Escuelas Libres

Todo aquel que esté involucrado en política libertaria, desafía constante y consistentemente el rol de las instituciones del Estado y sus representantes sobre nuestras vidas. El rol de los patronos, la policía, los trabajadores sociales, el servicio secreto, los gerentes, doctores y sacerdotes, son todos vistos como parte de una jerarquía que existe para mantenernos a nosotros, la clase obrera, subyugados. Sin embargo, es relativamente raro que la izquierda cuestione el rol de los maestros. La mayoría de los activistas de izquierdas, y un gran número de libertarios, creen que la educación es buena, que toda la educación es buena, y que la educación siempre es buena. Como dijo Henry Barnard, el primer comisionado de educación de los EE.UU., «la educación siempre lleva a la libertad».

Aquellos involucrados en la educación libertaria creemos lo contrario. Creemos que los sistemas de educación nacional existen sólo para producir ciudadanos que serán ciegamente obedientes a los dictados del Estado, ciudadanos que defenderán la autoridad del gobierno aún cuando vaya en contra de la razón y de su interés personal.

El mito de que toda la educación es sagrada ha conducido a la aceptación de las calificaciones educacionales como la medida del valor social aceptable, y como base para privilegios sociales, aún cuando estas credenciales están claramente distribuidas de acuerdo a las divisiones de clases sociales existentes.

La educación libertaria o radical en general, busca producir niños que exigirán mayor control personal y más opciones.

Desde que han existido los sistemas de educación nacionales, también ha existido la oposición a dicha educación. El pionero de la crítica fué William Godwin, quien en 1793 escribió «Un Estudio Concerniente a la Justicia Política» — considerado como el primer ataque anarquista moderno al concepto del Estado.

Habiendo experimentado tanto la revolución francesa (1789-99) y la americana (1776), para Godwin, la forma de gobierno significaba poco. El pensaba que había dos fuerzas opresoras básicas en la sociedad — la educación y el gobierno. Él pensaba que la educación era un opresor peor porque «el gobierno debe siempre depender de la opinión de los gobernados». Esta afirmación cuadra mejor con la época en que fué escrita, que con la actualidad, pero no es menos válida por ello. Godwin sostenía que el desarrollo pleno de la razón humana está negado dentro de los muros de la escuela.

Godwin estaba convencido de que una sociedad justa solo podría ser el resultado de que toda la gente ejerza libremente su razón, y este es un principio básico del anarquismo hoy. A medida que la gente desarrolla constantemente sus poderes de razonamiento y su entendimiento, su concepto de las leyes naturales de la conducta cambia constantemente. Por lo tanto, pensaba que hacer la ley permanente (por medio de constituciones y otras instituciones políticas) sólo bloquearía el libre pensamiento y el despliegue de ideas acerca de cómo debería regularse la vida.

Él pensaba que la mayoría de la gente distingue naturalmente entre el bien y el mal, y por lo tanto pensaba que las leyes (o reglas o modos de conducta), que daban ventajas a algún grupo particular en la sociedad, debían ser enseñadas, ya que dichas leyes estaban fuera de la razón. En aquel tiempo, la exportación de lana inglesa era un crimen — usaba esto como ejemplo.

Su crítica era única, en una época en que un sistema de educación nacional era considerado una de las causas sociales más progresistas. Incluso la esposa de Godwin, Mary Wollstonecraft, consideraba un sistema de educación como un medio de ayudar a la igualdad de la mujer (bien, ha quedado demostrado que se equivocó, ¿no es así?)

La visión de Godwin era excepcional y, en efecto, hacia el final del siglo diecinueve, las escuelas comenzaron a funcionar como apéndices de las nuevas economías industriales — ensamblando siervos obedientes al Estado y a la corporación.

Es también en esta época cuando comenzamos a encontrar las primeras alternativas a la educación del Estado. La Escuela Moderna fué fundada en 1901 por Francisco Ferrer. En 1909 fué acusado falsamente por el gobierno español de dirigir una insurrección y fué ejecutado. Su ejecución le ganó reconocimiento internacional en Europa y los EE.UU. Aunque su propia Escuela Moderna existió por sólo cinco años, él inspiró un movimiento progresista de Escuelas Modernas en los Estados Unidos que existió hasta los 1960s.

