Nota editorial

    Librado Rivera. Por David Poole

    Carta a Porfirio Díaz

    Carta a su esposa

    Carta a Manuel Téllez

    Carta a Nicolás T. Bernal del 16 de noviembre de 1922

    Carta a Nicolás T. Bernal del 24 de enero de 1923

    Carta a Nicolás T. Bernal del 11 de febrero de 1923

    Carta al periódico La Antorcha

    Carta al periódico Avante

    Carta al Sr. Torres

    Carta al periódico Verbo Rojo

    Historia del crimen

    ¡Basta!

    Mi decepción de la Revolución Rusa

    ¡Que siga el descontento!

    El caos mundial

    Por la razón o la fuerza

      I.

      II. Calles aprovechado discípulo de Gerardo Machado

      III. El problema de la tierra

    Frente a las tiranías

    Discurso

    La pacificación del yaqui

    Para lo que sirve el gobierno

    Para lo que sirve el gobierno a los pobres

    El nuevo embajador Mr. Morrow

    Los sin trabajo

    La conferencia imperialista del dólar

    El traidor Jesús M. Rangel

    La política juzgada por políticos

    Haz de verdades

    La muerte de Álvaro Obregón

    El paro del día 23

    La manifestación de Tampico

    Arresto de Librado Rivera

    La revuelta política

    Arresto y tortura de Librado Rivera

    La inmigración de trabajadores mexicanos

    El gobierno y el clero de México en perfecta armonía

    La paz de los muertos

    Las farsas electorales

    Venganzas ruines

    La mano férrea de la dictadura y el Congreso Liberal de San Luis

      Capítulo I

      Capítulo II

    ¡Ya es tiempo de que deje la ergástulo Tom Mooney!

    Reina la barbarie en San Luis Potosí

    Fin del sistema capitalista

    Un país de libertadores: México

    Carta abierta al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos: Plutarco Elías Calles

    En recuerdo de Librado Rivera. Por T. H. Bell

Nota editorial

Al fin podemos presentar a nuestros lectores esta cuarta edición cibernética del libro que con base en mucho trabajo, dedicación y cariño publicamos en nuestra editorial, Ediciones Antorcha, el 25 de junio de 1980.

Esta obra está consagrada a un hombre especial. Íbamos a decir extraordinario. Además, para nosotros es rendir homenaje a todos aquellos individuos de los que no se habla mucho, de quienes poco se sabe ya que no discursean sino actúan, de los que a pesar de todos los peligros a los que deban enfrentarse están presentes en la lucha social y no titubean; y que sin su tenaz —casi obsesiva— labor no hubiese habido, ni habría, movimientos populares progresistas en este planeta.

Librado Rivera es uno de esos hombres.

Durante sus sesenta y ocho años de vida intensa, su actividad en pro de la emancipación de los desheredados de la Tierra no se interrumpió, ni aún cuando tenía rejas en su rededor. Del liberalismo evolucionó hacia el anarquismo y nada ni nadie le hizo cambiar la ruta que se había trazado, iniciada bajo la dictadura porfirista.

Es preciso especificar que era a tal grado compañero de ideas y de actividad de Ricardo Flores Magón que sus vidas en cierto momento se confunden, hablar del uno sin tomar en cuenta al otro es prácticamente imposible.

Muerto Ricardo, diezmado el movimiento revolucionario impulsado por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, Librado Rivera prosiguió la lucha a pesar de todas las adversidades a las que tuvo que enfrentarse.

Todos los regímenes políticos que siguieron al triunfo de la revolución burguesa mexicana fueron sentenciados, sin tapujos, directa y valientemente por Librado Rivera, ocasionándole la mayoría de las veces tener que volver a visitar las cárceles mexicanas que tanto conoció durante el régimen porfirista.

En fin, Librado Rivera es la imagen viva de la integridad y su vida un ejemplo para todos los interesados en continuar la lucha que él y Ricardo Flores Magón iniciaron.

Chantal López y Omar Cortés

Librado Rivera. Por David Poole

Entre los numerosos compañeros y colaboradores de Ricardo Flores Mahón, Librado Rivera era el más próximo a él. Su compañerismo revolucionario, que nos recuerda a la pareja formada por Durruti y Ascaso, duró veinte años o sea hasta la muerte de Ricardo en la cárcel de Leavenworth, provocada directa o indirectamente por las autoridades estadounidenses.

Librado fue miembro fundador de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y tuvo una participación fundamental en su orientación anarquista. A pesar de esto, su actuación ha sido desgraciadamente menospreciada; lo cual quizá se deba, en parte, a su modestia natural y a su reserva; siempre rehuyó destacar; aún estando en la primera fila de la lucha, prefería adoptar el papel de un simple militante.

Como incansable anarquista, revolucionario y propagandista pasó más de treinta años luchando a favor de todos los oprimidos y explotados de la Tierra con el fin de establecer, como él decía, una nueva sociedad que tenga en sí libertad, amor y justicia para todos.

Librado Rivera nació en 1864 en la municipalidad de Rayón, San Luis Potosí, siendo hijo de un pobre granjero, Antonio Rivera y de Irinea Godinez. En su infancia asistió a una escuela al aire libre que estaba cerca de la hacienda La Estancia. El maestro de esta escuela, Jesús Sanáz, tuvo gran influencia sobre Librado, ya que después de las clases, alumno y maestro daban grandes caminatas juntos, durante las cuales Sánaz explicaba al joven Librado las razones de la pobreza de los campesinos y la necesidad de una reforma social radical. Más tarde se cambió a la escuela municipal de Rayón. Allí demostró ser un alumno excepcional y gracias a la intervención de un hacendado local pudo obtener una beca del gobierno estatal, lo que le permitió proseguir con sus estudios en la Escuela Normal de maestros en San Luis Potosí, la capital del Estado.

Graduado con honores en 1888, Librado empezó a enseñar en la escuela El Montecillo de San Luis Potosí, convirtiéndose en su director algunos años más tarde. En 1895, regresó a la Escuela Normal como profesor de historia y geografía. Para completar su sueldo de maestro, impartió clases privadas en su tiempo libre, a niños de las familias más selectas de San Luis Potosí, inclusive a los del Jefe Político local. Al visitar los hogares de la burguesía provincial, Librado pudo comparar sus vidas llenas de salud y ocio con las de pobreza e injusticia de los pequeños proletarios y peones. Este odioso espectáculo del rico viviendo holgazanamente y del pobre sufriendo, iba a ser la obsesión de Librado durante todo el resto de su vida. Pronto, en la Escuela Normal, empezó a denunciar la injusticia social a sus alumnos.

Más tarde escribió en el artículo Frente a las tiranías:

El dinero que recibía como honorarios era sacado de los escuálidos bolsillos del pueblo en forma de contribuciones. Mi responsabilidad era, pues, mayor ante el pueblo que ante el gobierno; porque un gobierno puede ser cambiado de la noche a la mañana por la voluntad popular. Obedecí, pues, al grito de mi conciencia y comencé a combatir la dictadura, ya en la cátedra, como fuera de ella.

Uno de los estudiantes que influenció fue a Antonio I. Villarreal; quien más tarde sería miembro de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

En 1900, Librado Rivera era un defensor entusiasta del recién formado movimiento liberal, fundado gracias a la iniciativa de Camilo Arriaga, y cuyo propósito original consistía en combatir la creciente influencia de la iglesia católica en los asuntos estatales a pesar de las Leyes de Reforma de 1857; además, muchos de los interesados en el movimiento, entre ellos Librado, se oponían férreamente a la dictadura de Díaz que se basaba en la esclavitud, en la corrupción y en la expropiación estatal de tierras comunales trabajadas por los campesinos en una forma primitiva de anarco-comunismo.

En febrero del año siguiente, en el Primer Congreso de los Clubes Liberales que tuvo lugar en San Luis Potosí, Librado representó al Club Liberal Benito Juárez de Rayón —uno entre más de cien clubes formados en todo el país—.

En este Congreso, conoció a Ricardo Flores Magón quien pronunció un audaz discurso —que Librado apoyó con entusiasmo— denunciando abiertamente la administración de Díaz como una madriguera de ladrones.

Al concluir el Congreso, continuó enseñando en la Escuela Normal de la cual ahora era director, a la vez que participaba activamente en las reuniones del Club Liberal Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, como uno de sus secretarios. A través de la extensa biblioteca del presidente del Club, el señor Camilo Arriaga, descubre por vez primera las obras de Bakunin, Kropotkin, y otros escritores anarquistas, leyéndolas con entusiasmo y pasión.

Hacia finales de 1901 el Club Liberal Ponciano Arriaga que fungía como Centro Directivo para los clubes liberales de todo el país, comenzó los preparativos para el Segundo Congreso Liberal que iba a tener lugar, como el primero, en San Luis Potosí, a pesar de la creciente represión ejercida por la dictadura contra los movimientos liberales, represión que desembocó en la supresión de muchos clubes y en el encarcelamiento de activistas como, por ejemplo, Ricardo y Jesús Flores Magón, y en la clausura de su periódico de oposición Regeneración.

Este Segundo Congreso intentaba ir más allá del anticlericalismo del primero. La orden del día propuesta, que sin duda Librado ayudó a elaborar, incluía puntos tales como: la libertad de los presos, la libertad del sufragio, la supresión de los Jefes Políticos y métodos para el mejoramiento de las condiciones de los trabajadores en las grandes haciendas. Sin embargo, el Congreso nunca iba a tener lugar.

El 24 de enero de 1902, un poco menos de dos semanas antes de que empezara el Congreso, un mitin del Club Liberal Ponciano Arriaga fue brutalmente disuelto por la policía y sus miembros arrestados después de un alboroto que había sido provocado por un congresista porfirista y policías vestidos de civiles.

Librado y Arriaga, para evitar ser arrestados, fueron a refugiarse en la casa de este último, pero tuvieron que entregarse cuando la rodearon los rurales y un destacamento de soldados regulares. Llevados a la penitenciaría estatal fueron acusados, junto con Juan Sarabia, el editor de Renacimiento, el periódico órgano del Centro Director de los Clubes, de obstruir a las fuerzas públicas en el ejercicio de sus funciones, y por lo tanto sentenciados a un año de cárcel sin juicio alguno. Estando en la prisión, Librado, Sarabia y Arriaga, ahora con Antonio Díaz Soto y Gama, continuaron su trabajo para el movimiento liberal fundando el periódico El demófilo, que fue impreso por el primo de Arriaga en San Luis Potosí.

El demófilo, iniciado en nombre de los trabajadores que son víctimas de las injusticias... las clases humildes y explotadas, atacaba muchos aspectos de la dictadura de Díaz incluyendo la práctica de la conscripción militar forzada, la leva, como un sistema de trabajo forzado.

En el periódico, Librado colaboró con muchos artículos sobre la cuestión social, siendo esos suficientes para que la dictadura lo clausurara cuatro meses después de su aparición. Él y sus cuatro camaradas fueron cambiados a celdas separadas y mantenidos incomunicados durante varios meses. Además, las autoridades rodearon la penitenciaría, con federales, y colocaron guardias extras afuera de las cuatro celdas de los liberales. Fue en esa época cuando apodaron a Librado como El Fakir, debido a sus grandes poderes de concentración. Disgustando a sus compañeros de celda, se sentaba en una esquina y leía, completamente indiferente a lo que estaba pasando a su alrededor.

A finales de septiembre de 1902, fue puesto en libertad; después de haber pasado algún tiempo, posiblemente, en San Luis Potosí, se encaminó hacia México, llegando ahí en marzo de 1903.

En la capital se reúne inmediatamente con Ricardo, Enrique Flores Magón y Juan Sarabia, quienes fueron liberados al mismo tiempo que él, y participa en la edición de El Hijo del Ahuizote que era el sucesor del clausurado Regeneración.

Poco después de un mes de su llegada a México, las oficinas de El Hijo del Ahuizote son allanadas por la policía. Librado, junto con Ricardo, Enrique, Sarabia y otros seis compañeros son arrestados por ultraje a oficiales públicos.

Fueron llevados a la infame cárcel de Belem, en donde todos quedaron incomunicados durante dos meses y medio; Librado sería el primero en ser liberado ya que los demás permanecieron en la cárcel hasta el mes de octubre siguiente.

A su liberación, los más prominentes activistas de la oposición a Díaz, decidieron continuar la lucha desde el exilio en lugar de tener que padecer más años de inútil reclusión. Por lo tanto a principios de 1904, Ricardo y Enrique cruzan la frontera de los Estados Unidos y llegan a Laredo, Texas, en donde Librado los alcanzará poco tiempo después, junto con otros tres camaradas, encontrándose entre ellos el estudiante de la Escuela Normal de San Luis Potosí, Antonio I. Villarreal. Allí, Librado encontró trabajo de peón como los demás exiliados con la intención de recoger bastantes fondos para volver a publicar Regeneración.

A mitad del año, Ricardo parte a San Antonio, Texas, en donde reanuda en noviembre la publicación de Regeneración. A principios del año siguiente, Ricardo es obligado a mudarse a Saint-Louis, Missouri, ya que los agentes de Días lo estaban hostigando. Pronto Librado se reúne con él y participa activamente en la elaboración de Regeneración. En Saint-Louis, va con Ricardo a un concurrido mitin en el que participa Emma Goldam; ahí conocerá al anarquista español Florencio Bazora. Estos dos encuentros iban a tener un profundo impacto en Librado y en Ricardo, ayudándoles en gran medida a clarificar su anarquismo.

El 28 de septiembre de 1905, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano estaba formada por los exiliados liberales teniendo a Ricardo como presidente y a Librado como el primero de los tres vocales.

Poco tiempo después de la fundación de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, las oficinas de Regeneración son invadidas por los detectives Pinkerton que arrestan a Ricardo, a Enrique y a Juan Sarabia, confiscando todo el material de la oficina incluyendo las imprentas.

Regeneración vuelve a aparecer en febrero de 1906 gracias al sacrificio de todos los camaradas involucrados. Pero, al mes siguiente, Ricardo y sus dos camaradas, que han sido liberados bajo fianza, son obligados a huir a Canadá, temiendo, no sin justificación, que las autoridades estadounidenses intentaran extraditarlos a México. En este momento, con la ayuda de Manuel Sarabia (el hermano de Juan), Villarreal y el linotipista Aarón López Manzano, Librado toma la dirección del periódico.

Empero, en septiembre las nuevas oficinas de Regeneración son incursionadas por la policía que, esta vez, destroza las instalaciones de la imprenta.

Un mes después, una mañana temprano, las casas de Librado y de Manzano son objeto de una visita por parte de la policía federal y de unos agentes de inmigración; visita que concluye con el arresto de los dos hombres.

Encarcelado secretamente, Librado es acusado por la dictadura de Díaz de robo y asesinato durante la huelga de los mineros de Cananea, Sonora, que estalló en el mes de junio de ese año.

Después de quedar incomunicados por algún tiempo en la cárcel de Saint-Louis, los dos camaradas son puestos en un tren para ser deportados a México. Pero gracias a una campaña pública fomentada, al conocer las inquietudes de las familias de Librado y de Manzano, por dos periódicos de Saint-Louis, el Saint-Louis Post Dispatch y el Saint-Louis Globe Democrat, las autoridades se ven obligadas a abandonar su tentativa de deportar ilegal y clandestinamente a los dos amigos, y éstos son bajados de tren en Irenton. Hasta ese momento permanecieron incomunicados en la cárcel local, pues las autoridades estadounidenses siempre fueron complacientes para ejecutar el trabajo sucio de Díaz; obviamente esperaban que la campaña para liberar a los dos hombres se detuviera en ese momento. Sin embargo estaban totalmente equivocadas, ya que los dos periódicos continuaron su implacable campaña hasta que Manzano y Librado regresaran a Saint-Louis. Allí son llevados ante un juez federal y frente a un público tenso, Librado rápidamente es absuelto ya que el juez James R. Grey, comisionado estadounidense, encontró que los delitos eran, por completo, de naturaleza política. En forma similar liberaron a Manzano. Fue esa única vez en la que los exiliados de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, en Estados Unidos se encontraron frente a algo parecido a la llamada justicia.

Librado, después de su liberación, intentó revivir la publicación de Regeneración pero por razones desconocidas, nunca lo pudo realizar.

Entre su liberación en noviembre de 1906 y parte de 1907, poco o nada se sabe acerca de las actividades de Librado. Esos tiempos eran especialmente duros para la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano; Ricardo y Villarreal estaban huyendo después del infructuoso levantamiento fomentado por la Junta en México durante los meses de septiembre y octubre de 1906; y en todos los estados fronterizos de los Estados Unidos, las autoridades estaban persiguiendo implacablemente a sus miembros y simpatizantes.

A pesar de este contratiempo, Ricardo y Villarreal se encaminaron hacia Los Ángeles, California en donde empezaron la publicación clandestina de Revolución, como sucesor de Regeneración, reuniéndose con ellos Librado en el mes de junio de 1907. Sin embargo, en agosto, su escondite es descubierto por los detectives de la agencia Furlong que eran empleados directamente por Díaz; son arrestados sin justificación y entregados a la policía estadounidense.

Estando en la cárcel regional de Los Ángeles, se las arreglaron para organizar otro levantamiento en México que debía tener lugar en el mes de junio-julio de 1908. Por eso, y por petición directa de las autoridades mexicanas, los tres son mantenidos incomunicados durante algunos meses y sin juicio alguno, se quedaron en la cárcel por un lapso de casi dos años; finalmente se les extradita a Arizona en mayo de 1909 donde son sentenciados a dieciocho meses de encarcelamiento por violación de las leyes de neutralidad.

Los tres camaradas cumplieron juntos su sentencia, primero en la infame cárcel de Yuma y luego en la recién construida prisión de Florence. Las condiciones en esas dos ergástulas eran aterradoras como más tarde Villarreal lo recordó; ahí Librado se enfermó; lo mantuvieron en un encierro solitario varios días, en una celda subterránea, totalmente obscura, por pedir un cambio de trabajo ya que el que le habían asignado empeoraba una afección pulmonar que sin duda contrajo mientras estuvo en las prisiones mexicanas.

Puestos en libertad en agosto de 1910, los tres miembros de la Junta regresaron a Los Ángeles; allí reanudaron la publicación de Regeneración.

Sobre esto Librado escribiría más tarde: nuestras viejas ideas de libertad y emancipación a favor de los explotados y esclavizados peones mexicanos fueron expuestas...

El nuevo Regeneración había sufrido un profundo cambio a la víspera de la revolución apareciendo semanalmente con tres páginas en español y una cuarta en inglés;[1] y la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano hizo más que cualquier otro grupo para cimentar el camino, al evolucionar desde un liberalismo radical hacia un puro anarquismo.

Ahora Librado se dedica enteramente al periódico, viviendo y trabajando con sus siguientes editores —Ricardo, Enrique, Anselmo Figueroa y el anarquista británico W. C. Owen que editaba la parte en inglés— en el local que servía a la vez de oficinas para la editorial y de casa.

En junio de 1911, las oficinas de Regeneración son una vez más registradas por la policía y Librado, junto con Ricardo, Enrique y Anselmo Figueroa fueron arrestados bajo el ahora familiar cargo de violación a las leyes de neutralidad y sentenciados a otros dieciocho meses de encarcelamiento que deberían pasar en la penitenciaría de la Isla Mc Neil.

Estando en la cárcel Librado, su compañera Concepción muere después de una larga enfermedad dejando a sus dos niños, un chico de quince y una niña de once años de quienes se harían cargo unos compañeros.

En un raro ejemplo de compasión, la administración Wilson otorgó temporalmente libertad bajo palabra a Librado para asistir al funeral, sin embargo le fue imposible ir al no poder encontrar suficiente dinero para sus gastos de viaje.

Después de su liberación en enero de 1914, Librado y sus tres compañeros regresaron a Los Ángeles en donde reanudaron su trabajo en Regeneración hasta que se vieron obligados a cerrar a finales del año, teniendo serio problemas financieros.

A mitad de 1915, Librado, Ricardo y Enrique con sus familias y otros camaradas rentan una pequeña granja en Edendale, cerca de un suburbio rural de Los Ángeles, en donde se instalan. Allí todos los camaradas trabajan comunalmente la tierra. Pronto pudieron reanudar la publicación de Regeneración cuya impresión fue hecha por Librado que trabajaba solo en una vieja imprenta manual.

En marzo de 1918 Librado es arrestado de nuevo, junto con Ricardo; esa vez bajo la acusación del delito de espionaje por publicar un manifiesto dirigido a los anarquistas y a los trabajadores del mundo en el que notificaban prepararse para la revolución social venidera. A pesar de que este manifiesto se publicó en español, Librado fue sentenciado a quince años de encarcelamiento y Ricardo a veinte años.

Más tarde Librado escribió:

En jurado secreto se ventiló nuestro proceso, el complot y la intriga eran bien manifiestos. El juez Bledsoe redondeó sus instrucciones al jurado leyendo con acento firme y voz arrogante, la siguiente sentencia: la actividad demostrada por estos hombres ha sido una constante violación a la ley, de toda ley, lo mismo han violado las leyes divinas que las humanas.

Juntos Librado y Ricardo son llevados a la Isla Mc Neil para cumplir su sentencia, pero en diciembre de 1919 Ricardo es transferido, ya enfermo, a la penitenciaría de Leavenworth, Kansas. Nueve meses más tarde, Librado es trasladado a la misma cárcel.

Mientras estaban en la prisión, en México se dio a conocer la difícil situación en la que se encontraban Librado y Ricardo. Varias huelgas de protesta tuvieron lugar, organizadas por grupos de trabajadores, incluso por la recién formada organización anarcosindicalista la C. G. T., (Confederación General de los Trabajadores); las mercancías estadounidenses fueron boicoteadas en un intento de presionar a las autoridades norteamericanas para liberar a los dos hombres. Estas resistían la fuerte presión como podían argumentando que Librado y Ricardo eran peligrosos anarquistas y por eso no podían libertarlos ya que no mostraban ningún arrepentimiento por su supuesto crimen. Sin embargo las autoridades mexicanas intervinieron, sin duda obligadas por la presión popular, y dieron instrucciones a su embajada en Washington de interceder a favor de Librado y Ricardo ante el gobierno estadounidense.

Esto no sirvió para nada, en una carta a un funcionario de una embajada que deseaba saber la razón de su encarcelamiento, Librado expuso sus ideas anarquistas:

... durante toda esta lucha por la justicia a favor de los oprimidos, he llegado a esta conclusión: el gobierno, todo gobierno, cualquiera que sea su forma, está siempre al lado del fuerte y es la maldición del débil; y la de que el gobierno no ha sido creado para proteger las vidas e intereses de los pobres, sino para los ricos que constituyen una muy pequeña minoría, mientras que la gran masa de los pobres forma el 99% de los habitantes de la Tierra. Esta es la razón por la cual yo estoy en contra de este sistema de desigualdad e injusticia, y que busque una nueva sociedad que tenga en sí libertad, amor y justicia para todos...

Según Librado, la vida rigurosa y monótona de la cárcel agravaba el estado de salud de Ricardo. Durante más de dos años fue testigo de cómo su viejo compañero iba empeorando, desarrollándose cada vez más su creciente ceguera a causa de la rotunda negativa para proporcionarle atención médica adecuada.

A principios de noviembre de 1922, Ricardo fue transferido de la celda que ocupaba, adyacente a la de Librado, a otra, mucho más alejada. El 20 de noviembre Librado lo vio por última vez. Sobre esto escribió más tarde:

La tarde del veinte fue la última vez que nos encontramos en las filas, así como las últimas palabras que nos comunicamos Ricardo y yo; palabras que conservo en mi memoria como eterna despedida del compañero y hermano querido, que durante veintidós años participamos juntos constantes persecuciones, amenazas de muerte y encarcelamientos por los esbirros del capitalismo.

Al día siguiente, Ricardo fue encontrado muerto en su celda. A pesar de que oficialmente se dijo que su muerte había sido causada por un ataque al corazón, Librado pensó que fue asesinado. Quedo todavía más convencido de ello, cuando las autoridades de la cárcel le dictaron el texto del telegrama que debería enviar a los compañeros de Ricardo.

A principios de 1923 Librado salió en libertad de la prisión de Leavenworth y pronto deportado a México. Después de pasar algún tiempo en San Luis Potosí en donde rechazó una invitación del Partido Reformista Juan Sarabia, para concurrir al Congreso, se estableció en Villa Cecilia, Tamaulipas (hoy Ciudad Madero), donde editó Sagitario, un periódico fundado por el grupo anarquista Los hermanos rojos.

