¡Que viva el Partido Liberal mexicano que nos abre los ojos a los ciegos!

Otros nos manifiestan su arrepentimiento por haberse dejado seducir por las sirenas del maderismo. Ahora muchos maderistas de buena fe se están inscribiendo como miembros del Partido Liberal.

La verdad triunfa. Diariamente nos llegan testimonios de liberales que nos dicen haber sido engañados por los agentes de Madero diciéndoles que las dos causas eran una misma cosa.

¡Adelante!

Compañeros, la revolución se purifica. El Partido Liberal mexicano ha ganado mucho con la traición del burgués Francisco I. Madero, pues ahora ya todos comprenden lo que sería ese hombre si por desgracia llegase a ocupar la Primera Magistratura de la Nación. Felicitémonos de que tan pronto haya enseñado la oreja el ambicioso millonario.

Que se despida Madero de recuperar sus millones. Sus tierras van a pasar como las de todos los señores feudales de México, a poder del pueblo. Los liberales lucharemos con todas nuestras fuerzas por derrotar al capitalismo.

Los que sueñen con prebendas y empleos para después del triunfo del maderismo, que vayan conciliándose con la idea de no vivir sobre sus hermanos, sino de trabajar al igual de todos, haciendo producir a esta vieja tierra, abundantes frutos para el bienestar de todos los que la trabajen y no de los amos perezosos.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 4 de marzo de 1911).

La lucha de clases

La humanidad está dividida en dos clases: la clase capitalista y la clase trabajadora. La clase capitalista posee la tierra, la maquinaria, los útiles de trabajo, las minas, las casas, los ferrocarriles, barcos y demás medios de transportación, las fábricas, los talleres, y como guardián de todos estos bienes, cuenta con el gobierno en cualquiera de sus formas: monarquía absoluta, monarquía constitucional y República ya sea central o federal. La clase trabajadora no posee más que sus brazos, su cerebro y la energía vital que la pone en aptitud de ejecutar algún trabajo, mientras puede tenerse en pie.

La clase capitalista, bajo cualquier forma de gobierno puede vivir a sus anchas, porque tiene los medios materiales que la ponen en una situación ventajosa respecto de los que nada tienen, esto es, de los trabajadores, gozando por lo mismo de una gran independencia y de una gran libertad, pues no solamente puede satisfacer sus necesidades sin depender de nadie, sino que, además, tiene en su apoyo el mecanismo gubernamental que de ella depende y el cual tiene leyes, tiene jueces, tiene polizontes, tiene soldados y tiene presidios, en fin, tiene todos los medios necesarios para garantizar a los ricos el pacífico y libre disfrute de sus riquezas.

La clase pobre, en virtud de encontrarse la riqueza acaparada por los ricos, se ve forzada a depender de estos. Si el pobre quiere trabajar la tierra, tiene que alquilarse por un determinado precio que se llama salario y que representa una ínfima parte de lo que produce con sus brazos. Si el trabajador quiere trabajar en una fábrica, en una mina, en un barco, en un ferrocarril, en la construcción de una casa o en cualquiera otra tarea, tiene igualmente que alquilar sus brazos para recibir el salario que representa siempre una mínima parte de lo que produce. Se ha calculado que los patrones pagan solamente una décima parte del valor producido por el trabajo del obrero, y en México la proporción es todavía más grande, pues sabido es que los salarios en nuestro país son una verdadera limosna. Las nueve décimas partes de lo que produce el trabajador pasan a los bolsillos del patrón, como ganancia, a pesar de que éste no se ha fatigado para producir como se fatiga el trabajador. Esa ganancia, naturalmente, está sancionada por la ley que, como lo he dicho muchas veces, ha sido hecha, como todas las leyes, por la clase capitalista, que, por supuesto, tiene que hacer leyes que beneficien a su clase, que protejan la explotación que ejercen los amos. Esas leyes son las que imperan en todas partes, en todos los países llamados civilizados, desde los regidos por monarcas absolutos hasta los gobernados por presidentes constitucionales como los Estados Unidos y Suiza que tienen fama de ser países libres, Repúblicas Modelos.

El trabajador, pues, es esclavo en todas partes. Esclavo en Rusia, esclavo en Estados Unidos, esclavo en México, esclavo en Turquía, en Francia, esclavo dondequiera. Las famosas libertades políticas que el maderismo quiere conquistar, como la libertad electoral, la de reunión, la de pensar y otras muchas no son sino verdaderas engañifas con que se desvía al proletariado de su misión sagrada: la libertad económica. Sin libertad económica no se puede gozar de la libertad política.

Hay países, como Rusia, por ejemplo, donde no hay libertades políticas, y sin embargo, el trabajador es tan desgraciado ahí como en los Estados Unidos, país que se pavonea de ser libre. En las calles de San Petersburgo, de Moscú, y de Odesa se ven circular los mismos andrajos, las mismas caras pálidas, que en las calles de Nueva York o de Chicago, lo que quiere decir que en Rusia, país bárbaro y oprimido existe el mismo problema, la misma cuestión social que en los Estados Unidos, país que se jacta de ser civilizado y libre.

En el Canadá, a pesar de que no existe ley que garantice a todos el derecho de votar, esto es, donde no hay lo que se llama sufragio universal, pues en ese país solamente tienen derecho a votar los que tienen bienes de fortuna, el trabajador vive con más desahogo que en los Estados Unidos donde existe el sufragio universal, esto es, el derecho que tienen todos los hombres llegados a cierta edad de elegir sus gobernantes.

Esto prueba que no es el voto, no es el derecho de pensar ni de reunión ni de ninguna otra de las facultades políticas que dan las leyes lo que da de comer al trabajador. El derecho de votar es un sarcasmo. Aquí, en los Estados Unidos, tenemos la prueba de ello. El pueblo de esta nación ha tenido siempre el derecho de votar, y sin embargo, las miserables barriadas de Nueva York, de Chicago, de St. Louis, de Filadelfia, y de todas las grandes ciudades americanas son testigos elocuentes de la ineficacia del voto para hacer la felicidad de los pueblos. En esas barriadas, cientos de miles de personas se pudren física y moralmente en covachas infectas, y en toda la nación, todas las mañanas, cuatro millones de seres humanos salen de esas mansiones de la mugre y del hambre a buscar trabajo para poder volver a las covachas con un mendrugo de pan para la mujer y para los hijos; pero como no encuentran trabajo, regresan con las manos vacías y apretándose el estómago para reanudar al día siguiente la penosa peregrinación en busca de amos a quienes alquilar sus brazos, y llegado el tiempo de las elecciones, esos hambrientos se apresuran a firmar una boleta electoral para encumbrar a otro gobernante que les continúe apretando el pescuezo.

Si tenemos este ejemplo a la vista ¿por qué hemos de empeñarnos en conquistar una facultad ilusoria como es la de votar? ¿Por qué no mejor dedicar todas nuestras energías a la conquista de la tierra, la tierra que es la fuente de todas las riquezas y que, en manos del pueblo aseguraría a todos la vida, les daría, por lo mismo, la independencia económica, y como una consecuencia de eso, la verdadera libertad?

Bienes materiales es lo que necesita el pueblo para poder ser libre. Que tome el pueblo posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo, es lo que quiere el Partido Liberal. Cuando el pueblo sea dueño de la tierra, todo caerá en sus manos por la fuerza misma de las circunstancias. ¿Es locura esto? Así lo aseguran los cobardes, los ignorantes y los que tienen empeño en que continúe el actual sistema de explotación a la clase trabajadora. Todos aquellos que tienen deseos de ocupar puestos públicos grandes o chicos; todos aquellos que quieren vivir a expensas de los demás, desean que Madero triunfe; pero el pueblo trabajador sensato, el que no cuenta con más capital que sus manos encallecidas en las duras labores a que lo sujetan los burgueses, los trabajadores que han sabido entender lo que Regeneración les enseña, esos no pueden seguir a Madero, no pueden seguir a los que hacen de la política su modo de vivir, sino que están dispuestos a continuar la lucha de clases, la lucha contra el capitalismo hasta hacerlo morder el polvo.

Hay dos clases sociales: la que explota y la explotada. La que explota tiene interés en que Madero esté en el poder para continuar explotando. La clase explotada, por su parte, tiene interés en que la tierra sea para todos, en que ya no haya amos, en que ya no haya miseria.

Compañeros, seguid la bandera del Partido Liberal que tiene este lema: Tierra y Libertad.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 4 de marzo de 1911).

El derecho de propiedad

Entre todos los absurdos que la humanidad venera, éste es uno de los más grandes y es uno de los más venerados.

El derecho de propiedad es antiquísimo, tan antiguo como la estupidez y la ceguedad de los hombres; pero la sola antigüedad de un derecho no puede darle el derecho de sobrevivir. Si es un derecho absurdo, hay que acabar con él no importando que haya nacido cuando la humanidad cubría sus desnudeces con las pieles de los animales.

El derecho de propiedad es un derecho absurdo porque tuvo por origen el crimen, el fraude, el abuso de la fuerza. En un principio no existía el derecho de propiedad territorial de un solo individuo. Las tierras eran trabajadas en común, los bosques surtían de leña a los hogares de todos, las cosechas se repartían a los miembros de la comunidad según sus necesidades. Ejemplos de esta naturaleza pueden verse todavía en algunas tribus primitivas, y aun en México floreció esta costumbre entre las comunidades indígenas en la época de la dominación española, y vivió hasta hace relativamente pocos años, siendo la causa de la guerra del Yaqui en Sonora y de los mayas en Yucatán el acto atentatorio del despotismo de arrebatarles las tierras a esas tribus indígenas, tierras que cultivaban en común desde hacía siglos.

El derecho de propiedad territorial de un solo individuo nació con el atentado del primer ambicioso que llevó la guerra a una tribu vecina para someterla a la servidumbre, quedando la tierra que esa tribu cultivaba en común, en poder del conquistador y de sus capitanes. Así por medio de la violencia; por medio del abuso de la fuerza, nació la propiedad territorial privada. El agio, el fraude, el robo más o menos legal, pero de todos modos robo, son otros tantos orígenes de la propiedad territorial privada. Después, una vez tomada la tierra por los primeros ladrones, hicieron leyes ellos mismos para defender lo que llamaron y llaman aún en este siglo su derecho, esto es, la facultad que ellos mismos se dieron de usar las tierras que habían robado y disfrutar del producto de ellas sin que nadie los molestase. Hay que fijarse bien que no fueron los despojados los que dieron a esos ladrones el derecho de propiedad de las tierras; no fue el pueblo de ningún país quien les dió la facultad de apropiarse de ese bien natural, al que todos los seres humanos tenemos derecho. Fueron los ladrones mismos quienes, amparados por la fuerza, escribieron la ley que debería proteger sus crímenes y tener a raya a los despojados de posibles reivindicaciones.

Este llamado derecho se ha venido trasmitiendo de padres a hijos por medio de la herencia, con lo que el bien, que debería ser común, ha quedado a la disposición de una casta social solamente con notorio perjuicio del resto de la humanidad, cuyos miembros vinieron a la vida cuando ya la tierra estaba repartida entre unos cuantos haraganes.

El origen de la propiedad territorial ha sido la violencia, por la violencia se sostiene aún; pues que si algún hombre quiere usar un pedazo de tierra sin el consentimiento del llamado dueño, tiene que ir a la cárcel, custodiado precisamente por los esbirros que están mantenidos, no por los dueños de las tierras, sino por el pueblo trabajador, pues aunque las contribuciones salen aparentemente de los cofres de los ricos, éstos se dan buena maña para reembolsarse el dinero pagando salarios de hambre a los obreros o vendiéndoles los artículos de primera necesidad a alto precio. Así, pues, el pueblo, con su trabajo, sostiene a los esbirros que le privan de tomar lo que le pertenece.

Y si éste es el origen de la propiedad territorial, si el derecho de propiedad no es sino la consagración legal del crimen, ¿por qué levantar los brazos al cielo cuando se sabe que el Partido Liberal mexicano trabaja por expropiar la tierra que acaparan los ricos, esto es, los descendientes de los ladrones que se la apropiaron por medio del crimen, para entregarla a su dueño natural que es el pueblo, esto es, los habitantes todos de México?

Algunos maderistas simpatizan con la idea de entregar al pueblo la tierra; pero, conservadores al fin, quieren que el acto revista una solemnidad legal, esto es, quieren que un Congreso decrete la expropiación. He escrito mucho sobre la materia, y me admira que haya todavía quien no pueda entender lo que he dicho, pues tengo la pretensión de que he hablado con entera claridad. Ningún Congreso, he dicho, se atreverá a decretar la expropiación de la tierra, porque a los bancos del Congreso no van a ir los hambrientos, sino los hartos; porque a los bancos del Congreso no van a ir los trabajadores, sino sus amos; no van a ir los ignorantes y los pobres, sino los intelectuales y los ricos. Es decir, en el Congreso tendrán representación las llamadas clases directoras: los ricos, los literatos, los hombres de ciencia, los profesionistas; pero no se permitirá que cuele ahí a ningún trabajador de pico y pala, a ningún peón, a ningún obrero, y si, por un verdadero milagro, logra franquear el umbral del recinto de las leyes algún trabajador, ¿cómo podría luchar contra hombres avezados en las luchas de la palabra? ¿Cómo podría hacer preponderar sus ideas si le faltaban los conocimientos científicos que la burguesía posee en abundancia? Pero podría decirse que el pueblo trabajador enviaría personas competentes al Congreso para que lo representen. En todo el mundo están desprestigiados los llamados representantes del Trabajo en los Parlamentos. Son tan burgueses como cualquier otro representante. ¿Qué han hecho los representantes obreros del pueblo inglés en la Cámara de los Comunes? ¿Qué ventaja objetiva han obtenido los representantes obreros en el Parlamento francés? En el Parlamento alemán hay gran número de representantes obreros, y ¿qué han hecho en pro de la libertad económica de los trabajadores? El Parlamento austrohúngaro es notable por el número crecido de representantes obreros que se sientan en sus bancos, y sin embargo, el problema del hambre está en Austria-Hungría sin resolver, como en cualquiera otro país en que no hay representantes del trabajo en el Congreso.

Hay, pues, que desengañarse. La expropiación de la tierra de las manos de los ricos, debe hacerse efectiva durante la presente insurrección. Los liberales no cometeremos un crimen entregando la tierra al pueblo trabajador, porque es de él, del pueblo, es la tierra que habitaron y regaron con su sudor sus más lejanos antecesores; la tierra que los gachupines robaron por la fuerza a nuestros padres indios; la tierra que esos gachupines dieron por medio de la herencia a sus descendientes, que son los que actualmente la poseen. Esa tierra es de todos los mexicanos por derecho natural. Algunos la han de haber comprado; pero ¿de dónde sacaron el dinero para hacer la compra si no del trabajo de los peones y obreros mexicanos? Otros tomarían esa tierra denunciándola como baldía; pero, si era baldía, pertenecía al pueblo, y nadie tenia derecho de darla al que ofreciera unos cuantos pesos por ella. Otros han de haber adquirido la tierra aprovechándose de su amistad con los hombres del Gobierno para obtenerla sin que les costase un solo centavo si era baldía, o por medio de chanchullos judiciales si pertenecía a algún enemigo de la Dictadura, o a alguna persona sin influencia y sin dinero. Otros más han adquirido la tierra haciendo préstamos a rédito subidísimo a los rancheros en pequeño, que se vieron al fin obligados a dejar la tierra en manos de los matatías, impotentes de pagar las deudas.

Compañeros: todos los que tenéis la convicción de que el acto que va a ejecutar el Partido Liberal es humanitario, procurad convencer a los que todavía adoran al Capital y veneran el llamado derecho de propiedad, de que el Partido Liberal está en lo justo, de que su obra será una obra de justicia, y de que el pueblo mexicano será verdaderamente grande cuando pueda disfrutar, sin obstáculos, de Tierra y Libertad.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 18 de marzo de 1911).

El Partido Liberal Mexicano continúa la contienda

La Revolución ha tomado un aspecto demasiado serio para los que creyeron que tenían en sus manos los destinos del pueblo mexicano y que podían hacer de éste lo que les viniera en gana. El aspecto serio de la Revolución consiste en que se han ido precisando, han ido perdiendo el carácter de nebulosa vaguedad las aspiraciones de los rebeldes. Las aspiraciones se van concretando, las tendencias se van precisando. El primer impulso que hizo tomar las armas fue casi un impulso ciego, el recurso desesperado del que siente al fin colmada su paciencia. Había en ese impulso, naturalmente, el deseo de librarse de un mal cierto e insoportable ya; pero la finalidad del esfuerzo heroico se perdía en la vaguedad de una palabra sonora: libertad.

¡Libertad! Cuántas distintas tendencias se amparan bajo tu nombre; qué apetitos tan encontrados buscan su satisfacción bajo tu sombra. A ti invoca el burgués para afirmar su derecho a la explotación del trabajo humano; el proletario a ti invoca para apoyar su protesta contra las uñas largas del Capital; el fraile echa mano de tu nombre para asegurarse la facultad de tener a la humanidad en eterna ceguera; el librepensador se apoya en ti para meter la mano entre el enjambre de soles que pueblan el Universo y apear de sus tronos a los ídolos del cielo; el gobernante se aprovecha de tu prestigio para proclamar que debe su puesto a la espontánea y libre voluntad de la mayoría; el rebelde se sirve de tí para dirigir la punta de su puñal hacia el corazón del tirano.

Necesario era precisar el objeto de la contienda. El revolucionario sincero no puede luchar por términos vagos sino por principios concretos. Para el maderismo, la misma vaguedad del término libertad cuadraba bien a sus propósitos: proclamando a voz en cuello que luchaba por la libertad, tenía la seguridad de reunir bajo sus desteñidos pendones a liberales y conservadores, a burgueses y proletarios, a librepensadores y fanáticos religiosos, a militares y paisanos; todas las tendencias, todos los apetitos, todas las ambiciones sentaron plaza en las filas abigarradas del payaso del sufragio efectivo. Los intereses más opuestos, aquellos que en las relaciones ordinarias de la vida social se enseñan los dientes y se ponen los puños debajo de las narices, se tocaban los codos y, casi, fraternizaban en las huestes policromas del famoso Provisional. El payaso hablaba de libertad y cada quien, según su condición social, según sus costumbres, según sus ambiciones, según sus ideales aplaudía las palabras del negrero de la Laguna, porque cada uno pensaba en su propio interés, porque aquella palabra tan vaga satisfacía por igual al explorador como al explotado, a la víctima como al verdugo, y así, aunque unidos materialmente en el maderismo, libertad, para el proletario inconsciente, significaba un alivio en su condición de esclavo, mientras que para su hermano burgués, libertad, era la seguridad de seguir teniendo al proletario en esclavitud, y, por ese tenor, cada uno de los afiliados al maderismo tenía su pensamiento, cada uno de ellos creía que se trataba de la libertad de su clase o casta.

Así habrían seguido las cosas si el Partido Liberal Mexicano no hubiera tenido la oportunidad de poder definir con claridad las tendencias netamente personalistas del maderismo. Entonces fue cuando la estrella de Francisco I. Madero comenzó a declinar. Al maderismo le faltaba lo principal para poder constituir un Partido: la unidad de aspiraciones de sus miembros fundada en la existencia de un interés común. ¿Qué interés común puede haber entre burgueses y proletarios, entre explotadores y explotados?

El proletariado va uniéndose bajo su bandera, que es la libertad, y el maderismo se va quedando atrás reducido a la sola burguesía, y la Revolución, por lo mismo, va adquiriendo paulatinamente el sello y el sabor de una verdadera Revolución Social. La Bandera Roja hace prosélitos; el principio de TIERRA y LIBERTAD forma convencidos resueltos; la presente Revolución, que a pesar de lo que digan Madero y sus lacayos tuvo su cuna en 1906 en Jiménez y Acayucan, se va radicalizando cada vez más —sobre todo ahora que los liberales saben que el maderismo es el enemigo jurado de la clase pobre—, y tendrá como fruto bien maduro la toma de posesión de la tierra por el pueblo para el uso y provecho de todos y cada uno de los habitantes de México.

Este es el aspecto serio de la Revolución. Los liberales hemos precisado el significado de la palabra libertad y hemos resuelto que es la libertad económica, esto es, la que hace de cada ser humano el amo de sí mismo y el hermano de los demás, la que garantiza a todos y cada uno el poder vivir sin estar atenido al salario.

Este es el aspecto serio de la cuestión para el maderismo. El maderismo creyó al principio que tenía en sus manos los destinos de la raza Mexicana. Iluso maderismo. Pobre niño de teta de los movimientos serios. Ahora el niño advierte que la travesura revolucionaria es más seria de lo que al principio creyó, y ve con miedo que la Insurrección toma un giro que él no esperaba, giro contrario a los intereses de los capitalistas. Y, ahora, el maderismo quiere la paz.

Según telegramas de la prensa, Gustavo Madero, que representa los intereses de su hermano en Washington, donde ha estado mendigando el reconocimiento de la Presidencia Provisional por parte de Taft sin lograr más que desaires, tuvo varias entrevistas con José Ives Limantour para arreglar la paz. El viaje de Limantour a México ha sido hecho con el objeto de presentar a Porfirio Díaz las proposiciones de los maderistas. Gustavo Madero, instruido por su hermano Francisco, ha asegurado que los maderistas aceptarán a Limantour corno Presidente Provisional mientras se arreglan unas nuevas elecciones.

Ya todo lo acepta el maderismo: la invasión americana, la férula de Limantour, todo, todo, mejor que consentir en que el proletario recobre al fin su libertad económica. No será ésta la primera vez en que la burguesía rebelde deponga su actitud y preste su apoyo al despotismo contra la rebelión del proletariado.

El maderismo pide la paz, porque sabe que tiene que ser aplastado por el Partido Liberal Mexicano.

Como quiera que sea, el Partido Liberal Mexicano no depondrá las armas. Que se rinda el maderismo ante la promesa de nuevas elecciones. El proletariado no espera su redención de esas farsas, y el Partido Liberal continuará sobre las armas hasta convertir en realidad la fórmula emancipadora: ¡TIERRA Y LIBERTAD!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de marzo de 1911).

El porfirismo y el maderismo comienzan a acordarse de que hay pobres. No cejemos, compañeros

El maderismo se ha visto forzado a lanzar una mirada sobre la clase trabajadora, una mirada misericordiosa como la que lanza todo buen señor que después de llenado el estómago se echa a la calle con el propósito de dar algunos centavos a los primeros mendigos que encuentre.

El maderismo ve con rabia que las filas del Partido Liberal Mexicano aumentan día con día, se robustecen, se hacen más compactas. El maderismo ha observado que, por el contrario, sus filas decrecen, los proletarios desertan para unirse al Partido Liberal, y ahora se pone en campaña para evitar mayores deserciones en el futuro.

Comprendió el maderismo que su causa no era simpática a los trabajadores, porque los trabajadores ya no tienen fe en la República Burguesa que tanto promete y nada cumple, y buscan una organización de su clase que los salve de la esclavitud económica que es la base de la tiranía política.

Para evitar más deserciones de sus filas, el maderismo ahora promete comprar a los ricos algunas hectáreas de terrenos para entregárselas a los que les toque en suerte sacarse esa lotería.

Dice el maderismo que comprará esa tierra a los ricos, porque no quiere atacar el derecho de propiedad, el santo derecho de los señores burgueses cuyos intereses sostiene el maderismo.

Los trabajadores deben ver con desconfianza los halagos de la burguesía. Los ricos son los peores enemigos de los trabajadores. Lo que quiere el maderismo es tener muchos soldados en sus filas para que se encumbre Madero, esto es, quiere que el pueblo trabajador sirva esta vez como ha ocurrido siempre, de carne de cañón.

Díaz, lo mismo que el maderismo, espantado por el progreso notable del Partido Liberal Mexicano, también promete tierras. Como el maderismo, quiere también respetar el sagrado derecho de propiedad, y al efecto, el Tirano promete gastar ochenta millones de pesos en comprar tierras a los ricos para darlas a los que también tengan suerte en esa lotería, lotería decimos, porque no se dará la tierra a todos y cada uno de los habitantes de la República Mexicana, pues los famosos ochenta millones apenas alcanzarían para comprar unos cuantos centenares de hectáreas de terrenos insuficientes para los quince millones de habitantes que tiene México.

Los liberales no debemos cejar. La tierra mexicana debe ser para todos sin excepción de edad ni de sexo. Los liberales queremos la tierra libre para todos y tendremos que tomarla en la actual Revolución, pues si esperamos a que Díaz o Madero la den podríamos esperar toda una eternidad sin conseguirla. Los aspirantes a gobernantes saben prometer; pero no saben cumplir. Recordad compañeros en toda ocasión la célebre frase de Clémenceau que fue Jefe del Gabinete francés: Los pueblos no deben esperar ningún bien de los gobiernos; lo que hay que desear es que no hagan todo el mal que pueden hacer.

Hay que tener confianza en los rifles. Gracias a ellos los proletarios tomarán la tierra.

El porfirismo y el maderismo lo que quieren es favorecer a determinados capitalistas comprándoles tierras malas a altos precios, y esas tierras inservibles serán repartidas entre uno que otro de sus paniaguados, si acaso llega a hacerse eso, quedando en pie el Problema Social.

No desconfiemos de nuestra fuerza. Ved que ya se asustan los burgueses y tratan de arrojarnos una migaja de pan. Rechacemos indignados esa limosna. No necesitamos los desheredados que ellos nos den: tenemos puños y fusiles para tomar lo que necesitemos.

Ahora menos que nunca debemos desistir de nuestros propósitos. Ya comienzan a acordarse los satisfechos de que hay hambrientos, y se han acordado hasta que les hemos hablado con entereza. Nuestro lema debe ser: o toda la tierra o la muerte. No queremos limosnas.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de marzo de 1911).

¡Imposible!

Éste es el grito de los impotentes, éste es el aullido de los reaccionarios, así exclama el burgués cuando se le delinea el cuadro de la sociedad futura. ¡Imposible, imposible, imposible!

Hablad de que nadie tiene derecho a tomar parte de la riqueza que produce el trabajador; hablad de que la tierra es un bien natural que debe pertenecer a todo ser humano; hablad de que los polizontes, los soldados, los jefes y empleados de las oficinas públicas no son otra cosa que meras sanguijuelas que viven sin producir nada útil que contribuya a hacer más agradable la existencia; hablad de que los miles y miles de seres humanos que están encerrados en las cárceles no son sino víctimas de la mala organización social, y se os llamará blasfemos, malvados, criminales y otras cosas por el estilo.

Y, sin embargo, lo que decimos es la verdad, y, convencidos de ello, dirigimos nuestros golpes directamente al corazón de la vieja sociedad. No nos detenemos a atacar la superficie: vamos al fondo de la cuestión.

Lo que parece imposible es que los trabajadores hayan vivido tanto tiempo sin darse cuenta de que eran esclavos. Lo que parece imposible es que los trabajadores no se hubieran hecho antes el propósito de romper el yugo.

Pero no ha sido de ellos la culpa, al menos no ha sido de ellos toda la culpa: los culpables han sido los políticos, los que han adormecido a los proletarios con la esperanza de un porvenir risueño conquistado por la sola virtud del voto popular. El tiempo ha demostrado que si algo es verdaderamente imposible, es alcanzar la libertad económica por medio de la boleta electoral.

Recórrase la lista de las naciones en las cuales el pueblo tiene derecho a votar, e investíguense las condiciones económicas en que viven sus habitantes. Desde luego se verá que ninguna influencia ha ejercido el voto en mejorar dichas condiciones. Por el contrario, cada año es más aguda la miseria por todas partes; cada año quedan sin empleo miles y miles de trabajadores; cada año aumenta la población de los presidios en una proporción espantosa; cada año la mujer da un contingente mayor a las casas públicas; cada año aumentan los suicidios; cada año se hace más dura y trágica la lucha por la existencia, la humanidad es más desgraciada cada año, a pesar del voto electoral, a pesar de los gobiernos representativos, a pesar de los progresos de lo que se llama democracia. Así es que lo imposible es que la humanidad sea feliz por el solo hecho de votar.

El Partido Liberal mexicano está plenamente convencido de la falacia de las medidas o reformas políticas. Como nuestro Partido no está compuesto de politicastros ni de cazadores de empleos, sino de proletarios que no tienen otra ambición que verse libres de la esclavitud del salario, ahora que se presenta la oportunidad va derecho a su objeto: la emancipación económica de la clase trabajadora por medio de la expropiación de la tierra y de la maquinaria.

Si no tuviera esa finalidad el Partido Liberal mexicano, sería un Partido de farsantes y embaucadores.

¡Adelante!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 15 de abril de 1911).

No queremos limosnas

Siempre ha sucedido lo mismo. Cuando la burguesía siente que le falta el apoyo de las masas populares para asegurar su dominio; cuando siente el vacío alrededor de ella, se decide a descender un poco, a bajar hasta donde el proletario vegeta para sonreírle, pasarle la mano por la espalda y decirle: Soy tu amigo, me preocupan tus penas, siento deseos de aliviar tus dolores. Y, regularmente, el proletariado se doblega, se adormece con el canto de las sirenas políticas y olvida la humillación de que ha sido objeto desde hace muchos miles de años por parte de sus amos orgullosos.

Todos los políticos son buenos conocedores del alma popular: el que quiere vivir sobre el pueblo, no tiene más trabajo que adularlo, aplaudir sus pasiones, festejar sus vicios, fomentar sus preocupaciones. Esto, naturalmente, se hace cuando se necesita el apoyo del pueblo, en momentos anormales en que las masas pasivas comienzan a estremecerse mordidas por la rebeldía, pues, en tiempos normales las masas son tratadas a puntapiés y latigazos.