Haciéndose eco de Godwin, Ferrer escribió acerca del apoyo del gobierno a la educación nacional, «ellos saben mejor que nadie que su poder se basa casi exclusivamente en la escuela». Con el crecimiento del industrialismo en el siglo 19, las escuelas triunfaron, no por un deseo de reforma, sino por una necesidad económica. La industria no quería individuos que pensasen libremente, quería obreros, instrumentos de labor, y los quería puntuales, obedientes, pasivos y dispuestos a aceptar su posición de desventaja.

Para Ferrer era inconcebible que el gobierno fuese a crear un sistema de educación que condujese a cambios radicales en la sociedad. Era, por tanto, poco realista creer que las escuelas apoyadas por el Estado pudiesen funcionar como un medio para ayudar a las clases bajas. Más bien, la educación enseñaba a los pobres a aceptar la estructura social existente, y que el desarrollo dependía del esfuerzo individual dentro de dicha estructura social.

Esto se ilustra en su ejemplo más extremo en la Alemania Nazi, cuando las escuelas se usaban para propagar ideología, nacionalismo y glorificación del Reich. El entrenamiento obligatorio en biología racial comenzaba a los seis años de edad, y había un fuerte énfasis en la historia y literatura alemana. Cinco horas diarias de educación física era preparación para el entrenamiento militar y el perfeccionamiento físico de la raza aria. Como dije, esto es un extremo, pero es un ejemplo perfecto de los males de la educación establecida por el Estado que Godwin predijo. Cosas similares han sucedido en los EE.UU., notablemente desde la segunda guerra mundial y a lo largo de la guerra fría.

Hacia mediados del siglo 20, era obvio que la escuela se había convertido en la institución para el control político, creando un consenso de valores políticos y sociales, y al mismo tiempo reduciendo la inquietud política y social.

El más famoso exponente inglés de las Escuelas Libres, A.S. Neill, escribió en 1939 en El Maestro Problemático: «las escuelas del Estado deben producir una mentalidad de esclavos, porque sólo una mentalidad de esclavos puede evitar que el sistema sea destruído». Definió las escuelas como productos de un interés directo de clase en «disciplinar a los trabajadores de tal forma que queden simbólicamente castrados de por vida, con el fin de continuar los privilegios de los ricos, quienes estarán a salvo con unas clases bajas que han sido capadas y por tanto no tienen las agallas para rebelarse». También pensaba que las escuelas inglesas le robaban a la clase obrera todo liderazgo efectivo: «El golpe maestro en ... política educacional fué la escuela secundaria ... que tomaba a niños de la clase obrera y los llevaba a desempeñar trabajos de cuello blanco en ... las profesiones. Así le roba a los trabajadores a sus mejores hombres y mujeres». Como anarquista no estoy muy de acuerdo con esto pero reconozco que, aún hoy, la educación intenta ajustar la clase social de cualquiera de los pobres que llegue a sobresalir: obtienen un diploma y se convierten en clase media.

Más recientemente, nuestra sofisticada sociedad de consumo ha traído nuevos requerimientos para la educación. En los 1970s, el educador libertario Ivan Illich (quien, pese a su nombre, es sudamericano) mantenía que la escuela prepara a un consumidor experto, tomando responsabilidad por la totalidad del niño. Enseña educación sexual, a vestirse, ajuste de los problemas de personalidad, y tópicos relacionados. También se les enseña que la libertad es conferida por las autoridades y debe ser merecida, luego usada apropiadamente o será retirada. Un sistema así destruye la habilidad de las personas para actuar por su cuenta.

En los 1960s, el filósofo liberal norteamericano Paul Goodman, escribe que el propósito de la escuela —diplomas y habilidades mercadeables «Significa, en efecto, que unas cuantas grandes corporaciones obtienen el beneficio de un enorme proceso selectivo y de eliminación— todos los niños són introducidos en el molino y todos pagan por ello».

Paulo Freire se refirió al «método bancario» de educación donde el estudiante es el objeto donde el conocimiento es colocado, más que el sujeto del proceso de aprendizaje. Esto refleja la presunción de que el problema fundamental es con el individuo y no con la sociedad. La educación del Estado asume que la pobreza existe porque los pobres no saben cómo funcionar apropiadamente dentro de la sociedad y la meta de la educación es cambiar la conducta de los pobres de modo que se ajusten a las necesidades de la sociedad que creó la pobreza en primer lugar. Los pobres són estimulados para que sigan un modelo basado en la vida y acciones de los ricos, y así son forzados a actuar en contradicción con sus propias necesidades y liberación.