Sagitario tenía una amplia circulación tanto en México como en el extranjero; su interés estaba enfocado en la propaganda anarquista dirigida principalmente a los trabajadores petroleros de la región. Esta tuvo un gran éxito; en noviembre de 1924, Librado pudo escribir:

... se redoblan las fuerzas, se agita el pensamiento, nuevos grupos; plenitud y más plenitud tiene la propaganda anarquista en la región petrolera.

En las columnas de Sagitario expuso también algo acerca de los mitos del mal llamado régimen socialista de Calles, de la farsa de la repartición de la tierra, de la persecución y asesinato de los indios Yaquis y del hurto de su tierra por los funcionarios del gobierno. Seguramente a causa de esta última declaración Librado fue arrestado en abril de 1927 junto con dos co-trabajadores de Sagitario, y llevado a la penitenciaría de Andonegui, Tampico.

Si las autoridades pensaban que encarcelando a Librado podrían callarlo estaban profundamente equivocadas. Desde su celda de la cárcel siguió enviando artículos para Sagitario, y escribió desafiante, a sus compañeros que estaban en libertad:

La historia se repite. Hoy pesa sobre mi cabeza una acusación semejante a la que me llevó al presidio en San Luis Potosí hace veintisiete años. Con la diferencia de que en tiempos de la dictadura porfiriana fui absuelto por falta de méritos; mientras que hoy se me ha declarado culpable por reincidente. Es que vuelvo a la carga contra una dictadura más feroz. Las verdades que lanzaba desde la cátedra contra la dictadura de entonces, hoy las lanzo desde el presidio contra la dictadura de hoy, y las seguiré lanzando mientras no me acorten el resuello de sus calabozos regeneradores. Los propósitos de las tiranías de aislarme del contacto de los vivos con el fin de regenerarme, declaro que han fracasado, no han sido suficientes catorce años de encierro para conseguirlo. Sus instrumentos de tormento se han estrellado ante la roca de mi inquebrantable voluntad en donde descansan mis más puras y sanas convicciones de emancipación a favor de todos los oprimidos y explotados de la Tierra.

Finalmente fue enjuiciado y acusado de... ¡Insultar al presidente!, hacer la apología pública del anarquismo y de incitar al pueblo hacia la anarquía.

El mismo Librado hizo su defensa, pidiendo su liberación incondicional y acusando a la administración de Calles de asesinato.

Aunque fue sentenciado a seis meses de encarcelamiento, fue liberado después de cumplir seis semanas, lo más probable por orden directa del mismo Calles que no dudaba en pensar que Librado representaba una amenaza mayor en la cárcel que fuera de ella.

Cuando Librado estaba en la prisión, las oficinas de Sagitario fueron invadidas por la policía y las prensas quemadas. Poco tiempo después las autoridades suprimieron totalmente el periódico proscribiéndolo en el correo.

Al ser liberado, Librado se mudó a Monterrey, Nuevo León; después de mucho esfuerzo y sacrificio logró iniciar la publicación del periódico bajo el nuevo nombre de Avante, pero siendo hostigado por la policía sólo pudo sacar tres números.

Después de mucho trabajo, Librado reanudó la publicación de Avante a mitad de 1928, pero en febrero de 1929 fue de nuevo arrestado y las oficinas e imprentas del periódico destruidas por la policía, llevado a la prisión militar de Tampico fue inmediatamente sujeto a un mal trato sistemático, incluso fue brutalmente golpeado con un pedazo de alambre por el General Eulogio Ortiz que se enfureció al comprobar el valiente espíritu del viejo hombre. Después el valeroso General intentó asesinar a Librado pero como era mal tirador no dio en el blanco. Las autoridades amenazaron inyectarle bacilus para hacerle confesar su complicidad en el recién asesinato de Obregón, pero la amenaza nunca se llevó a cabo.

Después de estar detenido durante dos meses, Librado fue liberado y regresó a Monterrey en donde una vez más se reanudó la publicación de Avante. Menos de un año después las autoridades postales prohibieron que se mandara por correo puesto que afirmaban que atacaba al gobierno de la República. Dos días después una fuerza de soldados federales bajo el mando de Ortiz invaden las oficinas y destruyen todo lo que encuentran, inclusive una colección completa de Regeneración.

Liquidado Avante por las autoridades, Librado se mudó a México en donde vivió con Nicolás T. Bernal a quien había conocido cuando estaba en los Estados Unidos.

En 1931 comenzó la publicación de Paso apoyando a través de este vocero a los maestros de escuela de San Luis Potosí en su pleito contra el gobierno que se rehusaba a pagarles sus sueldos.

En febrero de 1932, Librado sufrió un accidente automovilístico. Mal herido, fue llevado al hospital, en donde, por un descuido, contrae el tétanos, causa por la que muere el primero de marzo. Aún cuando estaba agonizando poseía todavía aquel espíritu de rebeldía y resistencia que lo había acompañado y sostenido durante toda su vida. Cuando una enfermera levantó la sabana para proteger su cara contra las moscas, él intentó quitársela. ¡Con que rebelde aún, compañero! dijo la enfermera; siempre luché, contestó Librado y todavía lucho contra las injusticias sociales de los fuertes.

En un excelente homenaje a Librado publicado en la prensa anarquista, el anarquista escocés T. H. Bell escribió:

Mucho después que los insignificantes tiranuelos que hoy prevalecen, hayan sido olvidados, cálidos corazones jóvenes en tu tierra nativa se inspirarán en la leyenda del resuelto valor y la constante dedicación de Librado Rivera.

Carta a Porfirio Díaz

St. Louis, Mo., Noviembre 11 de 1906

Sr. Presidente General Porfirio Díaz

Muy inútil y hasta ridículo me parece seguir ocultándome con nombre supuesto en este país, para evadir las persecuciones de ese gobierno contra los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

Siendo yo uno de los miembros de la Junta y considerándome muy honrado con tan alta distinción, he resuelto ponerme enteramente a las órdenes de usted, aceptando las responsabilidades que sobre mí recayeren.

De usted afmo. y S. S.

Librado Rivera

P. S. Escribo esta carta con los elementos que nos proporcionan en este hospital.

Carta a su esposa

St. Louis, Mo. Noviembre 12 de 1906

Muy amada esposa,

Cuanto he sufrido moralmente pensando en la triste situación que guardas. A ti, más que a mis hijitos, te considero por lo mucho que sufrirás. ¡Que se va a hacer ahora! Jamás me soñé con disfrutar algún día, de una vida llena de felicidad. Esto tendría que suceder; y por desgracia nuestra ha pasado cuando nos llegó la miseria a su mayor altura.

Voy a contarte lo que me pasó el día que me aprehendieron. Pero prefiero contártelo más tarde a fin de darte todos los detalles. Por ahora no conviene perder más tiempo. Es necesario que recibas esta carta cuanto antes. Temo que de un momento a otro me saquen de este hospital y conviene que sepas que he estado bien.

Sólo estuve dos días en la cárcel de la ciudad, cuando me condujeron a la Oficina de Emigración. Sin duda que por las mentiras que les conté, con el fin de guardar el incógnito, me enviaron a la Inspección de Salubridad, pero sin inspección alguna me pasaron al hospital de la ciudad. Aquí me vacunaron inmediatamente que me presenté al establecimiento. A todos los que no están vacunados los vacunan luego. Yo no había pasado por la vacuna nunca y sin embargo, no me he enfermado de viruela.

Me encerraron aquí en una bartolina o celda. A los dos días me hicieron un reconocimiento general, y viendo que de nada padecía, me echaron fuera de la bartolina y desde entonces estoy con los enfermos libres.

Pero la inspección que me han tratado de hacer ha sido otra.

Desde que estuve en la cárcel me han puesto hasta tres espías; con todos había salido victorioso, pero el sábado pasado (día diez) caí.

¿Te acuerdas del chaparrito americano aquel que habla español, aquel que todos conocemos por ser el más antiguo que teníamos como amigo? No te digo más.

Este desgraciado fue el delator; hoy volvió y lo despedí mal.

Cuídense mucho, especialmente de los espías.

No sé como pensar en tu ida. Ustedes resuelvan lo que crean conveniente.

Ayer me sacaron de la cárcel de la ciudad y hoy me volvieron al hospital, ya con orden del presidente.

De un momento a otro me llevarán para México. Se me pasó referirte un detalle que importa que conozcas.

El mismo día que me aprehendieron y después de dos horas de examen respecto a mi venida a esta ciudad, vi que recibieron un telegrama. Comprendí que en este telegrama se describía a mi persona y aún se dieron algunos detalles respecto de un hermano mío que padece de...

Comprendo que este desgraciado acontecimiento (que el mismo gobierno tiene la culpa) lo van a explotar a su gusto nuestros enemigos. No importa eso, más tarde comprenderán que siempre estuvo la razón de nuestra parte. Nuestra lucha ha sido honrada.

En este momento voy a escribir una carta al tirano Porfirio Díaz a fin de que sepa por mí mismo quien soy.

Mis recuerdos más sinceros a todos.

Muchos besos y un abrazo muy apretado para cada uno de mis queridos hijos.

Tu esposo que mucho te quiere.

Librado Rivera

P. S. En todo caso te recomiendo a mis hijos. Cuídalos mucho. Tú serás siempre una buena madre con ellos en todo tiempo. Enséñales mis principios mientras yo sufro la condena que me tenga destinada el gobierno de México. Si me tuviste algún afecto como no lo dudo jamás, ese afecto conságralo todo a nuestros hijitos y edúcalos como puedas en las buenas ideas. Nada de preocupaciones religiosas. Más tarde creo que podré escribirte. En este hospital tengo espías de México. No vengan porque estos espías observan todos mis movimientos. Ya son dos los canallas que me proponen riquezas. El mismo chaparrito me daba un billete de $10.00 y me dijo que me daría el dinero que necesitara. Se lo arrojé y le dije que jamás me visitara.

Carta a Manuel Téllez

Leavenworth, Kansas, Junio 12 de 1921.

Señor Manuel Téllez

Encargado interino de la embajada mexicana en E. U.

Washington, D. C.

Querido señor:

Contesto a su carta del 4 de este mes, en la cual usted dice que se ha recomendado a esta Embajada que interceda a mi favor ante el gobierno federal de los Estados Unidos, procurando obtener mi indulto y libertad, y que para poder facilitar el desempeño de ese cometido por dicha Embajada, desearía usted obtener alguna información acerca de la causa de mi prisión y término de mi sentencia, así como las circunstancias atenuantes que oportunamente fueron aducidas a mi favor o las que ahora puedan serlo.

Para dar a usted una información completa concerniente a la causa de mi último encarcelamiento, necesito narrar a usted la historia completa de las diferentes veces que he sido arrestado y enviado a prisión desde 1905, año en el que vine de México a este país en calidad de refugiado político.

Estaba yo empeñado en la lucha por la liberación del por tanto tiempo sufriente y esclavizado peón mexicano, durante la administración del tirano Porfirio Díaz, cuando fui arrestado y enviado a la penitenciaría de San Luis Potosí, en enero 24 de 1902, junto con Camilo Arriaga y el extinto Juan Sarabia, acusado de atacar a los funcionarios públicos durante el ejercicio de sus funciones. Después de cerca de un año de injusto encarcelamiento, nuestra acusación fue desechada por falta de méritos.

La próxima vez que se me arrestó fui enviado a la cárcel de la ciudad, en México, en 1903; y como no hubo prueba alguna en contra mía que justificase mi detención, fui puesto en libertad después de setenta y dos horas.

En mayo de 1905 me vine directamente de la ciudad de México a Saint-Louis, Missouri. En dicha ciudad encontré a un grupo de jóvenes mexicanos dedicados a publicar Regeneración.

En uno de los primeros meses de 1906, las oficinas de Regeneración fueron invadidas y saqueadas por los representantes del gobierno de los Estados Unidos, y algunos de mis compañeros, como Ricardo Flores Magón, Enrique Flores Magón y Juan Sarabia fueron arrestados por instancias de un instrumento de Porfirio Díaz, Manuel Esperón y de la Flor. Ellos obtuvieron su libertad bajo fianza y se fueron a Canadá, porque había otras acusaciones más en contra de ellos. Durante este tiempo de su ausencia, yo tomé cargo de las oficinas de Regeneración y de la correspondencia de dicho periódico.

El 1º de octubre de 1906 fui arrestado sin orden alguna de arresto y enviado a las Oficinas de Inmigración de Saint-Louis. De ahí se me plagió en ferrocarril, por la noche, camino a México. Los detectives me dijeron que iba a ser entregado al gobierno mexicano. Pero repentinamente mis guardianes recibieron un telegrama de la pequeña estación de Irouton, Mo., a ochenta millas de Saint-Louis. En la cárcel de esta población se me dejó completamente incomunicado durante tres semanas.

El St. Louis Post Despatch, el St. Louis Globe Democrat y algunos otros periódicos, llevaron a cabo una campaña vigorosa para acertar mi paradero. Como el Cónsul mexicano y los empleados de inmigración de St. Louis sabían donde me habían escondido, me regresaron a St. Louis, para presentarme una acusación falsa hecha por el gobierno mexicano, quien, usando en esta ocasión trámites legales, demandaba mi extradición inmediata.

La acusación presentada por dicho gobierno se basaba en los falsos hechos de que durante una huelga de trabajadores en Cananea, Sonora, México, en julio de 1906, yo fui el líder, fomenté motines, cometí asesinato, robo, incendio, etc.; pero como probé la coartada y presenté muchos testigos y pruebas irrefutables a mi favor, el Comisionado Especial federal (quien era el juez en mi caso), pudo ver claramente la mala fe del gobierno mexicano y desechó la acusación en contra mía.

Minutos después, estando aún en el juzgado, supe que el Cónsul mexicano preparaba otra acusación, para poder hacerme arrestar otra vez; me deslicé cautelosamente de dicho juzgado, y, de ahí me marché de St. Louis.

Cuando mi esposa y algunos amigos regresaron a mi hogar, encontraron a cuatro detectives apostados alrededor de la casa en espera mía.

En agosto 23 de 1907, fui arrestado en Los Ángeles, Cal., junto con Ricardo Flores Magón y Antonio I. Villarreal, que ahora es un alto funcionario del gobierno mexicano.

En esta ocasión procuramos llamar la atención pública gritando y hablando en voz alta, denunciando el asalto y nuestro arresto hecho bajo las órdenes de Furlong, un bien conocido detective de St. Louis, Mo.

En esa ocasión no hubo orden de arresto; solamente garrotes y revólveres listos para disparar. El ruido que metimos y la multitud que se aglomeró desconcertaron a Furlong y éste no pudo hacer otra cosa más que llevarnos a la cárcel de la ciudad, después de habernos apaleado igual que a perros.

Era cosa común, durante el régimen de Porfirio Díaz, plagiar a los mexicanos de este país para el otro lado de la frontera y hasta deportarlos sin las formalidades legales de extradición.

Muchos de ellos perecieron así a las manos de los hombres de Porfirio Díaz. Manuel Sarabia, uno de mis compañeros, fue arrestado en Douglas, Ariz., en los primeros meses de 1907, y plagiado para dentro de México, en la noche, mientras que estaba al cuidado de empleados del gobierno de Estados Unidos.

Este crimen cometido por dos gobiernos, soliviantó en son de protesta a toda la población de Douglas y el gobierno mexicano fue humillado y compelido a entregar a Sarabia al pueblo de Douglas.

Por lo mismo, después de lo que me había acontecido a mí mismo en St. Louis (a pesar de mi secreta deportación, no fue llevada a cabo gracias a la vigorosa protesta de la prensa de St. Louis), y después del plagio de Sarabia, no podíamos esperar otra cosa en las manos de Furlong en Los Ángeles.

Durante nuestro proceso, el gobierno mexicano presentó sin éxito acusaciones tras acusaciones, procurando conseguir nuestra extradición a México a causa de crímenes terribles que dizque habíamos cometido ahí.

Finalmente el gobierno de Díaz, ayudado por los millonarios de este país, quienes tienen grandes intereses en México, tomó una línea torcida, para pasarme a México junto con mis compañeros.

Ellos fraguaron la acusación de que habíamos violado las leyes de neutralidad de los Estados Unidos armando y enviando grupos de hombres de este lado de la frontera a invadir a México y derrocar al gobierno de Porfirio Díaz.

Después de que hubimos pasado dos años en la cárcel del Condado de Los Ángeles, oponiéndonos a ser extraditados a Arizona, donde ellos pretendían que había sido cometido el delito, fue confirmada al fin nuestra extradición a Arizona. Pero durante todo ese tiempo tuvimos la oportunidad de dar amplia publicidad a la persecución de ambos gobiernos, el de Díaz y el de Estados Unidos.

Bajo el fuego de las preguntas en el banco de los testigos en Los Ángeles, el detective Furlong declaró que él había sido pagado por el gobierno mexicano, para conseguir que se nos extraditase a Arizona; de manera que después se nos pudiese pasar sigilosamente a México.

El caso entero estaba basado en una lista de nombres de mexicanos que se suponía habían sido alistados y armados para derrocar al gobierno de Díaz. La lista no fue escrita por alguien que hablará español, puesto que en ella estaban nombres escritos de la manera siguiente: Antonio I. Willarreal.

Cierto que es bastante común que nosotros los que hablamos y escribimos español, confundamos el uso y el sonido de las letras B y V; pero nunca confundimos el uso y el sonido de ninguna de esas dos letras con la W. Además no tenemos la letra W en el alfabeto español.

El testigo principal del gobierno, un detective mexicano, al rendir su declaración ante el juez de Los Ángeles, testificó que otro mexicano del grupo (de quien dio el nombre), era quien había escrito ese documento; mas, durante el juicio, en Tombstone, Ariz., el mismo testigo declaró que él mismo lo había escrito. Pero peritos calígrafos testificaron que no era la letra de ese individuo la que aparecía en el documento de referencia.

La parte acusadora no presentó armas de ningún género, pistolas o rifles, para probar nuestra culpabilidad. Se limitaron a presentar solamente la lista de nombres referida, escrita por un individuo que estaba por completo ignorante del idioma español.

Sin embargo, ese documento fue tomado como prueba fehaciente de nuestra culpabilidad y para que fuésemos sentenciados a sufrir dieciocho meses de prisión en la penitenciaría de Yuma, a pesar de que ya habíamos estado presos dos años en la cárcel del Condado de Los Ángeles, peleando contra la extradición.

En agosto de 1910, después de haber cumplido nuestra sentencia de dieciocho meses en Arizona, regresamos a Los Ángeles. Ahí fue reanudada la publicación de Regeneración.

Nuestras viejas ideas de libertad y emancipación a favor de los explotados y esclavizados peones mexicanos fueron expuestas nuevamente también.

En junio de 1911 fui arrestado otra vez junto con Ricardo Flores Magón, Enrique Flores Magón y Anselmo L. Figueroa.

La acusación que entonces se hizo contra nosotros fue similar a la anterior: violación de las leyes de neutralidad de Estados Unidos; pero en esta ocasión el fraude fue descubierto tan claramente, que poco después de que fuimos sentenciados a sufrir veintitrés meses de prisión en la penitenciaría de la isla McNeil, los principales testigos del gobierno, cuatro o cinco de ellos hicieron declaraciones amplias y extendieron de ellas documentos legalizados, poniendo en limpio nuestra inocencia.

En esos documentos declararon que habían recibido ciertas sumas de dinero del gobierno mexicano por conducto del mismo fiscal que nos persiguió, a condición de que ellos aprendiesen de memoria las declaraciones que se quiso rindieran en nuestra contra.

Todos esos documentos deben de estar en los legajos correspondientes a ese caso en el Ministerio de Justicia en Washington, D. C.; pero dicho Ministerio no prestó atención alguna a ese grito en nombre de la justicia.

Tuvimos que cumplir toda nuestra sentencia de veintitrés meses en la isla McNeil, Was., después de lo cual, en enero de 1914 regresamos a Los Ángeles para reanudar una vez más la publicación de Regeneración, el periódico de las oprimidas y sufridas masas.

En marzo 21 de 1918 fui arrestado junto con Ricardo Flores Magón, editor de Regeneración. Las autoridades americanas escogieron nuestro manifiesto a los trabajadores de todo el mundo, sin distinción de razas o credos.

No se pueden expresar otros ideales más razonables y elevados de amor a la humanidad, a la justicia para todos, y a la libertad humana.

Sin embargo, ese manifiesto sirvió de instrumento para detener la honrada propaganda de nuestras opiniones, encaminadas al establecimiento de un mundo feliz para todos los habitantes de esta Tierra.

Este propósito plausible, que toda persona de corazón bien puesto debe aprobar con altas muestras de cordial simpatía, fue reprobado por el jurado en un momento de ceguera y ofuscación, ocasionada por la guerra.

Y yo fui sentenciado en 1918 a sufrir una prisión de quince años y a pagar una multa de cinco mil dólares, Y Ricardo Flores Magón a veinte años de prisión y a pagar también multa de cinco mil dólares.

Mi propósito al decir la verdad acerca de la serie de persecuciones que he sufrido desde que estaba en México, es el de demostrar la similitud de ellas al ser enderezadas en contra de mi firme y honrada actitud a favor de las masas oprimidas y explotadas.

En esta obra tremenda de resolver los presentes problemas sociales para bien de todos, no soy el único dotado con un corazón sensible ansiando un cambio en el presente caos en que vivimos, sino que hay también miles y miles de otras personas altruistas y empeñosas, entregadas a la lucha por el establecimiento de una sociedad mejor que la presente, que se funda en la explotación y en la falsedad.

Y a causa de la propaganda de esos ideales justos fui perseguido en México durante el salvaje régimen de Porfirio Díaz, como también lo he sido aquí, en este país, que en una época fue el refugio de los soñadores perseguidos en otros países.

Por la misma razón estoy ahora aquí: por propagar esos justos ideales de emancipación; propaganda intentada no solamente para el pueblo mexicano, sino también para los oprimidos de todas las razas, puesto que considero que el bienestar y la felicidad de los mexicanos no puede lograrse si el resto del mundo está esclavizado.

La expresión libre de opiniones independientes y honradas, ha sido siempre objeto de persecuciones por todos los tiranos de todos los tiempos.

Pero tales persecuciones han acabado por ocasionar el derrocamiento de dichas tiranías. Ellas causaron la caída de Luis XVI de Francia, de Porfirio Díaz de México y el derrocamiento del último Zar de Rusia. Hay un límite en la sumisión de los pueblos esclavizados, al cual las tiranías no pueden resistir.

Durante toda esta lucha por la justicia a favor de los oprimidos, he llegado a esta conclusión: el gobierno, todo gobierno, cualquiera que sea su forma, está siempre al lado del fuerte y es la maldición del débil; y la de que el gobierno no ha sido creado para proteger las vidas e intereses de los pobres.

Los ricos constituyen una muy pequeña minoría, mientras que la gran masa de pobres forma el 99 % de los habitantes de la Tierra. Esta es la razón por la cual yo estoy en contra de este sistema de desigualdad e injusticia, y que busque una nueva sociedad que tenga en sí libertad, amor y justicia para todos.

Como mi conciencia está perfectamente tranquila sobre lo que he hecho, he decidido seguir la misma conducta hasta que exhale el último suspiro.

Así pues, si el castigo en esta prisión me es aplicado con el propósito de convencerme de que he obrado mal, no puedo hallar en él argumento sólido alguno que pueda efectuar un cambio en mi firme convicción de que yo estoy en el lado de la verdad y la justicia, y aquellos que me castigan por expresar mis opiniones, tienen la misma estrechez mental que los que torturaron a Copérnico y a Galileo por expresar sus opiniones contrarias a las enseñanzas de la Biblia y a la creencia general de que el mundo era plano y de que el sol daba vueltas alrededor del mundo.

Termino con mis sinceros buenos deseos para usted.

Librado Rivera

Carta a Nicolás T. Bernal del 16 de noviembre de 1922

Leavenworth, Kansas, Noviembre 16 de 1922

Muy querido Nicolás:

No había podido escribirte debido al doble aislamiento a que se me había sometido. Las paredes y las rejas de la prisión, parece que no fueron suficientes, y se me incomunicó por completo. No se me permitió recibir cartas ni de mis amigos ni de mi familia. A mi hija Cuca, después de largo tiempo de humillantes condiciones, se le concedió ponerse en comunicación conmigo. No puedo decirte por ahora la causa que provocó tan severa medida por parte de mis carceleros, pero espero que con los ojos de tu creadora imaginación podrás verlo todo, así como lo que hay en el fondo de este abismo de torturas.