Porfirio Díaz y Francisco I. Madero sienten en estos momentos la necesidad de reunir, en torno suyo, a las masas populares. El primero ha sido una bestia salvaje que ha sostenido su dominio degollando a la raza mexicana; el segundo ha sido un negrero hacendado que ha acumulado millones y más millones explotando a los peones de sus haciendas del Estado de Coahuila. Pues bien, estos dos tipos de opresores —el opresor político y el opresor económico— tratan de arrastrar a las masas ofreciéndoles aliviar su triste condición; pero hay que fijarse en que hacen esto precisamente en los momentos en que los trabajadores comienzan a despertar y a darse cuenta de las dos iniquidades que sufren: el despotismo político y la tiranía económica. Mientras los trabajadores soñaban con la panacea del sufragio efectivo; mientras tuvieron fe en la bondad de los legisladores y de los gobiernos paternales, no se preocuparon, ni Díaz ni Madero, por estudiar el medio que pudiera aliviar la situación de los trabajadores. Pero el Partido Liberal ha hablado alto; el Partido Liberal ha abierto los ojos a los trabajadores, ha explicado con claridad que ningún Congreso puede trabajar en favor del proletariado, porque no son los proletarios los que forman los Congresos, sino los burgueses, y los burgueses tienen interés en que el proletariado permanezca esclavizado. El Partído Liberal ha demostrado, con la Historia, que los movimientos encabezados por las clases directoras de la sociedad, esto es, por los intelectuales y los ricos, podrán llevar al pueblo al matadero, pero no a la libertad, precisamente porque los intereses de los intelectuales y los ricos son diametralmente opuestos a los intereses de los trabajadores. Lo más que se ha obtenido con los movimientos revolucionarios que registra la Historia en todos los países, ha sido los ya bastante desprestigiados derechos del hombre, que, como lo hemos probado en artículos anteriores, todo lo garantizan, menos lo que es esencial: la subsistencia del ser humano. Véase la Constitución política de 1857, y en ninguna parte de ella se encontrará una línea siquiera que garantice el derecho de vivir, siendo eso así porque la burguesía ha garantizado todo aquello de que puede aprovecharse ella; pero no todo aquello que puede aprovechar a la clase trabajadora, pues todo aquello que verdaderamente tienda a su emancipación y dignificación ha sido olvidado por los legisladores, y ya que los políticos se olvidan del pueblo, hora es que el pueblo trabajador, por su propia cuenta, haga un movimiento que tienda directamente a establecer la igualdad social, para tener garantizado el derecho de vivir, derecho que solamente podrá existir cuando la tierra esté en poder de todos y cada uno de los habitantes de México.

La propaganda de tan sanos ideales ha dado por resultado el robustecimiento rápido del Partido Liberal Mexicano. En un poco más de seis meses de propaganda llevada a cabo por Regeneración, se han palpado los resultados más que satisfactorios de la misma. Por centenares se cuentan las adhesiones al Partido cada mes; los cupones de adhesión son firmados todos los días por compañeros y compañeras convencidos de la necesidad de emplear la ACCIÓN DIRECTA para tomar posesión de la tierra, desconociendo el sagrado derecho de propiedad.

El porfirismo y el maderismo, al comprobar la fuerza creciente del Partido Liberal Mexicano, se han acordado del pueblo para bajar hasta él y decirle: También nosotros somos tus amigos, vamos a darte la tierra.

Díaz ha dicho que va a emplear ochenta millones de pesos en la compra de tierra a los ricos para dársela a los pobres. Madero tiene la misma cosa; pero ya no es tiempo de que se nos engañe, compañeros. Ante la actitud resuelta de los liberales, Díaz afloja la garra y el burgués Madero hace otro tanto.

Ni Díaz ni Madero pueden cumplir su ofrecimiento de dar tierras al pueblo. Para que pudieran hacerlo, necesario sería que desconocieran el derecho de propiedad, porque pretender comprar la tierra es un sueño que sólo puede caber en el cerebro de un loco. No hay capital en el mundo para comprar la tierra de México. ¿Cómo, pues, van a comprarla Díaz y Madero con los humildes recursos del Erario Nacional? Los presupuestos de ingresos y de egresos, en tiempos normales, siempre están en conflicto. Las entradas son inferiores a las salidas y si esto sucede en tiempos normales ¿cómo estarán esos presupuestos cuando el país salga de esta guerra? Los negocios paralizados, la miseria, el hambre por todas partes; ¿de dónde van a sacar recursos Madero y Díaz para comprar la tierra a los ricos y dársela al pueblo?

Si en tiempos normales no bastan las rentas del país para sostener los gastos de la Administración pública y es necesario recurrir a los empréstitos para sostenerlos, menos se podrán hacer esos gastos después de la actual insurrección. Apenas habrá para que Madero o Díaz se reembolsen de los gastos que han hecho. Es, pues, por lo tanto, materialmente imposible comprar la tierra a los ricos, y cuando hablan de ello los maderistas y los porfiristas, engañan miserablemente a los trabajadores porque ofrecen lo que es imposible hacer.

Lo que debe hacerse no es comprar, sino arrebatar, de las manos de los ricos, la tierra, y no hay que esperar a que un Gobierno misericordioso lo haga, sino que debemos tomarla desconociendo el derecho de los ricos a retener para ellos solos la tierra que nos pertenece a todos.

Tanto los maderistas como los porfiristas ocurren al pueblo, como lo hacen todos los farsantes cuando necesitan su fuerza. Esto ha ocurrido siempre, y seguirá ocurriendo hasta que el pueblo abra bien los ojos y despache en hora mala a sus eternos embaucadores. La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. No esperemos a que nos den: ¡tomemos! No alarguemos la mano para recibir una limosna. ¡Hagámonos el propósito de deberlo todo a nuestra propia fuerza!

Con el hecho de que Madero o Díaz den alguna tierra a algunos cuantos, no se resuelve el problema del hambre. La tierra debe ser para todos, y no vendida como pretenden Díaz y Madero teniendo que pagarla el pueblo a plazos. Eso sería reconocer el pretendido derecho de propiedad. Que respeten los burgueses ese derecho: los pobres no debemos hacerlo porque es un derecho inicuo. La tierra no debe ser para unos cuantos, sino para todos.

Compañeros: éste es el momento en que debemos mostrarnos más intransigentes en nuestras demandas. Ya la burguesía y el Gobierno tiemblan ante la posibilidad de verse destronados. No nos detengamos, no vacilemos. Seamos ahora más enérgicos. Mientras Díaz y Madero reconozcan el derecho de propiedad; mientras este derecho subsista, no esperéis vuestra liberación. Hay que reconocerlo con entereza; no os arredréis porque los burgueses y sus lacayos nos llamen bandidos. Ellos son los bandidos; ellos, que han vivido a costa de la sangre, del sudor, de las lágrimas, del dolor, de la desesperación de mil generaciones de trabajadores. Ellos son los bandidos; ellos, que no han tenido para los trabajadores sino maltratos, desprecios, jueces, polizontes, carceleros, patíbulos. No olvidemos los agravios: la burguesía es nuestra enemiga: ¡derribémosla! La sangre está corriendo a torrentes: que sea para redimir al proletariado y no para elevar a otro bandido.

Seamos firmes en nuestros propósitos de convertir este movimiento político en una revolución social. No pidamos la tierra: ¡tomémosla!

La revolución liberal gana terreno. Tengamos confianza en que, dentro de un año, la bandera roja ondeará soberana en todo México. No quiero decir con esto que la revolución va a durar un año. Ese tiempo es muy corto para una verdadera revolución. Díaz va a caer en menos de un año; pero la revolución continuará su curso porque con la caída de ese tirano no ganará el pueblo su libertad: se necesita la caída del sistema económico, político y social. Que se retiren de nuestras filas los cobardes y los que esperan medrar después de un triunfo fácil; que se marchen del seno del Partido Liberal Mexicano los que quieran ser gobernadores, diputados o simples alguaciles. Quedémonos los que queramos la instauración de un medio que garantice a todos el pan, la tierra y la libertad.

¡Adelante!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 10 de abril de 1911).

A los inconscientes

Todavía hay personas que nos urgen a que hagamos los liberales causa común con Francisco I. Madero. Creemos que algunas de esas personas obran de buena fe, y, por eso, escribimos este artículo.

Todos los pueblos de la tierra están divididos en dos clases forzosamente antagónicas: la clase rica y la clase pobre, la clase que tiene bienes de fortuna y la clase que no cuenta más que con sus brazos y su cerebro para proporcionarse la vida. Hay, pues, verdadera desigualdad social en todos los pueblos de la Tierra, y esta desigualdad es provechosa solamente a la clase rica, que es la que de hecho gobierna a los pueblos.

A la clase rica le conviene que haya pobres, porque el trabajo de éstos asegura a esa clase una existencia descansada, libre de sobresaltos y humanamente dichosa. Si no hubiera pobres, o, mejor, si los pobres no tuvieran necesidad de alquilar sus brazos, sino que pudieran trabajar para ellos mismos, los ricos se verían forzados a trabajar, a empuñar igualmente la herramienta, a regar con sudor los campos, a encallecerse las manos en los talleres. El interés, pues, de la clase rica, es que haya pobres, esto es, esclavos que trabajen por un determinado salario, para que ella pueda seguir viviendo en la holganza.

El interés de la clase pobre es completamente distinto del interés de la clase rica. La clase pobre quiere independizarse de la clase rica, quiere trabajar para sí misma, quiere gozar del producto íntegro de su trabajo. La clase pobre entiende ya que si la maquinaria y la tierra no estuvieran en poder de la clase rica, sino en poder de todos los que quisieran trabajar, los beneficios del trabajo quedarían exclusivamente a favor de los trabajadores, y no habría ya miseria, no habría ya crimen, moriría la prostitución.

El interés de la clase rica es que continúe la humanidad dividida en dos clases; el interés de la clase pobre es que termine esa división de clases y no quede más que una: la de los trabajadores, y esto solamente se conseguirá cuando los pobres tomen posesión, por medio de la fuerza, de la tierra y de la maquinaria que tienen en su poder los ricos.

Hay, pues, dos clases sociales: la de los ricos y la de los pobres, cuyos intereses son completamente antagónicos. El pueblo mexicano, como cualquier otro pueblo de la Tierra, está dividido en dos clases sociales: la de los ricos y la de los pobres. Cada clase tiene interés en hacer triunfar sus principios, pues de ello depende el bienestar de los individuos que la componen. Los ricos tienen interés en que triunfe el principio de la propiedad individual; los pobres tienen interés en que triunfe el principio de la propiedad colectiva o de todos.

No se puede imaginar siquiera la fusión de estos dos intereses, no pueden darse la mano; una alianza entre ellos sería igual a una alianza entre el lobo y el cordero. El triunfo de uno de esos intereses significa la derrota del otro.

Ahora bien: el partido maderista representa los intereses de la clase rica, porque no quiere otra cosa que la caída del tirano Díaz, poner en vigor la Constitución política de 1857; en una palabra, dar al pueblo la libertad política. El pueblo tendría entonces la libertad de votar, de reunirse, de manifestar sus pensamientos; pero la miseria quedaría en pie, porque ¿qué ley puede abolir la miseria?

La libertad política, como lo hemos probado con anterioridad, no aprovecha a la clase trabajadora, porque la dirección de los trabajos políticos no está en las manos de esa clase, sino en las manos de la clase rica o de los políticos profesionales, cuyo interés es idéntico al de la clase rica. Los políticos se acuerdan del pueblo solamente en tiempos de elecciones. Entonces, para conquistar los votos de la clase trabajadora hacen a ésta ofrecimientos que no han de realizarse; pero que dan el resultado apetecido: una curul en la Cámara de Diputados, un puesto en algún Ayuntamiento, el puesto de juez o de magistrado, o bien la gobernación de algún Estado, o el mismo sillón presidencial.

Las masas obreras votan por el que les presenta el programa más halagüeño, que siempre se reduce a reformas, pero sin tocar el fondo de la cuestión, que es la abolición del derecho de propiedad individual, derecho que, mientras se le deje en pie, constituirá el fundamento sólido del pesado edificio de la tiranía política.

Se engañan los que creen que Díaz es el verdadero tirano que ha hecho la desgracia de los mexicanos. Porfirio Díaz es el representante de la clase rica, como lo es todo gobernante; pero se me dirá: si Díaz es el representante de la clase rica, ¿por qué Madero, que es rico, está contra Díaz? Es fácil contestar a esa pregunta.

Bien sabido es que un determinado número de individuos lograron acaparar en México todos los mejores negocios. Esos individuos son designados con el nombre de los científicos. Por ese hecho se verificó en el seno de la burguesía misma una división. Los burgueses, a quienes no tocaron ningunos negocios o les tocaron los más malos, se rebelaron contra los burgueses que habían atrapado los mejores, que son los llamados científicos.

Mientras los científicos no habían hecho el monopolio de los grandes negocios, Madero y todos los burgueses que están con él en el actual movimiento revolucionario no habían pensado siquiera en hacer una oposición pacífica a Porfirio Díaz, que es el instrumento de los científicos. Madero explotaba tranquilamente a los desdichados peones de sus haciendas; Vázquez Gómez vivía a sus anchas explotando su profesión de médico y obteniendo sueldos, del dictador; Sánchez Azcona disfrutaba de sueldo como diputado; Carranza explotaba a la clase trabajadora de Cuatro Ciénegas y hasta era senador, y por el estilo los burgueses maderistas pasaban vida tranquila explotando a la clase trabajadora, ora como dueños de fábricas, minas o haciendas, ora como comerciantes o como simples sanguijuelas del Erario de la Nación y de los Estados; pero como los científicos no solamente acapararon los mejores negocios, sino que gracias a la influencia que ejercían sobre el dictador, acapararon para sus favoritos los mejores puestos de la Administración pública de la Federación y de los Estados, la burguesía y los políticos que no podían medrar a sus anchas rechazaron los huesos que se les tiraban e hicieron la oposición primeramente a los científicos y, sin tocar para nada al dictador, a quien, por el contrario, colmaban de adulaciones, muchas de ellas las más bajas. Le rogaban al dictador Díaz que se desembarazase de esa gavilla de ladrones de frac —así llamaban a los científicos en sus periódicos— que lo tenían dominado. Desconocían los prohombres del ahora maderismo, que fue en su tiempo reyismo, una verdad que sólo conocemos los libertarios: que los gobernantes no son otra cosa que el juguete de los capitalistas. Madero mismo, en su mamarracho conocido con el nombre de La Sucesión Presidencial, adulaba rastreramente al viejo mentecato contra el cual está ahora en abierta rebelión.

Díaz, naturalmente, no les hizo aprecio, y los científicos continuaron dominando los negocios y la política. Entonces despechados los burgueses que no lograban las mejores tajadas en el desbarajuste dictatorial, la emprendieron también contra Díaz. Recuérdese que todavía en 1906, cuando el compañero Prisciliano O. Silva fue a ver a Madero en su casa de San Pedro de las Colonias para que le facilitase armas con qué tomar a Torreón, Madero se espantó y habló acerca de Díaz en términos encomiásticos, diciendo, además, que le repugnaban los derramamientos de sangre. Es que todavía entonces abrigaba la esperanza de que Díaz diera un puntapié a los científicos.

Esto demuestra que los maderistas no se están sacrificando por el bienestar del pueblo, sino por el bienestar de su clase: la rica. Mientras tuvieron negocios e influencia sobre el dictador, eran sus perros más fieles. Los científicos les arrebataron de los hocicos las lonjas más ricas, y no tuvieron otro recurso que la rebelión. Es historia de todas las revoluciones netamente políticas: una parte de la burguesía que se vuelve contra la otra parte más privilegiada.

Y la burguesía, en todos los tiempos, se ha aprovechado del descontento que siempre existe entre la clase pobre, para arrastrarla a los campos de batalla. La burguesía se cuida bien de decirle a la clase pobre: tú sufres. No lo dice sino cuando tiene necesidad de la sangre y del sacrificio de los humildes. Pero si dice a los humildes que sufren, no presenta, en cambio, una fórmula clara de redención. La burguesía habla en general de libertad, de tiranía, de injusticia, de felicidad-; pero no dice a las pobres masas populares que su sufrimiento proviene de la desigualdad social, esto es, del hecho de que haya ricos que tienen todo lo necesario para la vida y aún lo que no es necesario, en abundancia, mientras los pobres carecen de lo más indispensable para satisfacer las necesidades más imperiosas. Eso sí, no lo dice la burguesía, sencillamente porque lucha por el beneficio de su clase y no por el beneficio de la clase trabajadora.

La clase pobre no debe seguir a Madero. La clase pobre debe unirse bajo la bandera roja del Partido Liberal Mexicano. Si los trabajadores se unen a Madero, no hacen otra cosa que sacrificarse por el interés de la clase rica. El Partido Liberal Mexicano es el único que lucha por el interés de la clase pobre, porque es el único que está resuelto a arrebatar la tierra y los instrumentos de trabajo de las manos de los ricos para dárselos a los pobres.

Muchos dicen: Tiremos a Díaz, que ya después, bajo un Gobierno bueno, iremos conquistando mejoras para la clase trabajadora. Esos individuos o son unos ignorantes de marca mayor, que no conocen lo ilusorio de las mejoras, o unos charlatanes a quienes hay que dar la espalda.

Para alcanzar una mejora, por ejemplo el saneamiento de las fábricas, talleres, minas y otros lugares de trabajo, se necesitan largas campañas por medio de la prensa, en el Congreso, en el club, y, al ponerse en vigor las mejoras, los burgueses se dan maña para sobornar a los inspectores que envíe el Gobierno para darse cuenta del estado de esos lugares de trabajo, y resulta que todos están en el más perfecto orden; pero suponiendo que los inspectores fuesen honrados, cosa difícil de realizarse entre los funcionarios públicos, y que los burgueses tuvieran por fuerza que sanear sus antros de explotación, entonces se vengaría de sus obreros rebajándoles los salarios para no perder lo que hubieran gastado en cumplimiento de la ley.

¿Se consigue un decreto sobre alza de salarios y disminución de las horas de trabajo? Entonces los burgueses se desquitan subiendo el precio a las mercancías. ¿Se decreta la rebaja de los precios de las mercancías? Entonces lo adulteran todo para sacar ventaja. Y así, contra cada decreto paternal, se opondrían la astucia y la voracidad de la burguesía.

Las leyes económicas no pueden ser destruidas con decretos gubernamentales. Mientras se reconozca el derecho de propiedad individual, el proletariado será esclavo de las clases ricas e intelectuales.

Hay, pues, que ir directamente al objeto: tomar la tierra y los instrumentos de trabajo para que sean de todos. Y hay que comprender, además, que ningún Gobierno podrá verificar ese milagro, porque los Gobiernos son los representantes de la burguesía. Tenemos, los desheredados, que tomar posesión de lo que nos pertenece por medio de la fuerza.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 15 de abril de 1911).

Cada quien con su clase

Proletario: duélete de tu propia condición. Tus hijos anémicos, canijos, mugrientos, reclaman tu atención. Tu compañera sufre, casi siempre en silencio, las consecuencias de tu docilidad para tus verdugos.

Tú eres el culpable de que tus hijos tengan hambre; sobre tu conciencia deben pesar el dolor y la desventura de los tuyos.

Sí, tú eres el culpable porque desprecias a los de tu clase y admiras, sigues, aplaudes y vitoreas a los ricos, a los que brillan por el oro que han amontonado con tu sudor. Es de esa manera como tú mismo forjas las cadenas que te hacen esclavo.

Rebélate, proletario; pero rebélate con los tuyos; con los que, como tú, tienen las manos encallecidas por el trabajo y las espaldas encorvadas por las duras tareas. Mas no te rebeles así como quiera: no seas fuerza ciega, sino esfuerzo consciente, esto es, ataca, incendia, derriba, destruye, reparte la muerte; pero llevando en tu cerebro la idea de que luchas por tu clase, de que vas a emancipar tu clase, de que vas a destruir el derecho de propiedad individual para que la riqueza no siga por más tiempo siendo el patrimonio exclusivo de los ricos y de los intelectuales, esto es, de los hombres de estudios.

Únete a las filas del Partido Liberal Mexicano. Rechaza indignado a todos aquellos que traten de decidirte a que sigas a Madero, porque óyelo bien: Madero es tu verdugo, es el verdugo de tu clase. Madero es rico y no piensa sino en aumentar su riqueza. Ayer hizo millones explotando a tus hermanos en sus haciendas. Ahora quiere hacer millones con la sangre de los humildes.

Despierta, proletario: llama a la vergüenza en tu auxilio. ¿No te sientes humillado ante la altanería del rico? Te roba el producto de tu trabajo y se mofa de tu mugre y de tus andrajos. Para el rico no eres el creador de la riqueza y del lujo que él goza, sino un pelado. Tú haces sus palacios, y si te atreves a llegar a ellos, llamará a la policía para que te lleve a la cárcel; tú levantas sus cosechas; mas debes cuidarte de rondar por los almacenes porque puedes morir de un balazo o ir a parar a la cárcel; tú fabricas las ricas telas y los confortables muebles y tapices que no son para tu compañera ni para tus hijos; tú haces todo lo que contribuye a que la vida sea más agradable, arreglas los parques, construyes y pules las carreteras, compones las calles, tiendes los rieles, haces las casas para tener que pagar tú mismo por habitarlas; en fin, lo haces todo, todo sale de tus manos creadoras y, sin embargo, no ganas más que lo estrictamente necesario para que medio repongas las fuerzas perdidas para seguir creando riquezas, riquezas, riquezas y obteniendo, para ello, el desprecio de los que te explotan; pues para ellos no eres otra cosa que un plebeyo, un ser de condición inferior, perteneciente al populacho y a la canalla.

Rebélate indignado, hermano. Ve a tomar las armas; pero no con tus verdugos, no con Madero, sino con tus hermanos los miembros del Partido Liberal Mexicano. Madero quiere que sigas trabajando como hasta aquí, pues la revolución de él solamente beneficia a los hombres de las clases encumbradas.

Rebélate con la resolución inquebrantable de tomar posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo, para el beneficio de todos. Recuerda que la tierra vino a quedar en poder de unos cuantos por medio de la conquista, esto es, de la violencia, y por otros medios más o menos malos como el robo, el fraude, la astucia, el agio. Los que no la obtuvieron por alguno de esos medios la compraron o la recibieron por herencia. Si la compraron lo hicieron con el dinero que representaba el sudor de la clase trabajadora.

No es un robo lo que vamos a cometer los liberales mexicanos, sino un acto de justicia, el más hermoso que han contemplado los siglos, el más sublime de que han sido testigos las edades.

Compañeras: empujad a vuestros compañeros a que trabajen por la felicidad de la familia. Es una vergüenza que en este siglo haya pobres y ricos. La ciencia ha venido a descubrir que todos somos iguales; que todos, por lo mismo, tenemos derecho a vivir. Para conquistar este derecho debemos tomar posesión de la tierra y de la maquinaria y no trabajar más para los amos.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 22 de abril de 1911)

El Judas Madero

Mientras los valientes se baten, Madero y Díaz regatean como dos mercachifles el precio de la paz. Veinte millones de pesos pide Madero para rendir las armas, aparte de empleos y posiciones más o menos encumbradas para sus favoritos. En cuanto a los simples soldados maderistas, se les refundirá en los cuarteles de la Dictadura.

¿Pero qué sucede que no se levanta una tempestad de protestas contra ese criminal tráfico de la libertad y de la vida de los hombres? ¿Qué se espera para no dirigir las bocas de los fusiles contra Díaz y contra Madero igualmente? ¿Ha hecho bancarrota la vergüenza? ¿Se ha declarado en quiebra la dignidad?

Miles de tumbas, frescas aún, guardan los mortales despojos de los que empuñaron el rifle para conquistar el bienestar y la libertad. Pensad, mexicanos, en que esos hombres se han sacrificado para romper las cadenas que os hacen esclavos. ¿Permitiréis que toda esa sangre, que el dolor de las viudas y el hambre y desamparo de los huérfanos sirvan para que Francisco I. Madero se embolse veinte millones de pesos? ¿Tendréis todavía fe en la honradez de la burguesía?

Cansado estoy de repetiros, mexicanos, que los intereses de la clase capitalista y los intereses de la clase trabajadora son diametralmente opuestos. Cansado estoy de repetiros que si es necesario que haya derramamientos de sangre, como no cabe duda de que lo es, hay que sacar de esos sacrificios la mejor ventaja posible, y esa ventaja no debe aprovechar a unos cuantos sino a todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres.

Pero os deslumbra el oro de la burguesía; se os ha educado para admirar a los que por su instrucción, por su dinero y por sus artimañas logran convertiros en escalera para aplastaros después con su peso. Abrid los ojos.

Cuando indignado por las maldades del ambicioso Francisco I. Madero, llamé a ese bandido traidor de la causa de la libertad, llovieron sobre mí insultos, calumnias, amenazas de muerte... El tiempo se ha encargado de darme la razón; los hechos mismos han venido a demostrar que de mi parte estaba la verdad y que mis ataques contra Madero y la burguesía son justos.

¿Qué tenéis que decirme ahora? ¡Abrid la boca, miserables insultadores si todavía tenéis palabras con que defender a vuestro amo!

Mexicanos, aun es tiempo de salvarnos todos. Conquistemos la libertad económica, que esa es la base de todas las libertades. Levantémonos como un solo hombre contra Díaz y contra Madero, representantes netos del capitalismo y del autoritarismo y no depongamos las armas, tengámoslas en nuestros puños hasta que el reinado de la igualdad social sea un hecho, esto es, hasta que hayamos acabado con el llamado derecho de propiedad individual.

La traición de Madero es manifiesta: los generalillos maderistas y los soldados del llamado Ejército Libertador, que es el de Madero, están ya recibiendo paga de Díaz, así como provisiones. El General Navarro da las provisiones para los hombres que están con Madero. ¡Veneno les habría de dar ya que no saben ser dignos!

La Bandera Roja, entretanto, continúa la lucha. La Bandera Roja no admite componendas. Agrupáos, hermanos desheredados, alrededor de nuestra querida enseña que lleva inscriptas estas bellas palabras: ¡Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 6 de mayo de 1911).

Araujo prisionero

Un atentado que merece la más enérgica censura ha sido cometido en la persona del compañero Antonio de P. Araujo, Secretario de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. El mismo atentado ha sido cometido en la persona del compañero Norberto Amador, vecino de Calexico, California.

La Junta tuvo conocimiento por medio de la prensa americana, de que se habían cometido algunos abusos por los rebeldes liberales de la Baja California. A investigar lo que hubiera de cierto en lo dicho por la prensa, salió el compañero Araujo. Se decía que esos abusos habían sido cometidos en el Rancho de L. Little, del cual es administrador el Sr. W. W. Mc Carty, y que los que cometieron los abusos eran compañeros de los que componen la Segunda División del Ejército Liberal en la Baja California.

Araujo llegó a Calexico y pidió una entrevista al apreciable editor del periódico Calexico Daily Chronicle. La hora de la cita era las once de la mañana del sábado 29 de abril, Araujo, guiado por el valeroso y sincero compañero Norberto Amador, llegó en un carruaje a las oficinas del simpático colega, pero viendo que faltaban algunos minutos para que se llegase la hora de la entrevista, pues serían las diez y cuarenta minutos de la mañana, dejó el carruaje a puertas de la oficina y dio algunos pasos adelante con el compañero Amador para matar tiempo. Poco habían andado nuestros compañeros, cuando fueron alcanzados por el Cabo O'Dell, de la guarnición americana de Calexico, quien los arrestó y los condujo ante un tal Wm. Shunk que parece que es quien capitanea a los soldados del Gobierno americano. Shunk dijo a nuestros compañeros que estaban arrestados y serían detenidos por diez o quince horas por haber violado una orden dada por el General americano Bliss. Cuál sea esa famosa orden, no se sabe; lo que se sabe es que se cometió un atentado con nuestros compañeros. Sí, se ha cometido un atentado que no tiene nombre, porque nadie tiene derecho para impedir que una o dos personas den un paseo a cualquiera hora del día o de la noche.

El compañero Amador salió en libertad el día 2 de este mes; pero Araujo está aún en la cárcel, porque, dicen los soldados, es un revolucionario.

La Constitución de este país declara que nadie debe ser molestado sin razón, y, dice algo más la ley: que para arrestar a alguna persona, es preciso obtener previamente de algún juzgado una orden de arresto.

Ninguna orden de arresto fue sacada para detener a nuestros compañeros. Se les arrestó, pues, pisoteando la ley. Y fueron los soldados, esto es, los que se dicen sostenedores de las leyes, los que la pisotearon.

Abrid los ojos, adoradores de la ley: la ley es un trapo del suelo para los gobernantes y sus esbirros. La ley burguesa es instrumento de opresión y no lábaro de libertad como lo creen los ciegos.

El compañero Araujo no ha cometido delito alguno. Llevaba una misión de amistad y de concordia. Iba a investigar si era cierto que se habían cometido atentados como decía la prensa, atentados que, por lo demás no se han cometido, como lo declara solemnemente el Sr. W. W. Mc Carty, quien alaba la decencia con que nuestros compañeros tratan a los habitantes de la región conquistada por las armas liberales.

De hoy en adelante, no sabemos qué ocurrirá en la Baja California. Los liberales que están sobre las armas se muestran sumamente indignados con el mal comportamiento de la milicia americana, y es tiempo de evitar algún disgusto con los residentes americanos de la Baja California, poniendo a Araujo en absoluta libertad. ¿O es que se intenta, persiguiendo a los miembros de la Junta, provocar el enojo de las fuerzas liberales para que traten mal a los americanos residentes en México, y encontrar en ello un pretexto para que los soldados de los Estados Unidos intervengan en nuestros asuntos?

Hacemos esfuerzos poderosos para apaciguar los ánimos de los compañeros de México tan justamente indignados por los atropellos de que somos objeto los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano; pero parece que las autoridades americanas están provocando conflictos que darían malos resultados para todos.

Piense bien Taft en lo que hacen sus servidores los soldados, los detectives, las autoridades federales, y aun los Cónsules mexicanos que son los que intrigan para que los revolucionarios no podamos trabajar con desahogo contra la opresión del Gobierno y del Capital en México. Hay muchos residentes americanos en México, cuyas vidas se verían en peligro si se provocase una indignación general en todo el país por los ultrajes de que se nos hace víctimas a los revolucionarios.

El deber de Taft es ser neutral en esta contienda. Que retire sus tropas de la frontera mexicana y que ordene a sus sirvientes que se nos trate con decencia a los revolucionarios.

Araujo continúa preso, a pesar de que se le dijo que estaría arrestado solamente diez o quince horas. Se le tiene en un indecente calabozo, verdadera mazmorra donde abundan los piojos, y está absolutamente incomunicado.

La burguesía no quiere que seamos libres; pero lo seremos a pesar de todo. La burguesía de los Estados Unidos es la que empuja a Taft a cometer esas barbaridades.

Y éste es el país de las libertades. Y todavía se dice que el gobierno es el encargado de velar por el orden. Vanas palabras; no habrá orden, sino hasta que todos, sin excepción, tengan asegurado el derecho de vivir.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 6 de mayo de 1911).

¡Viva Tierra y Libertad!

Las cobardes negociaciones de paz entre Madero y el Dictador fueron a dar al cesto de los papeles inútiles; pero no por la altivez de Madero, sino por el valor y la energía de los soldados.

Ciudad Juárez está en poder del movimiento revolucionario y el primer paso que deben dar esos rebeldes, es poner a Francisco I. Madero de este lado de la línea, para que no se apropie ese triunfo que no se debió a él, sino a la saludable desobediencia de sus tropas.

Como es bien sabido, Madero regateaba con Díaz la suma de veinte millones de pesos. Esos veinte millones de pesos iban a parar a los bolsillos del farsante politicastro, dando por resultado que todos los sacrificios que el pueblo había hecho, toda la sangre derramada, todas las lágrimas vertidas por las viudas de los héroes desaparecidos ya, y el hambre y desamparo de los niños, todo ese sufrimiento, todo ese dolor, estaban a punto de ser convertidos en monedas contantes y sonantes, no para llevar un pedazo de pan a las boquitas de los huérfanos ni para hacer obra alguna de redención, sino para hacer más rico a Francisco I. Madero.