Los reformadores escolares en los EE.UU. hicieron un intento de resolver esto cuando criticaron a Europa por tener escuelas distintas para las diferentes clases sociales. Pensaban que poniendo a los niños ricos y pobres juntos en la escuela, las divisiones de clase serían erradicadas. El problema con esto era que los niños no entraban a la escuela con el mismo trasfondo cultural o herramientas intelectuales, ni querían usar su educación para los mismos propósitos. Esto condujo a la introducción de métodos con los que estamos familiarizados hoy. Las necesidades del individuo son atendidas por medio de «streaming», entrenamiento vocacional y educación especial. En los EE.UU, existe actualmente un sistema de dos tiaras en las escuelas con los alumnos llamados «rendidores» tomando el camino universitario y otros estudiantes tomando el camino vocacional.

De hecho, en un estudio de los 1940s, sociólogos de los EE.UU. encontraron dos cosas. Primero: que existe una clara correlación entre la clase social y el rendimiento — los niños de las clases altas dominaban la universidad y las clases bajas dominaban el camino vocacional. Segundo: cuando los niños eran separados por su habilidad por medio de pruebas estandarizadas, los grupos encajaban con las clases sociales y razas existentes.

Ivan Illich halló que aquellos que obtenían el mejor beneficio de la escuela pasaban a través de los procesos enteros, desde muy jóvenes hasta completar la universidad — como hemos visto, típicamente las clases altas.

Esta exaltación de las clases altas por sus logros en educación es reforzada aún más al presentarle a los pobres la idea de que la escuela trae oportunidad de avance social. Los pobres apoyan esta idea debido a la fe con la que fueron adoctrinados al pasar por el sistema escolar (¡y seis horas al día, cinco días a la semana, por 9 años al menos es un verdadero adoctrinamiento!). A los pobres se les dice que son pobres porque no rindieron en la escuela o no llegaron a la universidad — son pobres porque són deficientes.

Por ello, los radicales critican las escuelas sobre la base de que refuerza la estructura de clases sociales.

Es claro que el rendimiento en la escuela es crucial para la autoestima y es un concepto del valor propio. La educación le enseña a la gente a pensar en sí mismos como estúpidos o brillantes, como exitosos o fracasados. Si asumimos que una autoestima adecuada depende de la aceptación y de la habilidad para funcionar en un contexto social, el poder psicológico de la escuela es obvio.

Como Illich hace notar, la escuela también refuerza la jerarquía, ya que a los pobres se les enseña que deberían someterse a los rendidores, bajo el liderazgo de aquellos con mejor educación, y como ya hemos visto — esas son las clases dominantes.

A los deficientes pobres se les hace creer que se les han dado todas las oportunidades y han fallado. El fracaso en la escuela puede conducir a la sumisión, apatía, indefensión y el atraso social. Producir una población así es obviamente bueno para los negocios y el consumo.

Varios filósofos de los siglos 19 y 20 discutieron la cuestión de la diferencia entre la educación y el aprendizaje, y la relación entre la educación del Estado y la libertad y la revolución social. Todos ellos seguían el principio de que la libertad política significa poco si las acciones del individuo están guiadas por una autoridad internalizada (implantada en la escuela) de la cual no hay escape.

En su novela del siglo 19, Emile, Rousseau afirma que si la instrucción moral es dada a una edad temprana, domina la acción, en lugar de estar disponible para ser utilizada por el individuo.

Rousseau sentía que los libros eran una de las mayores plagas de la infancia. A los niños no se les debía enseñar a leer, sino que debían aprender a leer por medio de la experiencia y la necesidad (con esto va la noción de la libre elección). El aprendizaje y el conocimiento son herramientas para que el individuo las use, no herramientas para usar al individuo (por ejemplo, las matemáticas).

La pregunta sagrada que esos filósofos hacían sobre la experiencia educacional era — «¿Qué bien nos hace todo esto?». Pensaban que la gente debía hacer sus elecciones, no sobre la base de la creencia ciega, sino tras considerar la necesidad y utilidad de la cuestión en particular que querían aprender.

El filósofo anarquista del siglo 19 Max Stirner tenía ideas similares. Su libro El Individuo y Su Propiedad ha sido llamado «el libro más revolucionario de todos los tiempos». En él, hacía un llamado por «una educación para la libertad, no para la servidumbre». Decía que habían diferencias entre la persona educada y la persona libre. Para la persona libre, el conocimiento es la fuente de mayores opciones, para la persona educada es el que determina qué opción elegir.

Mantenía que los pensamientos inculcados por un sistema de educación del Estado o de la iglesia se adueñarían del individuo y le sería imposible deshacerse de ellos (Stirner fué esencialmente uno de los primeros que comentaron sobre la socialización). Stirner daba el ejemplo de aprender un catecismo religioso a una edad temprana, y más tarde en la vida elegir unirse a una iglesia.