He leído con alegría infinita algo de lo que hasta mi obscura celda se permite dejar pasar, referente a la huelga de protesta llevada a cabo por nuestros hermanos trabajadores de la costa del Golfo. Si esta bella iniciativa de los compañeros del puerto de Progreso se lleva adelante, como lo han acordado, no sólo se nos pondrá libres a todos los presos por cuestiones sociales, sino que con este gran ejemplo de solidaridad, el trabajador mexicano mostraría al mundo obrero su alto grado de conciencia en el camino de su completa libertad.

Desde hace algún tiempo, diferentes organizaciones, tanto de este país como de México, habían estado lanzando a la publicidad acuerdos y resoluciones más o menos enérgicas, pidiendo al gobierno norteamericano nuestra libertad inmediata. Y aunque esas peticiones no fueron por demás, estaba yo seguro que el gobierno, poco o ningún caso haría de ellas. Para un gobierno conservador como el actual, fiel representante del capitalismo y de la iglesia, sólo lo hacen estremecer gestos de protesta como los efectuados el día ocho de este mes. Va un saludo fraternal de mi parte para todos los que tomaron participio en tan hermosa manifestación.

Tu hermano en la lucha por Tierra Y Libertad para todos,

Librado Rivera

P. S. Lamento no poder mencionarte nada que se refiere a nuestro común hermano,[2] no tengo la libertad de hacerlo.

Carta a Nicolás T. Bernal del 24 de enero de 1923

Leavenworth, Kansas, Enero 24 de 1923

Querido Nicolás:

El 20 de este mes se recibió aquí un telegrama del Departamento de Justicia de Washington, D. C., para preguntarme si estaba yo dispuesto a obedecer las leyes de los Estados Unidos si se me pusiera en libertad. Mi contestación fue negativa.

Fundándome en que hace más de un año y medio que el mismo Departamento de Justicia sugirió a Ricardo y a mí, por conducto del licenciado Weinberger, la idea de la deportación (sin mencionar el país), único medio de conseguir nuestra pronta libertad, bajo la promesa de no volver más a este país.

Nosotros contestamos afirmativamente pidiendo nuestra deportación a México. Ricardo pedía dos meses más para arreglar el viaje de su familia, después de que la orden de deportación fuera conseguida. Yo pedía mi inmediata deportación después de la orden, pues a Ricardo había yo recomendado el arreglo de mis asuntos personales en este país.

Así es que la pregunta del Departamento de Justicia, de que si estaba yo dispuesto a obedecer las leyes de los Estados Unidos si se me pusiese en libertad, no tiene razón de ser; puesto que yo mismo no deseo permanecer más en los Estados Unidos después de conseguida mi salida.

Además, dije también, todos los actos de mi vida los he ajustado a los dictados de mi conciencia y no a ninguna ley. Si veo a un niño que se ahoga, una mujer en peligro o un hombre en garras de la muerte, no me detengo a pensar si habrá o no una ley especial para cada caso. Sin medir el peligro, yo me arrojo a salvar al niño y a prestar mi ayuda al hombre y a la mujer. Creo que tengo razón; porque el instinto de protección mutua y de conservación de la especie es muy rudimentario, existe en todos los animales inferiores al hombre.

Se me exige obedecer la ley. ¿Y qué ley está hecha para ayudar al pobre? Todas las leyes están hechas para proteger al rico, y la más inicua de todas es la ley que considera como sagrado el derecho de propiedad privada, base de todas las desigualdades sociales y de todas las injusticias.

Para proteger esa ley, las naciones reclutan del seno mismo de los pobres, millones de soldados para sacrificarlos en los campos de batalla.

Si esa ley no existiera, las dificultades entre los humanos se arreglarían fácil y satisfactoriamente en bien de todos. No habría necesidad ni de la policía.

Porque, ¿a quién beneficia esa ley? Sólo a un reducido número de individuos que no llega a uno por cada cien. Así es que en las manos de ese reducidísimo número de personas, está toda la riqueza del suelo. Las patrias, el mundo mismo es de ellos.

¿Por qué he de prestar ciega sumisión a esa ley, despojada de todo humano sentimiento y de toda razón? No. Yo la detesto, la aborrezco, la odio de todo corazón. Mis sentimientos y mi amor a la humanidad están muy por encima de toda ley.

Librado Rivera, Del periódico argentino La Antorcha, 6 de abril de 1923.

Carta a Nicolás T. Bernal del 11 de febrero de 1923

Leavenworth, Kansas, Febrero 11 de 1923

Querido Nicolás:

El corto resumen que me haces sobre la recepción que los trabajadores de México hicieron al cadáver de Ricardo, ha venido a cambiar un poco el estado de melancolía en que he vivido después de su muerte. Sí, hermano, esas manifestaciones de cariño por parte de nuestros compañeros, los esclavos del salario, me hacen mucho alivio y tranquilidad a la mente. Al menos veo que ha sido bien entendida la noble labor emancipadora de Ricardo y la gran buena fe que siempre caracterizó a nuestro hermano desaparecido.

Con los que no podré reconciliarme nunca es con los que precipitaron su muerte; pues con su desaparición la humanidad ha sufrido una irreparable pérdida. Ricardo podría haber sobrevivido todavía muchos años, y con su vida, sus ensueños de emancipación del esclavo se hubieran extendido con la velocidad del rayo por todo el mundo de los explotados; pues sus ensueños para la realización de la gran lucha, eran bellos, sublimes.

Yo lo escuchaba con la fascinación y con la desesperación del que quiere llegar pronto a la tierra prometida, a aquel mundo de libertad, amor, igualdad y oportunidad para todos los seres humanos para hacer de su vida una vida agradable y feliz, tan feliz y agradable como a cada uno se lo permitieran sus deseos y facultades de desarrollo intelectual y de belleza.

Librado Rivera, Del periódico argentino La Antorcha, Abril 6 de 1923.

Carta al periódico La Antorcha[3]

Penitenciaría de Andonegui

Septiembre 11 de 1927

Muy queridos camaradas de La Antorcha: Salud.

Por haberse prohibido la circulación de Sagitario por los exagetas del correo en México, me veo obligado a recurrir a los periódicos amigos con el fin de dar a conocer los crímenes y humillaciones de que somos víctimas los que aspiramos a un cambio radical en la estructura de este sistema de desigualdad e injusticia.

La libertad de pensamiento y acción, bases fundamentales en que descansa todo progreso humano, han sido aniquiladas en esta rica nación de los petroleros y terratenientes.

El gobierno Calles-Obregón que aparenta con las palabras hacer resistencia al capitalismo yanki, en la práctica es un verdadero lacayo que se presta hasta a modificar e imponer las leyes que se les antojan a aquellos millonarios, como lo hacen los políticos y millonarios de México.

Se persigue al clero católico, apostólico y romano porque obedece al Papa de Roma como jefe de la Iglesia; pero si este jefe residiera en México, el presidente Calles sería tan papista como el Papa. Cuestión de nacionalismos, eso es todo.

La aparatosa resistencia al capitalismo yanki no tiene otra razón de ser. En el fondo unos y otros son unos pulpos que chupan la sangre de los esclavos del salario.

Se despide fraternalmente,

Librado Rivera, Del periódico argentino La Antorcha, Octubre 16 de 1927.

Carta al periódico Avante

Queridos camaradas de Avante:

Después de más de siete largos meses de encierro arbitrario por orden de los esbirros del capitalismo, enfermo y sometido a toda clase de humillaciones y torturas, tengo el gusto de poner en conocimiento de los compañeros que publican esa hoja libertaria, así como a todos los camaradas y amigos que tomaron algún interés por conseguir mi libertad, que desde el día cuatro del presente mes de noviembre, se dio la orden para ponerme en completa libertad.

Aunque el proceso iniciado en mi contra, así como en contra de los compañeros Florentino Ibarra y Francisco Flores, fue por injurias al primer magistrado de la República, cuya sentencia dictada por el juez federal la cumplimos el mismo día que nos fue comunicada, sin embargo, el hipócrita discípulo de Loyola no contento con ese castigo que dictó en contra nuestra, se declaró dizque incompetente para seguirnos juzgando bajo el mismo cargo, y nos consignó a manos de los jueces del orden común que ya tenían la consigna de que me fastidiaran otro poco.

Estando los acusados a disposición del nuevo agente del Ministerio Público, fueron puestos en inmediata libertad Francisco Flores y Florentino Ibarra, cosa que debía haberse hecho desde el primer día en que fueron detenidos y conducidos a presidio.

Pero se trataba de infundir el terror entre los trabajadores de México con el perverso fin de aislar a los procesados de la necesaria defensa para arrancarlos de las garras malditas de sus furiosos enemigos. Por esta causa inicié yo mismo la campaña desde la prisión.

El nuevo agente representante de la autoridad me abrió un nuevo proceso, basado en los mismos artículos denunciados anteriormente y publicados en el número 35 de Sagitario, haciéndome los siguientes cargos: por incitar al pueblo a la anarquía y haber hecho la apología del anarquismo. Hechos que no niego, porque a eso dedico todos mis esfuerzos desde hace muchos años.

Siempre he considerado las ideas anarquistas como las verdaderamente lógicas y humanas, y las únicas que podrán resolver los actuales conflictos sociales que han llevado a todos los pueblos de la tierra al más grande desbarajuste social, el odio, la desolación y la muerte. Vivimos en un completo caos de donde el presente régimen burgués no nos sacará jamás.

En mis declaraciones hice, en efecto, la apología del anarquismo, porque son esas ideas de amor y libertad las que más se armonizan con las necesidades del hombre y de la mujer en sus íntimas relaciones con la naturaleza, propia conservación y bienestar.

Dijo un bien conocido pensador:

El anarquismo tiende al establecimiento de un orden social basado en la fraternidad y el amor, al contrario de la presente forma social, fundada en la violencia, el odio y la rivalidad de una clase contra otra y entre los miembros de una misma clase. El anarquismo aspira establecer una paz para siempre entre todas las razas de la Tierra, por medio de la supresión de esta fuente de todo mal: el derecho de propiedad privada.

Esto mismo repetí yo frente a los representantes de la ley; pero esas ideas tan sanas y humanitarias como son, fueron consideradas como criminales por el referido lacayo de la burguesía.

Como la agitación mundial iniciada por Cultura Proletaria de Nueva York y en varias regiones de los Estados Unidos norteamericanos, así como por los camaradas de la Argentina, Francia y otros países, produjo al mismo tiempo una avalancha de enérgicas protestas a favor de mi libertad, el gobierno procuro evitar mayor escándalo y detener esa ola de desprestigio e ignominia en que ya había caído, y dio orden para que se me pusiera en completa libertad. Orden que obedecieron sin vacilar los jueces verdugos, azotes del pobre y lacayos serviles del poderoso.

A pesar de estar los cargos referidos expuestos con toda claridad en la forma que ya quedan explicados, mi orden de libertad fue escrita de modo que todo el mundo entendiera que el gobierno desistía de seguirme persiguiendo por el primer cargo de injurias al primer magistrado de la República, con el fin premeditado sin duda, de poner una trampa al compañero Pedro Gudino que fungía como director de Sagitario y a quien todavía persiguen los sabuesos de burguesía.

Como nunca acepté una libertad condicional que coartara mi libertad de pensar, se encontró, al fin, la fórmula única que podría yo aceptar: desistir de los cargos que se me imputaron; lo que en términos jurídicos se llama sobreseimiento.

Los últimos seis compañeros detenidos desde el día doce de agosto, por suponerlos autores intelectuales de otra hoja en la que los esbirros del capitalismo encontraron más injurias al primer magistrado de la República, todavía están en manos del juez primero del distrito federal. Como nada se les ha comprobado, esos obreros que forman parte del Cuadro Dramático Obrero fundado por el grupo Hermanos Rojos, aceptaron salir con libertad bajo fianza de mil a mil quinientos pesos cada uno.

Librado Rivera, Del periódico Avante, Noviembre 19 de 1927

Carta al Sr. Torres

Villa Cecilia, Tamps., octubre 18 de 1928

Sr. Torres:

Muy estimado compañero: Salud.

Voy a referirme a tu apreciable carta fechada el 15 del presente mes que acabo de recibir juntamente con un giro postal por valor de $14.00 para ayuda de la publicación de nuestro vocero Avante, ayuda que saldrá publicada en este mismo número, pues el anterior creo que a esta fecha ya deben ustedes haberlo recibido.

En tu misma carta noto el interés que tienes para que discutamos la conveniencia de adoptar el comunismo de Estado como medio más práctico para llegar al fin, o sea, al comunismo anárquico.

Pero lo que yo deduzco por todo lo que me dices que has leído, es tu marcada inclinación comunista-autoritaria:

Tal vez exista en tu mente el sano propósito de desengañarte respecto del más lógico procedimiento que habrá que seguir para llegar al establecimiento de una sociedad anarquista, pero juzgo hermano, que lo que te arrastra a entrar en la discusión es el convencimiento que ya tienes acerca de la necesidad de establecer primeramente la dictadura del proletariado; te ha mareado en verdad la lectura de El Machete y todas las obras que ese periódico recomienda, y poco te has ocupado de leer obras de reconocidos autores anarquistas que te despejen el camino para llegar al establecimiento de la sociedad de nuestros sueños, obras donde podrías encontrar material de sobra para disipar tus dudas y en donde encontrarías la imposibilidad de alcanzar la libertad por medio del comunismo de Estado o comunismo de cuartel como yo le llamo.

Y la dictadura del cuartel es la dictadura del sable, la dictadura de la fuerza bruta que es la que domina en Rusia; con la agravante de que la dictadura del proletariado es la dictadura más cruel que se haya visto. ¿Qué no has oído decir que no hay peor cuña que la del propio palo? Pues prácticamente lo estamos viendo en Rusia, en donde no existe la libertad de pensar, mucho menos de obrar como uno piense.

¿Sabes por suerte en donde se encuentran los anarquistas en Rusia? Pues todos se encuentran encerrados tras las rejas de las prisiones heladas de Siberia. Por supuesto que no los encontrara nadie acusados de ser revolucionarios, sino acusados con cargos denigrantes, como acontece en los demás países dominados por la burguesía.

Frescos están todavía los restos de nuestros queridos camaradas Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti quienes fueron acusados de asesinato y robo.

Lo mismo o peores cosas acontecen en Rusia actualmente bajo la dictadura del proletariado. Y sin embargo, acá entre nosotros nos aparentan lo contrario. Se mezclan entre los trabajadores para conmemorar el 1º de mayo; trabajaron contra la burguesía norteamericana para obtener la libertad de los camaradas Sacco y Vanzetti; y ahora pretenden dirigir a las multitudes para conmemorar el aniversario de la muerte de aquellos inolvidables camaradas, a quienes en Rusia bajo la dictadura del proletariado se habría cometido con ellos el mismo crimen. Por eso los llamo jesuitas discípulos de Loyola.

Pero haciendo a un lado estos cargos y otros muchos que podría yo hacer a los comunistas de Estado, vamos, hermano, ¿crees tú poderte enseñar a nadar sin disponer de un estanque de agua?

Es claro que me dirás que se necesita el agua para hacer la práctica indispensable para saber nadar. Pues sucede lo mismo para los que ansiamos ser libres. Nos enseñaremos a ser libres y a amarnos los unos a los otros no bajo la dictadura que nos priva de toda libertad, que nos ata las alas, sino bajo un ambiente de completa libertad donde nuestra imaginación y nuestros sentidos tengan amplia libertad de obrar de acuerdo con nuestros deseos y necesidades.

Y las dictaduras nunca enseñan a los pueblos a ser libres; las dictaduras los conducen a la esclavitud, a ser sumisos y obedientes, a ser buenos soldados dispuestos al sacrificio, pero no los conducen a obrar y pensar según su voluntad, porque los pueblos sujetos al yugo de la disciplina no tienen voluntad propia; bajo las dictaduras sólo se les enseña a obedecer.

Con el cambio de personajes en la maquinaria oficial, ningún beneficio recibe el pueblo trabajador, como ya lo hemos visto en la historia de todos los pueblos sometidos a la esclavitud de los gobiernos, de todos los gobiernos, desde el más despótico o absoluto hasta el más benigno que será para ti el gobierno de la dictadura bolchevique o comunista estatal.

No, hermano, no es posible enseñar al pueblo a ser libre estableciendo una dictadura. El pueblo tiene buen sentido y una admirable iniciativa en casos de emergencias encaminada a su propia conservación.

Cuando se han encontrado atacados por todas las calamidades nunca han sido los gobiernos quienes hayan sacado de sus apuros a los pueblos, los pueblos mismos se prestan mutua ayuda; los gobiernos no sirven más que de estorbo, hasta impedir la marcha progresiva de su propio mejoramiento hacia una vida mejor y humana.

Para llegar al comunismo anarquista es preciso comenzar por la completa abolición de la propiedad privada, y el comunismo de Estado es el primer acaparador de todo. Prohibe la propiedad individual para absorberlo después él todo. El Estado debe ser el único dueño, el único dictador y el único que manda. La ley tiene que ser enemiga, es la cadena de los pueblos atados al yugo, y el comunismo de Estado tiene que funcionar conforme a la ley.

Voy a dar término a esta carta no sin mencionarte la idea que tuve desde un principio de decirte que no te había contestado tu primera misiva porque tenía ya el propósito de darte a conocer primero los notables artículos que sobre anarquismo está publicando Avante firmados por G. C. Clemens, americano también pero de ideas muy contrarias a las de los americanos que tú has leído.

Los brillantes artículos de Clemens tienen además la gran ventaja de hablar claro la verdad desnuda de todo ropaje poético o metafísico. Pero por tu última carta veo que no los has leído, o al menos no te han llamado la atención, cuando esos artículos disipan las dudas de todo luchador bien intencionado.

Sin tiempo para más, se despide fraternalmente tu compañero y amigo,

Librado Rivera, Del periódico Avante, 15 de noviembre de 1928.

Carta al periódico Verbo Rojo

Cuartel general de la Guarnición de Tampico

Febrero 21 de 1929

Queridos camaradas de Verbo Rojo, salud.

Desde el fondo de mi calabozo dirijo a ustedes estas líneas, portadoras de mi protesta más enérgica contra los procedimientos salvajes y criminales llevados a cabo por el General Eulogio Ortíz encargado de este cuartel, dizque para hacerme confesar la verdad sobre el artículo publicado en Avante, considerando injuriosas al presidente las verdades ahí explicadas.

Cada pregunta iba acompañada con golpes con el puño de la mano y con el mango de un fuete hecho con alambres. La sangre me brotó enseguida, pero la feroz bestia no logró intimidarme, y al mirar cara a cara su mirada desafiadora, sacó su pistola y disparó contra mi cabeza, pero no hizo blanco, tal vez porque no era su propósito asesinarme en ese momento.

Ayer por la tarde, fue traído aquí el compañero Santiago Vega, quien supongo habrá corrido la misma suerte. La bestia negra que aquí nos juzga me anunció que tendría que agotar todos los métodos inquisitoriales: inyecciones para producir enfermedades, machacarle a uno los testículos produciendo dolores que le conviertan en un loco, etc., etc. Estoy dispuesto a sufrir todas estas pruebas, antes que cometer una traición a la generosa y humanitaria lucha por el bienestar de todos.

Estos ultrajes tan brutales que nunca había sufrido en mi larga vida de luchador en bien de los explotados y oprimidos, los he sufrido ahora por la feroz bestia que me juzga. Y aunque sé que esta protesta de un revolucionario honrado y de buena fe me podrá costar la vida, hice notar en mi declaración que el ejército es la institución más nociva, sostenedora de todas las tiranías, y que los que me juzgan actualmente son mis más feroces enemigos. Y como este inicuo proceder de mis jueces no ha de surgir de su propia iniciativa, sino que todo ha de ser obra de alguna consigna, me reservo mis comentarios para los hechos futuros.

Es posible que la pequeña imprenta de Avante sea decomisada según declaraciones del General Eulogio Ortíz, no obstante eso, nuestras actividades por Tierra y Libertad para todos no cesarán sino con la muerte.

Librado Rivera, Del periódico Verbo Rojo, 10 de marzo de 1929.

Historia del crimen

En septiembre de 1913, un grupo de catorce conscientes trabajadores se preparaba en Texas a cruzar la línea fronteriza entre México y los Estados Unidos. Su propósito era encauzar el movimiento revolucionario mexicano de modo que beneficiara por igual a todos los oprimidos. Con grandes sacrificios se proveyeron de armas y algunas municiones; se proporcionaron una bandera roja con una inscripción que sintetizara el ideal por el cual iban con gusto a sacrificar su bienestar y sus vidas. Ellos mismos grabaron en ella esta concisa inscripción: Tierra y Libertad, la que habría de inmortalizar más tarde a aquel pequeño grupo de valientes.

Y emprendieron su marcha para venir a México. Cuando de pronto, como traidora serpiente oculta entre espesos matorrales, se encontraron emboscada en el camino una compañía de soldados norteamericanos que los acechaba y les hacia fuego, matando a dos miembros del grupo rebelde, y en los instantes de rápida confusión se emprendió la refriega, en la que pereció uno de los esbirros defensores del capitalismo.

Solos y abandonados en las garras de sus numerosos enemigos, conducidos al presidio y rodeados de una pesada atmósfera de odio y de inquina, producto de los viejos y hondos prejuicios de raza y por razón de los bellos y elevados ideales que sustentaban en su bandera, aquellos enamorados de la libertad estuvieron a punto de ser devorados en masa, a no ser por la oportuna intervención de un magnánimo oficial de los que mandaban aquella legión de fieras humanas.

A la fecha han sufrido crueles torturas durante su largo aislamiento, y sin que nadie se dé cuenta de su aflictiva condición, ellos continúan firmes detrás de las elevadas paredes de un presidio norteamericano, víctimas de su lealtad y amor a la causa de los pobres, y sin que por esto sintamos remordimiento en nuestras embotadas conciencias.

Y para mayor tormento de aquél modesto grupo de combatientes, la revolución ha cambiado su curso inicial; ella ha sido desviada del camino trazado por sus primeros soñadores y llevada al fracaso por las sanguijuelas políticas, que sólo buscan su beneficio personal. Y actualmente aquel pequeño grupo de verdaderos Prometeos ha quedado reducido a media docena: dos fueron ametrallados en los momentos de su arresto, dos asesinados por sus mismos guardianes dentro de la penitenciaría, y uno ya está fuera de la prisión (según informes del carcelero) por haber burlado la vigilancia de sus guardianes. Informes que acostumbran dar los mismos verdugos carceleros cuando los esbirros de las penitenciarías hacen desaparecer de la vida algunos de los presos que se distinguen por su altivez y dignidad personal.

Lo que sigue es el Informe que rinde el licenciado Harry Weinberger, encargado de la defensa de los presos. Por este informe se podrá ver que los trabajadores han recurrido a todos los medios pacíficos, se han valido de todas las influencias, hasta de los más altos funcionarios políticos de ambas naciones; pero esto no ha bastado: los gobiernos se han hecho sordos a los clamores y humildes peticiones de sus dóciles ovejas.

El Informe dice en parte lo siguiente:

Álvaro Obregón, Presidente de México, ha pedido la libertad de ellos a Mr. Pat M. Neff, gobernador de Texas. La Legislatura nacional de México, la Confederación General de Trabajadores, la Confederación Regional Obrera Mexicana y muchos de los más prominentes hombres públicos de México también han pedido la libertad de los presos. Además, el presidente de la Federación Panamericana del Trabajo y de la Federación Americana de Trabajadores también ha pedido su libertad a nombre de esas organizaciones obreras; y el embajador de México en los Estados Unidos pidió oficialmente al Secretario de Estado, Hughes, que interviniera con su influencia para ayudar a estos hombres.

Estos reos, si bien culpables tal vez de haber violado la Ley de Neutralidad de los Estados Unidos para internarse en México a ayudar a derrocar el despotismo de Victoriano Huerta, por lo cual, en caso de haber sido arrestados y encontrados culpables, habrían merecido no más de un año de sentencia, fueron acusados y sentenciados, sin embargo, por el cargo de conspiración para asesinar a un detective; porque habiendo organizado una expedición para dirigirse a México, a fin de ayudar a la Revolución en ese país, pereció un oficial de la policía norteamericana apellidado Ortíz.

Más tarde, en la apelación de uno de los casos, uno de los jueces de la Corte de Apelaciones dijo lo siguiente:

Deseamos decir que en todos los archivos los testigos del gobierno del Estado no probaron que se formó una conspiración o que hubo un acuerdo por toda la compañía de mexicanos para matar a alguno de los hombres en particular o para matar a Ortíz. El acuerdo celebrado entre ellos, o la conspiración, si así se le quiere llamar, fue el de marchar a México y sobreponerse, a toda costa, a cualquier resistencia.