Este verdadero regateo de mercachifles, llevó el ampuloso nombre de negociaciones de paz. Este indecente chalaneo de dos bandidos, Madero y Díaz, suspendió las hostilidades contra Ciudad Juárez, hasta que indignados los soldados insurgentes, avergonzados esos dignos luchadores de la indecisión y la cobardía y la mala fe del llamado Presidente Provisional de la República Mexicana, le dieron la espalda, y, desobedeciendo la orden de suspensión de las hostilidades, se abalanzaron como leones contra las trincheras de Juárez a perder la vida o a conquistar la plaza. La plaza cayó en sus manos después de fuerte lucha, durante la cual dormía dulce siesta el payaso de la boleta electoral, según los telegramas de la prensa.

Este notable triunfo sobre las fuerzas de la Dictadura es no sólo un triunfo material, sino un triunfo moral. Por él se ve, que el pueblo no necesita amos o mandones para rebelarse y aplastar la tiranía. Madero dijo a sus soldados que no disparasen un solo tiro sobre Juárez. Los soldados dispararon sobre Juárez y tomaron la plaza, a sangre y fuego, contra la voluntad del negrero, y esto quiere decir que el espíritu de rebeldía va echando raíces en las masas populares.

La vergonzosa actitud de Madero ha sido criticada severamente por la prensa americana.

Ya nadie, en Ciudad Juárez, grita ¡Viva Madero! Ahora se grita ahí: ¡Viva Orozco! o ¡Viva Blanco! Bien pronto, al orientarse las conciencias, se lanzará en esa ciudad este grito formidable: ¡Viva Tierra y Libertad! que es el grito de los liberales.

Rebeldes de Ciudad Juárez: no vale la pena perder la vida por un cambio de amos. No esperéis que ningún gobierno haga la felicidad del pueblo mexicano, porque la felicidad no se obtiene por medio de decretos gubernamentales. Cualquier hombre, por bueno que sea, no puede hacer nada en beneficio de la humanidad cuando llega al poder, y, tiene, por fuerza, que ser malo, desde luego que, como gobernante, está obligado a velar por los intereses de la clase capitalista, y, esos intereses, oídIo bien, rebeldes, son absolutamente antagónicos respecto de los intereses de la clase pobre. Así, pues, si deseáis luchar para el beneficio de la clase pobre, no luchéis por echaros encima un nuevo gobernante, sino por conquistar, durante esta rebelión, bienes materiales y eso se consigue arrebatando, oídlo bien, arrebatando de las garras de los ricos, la tierra y la maquinaria para el uso y disfrute de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo. De ese modo es como se da muerte a la miseria y no por medio de la boleta electoral. La boleta electoral solamente sirve para elevar tiranos y mantener a ese ejército de holgazanes que se llaman funcionarios o empleados.

Abrazad resueltamente la bandera igualitaria del Partido Liberal Mexicano, que es la hermosa Bandera Roja, la bandera de todos los desheredados del mundo, y en cuyos pliegues pueden leerse estas hermosas palabras: Tierra y Libertad.

Es necesario que comprendáis que lo que necesita el pueblo mexicano es matar la miseria, matar la ignorancia, matar el despotismo. Los gobiernos, desde hace muchos miles de años, no han podido matar ni la miseria ni la ignorancia, porque los gobiernos son los sostenedores de este despotismo: el Capital, que se os ha enseñado a ver con religioso respeto. Pues bien, sabedlo, el Capital es el producto del robo. El Capital está formado de vuestro trabajo. Vosotros sudáis en los campos, en las fábricas, en los talleres, en las minas, no para enriqueceros, sino para enriquecer a vuestros patrones. Es preciso que ahora lo hagáis para enriqueceros todos, pues siendo el Capital el producto de los esfuerzos de los trabajadores de todos los tiempos, debe pertenecer a todos los trabajadores del presente y pasarlo después a los trabajadores del futuro.

No sé si habré hablado con entera claridad para que me entendáis; pero si no he logrado hacerme entender desde luego, leed con toda atención el contenido de este articulejo, y creo que así, lograréis entenderlo. He escrito esto, para que abráis los ojos. La humanidad ha tenido muchas revoluciones, y, sin embargo, es todavía esclava, y eso se debe a que no se ha atrevido a reducir a cenizas las leyes y todos esos papelotes en que se prescribe que hay que respetar el Derecho de Propiedad individual. No aspiréis a haceros ricos individualmente, sino a que ya no haya pobres, pues no habiendo pobres, todos serán ricos, y los capitalistas se verán entonces forzados a ganarse la vida como lo hacéis vosotros, trabajando.

Conque, poned a Madero de este lado de la línea, porque no quiere otra cosa que llegar a ser Presidente para que las cosas sigan lo mismo de siempre: el trabajador sudando para que los ricos se den la gran vida. Nada de eso; ahora, que suden también ellos para que mantengan a sus familias.

Enarbolad sobre los edificios de Ciudad Juárez la Bandera Roja y gritad ¡Viva Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 13 de mayo de 1911).

¡Muera el orden!

¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos, todos los partidarios de lo que se llama orden. El orden, para esas pobres gentes, sólo puede subsistir estando la humanidad sometida a la férula del polizonte, del soldado, del juez, del carcelero, del verdugo y del gobernante.

Pero eso no es el orden. Yo entiendo por orden: armonía, y la armonía no puede ni debe existir mientras haya sobre la superficie del planeta seres humanos que tienen qué comer en abundancia, y seres humanos que no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca.

Si todas las cosas estuvieran bien arregladas, si toda criatura humana tuviera qué comer, tuviera dónde resguardarse de la intemperie sin tener que pagar alquileres de casas, en una palabra, si todos, con un rato de saludable trabajo al día tuvieran lo necesario para vivir con decencia y sin incertidumbres por el porvenir, entonces no habría nadie que se atreviera a decir: yo soy más que tú, ¡obedéceme!

Entonces habría orden porque habría armonía. Nadie tendría que disputar a otro, nadie tendría envidia de nadie. Todos seríamos hermanos y saldrían sobrando el polizonte, el soldado, el juez, el carcelero, el verdugo y el gobernante. Saldrían sobrando, porque conquistada la armonía entre los seres humanos por la conquista de la libertad económica el parasitismo de los funcionarios públicos no tendría ya razón de ser.

Los funcionarios públicos no son, como se cree, los guardianes del orden. El orden, que es la armonía, no necesita guardianes, precisamente porque es orden. Lo que sí necesita guardianes es el desorden, y desorden escandaloso, vergonzoso y humillante para los que no nacimos para esclavos, es el que reina en la vida política y social de la humanidad.

Desorden es que una clase social pese sobre otra clase social, pues no debe existir más que una sola clase: la de los productores, esto es, la de los trabajadores. La humanidad se convertirá en clase trabajadora, cuando la tierra y la maquinaria pertenezcan a todos, pues entonces todos tendrán que trabajar para comer.

Para mantener el desorden, esto es, para mantener la desigualdad política y social, para mantener los privilegios de la clase alta y tener sometida a la clase baja, es para lo que se necesitan los gobiernos, las leyes, los polizontes, los soldados, los carceleros, los jueces, los verdugos y toda una caterva de altos y pequeños funcionarios que chupan las energías de los pueblos de la Tierra. No es para proteger a la humanidad para lo que existen esos funcionarios, sino para tenerla sometida, para tenerla esclavizada en beneficio de los que se han dado maña para retener hasta hoy la tierra y la maquinaria.

¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos los partidarios del desorden, esto es, los partidarios de la desigualdad social y política de la especie humana.

No; el orden no es la esclavitud de una parte de la humanidad por otra parte de ella, sino la libertad de toda la especie humana. Al orden burgués, los mexicanos contestamos con nuestra rebeldía. Contra ese orden gritamos: ¡muera el orden! Porque es un orden que maniata la libre iniciativa del ser humano, porque es un orden de cuartel o de presidio. ¡Muera el orden!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 13 de mayo de 1911).

El trabajo de la tierra en común

Es un error creer que da buen resultado el trabajo de la tierra con parcelas o lotes. Un hombre puede trabajar diez, quince o veinte acres solo; pero tiene que deslomarse tanto o peor que si estuviera trabajando a salario. Esto lo han de comprender bien todos los que han trabajado pequeñas porciones de tierra.

Para que el trabajo de la tierra dé el resultado apetecido por la clase trabajadora, esto es, trabajar menos y tener de todo en abundancia, nada mejor que hacer ese trabajo en común, pues así se reúnen todos los esfuerzos y se puede trabajar una gran extensión territorial con el auxilio de la maquinaria agrícola. Con unas tres o cuatro horas de trabajo al día se pueden levantar cosechas espléndidas. Así será un hecho la abundancia.

Como buenos hermanos, los que trabajen la tierra en común, deberán aprovechar los productos, no por partes iguales, sino que cada quien debe tomar según sus necesidades.

Esto es un consejo de hermano. Cada quien tiene derecho a hacer lo que quiera en la Baja California. Pero hay que pensar en que para que el trabajo se ennoblezca, para que el hombre y la mujer ya no sean bestias de carga, es preciso que se reúnan todos los esfuerzos para la producción, pues eso dará por resultado la abundancia mediante un pequeño esfuerzo de cada uno.

Cada trabajador debe tener su fusil para que defienda su bienestar y su libertad en caso de que cualquiera quisiera imponerse de alguna manera. La mejor garantía para la libertad es el arma. Ninguno debe dejar las armas por ningún motivo. Con el arma terciada se puede trabajar la tierra.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 20 de mayo de 1911).

Tijuana

¡Mentira que ondee la bandera americana en los edificios de Tijuana!

¡Mentira que la intención del Partido Liberal Mexicano sea entregar esa tierra a los Estados Unidos!

Esas viles falsedades han sido echadas a volar, desde el principio de nuestra campaña, para que los patrioteros se exalten y aplasten a nuestros hermanos.

Los Cónsules mexicanos, los agitadorcillos maderistas y porfiristas pagados por los Cónsules, y toda una caterva de burgueses que han echado a volar de México temerosos de caer bajo el poder de sus peones ahora en rebelión, están procurando por cuantos medios pueden soliviantar a las masas inconscientes contra los liberales, hablándoles de patria, de honor nacional y de otras muchas cosas que saben que producen buen efecto entre personas sencillas que han sido educadas para soportar el yugo del capital, de la autoridad y de la iglesia.

No os dejéis engañar, desheredados. Los que os hablan de patrias ultrajadas, de honor nacional pisoteado y todas esas cosas, para que os echéis sobre los nuestros, son los burgueses, son los representantes del tirano que pagan a algunos miserables para que nos déis la espalda y vayáis a luchar por los intereses de la burguesía, del clero y del gobierno.

No nos conformamos los liberales con la conquista de la Baja California. No nos conformamos con tan poco. Estamos sosteniendo la guerra en la Baja California tanto como en muchos Estados de la República lo estamos haciendo, y hecha la Revolución Social en México, se hará en todo el mundo.

La tierra que estamos conquistando es para que la gocen todos por igual, en común. No la vamos a vender. Id a poblarla y armáos de un buen fusil, pues el trabajador debe estar siempre armado para evitar que le arrebaten el bien común: la tierra. No hay que rendir nunca las armas. Cada hombre debe tener siempre la suya, para que no permita ninguna clase de amos.

Id a la Baja California, desheredados, pero no a luchar contra nuestros hermanos, sino a tomar posesión de la tierra para que la trabajéis en común.

En Tijuana ondean cinco banderas rojas y ninguna bandera americana.

El compañero Antonio de P. Araujo se encuentra en Tijuana y él nos anuncia que es vil mentira lo que andan diciendo los patrioteros de que la bandera americana está izada en aquella plaza conquistada por los nuestros.

El trabajo del compañero Araujo es espléndido. Mexicanos, id a ayudarlo.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 20 de mayo de 1911).

A hacer obra revolucionaria

Hemos corrido la palabra a nuestros hermanos de las diferentes tribus indígenas que habían sido despojados de sus tierras, que tomen inmediata posesión de ellas. Nuestras fuerzas los apoyarán en su obra reivindicadora; pero no basta esto. Es preciso que cada varón indio se arme para que de hoy en adelante nadie se atreva a arrebatarles lo que les pertenece. Nunca hay que deponer las armas.

Todas las tribus indígenas de la Baja California, todas las de Sonora, Chihuahua, Durango y demás Estados de la nación mexicana, han sido despojadas de sus tierras por aventureros americanos, por los millonarios de este país que tienen en sus garras las fuentes de riqueza de México. Necesario es que comience la obra verdaderamente revolucionaria: la toma de posesión de la tierra.

No solamente los capitalistas americanos habían despojado de sus tierras a los mexicanos al amparo del Dictador Porfirio Díaz. Burgueses de todas las nacionalidades habían acaparado para sí toda la tierra de México y reducido a los mexicanos a la esclavitud.

Pero no olvidad, hermanos desheredados, que la garantía de vuestra libertad y de vuestro bienestar, no es la autoridad, sino el fusil. No rindáis nunca las armas.

Compañeros: a tomar posesión de la tierra. Pero no la dividáis, no os concretéis a trabajar una determinada extensión de tierra individualmente, porque, creedlo, vais a deslomaros más tal vez que si la trabajáseis bajo la férula de algún amo. Trabajadla en común para obtener mejores resultados.

Por supuesto, cada uno que quiera tener su casa y un buen solar, para sembrar en él lo que sea de su agrado, o para criar algunos animales útiles, puede tenerlo; pero para que haya abundancia mediante un insignificante esfuerzo, el resto de la tierra debe ser cultivado en común.

Con la huida de Mayol, y sus esbirros, el Partido Liberal Mexicano ha quedado dueño de una vasta extensión territorial en el norte de la Baja California, desde el Río Colorado hasta la costa del Pacífico. Esa región puede dar de comer a millones de seres humanos y tener todavía un sobrante para cambiarlo por otros artículos o géneros que se necesiten, de manera que no se carezca de nada.

Nuestros hermanos del interior de México, deben imitar este ejemplo para dar un más fuerte impulso a la Revolución Social. No hay que pensar en que la tierra pertenece a determinado personaje: hay que tomarla resueltamente, no para el beneficio de uno solo, sino para el beneficio de todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres.

Tal vez temáis, hermanos desheredados, que intervengan los Estados Unidos. No temáis. No fuisteis vosotros los que llamasteis a los capitalistas extranjeros para que os pusieran el yugo. Ellos solos fueron en busca de lucro. No fueron a haceros ningún servicio, sino a aprovecharse de vuestro trabajo teniéndoos a salario desde hace cuatro siglos en que os despojaron de la tierra los conquistadores españoles. Nuestros padres indios no llamaron a esos conquistadores, ni sus descendientes hemos llamado a los capitalistas de las otras nacionalidades. Simplemente fueron a hacer negocio, nos explotaron cuanto pudieron y es necesario no consentir más explotaciones ni de mexicanos ni de individuos de otras razas. Ha llegado el momento en que los pobres debemos tomar para todos lo que a todos pertenece.

No temáis la intervención de las potencias extranjeras. A un pueblo rebelde no lo somete nadie. No temáis la intervención, que nuestros hermanos desheredados de todo el mundo se levantarán en armas si algún gobierno se entromete en nuestros asuntos, y, si no nos defienden los desheredados de todo el mundo por egoísmo y por falta de solidaridad, no importa: perezcamos aplastados como valientes, que es preferible a soportar esta vida de esclavitud y de vergüenza.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 27 de mayo de 1911).

La paz

Muy lejos está todavía el día de la paz. El arreglo Madero-Díaz sólo ha venido a demostrar dos cosas: que Madero no es el jefe de la Revolución y que el pueblo no se conforma con el cambio de tiranos.

El pueblo quiere una cosa bien definida: la abolición del hambre, y como la boleta electoral no es de harina sino de papel, quiere algo más substancioso: Pan.

Esto en cuanto a las aspiraciones de los trabajadores.

Por lo que respecta a la burguesía, se ha dividido en diferentes banderías: reyistas, maderistas, obregonistas, científicos, figueroistas, orozquistas y así por el estilo.

El clericalismo, por su parte, levanta la cabeza y se presenta osadamente como Partido Católico Nacional.

El caos se ha hecho; el deseado caos del que saldrá algo bueno para el pobre pueblo mexicano.

Los que esperaban que esta Revolución sería una revuelta de ópera bufa que terminaría con el encumbramiento de un nuevo tirano, están ahora espantados. La anarquía reina en México, dicen esos pobres de espíritu, sin saber que la anarquía es orden basado en el apoyo mutuo.

Lo que hay en México en estos momentos es el desbordamiento de todas las ansias, buenas y malas: las malas ansias de los caudillitos de llegar al poder y oprimir a su vez; las buenas ansias de los libertarios de acabar con los privilegios para establecer la igualdad sobre la firme base de la emancipación económica del proletariado.

Madero, es un simple madero flotando sin rumbo en ese mar encrespado.

Madero, es el payaso que da la nota alegre en esta formidable tragedia.

Díaz, es un náufrago que se agarró del madero para no perecer ahogado en ese océano de aplastantes pasiones.

¡La paz! Pobre paja en medio del torbellino revolucionario.

El Partido Liberal Mexicano lucha sin tregua enarbolando su Bandera Roja por todas partes y sosteniendo con vigor su generoso principio: Tierra y Libertad.

El triunfo será para los desheredados si resueltamente se adhieren al Partido Liberal Mexicano.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 3 de junio de 1911).

Las infamias de Madero y sus secuaces

Madero se aprovechó de la circunstancia de encontrarnos presos y perseguidos los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal, para engañar a los nuestros diciéndoles que estábamos de acuerdo con el.

Madero desarmó al compañero Prisciliano G. Silva, en Guadalupe, Chih., por el simple motivo de rehusarse a reconocerlo como Presidente Provisional de la República Mexicana.

Madero desarmó al compañero Lázaro S. Alanís y a siete jefes de columnas liberales en Guzmán, Chih., por rehusarse a reconocerlo como Presidente Provisional de la República Mexicana.

Gabriel Márquez, jefe maderista, desarmó al compañero Miguel B. González en el norte de la Sierra de Chihuahua, por haberse rehusado a reconocer a Madero como Presidente Provisional de la República Mexicana. Márquez había dicho a González que luchaba por los principios igualitarios del Partido Liberal Mexicano.

Estos desarmes significan más de mil armas secuestradas por Madero y sus esbirros solamente en el Estado de Chihuahua. Esas armas habían sido compradas con el dinero que difícilmente ganan nuestros hermanos desheredados, y de instrumentos de libertad que eran en las manos de los nuestros, se convirtieron en instrumentos de opresión en las manos de la gente de Madero.

En Sonora, el traidor Francisco R. Velázquez, un verdadero bandido que la dragonea de Jefe Político maderista del Distrito de Altar, engañó a nuestro compañero José Maria Cardoza y a otros seis Jefes liberales que tenían ya dominado el importante y extenso Distrito de Altar, diciéndose liberal lo que comprobó con una credencial de Delegado Especial que mañosamente sacó a esta Junta para que no se le tuviera desconfianza. Velázquez gozaba de la confianza de la Junta por haber sido uno de los más viejos amigos de la causa liberal, por la que había sufrido persecuciones y había demostrado firmeza; pero corrompido por el oro de Madero, se puso al servicio de éste.

Velázquez desarmó a Cardoza y a los demás jefes y compañeros que militaban bajo su dirección. Puso en prisión a los siete jefes, y el sábado pasado, por la mañana, mandó una escolta para que los condujera a otro lugar. Habían caminado una milla fuera de la ciudad del Altar, cuando fueron fusilados, sin más delito que el de rehusarse a reconocer a Madero como Presidente Provisional de la República Mexicana. Los esbirros que asesinaron a nuestros compañeros regresaron con el parte de que las víctimas habían pretendido huir, y tuvieron que aplicarles la ley que tan odioso hizo al despotismo de Porfirio Díaz: ¡la Ley Fuga!

No es esto todo. El compañero Fortunato Vázquez, Delegado Especial de esta Junta, operaba en las cercanías de Ojinaga, sin otro propósito que el de introducir Regeneración a territorio mexicano y hallarles a los trabajadores de los ideales del Partido Liberal Mexicano. Vázquez fue sorprendido por el maderista José de la Cruz Sánchez y se le aplicó también la Ley Fuga.

Antorio Carrasco dirigía una columna liberal en las inmediaciones de Ojinaga. Fue sorprendido por el mismo José de la Cruz Sánchez y asesinado de la misma manera.

Fuerzas federales, unidas a fuerzas maderistas, marchan sobre Las Vacas, Coahuila, donde el compañero Emilio P. Campa tiene enarbolada la Bandera Roja.

Sobre las fuerzas liberales que operan en los alrededores de la ciudad de Chihuahua, y que pretenden tomar, avanzan a marchas forzadas maderistas y federales.

Contra los compañeros de la Baja California, marchan igualmente federales y maderistas.

La dificultad de encontrar medios de comunicación rápidos y directos, nos imposibilita de saber lo que ocurre en estos momentos a nuestros compañeros del centro y del sur de México; pero por los datos vagos que publica la prensa capitalista, se deduce que nuestros compañeros se baten heroicamente en aquellas regiones contra federales y maderistas aliados.

En Mexicali y sus alrededores, los maderistas, auxiliados por los federales que están de este lado de la línea desde que dicha población está en manos de nuestros compañeros, están planeando disparar desde territorio mexicano sobre el cuartel de los soldados de los Estados Unidos, de modo de excitar a estos a que pasen a Mexicali y en venganza asesinen a toda la guarnición liberal que dirige el compañero Francisco R. Quijada. Este plan va a ser puesto en práctica por la noche; pero nuestros compañeros están listos para aniquilar a cuanto maderista se halle por esos contornos. Por esto se ve claro que los maderistas quieren provocar la intervención de las fuerzas americanas, disparando desde territorio mexicano sobre el cuartel de los soldados de esta nación.

Madero tiene prohibida la entrada de Regeneración a México. Varios niños vendedores de periódicos, fueron arrestados en Ciudad Juárez, sus periódicos decomisados en número de dos mil ejemplares, y ellos fueron desterrados a los Estados Unidos.

Varias compañeras vecinas de El Paso, Tex., pasaron a Ciudad Juárez a distribuir el Manifiesto que la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano dirige a los soldados maderistas y a los mexicanos en general. Una de esas dignísimas compañeras y una niñita, fueron arrestadas por orden de Madero y después de ultrajarlas cobardemente de distintos modos y de haberlas amenazado con fusilarlas si volvían a pasar a México, las pusieron de este lado de la línea, sin sentir vergüenza los cosacos de Madero del valor demostrado por esas heroínas que al ver los fusiles embocados contra ellas, gritaron: Mátennos, ¡viva Tierra y Libertad! Esto gritaron cuando fueron arrestadas.

¿Qué significa todo esto? Esto significa que Madero es un tirano más odioso que Díaz, y que es preciso deshacerse de ese tirano.

Pero hay más: Madero protegió la fuga del Gral. Navarro, cuyas víctimas claman venganza. Madero protegió la fuga de Porfirio Díaz, cuyas víctimas, el pueblo entero, piden su cabeza.

Navarro ordenaba a sus soldados que rematasen a bayonetazos a los insurgentes heridos. No quiero prisioneros, era su grito. Y a ese grito fúnebre respondían sus esbirros con el degüello de los indefensos heridos que pedían agua para refrescar sus resecos labios.

Una fuerza liberal salió al encuentro del convoy que conducía a Díaz a Veracruz. La fuerza liberal pretendió arrestar y ajusticiar en el acto al monstruo que por más de treinta años había hecho desgraciado al pueblo mexicano; pero una fuerte columna maderista se abalanzó sobre nuestros compañeros con tanta rabia, con tal encarnizamiento, que los nuestros perecieron en gran número. Murieron hombres buenos que querían hacer un acto de justicia.

Y como si no bastase todo esto, Madero acepta a De la Barra, individuo que está entregado en cuerpo y alma a los peores vampiros que chupan las energías del pueblo trabajador: los científicos.

¿Qué es todo esto, sino traición simple y llana?

Columnas y más columnas sería necesario escribir para dar cuenta de las infames traiciones de Madero y los suyos.

Ahora bien; ¿por qué se persigue al Partido Liberal Mexicano?

Se le persigue, porque desea la emancipación económica de la clase trabajadora; se le persigue porque quiere acabar con la miseria haciendo que la tierra y la maquinaria de producción ya no estén en poder de un puñado de holgazanes ricos, sino en poder de todos y cada uno de los habitantes de México.

Los desheredados deben unírsenos. Este es el momento en que debemos hacer un poderoso esfuerzo. No debe dejar ningún pobre de enviar su óbolo. Madero se rindió, pero los liberales continuamos la lucha por nuestra cuenta hasta conquistar para todos lo que a todos pertenece.

Trabajadores mexicanos: tomad las armas y reforzad el grandioso movimiento del Partido Liberal Mexicano.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 3 de junio de 1911).

La obra de Juárez

Este artículo va dirigido a los liberales constitucionalistas, a los que aman la obra del insigne indio Benito Juárez, para demostrarles que los liberales radicales de hoy no hacemos otra cosa que continuar la obra de ese grande luchador, aunque empleando métodos distintos de los que él empleó para procurar la emancipación de la clase trabajadora.

Empapados en las ideas del siglo, y convencidos, por las lecciones de la Historia, de la ineficacia de la acción política para conseguir la libertad económica, los liberales radicales de México ya no confiamos en la ley, sino en la acción. Continuamos la obra de Juárez; pero con táctica distinta.

Juárez creyó que, por medio de la ley, lograría el trabajador su libertad económica, y por eso defendió y sostuvo la Constitución política de 1857, que en sus artículos relativos a la libertad de trabajo dice: Artículo 4º Todo hombre es libre para abrazar la profesión, industria o trabajo que le acomode, siendo útil y honesto, y para aprovecharse de sus productos. Ni uno ni otro se le podrá impedir sino por sentencia judicial cuando ataque los derechos de tercero, o por resolución gubernativa, dictada en los términos que marque la ley, cuando ofenda los de la sociedad.

Artículo 5º Nadie puede ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución, y sin su pleno consentimiento, salvo el trabajo impuesto como pena por la autoridad judicial.

Cincuenta y cuatro años hace que se promulgó la Constitución política de 1857, y en todo ese tiempo el trabajador ha seguido siendo esclavo del salario, sencillamente porque se confió a la ley y al Gobierno lo que los trabajadores deben hacer por sí mismos. El artículo cuarto declara terminantemente que el trabajador es libre para aprovecharse del producto de su trabajo, y el quinto dice bien claro que el trabajador debe obtener la justa retribución a sus faenas.

¿Cómo puede obtener el trabajador el producto de su trabajo? Tomando posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, pues sólo de esa manera podrá obtener la justa retribución de que habla el artículo quinto.

La justa retribución de que habla la Constitución no puede ser el salario, porque éste no representa sino una pequeña parte de lo que el trabajador produce. Si un zapatero que hace un par de zapatos, recibe de su patrón un peso, no ha recibido la justa retribución, porque el patrón venderá después esos mismos zapatos por cuatro o cinco pesos o más, y no al precio de un peso que dió a su esclavo. El patrón, en este caso, viola la Constitución en sus artículos 4º y 5º al impedir que el trabajador aproveche, por medio de una justa retribución a sus afanes, lo que ha producido, y se le ha robado descaradamente porque si, después de haber hecho el par de zapatos, sólo ha obtenido un peso y tiene que comprárselos al patrón por cuatro, cinco o más pesos cuando los necesite, no se sabe qué nombre aplicar a esa acción que no sea el de robo, el más cobarde y artero.

El patrón no puede alegar, en su defensa, que es útil y honesto lo que hace, porque no se le necesita para nada en lo que a la producción respecta, y es simplemente un vampiro que se aprovecha del esfuerzo ajeno para darse la gran vida.

Los constitucionalistas deben meditar fríamente esta trascendental materia, si es que realmente admiran la obra de Juárez. Este hombre notable pensó en librar a la clase trabajadora de la esclavitud económica; mas escogió la política para lograrlo y ésa ha sido la causa del fracaso de su sueño; pero los liberales radicales, en vista de ese fracaso, no queremos confiar a la ley la solución del problema del hambre. Los liberales radicales vamos a expropiar a la clase poseedora, durante ese grandioso movimiento, y a sangre y fuego, la tierra y la maquinaria de producción para el libre disfrute de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo, teniendo entendido que solamente de ese modo se puede lograr lo que Juárez quería: que el hombre aproveche el producto de su trabajo, y no parte de ese producto.

Los constitucionalistas deben unírsenos para emplear la acción directa en esta guerra de clases. La ley no puede llegar a tener nunca fuerza expropiatriz, precisamente porque no es hecha por los pobres, sino por señores de levita y de sombrero de seda, poseedores de las fábricas, de las tierras, de las minas, de los talleres, y no podrán aprobar una ley que los despoje de esos bienes con que tienen sujeta a la casi totalidad de la población mexicana en la esclavitud del salario.

Si Juárez hubiera sido de esta época, le veríamos luchando resueltamente en las filas de los desheredados y aplicando la expropiación por medio de la fuerza de las armas; pero vivió en la época en que se creía en leyes salvadoras y gobiernos paternales.

Sin embargo, Juárez expropió al clero de sus bienes raíces durante la Guerra de Tres Años, en medio de la lucha, a pesar de los consejos de los que querían que la expropiación de los bienes del clero se decretase por un Congreso cuando la paz fuera restablecida. Juárez dijo entonces que se necesitaría una nueva revolución para llevar a cabo esa obra si se la dejase para cuando la paz fuera hecha, porque los clérigos no iban a quedarse con las manos cruzadas ante ese acto que les privaba del disfrute de los millones atesorados con las dádivas de los creyentes. El error de Juárez, error disculpable por la época en que llevó a cabo la expropiación de los bienes del clero, consistió en vender esos bienes a la burguesía en lugar de ponerlos en las manos de los trabajadores.

Imitemos a Juárez en la cuestión de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción que ahora detenta la burguesía; imitémoslo en tomar todo eso para el pueblo mexicano en el presente movimiento, porque si se deja ese trabajo para que un Congreso lo decrete, aun cuando llegase a decretarse tal acto, la burguesía no se quedaría con los brazos cruzados, sino que haría una nueva revolución, en la que fracasaría el hermoso proyecto. Pero no imitemos a Juárez en cuanto a vender la tierra y la maquinaria; porque seguiría existiendo la misma explotación del trabajo de los pobres; hay que ir entregando todos esos bienes a todos los habitantes de las regiones que vayamos conquistando para que el trabajo humano se ennoblezca, libre ya de amos.