Si uno es dueño de un pensamiento, uno se puede deshacer de él, no es dueño del individuo.

Marx tenía ideas similares cuando reconoció que la ideología dominante de una sociedad és la ideología de la élite dominante. El poder del Estado moderno se basa en su reconocimiento de la importancia de la dominación de la mente (¿Esta frase era de Marx o de Stirner?):

«He aquí que finalmente la dominación de la ley es completa por primera vez. Porque no es que yo viva, sino que la ley vive en mí».[1]

Para Stirner, ejercer el libre albedrío significará ser Dueño de Uno Mismo. Sin libre albedrío los estudiantes dependen de aprender cómo actuar en lugar de determinar por sí mismos cómo actuar.

Tolstoi lo presentó de una manera un tanto diferente cuando dijo que el aprendizaje debería ser un proceso de cultura y no de educación. La sociedad debería «otorgarle a la persona la libertad completa para disponer ellos mismos de la enseñanza cuyas respuestas necesitan». Pensaba que una escuela no debería interesarse en cómo se utilizaba su enseñanza o qué efectos tendría sobre sus estudiantes.

Para estos filósofos, la meta de la pedagogía era el autodesarrollo, és decir, habilitar al individuo para ganar conciencia de sí mismo y la habilidad de actuar.

Para Stirner, ser Dueño de Uno Mismo significaba ser libre del dogma y de los imperativos morales, y tener un albedrío que no dependiese de fuentes autoritarias. Ser Dueño de Uno Mismo significaba ser libre de las escuelas mismas. Stirner hubiese cuestionado las metas de Ferrer por la sencilla razón de que Ferrer trabajaba dentro de la estructura de las escuelas.

El punto de vista de Ivan Illich, un siglo después, era que «las escuelas han alienado al hombre de su aprendizaje». Tanto para él como para Stirner, sólo había una solución, y esa era (es), la creación de una sociedad en la que las escuelas no existan.

La perspectiva de Paulo Freire era similar cuando combinó los métodos educacionales con el concepto marxista de la conciencia. Reconoció que vivimos en un mundo deshumanizado —uno sin conciencia propia— sin entendimiento de las circunstancias históricas que determinan nuestra existencia. Freire dice: «... una revolución no se realiza ni con verbalismo ni con activismo, sino más bien con la praxis, por ejemplo con reflexión y acción dirigida a las estructuras a ser transformadas».

A Freire le interesaba tanto la expansión de la conciencia como la expulsión de la falsa conciencia. Los oprimidos deben tratar sus propias vidas como auténticas y no rechazar sus propias realidades sobre la base de los valores de la clase dominante.

La persona que está consciente de las fuerzas sociales y es consciente de su naturaleza es capaz de romper la trayectoria de la historia y participar en el cambio radical de sí mismo y de la sociedad. Sin esta ruptura, el cambio social significaría sólamente que una facción opresiva reemplaza a la otra — un cambio en la guardia de palacio, sin ningún cambio en el palacio mismo. Esto no reúne los criterios de una revolución humanística, que sólo puede lograrse a través de la liberación individual de la conciencia, con la participación de toda la gente en el cambio social.

Escuelas Libres

La gran pregunta es entonces — ¿És posible usar la educación ahora para crear un cuerpo de pensadores libertarios?. Vivimos en una sociedad tecnológica altamente organizada y racionalizada en la cual es raro que el individuo halle espacio para crecer y desarrollar su libre albedrío. La sociedad industrial urbana está tan altamente organizada que los niños tienen escasa oportunidad de explorar y construir su propio mundo.

El movimiento de la Escuela Moderna (también conocido como el Movimiento de Escuelas Libres) del último siglo ha sido un intento de representar parte de esta preocupación. Un intento de establecer un ambiente de autodesarrollo en un mundo superestructurado y racionalizado. Un oasis, libre del control autoritario, y un medio de pasar el conocimiento para ser libres.

A.S. Neill, quien fundó Summerhill en 1937 en Inglaterra y se convirtió en uno de los símbolos del movimiento de escuelas libres, dijo que «ningún hombre es lo bastante bueno como para darle a otro sus propios ideales». mantenía que la única cura para los niños problemáticos era la libertad, y visualizaba una democracia donde individuos auto-regulados rechazarían el autoritarismo de la política, y formarían organizaciones sociales partiendo de la necesidad y el deseo.