El Informe termina con la lógica conclusión que sigue:

En realidad estos hombres están sufriendo porque ellos deseaban Tierra y Libertad para el pueblo mexicano.

Por este Informe que rinde el mismo abogado defensor de los presos de Texas, se ve claramente la tenaz resistencia del capitalismo norteamericano para ponerlos en libertad, a pesar de las evidencias que resultan de la injustificada y sistemática persecución en contra de aquel pequeño grupo de compañeros luchadores por la abolición de toda explotación y de toda opresión del hombre por el hombre.

¿Qué vamos a hacer los trabajadores en presencia de este monstruoso crimen? Es una cobardía y una afrenta vergonzosa para la clase obrera seguir por más tiempo de espectadores ante tanta injusticia: debemos dar muestras de nuestro descontento.

Hombres y mujeres, niños y viejos que formáis la falange de la libertad, protestemos todos a una voz; pero protestemos pronto y de un modo digno ante el gobernador del Estado de Texas exigiéndole la libertad inmediata de Jesús M. Rangel, Charles Cline, Abraham Cisneros, Jesús González, Pedro Perales y Leonardo L. Vázquez, presos desde 1913 en las Bastillas texanas.

Nuestra indiferencia nos hace cómplices de este crimen; crimen que desde hace once años se está cometiendo con aquel grupo de obreros que se lanzaron a la lucha sin otra ambición que la de quitarnos el yugo y romper para siempre nuestras cadenas. La pasiva indiferencia que sigamos demostrando enfrente de este escandaloso atentado, es una traición a nuestra clase y una traición imperdonable a las ideas de libertad y justicia que ellos deseaban para nosotros los explotados.

San Luis Potosí, septiembre de 1924.

¡Basta!

Hace como tres semanas que los obreros que trabajan en la Mexican Gulf Oil Company, presentaron un pliego de peticiones a la mencionada compañía petrolera, y, como es la costumbre de todos nuestros arrogantes explotadores, las peticiones de los obreros fueron de plano rechazadas.

Obligados los trabajadores por la negativa absoluta de sus amos para llegar a cualquier entendimiento, no quedaba otro recurso a los obreros que recurrir a la huelga, con el fin de obligar a la compañía a ceder, cuando menos, parte de las enormes riquezas que atesora, riquezas todas amasadas con el sudor de sus esclavos obreros; de lo contrario los trabajadores continuarían sometidos a servir a la compañía por una pitanza que a duras penas les basta para no morirse de hambre.

La huelga continúa en pié, sin embargo, debido a la altivez y dignidad de los trabajadores, quienes, ante todo, preferirían morir antes que comer un pan manchado con su vil degradación.

Por demás está decir el enorme descontento que reina entre los trabajadores contra la descarada parcialidad del gobierno que se dice ser amigo de ellos.

Matanza de obreros

El día 1º de este mes diferentes uniones obreras nombraron delegaciones que se presentaron a los campos de la referida negociación petrolera, con objeto de hacer que la compañía cesara los trabajos interrumpidos por cuestión de la huelga. Pero apenas se presentaron las delegaciones obreras a los campos de la Mexican Gulf, cuando se oyó una estruendosa descarga de fusilería que dejó por tierra un tendido de inocentes trabajadores.

La inhumana labor de los esbirros guardianes de los intereses de la compañía americana llegó a tal grado de salvajismo que no se permitió ni a las gentes inofensivas de esa benéfica institución de la Cruz Roja, que levantaran los heridos que se revolcaban en el suelo, desfalleciendo a causa de la pérdida de sangre que continuamente chorreaba de sus venas destrozadas por las balas asesinas.

Hasta después de cuatro largas horas de cruel tortura, se consiguió que se levantara del campo, regado con sangre proletaria, al obrero Anastasio Castillo, Secretario de uno de los sindicatos del petróleo, muerto a consecuencia de una bala asesina que le atravesó los pulmones, más once obreros heridos, varios de los cuales presentaban heridas de gravedad.

La impresión que causó esta salvaje hecatombe en los corazones de los obreros del puerto fue tan intensa que a las pocas horas de cometido el crimen se acordó un paro general de 48 horas, como una demostración de protesta en contra de los crímenes cometidos por las fuerzas del capitalismo. Se organizó también una gran manifestación con el mismo propósito, a la que concurrieron más de veintiocho mil trabajadores en representación de las distintas organizaciones obreras.

Este paro general ha sido el más completo que registran los trabajadores del puerto de Tampico. Se suspendió todo movimiento, se careció de todo. La burguesía sintió y comprendió desde luego quienes son los que producen todas las comodidades y placeres de la vida. Los trabajadores demostraron que con sólo cruzarse de brazos la humanidad perecería de hambre o de frío.

Estandartes escogidos

En la manifestación cada gremio se presentó con su respectivo estandarte, luciendo pensamientos alusivos al acto. Como algunos de sus estandartes no fueron del agrado de la acéfala soldadesca, fueron arrebatados algunos de ellos de las manos de indefensos trabajadores, que al estar armados, no se hubieran atrevido a hacerlo los lacayos de la burguesía.

Durante la manifestación pudimos notar estandartes con las siguientes inscripciones: Sindicato Obrero del Petróleo: Gobierno, Capital y Clero, ¡he ahí tus víctimas!; Sindicato de constructores de tanques y fierro estructurado: Protestamos contra la maldita soldadesca asesina; Sindicato de aguas gaseosas: Protesta contra la malvada intromisión de Mr. Tompkins y la soldadesca; Sindicato de la Mexican Gulf: Mueran los que con su despotismo causan el mal de las colectividades; Sindicato de los electricistas y contratistas: Maldice los crímenes de la burocracia; Comunidad del campesino: Protesta enérgicamente por hechos sangrientos de la Mexican Gulf; Muera la soldadesca, decía otro estandarte obrero, cuyo nombre de su respectivo sindicato sentimos no haber podido tomar.

Por temor de exaltar los ánimos de los trabajadores, cuya inquietud era bien clara, se convino de antemano que la manifestación fuera muda. Se pensó evitar que se diera un pretexto a los verdugos del pueblo para disolver la manifestación tomando como pretexto el justo desahogo de la masa ofendida; pero a pesar de todas estas precauciones, los trabajadores fueron víctimas una vez más de nuevas burlas y futuros atropellos.

Poco antes de partir la manifestación, una agrupación obrera celebraba un mitin a orillas de la calle, cuando repentinamente los obreros se vieron invadidos por un camión repleto de soldados, machacando a dos de los obreros, cuyas flacas carnes quedaron untadas en el piso del suelo y en las toscas ruedas del camión que manejaban aquellas bestias con figuras humanas.

Más atropellos

Después de los sucesos referidos se llegó a la absurda conclusión de que los culpables de la horrible carnicería del día 1º de octubre, no fueron los que mataron a los obreros, sino los mismos obreros que se dejaron matar.

Entre los obreros que fueron arrestados figuran los siguientes: Melquiades Tapia, Conrado Hernández, Leopoldo González, Francisco Valdéz Ruiz y Enrique Rangel.

Después de tanta crueldad y maldad de parte del gobierno en su afán de complacer a las sanguijuelas de Wall Street, chupadoras de la sangre y causantes de la miseria del obrero de México, no podemos menos que lanzar desde el Foro de nuestra conciencia un comprimido grito de indignación y de protesta.

¡Basta, esbirros, inconscientes máquinas educadas para matar, yo os apóstrofo y os maldigo! La naturaleza se equivocó al dar a vosotros la figura de seres humanos, sois indignos de serlo.

Del periódico Sagitario, 11 de octubre de 1924.

Mi decepción de la Revolución Rusa

Cuando en 1917 las fuerzas rusas que combatían contra Alemania voltearon sus armas contra la tiranía del Zar Nicolás II, los tronos de los déspotas del mundo crujieron al derrumbamiento estruendoso del vetusto edificio que aplastó bajo sus ruinas a sus orgullosos moradores.

Con el trono del Zar de Rusia otros tronos también se desplomaron; se cuartearon unos y se estremecieron los demás.

Pero todos sintieron bajo sus cimientos el fuerte sacudimiento de la tierra, como sísmico movimiento producido por la erupción volcánica que se levanta trastornándolo todo.

En ese tiempo los perseguidos revolucionarios mexicanos que todavía abrigábamos en nuestro pecho el fuego revolucionario en contra del presente sistema de injusticias y una inquebrantable esperanza de triunfo para la causa de los pobres, tuvimos un respiro que llenó nuestros pulmones con el aire puro y refrescante que soplaba de las perfumadas selvas rusas.

Los revolucionarios de todas partes recobrábamos nuestros viejos entusiasmos; nuevos brillos nos impulsaron a la lucha, y entramos de lleno a cooperar en la obra redentora.

Emma Goldman, Alejandro Berkman, Ricardo Flores Magón y varios camaradas rusos refugiados en los Estados Unidos del Norte, se prepararon como nosotros a tomar parte activa en el nuevo movimiento que derrumbaba tronos, acababa con viejas instituciones enraizadas profundamente durante siglos y siglos en un suelo que había soportado con estoico heroísmo el despotismo de un gobierno cuyo terror hacía estremecer la Tierra y se había hecho célebre en la historia del mundo por el lujo de crueldad desplegada sobre sus vasallos y sumisos esclavos. Se destruía para siempre todo lo viejo, todo lo que hasta entonces formaba la esencia de la vida social, religiosa, política y económica de un pueblo sumido —como el mexicano— en la completa abyección e ignorancia.

¡A la obra todos!

¡A la obra todos!, nos dijimos, y nos aprestamos a la lucha. Los revolucionarios rusos contaban desde luego con el decidido contingente de sus camaradas que llevábamos en nuestros corazones el frenesí del entusiasmo.

Había peligro en la lucha y era preciso obrar con cautela. ¿Pero qué era el peligro para revolucionarios familiarizados con la Ley Fuga durante el reinado de Porfirio Díaz en México? Nos considerábamos unos Prometeos, y continuamos con todo el entusiasmo propagando el fuego de la libertad en el corazón de los eternos esclavos.

¿Qué es el peligro para los constantemente amenazados y perseguidos por todas las tiranías? Nada nos amedrentaba. La lucha en contra del presente sistema de injusticias era nuestra suprema aspiración, y el mundo burgués en que vivíamos era una inmensa prisión para nuestros anhelos de libertad. Por otra parte la libertad de los oprimidos rusos contribuiría poderosamente a la liberación de los demás pueblos de la Tierra y, sin vacilar, prestamos nuestro modesto contingente a la nueva obra de emancipación humana.

Emma Goldman y Alejandro Berkman comenzaron a dar conferencias por toda la unión americana, y Ricardo Flores Magón por medio de su pluma llenaba las columnas de Regeneración con la buena nueva del sol naciente y justiciero que se alzaba de las ruinas de la histórica tiranía de los zares.

El bolcheviquismo sonaba en nuestros oídos algo así como sinónimo de anarquismo; como sinónimo de libertad, igualdad y amor fraternal entre los habitantes de este planeta de opresión y de crimen; palabra nueva que había que definir plenamente (o descifrar) para poderla explicar, porque su significación debía de ser para nosotros algo noble y generoso, algo nuevo que aprender de un idioma desconocido. Y Emma se encargó de interpretar del ruso la significación de esa nueva palabra aunque influenciada por la aureola resplandeciente que desde lejos lo encandilaba a todo.

Intensa propaganda

La propaganda se comenzó a hacer intensa, la que al fin se hizo sentir entre los trabajadores, a tal grado, que cuando la burguesía comenzó a hacer la suya para arrastrar a las masas a la matanza capitalista en Europa, se encontró con una dura resistencia. El pueblo americano era completamente opuesto a la guerra y esto favorecía nuestra campaña en contra de la burguesía que no se tentaba el corazón para dejar hogares vacíos, sin los seres queridos que constituían la alegría y el orgullo de la familia.

La prensa burguesa no podía cambiar los ánimos y era preciso para la burguesía desorientada cambiar de táctica. Los grandes comerciantes y banqueros organizaron banquetes y paseos de propaganda por todas las ciudades americanas con las diferentes asociaciones masónicas, con los Caballeros de Colón, etc., que desfilaban por las calles con sus bandas de música y haciendo flamear la bandera de las barras y las estrellas para despertar el embotado patriotismo de las masas.

A pesar de todo, el sentimiento americano era completamente refractario a la guerra. Pero era preciso para la burguesía que los Estados Unidos entraran a la contienda armada, en cuyo proyecto estaban comprometidos los grandes millonarios que se disputaban el predominio de los mercados del mundo; y como nuestra propaganda desbarataba todas estas intrigas, así como los planes de reclutamiento por parte del gobierno que obraba de acuerdo con los millonarios, se inició entonces una persecución de terror sobre el pequeño grupo de decididos luchadores en contra de la guerra, a quienes se unían ya en la campaña hasta sacerdotes cristianos con su Biblia en la mano pregonando uno de sus mandamientos: No matarás. Pero esto hacía más tenaz la persecución en contra de los antiguerreristas. Resultado: que todos fuimos enviados a presidio, pesando sobre nosotros sentencia de muerte —de uno a veinte años— por obstrucción al reclutamiento, lo cual probaba la indignación burguesa en contra de nuestra eficaz campaña.

Primeros deportados

Sin desalentarnos por el terror desplegado en nuestra contra, gozábamos en la prisión con las noticias que a veces nos llegaban de Europa acerca de los triunfos obtenidos por los revolucionarios rusos en los campos de batalla en contra de todas las fuerzas de las naciones aliadas que se habían empeñado en restablecer el trono de los Zares en Rusia. Y el despecho de un completo fracaso se convirtió en odio rotundo en contra de nosotros, los que habíamos tenido la mala suerte de haber caído en sus garras.

Los presos enemigos de la guerra que iban cumpliendo sus sentencias o que por diferentes razones sus sentencias eran conmutadas, iban siendo expulsados de los Estados Unidos. Emma Goldman, Alejandro Berkman y otros cincuenta camaradas más fueron de los primeros deportados. La prensa burguesa habló extensamente de la entusiasta recepción que se les hizo en Rusia, a donde fueron deportados aquellos camaradas.

Bolcheviquismo, su verdadera significación

Corre el tiempo hasta que al fin supimos, ocho meses después, lo que era el bolcheviquismo que se había adueñado del poder poco tiempo después de la caída del Zar Nicolás II.

Supimos que el bolcheviquismo era en realidad un verdadero partido político con tendencias socialistas y nada más; y que su brillante labor radical que en su principio alumbró al mundo y que dio tanto prestigio a ese movimiento, se debió a los primeros iniciadores de la revolución, como Nestor Majkno y otros que fueron más tarde perseguidos y asesinados por los mismos bolcheviques, a quienes los libertarios de corazón aclamábamos pocos meses antes desde nuestros calabozos de las bastillas americanas.

Como la verdad sobre la dictadura bolchevique se comenzó a extender por todos los rincones del mundo, entonces surgió para sostener su prestigio la organización comunista, partido político que dependía directamente del gobierno de los Soviets.

¿Pero qué comunismo podía desarrollarse y florecer bajo el gobierno? Nos preguntábamos a veces los comunistas libertarios que basamos nuestro ideal de este nuevo sistema social, en el libre acuerdo que debe existir entre los habitantes de una comunidad libre de todo gobierno, para llevar a la práctica ideas de paz, amor fraternal y feliz bienestar entre los habitantes de toda comunidad cuyos elevados ideales de justicia son imposibles bajo cualquier gobierno.

Y descubrimos que el llamado comunismo ruso no era más que una estratagema política para engañar a los revolucionarios extranjeros que seguían colaborando y rodeando al bolcheviquismo con una admirable atmósfera de simpatía, y su contingente material y moral, fuera de las fronteras de Rusia, eran entonces indispensables para dar fuerza al gobierno bolchevique que se volteó contra las verdaderas tendencias y nobles aspiraciones de los esclavos rusos.

Los bolcheviques habían desempeñado en la iglesia marxista el mismo papel que los jesuitas en la cristiana.

Ahora, todos los gobiernos burgueses, hasta los más tiránicos y retrógrados, como el de la dictadura fascista que sostiene a Mussolini en el trono italiano, se disputan el honor de ser los primeros en reconocer al gobierno modelo de todas las tiranías, y de tenerlo como aliado.

Del periódico Sagitario, 25 de octubre de 1924.

¡Que siga el descontento!

Apenas ha renovado Sagitario su campaña de orientación emancipadora en favor del obrero, cuando comienzan a llegarle quejas de varias partes de este privilegiado suelo de explotación, narrando vergonzosos atropellos cometidos por la burguesía y las autoridades encargadas de mantener por medio de las bayonetas, el presente orden de cosas, imposibles de continuar así por mucho tiempo.

Estos atropellos que no han hecho más que ahondar el ya profundo descontento en el corazón de las masas proletarias, confirman nuestras aseveraciones de otras veces, que el gobierno por sincero que parezca ante los ojos de los trabajadores, obra siempre con la estrategia del enemigo, hipócritamente; por esto es que los obreros no debemos confiar nuestros intereses en manos de ningún gobierno.

Sí, el gobierno obrará siempre con falsedad e hipocresía con el obrero; también procurará alabarlo conformándolo con paliativos que en nada mejoraran la angustiosa situación de la gran masa de harapientos porque su interés es someter, por la buena o por la mala, a los que no se conforman con las condiciones de miseria en que viven. En suma, el gobierno estará siempre con su aliado, el capitalista.

Por esta razón los obreros conscientes, los trabajadores inteligentes tan pronto como reconocen esta verdad, deponen esa fe ciega en el gobierno y abren los ojos de la razón a nuestras sanas observaciones.

Hace poco que una sección de la Unión Minera de Rosita, Coahuila, se separó de la Confederación Regional Obrera Mexicana, porque cuantas veces se han quejado de los atropellos de que han venido siendo víctimas por parte de sus explotadores, no se les atiende y sólo se les mantiene con promesas que nunca se cumplen. Saben bien aquellos trabajadores que sus quejas y lamentos se pierden entre los aplausos y los brindis y el retintín del choque de botellas y copas llenas del sabroso vino en que pasan el tiempo los líderes allá en la hermosa ciudad capitalina.

La resolución tomada por la sección de la Unión Minera de Coahuila, es digna de todo elogio; pues, en efecto, no es justo ni honesto que los trabajadores contribuyan a fomentar el vicio a costa de su sangre y de sus vidas que con frecuencia dejan enterradas debajo de las minas, aplastados por una máquina o carcomidos por la tisis en la fábrica y el taller para que otros se den la gran vida a costa de los que trabajan.

En el Estado de Zacatecas la represión brutal que ejercen los terratenientes, ayudados por el gobierno, sobre los campesinos, es ya insoportable. Los mismos campesinos se han organizado para enviar sus delegados a otros Estados, para exponer a todos los vientos la angustiosa situación en que viven.

La semana pasada se organizó en la ciudad de San Luis Potosí una gran manifestación por uno de estos delegados, para protestar en contra de los atropellos y vejaciones que reciben a diario los trabajadores del campo por los mismos que antes de subir al poder les ofrecieron hacer efectiva la famosa repartición de tierras.

La manifestación tuvo éxito debido a la cooperación de los buenos y sanos elementos que se encuentran entre los sindicatos y demás asociaciones obreras de San Luis; pues allí como en otros lugares de México, a las uniones obreras se han colado dos polillas: la polilla política y la religiosa.

Durante la manifestación hubo discursos más o menos candentes en contra de la burguesía y del gobierno instrumento de la burguesía. Y aunque los políticos se movieron para hacer fracasar esta hermosa manifestación del descontento popular, se llevó a cabo gracias a la actividad de los ferrocarrileros, panaderos, hilanderos, metalúrgicos y los compañeros del grupo cultural Tierra y Libertad.

En la región petrolera de Tampico no ha disminuido el formidable descontento surgido con motivo de los asesinatos efectuados por las tropas federales sobre indefensos huelguistas frente a los campos petroleros de la Mexican Gulf el día 1º de este mes.

Sí, el malestar es evidente, en todas partes se nota y muy especialmente en esta rica región petrolera. Las huelgas se suceden unas tras otras, sin que ninguna de ellas tenga pronta solución debido a la intervención oficial a favor del capitalista. Actualmente están en huelga los obreros de la Mexican Gulf, los de la Corona, y, por último, hasta los maestros y maestras de escuela de Cecilia se han declarado en huelga contra el mismo gobierno porque desde hace tres meses no se les paga, por cuya razón esta huelga ha recibido todo el apoyo moral y material de todas las demás uniones obreras del puerto, las que en la actualidad ascienden a más de cuarenta.

Sí; el descontento se extiende; y de esto no se dan cuenta las mismas autoridades, ni los que viven en continua fiesta. El oro sacado del dolor, las lágrimas y las vidas de los que producen, no es justo que se derroche por los que nada hacen, en cohetes y pólvora, en francachelas y paseos triunfales por Europa. El trabajo y sacrificio que hagan los obreros deben tener un propósito, pero un propósito noble y generoso que tienda a su propio mejoramiento, a su propio bienestar individual y colectivo.

Ya no es tan fácil trabajo embaucar a las masas obreras; y es que el ambiente ya está saturado con las nuevas ideas redentoras. El obrero del campo, el obrero de la ciudad y el abnegado maestro obrero de la escuela, ya no consideran justo seguir siendo las pacientes ovejas, mientras haya millones de zánganos humanos que no hacen más que consumir y vivir una vida llena de placeres con el sacrificio de los que producen. La policía, el ejército, los jueces, magistrados, diputados y senadores, hombres de bufete, la banca y el comercio, toda esa interminable lista de parásitos, basa su lucro y su vida en el reducido número de los que trabajan.

El tendero surte su almacén con productos de los obreros del campo, fabricados por los obreros de la ciudad; el banquero, el comerciante y el comisionista no tendrían vida si no hubiera objetos fabricados que vender. No hay negociación alguna que no se base en la producción de los trabajadores, por eso es que son los trabajadores la fuente inagotable de toda riqueza.

El descontento es un síntoma de progreso en los pueblos hacia una vida mejor. ¡Adelante! que siga el descontento.

Del periódico Sagitario, 25 de octubre de 1924.

El caos mundial

El caos mundial crece, y crece rápidamente en la misma relación que la opresión y la miseria. España y Francia están sobre un volcán, los pueblos de esos países han agotado la paciencia y la revolución puede estallar de un momento a otro con el menor pretexto y por cualquier motivo. Aquí, allá y en todas partes, bajo el Imperio o bajo la República las condiciones de vida para el pobre son las mismas; no hay mayor bienestar para el humilde productor de la riqueza social bajo una u otra forma de gobierno. La tiranía existe en Rusia bajo el Imperio bolchevique, como bajo la dictadura de Mussolini o Primo de Rivera en los apolillados reinos de Italia y España.

Así como España manda ametrallar al pueblo de Marruecos, que desde hace siglos yace sometido a la férrea boca de la burguesía española, el laborista Mc. Donald de Inglaterra hace lo mismo con los esclavos de Sudan y de Egipto.

Ha habido protestas en España, huelgas, sublevaciones en el ejército, y hasta levantamientos armados de pequeños grupos de trabajadores, ya cansados de sufrir sumisamente tanta humillación por parte del gobierno despótico de Primo de Rivera. Primo de Rivera, el odioso tiranuelo del sufrido pueblo español, digno discípulo de Mussolini (aquel otro Primer Ministro italiano enemigo encarnizado de los trabajadores), está también precipitando al pueblo español al abismo de la desesperación. Reina actualmente en España el caos político, caos económico y la inquietud y la zozobra en todos los corazones. Desde hace años el gobierno ha estado derramando lágrimas y sangre obrera, la desolación y la muerte sobre el suelo de Marruecos, tan sólo por complacer a la burguesía española dueña de las minas y de toda la riqueza de aquél desdichado país.

Por las últimas noticias recibidas de España y de otras regiones cercanas a ese territorio, se puede ver claramente que el estado caótico en que el gobierno ha sumido al pueblo ya no se puede ocultar; el descontento ha penetrado muy profundamente en el corazón del mártir pueblo español, uno de los más tiranizados y que por siglos y siglos ha llevado sobre sus hombros el peso de un mundo de parásitos que le chupan la sangre: frailes y monjas, policías y soldados, carceleros y jueces, marqueses y condes, y una legión de zánganos sociales, explotadores y sanguijuelas malditas del pueblo obrero.