No pongamos dificultades, no comencemos con el eterno estribillo de los irresolutos: el pueblo no está preparado para eso. Recordemos que Juárez arrebató de las manos del clero los bienes raíces en una época en que el fanatismo religioso dominaba por completo al pueblo mexicano, en que el clero fulminaba excomuniones, en que las turbas mataban a pedradas a los que se atrevían a proferir una sola palabra en contra del clero. Recuérdese que en aquella época eran contadas las personas que sabían leer y escribir. Recuérdese que los mismos soldados del Partido Liberal llevaban colgados al cuello escapularios y rosarios, y se les animaba a atacar a las fuerzas del clero con estas palabras: ¡Viva el santo poder de Dios! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! Recuérdese que los jefes y oficiales de las fuerzas liberales hacían pelear a sus inconscientes soldados, diciéndoles que la Virgen había prometido que todos aquellos que muriesen en los combates no iban a morir en realidad, sino que resucitarían y serían felices. Con este elemento, esencialmente fanatizado, pudo expropiar Juárez al clero orgulloso en la Guerra de Tres años. Las campanas de los templos eran fundidas y convertidas en cañones. Las vestiduras de los curas y los objetos dedicados al servicio religioso eran decomisados para convertir en monedas el oro y la plata que contenían, y esas profanaciones se hacían por medio de la fuerza de los soldados liberales que, como queda dicho, eran fanáticos hasta la médula.

No, no hay que hablar de que el pueblo mexicano no está en condiciones de entender las doctrinas salvadoras del Partido Liberal Mexicano. El pueblo mexicano de hoy está a una inmensa altura en comparación con el pueblo mexicano de la época de Benito Juárez.

Por otra parte, el pueblo mexicano, por instinto, odia a los ricos, que, para el pueblo, son menos sagrados que lo eran los clérigos en la época de Juárez.

No se necesita la unanimidad para una empresa de esta naturaleza. La unanimidad en el modo de pensar es absolutamente imposible. Lo que se necesita es una minoría enérgica, resuelta, irreducible a la traición. Eso es lo que se ha necesitado siempre desde la infancia de la humanidad, y esa minoría valerosa de libertarios que luchan en México en estos momentos, esa minoría que no ha hecho aprecio de los tratados de paz, es la que arrastrará a las masas a tomar posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, a pesar de las dudas de los incrédulos a pesar de las profecías de los pesimistas, a pesar de la alarma de los sensatos, de los cabezas frías y de los cobardes.

¡Adelante, camaradas!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 3 de junio de 1911).

La Baja California

Desde que comenzó la campaña del Partido Liberal Mexicano, campaña que se está llevando a cabo en todo México, y que se continúa y se continuará hasta su fin, los maderistas y la prensa burguesa han dado a entender que la actividad liberal tiene por teatro únicamente el Territorio de la Baja California. Aparte de esto, hacen creer que los liberales tratamos de entregar esa península a los Estados Unidos, para arrebatarnos voluntades, para crear una atmósfera de antipatía contra nosotros los liberales, entre las personas sencillas a quienes se les habla de patria, de honor nacional y muchas cosas más.

Muchas veces lo hemos dicho: no queremos entregar la Baja California a los Estados Unidos. Muchas veces hemos dicho que nuestro movimiento existe en toda la República y hemos citado lugares donde ondea la Bandera Roja.

Por último, un millonario americano anduvo diciendo que él iba a ser el Presidente de la República de la Baja California, cuando precisamente estamos luchando contra los mandones.

Con grandes encabezados apareció en la prensa burguesa la noticia de que un tal Dick Ferris, iba a mandar a Tijuana la bandera de la nueva República. Se publicó eso que manchaba a nuestro movimiento; pero no publicó la misma prensa las protestas de nuestros compañeros Araujo y Mosby contra esas noticias, ni la orden de arresto contra Dick Ferris expedida por la 2a. División del Ejército Liberal en la Baja California, si Ferris llega a poner un pie en territorio mexicano. Los compañeros de la 2a. División están resueltos a arrestar y a fusilar a Dick Ferris si éste se entromete en los asuntos del Partido Liberal Mexicano. Todo esto lo pasó en silencio la prensa burguesa, porque de lo que se trata es de desprestigiar nuestra causa.

También suprimió la prensa burguesa una noticia que por sí sola habla de la buena fe con que se conducen los compañeros de la Baja California. El lunes de esta semana, como a las tres de la tarde, llegó a Tijuana un enviado de Dick Ferris, llevando la bandera del mismo Ferris. Rápido como un relámpago el compañero Arias arrebató de las manos del mensajero el trapo odioso y lo puso en manos de los Delegados Civiles de esta Junta.

Los Delegados reunieron toda la fuerza y después de un discurso de protesta contra ese acto de filibusterismo, se quemó el maldito trapo enfrente del Cuartel General, en medio de gritos de júbilo y de aclamaciones entusiastas.

¿Por qué calla la prensa burguesa esta clase de noticias?

Véis, mexicanos, que sólo se trata de engañaros para que os echéis sobre los nuestros. Id a Tijuana y veréis ondear ocho Banderas Rojas. Id a Tijuana y os convenceréis de que no se trata de entregar a los Estados Unidos la hermosa tierra de la Baja California, sino a los indios vuestros hermanos.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 10 de junio de 1911).

A los patriotas

¿Pertenece a México la Baja California? Sí, me diréis.

Pues bien: la Baja California no pertenece a México, sino a Estados Unidos, a Inglaterra y a Francia.

El Norte de la Baja California está en poder de Oudahy, Otis y otros multimillonarios norteamericanos. Toda la costa occidental de la misma pertenece a una poderosa compañía perlífera inglesa, y la región en que está ubicada Santa Rosalía pertenece a una rica compañía francesa.

¿Qué es lo que tienen los mexicanos de la Baja California? ¡Nada!

¿Qué es lo que les dará a los mexicanos el Partido Liberal Mexicano? ¡Todo!

Entonces, señores patriotas, ¿qué es lo que hacéis cuando gritáis que estamos vendiendo la patria a los Estados Unidos? Contestad.

Vosotros no tenéis patria porque todo lo que hay en México pertenece a los extranjeros millonarios que esclavizan a nuestros hermanos. No tenéis patria, sencillamente porque no tenéis ni en qué caeros muertos.

Y cuando el Partido Liberal Mexicano quiere conquistar para vosotros una verdadera patria, sin tiranos y sin explotadores, protestáis, echáis bravatas y nos insultáis.

Al entorpecer con vuestras protestas los trabajos del Partido Liberal Mexicano, no hacéis otra cosa que impedir que los nuestros arrojen del país a todos los burgueses y toméis vosotros posesión de cuanto existe.

Además, ya que sois tan patriotas, ¿por qué no bajáis a patadas a De la Barra de la silla presidencial? De la Barra es chileno, no es mexicano, y la Constitución que tanto adoráis dice que sólo los mexicanos pueden llegar a ser verdugos del pueblo. De la Barra es hijo del que fue cónsul de Chile en México; nació, pues, bajo la bandera chilena. Ya que sois tan patriotas, id a México, coged por el pescuezo a De la Barra y echadlo al demonio, junto con El Chato por supuesto, ya que éste dice que los capitales extranjeros recibirán mejores beneficios bajo su gobierno, lo que quiere decir que favorecerá más la explotación que sufre la clase trabajadora, y luego echad al demonio, también, a los ricos, tomando todo lo que tienen. Entonces tendréis patria.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 17 de junio de 19i1).

Trabajadores, abrid los ojos

La prensa maderista, y, en general, la prensa burguesa, continúa en su tarea de desprestigio del movimiento del Partido Liberal Mexicano.

Protestamos una vez más, y no nos cansaremos de hacerlo, contra la absurda imputación de que los liberales pretendemos segregar la Baja California para entregarla a los Estados Unidos. No, mexicanos; no pretendemos hacer tal cosa. Nuestro movimiento es bastante amplio y no se reduce a la actividad revolucionaria en la Baja California. No se trata de un movimiento mezquino confinado en un rincón del país, sino de un amplio movimiento en casi todos los Estados de la República Mexicana. La prensa diaria de México, fijáos bien, habla de persecuciones a cuadrillas de bandidos en todo el país. No hay tales bandidos: son libertarios, son hombres generosos que no han depuesto sus armas ni las depondrán hasta que los trabajadores sean libres por medio de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, para el libre uso de todo ello por todos y cada uno de los habitantes. ¿Quién se ha preocupado por los pobres? ¿Bajo la férula de qué Presidente ha sido feliz la clase trabajadora?

Los gobiernos se han preocupado únicamente por el bienestar de las clases ilustradas y ricas. Para esas clases sí ha habido libertad; para esas clases sí ha habido bienestar. Para el pobre, lo de siempre: el cuartel, el presidio, la Ley Fuga, el trabajo agobiador, la miseria, el hambre y el desprecio de los que están arriba.

Tantos siglos de servidumbre y de tiranía han hecho que los liberales de hoy no confiemos en promesas de aspirantes a la presidencia... Todos los gobernantes que hemos tenido han ofrecido al pueblo la misma cosa: la libertad y la felicidad del pueblo. Torrentes de sangre ha costado al pueblo el encumbramiento de sus gobernantes, y el resultado ha sido siempre el mismo: la tiranía y la miseria.

El remedio no es el voto, mexicanos. El remedio está en vuestras manos: conquistar la emancipación económica. Libres de patrones y de capataces, seréis libres políticamente, porque la base de la libertad política es la libertad económica. Nuestros padres y todos los generosos luchadores por la libertad y la felicidad del pueblo mexicano, creyeron que la libertad política era bastante para conseguir la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad; pero la experiencia nos ha demostrado que la libertad política es una mentira más o menos bella cuando se trata de los pobres. Libertad política la hubo y muy amplia bajo la administración del Grande Indio Benito Juárez, y si interrogáis a vuestros padres sobre si fueron felices entonces, os contestarán que no. El Problema del Hambre estuvo en pie bajo la administración de Juárez como sigue estando hoy.

Eso se explica, porque los gobernantes, por bien intencionados que sean, no pueden acabar con la miseria. Para acabar con la miseria, es preciso que el gobernante ponga en poder del pueblo trabajador la tierra y la maquinaria de producción, y ningún gobernante puede hacer tal cosa desde el momento en que los gobiernos están instituidos precisamente para velar por los intereses de la clase capitalista.

Es una ilusión figurarse que el gobierno es la representación del pueblo. El gobierno es la representación de la clase capitalista. El pueblo trabajador no hace otra cosa que nombrar como gobernante a quien las clases ilustradas y ricas quieren imponer. Es en los bufetes de los abogados, en las oficinas de los comerciantes y de los dueños de negociaciones de todas clases donde se escogen los hombres que han de tener por misión el gobierno del país, y de esos bufetes, de esas oficinas no pueden salir hombres pertenecientes a la clase trabajadora, sino simples burgueses cuyo interés no es otro que prolongar la agonía de los humildes, que refrenar las ansias de libertad y de justicia de los proletarios, que tener en la ignorancia y en la miseria a los trabajadores, convencidos de que el hombre se envilece por la miseria y el sufrimiento, y un hombre envilecido no piensa en su redención.

Mexicanos: se os engaña cuando se os dice que con el derecho de votar váis a ser libres. Comprended de una vez que hay dos clases sociales que no tienen nada de común: la de los ricos y la de los pobres. Los ricos quieren que siempre haya pobres porque gracias a la desigualdad social pueden vivir en la holganza. Los pobres, por el contrario, no quieren que haya ricos, porque sin ellos no habrá quien los explote.

Entre estas dos clases debe existir necesariamente un estado de guerra hasta que los pobres tomen posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, cosa que no se logrará por medios pacíficos, sino por medio de la violencia. Los que tienen en su poder la riqueza; no van a consentir en que se les despoje de ella, y si esperásemos que por medio de la ley se declarase la expropiación de los bienes que detentan los ricos, sería tanto como pretender un imposible. Contra una ley semejante, se levantarían en armas todos los explotadores.

En vista, pues, de una reacción de la burguesía para defender sus bienes, el Partido Liberal Mexicano considera que es indispensable que los desheredados hagan uso de la fuerza para obtener los bienes materiales que se necesitan para ser verdaderamente libres.

Ni Madero ni ningún otro hombre podrá hacer libre a la clase trabajadora; es la clase trabajadora misma la que tiene que luchar por su libertad uniéndose resueltamente al Partido Liberal Mexicano que está propuesto a no rendir las armas, pues por medio de ellas tendrá que arrebatar de las manos de los poderosos estos dos grandes bienes que tiene inscritos en la gloriosa Bandera Roja: Tierra y Libertad.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 24 de junio de 1911).

A los mexicanos

¿Por qué se nos persigue? Se nos persigue porque queremos acabar con los privilegios que hacen a unos hombres superiores a los demás.

Se nos persigue, porque queremos que todo ser humano tenga pan en abundancia.

Se nos persigue, porque no queremos que haya tiranos.

La lucha es desigual, bien lo sabemos; pero nos sentimos con fuerzas para continuarla hasta su fin.

La cárcel no nos convence de que estamos descaminados; las amenazas de muerte no nos arredran. Luchadores viejos, hemos pasado por mil pruebas y estamos resueltos a afrontar todas las vicisitudes.

Madero nos persigue con la misma rabia que nos persiguió Porfirio Díaz. Nos invitó a que abandonásemos la lucha, y como nos resistimos, pidió a Taft que se nos arrestase.

Contra nosotros están los dos gobiernos: el de México y el de los Estados Unidos. Contra nosotros están las burguesías de ambos países.

El Partido Liberal Mexicano no ofrece ninguna garantía a los capitalistas americanos en México. De ahí su odio contra nosotros.

A pesar de todo, continuamos en nuestros puestos.

Ahora, mexicanos, ayudadnos. Si os hiciéramos traición, nadie nos perseguiría e iríamos a formar parte del gobierno de Madero. Pero somos honrados: no nos vendemos.

Ayudadnos para poder continuar la lucha. En estos momentos se baten nuestros hermanos y es preciso atenderlos. No permitamos, mexicanos, que se apague el fuego de la Revolución por Pan, Tierra y Libertad.

Si perdemos esta oportunidad que se nos presenta para hacer preponderar nuestro movimiento, la causa de los desheredados sufrirá un rudo golpe.

Esforzáos por enviar vuestro óbolo. Tened en cuenta que el enemigo tiene millones a su disposición; tened en cuenta que Madero está recibiendo dinero de los capitalistas americanos para sofocar nuestro movimiento.

Comprended, mexicanos, que el Partido Liberal no tiene otra ambición que ver libres y satisfechos a todos los mexicanos.

Pensad en que ahora no solamente necesitamos dinero para la ayuda de los valientes compañeros que están sobre las armas, sino también para los gastos de nuestra defensa. Si no nos ayudáis ahora, después será demasiado tarde.

Pensad en que todavía están presos, por falta de fianzas, los compañeros Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa y Enrique Flores Magón. Esos compañeros hacen falta en las labores del Partido que cada vez son más complicadas.

Enviad vuestro óbolo. Si es posible, enviad fondos por telégrafo.

No os desaniméis por las persecuciones de que somos objeto los miembros de la Junta. Por el contrario, demostrad con hechos que estáis prontos a tendernos la mano.

No penséis ni por un momento que vamos a rendirnos y a pedir favores al enemigo. Hace mucho tiempo que luchamos y hemos sabido ser firmes.

Que no haya un solo mexicano que deje de ayudarnos.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 24 de junio de 1911).

A los trabajadores mexicanos

Compañeros:

La prensa diaria informa de numerosas huelgas que están teniendo lugar en muchas partes de nuestro infortunado país. La misma prensa da cuenta de cómo sois tratados los huelguistas por parte de la nueva Dictadura Madero-De la Barra. Por esa prensa se sabe que se os está asesinando en diferentes partes del país por los llamados soldados del Ejército Libertador.

Esto os enseñará que no debéis esperar protección del gobierno. El gobierno está instituido para proteger a los ricos y para aplastar a los pobres. El gobierno no tiene corazón. No esperéis enternecer al gobierno con el cuadro de miseria de vuestros pobres hogares. En vano mostraréis al gobierno el doloroso conjunto de vuestros hijitos enflaquecidos por el hambre y de vuestras leales y sufridas compañeras extenuadas por las privaciones y la desnudez. A vuestras demandas de pan, responderán las ametralladoras del gobierno y con el hierro y con el fuego se acallarán los gritos angustiosos de vuestros estómagos vacíos.

Para el proletario no hay justicia precisamente porque es pobre y la ley sólo sirve para ultrajar y befar al pobre.

Esto os enseñará, compañeros, a no pedir. Es necesario tomar. Armáos, compañeros. Armáos, hermanos de miseria y de cadena. No os declaréis más en huelga: tomad posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo. Desconoced resueltamente el derecho de propiedad que es un derecho inicuo que condena a una parte de la humanidad, a la gran mayoría de la humanidad, a estar sujeta a la voluntad de los ricos.

Declarad guerra a muerte a los ricos, y tomad todo lo que ellos poseen para que, de hoy en adelante, tierras, minas, fábricas y talleres sirvan para el uso y disfrute de todos, hombres y mujeres. De ese modo conquistaréis vuestra emancipación económica que es la base de todas las libertades. Los ricos son libres precisamente porque no dependen económicamente de nadie.

Lo que se gana por medio de las huelgas es ilusorio. Suponed por un momento que no se os ametralla, suponed por un momento que por falta de solidaridad entre los mismos ricos ganáseis una huelga. Trabajaréis ocho horas y vuestros salarios serán un tanto mejores; pero entonces vuestros amos venderán más caro lo que producís y os encontraréis, si no en una condición peor, al menos igual a la que os hacía sufrir antes de la huelga, y la agonía de vosotros y de la de los vuestros continuaría como siempre.

No abandonéis el lugar de trabajo ni os crucéis de brazos, tomad posesión de la mina, del taller, de la fábrica, del campo; trabajad bajo un pie de igualdad y estableced un sistema de intercambio de productos. Fúndense almacenes en que se depositen los productos de toda clase y a los cuales tengan acceso todos aquellos que hayan contribuido con su trabajo a la producción, para que tomen de ellos lo que necesiten.

Todo esto es posible, compañeros. No se necesita más que una cosa: no reconocer a los patrones el derecho de apropiarse una parte de la producción. Si el patrón quiere comer, debe empuñar él mismo la herramienta y trabajar codo con codo con sus esclavos emancipados ya.

Armáos, compañeros. Haced buen acopio de dinamita y de nitroglicerina. Contra la fuerza brutal de nuestros verdugos, debemos emplear los oprimidos la fuerza bruta también. Con ruegos no se obtiene otra cosa que el desprecio de los de arriba.

Escupid al rostro de los que dicen: todavía no es tiempo; abofetead al que se atreva a deciros: es preciso que los trabajadores se eduquen primero para que puedan gozar de tales beneficios. Esos, compañeros, son los que quieren vivir a costa de vuestro sacrificio y de vuestro infortunio. Ellos saben bien que en las condiciones en que vivís, nunca podréis educaros. Ellos saben bien que desde niño, tiene el proletario que abandonar la escuela para alquilar sus bracitos a los maldecidos capitalistas. Ellos saben bien que después del trabajo agobiador de cada día, no tenéis otro deseo que el de descansar para volver a reanudar al día siguiente la tarea de presidiario que os veis obligados a ejecutar por unos cuantos centavos. ¿Cómo podríais educaros así?

Y aun cuando pudiérais educaros, en las escuelas oficiales se enseña al niño precisamente lo contrario de lo que debe enseñársele para que cuando hombre ya, pueda emanciparse. En las escuelas se enseña a los niños a respetar todo aquello que debe ser cordialmente odiado. En el cerebro tierno de la infancia se prenden ideas erróneas que más tarde es muy difícil hacer que desaparezcan. Se enseña al niño a considerar a su patrón como su segundo padre; se enseña al niño a odiar a los hombres de otra raza distinta a la suya; se enseña al niño a considerar al capitalista como a un hombre que se ha deslomado para amasar una fortuna; se enseña al niño a venerar un trapo de determinado color al que hay que defender, aunque no se tenga un palmo de tierra de la patria; se enseña al niño a considerar al gobernante como a un individuo que resume en sí el poder de todo un pueblo, cosa que es una solemne mentira, porque el gobernante no representa más que a la clase privilegiada, cuyos intereses defiende, intereses que, por lo demás, son diametralmente opuestos a los de la clase proletaria.

Con una educación así, se forman esclavos, pero no hombres libres.

Así, pues, compañeros de miseria y de esclavitud, abrid los ojos. Enarbolad la Bandera Roja de los humildes de la tierra y gritad: ¡Mueran los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad!

Si así lo hacéis, el movimiento reivindicador del Partido Liberal Mexicano que está en pie, recibirá un vigoroso impulso y arrancará hasta las más profundas piedras del cimiento del odioso edificio de la sociedad vieja y prostituida, para elevar el edificio de la Sociedad Nueva de justicia y amor.

Compañeros: uníos resueltamente al Partido Liberal Mexicano que es el de vuestra clase. Recordad que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Romped las boletas electorales y con vuestra saliva arrojadlas a la cara de Madero.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 1° de julio de 1911).

A protestar todos

El cobarde atentado de que hemos sido objeto los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, no es una cosa que nos extraña; pero sí es una cosa que nos indigna.

No nos extraña, porque sabemos bien que el gobierno no es más que el polizonte del Capital. La prueba está en la mano.

Francisco I. Madero y sus secuaces violaron escandalosamente las leyes de neutralidad. Algunos de sus compinches, no sólo las violaron, sino que se robaron un cañón perteneciente a la ciudad de El Paso, Texas, Estados Unidos de América. Por su parte los porfiristas de San Diego y los porfiristas y maderistas de Los Ángeles, han violado escandalosamente las leyes de neutralidad, enviando a México filibusteros armados y formados para luchar contra nuestros compañeros liberales. Además, el Gobierno de los Estados Unidos ha dado permiso al gobierno Madero-De la Barra de México, para que viole las leyes de neutralidad, enviando por territorio americano soldados federales con destino a puntos en que operan fuerzas del Partido Liberal Mexicano.

Abundan los casos de violación a las leyes de neutralidad cometidos por Madero y por Díaz, o mejor dicho, por los agentes de estos miserables, y en todos esos casos, la pudibunda justicia americana ha cerrado los ojos para no ver, precisamente porque haciéndolo así, defiende los intereses de los capitalistas que chupan la sangre del pobre trabajador mexicano. Pero apenas se trata de la actividad revolucionaria del Partido Liberal Mexicano, nubes de miserables que no saben ganarse el pan de una manera honrada, espían todos los movimientos de la Junta, compran a desgraciados para que sirvan de testigos en contra de los miembros de la misma, y jurados sabiamente escogidos, fabrican acusaciones insensatas para arrebatar de la lucha a hombres que no hemos cometido otro delito que tomar el lado de los humildes, que defender los derechos de los que sufren, que proclamar muy alto la facultad que el trabajador tiene de aprovechar todo el producto de su trabajo.

La acusación que pesa sobre nosotros es una acusación estúpida. Se nos acusa de haber enviado a México algunas personas para que tomasen parte en la Revolución. Aun suponiendo que así fuera ¿qué han hecho los agentes de Madero y de Porfirio Díaz? ¡No se han entregado a reclutar inconscientes en los Estados del sur de esta nación, para echarlos formados ya y con armas a través de la línea para tomar parte en la lucha en pro de sus respectivas banderías! Pero en estos casos, se ha tratado de mercenarios que se han prestado a servir de apoyo a los capitalistas, y en contra de ellos no hay leyes de neutralidad.

Debería sentir vergüenza el gobierno americano por esta persecución salvaje y cínica y cobarde. Deberían sentir vergüenza De la Barra y Madero, los dos bandidos que comparten la nueva Dictadura. Debería sentir vergüenza Juan Sarabia por haberse prestado de instrumento para haber venido a negociar con nosotros una paz que nuestra dignidad y nuestro honor rechazan con indignación. Apenas supo Francisco I. Madero que no aceptábamos la paz, ordenó a Taft por telégrafo que nos redujera a prisión. ¡Así obra el villano negrero de la Laguna para llegar al poder! A los liberales que tiene entre sus garras, los fusila; a los que no nos puede fusilar, nos encierra en la cárcel aprovechándose del maridaje odioso con los déspotas de este lado del Bravo.

Madero sigue los mismos pasos de Díaz. Hipócrita, ofrece libertades que sabe bien que no aprovecharán al proletariado, al que está asesinando cobardemente por el solo hecho de reclamar de sus patrones ocho horas de trabajo y aumento de salarios. Hipócrita, declara que la ley debe ser respetada, y es él primero que la infringe nombrando Gobernadores de los Estados contra la voluntad del pueblo. Hipócrita, declaró que iba a suprimir las Jefaturas Políticas, y él mismo está nombrando Jefes Políticos, o dejando en sus puestos a los bandidos que impuso el tirano Porfirio Díaz. Hipócrita, ofreció que habría elecciones honradas, y ya ordenó a sus lacayos que instalen clubes electorales para que lo elijan a él como presidente y al ultraclerical Vázquez Gómez como Vicepresidente. Hipócrita, engaño a los liberales diciéndoles que estaba de acuerdo con nosotros para entregar la tierra a los trabajadores, y ahora se niega a cumplir su ofrecimiento. Hipócrita, ha declarado que le horroriza el derramamiento de sangre, y ofrece cincuenta mil pesos por mi cabeza.

Para sostener a bandidos de esta clase está listo el corrompido gobierno americano. Les permite que violen las leyes de neutralidad, les permite que cometan el delito de robo, y lanza su perrada contra los que somos sinceros, contra los que no buscamos el encumbramiento personal, sino la libertad efectiva de la raza mexicana, que no es otra que la libertad económica.

La protesta debe ser el arma del momento. La protesta indignada de todos los hombres y de todas las mujeres libres de la tierra, para que los déspotas que nos persiguen sientan vergüenza de sus actos, si es que las carotas brutales de los déspotas son susceptibles de enrojecerse.

Mexicanos y compañeros y compañeras de todo el mundo, protestad. Enviad vuestras protestas al barrigón William H. Taft. Confundid a nuestros perseguidores con las frases que salgan de vuestros labios indignados. Se trata de una vasta conspiración fraguada por Madero, Taft y De la Barra, para tener en la esclavitud al pueblo mexicano, entorpeciendo el movimiento verdaderamente libertario. No permitamos que esa perversa conspiración tenga el resultado apetecido por los opresores: la eterna esclavitud de una raza digna de mejor suerte.

No pretendo con esto decir que somos necesarios en esta tremenda y desigual lucha contra el Capital y la Autoridad. Nosotros somos enemigos de todo personalismo; pero sí creemos que nuestros modestos esfuerzos son de alguna utilidad para el movimiento emancipador del Partido Liberal Mexicano, siquiera porque son sinceros.

Pero si a pesar de todos los esfuerzos que se hagan por libertarnos, somos arrojados a una penitenciaría, rogamos a todos que sigan luchando, que no se desanimen, que no se rindan, hasta que por fin conquisten Pan, Tierra y Libertad para todos, sin distinción de sexo.

Si así lo hiciéreis, contentos y satisfechos marcharemos al presidio.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 1° de julio de 1911).

A William Howard Taft

Una vez más estamos bajo las garras de lo que se llama Justicia; una vez más se ha hecho presa de nosotros, se han saqueado nuestras oficinas y se han llevado a cabo, en nuestras personas, ultrajes que la civilización reprueba.

Por orden de usted y de los bandidos Francisco León de la Barra y Francisco I. Madero ha ocurrido todo eso. ¿La causa? La causa aparente —y digo aparente porque en el fondo de este inicuo atentado está el oro que la plutocracia yanqui extrae del sudor, de la fatiga, de la miseria y del dolor de quince millones de mis paisanos—, la causa aparente de esta salvaje persecución es una supuesta violación a las leyes de neutralidad. Se pretende que hemos enviado a México personas con el propósito de hacer la guerra al Gobierno de aquel país.

No quiero discutir si es cierto o no lo es el hecho que se nos imputa. Sólo quiero hacer constar que Francisco I. Madero, a ciencia y paciencia de los esbirros norteamericanos, envió gente a México, y, armada ya, cruzó la línea fronteriza y llevó la guerra contra el Gobierno de aquel país. A todos les consta que Madero hacía envíos de armas y municiones a México para luchar contra Porfirio Díaz. Varios de los secuaces de Madero fueron arrestados por algunas horas para cubrir las apariencias, pues están en absoluta libertad. En San Diego, los porfiristas, apoyados por el cónsul mexicano en esa ciudad, reclutaron abiertamente gente para que fuera a servir en el ejército de Díaz, y lo mismo se ha hecho en esta ciudad bajo la dirección del cónsul mexicano en los Angeles. Además en esta ciudad existe un subterráneo donde los maderistas y porfiristas se ejercitan en el tiro al blanco, y se ponen de acuerdo para ir a atacar a las fuerzas del Partido Liberal Mexicano que operan en México.

Usted no ignora nada de esto; usted lo sabe y lo consiente, o al menos lo saben y lo consienten los cónsules mexicanos y las autoridades federales de este país, que no dan un solo paso para detener esa cínica violación de las leyes de neutralidad. ¿Se hicieron expresamente para los liberales esas desprestigiadas leyes de neutralidad, o fueron hechas para todos? ¡Conteste!

Pero usted no va a poder contestar, porque, de hacerlo, tendría que convenir conmigo en que la Ley es una farsa; que la Ley es cadena para el pobre y libertad para el rico; que la Ley es una prostituta que se entrega al que tiene dinero y vuelve la espalda al que no lo tiene.

Pero si no bastase con lo asentado, ¿qué otra cosa sino violación pura y simple a las leyes de neutralidad constituye el permiso que ha dado usted a las fuerzas federales para que pasen por territorio norteamericano a guarnecer plazas mexicanas? ¿Y qué nombre puede darse al hecho de que cien o doscientos soldados mexicanos fueron custodiados por soldados norteamericanos desde El Paso, Texas, hasta Mexicali y Tijuana? ¿Y qué nombre podrá darse al hecho, todavía más escandaloso, de que las guarniciones federales de Mexicali y Tijuana están resguardadas por tropas norteamericanas, para que los rebeldes mexicanos no vuelvan a tomar posesión de las plazas?

Y por vuestra parte, mentecatos patrioteros, ¿por qué consentís en que los pobres soldados forzados de la nueva Dictadura, sufran las humillaciones de estar vigilados, para que no se deserten, por soldados de los Estados Unidos? ¿No está probado que México es un feudo de los Estados Unidos? ¿Qué patria aclamáis, ¡desgraciados!, cuando os atrevéis a llamarnos traidores? ¿No está toda ella en poder de los millonarios yanquis y de todas las nacionalidades? ¿Por qué os salís de México, si no por el hecho de que allá se os trata a puntapiés y se os pagan unos cuantos centavos al día por vuestro duro trabajo?