Sus ideas e ideales eran loables, pero la práctica probó ser más difícil. El movimiento de la Nueva Escuela estaba a menudo atascado en argumentos circulares sobre una educación no dogmática estableciendo su propio dogma. Se debe recordar que la enseñanza de filosofía social radical podría acabar en totalitarismo. La prominente anarquista Emma Goldman, quien estaba involucrada en Stelton —una escuela libre radical en los EE.UU., dijo que «chico o chica, sobrealimentados con Thomas Paine, acabarán en los brazos de la iglesia o votarán por el imperialismo».

La Escuela Moderna de Francisco Ferrer en Barcelona abrió con una biblioteca vacía porque no pudo hallar textos no dogmáticos. Uno de los principales problemas de las Escuelas Libres es que los individuos podrían acabar aprendiendo que necesitan una institución que les de la libertad.

Las Escuelas Libres fueron un ejercicio invaluable, pero fallaron en ejercer un cambio explícito en la estructura general de la sociedad y se puede argumentar que, pueden acabar creando niños que son incapaces de entender el mundo afuera de su oasis educativo particular.

Espero haber mostrado aquí, cuán importante puede ser el aprendizaje y educación libertarios como parte de una revolución social. Sin embargo, es imperativo que aquellos de nosotros que trabajamos en la educación comprendamos los errores del pasado, y comencemos a explorar nuevas formas de aprender, que nos sean de utilidad tras la revolución social. Hay casi tantas sugerencias de sistemas como comentadores, pero todas ellas són básicamente similares. Están basadas generalmente en el principio de que la educación se lleva a cabo toda la vida, que el educador no se interesa en el resultado del proceso de aprendizaje y en que no habrá elementos de compulsión.

Illich nos da sugerencias prácticas para apoyar el aprendizaje. Una comunidad podría tener las siguientes estructuras:

Centro de Información — una especie de biblioteca expandida, con libros y otros medios, así como información sobre visitas a centros industriales, observando la variedad de actividades de la comunidad.

Centro/Registro de Habilidades — enseñanza de habilidades (escribir a máquina, albañilería, conocimiento de historia) — donde aquellos que desean aprender una habilidad puedan encontrar a alguien que se la enseñe.

Podría haber un currículum dentro de una habilidad como escribir a máquina, pero el plan de estudios no se extendería más allá de una habilidad específica. La planificación del Curriculum se dejaría al individuo.

Un sistema de comunicación por computadora que enlace a personas con intereses similares, periódicos de intereses específicos (grupos de discusión — sus ideas al respecto se realizan más ahora con la internet).

Finalizando el siglo 20, vemos una reversión de la necesidad de niños como carne de fábrica que había sido demandada por el desarrollo industrial durante el siglo pasado. El uso creciente de la tecnología, la preocupación de los sindicatos por que la labor infantil disminuya los salarios y aumente el desempleo, le dicen a números crecientes de jóvenes que su futuro no es como un obrero. Un aumento en la edad en que se abandona la escuela, la cantidad de estudiantes que buscan mayores niveles de educación, y una nueva prevalencia de calificaciones vocacionales es el intento del capitalismo de parchar las grietas. Pero un gran número de jóvenes comienzan a descubrir que, tras la edad de 15 o 16, la economía avanzada de hoy no les necesita y no están logrando hallar el lugar en la sociedad que el trabajo les hubiese dado hace 20 o 30 años.

Para aquellos que trabajan, dijo Freire —las sociedades altamente tecnológicas se mueven hacia un futuro donde la especialización en el trabajo se hace tan estrecha que la gente es generalmente incapaz de pensar. Lo que se está creando es una sociedad de masas deshumanizada. En ella casi toda conciencia de uno mismo se pierde. No hay elemento de riesgo o de planificación a un nivel individual. «No tienen que pensar ni en las cosas más pequeñas, siempre hay un manual que dice qué hay que hacer en la situación A o B». La gente habrá dejado de pensar libremente, reemplazándolo por un mero aprendizaje basado en asesoría experta.

la idea de la educación libertaria es que el conocimiento y el aprendizaje deberían estar vinculados a la vida real y la utilidad personal, y no debería ser la prerrogativa de una institución especial.

Una sociedad sin escuelas sería una sin instituciones de misticismo y autoridad. Sería una sociedad de auto-regulación donde las instituciones serían productos de la necesidad y utilidad personal y no fuentes de poder. Sería una sociedad anárquica.

[1] Nota del traductor: la frase era de Stirner.