Pero esta vez el pueblo parece ya resolverse a poner fin a sus dolores y sufrimientos siguiendo el saludable consejo del gran mártir Práxedis G. Guerrero: Vivir para ser libres, o morir para dejar de ser esclavos; y el pueblo parece que se decide a jugar el todo por el todo contra sus tiranos, a juzgar por los telegramas que han podido escapar a la censura del soldadote Primo de Rivera. La revolución se organiza, por lo que se ve, ella tiene ramificaciones hasta en el extranjero.

Los telegramas que a continuación insertamos dan idea de cómo andan las cosas por allá; y de donde también se deja ver el terror desplegado contra los revolucionarios en un vano esfuerzo para contener la catástrofe contra todo lo podrido y malsano. Los telegramas dicen así:

París, 10 de noviembre. — Las informaciones de carácter particular que se reciben de España, expresan que la situación revolucionaria en España es intensa y que la propaganda en contra del gobierno y de la propia monarquía se lleva a efecto con una intensidad verdaderamente admirable.

Port-Vendres, Frontera franco-española, noviembre 10. — Numerosas personas que han arribado a esta ciudad procedente de España, dan cuenta de que la situación en el Reino es cada vez más grave y que los grupos de individuos insurreccionados abundan por casi todas las regiones fronterizas a España. La censura es severa para la prensa y para el envío de noticias relativas.

Barcelona, noviembre 10. — El gobierno del Directorio ha empezado a poner en práctica su programa de terror para acabar en germen con la revuelta que ha tenido sus primeros brotes en el territorio. Hoy en la mañana fueron ejecutados, poco después de haber sido juzgados y sentenciados a la pena máxima, en una Corte Marcial, los jóvenes José Mercer y Juan Montedo por haber participado en los disturbios ocurridos aquí la semana pasada, en los cuales resultaron un guardia muerto y varios heridos.

Por los últimos telegramas recibidos de Pamplona con fecha 6 de diciembre, anuncian que las sangrientas ejecuciones contra los revolucionarios continúan, mencionando entre los nuevamente ejecutados a Enrique Sánchez Gil, Juan Santillán y Pablo Martín.

En telegrama de Madrid, fecha 2 de diciembre, pone en boca de Magaz, Presidente Provisional del Directorio, la siguiente información que el mismo Presidente dio a los periodistas, después de hacer mención especial de la revolución que se prepara contra España desde el extranjero: no os pido que ataquéis a Francia. Atacadnos si gustáis, pues la censura será menos severa en lo sucesivo, pero defended al Rey. Lo que hace suponer que esta vez la situación es comprometida para el sifilítico reyesuelo Alfonso XIII, vil instrumento de la burguesía española.

Si la revolución llega a tomar fuerza esta vez, como es de desearse, los esclavos de otros países debemos estar listos para prestar toda ayuda a los que como nosotros deseen de veras acabar con sus tiranos; los camaradas a quienes ayudemos estarán dispuestos a ayudarnos también a derrocar a los nuestros.

La situación en Francia no es menos comprometida para el gobierno, aunque en este país es el despertar del pueblo francés el que lo hace surgir del estancamiento y oscurantismo en que lo ha mantenido la astuta burguesía francesa.

Ya el pueblo está comprendiendo que en la guerra pasada en la que perecieron millones y millones de gente inocente, sólo unos cuantos canallas que ni siquiera expusieron un cabello en la contienda armada, fueron los que se beneficiaron.

Los pobres que fueron al combate allá dejaron sus huesos y los que volvieron siguen siendo pobres y aún en peores condiciones que antes de la carnicería, porque hay viudas y huérfanos y ancianos padres que ya no tienen más el sostén que antes tenían, y ahora se prostituyen o piden limosna para poder vivir y el desengaño del pueblo aumenta con la falta de cumplimiento a las promesas del actual gobierno socialista de Herriot, que antes de subir al poder ofreció al pueblo el paraíso terrenal; y como las cosas no cambian, viendo que los pobres siguen peor que antes, el malestar cunde como la llama y a tal grado, que es muy posible que truene el cohete cuando menos lo esperemos.

Pero el gobierno, tal vez el peor de todos, es sin duda el conocido con el pomposo nombre de dictadura del proletariado, con cuyas sugestivas palabras se ha dado a conocer y con las cuales se trata de embaucar a los trabajadores de todas partes con el fin de establecer sin duda una dictadura mundial, de modo que nadie abra la boca, nadie coma ni beba, ni se divierta sino cuando el dictador lo ordene.

Para los inteligentes inventores de tan ingenioso sistema de tiranía, hacen falta dictadores de la talla de León Trotsky, Mussolini o Primo de Rivera, a juzgar por el siguiente detalle que pinta de cuerpo entero lo que es la real dictadura del proletariado en Rusia.

El telegrama es como sigue:

(Telegrama de la Prensa Asociada) Moscú, 15 de octubre. — Se ha informado que se hallan en las prisiones de Rusia actualmente, la friolera de 72000 personas, en su mayor parte por delitos de carácter político. Los datos respectivos fueron proporcionados por el Comisario de Justicia del régimen soviético. Cuarenta y cinco mil sufren condenas por diversos delitos, predominando aquellos que son contra el Estado comunista, veintiséis mil esperan proceso y tres mil van a ser deportados.

Haciendo ahora comparaciones, se puede decir que estábamos en jauja cuando la famosa dictadura de Porfirio Díaz en México.

¡A tal grado ha degenerado la revolución que tanto espanto y terror causó a la burguesía mundial! Pero desde el asesinato de obreros y marineros en Kronstadt, ordenado por Lenin y ejecutado por Trotsky, desprestigiándolos como contrarrevolucionarios, aunque en realidad por sus enérgicas protestas contra los que falseaban y estrangulaban la revolución, desde entonces, decíamos, los ideales de los primitivos revolucionarios rusos murieron, sus últimos defensores dejaron sus huesos en los campos de batalla, ametrallados por los bolcheviques o pagando actualmente penas terribles en los helados calabozos de Siberia.

Mientras tanto, los gobernantes actuales de Rusia han acabado con todo lo que había de elevado y noble en la revolución, degenerando lamentablemente hasta amoldarse a las exigencias de los gobiernos burgueses de los demás países.

En esta clase de vergonzosas componendas se basaron las justas protestas de los marineros de Kronstadt en unión de los campesinos que forman la inmensa mayoría del pueblo ruso. Pero se dio el caso en Rusia como aconteció con los trabajadores rojos que elevaron a Venustiano Carranza; cuando Carranza subió al poder, entonces volteó sus cañones contra los obreros. Y así fue como Lenin desempeñó para los obreros rusos exactamente el mismo papel que Carranza con los obreros mexicanos: un traidor a los ideales verdaderamente redentores de los pueblos que sacrificaron todo por conseguir su libertad y completo bienestar.

Del periódico Sagitario, 11 de diciembre de 1924.

Por la razón o la fuerza

I.

La criminal campaña iniciada por Álvaro Obregón en connivencia con el gobierno de México para arrebatar a los Yaquis sus fértiles terrenos ha entrado en su octavo mes de rudos encuentros y de sistemática persecución por parte de las fuerzas federales. Y se puede asegurar que apenas comienza la campaña, a pesar de los infundados cálculos de los estratégicos militarotes asesinos del pueblo, de que la destrucción de esa raza de hombres dignos y trabajadores sinceros, no duraría más que unos tres meses.

De las últimas noticias comunicadas a la prensa por los mismos agentes del gobierno se deduce que la actual administración, en su despecho por no poder dominar a esa raza de certeros tiradores, ha ejercido la más cruel venganza contra pacíficas e indefensas criaturas, hombres, mujeres, niños y ancianos no combatientes, por la honrosa acción de esas pobres gentes de no querer denunciar a sus compañeros levantados en armas contra la infamia de sus perseguidores. Después de golpearlos y tenerlos sin comer y sin beber por algún tiempo, se les lleva a la cárcel o al cuartel donde mueren de debilidad por falta de alimento.

Se recordará que para justificar el robo de estas tierras, se excitó a la masa partidaria de los lobos políticos encaramados sobre las espaldas del rebaño, declarando que los Yaquis son partidarios del fracasado Adolfo de la Huerta, antiguo obregonista. Y tan grande fue su empeño en complicar a los Yaquis con el autor del último cuartelazo, que el mismo Obregón confeccionó documentos y publicó dizque facsímiles de cartas escritas por De la Huerta dirigidas a los jefes Yaquis.

Si de veras los Yaquis estuvieran levantados en armas por su partidarismo en favor de Adolfo de la Huerta, ya Álvaro Obregón fuera un cadáver desde el 12 del último septiembre, que en el pueblo de Vicam se apoderaron mil quinientos Yaquis del tren de pasajeros en que viajaba el referido General Obregón. Pero su único propósito era tenerlos como rehenes mientras se ponía en libertad a sus sesenta compañeros presos en la capital de Sonora.

Si no conociéramos el origen de esta infame intriga de políticos empedernidos sin rubor y sin conciencia, que no les detiene la monstruosidad del crimen con tal de alcanzar sus innobles fines... que la historia diga algo en contra de ellos... ¿Y qué? Al fin y al cabo somos todos, el pueblo mismo, el principal responsable, el cómplice del crimen.

Los que conocemos la histórica rebeldía del Yaqui, comprendimos la vanidosa jactancia de los asesinos profesionales que calcularon sólo tres meses para el completo aniquilamiento de la raza.

¡Vana palabrería! Primero se convertirán en panteón las fértiles praderas del río Yaqui antes que conseguir el sometimiento de sus moradores.

Los Yaquis son hábiles y certeros tiradores. Al tirano Porfirio Díaz le acabaron batallones. Un ciento de Yaquis era suficiente para destruir dos o tres mil federales. Y tan es así, que actualmente sólo los aeroplanos lanzabombas pueden penetrar a las montañas donde moran. Y sin embargo, he aquí lo que dice la prensa semioficial:

Ayer en el tren de Guadalajara que arribó a la estación de Colonia, llegaron los cadáveres del Teniente Jesús Ulloa y del mecánico Eduardo C. Vigil Ahumada, los aviadores que perecieron trágicamente en el Estado de Sonora...

Sobre las causas del accidente en que murieron los aviadores... se nos dijo en la Secretaría de Guerra que el Teniente Coronel Samuel Rojas, jefe de las escuadrillas aéreas que operan en el Yaqui ha manifestado que es imposible conocerlas, pues el aparato quedo totalmente destruido y aunque Vigil sobrevivió algunas horas a la catástrofe, tan grave se hallaba que nada pudo declarar.

Nada dice el telegrama sobre las balas de los rifles Yaquis que fueron las principales causantes de la tragedia: todo eso se callan, como se cuidan las partes oficiales de dar a conocer el total número de muertos que hacen los Yaquis a las fuerzas liberales.

Otro telegrama nos dice que por la razón o por la fuerza los Yaquis se verán obligados a someterse muy en breve.

He aquí otro telegrama de los mismos esbirros oficiales, que pinta la triste situación de los Yaquis pacíficos que llegan a caer en manos de los asesinos federales:

Nogales, Sonora. Informes de última hora procedentes de Ortíz, manifiestan que la circunstancia que más deprime a los Yaquis con motivo de su sublevación, es que las mujeres y niños que nacieron durante el último periodo de paz y bienestar, se están muriendo a consecuencia de diversas enfermedades y por la carencia de provisiones y ropa; pudiendo asegurarse que todos los jóvenes indios desean la paz; pero que debido a la actitud asumida por los Yaquis viejos no han depuesto sus armas los alzados en su totalidad.

Otro telegrama fechado el 13 de febrero, nos dice de un combate librado contra los Yaquis en el que dejaron siete carros guayines, recogidos por las tropas federales, así como siete muertos y tres prisioneros que inmediatamente fueron pasados por las armas, dos mujeres y dos niños quedaron prisioneros en Ortíz... las tropas federales destruyeron más de quinientos jacales de los Yaquis.

¡He aquí, hermanos campesinos, un medio eficaz del gobierno para arrebatar a los pueblos sus tierras y no para repartírselas! Ved que los gobiernos sólo sirven para azote y ruina de los pueblos que se esfuerzan y trabajan por su propio mejoramiento.

Los gobiernos no sirven para otra cosa más que para servir de policías del rico.

¡Mueran los gobiernos! ¡Viva Tierra y Libertad para todos!

II. Calles aprovechado discípulo de Gerardo Machado

Calles está saliendo un aprovechado discípulo del asesino de los obreros de Cuba, Gerardo Machado, instrumento del capitalismo americano.

No, nos dice una voz, es su Secretario de Industria, Luis N. Morones, el principal culpable de todo.

Sí, es cierto, dice otra voz, pero Calles sanciona y cubre todos los crímenes de su Secretario.

Habrá, sin embargo, quien asegure que momentos antes de subir al poder Calles llevaba en su mente un manto de ilusiones en bien de los que sufren toda clase de ignominias y vejaciones de los de arriba. Pero sus actos ahora han venido a demostrar lo que decimos los anarquistas, que todo hombre por bien intencionado que parezca, al subir al poder se corrompe, se convierte en servil maniquí de los poderosos y un judas maldito contra los mismos que lo elevaron.

Sabemos bien que no todos los males que sufrimos los humanos tienen su origen en el gobierno. Pero es toda la maquinaria oficial que compone esa institución insana la principal culpable de todo.

Durante la presente huelga de mecánicos ferrocarrileros, algunos de los huelguistas salieron en comisión de propaganda a ponerse de acuerdo con las demás organizaciones obreras acerca de la solidaridad necesaria. Pero como la propaganda en favor de la huelga era una amenaza contra los intereses de la compañía explotadora, se persiguió a los propagandistas obreros acusándolos de sedición contra el gobierno. El obrero Hernán Laborde fue una de estas víctimas, se le tuvo incomunicado en uno de los calabozos de la misma compañía ferroviaria, y a pesar de que el gobierno tuvo conocimiento de estos hechos el gobierno mismo sancionó el atentado.

Laborde fue arrestado en Tampico el 26 de febrero por orden del asesino jefe militar de la guarnición en el puerto, para ser llevado a la ciudad de México. Pero como Laborde no llegó a la capital, sus amigos investigaron por su paradero hasta que lo localizaron encerrado en el calabozo referido.

El secretario de la Confederación de Transportes refiere los hechos: Se encontraba en el Departamento privado de la policía de las líneas nacionales, informe que fue desmentido el 28 de febrero por los ferrocarriles, asegurando que Laborde ni estaba, ni estuvo en poder del Departamento de policía de los mismos ferrocarrileros. Laborde fue encontrado encerrado primeramente en el local de la policía de los ferrocarriles, después fue llevado a la Inspección General de policía y el 3 de marzo trasladado a la prisión militar de Santiago.

Como no se le confinaba ante ningún juzgado para hacerle saber su delito, Laborde se declaró en huelga de hambre.

III. El problema de la tierra

El problema de la tierra que tantas vidas y ríos de sangre ha costado al pueblo obrero de México, se sigue solucionando rápidamente, pero solucionando a favor del poderoso, del señor feudal y de los que en todo tiempo han sido las más grandes sanguijuelas y verdugos del pueblo.

Los informes que enseguida reproducimos, tomados de un diario burgués de la ciudad de México, muestran la arbitraria y despótica conducta de los jueces y demás serviles instrumentos del poderoso en contra del débil, contrastando con la actitud sumisa y rastrera de esas mismas autoridades frente al que todo lo puede y dispone: el arrogante capitalista.

Por ser tan numerosos esos hechos, sólo daremos a conocer unos cuantos de los últimos incidentes a los cuales nos referimos.

Puerto México, Veracruz. Febrero 6 — En la finca Tuxedantepetl del municipio de Ixhuatlan, fueron incendiadas once casas de agraristas y derribadas siete por el mayoral Leopoldo Reyes atendiendo instrucciones de los dueños de la citada finca.

Las familias que habitaban las casas destruidas, se encuentran desde el día 3 del actual, sin techo, a la intemperie.

Según lo que se ha averiguado sobre el particular, resulta que los dueños de la finca están quejosos contra los campesinos porque estos venían residiendo en el lugar con anuencia de las autoridades agrarias que permitieron esto en atención a que el ingeniero de la Comisión Nacional Agraria les dio posesión de los terrenos.

No obstante, como la finca pertenece a la sucesión del señor Pedro Ruiz, cuyos intereses representa la señora Teodora R. Vda. De Ruiz, esta dama interpuso el recurso de amparo que el Juez de Distrito de Salina Cruz, concedió hace más de un año; pero como los campesinos se negaban a salir y abandonar las tierras, la interesada pidió al Juez de Distrito la pusiera en posesión de sus predios y el funcionario judicial para poderlo hacer, solicitó la ayuda de las fuerzas federales dándoles 24 horas de plazo a los campesinos para que las abandonaran. Como no lo consiguiera el señor Manuel Ruiz, heredero del señor Pedro Ruiz, ordenó a su mayoral que en compañía de otros hombres incendiaran las casas.

Puebla, febrero 28 — En vista de que el día 22 de los corrientes no se pudo llevar a cabo la diligencia en que la Comisión Nacional Agraria habrá de complementar el acuerdo de la autoridad federal para que le sean devueltas sus tierras al señor Don Luis N. Colombres, el Juez Numerario de Distrito ha tenido a bien señalar el día 8 de marzo próximo, a las diez de la mañana, para llevar a efecto la práctica de esta diligencia habiendo girado ya los oficios respectivos a las autoridades que darán sanción legal a este acto, así como al Jefe de las Operaciones Militares, para que facilite la fuerza necesaria que haga respetar la devolución de las tierras de que se hace mención.

Estas tierras pertenecen al rancho Colorado, habiendo estado ellas en posesión de los ejidatarios del pueblo de San Felipe de Hueyotitlan, por espacio de más de cuatro años, en consecuencia tendrán que desalojarlas para que ellas pasen a poder de sus legítimos propietarios.

Amparos petroleros que pasan a la Suprema Corte.

Once amparos más, relacionados con la cuestión petrolera, serán enviados hoy (9 de marzo) por el Juez Primero de Distrito. Lic. Julio López Masse a la Suprema Corte de Justicia, para su revisión.

Estos amparos son los interpuestos por la compañía petrolera El Águila, S. A.; United Oíl Production Company; Rafael Ortega, S. en C.; Compañía Agrícola y Colonizadora, S.A. representada por Robert Hutchison; Pánuco Boston, S.A.; Cortés Aguado Petroleum Corporation; Mexican Trust Oíl Company; D.W. Johnson Company, Sucesores; Compañía Transcontinental de Petróleo, S.A.; Atlántida y Compañía Mexicana Productora y Refinadora de Petróleo.

Los anteriores amparos se acumularán a los que actualmente están tramitándose en el más alto tribunal de la República.

Telegrama de los Estados Unidos:

Nueva York, Marzo 11 — El (New York Times) encabeza los mensajes que de México le envían su corresponsal De Cursi, con la frase de se inicia en México un movimiento para enmendar la Ley del Petróleo a fin de apaciguarnos y enseguida inserta estos mensajes que entre otras cosas dicen:

Se nota dentro de los círculos oficiales un decidido sentimiento de optimismo de que se encontrará la manera de arreglar las dificultades respecto de las leyes de extranjería. Personas muy ligadas con los funcionarios del gobierno mexicano dicen que ese optimismo es bien fundado y que algunos favorecen la idea de convocar al Congreso a una sesión especial para iniciar las enmiendas al artículo 27; informándose también que se hará una excitativa a la Suprema Corte para la resolución de los amparos pendientes.

Además otros indicios hacen creer que el gobierno de México está inclinado a suavizar las reglamentaciones de las leyes petroleras y a modificar su programa relativo, a fin de atender las objeciones puestas por las compañías extranjeras, simultáneamente, para posibilitar a México obtener mayores ingresos con las operaciones petroleras. En apoyo a esta creencia se señala el deseo aparente del Secretario de Industria[4] de facilitar ampliamente a ciertas compañías petroleras, la manera de continuar sus trabajos sin esperar la decisión final de la Corte, sobre la retroactividad del citado artículo...

Los anteriores hechos nos recuerdan los crímenes de los latifundistas que en unión de la soldadesca federal descargaron sus armas de fuego sobre los indefensos campesinos de la congregación de Sabacneta, Veracruz; lo acontecido con los miembros del sindicato Despertar del esclavo, el 24 del último julio (en los arrabales de Cecilia), a cuyos obreros después de haberles destruido sus labores y sus casas, fueron arrojadas sus familias a la calle, golpeados y llevados a la cárcel; lo acontecido a los trabajadores miembros del sindicato Cuerpo Campesino Chihuahuense de Ciudad Jiménez, Chihuahua, a quienes también después de destruirles sus cosechas se les arrojó a la calle, juntamente con sus familias, golpeando y encarcelando sin brizna de compasión a los miembros del sindicato.

Del periódico La Antorcha, 10 de agosto de 1927.

Frente a las tiranías

El 24 de enero de 1902 fui arrestado e internado en los calabozos de la penitenciaría de San Luis Potosí, con el cargo de ataques a funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones.

Reinaba en todo su esplendor la dictadura de Porfirio Díaz. En San Luis Potosí yo formaba parte de un Club oposicionista contra aquella funesta dictadura que había convertido a México en un inmenso cuartel y al pueblo mexicano en servil vasallo de su majestad Porfirio I, título con que ya lo honraba la alta clerecía de la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana.

Era yo entonces de filiación liberal, y mi posición era comprometida, porque servía a un gobierno que me había nombrado catedrático de varias ciencias en la escuela normal para profesores.

A veces me hacía las reflexiones siguientes: ¿Estaba yo realmente obligado a la dictadura por este simple hecho? Mi conciencia me respondía que no, y un deber humano tendiente a impedir los excesos de la tiranía me impulsaba a hacer algo.

Por otra parte, ¿no pesaba sobre mi conciencia una gran responsabilidad moral ante mis alumnos? Porque hay que hacer notar que en mi calidad de catedrático de historia, por ejemplo, había que analizar y juzgar a los hombres y su participación en los acontecimientos, así como en las distintas causas que habían influido al progreso y retroceso de los pueblos en sus largos y penosos esfuerzos por el disfrute de una vida mejor.

Además, el dinero que yo percibía como honorarios era sacado de los escuálidos bolsillos del pueblo en forma de contribuciones. Mi responsabilidad era, pues, mayor ante el pueblo que ante el gobierno; porque un gobierno puede ser cambiado de la noche a la mañana por la voluntad popular. Obedecí, pues, al grito de mi conciencia y comencé a combatir la dictadura, ya en la cátedra, como fuera de ella.

Por este hecho se me confinó en los calabozos de la penitenciaría, en donde a las 24 horas recibí un oficio del clerical gobernador Blas Escontria, comunicándome mi destitución de las cátedras que desempeñaba.

Esta prisión, que duró cerca de un año, fue el primer zarpazo de la tiranía contra mis actos de hombre rebelde.

Han transcurrido 27 años. Más de la mitad de ese larguísimo tiempo lo he pasado tras las frías rejas del presidio, debido a mis sistemáticos ataques y a mis concentrados odios a todas las tiranías. Y puedo asegurar con orgullo que a pesar de mi vejez, mi ánimo no ha sido quebrantado. Me siento con energías de sobra, y tan decidido como nunca por implantar en México mis viejos ideales de libertad, amor y justicia; ideales que mi imaginación ve tan al alcance de todos los humildes que no necesitarían un gran esfuerzo para tomarlo y transformarlo todo. Cuestión de oportunidades; por eso es importante estar preparados, para cuando una oportunidad venga, recibirla con los brazos abiertos.

¡A prepararse para no ser sorprendidos! La lucha por nuestra libertad económica y política tiene que efectuarse quiéranlo o no lo quieran los que hoy nos explotan y nos oprimen. Que perezcamos unos cuantos, ¡qué importa! Cuando millones y millones de seres humanos ya han dejado sus huesos en las entrañas de la Tierra, en la fábrica o en el taller, agotados por el trabajo y la miseria.

La historia se repite. Hoy pesa sobre mi cabeza una acusación semejante a la que me llevó al presidio en San Luis Potosí hace 27 años. Con la diferencia de que en tiempos de la dictadura porfiriana fui absuelto por falta de méritos; mientras que hoy se me ha declarado culpable por reincidente.