¡Volved a la razón, parias, y uníos al Partido Liberal Mexicano para fundar la verdadera patria de los iguales y de los libres.

Y tú también, Taft, vuelve a la razón. Fíjate en que no estamos solos en esta tremenda lucha contra todo lo que oprime; fíjate en que de todas partes surgen protestas contra tus actos y los de tus servidores; fíjate en que se está elaborando en estos momentos una tempestad de indignaciones y de cóleras contra tus actos arbitrarios. Ya se sabe por todas partes que si nos persigues, es porque te lo ordenan tus amos de Wall Street y los bandidos Madero y De la Barra.

Los obreros conscientes de todo el mundo tienen la vista fija en ti; porque se te considera como el instrumento de los buitres de la Banca y de los Dictadores Madero y De la Barra, para aplastar el movimiento más grandioso que han visto las edades, el movimiento más generoso que han contemplado los siglos, el movimiento por Tierra y Libertad de los esclavos mexicanos.

La trascendencia de nuestro movimiento te espanta. Sabes que este movimiento mexicano es el Mano, thecel, phares de los nuevos Baltasares de la política y de las finanzas; sabes que la chispa revolucionaria de México es el principio del fuego purificador que envolverá de un momento a otro a todos los países del mundo, y tratas ¡insensato! de apagarlo con un soplido, sin advertir que con ello le darás mayor fuerza.

¡Ríndete ante la elocuencia de los hechos! El imperio del Capital se derrumba por todas partes. Ha sonado la hora de la justicia para los desheredados. Si no has oído su vibración intensa, ¡tanto peor para ti!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 1° de julio de 1911).

El Judas Juan Sarabia

La noche anterior a nuestro arresto, Juan Sarabia, el que en una carta abierta me llama hermano querido, dijo a los compañeros Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, refiriéndose a los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano: Puesto que ustedes no convienen con nosotros, yo les haré todo el mal posible.

Cumplió su palabra el Judas: no habían transcurrido doce horas cuando nos vimos asaltados por los polizontes del servicio de los Estados Unidos.

Y bien: ahora somos los réprobos de siempre, los outlaws de costumbre, mientras Juan es poderoso, derrocha dinero, dinero que representa el sufrimiento de la pobre raza mexicana, dinero que representa el sudor de los esclavos del taller, de la mina, de la fábrica, del campo.

¡Maldito dinero ése, arrancado al amparo de la ley por los capitalistas al pueblo productor, para pagar los servicios de un traidor a la causa del proletariado!

Juan Sarabia está escribiendo a los periódicos socialistas para hacerse bombo, y algunos de esos periódicos, de buena o de mala fe, acogen con entusiasmo las cartas de ese traidor, o dan cuenta de entrevistas que con él han tenido.

En los periódicos socialistas Juan Sarabia se exhibe como un Marx, mientras que en los periódicos burgueses, como el empalagoso Diario del Hogar, de la ciudad de México, se presenta como un burgués, y truena contra mí, llamándome anarquista. Doy las gracias al Judas, porque, al llamarme anarquista, me considera como un hombre de voluntad propia, que piensa con su cabeza y que no tiene otra ambición que ver libre a la humanidad de la cadena del Capital y de la Autoridad. Juan Sarabia me desprestigiará ante los imbéciles y los ignorantes llamándome anarquista; pero ante los hombres más inteligentes y mas abnegados de la tierra me hace digno de estima y de simpatía, y esa estimación y simpatía es la que aprecio y no la de los politicastros, de los burgueses y de los cazadores de empleos, como el moderno Judas: Juan Sarabia.

Juan Sarabia fue admirable en la cumbre del martirio cuando agonizaba en Ulúa mordido por la tisis, escupido por los carceleros, azotado por los capataces. ¡Ah, si hubiera muerto entonces, su recuerdo viviría en el corazón de los oprimidos! Ahora está muy abajo, de rodillas ante un bandido: Francisco I. Madero. Un bandido que asesina sin formación de causa a los liberales, un bandido que se embolsó veinte millones de pesos como precio de la paz, un bandido que prometió tierras, y que, como todas las promesas de los que quieren encaramarse sobre los demás, no ha cumplido.

De mártir a esbirro, ¡qué salto atrás tan espantoso! No me explico cómo puede hacer eso un hombre. Sacrificarse, luchar, hacer sufrir a los suyos por las contingencias de la lucha, para caer besando los pies de un tirano, con los mismos labios que ayer vibraron gritando ¡rebeldía!

Juan Sarabia dice que le debe su libertad al Francisco I. Madero. ¡Cierra la inmunda boca, embustero! Tu libertad se la debes a los liberales que fueron los iniciadores del movimiento que hizo caer a Porfirio Díaz. La caída de Díaz estaba escrita desde Acayucan y Jiménez, desde Las Vacas, Palomas, Viesca y Valladolid. Madero ha sido un miserable que pudo aprovecharse de la larga agitación y sacrificios de los liberales.

Juan Sarabia dice que somos muy exagerados, que sólo una vez lo chicotearon en San Juan de Ulúa y no tantas veces como lo hemos dicho. ¿Querías más, miserable? ¿Se te hace poca la afrenta porque solamente una vez la sufriste? Tu cuerpo muestra todavía la señal de la vergüenza que sufriste; pero en tu conciencia no dejó ni rastro. ¡Cuánto has bajado, Juan! No cambio mi miseria, no cambio mi situación de perseguido por la ley; de espiado por el puñal, de estropeado por la calumnia, de aborrecido y maldecido por las mismas pobres gentes que más tarde llorarán mi muerte; no cambio mis tristezas amargas ante la traición de los que creí sinceros, por las satisfacciones que pueda proporcionarte tu nueva vida regalona con el oro de Madero, porque creo que todavía hay algo de conciencia en ti... y al llevar a la boca los delicados manjares tan fácilmente ganados, te acordarás de que hay millones de seres humanos que en estos momentos lloran y se retuercen los brazos de angustia ante el hambre y la desnudez de los suyos, y los manjares te sabrán amargos porque con tu traición has contribuido a prolongar la agonía de los humildes. ¡Maldito seas!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 2 de julio de 1911).

¿Está resuelto el problema del hambre?

Consulten todos su conciencia y contesten a esta sencilla pregunta: ¿Está resuelto el problema del hambre?

Me contestaréis: No; el pavoroso problema está en pie, y agrego yo: Por eso la Revolución está también, en pie.

Señores burgueses: la época de las revoluciones políticas ha terminado. Ignorantes de cuanto sufre lo que despectivamente llamáis clase baja; ignorantes del infierno en que vive lo que con tanto asco llamáis plebe, os arrojasteis a una empresa que ahora os pesa haber fomentado.

Creyendo que el pueblo mexicano de nuestros días es el mismo pueblo mexicano de hace cincuenta años, se os ocurrió valeros de él para derribar a Díaz y con él al círculo de vampiros que se llama Partido Científico para ocupar vosotros el puesto de los científicos, y hacer lo mismo que ellos hicieron: acaparar todos los grandes negocios, comprometer el país con nuevas deudas, entregar las riquezas del país a los millonarios de todas las nacionalidades y someter a los trabajadores por el hierro y por el fuego, a aceptar salarios de hambre; a trabajar como bestias de carga, a sufrir todas las humillaciones, todos los ultrajes, todos los desprecios con que los amos y los capataces premian el sacrificio de los pobres.

Los trabajadores os ayudaron creyendo que vuestro movimiento tendría que beneficiarlos, y ahora que ven que están en peor situación que antes de comenzar la campaña; ahora que se dan cuenta de que la Autoridad pesa tanto como antes; ahora que ven que el Capital los explota de la misma manera que los explotaba bajo la dictadura de Porfirio Díaz; ahora que han tenido la lección práctica de que nada ganan los trabajadores por el solo hecho de que unos malvados sean derribados del Poder para que suban otros malvados que, por el hecho de estar más hambrientos que los anteriores, tienen ansias de llenar pronto la panza a costa de la ruina de todo un pueblo; ahora, en vista de todo eso, lo que despreciativamente llamáis plebe, se agita, despierta, y, sin necesidad de haber tenido organizadores, sin necesidad de haber leído a Marx ni a Kropotkin, sin necesidad de esperar a estar educados, sin necesidad de saber leer y escribir, sin necesidad de los consejos interesados de los falsos amigos de la clase trabajadora que pretenden desviar la lucha de clases con las frases de los cobardes: todavía no es tiempo, se necesita primero la organización, el pueblo mexicano es analfabeto, y otras del mismo calibre; ahora la plebe, la clase baja de México, se levanta imponente y reclama el derecho de sentarse a vuestro lado, señores burgueses, para gozar también del gran banquete de la vida.

Todo el Estado de San Luis Potosí está en guerra industrial, y, por contagio, la guerra industrial está invadiendo los Estados de Zacatecas, Durango, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla, la misma ciudad de México y las poblaciones del Distrito, así como los Estados de Tlaxcala y Coahuila. Yucatán arde en llamas; pero no en las llamas de una revuelta política sino en las llamas purificadoras de la revolución social.

La misma prensa burguesa, aturdida, comienza a renegar de la revuelta política que trajo como consecuencia la revolución económica.

Y todo esto sucede a pesar de que los ignorantes mexicanos no saben de huelga general, ni han estudiado a Marx ni a Kropotkin; esto sucede sin la consabida preparación de que hablan los cobardes y los malvados.

No se puede negar que los centenares de huelgas que hay en estos momentos en casi todo el territorio mexicano son de carácter netamente revolucionario: pues los compañeros en huelga no se conforman con demandar y someterse a las negativas de sus verdugos los burgueses, sino que a la negativa responden con la destrucción de los sembrados, de las casas de las haciendas, con el desplome de las minas, con el arrasamiento de los lugares de explotación y de tiranía capitalista, y se enfrentan, armados de piedras, de picas y de lo que pueden, a los cosacos de Madero, el asesino del proletariado mexicano.

¿Se han necesitado siglos de preparación, de educación, de organización y de otras zarandajas que recomiendan los políticos, para llevar a cabo ese formidable movimiento económico que en estos momentos hace temblar a la burguesía mexicana? No; es el instinto de conservación de la especie el que ha puesto en pie a los desheredados de México, es el hambre la que ha hecho encabritar al león que parecía dormido.

¡Que enrojezcan de vergüenza los rostros de los políticos adormideros que al oír hablar de la revolución social en México, mueven las cabezas abrumadas por el vino y las buenas comidas, y dicen como Debs y como Berger: No hay revolución económica en México, ni habrá, hasta que la clase trabajadora esté organizada y haya sido educada. Dejemos solos a esos liberales, que no son otra cosa que bandidos.

¡Maldición para todos los que en estos momentos solemnes en la historia de la humanidad dejan perecer a los que luchan por la emancipación económica del proletariado! ¡Maldición para los que, titulándose líderes de la clase trabajadora, dejan solos a los que están dando al mundo un ejemplo de hombría que debiera ser recibido con simpatía, cuando no con entusiasta aplauso, por todos los trabajadores conscientes del mundo! ¡Maldición para los que tratan de desvirtuar el movimiento del Partido Liberal Mexicano!

Mexicanos: cualquiera que sea la suerte que corra el Partido Liberal Mexicano, continuad la lucha por vuestra cuenta. Los que no se hayan declarado en huelga todavía, que lo hagan con presteza para aplastar, cuanto antes, al Capital. Pero no os limitéis a destruir las negociaciones. Haced eso cuando veáis que por falta de armas no podéis sostener la expropiación. En todo caso, lo primero que debéis hacer es tomar posesión de la fábrica; del taller, de la mina, del campo y trabajad por vuestra cuenta, repartiéndoos los productos, según las necesidades de cada cual. Mas si no tenéis fuerza para sostener la expropiación, entonces arrasad, aunque se os desplome el cielo sobre vosotros y sobre nosotros.

¡Mueran los ricos! ¡Muera la tiranía! ¡Viva Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 8 de julio de 1911).

La bandera roja no se rinde

Por fin comienza a romperse el silencio. La Prensa norteamericana cerró los labios durante semanas enteras, tratando de ocultar la verdadera situación que prevalece en México. Tal parecía que la tranquilidad reinaba en aquel país, que la Revolución había sido un fiasco, que Madero era el dueño de la situación, y que el pueblo había quedado conforme con la ilusoria conquista del sufragio efectivo.

En vano dábamos a conocer, semana por semana, detalles del grandioso movimiento del Partido Liberal Mexicano. ¡Mentira!, decían los incrédulos y los malvados. No hay movimiento liberal, esto es, económico, en México. La revolución social sólo existe en la calenturienta imaginación de los redactores de Regeneración.

Casi dos meses ha durado el silencio de la prensa burguesa yanqui; pero no pudo, al fin, ocultar lo que sucede en México y ha comenzado a hablar. La dictadura Madero-De la Barra se derrumba. Dentro de algunas semanas ese monstruoso despotismo habrá pasado a la historia, y si Porfirio Díaz logró salir con vida del territorio mexicano, tal vez no tengan la misma suerte sus dos sucesores.

El Partido Liberal Mexicano gana terreno, según propia confesión de la Prensa norteamericana. Guerrillas activísimas, sostenedoras de la bandera roja, operan en los Estados de Durango, Coahuila, Chihuahua, Sonora, Veracruz, Oaxaca, Yucatán, Tamaulipas y en el Territorio de la Baja California, según las últimas noticias de la Prensa burguesa.

¿Qué dirán ahora los líderes socialistas Debs, Berger y otros de la misma calaña, que aseguraban que era imposible que en México hubiera revolución económica? ¿Qué dirán ahora esos pretendidos amigos de la clase trabajadora que nos abandonaron en los momentos más críticos, creyendo que Madero era el hombre de la situación. ¿Qué dirá ahora el pobre Shoaf en su Appeal to Reason? ¿Qué dirán ahora los Perrone y los Galleani y otros miserables que intentaron sorprender a los libertarios de toda la Tierra echando sobre nosotros absurdos cargos como mentirosos y bribones, con el perverso fin de que nuestros hermanos libertarios nos retirasen su valiosa ayuda y pudieran Madero y De la Barra ahogar en sangre el movimiento libertario en México?

Perseguidos los miembros de la Junta en Los Ángeles; faltos de parque y de buenas armas nuestros heroicos compañeros, Regeneración agonizando por falta de dinero, parecía que todo había concluido. Los cobardes se escondieron o nos traicionaron, los calumniadores nos envolvieron en una atmósfera de antipatía y de odio mortal, y así; perseguidos nosotros aquí, perseguidos nuestros hermanos en México, luchando contra los Gobiernos y contra la miseria, los firmes no hemos desmayado, no nos hemos desalentado, no hemos retrocedido ante los peligros, y, constantes y enérgicos, hemos sostenido bien alto nuestra querida bandera, la gloriosa bandera roja de los desheredados, de los plebeyos, de los hambrientos.

La crisis fue terrible; pero nuestro ánimo es siempre el mismo. Sabemos que estamos destinados a guardar un puñal en nuestras carnes o a morir de tisis en cualquier presidio. Aceptamos con gusto nuestro destino, satisfechos de haber hecho algo en favor de los esclavos.

No luchamos por los ricos, sino por los pobres, y, naturalmente, los ricos han declarado guerra a muerte al Partido Liberal Mexicano; pero toda persecución es inútil. Al ordenar Madero a las autoridades de Washington que se nos arrestase, no hizo otra cosa que ahondar un poco más el sepulcro donde quedarán sepultadas sus ambiciones.

Compañeros trabajadores: no hay que desmayar. Cualquiera que sea la suerte que nos toque a los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, vosotros debéis continuar luchando. No hay que pensar en jefaturas. Los ideales purísimos que sostenemos están reñidos con imposiciones de toda clase. No nos consideréis como jefes, sino como hermanos. Que cada uno de vosotros sea el jefe de sí mismo, es lo que ardientemente deseamos. Los libertarios no estamos acostumbrados a tener líderes.

Tened bien presente que estáis luchando por conquistar el derecho de vivir, que tiene toda criatura humana. No estáis luchando por encumbrar a nadie al Poder, porque sería tanto como sacrificarse por tener un nuevo verdugo. La lucha se ha aclarado. Los campos están ahora perfectamente bien deslindados. En las filas del Partido Liberal Mexicano no hay ya ningún político. Los políticos desaparecieron tan pronto como comprendieron que los liberales no luchamos por elevar al Poder a ningún hombre, sino que nuestros esfuerzos todos se encaminan a arrebatar de las manos de los capitalistas la tierra y la maquinaria de producción para el provecho de todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres.

Conque, ¡a luchar, compañeros! De cualquier manera podéis prestar vuestros servicios a la causa de los trabajadores, ya tomando un fusil para lanzaros a la lucha armada, o bien enviando vuestro óbolo a esta oficina o propagando por todas partes las tendencias verdaderamente emancipadoras del Partido Liberal Mexicano.

No hay que desmayar. El triunfo tiene que ser para los pobres.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 22 de julio de 1911).

Hacia el comunismo

Nuestra conducta, siempre digna, nos permite dirigir la palabra a todos aquellos que han asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó la revolución triunfante.

Estas palabras son de Juan Sarabia y las tomó de un artículo escrito por él en El Diario del Hogar, de la ciudad de México, bajo este titulo: Democracia, no Anarquía.

Es largo el artículo, pero poco dice. Se reduce a manifestar que el pueblo mexicano es ignorante y que, por lo mismo, no entiende nuestros principios, y se tira por todo lo alto con estas palabras: ¿Qué conciencia puede tener la inmensa mayoría de un pueblo que ha vivido treinta y cinco años en la opresión y en la ignorancia, de esas altas filosofías, de esas revolucionarias doctrinas sociológicas que ni cerebros preparados y cultos pueden digerir fácilmente?

La mayor parte del artículo se concreta a invitarnos a que digamos a nuestros hermanos libertarios que depongan las armas y se retiren a sus hogares.

Los liberales no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó la revolución que Juan llama triunfante. Nosotros no creemos que Madero es la revolución. Tampoco creemos que los proletarios que militaron bajo las órdenes de Madero hayan empuñado el fusil con el único deseo de ganar Sufragio efectivo y no reelección. En tal cerebro de esos proletarios alentaba la idea de cambiar de condición. Las gentes sencillas creyeron que se trataba de acabar con la miseria, que se trataba de hacer algo en favor de los humildes. Madero mismo comprendió cuál era el espíritu de la Revolución y, para atraerse a nuestros hermanos proletarios, les decía, por medio de sus agentes, que nosotros estábamos de acuerdo con él, y hacía promesas de dar tierras y de dignificar al trabajador.

Nosotros no nos unimos a Madero; pero desde que se inició la insurrección, mejor dicho, desde el primer número de Regeneración, en septiembre del año pasado, advertimos a los trabajadores que lucharan por el exclusivo beneficio de su clase y que desconfiasen de los movimientos encabezados por las clases ilustradas y ricas, que prometen mucho a los pobres para ser ayudados por éstos, olvidándose de las promesas cuando ven cumplidas sus ambiciones.

Ahora se están convenciendo los trabajadores de que fueron víctimas del engaño, pues el Gobierno no puede ponerlos en posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, y es por eso por lo que el movimiento esencialmente económico del Partido Liberal Mexicano está siendo día a día reforzado por cientos de soldados maderistas que, con armas y bagajes, se lanzan a luchar bajo la bandera roja del proletariado, sostenida por los liberales que luchan por Tierra y Libertad.

La Prensa capitalista anuncia con pavor que los maderistas, que se están resistiendo a ser desarmados, se resisten, porque los agentes de Madero les dijeron que luchaban por lo mismo que continúa luchando el Partido Liberal Mexicano. La misma Prensa capitalista anuncia, casi a diario, que los soldados maderistas se están pasando a las filas liberales. La misma Prensa capitalista, espantada, está acusando a Madero por haber hecho promesas, entre ellas la de la tierra, que no puede cumplir. La misma Prensa capitalista da noticias diarias de la huelga general casi toda de carácter revolucionario. La toma de posesión de la tierra por los habitantes del Estado de Morelos, por los peones de campo del Estado de Yucatán, por los compañeros yaquis del Estado de Sonora, por los indios de las márgenes del lago de Chapala, por los habitantes de playa Vicente, en Veracruz, etc., etc. La misma Prensa capitalista da cuenta del movimiento del Partido Liberal Mexicano en casi todos los Estados de la República, movimiento puramente económico.

Ve, pues, Juan Sarabia, que nosotros no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó y anima actualmente la Revolución. Naturalmente los políticos de las clases directoras quisieron detener el movimiento revolucionario con la caída de Díaz para sentar a Madero en el Sillón Presidencial; pero los libertarios no nos conformamos con eso y queremos que la lucha llegue a su fin, el fin que espanta a los convenencieros, a los cobardes, a los que no se sienten con fuerzas para acometer una empresa titánica, pero salvadora: la toma de posesión de la tierra, de la maquinaria de producción y de los medios de transportación para el uso y disfrute de todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres. Este fue el espíritu de la Revolución y sigue siéndolo, por supuesto, radicalizándose cada vez más, como que cada día despiertan nuevas conciencias y el movimiento toma mejor orientación.

Ya ve Juan Sarabia que no se necesita un pueblo de sabios ni de filósofos para que haya revolución económica. Se necesita solamente un pueblo de valientes, y valientes se están mostrando los mexicanos en su tarea de aplastar el privilegio que tienen los ricos de aprovecharse del trabajo humano, y el privilegio que se arrogan los gobernantes de declararse amos de los pueblos.

El pueblo mexicano es ignorante en su mayoría; pero es inteligente y comprende que su salvación no está en elegir un nuevo gobernante, sino en tomar posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo, del barco, del ferrocarril, de todo, en fin, para que ya no haya hambre, para que todos seamos iguales y hermanos.

Compañeros trabajadores: continuad ingresando al Partido Liberal Mexicano. No esperéis nada bueno de los Gobiernos. Haceos justicia desconociendo el derecho de propiedad individual. Que todo sea para todos. No esperéis a que esté hecha la paz para que un gobierno misericordioso ponga en vuestras manos todo lo que existe. Tomad inmediata posesión de todo.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 29 de julio de 1911).

Promesas, promesas, promesas

Compañeros de miseria, leed esto; pero leedlo con cuidado, atentamente, para que no quede ninguna duda en vuestro cerebro.

Nuestros verdugos, los capitalistas y los gobernantes, están empeñadísimos en hacer la paz. De la Barra, en una junta de directores de periódicos de la ciudad de México, dijo: Lo más urgente que necesita el Gobierno para garantizar las vidas y las propiedades de los habitantes de la República, es fuerza armada.

Ya lo oís, trabajadores desheredados; ya lo oís: se necesita fuerza armada para proteger a los ricos, y el dinero para sostener esa fuerza armada sale de vuestro sudor; de manera que tenéis que deslomaros trabajando para enriquecer a los patrones, y tenéis que deslomaros para pagar soldados, y gendarmes y rurales que cuiden las riquezas que os han robado los ricos. ¿Queréis mayor infamia?

Pero seguid escuchando a De la Barra. Dentro de la paz tendrán campo amplísimo para la lucha legal todos los partidos. La agitación no tiene razón de ser porque todas las promesas de la Revolución habrán de cumplirse.

¡Promesas, promesas, promesas! Los pobres ya no creemos en promesas.

Vuelve a decir De la Barra: Estoy firmemente resuelto, y desplegaré toda la energía necesaria para que en los comicios sea un hecho la efectividad del sufragio.

¡Efectividad del sufragio, cuando desde hoy se están imponiendo las candidaturas!

Y sigue diciendo De la Barra: De esta manera el pueblo podrá resolver en las urnas electorales, conforme a su voluntad, los problemas que le interesan. Allí tiene la clave de su porvenir; no necesita, pues, recurrir a la violencia.

De manera que con el solo hecho de firmar boletas electorales quedarán en poder de los trabajadores la tierra y la maquinaria de producción. Eso ya no cuaja en estos tiempos, señores de levita. Los trabajadores saben que con la boleta electoral encumbrarán a ambiciosos. Los trabajadores saben que sólo por medio de la fuerza podrán obtener su bienestar y su libertad. La boleta electoral no tiene fuerza expropiatriz, mientras que, armados los trabajadores, pueden tomar posesión de todo cuanto existe, con una sola condición: que no respeten de hoy en adelante el derecho de propiedad. Ese ignominioso respeto es lo que los hace esclavos del Capital.

Refiriéndose a los trabajadores, dice De la Barra que se está preocupando por ellos, y que aprovechará los estudios que hizo en la Argentina, para mejorar la condición de la clase trabajadora. ¡Alerta, compañeros! El Gobierno de la Argentina es el más encarnizado enemigo de la clase trabajadora. El Gobierno de aquel desdichado país ha declarado guerra a muerte a los más inteligentes y más abnegados luchadores del proletariado. Ha fusilado a los obreros sin formación de causa, ha desterrado a multitud de trabajadores confinándolos en la Tierra del Fuego, donde mueren por centenares, y en suma, ha desplegado tal lujo de persecución contra los trabajadores, que ningún trabajador está seguro de amanecer en su lecho. ¡Esto es lo que quieren Madero y De la Barra para México; pero sólo lo conseguirán cuando haya desaparecido el último liberal!

Dice El País:

En suma, el Gobierno está resuelto a cumplir todas las promesas de la Revolución, dentro del tiempo indispensable para ello. No hay, pues, motivo alguno que justifique la agitación.

Nuestro director manifestó al señor Presidente que hay un motivo profundo de inquietud en la inmensa población rural: la cuestión agraria. Innumerables pueblos se quejan de haber sido despojados de sus terrenos. Afirman que los propietarios colindantes y los caciques los han dejado sin más tierra que la que ocupan los cascos de las poblaciones, y que vanas fueron sus reclamaciones en la época de la Dictadura. Como toda esa multitud de pueblos ha prestado gran contingente de hombres a la Revolución, con esperanza de reivindicaciones, conveniente y muy necesario es para la pacificación que el Gobierno se ocupe de ese asunto.

El señor Presidente contestó: que ya ha dictado providencias en ese sentido. Desde luego ha nombrado una comisión de abogados competentes para que estudien los fundamentos de las reclamaciones que se han presentado al nuevo Gobierno.

Como éste se halla animado de las intenciones más rectas, los pueblos pueden estar seguros de que se les hará justicia a cuantos la tengan en sus querellas. De modo que tampoco por ese lado hay motivo para la agitación.

¡Promesas, promesas, promesas!

¿Qué providencias ha dictado la dictadura Madero-De la Barra para poner al pueblo en posesión de la tierra? Las providencias que se han dictado han sido el envío de fuertes brigadas militares a distintas regiones del país con el fin de ametrallar a los habitantes que han tomado posesión de la tierra. En cuanto a la comisión de abogados competentes para que estudien las reclamaciones, desde luego que el asunto está en manos de abogados, esto es, de pícaros, no esperen los pueblos volver a tener las tierras que antes trabajaban en común.

No nos conformemos con promesas, hermanos desheredados. De las clases altas no debemos esperar sino burla y esclavitud. Nosotros mismos, los pobres, los hambrientos, tenemos que resolver nuestro problema, ¡A tomar inmediatamente posesión de todo cuanto existe para el uso y disfrute de todos! Sólo los que trabajan tienen derecho a comer.

La agitación debe continuar más intensa cada vez, más formidable. Los pobres no debemos confiar en promesas. Por nuestra propia mano debemos hacernos justicia, sin pensar en las consecuencias, sin cobardías, sin vacilaciones.

¿A qué esperar a que el Gobierno nos dé, cuando en nuestra posibilidad está el tomar? ¿Qué Gobierno del mundo ha dado la tierra a los proletarios? ¿Qué Gobierno ha puesto al pueblo productor en posesión de la maquinaria? ¡Ninguno! ¿Y sabéis por qué? Porque los Gobiernos no pueden desconocer el derecho de propiedad que, como dice De la Barra, debe ser garantizado con fuerza armada.

La salvación de los pueblos todos de la tierra está en esto: negar a los capitalistas el privilegio de apropiarse de una parte de lo que produce el trabajador, quien debe obtener el producto íntegro de su trabajo. Esto no podrá decretarlo ninguna ley, porque las leyes no son hechas por los trabajadores, sino por los hombres ilustrados y los ricos que son, naturalmente, enemigos de los trabajadores.

¡A levantarse todos en armas!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 29 de julio de 1911).

Los plebeyos debemos arreglar las cosas

¡Romperé la Constitución y el Plan de San Luis!...

Éstas fueron las airadas palabras que salieron de los labios del apóstol de la Democracia Don Francisco I. Madero, cuando una comisión de potosinos se acercó a él pidiéndole que no apoyara la candidatura del Doctor Cepeda para Gobernador del Estado de San Luis Potosí.

Asegura la comisión potosina que conforme a la Constitución no puede ser Gobernador el Doctor Cepeda, porque no nació en el Estado, ni ha vivido en él por un espacio de tiempo de cinco años. Por otra parte, alega la comisión potosina que el Plan de San Luis Potosí ofrecía el sufragio efectivo y que, por lo tanto, Madero no debe imponer candidaturas. Cuando oyó esto el tiranuelo dijo rojo de rabia: Cepeda debe ser el Gobernador, y para conseguirlo, romperé la Constitución y el Plan de San Luis.

Maderistas de buena fe: mucho os he hablado sobre la inocencia de los pueblos que creen en las promesas de los que ambicionan encaramarse sobre sus hermanos. Madero fue ayer el defensor de la Democracia. ¿Qué es ahora que ya consiguió encaramarse sobre los hombros del pueblo? ¡Un tirano!

La ley, lo repito una vez más, es el trapo del suelo de los gobernantes. No luchemos por encaramar a nadie sobre nuestros hombros. Luchemos por conquistar algo efectivo: la tierra y la maquinaria de producción.

Maderistas: imitad el noble ejemplo de muchos de vuestros hermanos que han desertado de las filas del maderismo, para unirse a los liberales que luchan con entusiasmo por obtener la libertad económica al grito sublime de ¡Tierra y Libertad!

No esperéis a que un gobierno ponga en vuestras manos la tierra, el taller, la fábrica, la mina, el barco, el ferrocarril, todo lo que es necesario para la producción y distribución de la riqueza. Eso debemos tomarlo con las armas en la mano desconociendo el derecho que los capitalistas se otorgan a sí mismos de retener en sus manos lo que las manos de los trabajadores han hecho. Neguemos resueltamente ese derecho que es inicuo; que no se derrame más sangre para encumbrar ambiciosos. Que se derrame, sí, toda la que sea necesaria, para que no haya miseria, para que todos tengan qué comer, para que ya no haya hombres que tengan a su servicio a otros hombres, para que todos seamos iguales, hermanos libres y tan felices como humanamente se pueda serlo.

Todo eso se conseguirá si nos apartamos todos de la política y luchamos resueltamente por arrebatar de las manos de los ricos todo lo que detentan para que sea de todos.

