La psicología del inconsciente es la filosofía de la revolución: es decir, esto es lo que se ha de convertir en porque alimenta la insurrección dentro de la psique, y libera la individualidad de los vínculos de su propio inconsciente. Es designado para hacernos interiormente capaces de la rebeldía, porque es el trabajo revelación para la revolución.

La incomparable revalorización de todos los valores, con la que se llenará el futuro inminente, comienza en este tiempo presente con el pensamiento de Nietzsche sobre la persecución del alma y con el descubrimiento de Freud de la llamada técnica psicoanalítica. Este último es el método práctico que por primera vez hace posible liberar el inconsciente para su conocimiento empírico: es decir, para nosotros ha llegado a ser posible conocernos a nosotros mismos. Con esto nace una nueva ética, que descansará sobre el imperativo moral de buscar un conocimiento real sobre uno mismo y sus semejantes.


Lo que resulta abrumador de esta nueva obligación es aprehender la verdad la cual supone que, hasta hoy no hemos sabido nada de la cuestión que importa por encima de todos las demás -la cuestión de lo que es intrínseco, esencial en nuestro propio ser, nuestra vida interior, nuestro ser y el de nuestros semejantes seres humanos; nunca hemos estado siquiera en condiciones de inquirir sobre estas cosas. Lo que estamos aprendiendo a saber es que, como lo estamos hoy, cada uno de nosotros posee y reconoce como propio sólo una fracción de la totalidad abrazada por su personalidad psíquica.

En cada psique, sin excepción, la unidad del todo funcional, la unidad de la conciencia, se rompe en dos, un Inconsciente que se ha separado de sí mismo y mantiene su existencia manteniéndose separado de la guía y el control de la conciencia, aparte de cualquier tipo de auto-observación, especialmente la dirigida a sí mismo.

Debo suponer que el conocimiento del método freudiano y sus importantes resultados ya están muy extendidos. Desde Freud entendemos todo lo que es inapropiado e inadecuado en nuestra vida mental para ser el resultado de experiencias internas cuyo contenido emocional excitó un intenso conflicto en nosotros. En el momento que se producen esas experiencias —especialmente en la niñez temprana— el conflicto parecía insoluble, y fueran excluidos de la continuidad de la vida interna como es conocida por el ego consciente. Desde entonces han continuado motivándonos desde el inconsciente de una manera incontrolablemente destructiva y oposicional. Creo que lo que es realmente decisivo para la ocurrencia de represiones se encuentra en el conflicto interior... más que en relación al impulso sexual. La sexualidad es el universal motivo para un número infinito de conflictos internos, aunque no en sí mismo sino como el objeto de una moral sexual que se sitúa en el insoluble conflicto con todo lo que es de valor y pertenece a dispuesto y la realidad.

Parece que, en el nivel más profundo, la naturaleza real de estos conflictos siempre puede remontarse al principio general, al conflicto entre lo que pertenece a uno mismo y lo que pertenece al otro, entre lo que es innatamente individual y lo que se nos ha sugerido, es decir, lo que es educado o forzado a entrar en nosotros.

Este conflicto de individualidad con toda la mayoría que ha penetrado en nuestro propio yo más íntimo pertenece más al período de la niñez que a cualquier otro tiempo.

La tragedia es correspondientemente mayor a medida que la individualidad de una persona resulta más rica, es más fuerte en su propia naturaleza particular. Cuanto antes y cuanto más intensamente la capacidad de soportar la sugestión y la interferencia comience su función protectora, más pronto y más intensamente se profundizará y exacerbará el conflicto auto-divisivo. Las únicas naturalezas que hay que salvar son aquellas en las que la predisposición hacia la individualidad está tan débilmente desarrollada y es tan poco capaz de resistencia que, bajo la presión de la sugestión desde el entorno social, y la influencia de la educación, sucumbe, por así decirlo, a la atrofia y desaparece por completo (naturalezas cuyos motivos guía están por fin compuestos enteramente de patrones extraños, dictados, de evaluación y hábitos de reacción) . En tales caracteres de segunda categoría, una cierta salud aparente puede mantenerse, es decir, un funcionamiento pacífico y armonioso de la totalidad del alma o, más exactamente, de lo que queda del alma. Por otro lado, cada inviduo que esta de alguna manera más arriba del estado normal contemporáneo de las cosas no está, en las condiciones existentes, en posición de escapar de un conflicto patogénico que atañe a su salud invidual, es decir, el desarrollo armonioso completo de las posibilidades más altas de su carácter individual innato.

Se entiende de todo esto que tales caracteres hasta ahora, no importa en qué forma externa se manifiesten —ya sea que se opongan a las leyes y la moralidad, o nos lleven positivamente más allá del promedio, o se colapsan internamente y se enfermen— han sido percibidos con disgusto, veneración o piedad como inquietantes excepciones que la gente trata de eliminar. Se comprenderá que, ya hoy, existe la exigencia de aprobar a estas personas como los sanos, los guerreros, los progresistas, y aprender de ellos y a través de ellos.

Ninguna de las revoluciones de la historia ha logrado establecer la libertad para la individualidad. Se han esfumado inefectivamente, cada vez como precursores de una nueva burguesía, han terminado con el acentuado deseo de las personas de reinstalarse en condiciones generalmente aceptadas para ser normales. Se han derrumbado porque el revolucionario de ayer llevaba la autoridad dentro de sí mismo. Sólo ahora se puede reconocer que la raíz de toda la autoridad reside en la familia, que la combinación de arte y autoridad, como se muestra en la familia patriarcal que todavía cuestiona hoy, aplaude cada individualidad en cadenas.

Los tiempos de crisis en las culturas avanzadas siempre han sido atendidos por quejas sobre el aflojamiento de los lazos del matrimonio y la vida familiar... pero la gente nunca podría escuchar en esta” tendencia inmoral ” el grito ético de afirmación de vida de la humanidad para la redención. Todo se fue a la ruina y naufrago, y el problema de la emancipación desde el pecado original, de la esclavitud de las mujeres por el bien de sus hijos, quedó sin resolver.

El revolucionario de hoy, que con la ayuda de la psicología del inconsciente ve las relaciones entre los sexos en un futuro libre y propicio, lucha contra la violación en su forma más primordial, contra el padre y contra el Patriarcado.

La revolución venidera es la revolución del matriarcado [derecho materno]. No importa bajo qué forma externa y por qué medios se produce.