Es que vuelvo a la carga, contra una dictadura más feroz. Las verdades que lanzaba desde la cátedra contra la dictadura de entonces, hoy las lanzo desde el presidio contra la dictadura de hoy, y las seguiré lanzando mientras no me acorten el resuello de sus calabozos regeneradores. Los propósitos de las tiranías de aislarme del contacto de los vivos con el fin de regenerarme, declaro que han fracasado. No han sido suficientes catorce años de encierro para conseguirlo. Sus instrumentos de tormento se han estrellado ante la roca de mi inquebrantable voluntad en donde descansan mis más puras y sanas convicciones de emancipación en favor de todos los oprimidos y explotados de la Tierra.

Cuando yo me regenere de acuerdo con el estrecho criterio de los jueces que me tienen en este encierro; cuando yo haga todo lo que hacen los lacayos de todas las tiranías, es que he amoldado mi cerebro y mis sentimientos más nobles y generosos a los corrompidos e insanos instintos de los tiranos. Pero como no hay señales de que ese cambio se verifique algún día en mi individualidad, ni de que yo elogie en lugar de criticar los crímenes de las tiranías, porque eso sería traicionar los más sanos impulsos de mi propia conciencia, tienen que ser inútiles e infructuosas todas las torturas que se me apliquen con el fin de hacerme cambiar de opinión.

Sin embargo, si se me demuestra que mi labor es insana y perjudicial a los pobres; si se me demuestra que mi labor es altamente inmoral y contraria a los intereses de la inmensa mayoría de los humanos que poblamos este planeta Tierra, entonces cambiaré de opinión. Mientras tanto sigo y seguiré mi vieja tarea de propagar las ideas anarquistas que considero las más justas y humanas y las únicas que sacarán a la humanidad del caos en que la ha sumido la organización social actual.

Penitenciaría de Andoneguí

Tampico, Tamaulipas.

Del periódico Cultura Proletaria, 15 de octubre de 1927.

Discurso

Los pueblos rebeldes caminan hacia la libertad; los pueblos sumisos marchan hacia la esclavitud.

Cuando a principios del siglo pasado Napoleón I vencía y sometía al trono de Francia casi todos los tronos de Europa y llevaba sus armas victoriosas al norte de África, en la América latina también se verificaban cambios de relativa importancia.

Vivía en México, en un rincón del Estado de Guanajuato, un anciano sacerdote de muy humilde aspecto, conocido por toda la comarca con el nombre del cura Hidalgo. Hidalgo era un hombre de gran corazón, de ilustración y educación excepcionales, era en México uno de los más sabios de su época. Sabía varios idiomas, entre ellos el francés y el latín. Pero debido a su carácter rebelde contra todas las injusticias e insumiso a todas las tiranías, el cura Hidalgo vivía postergado allá en uno de los pueblos de inferior categoría conocido con el nombre de Dolores en el Estado de Guanajuato. Aún allí fue constantemente hostilizado por el alto clero por negarse Hidalgo a cobrar ciertas gabelas impuestas a los nativos y que él consideraba injustas, pues la miseria que atravesaban los indios era manifiesta.

La contradicción con la política de los encomenderos y Virreyes de México, que no ponían escuelas porque con la lectura los indios se volvían igualados, altivos e irrespetuosos con sus amos, Hidalgo estableció escuelas donde se enseñaba a leer y a escribir, la música y la agricultura, en donde se enseñaba el cultivo de la morera para la cría del gusano de seda.

Hidalgo era querido entre la gente pobre, y ese mutuo entendimiento entre él y los nativos crecía en relación con las injusticias con que eran tratados los que el mismo cura consideraba únicos y legítimos dueños de la tierra.

Cuando Napoleón el Grande invadió España en 1808, impuso como Rey a su hermano José Bonaparte, Hidalgo sabía todos estos cambios por las informaciones en francés que él leía. Y cuando el pueblo español luchaba contra la invasión francesa, entonces concibió el cura la idea de aprovechar aquella oportunidad para proclamar la independencia de México y devolver a los nativos su libertad y sus tierras que el gobierno de España les había arrebatado desde hacía cuatrocientos años.

Reunió algunos de los suyos con quienes ya se había puesto de acuerdo y en medio del silencio de las altas horas de la noche del 15 y 16 de septiembre resolvió lanzarse a la revolución.

A los tres meses se asegura que Hidalgo contaba con un ejército de cien mil hombres, con el que consiguió fáciles victorias contra los ejércitos del Virrey de México representante del gobierno español.

Entretanto, el clero católico que veía en Hidalgo a un peligroso enemigo por las simpatías que disfrutaba, lanzó una excomunión declarándolo hereje y traidor. Más tarde esta excomunión se hizo extensiva a todos los que le siguieran o prestaran alguna ayuda en cualquier forma.

Hidalgo para evitar desconfianzas entre los suyos, les habló en los siguientes términos:

Abrid los ojos mexicanos, ¿qué acaso no es verdaderamente cristiano el que no está sujeto al gobierno español? Y tomó entonces como bandera a la Virgen de Guadalupe, y frente a esta bandera, los ejércitos del Virrey usaron a la Virgen de los Remedios.

Hidalgo se dirigió rumbo al norte con el fin de extender la revolución por toda la región mexicana. Pero al pasar por Bajan, cerca de Saltillo, Coahuila, fue traicionado por Elizondo; conducido prisionero a Chihuahua, se le formó primero un proceso religioso, en el que después de degradarlo, se le despojó de su investidura sacerdotal, y después de este acto llevado a cabo con todo lujo de crueldad, fue sometido a un proceso militar que lo condenó a ser pasado por las armas, acto que sufrió con estoicismo y valor.

Antes de hacer mención de los demás rebeldes que después de Hidalgo continuaron la obra de insurrección, pondremos un paréntesis para hablar aunque sea unas cuantas palabras acerca de lo que son la patria y la bandera de que tanto se ha hecho aquí mención.

Se han entonado himnos y se han recitado bellas composiciones poéticas a la bandera y a la patria. Pero en toda esa música literaria no se nos ha dicho, ni se nos ha explicado lo que es la patria, ni lo que significa la bandera.

En las escuelas oficiales por ejemplo, se nos enseña que la patria es el lugar o el país en que se ha nacido. Palabras huecas, ambiguas y sin sentido. Yo digo que la patria nada tiene de común con nosotros los pobres, ni siquiera por el mero hecho accidental de haber nacido en ella. Desde pequeños se nos puede transportar a otra patria en donde nuestros afectos son más manifiestos y sinceros.

Los que se empeñan en enseñarnos a amar a la patria en donde nacimos, son los gobiernos, que nos pueden utilizar como carne de cañón para defender intereses que no son nuestros, sino que pertenecen a unos cuantos privilegiados.

¿Qué protección les da la patria a esa interminable caravana de trabajadores que a pesar de las leyes represivas de ambos gobiernos —el de México y Estados Unidos— cruzan la línea fronteriza a buscar trabajo más de cien mil obreros cada año?

Si fuera la patria como una madre cariñosa que da abrigo y sustento a sus hijos, si se les diera tierras y herramientas para sembrar, nadie abandonaría su patria para ir a mendigar el pan a otros países en donde se les desprecia y se les humilla.

Mentira que la patria pertenece a todos los que nacimos en ella. Pertenece a una pequeñísima minoría de acaparadores de la tierra y de las riquezas del suelo. Pertenece a los terratenientes, grandes negociantes y banqueros.

El peón, el caminante pobre que va atravesando las serranías, campos y ferrocarriles, por donde quiera que él transita va pisando terrenos y propiedades que no son suyos. Porque nada de lo que tiene la Madre Patria es suyo. Los petroleros, los terratenientes, las empresas mineras y ferrocarrileras, son los verdaderos dueños de la patria. Sólo cuando es necesario defenderla, los gobiernos encargados de proteger los intereses del rico, reclutan batallones de puros miserables que no tienen un terrón donde reclinar la cabeza, para arrojarlos a arrancar las entrañas a los hijos de otra patria que tampoco es de ellos, sino de otros acaparadores de aquellas tierras y de aquellas riquezas.

Las patrias son símbolos de odio eterno de unos pueblos con otros pueblos.

Mientras existan patrias habrá guerras, jamás existirá la paz sobre la Tierra.

Yo odio las patrias.

Yo amo una patria universal, una patria sin límites y sin fronteras; una patria común cuyos intereses pertenezcan a todos los habitantes de ella, como nos pertenece el aire, la luz y el calor del sol.

Otro tanto o más diré de la bandera, de esa bandera que representa los intereses de la burguesía; la que nos legó el traidor y clerical Agustín de Iturbide; con la que se envolvió el cobarde traidor Santa Anna; la que enarboló en sus manos el Archiduque Maximiliano de Austria, traído como emperador de México por el clero católico; es la misma prostituta de la que se valió el chacal Porfirio Díaz para oprimir y esclavizar a los trabajadores de México, y de la que se sirven los gobiernos actuales para asesinar a los trabajadores. Yo odio esa bandera, pero amo otra que lleva en sus pliegues un ideal de igualdad y justicia; con esta bella inscripción: Pan, Tierra y Libertad para todos.

Del periódico Avante 5 de noviembre de 1927.

La pacificación del yaqui

Ya el gobierno de México anuncia muy ufano la retirada de diez mil asesinos de las fuerzas federales, con todo su equipo de aeroplanos lanzabombas, de las intrincadas montañas de Bacatete y otros lugares de la Sierra Madre habitados por los Yaquis; porque, dice que la pacificación de la tribu está asegurada. Todo ha sido más bien un gran fracaso para las miras tendenciosas del gobierno para aniquilar al Yaqui rebelde.

También el tirano Porfirio Díaz envió numerosos batallones que quedaron sepultados en las montañas de Sonora, y gastó muchos millones de pesos del tesoro del pueblo con el perverso fin de despojar de sus tierras a los Yaquis para dárselas a sus favoritos e incondicionales Generales Lorenzo Torres y algunas compañías explotadoras norteamericanas. Ahora el gobierno de Calles ha pretendido hacer otro tanto para enriquecer a su incondicional, el millonario terrateniente Álvaro Obregón y a otros ladrones del sudor del trabajador.

Se dijo al principio que la completa pacificación del Yaqui era cuestión de tres meses. Ya lleva el gobierno catorce meses de constante guerra de exterminio, en las que ha usado todas las armas sembradoras de la destrucción y la muerte, desde las ametralladoras más modernas en el arte de matar hasta los aeroplanos lanzabombas y gases asfixiantes. Ha gastado ya más de cincuenta millones de pesos sacados de los bolsillos del pueblo para la consumación de este crimen, y perdido miles y miles de vidas de sus leales inconscientes, vestidos de uniforme, para acabar con esta tribu, la más trabajadora, la más inteligente y la más rebelde al yugo.

Esta raza excepcional que por tantos siglos ha mantenido esa actitud insumisa ante todos los gobiernos de México, los que siempre han tratado de quitarles sus tierras y explotar a sus mujeres y a sus hombres con el fin de imponerles toda clase de gabelas y contribuciones para llenar los cofres y los bolsillos de los holgazanes —gobernantes, soldados, burgueses y frailes— que viven sin hacer nada útil, esa raza excepcional continuará asumiendo esa misma actitud mientras se le trate de la misma manera.

Mentira que el gobierno haya pacificado a los Yaquis. Lo que ha hecho es barrer por medio del fuego y la metralla los pueblos no combatientes que se encontraban más al alcance de los asesinos del gobierno, llevándose a los campos de concentración a algunos de los sobrevivientes, en su mayor parte mujeres, niños y ancianos a fin de obligar por este medio a los Yaquis guerreros a rendirse impulsados por el amor a los suyos.

Es cierto que ya se han retirado de las montañas de Sonora no menos de diez mil autómatas federales. Pero esta medida del gobierno no es porque ya haya terminado con aquella guerra fratricida, sino como una medida de precaución contra los cuartelazos que le preparaban en la ciudad de México los Generales Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano.

La tribu Yaqui está compuesta como de unas seis mil familias, entre las que existen no menos de tres mil combatientes, de los cuales el gobierno dice haber rendido unos ochocientos hombres, quedando pues, refugiados en las montañas de la Sierra Madre, en actitud rebelde, una gran mayoría de los combatientes a los que el gobierno parece no darles importancia.

No es con el cuartel ni con bombas de dinamita como se podrá pacificar a los Yaquis, ni mucho menos el método más adecuado para convencerlos y borrar de su corazón ese reconcentrado y natural odio al yori (apodo mordaz que nos aplican a los mexicanos llamados civilizados), sino dejándolos en paz para que ellos se gobiernen como más les agrade, y después devolverles sus casas y sus tierras que por la fuerza se les han arrebatado; los Yaquis no sólo dejarían de ser una amenaza contra el gobierno y contra el yori, sino una raza de seres humanos que contribuirán con su inteligencia y su trabajo al progreso y bienestar de todos.

Penitenciaría de Andonegui.

Tampico, Tamaulipas.

Del periódico Cultura Proletaria, 19 de noviembre de 1927.

Para lo que sirve el gobierno

Hemos repetido varias veces que el gobierno, cualquiera que sea su forma, es una institución creada para proteger los intereses del rico y del poderoso y un azote cruel y maldito contra los intereses del débil.

Si un pobre acosado por el hambre, después de varios días de no llevar a su estómago ningún alimento, va y toma del mostrador de la tienda una pieza de pan, o si después de no tener fuego en su casa, va y saca una carga de leña de los espesos bosques pertenecientes a la hacienda del amo, los agentes de la autoridad —policías, soldados y jueces— arrestan o fusilan al que tomó la pieza de pan como al que sacó del monte la carga de leña, acusados por robo.

Y tanto el caviloso policía como el celoso soldado, que tan estricta vigilancia desplegaron en sus respectivas comisiones de velar por los intereses del propietario, son considerados por sus superiores en el rango militar, como los más cumplidos servidores y los candidatos más abocados al ascenso, por lo que ellos consideran meritoria labor en el cumplimiento de su deber.

Pero si una compañía petrolera, fabricante o industrial, que anualmente se reparte colosales fortunas amasadas con el sudor de sus trabajadores, reduce a tres pesos el salario de sus obreros a quienes antes pagaba cuatro pesos, por cada mil hombres ganará la empresa mil pesos más, y por cinco mil obreros la empresa tendrá un aumento efectivo de cinco mil pesos diarios más de lo que ganaba anteriormente.

Y si los obreros descontentos por esta injusta reducción de salarios con los que a duras penas pueden vivir, protestan y declaran la huelga contra la avaricia de la compañía explotadora — ya sabemos en la práctica el camino que se sigue: la compañía pide protección al gobierno, el gobierno, encargado de guardar el orden y de proteger la propiedad, manda soldados y ametralladoras para proteger los intereses de la compañía.

Pero si los obreros insisten en pretender que la compañía les restablezca sus antiguos salarios, la compañía alegará que en lugar de ganar está perdiendo dinero, y ya con esto está dicho todo. El gobierno declara ilegal la huelga y autoriza a la compañía explotadora a ocupar rompe huelgas para reemplazar a los huelguistas si éstos pretenden imponer su voluntad.

Demasiado sabemos que es así como obra el gobierno para resolver los conflictos entre el Capital y el Trabajo. Protege el robo en grande escala y castiga hasta con la pena de muerte al infeliz obrero que por mera necesidad toma una pieza de pan o una carga de leña. Sin la intromisión de esa institución maldita, las dificultades surgidas entre los trabajadores y sus amos se podrían arreglar directamente con la mano en la cintura. Los obreros no sólo obligarían al capitalista a pagar los salarios reclamados por ellos, sino que tomarían posesión de la fábrica o negociación cualquiera, a fin de trabajarla por su propia cuenta y repartirse las utilidades de acuerdo con sus propias necesidades y común beneficio.

Lo mismo se resolverían las dificultades existentes entre los campesinos y sus amos, los acaparadores de la tierra, quedando resuelto de este modo el más difícil problema que ningún gobierno del mundo ha podido resolver. La paz universal sería un hecho, esa paz que anhelamos todos los explotados y oprimidos de la Tierra. La paz engendradora de la tranquilidad en todos los corazones, del amor fraternal y de la armonía más amplia entre los humanos dispuestos a trabajar para su común bienestar.

El problema aterrador del hambre que tantas víctimas ha causado en este mundo de injusticias y de explotación del hombre por el hombre, quedaría resuelto para siempre; y hasta la pavorosa cuestión de la emigración mexicana que los gobiernos no han podido resolver —el de México y el de la Casa Blanca— también desaparecería por encanto, sin necesidad de que hombres de ciencia, comisionados por ambos gobiernos, se quiebren la cabeza para buscar las causas que impulsan a los trabajadores de México a emigrar al otro lado del Río Bravo, en busca del sustento que da la vida, obedeciendo a una ley muy natural de propia conservación.

Pero esos gobiernos que aparentan ignorar estas causas, ponen toda clase de trabas a los obreros a fin de obligarlos a que reciban en México los mezquinos salarios que los tacaños burgueses les pagan, abusos debidos a la protección del gobierno que dispone de cañones para ametrallar a los trabajadores.

Penitenciaría de Andoneguí
Tampico, Tamaulipas

Del periódico Avante, 19 de noviembre de 1927.

Para lo que sirve el gobierno a los pobres

La experiencia diaria nos demuestra a cada momento los daños desastrosos que los gobiernos causan a los pueblos.

Son los gobiernos la peor calamidad y los más grandes enemigos de la especie humana. No sólo nos arrastran a la guerra con cualquier pretexto, para defender el honor de la bandera, se nos dice a veces, o el honor de la patria ultrajada, se nos cuenta otras veces, sino que cuando el pobre pueblo no puede pagar con puntualidad las contribuciones para el sostenimiento de los zánganos que lo componen, se envían policías y jueces para mandar a la calle al obrero deudor, con el fin de rematar al primer postor los primeros intereses del moroso.

Arrojado del jacal con todos sus cachivaches, ya sin hogar y sin abrigo para él y los suyos, expuestos al frío, al calor o la lluvia, sin pan y sin trabajo para el sostenimiento de sus seres más amados en la vida, pensando en tanta injusticia de los mismos que días antes mendigaban el voto para subir al poder y desde ahí repartir la felicidad al pueblo; impulsado por estos tristes desengaños, y con esa desesperación que produce la miseria, aquel obrero, Ramón, casi inconsciente de sus actos, no reflexiona, ni medita, sólo obra; va y arrebata del mostrador algunas piezas de pan, pues en su mente sólo lleva fija la cruel angustia de su compañera y de sus hijos, o bien en su camino, Ramón encuentra al fifi, al catrín encorcelado que luce anillos, prendedores y bastón, y sacándose el puñal se abalanza sobre el catrín y le despoja de todos esos objetos inútiles, pero que convertidos en monedas puede comprar abrigos o el sustento de los suyos...

Pero acontece que el asaltado en lugar de dejarse arrebatar aquellas prendas pone resistencia y se agarra a la greña con el desalmado que pretende arrebatarle los objetos que adornan su cuerpo dando realce a su vanidad y hermosura, entonces se entabla una lucha que casi siempre resulta trágica: el fifi va al hospital o a la sepultura, y el salteador, a la cárcel o a la horca, acusado de robo y homicidio. Pero si la suerte favorece a Ramón y logra escapar, entonces emprenderá la fuga a tierras desconocidas para nunca volver.

Vagando de pueblo en pueblo allá va nuestro Ramón, y para no ser descubierto se ha puesto otro nombre. En su interior sufre intensamente porque lleva grabado en su mente el retrato de los suyos, aquel cuadro de dolor, de llanto y de tristeza: el espectro de los que tuvo que dejar abandonados a su suerte en medio de la calle. Y ahora a nuestro desdichado obrero convertido por los esbirros del gobierno en un completo paria, no sólo le atormenta el lúgubre recuerdo, lleva también firmemente grabada en su imaginación la figura insolente de los que a nombre de la ley y con el fusil en la mano contribuyeron a hacer más desgraciada su existencia.

Ramón piensa y medita, y en su mente calenturienta y abatida, da vueltas, como película de cinematógrafo, la vista de su jacal y sus animalitos vendidos, convertido todo en monedas que irían a parar a los bolsillos de los lacayos del capitalismo, acostumbrados a derrochar los dineros del pueblo en fiestas y paseos de recreo a Europa, en orgías y francachelas.

Esa lucha de ideas y opiniones cruzan por la mente del desdichado Ramón como una lógica consecuencia de los hechos.

Para lo que sirve el gobierno a los pobres, piensa nuestro compañero. Desde que nacemos el gobierno es una carga pesada para nosotros, y lo que es más, el gobierno es nuestro peor enemigo.

Caminando como un verdadero trampa, atraviesa el campo. Encuentra una sombra debajo de un árbol, ve una piedra y allí se sienta a descansar. La triste imagen y el recuerdo de los suyos no le abandonan. Ramón hace esfuerzos por olvidarlo todo. Pero al dirigirse su mirada hacia el horizonte infinito, nota que un nudo se le hace en la garganta y dos gruesas lágrimas como perlas derretidas se deslizan por las mejillas de nuestro trampa.

Se levanta para continuar su camino, y poco después llega a la ciudad; es una ciudad americana. Cruza calles y más calles y al llegar a un gran edificio se detiene. Todo le parece extraño. A través de las vidrieras del edificio ve entrar y salir a mucha gente elegantemente vestida, con puños de billetes de banco. Se encontraba en el edificio de un banco americano. Dos o tres minutos después siente que una mano de plomo le toca uno de sus hombros y oye una voz que articula palabras que él no entiende; pero nota que el hombre que tiene enfrente es un policía, y aunque nuestro pobre paria quiere seguir adelante, el policía le coge fuertemente de un brazo y lo empuja. Va en camino de la prisión de la ciudad en donde es detenido por vago y sospechoso.

Nuestro Ramón queda allí por tiempo indefinido, hasta que al fin de los seis meses, se le echa a la calle, en vista de que no se le pudo probar el cargo de que trataba de robar el banco.

Y mientras tanto, la mujer y los hijos de aquel vagabundo, dejados en medio de la calle por los encargados de dar protección al pueblo, ¿podrán decir alguna vez que el gobierno es bueno y útil para ellos?

Las pobres criaturas viéndose abandonadas en el único alojamiento que les dio el gobierno, la calle, cargaron los hijos más chicos, con lo que pudieron para ir a engrosar las filas de los mendigos; la madre y sus dos hijas mayores a servir de domésticas en las casas ricas primero, y de prostitutas más tarde.

Después de esta dolorosa experiencia para el obrero Ramón y los suyos ¿podrán decir alguna vez, tanto ellos como los que presenciaron este atropello, que el gobierno es bueno para los pobres?

¡No! El gobierno sólo sirve de policía para cuidar los intereses del rico, y de verdugo y cruel azote para el pobre.

Del periódico Avante, 19 de noviembre de 1927.

El nuevo embajador Mr. Morrow

Ahora que ya vino a México procedente de Norteamérica, un embajador ideal representante de los grandes tiburones de Wall Street, todo hace suponer que los problemas sociales en México van a resolverse como por encanto, contándose entre ellos como el más importante de todos, el problema del hambre.

Y todavía dirán los parias que los hombres de la banca, comerciantes y gobernantes no se preocupan por sacar al pueblo de la miseria en que vive.

No sólo existe ya la circunstancia especialísima de que el embajador, Mr. Dwight W. Morrow —que así se llama el nuevo Mesías— haya sido escogido por la acertada mano del Presidente de aquélla Nación americana y sacado hábilmente del seno mismo de aquel grupo de aves de rapiña anidadas en Wall Street, sino que el nombramiento de Mr. Morrow como embajador yanqui, ha merecido también la aprobación más espontánea y excepcional de parte del gobierno callista.

Hasta en tren especial hizo su viaje desde la Casa Blanca a la ciudad de México, el nuevo representante de los millonarios yanquis, quien al despedirse de sus camaradas del otro lado del Bravo fue despedido con banquetes, diecinueve cañonazos y todos los honores propios de todo un héroe.

Esto hace suponer, pues que las relaciones más cordiales entre ambos gobiernos, poderosos puntales del capitalismo, van a efectuarse familiarmente, como en casa, a fin de hacer más modificaciones al código expedido en Querétaro por políticos trasnochados durante el calor de la Revolución.

El llamado diplomático representante del dólar, tiene la misión de ponerse al habla con los que manejan el pandero de la actual dictadura, con el fin de que las cosas se arreglen de tal suerte que el pueblo de México no se de cuenta de toda la estratagema encaminada a esclavizarlo más y chuparle hasta la última gota de su sangre.

Todo ha de ser cuestión de táctica y astuta diplomacia, y se llegará a un mutuo entendimiento. Promesas de apoyo incondicional, por ejemplo, a la dictadura Calles-Obregonista por parte del gobierno de Washington para seguir oprimiendo y explotando a los pobres parias mexicanos y las cosas podrán marchar tan pacíficamente como en los cementerios de Cuba, Puerto Rico, las islas Filipinas, Panamá y Nicaragua.