Arriba, pues, soldados maderistas. Enarbolad la Bandera Roja poniendo en ella esta inscripción en letras blancas: Tierra y Libertad. Volved las bocas de vuestros fusiles contra Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda gobernar, y por dondequiera que vayáis, aconsejad a los peones que trabajen las haciendas por su cuenta; a los mineros decid que extraigan los metales y el carbón también por su cuenta; a los obreros de las fábricas invitadlos a que hagan lo mismo, y así sucesivamente. Aconsejad que se formen grandes almacenes con lo que produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan contribuido a la producción, tengan derecho de tomar todo lo que necesiten.

Hombres de buena voluntad pueden levantar estadísticas de todo lo que existe en los almacenes de la burguesía para que las comunidades sepan con qué elementos se cuenta para la subsistencia de las mismas mientras se ara la tierra, se siembra el grano y se recoge la primera cosecha; mientras en las fábricas, en las fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la producción de todo lo que sea necesario. Hágase libre uso de los ferrocarriles, barcos y otros medios de transportación y distribución de los efectos elaborados, de los granos cosechados, de todo lo que necesiten otras comunidades productoras, las que harán otro tanto con lo que necesiten las primeras, estableciéndose así un intercambio de productos de las comunidades.

Todo eso es sencillísimo, para llegar a ello no se necesita la intervención del polizonte ni del gobierno. Se necesita: buena voluntad. Dejémonos los pobres de confiar en que los hombres inteligentes piensen por nosotros: pensemos con nuestra cabeza. Dejémonos de rompernos las crismas unos con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel individuo. Lo primero es comer, trabajar menos, habitar casas sanas que, después, habrá tiempo bastante para educarnos.

Pero todo eso hay que obtenerlo por medio de la fuerza. No hay que esperar nada de ningún gobierno, porque éstos no son otra cosa que los guardianes de la clase capitalista.

Ya es tiempo de que la plebe arregle las cosas. Ya es tiempo de que los pobres, los eternos humillados, los eternos esclavos, nos resolvamos a hacer algo digno de la cultura del siglo. ¡Abajo los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el Hambre!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 29 de julio de 1911).

Magonistas

La prensa enemiga, que desgraciadamente es la de mayor circulación, ha tratado siempre de desprestigiar el movimiento esencialmente económico del Partido Liberal Mexicano.

Así, la vemos inventando mentiras, mentiras dichas de un modo inteligente, para envolver al Partido Liberal Mexicano en una atmósfera de odio y de desprecio. Con una insistencia que solamente se explica por el afán de desprestigiarnos, la prensa enemiga, tanto mexicana como extranjera, ha estado repitiendo que la intención del Partido Liberal Mexicano es apoderarse de la Baja California y entregarla inmediatamente a los Estados Unidos. Protestamos contra tan infame calumnia, y la prensa enemiga sigue en su tarea. Explicamos que el movimiento nuestro es un movimiento que no está confinado a la Baja California, sino que es un movimiento que tiene representación en casi todos los Estados de lo que se llama República Mexicana, y sin embargo la tarea de hacer creer que el movimiento revolucionario del Partido Liberal Mexicano se reduce a la Baja California continúa.

Ahora, cuando los maderistas ya están en paz y, por lo mismo, puede comprobarse que los que quedan luchando no son maderistas, la prensa enemiga se ha visto forzada a decir que los que continúan sobre las armas son liberales; pero no hacen uso de la palabra liberales, sino que, para ocultar el carácter esencialmente de principios de esta hermosa lucha, llaman magonistas a nuestros compañeros, pretendiendo con ello hacer creer que se trata de un movimiento político personalista como cualquiera otro, el de Madero, por ejemplo.

Es bueno que los compañeros estén en guardia sobre este asunto. Los liberales no somos personalistas, y los compañeros que están sobre las armas, no luchan por elevarme a la Presidencia de la República, porque están cansados de hacer ídolos, porque están aburridos de dar su sangre por elevar verdugos al poder, porque luchan por principios sanos y altos que nuestros enemigos no entienden o aparentan no entender.

Y cuando nos llaman magonistas a los liberales, nos llaman bandidos. De cualquier modo tratan de desprestigiarnos nuestros enemigos.

Conste, pues, que los liberales no son las borregadas que siguen a ídolos, sino hombres emancipados que luchan por el principio de la libertad económica de la clase trabajadora.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 29 de julio de 1911).

A los huelguistas y a los trabajadores en general

Compañeros:

Las circunstancias especiales en que se encuentra el país son excepcionalmente propicias para que la clase trabajadora se aproveche de ellas y conquiste, de una vez para siempre, su libertad económica.

El Capital y la Autoridad se desquician en la vasta extensión del territorio nacional a los golpes reivindicadores del Partido Liberal Mexicano. Los negocios se suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran sus puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de agricultura; el tráfico ferrocarrilero denuncia una baja considerable en las transportaciones; el pánico producido por la actividad de los liberales que luchan por Tierra y Libertad, determina la exportación de millones de cabezas de ganado de todas clases, de las haciendas de Madero, Treviño, Terrazas y otros bandoleros; la desobediencia plausible de los soldados maderistas que no rinden las armas; la división de la clase capitalista en un sinnúmero de banderías; la ruptura de las relaciones amigables entre Madero y De la Barra; el reyismo preparándose para el cuartelazo; la clerigalla asomando la cabeza y enarbolando audazmente la bandera negra del retroceso; el caciquismo flagelando a los pueblos con la rabia del que se siente perdido y orillando a tomar resoluciones extremas; los científicos, afilando el puñal que ha de atravesar el corazón de Reyes y dando al cadáver de Madero un puntapié para hacerlo llegar más pronto al fondo del sepulcro que con sus ambiciones bastardas ahondó él mismo; los rescoldos del odio entre maderistas y federales avivados por el soplo oportunísimo de las ambiciones de los jefes de ambos bandos; el ansia de poderío y de grandeza de los politicastros de todos los matices soliviantando las pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la boleta electoral; las Legislaturas y las asambleas municipales disueltas por la fuerza, cuando no se prestan a servir a un cacique que les ofrece menos que el cacique que regentea esos rebaños de representantes del pueblo; los combates frecuentes entre maderistas por cuestiones de supremacías; la huelga general desconcertando por igual a amos y tiranos; el ejército de los sin trabajo desfilando por las calles y las plazas de las ciudades; las multitudes hambrientas y enflaquecidas comenzando a lanzar miradas de odio hacia los palacios de la espantada burguesía; la toma por medio del saqueo de las existencias de las tiendas y de las fábricas por mujeres, niños y ancianos; los peones vengando seculares agravios con el incendio de los sembradíos y la muerte de los amos; todo esto es el caos, la ebullición formidable de todas las tendencias buenas y malas, de todas las ambiciones, de todos los apetitos. El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande y lo pequeño, todo contribuyendo a avivar el fuego que tendrá como consecuencia o la total desaparición de una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa regeneración si, sin cobardías, continúa la lucha hasta su fin: la emancipación económica, política y social del pueblo mexicano.

Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes de la historia de las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección, millones de ojos inteligentes os contemplan a través de los océanos desde otros continentes, desde otras tierras, con la emoción del que espera una resolución definitiva de vida y de muerte, porque, sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro triunfo será la aurora de un nuevo día para todos los oprimidos de la Tierra, así como vuestra derrota determinará el remache de las cadenas de todos los trabajadores del mundo.

Cientos de huelgas se registran en estos momentos en todo el país de carácter más o menos revolucionario. Hasta hoy, las mejores huelgas han sido las de los peones de campo del Estado de Yucatán, porque los compañeros trabajadores no han asumido esa actitud inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en espera de mejores salarios y reducción de horas de trabajo, Los peones de las haciendas yucatecas han tomado posesión de muchas de ellas y las están trabajando por su cuenta, desconociendo resueltamente eI derecho de los ricos de tener a salario a los trabajadores. Otros actos notables de reivindicación de los derechos de los productores han sido la toma de posesión de la tierra por los habitantes del Estado de Morelos; para trabajarla sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de propiedad; la toma de posesión de la tierra por los camaradas yaquis y la heroica lucha de éstos contra las fuerzas de Madero que pretenden desalojarlos de sus tierras; la toma de posesión de la tierra por los revolucionarios de algunos pueblos de la costa de Sotavento en Veracruz; la toma de posesión de la tierra por algunas comunidades indígenas del Estado de Jalisco. En otros Estados se está haciendo lo mismo por poblaciones dignísimas que han perdido la fe en los Gobiernos y que se hacen justicia por sus propias manos.

Las huelgas de carácter revolucionario se han concretado a volar fábricas con dinamita, a arrasar plantíos, a desplomar minas; pero hay que reflexionar sobre esto. Si se destruye la maquinaria poco se ganará. Hay que tomar resueltamente posesión de las fábricas, de los talleres, de las minas, de las fundiciones, etc. En lugar de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio común, compañeros, hermanos trabajadores, seguid trabajando; pero con una condición: de no trabajar para los patrones, sino para vosotros y vuestras familias.

Dejad en pie la fábrica, no desploméis la mina, no arraséis los sembrados y aprovechaos de todo. Mientras vuestros hermanos liberales se baten con los sicarios del Capital y la Autoridad, continuad vuestros trabajos y armaos, también, para defender lo que ya es vuestro. No penséis en que los ricos tienen derecho a explotaros. Ese derecho es criminal, porque todo lo que tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es un bien natural, común a todos, como la tierra, los bosques, los ríos. Trabajad para que nada os falte durante esta tremenda lucha contra todas las opresiones. Los trabajadores del campo surtirán de víveres y de materia prima a los trabajadores de las fábricas y de los talleres, y, recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y de los talleres surtirán a sus hermanos del campo de herramientas, vestidos, etc. Lo mismo harán los trabajadores de las minas, de las fundiciones, de las construcciones de casas, quedando establecido un intercambio de productos, para cuya distribución hay que usar libremente los ferrocarriles y todos los medios de transportación de materia prima o elaborada.

Compañeros: la ocasión es propicia para que los trabajadores conquisten su libertad económica. La Autoridad es en estos momentos una pluma a merced de todos los vientos. El Capital es un trono minado hasta sus cimientos. No se necesita otra cosa para triunfar que desconocer el derecho de propiedad individual y dar el golpe de gracia a la Autoridad.

¡Manos a la obra, camaradas! A tomar posesión inmediata de todo cuanto la Naturaleza nos brinda y la mano y el cerebro del hombre han creado.

La huelga no es redentora. La huelga es una vieja arma que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y la demanda. La huelga no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad, considera que el patrón tiene derecho a quedarse con parte del producto del trabajo humano. Se gana una huelga; pero el precio de los productos aumenta y la ganancia para el trabajador es perfectamente ilusoria. Lo que antes de la huelga valía, por ejemplo, un centavo, después de que ha sido ganada la huelga valdrá dos, con lo que el Capital nada pierde y sí pierde el trabajador.

La abolición de la miseria se obtendrá cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el derecho de propiedad.

Mexicanos: éste es el momento oportuno. Tomad posesión de todo cuanto existe. No paguéis contribuciones al Gobierno; no paguéis la renta de las casas que ocupáis; tomad las haciendas para trabajar la tierra en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que tienen los burgueses; quedaos con fábricas, talleres, minas, etc. Así acabaréis con la miseria, así os dignificaréis ante los ojos inteligentes que en estos momentos solemnes dirigen sus miradas hacia México.

No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser vistos con desprecio por los señores barrigones que os explotan. Escupid al rostro de los que os dicen que todo se puede conseguir por medios pacíficos. Escupid al rostro de los que os prometen redimiros para cuando estén en el Poder. A ésos, ¡ahorcadlos!

Conque, camaradas, ¡a la expropiación!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 5 de agosto de 1911).

Independencia obrera

Éste es el título de un nuevo colega obrero, órgano de la asociación Solidaridad Obrera, de Río Blanco, Estado de Veracruz.

Enviamos nuestro saludo al nuevo colega y deseamos que tenga éxito en sus trabajos de propaganda anticapitalista. Pero desearíamos ver al estimado colega menos amigo del ahorro, menos amigo de la Autoridad y un poco más batallador contra el Capital.

El ahorro, practicado por la clase trabajadora, es benéfico solamente al Capital. Si los ahorros son depositados en los Bancos, esas monedas servirán para hacer más fuerte a la burguesía, porque usará de ellas para sostener la explotación. Si los ahorros se invierten en fomentar empresas comerciales, repartiéndose las utilidades entre los asociados, se robustecerá en el cerebro de los productores el hábito de la explotación y acabarán por convertirse en burgueses, si por un verdadero milagro lograran triunfar en la tremenda competencia que la burguesía haría, competencia que difícilmente podrían resistir los trabajadores con sus modestos recursos, sin contar con la superioridad intelectual de los burgueses, prácticos en toda suerte de combinaciones financieras.

Por otra parte, el ahorro libra al Capital del temor de la acción enérgica de la clase trabajadora para destronarlo, pues su hábito acaba por debilitar y aún matar en la mente de los desheredados la idea de que es injusta la explotación y se resignan con sacrificar su salud y la de sus familias, amarrándose la tripa, dejando de comprar abrigos y vestidos, habitando miserables covachas por ahorrar unos cuantos centavos a la semana, pues los salarios son mezquinísimos.

Además, el trabajador no tiene trabajo constantemente, y durante el tiempo que no tiene trabajo debe echar mano del ahorro para no perecer de hambre. Igualmente tiene que echar mano del ahorro cuando se enferma algún miembro de su familia.

No, compañeros: el ahorro no es salvador. La burguesía lo aconseja para desviar a los trabajadores del camino recto que deben seguir para conquistar la libertad económica. Ese camino recto es el de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, así como de los medios de transportación para el libre uso de todo ello por los productores, hombres y mujeres.

La Autoridad, desde luego, es el primer obstáculo con que los trabajadores tropiezan para conquistar su libertad económica, porque la Autoridad no es otra cosa que el guardián de los intereses de la clase capitalista, y siendo eso así, como lo es en efecto, la Autoridad tiene que ser forzosamente enemiga de la clase trabajadora, cuyos intereses son diametralmente opuestos a los intereses de la clase capitalista.

Esperar, pues, protección por parte de la Autoridad, es esperar un imposible. La Autoridad tiene que sostener la Ley, y la Ley, como está hecha por individuos que no pertenecen a la clase trabajadora, tiene que ser una ley defensora del capital y en contra del proletariado. No hay que hacerse ilusiones sobre que el proletariado pudiera nombrar una Autoridad a su gusto. Es la burguesía que dirige las contiendas electorales y los candidatos son escogidos por la burguesía. Al proletariado no le toca otra cosa que firmar las boletas electorales, bajo las instrucciones de la burguesía para elevar a sus verdugos. Pero aun cuando se diera el caso de que fuera un proletario el que llegase a ser Presidente de la República y que proletarios fuesen los individuos que ocupasen los bancos del Congreso, cosa que es absolutamente imposible que se efectúe, los millones de la burguesía, los halagos de las damas empingorotadas, la influencia perniciosa del poder en todo corazón humano, porque ningún hombre que esté arriba se considera igual a sus hermanos de abajo; el ambiente malsano que se respira en los altos círculos acaba por corromper a los mejores hombres y por hacerlos tan tiránicos y tan malvados como cualquier mandón.

De la Autoridad no debemos esperar los desheredados más que el flagelo y el escupitajo. La burguesía nos adula cuando necesita nuestros votos para encumbrar a determinado sinvergüenza, o cuando tiene necesidad de nuestra sangre para poner en el Poder a un bandido en lugar de otro.

Veo en el número 3 del apreciable colega un párrafo qué dice: Ya es tiempo de que el Capital y el Trabajo caminen de acuerdo para dividir sus ganancias. No, compañeros: eso es tanto como reconocer al Capital el derecho de tomar parte de lo que el trabajador produce. Debemos desconocer por completo ese derecho, porque el Capital es trabajo acumulado, y ese trabajo ha sido desempeñado por los trabajadores, por lo que son éstos los únicos que tienen derecho para aprovecharse de la producción. Los capitalistas son verdaderos ladrones, a quienes hay que arrebatar por la fuerza, porque no hay otro medio, todo lo que detentan.

Nada de dividir las ganancias con los capitalistas, nada de estar de acuerdo con ellos. Los proletarios debemos saber que entre las dos clases, la de los capitalistas y la de los desheredados, debe existir una guerra a muerte hasta que los trabajadores sean los dueños de todo cuanto existe. Entonces la humanidad se compondrá de una sola clase: la de los productores; y la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad serán un hecho en la Tierra.

Vuestro hermano.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 12 de agosto de 1911).

Degeneración

No puedo encontrar otro término para titular al nuevo periódico Regeneración que acaba de aparecer en la ciudad de México, redactado por señores burgueses que ostentan ruidosos títulos: historiógrafos, ingenieros, abogados, doctores, coroneles, pasantes de derecho y no sé qué más. Apenas cayó el periódico en mis manos, comencé a leerlo con avidez. Algo bueno, me dije, debe traer este periódico. ¡Lo escriben tantos letrados! Y leí ¡Sobre la Brecha!, un articulito sin color, sin sabor y sin olor con las pretensiones de Programa de la publicación. Dice en parte el articulejo: no podemos dejar de señalar los anhelos no cumplidos, para que se satisfagan, ni debemos dejar de apuntar los peligros, para que se salven, y los escollos, para que se eviten; pero dejando de precisar qué anhelos son esos que han quedado sin satisfacción, qué peligros y qué escollos son esos que es necesario salvar y evitar.

Un periódico honrado debe hablar con franqueza; pero no lo hace el periódico ése porque sus gastos están costeados por el señor subsecretario de Justicia, Lic. Jesús Flores Magón, según él mismo lo afirma en otro articulejo titulado: Regeneración. En ese articulejo se da a entender que Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal, junto con mi hermano Jesús, fueron los fundadores del periódico allá por los años de 1900, que sufrieron persecuciones terribles por escribir Regeneración, cuando lo cierto es que el Lic. Antonio Horcasitas, mi hermano Jesús y yo, fuimos los fundadores de Regeneración, y mi hermano Jesús y yo los que sufrimos las persecuciones; pero hay que prestigiar a los traidores, hay que elevar ante el concepto público a los tránsfugas, hay que atenuar con nimbos de martirios gloriosos las manchas de sangre que lleva en las manos el asesino de José Flores: Antonio I. Villarreal, el pederasta de Lampazos, digno director de un periódico de castrados.

El lema del periodiquín es: Independencia, lealtad y firmeza. ¡Qué ironía! ¡Alardear de independencia, cuando uno de los redactores es Subsecretario de Justicia, cuando otro de los redactores, el Lic. Antonio Díaz Soto y Gama declara en el Diario del Hogar la adhesión de todos ellos a Francisco I. Madero, uno de los dictadores de México! ¡Lealtad! ¿Qué lealtad es ésa de que hacen alarde los señores redactores de Regeneración Burguesa, cuando el Sr. Iglesias Calderón, enemigo político del Chato Madero, acepta su candidatura para vice-presidente de la República en la fórmula Madero-Iglesias Calderón ofrecida por Camilo Arriaga y Juan Sarabia? Mi hermano Jesús y el Judas Juan, cuando estuvieron en esta ciudad a tratar de inducirnos a hacer traición a la causa de los hambrientos que con orgullo defendemos, después de haberse convencido de nuestra firmeza, o terquedad, como ellos dicen, en una conversación que siguió a la conferencia que con nosotros tuvieron, manifestaron desagrado por Iglesias Calderón y nos dijeron que no iban a trabajar con él en sus politiquerías, y ahora parece Fernando Iglesias Calderón como Presidente de una Junta de un partidito en que figura mi hermano Jesús como tercer Presidente, Juan Sarabia como segundo Secretario, sin contar con que todos ellos forman parte de la redacción del periodiquito. ¡Firmeza! La de las veletas: Juan Sarabia, así como el pederasta Antonio I. Villarreal, aunque a regañadientes, aceptaron el Programa de 1º de julio de 1906, protestaron implantarlo por medio de la fuerza, asegurándonos Villarreal cuando estuvimos presos en la Penitenciaría de Florence, Arizona, que sólo por la fuerza podrían ser arrancadas de las manos de los burgueses las riquezas que detentan... para salir ahora, en un articulejo titulado Huelgas y Organización, del mismo periodiquito, con que los trabajadores deben ser prudentes, que se fijen en que los pobrecitos señores ricos tienen repletos sus almacenes de efectos que no han podido vender, y eso de declararse en huelga en tales circunstancias, es perjudicar a las bondadosas empresas que se sacrifican por el bienestar de los desheredados, y, palabras textuales, las huelgas resultan atentatorias contra el bienestar nacional... primero hagamos la paz... que estimule el desarrollo de las riquezas nacionales... y luego, en pleno florecimiento, que apelen los obreros a la huelga; pero no así como quiera, sino después de un largo periodo de educación y de organización, durante el cual llenarán la panza los parásitos Villarreal, Sarabia y —no hay que reírse que el asunto es serio—, la ballena de Paulino Martínez, aquél que se robó los trebejos religiosos de una iglesilla de Tlalnepantla y por lo cual anduvo prófugo veinte años, pues los tres zánganos tratan de organizar a los trabajadores... que no los conocen.

Compañeros: si se hace la paz, la burguesía se robustecerá, así como la Autoridad, y entonces, no tendréis oportunidad, no ya de declararos en huelga, que eso es juego de chiquillos, sino de apoderaros de las diferentes industrias que hay en México para trabajar por vuestra cuenta. No os dejéis engañar. Es en estos momentos críticos para la Autoridad y el Capital, cuando debéis, no declararos en huelga, sino tomar resueltamente posesión de la tierra, de las casas, de los talleres, de las minas, de las fundiciones, de los ferrocarriles, de los barcos, de todo, en una palabra, para trabajar por vuestra cuenta y establecer entre las diferentes industrias un sistema de intercambio de productos, de manera que durante la actual Revolución, nadie carezca de nada. Que están repletos los almacenes, según dicen esos abnegados directores vuestros, y que por eso no se os puede dar mejor salario, pues a tomar posesión de esos almacenes, a inventariar lo que hay en ellos para hacer prudente uso de esas existencias, continuar la producción de lo que se necesite y no de lo que sea superfluo. Eso es lo que deberían aconsejaros esos burgueses, y no a cruzaros de brazos enfrente de los almacenes repletos de tantas cosas útiles y buenas que vosotros mismos habéis producido, y que, por ese solo hecho, a vosotros pertenecen y no a los burgueses que os amenazan con cerrar las negociaciones si os declaráis en huelga. A esa amenaza, contestad con la expropiación.

Hermanos de miseria: si diérais oídos a lo que os aconsejan esos burgueses, os estarían organizando por siglos y más siglos, ganando ellos buenos salarios, sacados de vosotros, mientras vuestras pobres criaturas desfallecerían de hambre, vuestras abnegadas compañeras se apretarían los dedos en la imposibilidad de hacer lucir vuestros pobres salarios. Doléos de vosotros mismos y de los vuestros; volved la espalda a esos señores que os aconsejan la prudencia y el respeto a la propiedad, porque ellos tienen el estómago repleto de buenas comidas; porque ellos van a los teatros, a los bailes, a las fiestas, portan magníficas alhajas, visten con elegancia, habitan casas lujosas, oyen buena música y gozan, en fin, de todas las ventajas de una civilización que es obra vuestra y de vuestros antepasados, porque vosotros habéis sembrado los campos, habéis forjado las herramientas y fabricado las máquinas, construido las casas, tendido los rieles, hecho los barcos, edificado los teatros y los palacios, tejido las buenas telas, sacado de la tierra el carbón y los metales, tallado los muebles... para que otros se aprovechen de vuestro sacrificio y os desprecien llamándoos pelados, mugrosos, plebe, chusma desarrapada, gente baja, viciosos, bandidos, léperos, y cuando pasan junto a vosotros ellos y sus damiselas, se llevan el pañuelo a las narices para no percibir el hedor de vuestro sudor que ellos han convertido en billetes de Banco, y os apartan con la punta del bastón para que no los ensuciéis con la mugre de vuestros andrajos ...

Odio, compañeros, odio inextinguible debemos sentir para los que explotan a los pobres con el sistema del salario. Odio santo es ese, pues si no existiera no habría rebeldes y esta sociedad embrutecida y maldita, prostituida y corruptora, hipócrita y exterminadora de todo lo que es natural y sano en el ser humano, con sus preocupaciones, con sus leyes, con sus ejércitos, con sus polizontes, con su Autoridad, con sus presidios, con sus clérigos, con sus verdugos, continuaría sosteniendo la bárbara división de la especie humana en dos clases: la de los hartos y la de los hambrientos, condenados estos últimos a producirlo todo para que los primeros, los hartos, vivan en la holganza, gocen todos los placeres de la vida y mueran en ricos lechos, rodeados de respeto, mientras los hambrientos, llegados a viejos, son despedidos a patadas por los patrones para que revienten en la calle o en la cama del hospital o en un hospicio de mendigos, como animales inservibles, como mulos agotados, en premio de una vida de sacrificio y de abnegación, dejando a la compañera y a los huérfanos en la miseria, por el delito... de haber pertenecido a la familia de un hombre honrado.

Este artículo se está haciendo interminable. Quisiera pasar revista de todo el contenido del papasalillo Regeneración, y digo papasalillo, porque a pesar de que son señores profesionistas e intelectuales de altos vuelos los que lo garrapatean, nada vale el deslucido organillo maderista, literaria o filosóficamente considerado. Perder tantos años en las escuelas, para mal forjar artículos que invitan al sueño aun a los que padecen de insomnio... ¡Lástima de forraje... intelectual!

Para concluir, invito a todos los hombres y mujeres inteligentes, a que devuelvan el periodiquillo a los señores burgueses que lo escriben, con una cartita en que les den las gracias por el obsequio; pero que lamentan no fumar de ese tabaco.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 19 de agosto de 1911).

La lucha de clases

Al principio se creyó en los altos círculos financieros del mundo que Madero era un hombre de voluntad férrea, un genio organizador, un hombre amado por el pueblo, capaz de cimentar la paz que tanto desean los que, al amparo de ella, se entregan tranquilamente a la tarea de explotar el trabajo humano.

Madero había prometido solemnemente al capital extranjero mejores beneficios que los que obtuvo bajo el despotismo de Díaz; pero como el Capital sólo recibe beneficios cuando el pueblo está en paz, cuando la clase trabajadora se resigna a dejarse robar por la burguesía y es lo que no se puede conseguir ahora en México, los buitres de Nueva York, de Chicago, de las grandes ciudades del mundo, han retirado la confianza que habían depositado en Francisco I. Madero que, aunque ha probado ser un tirano, ha probado al mismo tiempo no tener el talento que los tiranos necesitan para someter a un pueblo.

Madero dijo al firmar los tratados de paz, que ésta estaría hecha automáticamente en todo el país en unas cuantas horas. Casi tres meses han pasado desde que esos tratados fueron firmados; casi tres meses han transcurrido desde que Porfirio Díaz abandonó el Sillón Presidencial, y en todo ese tiempo no ha dejado de haber lucha; en todo ese tiempo, Madero ha hecho todo lo que ha podido por conseguir el desarme de las fuerzas maderistas; pero éstas se resisten con razón: quieren que se de la tierra que el ambicioso vulgar ofreció, ofrecimiento que no puede cumplir, porque la libertad económica no es un don que se ha de esperar del gobierno, sino del esfuerzo y audacia de la clase trabajadora.

Ante el robustecimiento que día a día adquiere el movimiento del Partido Liberal Mexicano que no ha cesado de luchar un solo momento durante estos últimos tres meses; ante las consecuencias de nuestra lucha y de nuestra propaganda que están dando como resultado la toma de posesión de las haciendas por los peones, quienes han comenzado a trabajarlas por su cuenta en varios Estados de la República, así como las huelgas de carácter revolucionario que día a día estallan en todo el país; ante la orientación bien clara de la Revolución hacia la solución del Problema del Hambre; ante el desprecio que siente la clase trabajadora por la lucha en el terreno político, pues los proletarios están convencidos de que es por medio de la fuerza como podrán tomar posesión de la tierra y de todas las industrias, el capitalismo extranjero se ha alarmado, ve que Madero es impotente para sofocar el movimiento económico por una parte y poner fin por la otra al caos político que las ambiciones de las banderías burguesas han creado en el seno mismo del gobierno, y ha buscado entre ellas docenas de candidatos que como corchos flotan sin dirección en el encrespado mar de la situación mexicana, buscando el más a propósito para dominar las ambiciones de los políticos y restaurar el orden burgués en que los ricos, los militares y los clérigos tienen manga ancha para la satisfacción de todos sus apetitos.

El hombre es Reyes. Este es el escogido por el capitalismo extranjero para establecer una dictadura militar que con mano de hierro aplaste las ambiciones de los políticos y detenga la avasalladora marcha de las reivindicaciones proletarias.

Desde hoy puede asegurarse que Reyes aplastará a los políticos, porque esos cobardes se rinden ante el fuerte; pero las reivindicaciones proletarias a cuya cabeza está la acción revolucionaria del Partido Liberal Mexicano, no podrán ser detenidas en su marcha. Por el contrario, los hambrientos redoblaremos nuestros esfuerzos y la lucha de clases adquirirá caracteres de catástrofe, el sol mexicano alumbrará montañas de cráneos de burgueses, de políticos, de mandones; ríos de sangre correrán en la montaña, en el valle, hasta que sobre las ruinas de un sistema incapaz de garantizar al ser humano la libertad y el bienestar, quede triunfadora la Bandera Roja y el sol mexicano alumbre las frentes de los plebeyos libres ya de toda clase de tiranos.

¡Viva Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 19 de agosto de 1911).

La cuestión agraria

Dice El País, diario católico de la ciudad de México, en su edición del 26 de Agosto:

Además, aunque Zapata cumpliera, sus hordas no le obedecerán, porque ellas no van más que tras el bandolerismo, el saqueo, la anarquía.

Vivamente deseamos errar en este punto; pero los hechos no tardarán en demostrar que la generosa como paternal gestión de don Francisco Madero ha fracasado; que él quiso amparar revolucionarios que no son sino ácratas; que al fin y al cabo, la fuerza tendrá que imponer allí el imperio de las leyes.

No desconocemos la cuestión agraria de Morelos que es la misma en toda la República, y de tal cuestión nos ocuparemos próximamente. Pero desde luego afirmamos que jamás ha sido ni será el crimen el instrumento de la justicia, jamás el camino por donde ella regrese al seno de una República acribillada en sus pulmones y su corazón por el puñal de la injusticia, arma que no soltó ni un instante la mano abominable de la dictadura.

Entretanto fuerza es repetirlo: deseamos con toda el alma ser nosotros y no el señor Madero quienes se hayan equivocado.

Por desgracia tenemos la convicción de que el salvador de Navarro no puede ni debe ser el salvador de Zapata.