Demasiado saben ya los pueblos de la América Latina que el gobierno del otro lado del Bravo se compromete a prestar toda su ayuda moral y material —cañones, aeroplanos, lanzabombas, buques de guerra, marinos armados hasta los dientes, etc.— al gobierno que más se humille y más garantías preste a su ignominiosa labor expansionista.

Esa es en síntesis la política devoradora que por nosotros sienten aquellos tiburones, cuya espada desenvainada sobre nuestras cabezas se deja ver como un fantasma aterrador que amenaza lanzarnos al abismo.

Las palabras que el Presidente Coolidge dijo con tanta autoridad como arrogancia a los delegados burgueses en la Conferencia Panamericana reunida en Nueva York, en los primeros días del último mayo, se han grabado en el cerebro de los oprimidos como una pesadilla: hacia los gobiernos de los países que tenemos reconocidos de este lado del Canal de Panamá, sentimos responsabilidad moral que no se aplica a otras naciones.

Conforme a esa política de responsabilidad moral se pretenden justificar las invasiones, los asesinatos en masa, el despojo, la esclavitud y toda clase de crímenes llevados a cabo por la codicia de los poderosos sobre los pueblos débiles. Es esta ley del más fuerte la que oprime a los humanos en todos los rincones de la Tierra.

Hace un año que la actual administración callista, muy amiga del obrero, trataba de someter a las compañías explotadoras de petróleo en México, a ciertas leyes mexicanas referentes a tierras y minerales; pero resultó que veintidós —de más de trescientas— de esas compañías creyeron conveniente burlarse de esas leyes y se declararon en completa rebeldía y no obedecieron las disposiciones del gobierno de Calles ni hicieron caso de las citas fijadas por las autoridades y aunque se les señaló como último plazo el primero de enero de este año, las compañías rebeldes tampoco obedecieron.

Los creyentes en los procedimientos legalitarios de los gobiernos y de que todos sus actos van siempre ajustados a la ley verían que el paso lógico de la actual administración contra esas compañías, era el embargo de sus posesiones petroleras. Pero no sucedió así, sino que esas compañías solicitaron el apoyo del gobierno norteamericano, el que inmediatamente amenazó a Calles con quitarlo del poder y poner a otro en su lugar. Pero unas cuantas notas diplomáticas cambiadas secretamente bastaron para que de la noche a la mañana las cosas marcharan conforme a los deseos del gobierno de la Casa Blanca, el que exige al gobierno de México se ciña estrictamente a los compromisos que contrajo Álvaro Obregón cuando fue reconocido por aquel gobierno después del cuartelazo que terminó con el asesinato de Venustiano Carranza.

Entonces —pensamos— si como se trata de poderosas compañías millonarias, se hubiera tratado de campesinos poseedores cada uno de una choza, rodeada de un pequeño terreno con bueyes, cerdos y gallinas, pero recargadas de contribuciones, el gobierno no sólo hubiera procedido al embargo de esos terrenos, las chozas y todos sus animalitos, sino que, en caso de demostrar la menor resistencia, los pobres desarrapados se habrían hecho acreedores a ser pasados por las armas de los esbirros del gobierno o llevados a las prisiones.

He aquí lo que dice el vocero capitalista norteamericano The New York Times respecto a los compromisos que contrajo el General Álvaro Obregón antes de ser reconocido por aquel gobierno:

El Presidente Coolidge ha insistido en que las promesas hechas por el General Álvaro Obregón cuando era Presidente, a los representantes norteamericanos Warren y Payne, deberán cumplirse. Se sostiene que esas promesas precedieron al reconocimiento y que ellas significan que las prescripciones constitucionales sobre tierras y minerales no deberán aplicarse a los ciudadanos de los Estados Unidos.

Esos compromisos de Álvaro Obregón son tan humillantes que todavía el pueblo no se ha dado cuenta de ello. Pero los idólatras del manco responderán como los científicos en los bellos tiempos de la administración porfiriana: ¡Con Porfirio Díaz hasta la ignominia!

Del periódico Avante, 8 de diciembre de 1927.

Los sin trabajo

El problema del hambre sigue sin resolverse, ni hay esperanzas de que pronto se resuelva. Para la burguesía de todos los países es este problema el espectro aterrador y el más pavoroso de todos los problemas.

Y no es que no sepa cómo resolverlo, porque demasiado lo sabe que dejando en libertad al pueblo, para que este se apodere de la tierra, de la maquinaria y de todo cuanto existe, para hacer de todo la propiedad de todos, el aparente dificultoso problema quedaría resuelto como por encanto.

Pero no es esta la cuestión, ni son esas las intenciones de los señores de la banca, ni tampoco es el propósito de los latifundistas acaparadores de la tierra sacar al pueblo de la miseria en que vive; un egoísmo refinado y una codicia sin límites influyen poderosamente en sus empedernidos corazones para mantener a los eternos parias y humildes desarrapados en una constante desesperación y en la más espantosa miseria.

Esa desesperación y esa miseria son los que han hecho causa común en esta vez para impulsar a los explotados de esta rica región petrolera a unirse para hacer algo por la conservación de los suyos, así como por la conservación de su propia existencia.

El día 29 del último mes de enero se citaron los trabajadores de Tampico y de Villa Cecilia para formar un sindicato, al que convinieron en llamar Sindicato de Obreros sin Trabajo, al cual se han inscrito ya un gran número de los desocupados que tanto abundan en esta región, tan pródiga y generosa para los que tienen de sobra, pero tan mezquina y avara para los que carecen de todo.

El problema de los desocupados no es para la burguesía ni para el gobierno mismo una novedad; porque tanto la burguesía —los ricos— como el gobierno han creado esta situación; han llevado a cabo la desocupación con el fin de crear la miseria y poder así forzar al desocupado a alquilar su inteligencia y sus brazos por una miserable gratificación. Esto es todo. Demasiado lo sabe todo el mundo que las compañías petroleras se reparten millones y millones cada año, pero la avaricia de acaparar más millones, ha creado la crítica situación en que hoy se debaten los trabajadores.

La resolución del problema tiene que ser obra de los trabajadores mismos a fin de acabar con la miseria.

Del periódico Avante, 22 de febrero de 1928.

La conferencia imperialista del dólar

Después de una exhibición de reverenciales y melosos discursos diplomáticos, la Sexta Conferencia Internacional Panamericana tenida en La Habana, ha terminado, como era de esperarse, en una farsa ridícula.

Los millonarios norteamericanos trataban de afirmar descaradamente su vieja política dominadora sobre los pueblos débiles, y nada más a propósito para los nuevos conquistadores que aprovechan tan bella oportunidad.

Y para que no se presentara ninguna nota discordante durante las sesiones de la proyectada asamblea, ya el tristemente célebre Presidente Machado tenía bien amordazada a la prensa y bien amonestados a todos los delegados con el fin de que nadie se atreviera a introducir notas discordantes en la asamblea, en la que no se iba a tratar de discutir el derecho del fuerte para implantar su voluntad sobre el débil, ni a discutir tampoco el ridículo derecho del débil para imponer su voluntad sobre el fuerte, sino a escuchar la futura suerte de los pueblos débiles al atreverse a presentar la menor resistencia a la política dominadora llevada a cabo por el colegio del norte.

El papel de los delegados a la referida conferencia era bien sencillo: agachar las orejas y doblar sumisos la flexible espina dorsal para prestarse atentos a oír, ver y callar.

Ese era el verdadero papel que debían desempeñar los llamados representantes de los gobiernos latinoamericanos ante la Sexta Conferencia Internacional Panamericana. Esa es la verdad. Todas las demás declaraciones que hagan los delegados salen sobrando, porque casi todos (si no todos) los Presidentes de las Repúblicas de este continente americano deben su permanencia en el poder a los prestamistas de Wall Street. Por eso es hasta ridícula la declaración del gobierno mexicano al afirmar que todas las proposiciones presentadas por México, sin ninguna excepción, fueron aceptadas.

Tenían que ser aceptadas, porque estas ridículas proposiciones se ceñían estrictamente a la política devoradora de los billetes de banco encerrados en las cajas fuertes de los millonarios de Wall Street.

Nosotros, enemigos de todo dominio y enemigos de toda intervención no sólo sobre los pueblos, sino sobre los individuos también, rechazamos con todas las fuerzas de nuestras convicciones la farsa intervencionista formada por lacayos instrumentos del capitalismo internacional, con el único propósito de sancionar y legalizar hechos consumados, como los asesinatos de niños, ancianos, hombres y mujeres que en las montañas de Nicaragua se llevan a cabo por los asesinos norteamericanos enviados por los nuevos conquistadores adoradores del dólar.

Dios estuvo conmigo, dijo Hughes, representante de los millonarios de Wall Street. Se considera satisfecho y feliz en su papel de lacayo de los tiburones norteamericanos.

Ese Dios que acompaña a los mercenarios de hoy, es el mismo que patrocinó a los bandidos conquistadores de antaño. A nombre de ese Dios protector de asesinos se cometieron y se continúan cometiendo crímenes infinitos sobre inocentes víctimas humanas. A nombre de esa hipotética divinidad sanguinaria se llevaron a la hoguera y a la guillotina millones y millones de gentes sencillas e inocentes durante aquellos negros tiempos de la Edad Media.

El hipócrita Coolidge, después de santiguarse y levantar las manos al cielo con devota unción, invoca el espíritu de Colón descubridor del nuevo continente como para justificar la política expansionista de los mercenarios tiburones de Norteamérica. En el espíritu de Cristóbal Colón todas las Américas tienen un lazo eterno de unión, una herencia común legada únicamente a nosotros, dijo el Presidente de la Casa Blanca.

Y al igual que un sacerdote en el púlpito y frente a las gradas del altar mayor, se limpia el rostro y exclama: las artes y las ciencias han florecido con esplendor... y la devoción religiosa se caracteriza por su sinceridad. Una actitud de paz y buenos deseos prevalece entre nuestras naciones. Una firme determinación de ajustar nuestras diferencias entre nosotros mismos, sin recurrir a la fuerza, sino aplicando los principios de justicia y de equidad, es una de nuestras características mejor definidas. La soberanía de las naciones pequeñas es respetada.

¡El espectro de Loyola se ha de haber reído a carcajadas y los de las víctimas sacrificadas en Veracruz, Haití y Nicaragua se han de haber elevado de sus sepulcros con sus puños levantados en son de venganza!

Y como para cerrar el sermón, Coolidge continúa diciendo:

Ahora, Cuba es una nación libre y soberana. Su pueblo es independiente, es libre, es próspero. ¡Cuándo por las calles de La Habana pululan los esclavos y los hambrientos!

¡Raras veces se ven estos ejemplos de cinismo y desvergüenza!

Ahí están para justificarlo todos los despojos de México en más de la mitad de su antiguo territorio; la tiranía del machete impuesta sobre los pueblos de las islas Filipinas, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Panamá, coronando tan cínica afirmación con la última invasión al pueblo de Nicaragua, en donde con el pretexto de proteger las vidas y propiedades de norteamericanos, han llegado la desolación y la muerte.

Del periódico Avante, 8 de marzo de 1928.

El traidor Jesús M. Rangel

Como Jesús M. Rangel ha continuado exhibiéndose en un periódico burgués de este mismo lugar, aunque sin concretarse a contestar los irrefutables cargos contenidos en el siguiente artículo que en septiembre 24 de 1927 fue publicado en Cultura Proletaria de Nueva York, durante mi último encarcelamiento, los reproducimos aquí con el fin que se enteren de él los interesados de la lucha social.

Me había hecho el propósito de no hacer comentarios públicos acerca de la defección de Jesús M. Rangel, que había venido figurando como un revolucionario en las filas de los explotados. Pero en vista de sus amplias declaraciones en sus recientes remitidos publicados en el periódico comerciante, El Orden de esta Villa, quien haya visto sus propias confesiones, ya no podrá dudar de su completo cambio de frente sobre las ideas que antes sostenía y por las cuales sufrió prisiones y persecuciones de parte de los esbirros defensores de la tiranía.

Si no fuera por el prestigio con que le favoreció la prensa libertaria cuando fue un sincero luchador en favor de los intereses proletarios, no me habría ocupado de desenmascararlo; pero veo la necesidad de exhibirlo públicamente a fin de evitar futuras equivocaciones que pudieran ocasionar irremediables males a la causa de los pobres. Como por otra parte Rangel se vale de la calumnia contra el apóstol de la Revolución Social mexicana, Ricardo Flores Magón, con el único propósito de justificar su ignominiosa traición, es el deber de todo anarquista salir a la defensa de aquel inolvidable camarada cuyos hechos a favor de los oprimidos y explotados lo elevaron a la cumbre de la inmortalidad.

Contesta Rangel al camarada R. J. González. Se refiere Rangel a la gloriosa bandera tricolor símbolo de su patria, calumniando a Ricardo Flores Magón del modo siguiente:

Todas las iniciativas en los programas de 1906 a 1911, las hizo Flores Magón a la sombra de dicha bandera... es la misma pasando de mano en mano hasta llegar a las manos del General Obregón. Ahora, si la anarquía, como decís, es todo amor y ustedes lo son también, sin la violación de este precepto, más hicieron por mi liberación los profanos como el General Obregón, el General Calles, L. N. Morones, Green y otros.

¡Así se expresa el traidor! Sin hacer mención de los esfuerzos inauditos de los trabajadores y todas las agrupaciones de obreros que aguijonearon a aquellos políticos, impulsándolos a hacer algo en favor de la libertad de él y de todos los demás miembros del grupo que con él cayeron en las garras de los esbirros del Capital. No menciona tampoco Rangel a los diferentes Comités de Defensa compuestos de puros trabajadores, que desde los primeros meses de su prisión, trabajaron no sólo por ponerlo libre, sino por hacerle menos duro su cautiverio, enviándole dinero y obsequios que demostraban su fraternal simpatía. El Comité Pro presos de Texas fundado en San Francisco, California, publicó un libro: Los Mártires de Texas, exponiendo los detalles del crimen perpetrado con aquel grupo de obreros revolucionarios cuya culpa no era otra que venir a México a luchar por Tierra y Libertad.

La bandera roja que les encontraron con la inscripción Tierra y Libertad, fue lo que ocasionó, más que todo, que los esbirros de capitalismo yanqui les impusieran a él, (a Rangel) la bárbara sentencia de 99 años, y prisión perpetua a otros de los miembros del mismo grupo. Esto autoriza a cualquiera a pensar con fundada razón de que Rangel y sus compañeros venían a implantar en México un ideal sublime de verdadera redención humana.

El jesuita Rangel también pasa como ignorado el hecho de que pocos meses antes de su arresto, él fue como delegado de la Junta Revolucionaria establecida en Los Ángeles, California —de la que yo formaba parte— para entrevistar al revolucionario suriano Emiliano Zapata, con el propósito, entre otras cosas, de presentarle el manifiesto anarquista expedido el 23 de septiembre de 1911.

De cuya entrevista el mismo Rangel refiere lo siguiente: Zapata ordenó a su Secretario que diera lectura al manifiesto en presencia de sus Jefes y Oficiales, quienes demostraron sus simpatías y buenos deseos para implantarlo en México.

Rangel conoció bien este Manifiesto y sabía que era el propósito de la Junta implantarlo en México. Y tan lo sabía él, que por eso se lanzó a la lucha, no sólo contra Porfirio Díaz, sino también contra Francisco I. Madero y Victoriano Huerta.

Pero para ensalzar a los Generales Calles y Obregón, así como al judas obrero Luis N. Morones, el traidor Rangel pasa como ignorados tales acontecimientos, como si no los recordara el pueblo y como si no estuvieron así descritos en la historia de la Revolución.

Esa bandera que ha pasado de mano en mano hasta llegar a las manos del General Obregón, no es la misma por la que murieron luchando Práxedis G. Guerrero y Ricardo Flores Magón. ¡Miente descaradamente el traidor! La bandera que empuñan Calles y Obregón es la misma prostituta que legó el traidor Agustín de Iturbide, la empuñó el clerical y traidor Santana, se envolvió con ella Maximiliano de Austria, coronado Emperador de México por el Partido Conservador, y de la que se valió el dictador Porfirio Díaz para esclavizar por treinta y cinco años al pueblo trabajador.

Para nosotros, los explotados de todos los tiempos, esa bandera es el símbolo de la traición. Es la que empuñaron Calles y Obregón para destruir las Uniones Obreras y para asesinar yaquis con el fin de proteger el capital de Obregón.

A pesar de querer hacerse pasar por anticlerical, J. M. Rangel, es un verdadero jesuita que con hechos desmiente lo que él pretende ser. Se guía por el criterio del clerical Victoriano Salado Alvarez —uno de los falderos de Porfirio Díaz— que aprovechó la oportunidad para justificar la guerra de exterminio decretada contra los Yaquis por aquel dictador, y lanza al mismo tiempo elogios a Álvaro Obregón que le permitió volver a México, de donde salió como liebre espantada durante la revolución.

Rangel dice... fue capitalista, mas no obstante esto, no cometo la sin razón de ir contra él. Aspira pues a explotador, a parásito y a ladrón del sudor del pobre, y por eso estrecha la mano de su amigo Victoriano Salado Álvarez y las tintas en sangre yaqui de los terratenientes Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón.

Del periódico Avante, 8 de marzo de 1928.

La política juzgada por políticos

Durante los corrompidos tiempos de la dictadura porfirista, todos considerábamos como irónica aquella rimbombante frase de la bestia tuxtepecana: Hay que tener fe en la justicia, decía hipócritamente el viejo zorro.

Y aún refiriéndose al origen de esa célebre expresión, se oía decir entre el pueblo la anécdota aquella de una pobre anciana, que en estado de completa desesperación, se presentó un día bañada en lágrimas ante el dictador, pidiéndole merced e indulto para su único hijo procesado por un Consejo de Guerra que lo acusaba de deserción.

Hay que tener fe en la justicia, señora, le contestó el tirano. Puede usted retirarse y esperar contenta y tranquila la decisión de sus jueces.

Y la viejecita se retiró llevando en sus oídos la halagadora frase que repercutía sonriente como una promesa de salvación para su hijo querido.

Transcurrieron algunos días, cuando la infeliz madre tuvo conocimiento de que su hijo no fue indultado por el Presidente y que el mismo día que lo supo su hijo había sido pasado por las armas, a las seis de la mañana.

Pero el hecho es que aquella frase que todos teníamos olvidada y que sólo se recordaba como una burla sangrienta y descarada de lo que significaba la justicia en tiempos de aquella dictadura, hoy, sin embargo, la recuerda el General Álvaro Obregón con cierta veneración y respeto, cuando él mismo, aunque a última hora, fue de los que contribuyeron a la caída de aquella fiera odiosa, cuya tiranía hoy parece encarnar en la persona del aspirante a tirano.

Ha sido pues, la prominente figura política del General Álvaro Obregón quien recuerda la histórica frase. Lo que quiere decir que si la justicia andaba entonces por los suelos, hoy se encuentra sumida en un pantano de fétida corrupción política al grado de preocupar al mismo alto personaje que ya predice un cambio de personal cuando se llegue la hora de ocupar la codiciada silla, de donde sólo la conciencia revolucionaria del pueblo trabajador, lograra quitarlo para arrojarlo al lugar destinado a los desperdicios y cosas perjudiciales para la salud pública.

Y lo curioso del asunto es que ahora los mismos políticos son los que afirman que la política es la causante de todo el desbarajuste presente cuando esa ha sido en todos los tiempos la rutina maquiavélica que han seguido todos ellos, los políticos, para engañar al pueblo y poder encumbrarse sobre sus llagadas espaldas.

Un diario de la ciudad de México al comentar las últimas frases del General Álvaro Obregón, refiere el caso siguiente:

Dijo recientemente el General Álvaro Obregón que la administración judicial debe rehabilitarse, y agregó que en la actualidad no hay derecho para repetir la célebre frase: Hay que tener fe en la justicia, uno de los escollos para la buena administración de justicia, agregó después, lo constituyen las leyes y los jueces.

Y nosotros agregamos que toda la maquinaria oficial que constituye el gobierno, sirve de escollo formidable para la paz y tranquilo bienestar de todos los pueblos en cada rincón de este planeta Tierra.

Pero es que los políticos se encuentran ahora en un círculo vicioso al tratar de reformar las leyes con el fin de que la política no influya en las decisiones de los jueces, cosa imposible que suceda porque sin ese astuto recurso de que se valen para engañar al pueblo, no habría presidentes, gobernadores, magistrados ni jueces.

En la práctica ya sabemos que el gobernador de un Estado lo primero que hace es nombrar de lacayos a sus más adictos y serviles, desde el más alto magistrado hasta el último gendarme. Esa es la regla. No va a escoger a sus ayudantes del seno de sus propios enemigos, tiene que buscarlos entre los suyos, entre sus propios partidarios que se esforzaron por elevarlo al poder con el fin de roer ellos mismos un hueso.

Muy rara vez se lleva a un tribunal al magistrado idóneo, honorable y preparado.

Siguen diciendo de los mismos políticos.

Generalmente, y esto nadie lo ignora, el candidato sólo presenta como antecedente meritorio su amistad con políticos influyentes en el Parlamento, o su filiación política. Lo que da como pernicioso resultado que la política invada el santuario de la justicia. Los jueces y magistrados que deben sus nombramientos a la política se sienten, y en realidad lo están, ligados con la política y ven sólo los intereses de aquellos que los exaltaron al puesto que ocupan.

Así se expresan ellos mismos. Y como son los ricos los que escogen los candidatos que han de resultar electos en los comicios electorales, resulta que son ellos los beneficiados.

La política no debe influir en los fallos que se dicten, dicen los mismos políticos. ¿Y cómo hacer para que la política no influya, cuando es la política el vehículo de que se valen para transformarse en mandatarios?

Por otra parte, como la política va ligada íntimamente con el criterio del funcionario que sirve de juez, yo deduzco que jamás podrá haber jueces imparciales en sus decisiones contra sus propios enemigos. El fraile condenará en todo tiempo al ateo y al hereje al fuego eterno, así como el gobernante y el capitalista perseguirán y condenarán a la horca al anarquista que lucha también por acabar con todos ellos, los sostenedores del presente estado de desigualdades sociales e injusticias con el débil.

Sí, han sido anarquistas los primeros en denunciar la política y los políticos como los más perniciosos elementos corruptores de las conciencias humanas. Lo que pasa ahora es que ya los mismos políticos se están dando cuenta del despertar de los trabajadores. En México, con excepción de los obreros afiliados a la Confederación Regional Obrera Mexicana, casi todos los trabajadores pertenecientes a las demás organizaciones obreras independientes, ya tienen cláusulas en sus mismos estatutos en contra de la política. Y aún existe actualmente un gran número de sindicatos y uniones de donde los políticos que han logrado colarse en su seno han sido despedidos y arrojados a puntapiés; hechos prácticos, claros y evidentes que revelan ya un alto grado de cultura en las mentes de esos trabajadores, a quienes difícilmente lograrán embaucar con nuevas e ingeniosas promesas de que en lo sucesivo los gobernadores, magistrados, diputados, senadores y jueces, alcaldes, etc., al administrar justicia, no se dejarán influenciar por la política, cosa que nadie lo creerá. Porque esos cambios de frente no revelan otra cosa más que la ya conocida astucia y los ardides del lobo para atrapar a su víctima.

Del periódico Avante, 15 de mayo de 1928.

Haz de verdades

Los que desviaron mañosamente el grito rebelde campesino de Tierra y Libertad iniciado en Las Vacas desde 1906, continuado en 1908 y 1910 hasta dar al traste con la fiera tuxtepecana que después de su trágico derrumbamiento murió loca y decepcionada en París, lo hicieron, creyendo cándidamente que poniendo un buen gobierno en substitución de la dictadura, se cambiaría también ese descontento y malestar general, ocasionados por las medidas represivas, la excesiva explotación engendradoras de la miseria del pueblo.

Pero ahora, después de 18 años de sucesivos experimentos, ¿con qué nuevos argumentos nos saldrán?

La pregunta no va dirigida a los políticos, puesto que los argumentos de esos embaucadores ya son viejos y de sobra conocidos. Poseen la astucia e hipocresía jesuítica del cura y la lógica del azadón: todo para acá. Su bienestar personal es el que ambicionan y nada más.

No. No es a los políticos a quienes nos dirigimos; es a los que sinceramente y de buena fe se dejaron arrastrar como rebaño a la sonora voz de los lobos que la hicieron de pastores.