Este evangélico desahogo del periódico clerical se debe al hecho de que a pesar de haber ido Madero al Estado de Morelos a convencer a Emiliano Zapata sobre la necesidad de licenciar las fuerzas revolucionarias, sólo 270 hombres accedieron a deponer las armas; pero aun en eso hubo una burla a Madero en particular y a la Autoridad en general, pues las armas que recogió el gobierno eran fusiles inservibles, pistolas viejas, machetes sin filo, cuchillos que parecen sierras, y así por el estilo.

El resto de las fuerzas de Zapata, 4,000 hombres, está convenientemente repartido en todo el Estado, y aunque el despotismo ha enviado 15,000 hombres, cientos de cañones y de ametralladoras, trenes blindados, etc., etc., los rebeldes tienen la ventaja de contar con la universal simpatía de los pobres que son los que se están beneficiando con la Revolución, pues muchas de las tierras ya han sido cultivadas y las poblaciones expropiadoras están esperando la recolección de las cosechas. Los soldados maderistas y los federales, no cuentan con simpatías, se les niega el agua, no se les dan pasturas para sus caballos, se les indican malos caminos para que caigan en emboscadas o pierdan la pista de los revolucionarios, y los proletarios los matan a puñaladas cuando encuentran oportunidad de hacerlo.

Las fuerzas de Zapata, al llegar a las poblaciones y a las haciendas, lo ponen todo en manos de los desheredados que se visten y comen bien por primera vez en su vida; los burgueses son ahorcados, las autoridades pasadas por las armas, los archivos de los ayuntamientos y de los juzgados reducidos a cenizas, los clérigos vapuleados y expulsados, y, en cuanto a las tierras, son éstas invadidas por nuestros hermanos de miseria, quienes con entusiasmo las labran acompañado de mujeres resueltas, y todos, hombres y mujeres, esperan emocionados la cosecha que se aproxima y que es ya suya: ¡no más para los malditos ricos!

Es natural que los simpáticos revolucionarios de Morelos cuenten con el decidido apoyo de todos los pobres del Estado, y es natural, también, que los verdaderos ladrones, esto es, los burgueses, llamen a esos libertadores, bandidos, asesinos; pero la historia escrita por proletarios llamará héroes a esos hombres intrépidos que arriesgan su vida por el bienestar de los pobres.

Nos alegramos de que reconozca El País que la cuestión agraria en Morelos es la misma en toda la República. Madero mismo, espantado, acaba de declarar que con el desarme de Zapata y los suyos, no se resuelve la cuestión agraria. Y en efecto ¿cómo podrá el gobierno desalojar de las tierras conquistadas a esos agricultores guerreros que las trabajan con el fusil terciado?

Crimen, llama El País a la expropiación efectuada por los desheredados; crimen, también llaman, al hecho de pasar por las armas a autoridades y a burgueses. Crimen llamamos los revolucionarios al hecho de que los ricos tengan todo para ellos, dejando en la miseria y en la ignorancia al resto de la humanidad.

Si los revolucionarios no pasasen por las armas a los burgueses y a las autoridades, dejarían detrás de ellos al enemigo que más tarde tendría que herirlos por la espalda. Los revolucionarios no matan por el placer de matar, entiéndanlo bien los asustadizos, sino por necesidad. Dejar libres a los burgueses y a las autoridades es sencillamente dejar intacto el germen de la contrarrevolución de la burguesía. Las medidas radicales de los revolucionarios mexicanos tienen razón de ser: no se trata de un movimiento político para poner a un hombre en lugar de otro en la silla presidencial, sino de un movimiento económico que tiene que destruir hasta los cimientos del sistema político y social actual para formar una nueva sociedad en que toda criatura humana tenga derecho a gozar de todas las ventajas que ofrece la civilización actual, y para llegar al fin que deseamos los mexicanos, la ley y su ejecutora, la Autoridad, son estorbos que es necesario destruir.

La burguesía pide la cabeza de Zapata y el exterminio de todos los revolucionarios de Morelos. Madero haría eso de buena gana; pero en menos de veinticuatro horas la población entera del Estado de Morelos caería como un río desbordado sobre la ciudad de México, donde hay refugiados miles de burgueses, y éstos y Madero y De la Barra se verían en pocos minutos suspendidos de los balcones de las casas y de los postes del telégrafo.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 2 de septiembre de 1911).

El pueblo mexicano es apto para el comunismo

Los habitantes del Estado de Morelos, así como los del Sur de Puebla, de Michoacán, Durango, Jalisco, Yucatán y otros Estados, en que vastas extensiones territoriales han sido invadidas por multitudes proletarias que se han dedicado desde luego a cultivarlas, demuestran al mundo entero, con hechos, que no se necesita una sociedad de sabios para resolver el problema del hambre.

Para llegar al resultado práctico de la toma de posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo en México, no se ha necesitado de líderes, de amigos de la clase trabajadora, ni han hecho falta decretos paternales, leyes sabias ni nada de eso. La acción lo ha hecho y lo está haciendo todo. México marcha hacia el comunismo, más aprisa de lo que esperábamos los más exaltados revolucionarios y el Gobierno y la Burguesía se encuentran ahora sin saber qué hacer en presencia de hechos que creían muy lejanos todavía de que se realizasen.

No hace aún tres meses que Juan Sarabia, en una extensa y fastidiosa carta abierta dirigida a mí y que fue publicada por casi toda la Prensa burguesa de México, me decía que la clase trabajadora no entendía lo que predicamos y que el pueblo estaba satisfecho con la conquista de la revuelta de Madero: la boleta electoral. Los hechos van demostrando que no somos unos ilusos los liberales y que luchamos convencidos de que nuestra acción y nuestra propaganda responden a las necesidades y al modo de pensar de la clase pobre de México.

El pueblo mexicano odia, por instinto, a la Autoridad y a la Burguesía. Todo aquel que haya vivido en México se habrá cerciorado de que no hay individuo más cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra Gobierno llena de inquietud a las personas sencillas; que el soldado, en todas partes admirado y aplaudido, es visto con antipatía y desprecio, que toda persona que no se gana el sustento con el trabajo de sus manos es odiada.

Esto es ya más que suficiente para una revolución social de carácter económico y, antiautoritario; pero hay más. En México viven unos cuatro millones de indios, que hasta hace veinte o veinticinco años vivían en comunidades, poseyendo en común las tierras, las aguas y los bosques. El apoyo mutuo era la regla en esas comunidades, en las que la Autoridad sólo era sentida cuando el agente de la recaudación de rentas hacía su aparición periódica o cuando los rurales llegaban en busca de varones para hacerlos ingresar por la fuerza al Ejército. En estas comunidades no había jueces, ni alcaldes; ni carceleros, ni ninguna polilla de esa clase. Todos tenían derecho a la tierra, al agua para los regadíos, al bosque para la leña y a la madera para construir los jacales. Los arados andaban de mano en mano, así como las yuntas de bueyes. Cada familia labraba la extensión de terreno que calculaba ser suficiente para producir lo necesario, y el trabajo de escarda y de levantar las cosechas se hacía en común, reuniéndose toda la comunidad, hoy, para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la de Juan y así sucesivamente. Para fabricar un jacal, ponían manos a la obra todos los miembros de la comunidad.

Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la Autoridad por la pacificación completa del país, pudo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus negocios. Los generales de las revueltas políticas recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados ensancharon los límites de sus feudos; los más viles politicastros obtenían como baldíos terrenos inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de tierras, bosques, aguas, de todo, en fin, quedando nuestros hermanos indios sin un palmo de tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más pequeña rama de un árbol, en la miseria más abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.

En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la mayoría de los habitantes de la República Mexicana, con excepción de la que habitaba las grandes ciudades y los pueblos de alguna importancia, contaba igualmente con tierras comunales, bosques y agua libres, lo mismo que la población indígena. El mutuo apoyo era igualmente la regla; las casas se fabricaban en común; la moneda casi no era necesaria, porque había intercambio de productos; pero se hizo la paz, la Autoridad se robusteció, y los bandidos de la política y del dinero robaron descaradamente las tierras, los bosques, todo. No hace aún cuatro años, todavía podía verse en los periódicos de oposición que el norteamericano X, o el alemán Y, o el español Z, habían encerrado a una población entera en los limites de su propiedad con la ayuda de la autoridad.

Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde hace siglos, y eso explica por qué aun cuando en su mayoría es analfabeto, comprende que mejor que tomar parte en farsas electorales para elevar verdugos, es preferible tomar posesión de la tierra, y la está tomando con grande escándalo de la ladrona burguesía.

Ahora sólo resta que el obrero tome posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una palabra; que no se reconozcan amos de ninguna clase y ese será el final del presente movimiento.

¡Adelante, camaradas!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 2 de septiembre de 1911).

El gobierno y la revolución económica

Al trote andan los señores del Gobierno mexicano tratando de resolver, a su manera, el problema del hambre.

Cuando los que gobiernan consideran serias las aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una manera que, sin comprometer los intereses de la clase rica —de los que son celosos guardianes—, calme, aunque sea por un momento, el ímpetu revolucionario de las masas.

Ya nadie niega en México que la Revolución marcha a pasos agigantados hacia el comunismo. El espantajo de la burguesía se refleja en su Prensa. El Imparcial de 30 de agosto, en un editorial titulado El Plan de Texcoco y la Revolución es la Revolución, asegura que el sentimiento que ha predominado en la actual Revolución es el de la expropiación de la tierra de las manos de los ricos, y juzga, por lo tanto, natural que los habitantes de varios Estados de la República estén tomando posesión de la tierra —palabras textuales— sin permiso de sus dueños.

La intensa agitación que están provocando en todo el país los grupos liberales armados; los diarios combates que éstos sostienen contra las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante de todo un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡Tierra!, ¡Tierra!, ¡Tierra!, han hecho que el Gobierno simule preocuparse por los pobres, y, según la Prensa burguesa, está ya por resolverse el problema agrario.

Dicen los periódicos capitalistas que el Gobierno va a comprar vastas extensiones territoriales, las que serán fraccionadas y repartidas entre agricultores pobres que tendrán que pagarlas en plazos más o menos largos.

Esto, mexicanos, es una engañifa miserable de vuestros verdugos. Tengamos bien entendido que no tratamos de comprar tierra, sino de tomarla desconociendo el derecho de propiedad.

Lo que el Gobierno llama solución del problema agrario no es tal solución, porque de lo que se trata es de crear una pequeña burguesía rural, quedando de ese modo la tierra en más manos, sin duda, de lo que lo está actualmente; pero no en manos de todos y cada uno de los habitantes de México, hombres y mujeres. De lo que se trata es que todos sean dueños de la tierra y no unos cuantos que tengan con qué pagarla.

Por otra parte, el Gobierno se daría maña para que los agricultores pobres no pudiesen hacer sus pagos, y entonces serían recogidas las tierras por falta de pago, y los pobres quedarían tan pobres como siempre, o peor. Pero aun suponiendo que no se tuviese que pagar nada por un pedazo de tierra, ¿de dónde podrían sacar elementos los pobres, tanto para cultivarlas como para sostenerse ellos y sus familias durante el tiempo que transcurre desde que se comienzan los trabajos hasta la recolección de las cosechas? ¿No tendrían que pedir fiado al tendero, al agiotista, a todo el mundo, de manera que al levantar sus cosechas nada aprovecharían de ellas? Y, por el solo hecho de no quedar abolido el derecho de propiedad individual, ¿no quedarían los agricultores pobres a merced, como siempre, del poder absorbente del gran capital? Los grandes propietarios rurales harían una terrible competencia a los labradores pobres, competencia que éstos no podrían resistir y se verían obligados a abandonar el pedazo de tierra que la hipocresía gubernamental hubiera puesto en sus manos en los momentos del peligro para el principio de Autoridad, como es el actual.

No os dejéis engañar, mexicanos, por los que, temerosos de vuestra acción revolucionaria, tratan de adormeceros con reformitas que no salvan. El Gobierno ha comprendido que os rebeláis porque tenéis hambre y trata de calmar vuestra hambre con una migaja de pan.

Entended que hay que abolir el derecho de propiedad privada de la tierra y de las industrias para que todo: tierra, minas, fábricas, talleres, fundiciones, aguas, bosques, ferrocarriles, barcos, ganados, sean de propiedad colectiva, dando muerte, de ese modo, a la miseria, muerte al crimen, muerte a la prostitución. Todo eso hay que hacerlo por la fuerza a sangre y fuego.

Los trabajadores por si solos, sin amos, sin capataces, deben continuar moviendo las industrias de toda clase, y se concertarán entre sí los trabajadores de las diferentes industrias para organizar la producción y la distribución de las riquezas. De esa manera nadie carecerá de nada durante la presente Revolución.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 9 de septiembre de 1911)

El niño mártir

Aquí tenéis el retrato del inocente[2] que tuvo la desgracia de ser señalado como el autor de un horripilante crimen, por las turbas semisalvajes de vaqueros americanos que pululan en las planicies del salvaje Estado de Texas.

Contemplad el rostro de ese niño y comparadlo con las carotas patibularias de los bárbaros americanos llamados cowboys.

En la revista, en el teatro, en la tela[3] donde se proyectan las vistas cinematográficas habréis visto al cowboy, vestido como un salvaje, disparando tiros a diestra y a siniestra, fanfarrón, borracho, provocador, raptor, ladrón, pendenciero.

Recorred las planicies texanas y os veréis asaltados por esos hombres semi-bandidos. Si váis solos, os ultrajarán. ¡Cuántos mexicanos salen de un poblado en busca de trabajo y ya no regresan a sus hogares! ¡Cuántos mexicanos han sido cazados por gusto por americanos borrachos que se adiestran en el manejo de las armas de fuego tomando como blanco de sus tiros a algún mexicano que pasa!

La presencia de un cowboy inquieta como la presencia de un chacal. Su vida nómada en las estepas texanas, los hace duros y brutales. Las comidas copiosas compuestas de leche fresca y pura, huevos, carne de la mejor calidad, jamón, todo esto amenizado con sendos tragos de wiskey, agravado todo con la ausencia de mujeres, hacen que estos hombres estén continuamente atenaceados por la lujuria y ¡guay de la pobre muchacha que su desgracia la coloque sola y frente de uno de esos salvajes en la soledad de las llanuras! ¡Esa muchacha es ultrajada irremisiblemente y matada después... para que no hable!

Después de cometido el delito, el criminal se presenta ante los de su calaña y denuncia como autor del hecho a tal o cual mexicano o a tal o cual negro, pues negros y mexicanos somos los más perseguidos, los más ultrajados, los más vejados por los civilizados norteamericanos que tienen envidia de nuestra inteligencia y de nuestros hábitos de probidad y de laboriosidad.

Con el niño León Cárdenas ha sucedido lo mismo. Algún desalmado cowboy ultrajó primero y asesinó después a la mujer que en vida se llamó Emma Brown, echando después la responsabilidad sobre el inocente mexicanito.

El día en que se cometió el crimen, León Cárdenas lo pasó trabajando en la tienda de Sam Crasway, su patrón. Por la noche, acompañado del compañero León Cárdenas Martínez, su padre, se retiró a su casa a dormir. ¿Cómo pudo haber cometido el asesinato a tres millas de distancia del lugar en que estuvo trabajando?

Por carta que tenemos del compañero León Cárdenas Martínez, nos informamos de que se está tramitando la petición que se ha hecho sobre que se conceda nuevo jurado al mexicanito, y todos debemos ayudar en este caso enviando dinero a la nueva dirección del compañero Martínez: P. O. Box 1124, El Paso, Texas.

Una agitación intensa se está llevando a cabo por arrebatar de manos del verdugo la tierna vida de un inocente.

Mexicanos: recordad cuántos hombres de nuestra raza han sido asesinados por las turbas salvajes del sur de este país. Unámonos para que cuando se pretenda cometer otro atropello contra un mexicano, estemos listos a defenderlo. Hoy debemos agruparnos todos alrededor del niño Cárdenas. Hay serios temores de que las chusmas americanas se echen sobre la cárcel en que se encuentra prisionero el mártir, para sacarlo, amarrarlo de un poste, empaparlo de petróleo y prenderle fuego. No lo permitamos, mexicanos. Hagámonos respetar puesto que somos hombres como cualesquiera otros y tenemos derecho a que se nos respete dondequiera que nos encontremos.

A ayudar todos al padre del niño.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 16 de septiembre de 1911).

A expropiar

Mientras un buen número de trabajadores están sobre las armas luchando por abolir toda imposición y toda explotación; mientras otros trabajadores se alistan en estos momentos para levantarse igualmente en armas, otros, vilmente engañados, se aprestan a hacer uso del derecho de votar para elevar al poder a un nuevo tirano.

Compañeros: no dividamos nuestra fuerza. Dejad a los hombres de la burguesía que voten, que al fin y al cabo sólo a ellos aprovechan esas farsas; pero no los ayudemos. Luchemos, mejor, contra ellos, convencidos de que la acción política retarda la emancipación económica y social del proletariado.

¿Qué beneficio recibiréis con la exaltación de Reyes, de Madero, de Vázquez Gómez o de cualquier otro burgués a la primera magistratura de la República? No serán ellos los que pongan en vuestras manos la tierra y la maquinaria de las industrias. Quizás, en vista de vuestros ardorosos anhelos de emancipación económica, os hagan todos ellos ofrecimientos; ¿pero qué aspirante al poder no os ha hecho ofrecimientos desde tiempo inmemorial? ¿Cuál es aquel candidato que ante las multitudes no se declara hermano de los pobres y no habla de reformas para mejorar la situación de la clase trabajadora? Pero una vez obtenido el puesto codiciado, no se acordará más de la miseria en que se pudren los que tuvieron el candor de firmar las boletas electorales que le dieron el triunfo.

Despertad, proletarios. El Partido Liberal Mexicano lucha sin vacilaciones y sin temores por la instauración de un medio en que todo ser humano, por el solo hecho de venir al mundo tenga su puesto en el gran banquete de la vida. Este Partido está formado por trabajadores. No hay en él ningún burgués, pues los últimos que había fueron expulsados unos, y los otros se marcharon solos, cuando denunciamos a Francisco I. Madero como traidor a la causa de la libertad. Así, pues, este Partido es el de los proletarios; el de los que no quieren estar una pulgada arriba de los demás; el Partido de los hambrientos de todas las satisfacciones sanas; el Partido de los que no quieren amos de ninguna clase; es el Partido de los que luchan contra la Autoridad y el Capital.

Los políticos son los peores enemigos del proletariado: largadlos en hora mala con sus boletas electorales, con sus convenciones, con sus pretenciosos discursos. Si leéis la prensa burguesa de la ciudad de México, os ruego me digáis si habéis encontrado nombres de proletarios entre los delegados a las diversas convenciones políticas que están teniendo lugar en México para discutir candidaturas. Son profesionistas, hombres de letras, grandes y pequeños burgueses, políticos de oficio, periodistas de la burguesía y... hasta militares maderistas afeminados como Antonio I. Villarreal los que tienen voz y voto en esas asambleas, y esos burgueses son los que designan el candidato por el que os aconsejarán que déis vuestros votos.

No veo que algún hombre que se gane la vida manejando el martillo, la pala, el pico, la garlopa, el arado, la cuchara de albañil, la maquinaria y los utensilios de la fábrica y del taller, etc., etc., haya tomado parte en las deliberaciones. Burgueses, burgueses y nada más que burgueses son los que escogen al que mejor ha de garantizarles la explotación que sobre vosotros ejerce el capitalismo ¡y después se os invita a votar por el nuevo verdugo!

No, compañeros; escupid al rostro de los que os invitan a tomar parte en las elecciones y gritad ¡muera la Autoridad! ¡Queremos ser libres! ¡Queremos la verdadera libertad emanada de la libertad económica! ¡Viva la expropiación salvadora! Y como torrente desbordado invadid el mundo de la industria, arrollando a burgueses y autoridades, quemando papelotes de los archivos de la propiedad, Y tomad posesión, a sangre y fuego, de la tierra, de la mina, del taller, de la fábrica, de la fundición, del ferrocarril, del barco, del bosque, del agua, de las casas, y trabajad de una vez por vuestra cuenta sin amos que os exploten, sin gobernantes que os chupen la sangre por medio de contribuciones, sin jueces, sin leyes malditas que apoyen al rico, sin clérigos que os señalen con la impura mano un paraíso detrás de las estrellas para que no reparéis en que el paraíso es la fecunda tierra que pisáis, tierra ávida de que la toméis y la acariciéis con el arado, la fecundéis con vuestro sudor; pero ya no bajo el látigo de los señores hacendados que, para entonces, si sois verdaderamente hombres, habéis acabado con todos ellos ya haciéndolos que trabajen codo con codo con vosotros, ya ajusticiándolos si llenos de soberbia quisieran todavía hacerse reconocer como dueños y señores vuestros y de todo cuanto existe.

No os asustéis porque los escritorcillos de la burguesía os llamen anarquistas. Expropiad y gozad en común de todo lo que haya y sed, de una vez para siempre, los amos de vosotros mismos. Entonces no necesitaréis del gendarme, porque teniendo todos la misma oportunidad de ganarse el sustento con sólo trabajar, no tendréis que envidiar nada de nadie. Los viejos, los niños y los impedidos tendrán derecho a gozar de todo, pues sus hermanos trabajaremos para que no sufran.

La Autoridad es necesaria hoy, porque habiendo hombres que tienen mucho y otros que no tienen nada, necesario es para los que tienen mucho el gendarme que como perro espíe los movimientos de los que nada tienen.

Conque, a expropiar para el beneficio de todos y cada uno de los habitantes de México. Enarbolad la Bandera Roja de vuestros hermanos los liberales y gritad ¡Viva Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 16 de septiembre de 1911).

La sotana se agita

¿Quisieran decirme los curitas de San Gabriel, Cal., de cuándo acá les ha entrado el amor con tanta fuerza por el iniciador de la Independencia Política de México, Miguel Hidalgo y Costilla?

¿No recuerdan esos curitas que fueron los frailes, los clérigos de todos los pelajes los más encarnizados enemigos de aquel noble anciano? ¿No recuerdan los curitas sangabrieleros que el clero de México excomulgó a Hidalgo? ¿No recuerdan esos curillas que el Tribunal de la Inquisición degradó, insultó y ultrajó al mártir de Chihuahua, Miguel Hidalgo y Costilla?

El clero ha sido siempre el peor enemigo de la libertad humana. ¿Por qué toma ahora el nombre de Hidalgo y lo bendice y lo ensalza y aun le levanta altares y llama a las personas sencillas a rendirle culto?

Porque el clero es siempre hipócrita. Si se lanza una nueva idea, ahí lo tenéis fulminando excomuniones y anatemas; pero cuando la idea triunfa, entonces lo veréis patronizándola y alardeando de ser él, el clero, el defensor más desinteresado de la que ayer combatió con todas las artimañas que acostumbra. Los sacerdotes condenaron a Cristo; triunfaron las doctrinas del mártir del Calvario y ahí los tenéis ahora adorándolo; pero, por supuesto, guardándose muy bien de ser humildes, de ser frugales, de ser virtuosos. Truenan contra la lujuria desde el púlpito, sin perjuicio de mantener a varias queridas; amenazan a los borrachos con la lumbre del infierno, aunque ellos amanezcan crudos todos los días; aconsejan no robar y venden porquerías en sus iglesias a precios de robo, y así por el estilo.

Hoy se celebra en San Gabriel, por los curitas, el 16 de Septiembre; y, por lo que ha llegado a mis oídos, se trata simplemente de hacer negocio. No asistáis a esa fiesta mexicanos. Recordad que los frailes fueron los verdugos de Hidalgo; que los frailes recibieron bajo palio a los invasores americanos en 1847; que los frailes fueron a Europa para llevar a México a aquel pobre iluso que se llamó Fernando Maximiliano de Habsburgo. Volved la espalda a los frailes y uníos al Partido Liberal Mexicano que no quiere frailes, ni autoridades, ni burgueses.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 16 de septiembre de 1911).

No rindáis las armas hermanos yaquis

Acaba de aparecer en los periódicos de México, el convenio celebrado entre los llamados representantes de la tribu yaqui y Madero, como representante del gobierno mexicano. Por ese convenio se ve que se trata de engañar a los yaquis con promesas de darles tierras que no sirven, que hay necesidad de desmontar y de irrigar, en una palabra, se les va a poner a trabajar como esclavos componiendo terrenos, para después dárselos a los extranjeros.

No os dejéis, hermanos. Muchas veces os han engañado los políticos. Cuando llegue ante ustedes la comisión de vuestros representantes, arrestadlos y juzgadlos como traidores, pues no son otra cosa que vividores y malos yaquis. Se os quiere someter dándoos los terrenos inservibles de propiedad nacional que hay en los ejidos de los pueblos de Torín, Vícam, Pótam y Rahum. No os conforméis con esa limosna vergonzosa. Comprended que se os da eso, porque se os teme.

Tomad toda la tierra que teníais antes, sin fijaros en quiénes las poseen actualmente. Tomad todos los implementos de labranza que encontréis a la mano y ponéos a trabajar con el fusil terciado. No pidáis: tomad.

Imitad todos el ejemplo de los 500 compañeros yaquis que tomaron por asalto el 31 de agosto el cuartel de los federales y maderistas en Pitahaya y enarbolaron la Bandera Roja, con la inscripción: Tierra y Libertad, según despacho publicado en El Imparcial, del 2 de este mes. Ellos no se rinden y quieren toda la tierra y todas las industrias para los pobres.

Esos compañeros están usando la flecha Regeneración que inventó el camarada del Estado de Jalisco, flecha que, como se sabe es muy sencilla. No se necesita otra cosa que un arco común y corriente. La flecha se hace de carrizo delgado, llenado de dinamita o nitroglicerina el canuto de la punta. En lugar de dardo, se aplica a la punta una cápsula de las que usan los mineros, y eso es todo. Con esa arma tenemos que conquistar los desheredados Pan, Tierra y Libertad para todos, hombres y mujeres.

Conque, no hay que rendirse.

Ricardo Flores Magon

(De Regeneración, 16 de septiembre de 1911).

¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!

¿Quién hizo la tierra? Los creyentes dicen: Dios. Los que creemos en la vida eterna de la materia decimos: nadie la hizo.

Pero nadie dice que la Tierra fue hecha por la burguesía que la retiene en su poder. En ninguna parte consta que la Tierra fue creada por esos señores barrigones que dicen que es suya. ¿Con qué derecho, pues, se atreve la burguesía a retener para su casta lo que, según las religiones, fue hecho por Dios, o, según los materialistas, no fue hecho por nadie?

La tierra debe ser para todos, como para todos es el aire, el calor solar, el agua, todo lo que la naturaleza nos brinda. ¿Qué haríais si de la noche a la mañana se decretase un impuesto, esto es, una renta por el aire que respiráis y el calor y la luz del sol de que os aprovecháis? Indudablemente que vuestra indignación tomaría proporciones de rebelión y que os lanzaríais enfurecidos contra los bandidos que tal impuesto decretasen. Y, haríais eso, precisamente porque comprendéis que el aire y lo demás son bienes naturales, forman parte del patrimonio común a todos los seres vivientes.

Sin embargo, cuando se trata de ese otro bien natural: la tierra, véis casi con naturalidad que los que la poseen os cobren renta por aprovecharos de ella, cuando la tomáis en alquiler, o que se os pague a ración de hambre cuando la trabajáis para el amo.

Tan injusto es el adueñarse de la tierra para tener en constante dependencia a los pobres, como injusto sería el adueñarse del aire y de la luz, si eso pudiera hacerse.

Por eso los liberales enarbolamos la Bandera Roja y gritamos ¡Viva Tierra y Libertad!

¿Quién hizo la espléndida maquinaria que admiramos, los túneles que atraviesan las montañas, los muelles donde atracan los barcos, en pocas palabras, quién hizo todo lo que contribuye a hacer agradable y bella la vida de las clases privilegiadas? Todo lo que vemos, todo lo que constituye la riqueza social, es el producto de muchas generaciones de trabajadores que han dejado sus huesos en las minas, que han dejado su sangre en los campos, que han acortado su vida en el taller, en la fábrica, en todos los lugares de explotación, en el laboratorio, en el taller del artista, etc., etc., dejando cada generación laboriosa a la siguiente el desarrollo y perfección de lo ya creado.

Si todo lo que constituye la riqueza ha sido creado por generaciones de trabajadores, de sabios, de artistas, de investigadores, de inventores de todo género, ¿con qué derecho se declara dueño de todo ello un reducido número de capitalistas? ¿Pusieron ellos su inteligencia y sus brazos para crear esa riqueza? ¡NO!

Por eso los liberales decimos que, puesto que la riqueza es el producto del esfuerzo y de la inteligencia de nuestros antepasados trabajadores y de los trabajadores presentes, todo debe ser para todos en común.

Y como la clase privilegiada no quiere devolver a los trabajadores lo que les ha robado, y la Autoridad apoya el latrocinio de la burguesía, gritamos indignados: ¡Muera la Autoridad! ¡Mueran los Ricos!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 30 de septiembre de 1911).

¡Venid hermanos!

Venid hermanos de miseria a contemplar conmigo este desfile lúgubre, ¡ah, e insultante al mismo tiempo!

Venid a la cima de mis observaciones; venid, hermanos de hambre y de cadena.

¿Véis esa mujer que esquiva la mirada del policía, que busca la manera y que cuando acierta a pasar algún varón procura llamarle la atención y sonríe con una sonrisa que parte el alma, porque se adivina que está forzada a sonreír cuando su corazón la invita a derramar lágrimas de sangre? Pues bien; esa mujer es una prostituta. Cuando niña, fue la alegría de su humilde hogar; pero llegó un día en que sus padres no pudieron trabajar más para mantenerla, y tuvo ella que trabajar para sostener a sus padres. Entró a la fábrica y en un rincón la desfloró el amo... el amo maldito que explota el trabajo humano, que convierte en oro el sudor de los proletarios, y, nunca harto, exige el tributo de carne de sus esclavos... La sociedad la maldice, la policía anda a caza de ella para inscribirla en sus infames registros, pues también tiene que pagar un tributo a la autoridad. Védla: acaba de salir de la fábrica donde ganó unos cuantos centavos que no bastan para alimentar a sus hijos y enfermos padres.

¿Y aquél hombre que tiende la mano a todos los que pasan? ¡Lo véis? Sus brazos, poderosos, fueron ayer una mina de oro para el amo; pero llegó un momento en que los brazos ya no pudieron producir las ganancias apetecidas por los verdugos del dinero, y, sin decirle gracias, fue puesto de patitas en la calle, que así premia la burguesía a los que gastan su salud deslomándose, a los que acortan su existencia sudando, sudando, sudando, para que el amo derroche en placeres el costo de tanto sacrificio.

Ved a ese joven vigoroso dale que dale con el azadón a la dura tierra. Cada golpe representa una moneda que cae en el bolsillo del burgués y un paso del trabajador hacia la tumba.

Y ese hombre tiznado y horrible, ¿de dónde salió? Acaba de salir de las entrañas de la tierra, a la que ha arrancado este día algunas toneladas de carbón para que su amo no tenga frío, y se dirige al pobre hogar, donde la compañera y los niños tiritan desnudos y hambrientos.

Ahí tenéis esa criatura, toda huesos y pellejos, empeñada en extraer una gota de leche de los secos senos de esa mujer andrajosa. Son el huérfano y la viuda de aquel hombre laborioso que quedó sepultado en la mina mientras sacaba libras y libras de oro para su señor.

¿Y esos niños acurrucados debajo de aquel puente para pasar la noche de esa manera? Son los huérfanos de un albañil que pasó la vida fabricando casas, casas, casas.

¿Alcanzáis a ver, rodeado de polizontes huraños, a ese hombre que va amarrado codo con codo? Es un criminal que llevan a presidio. Salió ayer de su casita con grandes deseos de trabajar. Anduvo de fábrica en fábrica, y de taller en taller, y de obra en obra ofreciendo sus brazos para que se los explotasen los santos señores de la burguesía; pero nadie lo ocupó. Regresó al hogar y encontró a la compañera con hambre, y con hambre también, a sus pequeñuelos. Salió a la calle, y de la primera panadería que encontró arrebató una pieza de pan para los suyos. Ese fue su delito.

¡Os reís de los chistes y las gesticulaciones de ese payaso que pasa anunciando la función de circo de esta noche! ¡Ah, más bien debierais llorar como llora en este instante el corazón de ese hombre que ha dejado moribunda a su madre, para salir a buscar unas monedas con que comprarle medicinas y alimentos, y, apesumbrado, martirizado, tragándose los sollozos, martirizando sus nervios, estrangulando sus sentimientos para no disgustar al público, gesticula y charla como si fuera el más feliz de los mortales!...

Ved, ved aquellas elegantes y bellas mujeres. ¡Qué telas tan ricas cubren sus carnes! ¡Qué pieles tan finas las de sus zapatos y sus guantes! ¡Qué joyas tan costosas llevan encima! Son las mujeres, las hijas y las queridas de los señores vientrudos que os desloman y os asesinan lentamente en los trabajos que os veis obligados a desempeñar.

Ved, ved esos señores de levita: son funcionarios de toda clase, a quienes vosotros tenéis que mantener para que os tiranicen y os tengan en la situación en que os encontráis, y para que consagren, por medio de leyes que ellos hacen, el derecho de los burgueses a chuparos la sangre. Y si os quejáis, ahí tenéis a la vista miles de soldados, miles de polizontes, muchas cárceles y la muerte también.

Ahora, decidme: ¿no vale la pena hacer cualquier sacrificio para acabar con ese infierno que se llama sistema capitalista? ¡Hablad, hermanos de miseria, y obrad!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 30 de septiembre de 1911).

Más promesas

Muy inflado, sabiendo él mismo que miente, satisfecho él mismo de que está engañando, consciente de su hipocresía; pero buscando votos de individuos de todas las clases sociales, Francisco I. Madero hizo el día 30 de septiembre la siguiente declaración que publicamos en extracto:

No se usó dinero americano para la Revolución, pues ésta se hizo con dinero mexicano, costándole a mi familia la suma de ciento ochenta mil pesos.

Uno de mis principales proyectos para cuando sea Presidente, es el de favorecer la división de la tierra, de manera que pequeñas porciones de terrenos baldíos sean entregados al pueblo.

Estaré a favor de leyes que tiendan a mejorar la situación del trabajador mexicano; pero al mismo tiempo protegeré los legítimos intereses de los patrones.

Usaré de todos los medios que están a mi alcance para favorecer la inversión de dinero americano en México.

Esto dijo Madero un día antes del día fijado para que se llevasen a efecto las elecciones primarias. Bien se ve que lo hizo para conseguirse votos. Y, también, para detener el avance del movimiento económico.

La declaración de Madero acerca de tierras y trabajo, es el reconocimiento mejor que se ha hecho de que la aspiración de la clase pobre es su libertad económica; pero como buen político quiere estar bien con todos, y así, ofrece a los pobres, que son la mayoría; pero al mismo tiempo los que menos entienden de farsas políticas y los que menos aptos son para descubrir el engaño que se oculta bajo las promesas interesadas de sus verdugos, ofrece a los pobres lo que no ha de cumplir desde el momento en que declara que protegerá los legítimos intereses de los patrones.

Dice Madero que estará a favor de que se dividan los terrenos baldíos en pequeñas porciones para darlas al pueblo. Los terrenos baldíos son ya escasísimos, son los peores que hay en el país, pedregosos o arenosos, sin agua, lejos de las vías de comunicación. ¿Qué hará una familia pobre con un pedazo de tierra inservible, sin instrumentos para trabajarla, sin agua?

El engaño salta a la vista. Se quiere que el pobre pueblo se entretenga acariciando la esperanza de tener un pedazo de tierra para cada uno de sus individuos, para entretanto hacerse fuerte el gobierno y dominar la situación.

No son esos terrenos malos los que debemos tomar, compañeros, sino las buenas tierras que están ahora en poder de los hacendados, esas buenas tierras que han sido regadas con vuestro sudor y vuestra sangre.

Estaré a favor de leyes que tiendan a mejorar la situación del trabajador mexicano; pero (aquí está el pero) al mismo tiempo protegeré los legítimos intereses de los patrones. ¿Cómo podrá adquirir el proletariado su libertad económica, cuando precisamente los intereses de la clase capitalista, que son los intereses que lo esclavizan, son protegidos?

Engaño torpe y cínico del ambicioso vulgar Francisco I. Madero.

Dice que su familia gastó ciento ochenta mil pesos en la Revolución. A todos les consta ya que los grandes financieros americanos fueron los que dieron dinero a Madero para la Revolución para que los protegiera cuando estuviera en el poder. De ahí que diga Madero: Usaré de todos los medios que estén a mi alcance para favorecer la inversión de dinero americano en México.

Esclavitud, miseria, humillación; eso es lo que ofrece Madero aunque con el disfraz de favorecer a los pobres.

¡O todo o nada! ¡Libertad completa o muerte! Basta de engaños de los que quieren encaramarse sobre los hombros del pueblo.

No arriemos la Bandera Roja. Gracias al movimiento revolucionario, no hubo elecciones el pasado domingo. ¡Adelante!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 7 de octubre de 1911).

¡Paz! ¡Paz!

¿Qué otra cosa quisiéramos los revolucionarios, si no paz? Pero no una paz inicua basada en la sumisión de los de abajo a todos los caprichos, a todas las explotaciones y a todos los abusos de los de arriba.

¡Sí, queremos paz! Pero la paz que resulta naturalmente, sin forzamientos de la buena voluntad de todos los seres humanos, de producir según sus fuerzas y aptitudes y de consumir según sus necesidades; la paz que nace del mutuo respeto; la paz fundada en la igualdad.

Esa paz natural es la que deseamos; no la paz artificial mantenida a punta de bayoneta.

¿Cuantas comisiones de paz han venido por parte de Madero para inducirnos a volver a México? Ya no llevamos cuenta. La última estuvo antier en la noche en nuestras humildes oficinas. El fracaso de las anteriores comisiones no había desanimado a los señores del Gobierno, como que a nuestra negativa de rendirnos se cerraban, detrás de nosotros, las puertas de la cárcel. ¿Pero qué argumento es la cárcel para hombres convencidos de que obran bien?

La última comisión ha sido desempeñada por Mother Jones, persona bastante conocida en el movimiento unionista de los Estados Unidos. Tentadores fueron los ofrecimientos de libertad y de comodidades para nosotros; pero ¿qué gana la causa de los hambrientos con que nosotros tengamos libertad y panza llena?

Mi hermano Jesús y Madero están interesadísimos en que se haga la paz. ¿Por qué no ponen la tierra y todas las industrias en poder de los trabajadores, para que éstos organicen la producción para la satisfacción de todas las necesidades y para el disfrute de todos los placeres sanos? ¿Por qué a nosotros se nos ofrecen comodidades y se deja a quince millones de seres humanos víctimas de la miseria, de la tiranía y la ignorancia?

No; no traicionaremos a nuestros hermanos los desheredados. Preferimos nuestra miseria al remordimiento de haber obrado mal; preferimos las inquietudes de nuestra vida de perseguidos a las delicias de una vida ociosa, comprada con una traición; preferimos el presidio y la muerte a que alguien nos arroje con derecho a nuestro rostro esta palabra: ¡Judas!

Por la Junta.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 19 de noviembre de 1911).

La intervención americana

Otra vez está suspendida sobre el cuello del pueblo mexicano la espada de los Estados Unidos. ¡EI pueblo mexicano es ingobernable!, dicen todos los aventureros que quieren hacerse de millones explotando el trabajo de los mexicanos y las riquezas naturales de México.

Madero ha prometido a los americanos entregarles la libertad de los mexicanos, así como las tierras, los bosques, las minas, las aguas, todo México, y, naturalmente, los americanos están de parte de Madero.

El pueblo mexicano está tomando para sí las riquezas naturales, y esto, unido a la efervescencia revolucionaria que se observa en México, ha hecho que los negociantes americanos pongan el grito en el cielo y proclamen que México debe ser de los Estados Unidos a cualquier precio.

Las promesas de una bandida

Débil Madero en el interior, como lo fue Díaz, quiere sostenerse en el poder apoyado por el gobierno americano. Para ello, ha sido necesario que Madero pactase con la burguesía de este país la esclavitud de México. ¡Y el pacto está hecho! ¿Qué es para la conciencia de un malvado el sufrimiento, la desesperación y la sangre de quince millones de habitantes? ¿No vendió, primero, la Revolución por veinte millones de pesos? Quiere reinar el miserable y ha estado amarrando con cadenas de oro, los puños de todos aquellos que pudieran levantar una bandera revolucionaria; ha estado llenando de oro los hocicos de cuantos pudieran, en un momento dado, lanzar un grito de protesta; ha estado arrancando el corazón a todos aquellos que, cualquier día, pudieran desenvainar el puñal de Brutus.

El capital necesita paz

Las promesas de Madero hechas a los negociantes americanos no pueden realizarse sino dentro de la paz burguesa, la paz de las bayonetas, la paz del presidio, la paz garantizada por el juez y por el verdugo.

El Capital necesita paz para obtener ganancias, y los capitalistas americanos ven con el coraje del usurero que no puede introducir las uñas en los bolsillos del prójimo, que la paz es una cosa muy lejana todavía. Madero es impotente para someter todos los elementos que se le oponen. Quiere hacerla de Dictador, de hombre fuerte, de puño de hierro, y resulta ser una cáscara de nuez flotando sin rumbo en un mar encrespado, y en su desesperación, o mejor, en su despecho, pide al coloso del Norte lo que el pueblo mexicano le niega: su apoyo. Lo mismo que ¡Díaz!

¡La revolución!

El pueblo no se rebela por el placer de rebelarse; el revolucionario no arranca la vida de sus enemigos por darse la satisfacción de presenciar espectáculos de sangre. El revolucionario incendia; pero no como el emperador Romano por el deseo de saborear los matices de las llamas y seguir con la vista el rumbo, que según el viento, toman las negras espirales de humo.

El pueblo mexicano está en armas porque necesita jugar el todo por el todo para salvarse y salvar a las generaciones futuras de la esclavitud económica, de la que nacen todas las tiranías. Madero ni ningún hombre podrán dar al pueblo lo que necesita: Pan. Se puede decretar la libertad de palabra, la libertad de reunión, la libertad de conciencia, etc., etc., ¿pero quién podrá decretar la abolición de la miseria? ¡Nadie! Nadie, porque sería un decreto del que se reirían los ricos. Abolición de la miseria significa abolición del derecho que tienen los ricos de retener en su poder la tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación, y, todo eso, no lo soltará el rico por la buena, sino por la fuerza.

¡La expropiación!

El pueblo mexicano, con una sensatez que le honra, ha llegado a comprender que su salvación, esto es, la muerte de la miseria y la conquista de la libertad no depende de la estabilidad de un gobierno, sino del hecho puro y simple de poner audazmente la mano sobre lo que retiene el rico y hacer propiedad de todos lo que era propiedad de unos cuantos.

Se trata del ejercicio de un derecho

Al levantarse en armas el pueblo mexicano, no hace más que ejercitar un derecho legítimo: el de rebelión contra todo lo que lo oprime, contra todo lo que lo hace sufrir, contra todo lo que se opone a su desarrollo y progreso. ¿Qué derecho tiene el gobierno americano a intervenir en asuntos que no son los suyos?

Ya no es una amenaza aislada salida de cualquier periódico patriotero americano, sino una amenaza colectiva de la prensa burguesa de este país que habla sin reservas de la necesidad de que el gobierno americano intervenga en los asuntos de México, a fin de que establezca ahí un protectorado que durará hasta que el pueblo mexicano sepa gobernarse.

¿Y en nombre de qué se trata de cometer ese crimen? ¿En nombre de la civilización? Si así fuera, se dejaría al pueblo mexicano en absoluta libertad para llevar hasta su fin una Revolución que no ha tenido como base la ambición de Madero, de Reyes, de Vázquez Gómez ni de nadie, sino las pésimas condiciones políticas y económicas que prevalecen en México y que han hecho que el pueblo se rebele contra los opresores del gobierno y los tiranos del dinero.

Ahí está la cuestión

Y como hay en México invertidos mil millones de capital americano, y hay, además, miles y miles de millones más listos para ser invertidos, pues Madero ha ofrecido toda clase de ventajas a los capitalistas de ese país, las boas de las finanzas, los lagartos del dinero, los buitres del billete de banco y de las trampas financieras, necesitan que cuanto antes se haga la paz, sin importarles los sufrimientos, los dolores, las angustias, las desesperaciones de quince millones de pobres, de desheredados, de oprimidos que no quieren que la sangre hasta aquí derramada, sólo sirva para tener un nuevo amo en el poder que garantice a los vampiros del dinero la explotación pacífica de la raza mexicana.

Por los intereses de unos cuantos

Se trata, pues, de llevar la guerra a México para salvar los intereses de los extranjeros, intereses que han crecido allí, gracias a las condescendencias y a las complicidades que los gobiernos han tenido con toda clase de aventureros que, con el pretexto de desarrollar las riquezas de México, echaron anclas en las fértiles playas de aquel hermoso país. Por eso es que la burguesía americana azuza al gobierno para que intervenga en los asuntos mexicanos. Tenemos ansias de libertad y de bienestar; ya no queremos ser esclavos; queremos ser libres de una manera efectiva, y, como por ello la Revolución se prolonga, pues una verdadera revolución no se termina en un año, los explotadores del pueblo mexicano empujan al gobierno americano a echarse sobre seres humanos que luchan y se sacrifican por su mejoramiento y adelanto.

Los gobiernos europeos

Según los despachos telegráficos de esta semana, los gobiernos europeos se han dirigido al gobierno americano para que éste sea el gato que meta la mano en la lumbre de México. Parece, por los mismos despachos, que ya se estudia en Washington la manera de enviar tropas a México para ayudar a Madero. Por lo pronto, el gobierno de este país muestra su parcialidad, su amistad para con Madero, persiguiendo a los que en uno o en otro bando revolucionario fomentamos la oposición y la rebeldía contra las condiciones existentes en México. Mañana... tal vez estarán ya las fuerzas americanas en la ciudad de México, recibidas con palmas, con flores, con papeles de colores, con música, por el traidor más odioso que ha puesto su pie en el cuello de los mexicanos: Francisco I. Madero.

Todos unidos

Si esto sucede, mexicanos, unámonos como un solo hombre. ¡Alerta! Y vosotros, trabajadores de todo el mundo, haced un esfuerzo para impedir que la plutocracia de este país ahogue en sangre el movimiento grandioso de vuestros hermanos de México. Despertad, desheredados de toda la tierra. Nuestra lucha es la vuestra. Si se pierde esta primera batalla por la libertad económica, vosotros seréis los culpables y pagaréis vuestra indiferencia con el remache de vuestras cadenas.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de noviembre de 1911).

Matemos al enemigo con sus propias armas

Se equivocan Bernardo Reyes y Francisco Vázquez Gómez si piensan que es por ellos por quienes el pueblo mexicano está levantado en armas contra Madero, como se equivocó Madero cuando creyó que por él se había levantado el pueblo contra Porfirio Díaz.

Entonces dijimos nosotros: de hoy en adelante, no habrá paz en México, porque no se trata de quitar a un hombre del poder, para poner otro en lugar del caído, sino de resolver el Problema del Hambre.

Los acontecimientos desarrollados en grandes porciones del país, nos han dado la razón. En este lugar y allá y acuyá se toma la tierra; aquí se arrasan los sembrados como respuesta a la negativa de los patrones de aumentar los salarios y disminuir la duración de la jornada de trabajo; por el mismo motivo, en otras partes, las cosechas son aprovechadas por los trabajadores que las levantan para ellos y sus familias, considerando con buena lógica que es al que labra la tierra y pone el grano en ella, al que pertenece el producto; en otras regiones son destruidos los linderos por los peones rebelados y efectúan de esa manera la unidad de la tierra que la avaricia había limitado; más allá, muchedumbres proletarias caen como ciclones sobre las fincas de los amos y las incendian y dan muerte a los burgueses quedando dueñas de la situación; en tal región, rotos los potreros, queda el ganado para el servicio de los habitantes; aquí matan a un gendarme, allá a un juez o Presidente Municipal; en la capital de la República, son sorprendidos hombres que fabricaban bombas para derribar edificios oficiales, y aun se descubrió a un hombre que espiaba los pasos de Madero para volarlo en mil pedazos con una bomba; en los pueblos se resiste a mano armada, aunque sea de piedras, a los empleados del fisco que pretenden cobrar impuestos; más de tres mil individuos de distintas partes del país, han visitado a Madero en estas últimas semanas exigiéndole que se entregue la tierra a los pobres; ¡Tierra, Tierra! es la voz general, como hasta el fastidio hemos asegurado; el hambre asoma la faz lívida y las multitudes desesperadas levantan los brazos pidiendo armas, a quien quiera que las dé, pero siempre con la idea de tomar posesión de los bienes que detentan los ricos.

Adelante, camaradas.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de noviembre de 1911).

La necesidad del momento

De uno a otro confín del país se extiende nuevamente la Revolución. ¿Por qué? ¿No es Madero el ídolo de las multitudes? Sí, fue el ídolo, cuando prometió dar tierra a todos; cuando dijo que era el amigo de la clase trabajadora para que ésta diera su sangre, primero, y sus votos, después. Está ya en la silla presidencial; la tierra no aparece; la amistad a la clase trabajadora, tampoco. Todo fueron promesas, promesas, promesas.

El pueblo tenía hambre antes de la Revolución, y sigue teniéndola. Es, pues, completamente natural que el movimiento revolucionario se haga cada vez más agudo y tomará mayor fuerza en Diciembre, Enero y Febrero, meses de miseria extrema y de frío.

Esta etapa revolucionaria será la más sangrienta, porque el imprudente Madero ha declarado que tendrá una mano de hierro para castigar a todos los rebeldes sin consideración de ninguna clase. Esta valentonada le costará la cabeza. No todos pueden hacer lo que Porfirio Díaz hizo. Madero es tan malvado como Díaz; pero le faltan el indiscutible talento y la avasalladora energía del viejo tirano. Una amenaza de Díaz, hacía temblar; una amenaza de Madero, tienta a risa.

¿Con qué elementos cuenta Madero para sobreponerse a la situación? Con unos cuantos babosos que se han adherido a él como el molusco a la roca. Gente como José de la Luz Blanco y otros por el estilo. Eso por lo que respecta al llamado Ejército Libertador. En cuanto a los antiguos federales casi todos están a favor del General Bernardo Reyes.

Tres bandos, enemigos entre sí, están levantados en armas: los liberales de la Bandera Roja; los reyistas y los vazquistas. Probablemente, reyistas y vazquistas se unirán al fin, pues ambos son ramas de la burguesía. Vamos a quedar otra vez solos los liberales contra los rebeldes burgueses y los esbirros de Madero; pero en distintas circunstancias. Nuestra lucha fue penosa dentro de la revuelta de Madero, y, después, dentro de ese periodo terrible para los nuestros que comenzó con la huida de Díaz al extranjero y concluyó con la exaltación de Francisco I. Madero a la Presidencia de la República. El nuevo periodo será muy distinto. La idea de la expropiación de los bienes que detentan los ricos, está no solamente muy arraigada ya en las masas populares, sino que ha sido llevada a la práctica en muchos Estados de la República. La Revolución Social tiene, pues, un cimiento sólido.

Ahora lo que se necesita es que los desheredados seamos todos firmes, que estemos siempre con los de nuestra clase, que no nos dejemos sorprender por los partidos burgueses. Todos los pobres debemos tener bien presente, que el hecho de derribar un tirano y poner otro, es la peor estupidez que pueden hacer los pueblos. Todos los hombres que aspiran al poder, hacen promesas y más promesas, que quedan sin cumplirse. Madero ofreció la mar de cosas antes de subir al poder; ahora dice que lo que prometió no puede ser cumplido porque no se pueden arreglar las cosas en un solo día o porque se necesita que un Congreso lo faculte a hacer tales y cuales reformas, etc., etc., pues pretextos nunca les faltan a los embaucadores del pueblo. Total: que el pueblo tiene hoy más hambre que ayer y que necesita levantarse en armas para que esta situación mejore. Los inconscientes se van con Reyes y con Vázquez Gómez; los conscientes se afilian a nuestro Partido que es el que está compuesto de proletarios.

Este es el momento de tomar resueltamente algún lado en la contienda. Los burgueses y los aspirantes a tener un puesto, que se marchen con Reyes, con Vázquez Gómez o con el mismo Madero; pero los honrados, los que no quieran pesar sobre sus semejantes, los que aspiren a ver a sus hermanos de trabajo libres y contentos, sin hambre ni desnudez en los hogares, que se agrupen bajo la Bandera Roja del Partido Liberal Mexicano y se lancen a completar la obra de los dignos habitantes de las regiones en que la expropiación ha comenzado, expropiando también y poniendo en práctica los principios salvadores enunciados en el Manifiesto de la Junta del 23 de Septiembre del corriente año.

Los que se consideren burgueses, con la burguesía; la plebe, la masa desheredada, los que sufrimos tanto el despotismo de la Autoridad como la tiranía del Capital, con los nuestros. Cada quien con su clase y a luchar cada quien por los intereses de su clase. Los ricos son los naturales enemigos de los pobres. ¡Mueran los ricos! La Autoridad es el esbirro del Capital. ¡Abajo la Autoridad!

Madero cuenta con el apoyo de los capitalistas americanos para perpetuar su despotismo. ¡Muera el bandido Madero!

¡Arriba la plebe! Pero no para llevar mandones a la Presidencia de la República, sino para tomar la tierra, las aguas, los montes, las casas, los instrumentos todos de trabajo, para que todos y cada uno de los habitantes de México trabajen sin necesidad de amos. La sangre está corriendo a torrentes: que no sea para encumbrar a otro Madero, sino para conquistar la libertad económica.

¡Arriba todos!

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 2 de diciembre de 1911).

Por la tierra

Acaba de presentarse a la Cámara de Diputados de México, una iniciativa de la Secretaría de Fomento por la que se intenta resolver el problema agrario. Se pide que el Congreso de los Estados Unidos Mexicanos decrete el gasto de doscientos millones de pesos que se emplearían en comprar terrenos a los grandes hacendados, con el objeto de subdividirlos y vendérselos a personas relativamente pobres, pues los pobres de solemnidad, que es la masa entera de la población de México, no tienen ni con qué comprarse la porción de tierra necesaria para que descansen sus cuerpos después de muertos.

Eso no resuelve el problema. Los doscientos millones de pesos, aun suponiendo que no cayeran en los bolsillos sin fondo de la familia Madero, a donde están afluyendo la sangre, el sudor, el sacrificio de los pobres convertidos en oro, no bastarían para dar pan y hogar a los proletarios que pueblan la llamada República Mexicana.

Debemos estar en contra de tal gasto, porque solamente serviría para enriquecer más a los bandidos que están regenteando los negocios de México bajo el nombre de maderismo; se lograría la formación de una pequeña burguesía más egoísta, más reaccionaria, más ladrona que la grande que ya existe, pues que estaría ansiosa de llenar la panza a todo trance, y el resultado sería la misma esclavitud económica que sufren al presente los mexicanos, con la diferencia de que existirían unos cuantos millares más de amos, que tendrían que verse obligados a pagar salarios más cortos que los actuales para poder competir con sus poderosos vecinos.

El problema agrario no puede resolverse haciendo que unos cuantos más tengan un pedazo de tierra. La solución del problema agrario depende de la consumación de este hecho: que todos y cada uno de los habitantes de la llamada República Mexicana, hombres y mujeres, tengan derecho al uso de la tierra. Si eso no sucede, si solamente al que tenga algunos centavos para comprar un pedazo de tierra, se le da el derecho a usar de un pedazo de ella, la Revolución no terminará, el movimiento por Tierra y Libertad seguirá sus pasos naturales, terminando con la expropiación de toda la tierra y la abolición, por ese solo medio del sistema capitalista.

Todos los capitales del mundo unidos, no bastarían para comprar la tierra de México, y esos doscientos millones de pesos no serían más que una gota de agua para apagar la intensa sed de tierra que sufre el pueblo mexicano.

Lo que debemos sacar de todo esto, es la comprobación de la importancia que se da a nuestro movimiento. El gobierno, ante la presión constante y enérgica de la acción y de la propaganda de los nuestros, de los valientes soldados de la Bandera Roja, finge interesarse por la suerte del pobre; pero ya es tarde. Ahora, sabemos los pobres que el gobierno no hará nunca nada bueno por el proletario. Lo que hace el gobierno es mostrar su debilidad y su miedo ante las reivindicaciones efectuadas por medio de la fuerza.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 9 de diciembre de 1911).

Regeneración muriendo

Hasta aquí Regeneración ha venido luchando entre la vida y la muerte por falta de dinero. En la Sección de Administración que aparece cada semana en la tercera plana del periódico, pueden verse las entradas y salidas de fondos, entradas que no corresponden a los gastos que hay que hacer en esta oficina. El déficit continúa creciendo, y, nuestros acreedores, cada vez más exigentes, nos amenazan con embargar lo poco que hay en estos pobres cuartos donde trabajamos.

Por lo que respecta a las condiciones de miseria en que vivimos, no tenemos queja qué exponer, puesto que voluntariamente hemos aceptado esta vida de sinsabores y de pobreza para servir a nuestros hermanos los desheredados; pero cuando pensamos en que tal vez la semana próxima no pueda salir Regeneración, sentimos honda tristeza, pues la vida de este periódico es necesaria para que el hermoso movimiento revolucionario de México no degenere en un simple movimiento político, con lo que la obra de emancipación de la clase trabajadora sufriría un retraso de muchos años.

De seguir siendo las entradas de fondos tan escasas, tan mezquinas, tendremos que suspender la publicación del periódico porque no queremos echarnos más deudas encima que después nos sería muy difícil pagar. Así, pues, esperaremos solamente dos semanas a contar desde esta fecha para que nos ayuden todos los que lean Regeneración. Si al finalizar esas dos semanas no hemos recibido suficiente ayuda, suspenderemos la publicación del periódico.

Nos duele tomar esa resolución; pero francamente ya nos es materialmente imposible publicar el periódico por la falta de ayuda. Hemos hecho todo lo que hemos podido para no suspender la publicación; hemos derrochado paciencia y energía. Personalmente, los que componemos el Grupo, estamos cargados de deudas; renta de casa, provisión, etc., todo lo debemos y todas las puertas comienzan a cerrársenos. Nuestros gastos han sido reducidos hasta su extremo límite; pero ni de esa manera podemos salvar la aguda crisis financiera que nos aqueja, y como por otra parte, tenemos que pagar a la imprenta, a la fábrica de papel, la renta del local de nuestra oficina y tantos y tantos gastos que se presentan, nos vemos obligados a hablar claro respecto de nuestra situación, para que todo hombre y toda mujer que amen la lucha que sostenemos, nos ayuden cuanto antes, sin reparos de ninguna clase y de la manera más pronta y abundante que puedan.

De diario recibimos cartas entusiastas de todas partes del mundo admirando nuestra propaganda y la acción de los valientes que se baten en los campos de batalla para conquistar Tierra y Libertad para todos, y se nos alienta a no cejar, a no retroceder, a continuar la campaña; pero las frases bonitas no son ni dólares ni fusiles ni parqué, y la penuria continúa cada vez más aguda. Nosotros no necesitamos frases de aliento, porque lo que nos sobra es aliento y voluntad; lo que necesitamos es que todos y cada uno de los que quieran ver a la burguesía mordiendo el polvo de su derrota y al proletariado de pie gozando de su victoria, se preocupen por el progreso de nuestra causa y envíen dinero mejor que aplausos. Los convencidos no necesitamos estímulo.

Esperaremos, pues, dos semanas solamente. Si en ese tiempo no se nos ayuda, Regeneración no volverá a salir. Los periódicos no se hacen con aplausos, sino con dinero.

Por el Grupo.

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 23 de diciembre de 1911).

Notas al vuelo

Instrumento de opresión o de libertad es un fusil, según que lo empuñe un esbirro o un revolucionario.

* * *

El robo para el pobre es un delito; para el burgués es habilidad en los negocios.

* * *

La utopía de hoy es la verdad de mañana.

* * *

Para ser diplomático hay que comenzar por ser hipócrita.

* * *

El trabajador es un limón: cuando el burgués lo ha dejado sin jugo, lo arroja a la basura.

* * *

Los burgueses dicen que el trabajo es sano y moralizador. ¿Por qué no trabajan ellos?

* * *

Con simples aplausos no triunfarán los liberales en su lucha contra el capitalismo y el autoritarismo: se necesitan fusiles y cartuchos.

* * *

Los pobres pagan polizontes y soldados para que velen por los intereses de los ricos. ¿Se puede pedir mayor absurdo?

* * *

¡Dar la vida para conquistar la felicidad: qué tontería! dicen algunos. Sin embargo, son los que esperan que después de la muerte irán derechito a pastar en las verdes praderas de algún paraíso.

* * *

Ricardo Flores Magón
(De Regeneración del 1°, 8, 15 y 22 de abril de 1911).

[1] Nombre con que se nombraban en aquél entonces a las películas cinematográficas. Nota de Chantal López y Omar Cortés.

[2] En el ejemplar del periódico de donde seleccionamos este artículo, se encuentra una fotografía de León Cárdenas, el niño a quien hace referencia Ricardo Flores Magón. Nota de Chantal López y Omar Cortés.

[3] Referencia a una pantalla cinematográfica. Nota de Chantal López y Omar Cortés.


Recuperado el 20 de agosto de 2016 desde kcl.edicionesanarquistas.net
Edición digital original de antorcha.net.