Durante esos 18 años muchos presidentes han ocupado la silla presidencial, desde Francisco I. Madero hasta Plutarco Elías Calles. A cada uno lo ha acompañado una larga estela luminosa de elogios infinitos, mucha sabiduría y grandes virtudes. Y sin embargo, ¿qué ha hecho esta legión de sabios y virtuosos presidentes en bien de la gleba, en qué han beneficiado todos ellos a ese océano inmenso de desarrapados y hambrientos seres humanos? Ninguno de ellos ha hecho el menor esfuerzo para cambiar la triste existencia de esa pobre gente; todo lo que ha hecho cada uno de esos presidentillos es sacar de los escuálidos bolsillos del pueblo todo el dinero posible, en forma de contribuciones, para cubrir los formidables gastos que ocasiona el sostenimiento innecesario y altamente perjudicial de esa maquinaria en la que tan prominente papel desempeñan los jefes de gobierno.

Y es verdad que ellos pudieran hacer mucho en bien de los pobres; pero no es esa su misión; su misión es otra y bien distinta. Cuando la avaricia insaciable de los petroleros norteamericanos orilló al gobierno de Calles a modificar a gusto de ellos las leyes del petróleo, ya vimos con cuanta facilidad se allanó el aparente conflicto, y las famosas leyes se reformaron a gusto de los petroleros del dólar. Y ahora como una prueba de tanta armonía, todavía no cesan las demostraciones de regocijo por parte de los gobiernos de ambos países. Viene Carlos Lindbergh, el héroe de la aviación norteamericana, y Calles no halla donde ponerlo. Va Emilio Carranza, el héroe aviador mexicano, y allá, en Washington, se deshacen de elogios por su gran hazaña. Dilapidando el dinero en festejos, mientras los pueblos se mueren de hambre y se baten en la miseria. Es que los gobiernos hacen con los pueblos como las nodrizas con los niños para que no lloren, distraen su atención con cualquier juguete.

En México el analfabetismo crece a pasos de gigante y la culpa principal del atraso del pueblo lo han tenido los gobiernos.

De los 290 millones de pesos presupuestados por el gobierno de Calles para cubrir los gastos en el año de 1928, destina 100 millones para el fomento y sostenimiento del ejército y sólo 27 millones para la instrucción pública.

Por donde se ve que la importancia que el gobierno concede al sostenimiento del ejército es muy superior a la de instruir al pueblo. Por cada vez que gasta un peso para instruir a la niñez, se destinan cuatro para el sostenimiento de esos focos de vicio y prostitución, llamados escuelas — cuarteles en donde se degradan y se corrompen los sentimientos humanos, instruyéndoles en el arte de matar a sus mismos semejantes.

Pero para el sostenimiento del gobierno, es también indispensable el sostenimiento de la instrucción militar. Sin el apoyo de las bayonetas, ningún gobierno duraría 24 horas en el poder. Por medio del sable es como se hace temible la autoridad. Sin el auxilio del sable y las bayonetas, no hay gobierno posible.

El gobierno y el militarismo son instituciones aliadas. Al militarismo lo mismo le da que el que mande sea Rey, Emperador o Presidente. Su misión es sostener en el poder a todas las tiranías.

Del periódico Avante, 1º de julio de 1928.

La muerte de Álvaro Obregón

La humanidad de los oprimidos está de plácemes: ha desaparecido un tirano.

No queremos saber los detalles de su desaparición: no necesitamos saberlo; que para el caso lo mismo nos da que lo haya partido un rayo. El asesino del pueblo yaqui está bien muerto.

Si fuera verdad la sentencia de que el que a hierro mata, a hierro muere, aquí se habría cumplido al pie de la letra; pero lo lamentable es que esa sentencia no siempre se hace efectiva. Todavía infectan la atmósfera con su aliento corrompido los monstruos de Italia, Cuba, España y Venezuela, y mientras haya un tirano en la Tierra, la libertad corre peligro.

Sabemos bien que el árbol maldito no muere quitándole una rama; pero también es cierto que sin ramas el árbol no produce frutos, ni sombra. Y lo que necesitan los pueblos no es sombra que los vuelva más raquíticos y estériles, sino sol, mucho sol que les dé calor, salud y fuerza. Hijos sanos y robustos, de pensamiento libre, para continuar adelante hacia lo desconocido.

Sí; aplaudimos todo acto que tenga un fondo humanitario. Y aniquilar la odiosa vida de un tirano, es poner un límite a sus crímenes; y esto es humano.

Nosotros no somos de los que se inclinan ante el ídolo; somos destructores de ídolos. Nos gusta razonar, no creer a ciegas. Luchamos por ideales de felicidad para todos, no por encumbrar a nadie sobre nuestras espaldas. El hombre muere, mientras que los ideales son eternos.

Se nos dirá que no es humano regocijarse frente al dolor de la familia del desaparecido. Es verdad todo esto. Pero también es cierto que Álvaro Obregón no se compadeció nunca de los centenares de familias huérfanas, que hoy vagan errantes por las montañas de Sonora huyendo de la rapiña obregonista; mientras cientos de hombres, mujeres, niños y ancianos pagan en los presidios y cuarteles del gobierno de Calles, su heroica resistencia contra la avaricia de los que brutalmente los despojaron de sus casas y de sus tierras cultivadas.

La familia de Álvaro Obregón queda colmada de riquezas y disfrutando toda clase de comodidades; mientras que cientos de familias yaquis mueren ignoradas en presidios y cuarteles, enviadas allí con el perverso fin de acabar con esas pobres gentes.

La elevación de Álvaro Obregón a la presidencia de México, significaba la implantación de una tiranía mil veces peor que la de Porfirio Díaz, a quien ya recordaba con frases de admiración el nuevo aspirante a tirano.

Que lamenten el incidente los que con Álvaro Obregón trataban de lucrar; pero no los desheredados de la Tierra, que en las brutales garras de aquellas hienas íbamos a perecer.

Del periódico Avante, 1º de agosto de 1928.

El paro del día 23

El día 23 de agosto conmemoraron los trabajadores de esta región petrolera el primer aniversario del asesinato de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti por la burguesía norteamericana, llevando a cabo un paro general. Y a pesar del propósito que tenían las compañías petroleras para desbaratar el movimiento iniciado por los trabajadores, distinguiéndose entre ellas la compañía El Águila que tuvo el descaro de anunciar a sus obreros que si faltaban ese día a sus labores lo consideraría como una violación al contrato, pero los explotados no se amedrentaron con la ridícula amenaza, ni tampoco hicieron caso de las gestiones de sus mismos líderes quienes cuidan más por los intereses de sus propios verdugos que por los intereses de sus compañeros explotados.

Por la noche nuestra conmemoración consistió en discursos alusivos al crimen, terminando todo con la representación del hermoso drama revolucionario Tierra y Libertad, escrito por el inolvidable camarada Ricardo Flores Magón, en el que se describen los hechos tal como pasan todavía en México bajo la actual guardiana del gobierno laborista amigo del obrero.

La manifestación de Tampico

La manifestación en Tampico se efectuó de un modo que da pena referirlo. Los trabajadores fueron víctimas de una trama vilmente preparada por los enemigos de los mismos camaradas carbonizados por la burguesía norteamericana.

Ya con alguna anticipación se había hecho circular una hoja invitando al público a formar parte de la manifestación de protesta contra el crimen llevado a cabo hace un año en Boston, y como para que nadie lo sospechara, terminaba la hoja con frases tan enérgicas como las siguientes:

TRABAJADOR QUE FALTE A LOS ACTOS DE PROTESTA TRAICIONA A SU CLASE

¡Todos a pasar lista de presentes!

Frente Único Obrero y Campesino pro Sacco y Vanzetti.

Como era natural y lógico que sucediera, concurrió a la manifestación una multitud heterogénea de obreros deseosos de cooperar con su presencia a la conmemoración de un acto de tan trascendental importancia para la propia liberación y completo bienestar de todos los oprimidos y explotados de la Tierra. Y es natural que entre los manifestantes que más obligados están a asistir a esta clase de manifestaciones obreras, no han de ser los frailes, ni los burgueses, ni mucho menos los gobernantes, puesto que contra toda esa clase de zánganos sociales van dirigidas esas demostraciones populares de rebeldía; sino que los indicados son los anarquistas, porque anarquistas fueron Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, a quienes se les sacrificó por predicar esas bellas ideas humanitarias.

Pero sucedió que no fueron los partidarios de esas ideas redentoras los organizadores de aquella manifestación, sino sus propios enemigos los que la efectuaron, con el fin perverso de castrar y traicionar a las masas ávidas de justicia, sometiéndolas más y más al yugo maldito de su propia esclavitud.

Para el efecto ya se contaba con oradores bien aleccionados y disciplinados, no deberían hacer uso de la palabra otras personas que no fueran las ya amaestradas.

Pero sucedió que algunos obreros justamente indignados por la odiosa censura a que los quería someter la llamada Comisión Organizadora, subieron a la tribuna para dar mejor orientación al movimiento de protesta, desenmascarando no sólo al Juez Thayer, al Gobernador Fuller y al verdugo Elliot, sino a todos los que se ocultan tras esas monstruosas figuras que sólo sirvieron de instrumentos, así como a todos los tiranos de la Tierra.

Esas monstruosas figuras norteamericanas tienen mucho de común con los Machado, los Mussolini, los Primo de Rivera y los Juan Vicente Gómez, cuyos crímenes hacen estremecer a las fieras más insensibles. Estas frases y otras muchas verdades referidas a los explotadores mexicanos, pusieron los pelos de punta a los judas obreros organizadores de aquel vergonzoso simulacro de protesta. Estos judas acudieron desde luego a la fuerza federal para que fueran arrestados nuestros compañeros, a pesar de las enérgicas protestas de hombres y mujeres que gustosos escuchaban a los oradores. Y aunque uno de ellos, José Mier, logró ser puesto en libertad poco después, quedó, sin embargo, en las garras de los esbirros del capitalismo el compañero Gabriel Pecina, sobre quien descargaron toda su ira y su ponzoña, no sólo los esbirros de uniforme, sino los que con el ropaje de obreros ordenaron el arresto de Pecina.

Una demostración del infame proceder de estos hipócritas discípulos de Lenin o de San Ignacio de Loyola, es el documento que enseguida reproducimos para eterno baldón de los que con el ropaje de obreros, sirven a los intereses de la burguesía en contra de los intereses obreros. Hay que hacer mención también de que el Mundo es el órgano al servicio de los millonarios petroleros en este puerto.

Tampico a 23 de agosto de 1928,

Señor Vicente Villasana, director del diario El Mundo.

La Federación Obrera de Tampico encarece a Ud. que inserte en las columnas de su eficiente publicación, la siguiente declaración:

La manifestación de ayer ha sido una protesta por la electrocución de Sacco y Vanzetti, en su primer aniversario. En consecuencia, la inoportunidad e imprudencia de los oradores anarquistas ha sido notoria y más parecieron agentes provocadores que luchadores de buena fe.

Esta Federación no puede hacerse solidaria de la actitud de los oradores detenidos y lo hace constar; pero pide su libertad (¡¡¡Hipócritas!!!) en virtud de que su prisión es violatoria de los artículos 7, 14 y 16 constitucionales. Esperamos que será escuchada esta solicitud que por nuestro conducto formularon los trabajadores de la región petrolera.

De Ud. atentamente.

Secretario General, Eduardo García.

Y como si todo lo expuesto no dejara satisfechos a los encapuchados discípulos de Loyola, una Comisión de ellos mismos se presentó ante el Jefe de la Guarnición, General Benignos, para protestar enérgicamente de la conducta poco digna de su compañero Gabriel Vecina y que aprobaran el procedimiento de las autoridades militares.

¡Los mismos restos de los camaradas sacrificados, Sacco y Vanzetti, han de estremecerse de indignación al verse ultrajados por estos Judas que se sirven de sus nombres para traicionar a sus hermanos!

Del periódico Avante, 1º de septiembre de 1928.

Arresto de Librado Rivera

Como a la una de la tarde del día 22 de agosto se presentó a mi modesta oficina una persona de aspecto obrero, con recado verbal de que me llamaban urgentemente los compañeros de la imprenta.

Algo extraordinario ocurre, me dije, porque los compañeros nunca me mandan llamar, siempre acostumbran venir a verme cuando algo se les ofrece. Pero ya en mi camino noté la presencia de varios esbirros apostados en las esquinas de la cuadra. Uno de ellos, al verme voltear la esquina se dirigió hacia mí y hablándome por mi nombre me detuvo, presentándome una orden de arresto. Yo iba, al pasar por el correo, a depositar una carta dirigida a Salvador Medrano, uno de los viejos luchadores residente en Estados Unidos, a quien ya le comunicaba los rumores que desde hacía algunos días circulaban referentes a mi arresto. Y aunque no se me permitió depositar la carta, lo conseguí después, cuando ya me llevaban los esbirros en camino de Tampico.

Al llegar a la Jefatura de Policía de Cecilia, a donde fui conducido primero, la persona que me leyó la orden del General Benignos, Jefe de las Operaciones Militares en el puerto, me indicó que me quitara el sombrero.

No acostumbro hacerlo cuando alguien me lo ordena, le dije, sino cuando yo quiero. Además, ¿no están ustedes luchando para establecer en México una democracia?

Está bien, me contestó.

Entonces, ahora sí me lo quito, por pura cortesía.

Después de leerme la orden que tenía en sus manos, fui conducido por cuatro o cinco esbirros que me llevaron al Cuartel de la Jefatura de Operación en Tampico, en donde fui encerrado en un calabozo custodiado por guardias armados hasta los dientes, como si se tratara de cuidar a un feroz asesino.

Cinco horas más tarde me llevaron a la oficina del General, quien a la sazón leía Avante. En la primera plana ya se veían marcados con tinta roja los artículos La muerte de Álvaro Obregón y El desbarajuste político, publicados en el número 11 correspondiente al 1º de agosto.

¿Usted publica este periódico?, me interrogó el General.

, conteste yo.

En él calumnia usted al General Álvaro Obregón, ¿por qué lo hace usted?

No lo calumnio; lo que digo es la pura verdad.

Siendo usted uno de los precursores de la Revolución, hoy hecha gobierno, no respeta usted las leyes emanadas de esa Revolución.

Ahí está el error, le repliqué, en creer que nosotros iniciamos la Revolución para quitar al gobierno de Porfirio Díaz y poner otro en su lugar. Nuestra misión era otra y bien distinta; nosotros luchábamos por Tierra y Libertad, ese era el contenido de nuestra bandera, como lo verá usted muy claramente explicado en ese documento histórico que reproduzco en la tercera plana de ese mismo número de Avante.Pero la intromisión de los políticos desde Madero, Carranza, Álvaro Obregón y Calles, desviaron ese hermoso movimiento, aprovechándose de nuestra impotencia en las prisiones norteamericanas.

Frente a un traidor

Al voltear la hoja noté que ya estaba también marcado con tinta roja el artículo Comentando un anónimo. Mientras el General leía el contenido de ese artículo, observé que alguien escuchaba detrás de mí, y volteé para verle.

Probablemente no sabe usted quien soy yo, señor Rivera, me dijo.

No, no recuerdo haberlo visto nunca.

Soy de los primeros revolucionarios que estuvimos en comunicación con ustedes desde que estaban en San Antonio, Texas, más tarde en Saint Louis, Missouri y Los Ángeles. Yo soy Benjamín Silva. Mi padre...

¡Ah sí, ya recuerdo!, le interrumpí. Usted fue de los primeros traidores de la Revolución; de los que se unieron en El Paso, Texas, con el traidor Antonio I. Villarreal.

Fui de los que veníamos a luchar con las armas en la mano, mientras ustedes se escondían en los Estados Unidos, me dijo el traidor.

Tras de las rejas de las prisiones, dirá usted. Y bien, ¿cuál era su misión? ¿Por qué venía usted a luchar? ¿No venía a expropiar la tierra para entregársela a los campesinos? ¿Ya lo hizo usted?

Ya las están recibiendo; me dijo con descaro.

Sabe el traidor que desde hace algún tiempo el gobierno ha dotado de tierra a una media docena de pueblos, más bien con el fin de calmar los gritos de los miles de pueblos, rancherías y congregaciones ávidos de justicia; aunque como ya se verá en otra parte, el mismo gobierno está obligando por la fuerza a esos poquísimos pueblos que ya la han recibido, a que les paguen buen precio, y quienes no lo hacen, son despojados a punta de bayoneta.

¿Cuántos son los pueblos que ya están en posesión de esas tierras?, le pregunte. Al ver que evadía mi pregunta entonces yo continué en los siguientes términos: ¡Y es usted tan cínico que con todo lo que ha hecho viene a presentarse ante mí! Y hasta creo que es usted ahora uno de mis jueces; ¡dígamelo para escupirle la cara!

Como al principio del diálogo anterior ya el General se había retirado y nos había dejado solos en su oficina, tal vez para no ser testigo de mis duros reproches a Silva. Uno de sus asistentes llegó después para conducirme a otro salón en donde ya se encontraban reunidos el mismo General Benignos y otros ocho o diez individuos, probablemente todos militares, porque no todos estaban uniformados. Uno de estos individuos tuvo conmigo el siguiente altercado:

¿Es usted anarquista?, me preguntó.

Sí soy, y tengo gusto de serlo.

¡Ja, ja, ja!

Esas carcajadas de usted me dan a comprender su ignorancia. Usted ignora lo que esa palabra significa.

Demasiado lo sé, me contestó.

Si lo supiera, lejos de burlarse de mí contestaría respetuosamente. En ese periódico tiene usted explicado lo que significa anarquía, léalo para que se ilustre.

¿Por qué llama usted bandido al General Obregón?

No le llamo así en mi artículo.

Es lo mismo, me dijo, al decir usted que el General Álvaro Obregón despojó de sus tierras a los yaquis.

Eso si es cierto, le contesté.

Las majaderías y soeces palabras de este bruto, no son para ensuciar las páginas de nuestro vocero, pues llegó a maldecirme a mi pobre madre que nunca culpa tuvo, ni tiene, de que yo sea un anarquista, como no tuvo la culpa la suya de haber parido a un monstruo, en vez de un ser humano.

En ese momento, el General Benignos dispuso que quedaba yo detenido por orden suya. Poco después me sacaron de mi calabozo para comunicarme, él personalmente, que quedaba yo en libertad.

Del periódico Avante, 1º de septiembre de 1928.

La revuelta política

Los lucrativos puestos públicos que han proporcionado al hombre en todos los tiempos riquezas y comodidades infinitas para pasarse una vida en continua fiesta, sin tener que trabajar, han despertado codicias a unos cuantos bribones para arrastrar a las masas inocentes a infinidad de guerras intestinas, en las que después de arrancarse las entrañas inconscientemente, abandonando a sus seres más queridos en garras de la prostitución, la miseria y la muerte, se echan sobre sus espaldas a los mismos que llevaron al matadero.

Muy contadas han sido las revoluciones de principios que han tenido por objeto el derrumbamiento de las tiranías perpetradas por esta clase de zánganos sociales, citándose entre estas la Gran Revolución Francesa, con la toma de la Bastilla el 14 de julio, que decapitó a Luis XVI y a María Antonieta; la Revolución Mexicana iniciada en 1906, proclamando la expropiación de la tierra para dársela al campesino; y la Revolución Rusa de 1917, cuyos avanzados principios causaron espanto a la burguesía mundial; revoluciones que han tenido, sin embargo, sus grandes traidores; la Revolución Francesa fue traicionada por Napoleón, el Grande, asesino; en México, por Francisco I. Madero; y la Revolución Rusa traicionada por Lenin y Trotsky.

Pero la revuelta actual en México no es diferente de la iniciada hace apenas unos cinco años por el fracasado político Adolfo de la Huerta, en la que después de haber contribuido él mismo a elevar a la presidencia a Álvaro Obregón se empeñó en dejarle la silla presidencial a Plutarco Elías Calles.

Y ahora que Calles ha hecho otro tanto nombrando para Presidente Provisional a Emilio Portes Gil, con el fin de formar una liga poderosa —cargos que le hacen sus mismos enemigos— para elevar a la silla a un candidato callista, con este motivo se han levantado unos contra otros los mismos obregonistas, quienes apenas hace unos cuantos meses derramaron abundantes lágrimas de cocodrilo sobre la tumba del manco de Celaya.

Y como el gobierno imperialista del dólar está pronto a dar todo su apoyo a la facción política que más se arrastre y más sumisa se preste a sus ambiciones expansionistas de acaparamiento y de dominio, ya podrá suponerse el observador independiente cuál de estas dos facciones en la actual contienda política, agarradas a brazo partido en los campos de batalla, será la victoriosa. Los recientes acontecimientos que motivaron la intervención norteamericana en Nicaragua, nos servirán de ejemplo para saber cual de las dos facciones será la del triunfo. A la pronta ayuda de la Casa Blanca se debió el triunfo de Álvaro Obregón, contra Adolfo de la Huerta; ayuda que recompensó Calles con la reforma del famoso artículo 27 de la Constitución mexicana en la cuestión de tierras y petróleo, concesión que satisfizo a los multimillonarios del otro lado del Bravo.

Lo malo y altamente criminal en todas estas contiendas de ambiciosos aspirantes a ocupar lucrativos puestos públicos para enriquecerse sin trabajar, es que ellos mismos no son los que toman el fusil para batirse cuerpo a cuerpo contra el enemigo, sino que arrastran por la fuerza a los trabajadores del campo y de la ciudad. Dejando a sus seres más queridos sin pan y sin quien los mantenga, para ir a dar la vida por los que dirigen las batallas a diez o más kilómetros de distancia.

Del periódico Avante, 15 de abril de 1929.

Arresto y tortura de Librado Rivera

Fui arrestado el día 19 de febrero; se me sacó en la noche de mi calabozo para ser conducido a las oficinas del General Eulogio Ortíz, Jefe de la Guarnición en el puerto de Tampico; me hizo despóticamente la pregunta siguiente:

¿Conque usted es enemigo del gobierno?

De todos los gobiernos, le contesté.

Dirigiéndose luego a su secretario, le ordenó en términos enérgicos:

Mañana me levanta usted un Acta bien detallada sobre la declaración de este viejo cabrón.

Yo sé bien que a algunos lectores de Avante les va a repugnar ver estampadas en nuestro querido vocero todas esas majaderías, que yo mismo pensé mucho en la conveniencia de darlas a conocer; pero he pensado en mi conciencia de sincero luchador, dar a conocer la responsabilidad moral de cada uno de nuestros verdugos, sostenedores incondicionales del rico, del fuerte y del poderoso, y enemigos jurados del pueblo trabajador. Por eso hay que exhibirlos para que el pueblo conozca a los que en el nombre de la Ley y el Orden desbastan pueblos de gentes sencillas e inocentes, presentándose con tono de encomenderos a imponer su voluntad a quienes consideran sumisos vasallos, que no nacimos con otra misión más que para oír, ver y callar, y no para juzgar los altos designios de los que se consideran nuestros amos y señores, dueños de vidas y haciendas.

En la mañana del 20 fui llevado nuevamente a la oficina del General Eulogio Ortíz quien se paseaba en el salón con Avante en las manos. Se me puso un asiento, y comenzó el interrogatorio.

¿Quién escribió este artículo Atentado dinamitero?

Yo lo escribí.

Léalo usted, ¡para qué recuerde bien lo que dice!

Y como me negué a leerlo, por estar seguro de su contenido, el General, enfurecido y colérico, se arrojó sobre mí diciéndome:

¡Mire viejo cabrón; usted me va a decir aquí toda la verdad!

Siempre que ha convenido decirla la he dicho y la diré, aunque por decirla me cueste la vida.

Esta contestación terminó con dos formidables puñetazos en mi cara, y tomando enseguida un cinturón de cuero se puso en actitud amenazadora.

¿Por qué hijos de la chingada llama usted parásito al Presidente de la República, viejo cabrón?

La pregunta fue acompañada de fuertes correazos en la cabeza.

Juzgo que mi criterio en el uso de esa palabra es muy distinto al suyo. Yo llamo parásito al que vive del trabajo ajeno, contesté.

¡Entonces usted también es un parásito porque vive de los que le mandan dinero para publicar su periódico!, arguyó el esbirro.

Usted no encontrará en el periódico cantidad alguna destinada para mí. Los trabajadores que mandan su dinero para la publicación del periódico, lo hacen por amor a las ideas, y con el fin de contribuir a la ilustración del pueblo para propagar y llevar la luz al cerebro de sus compañeros explotados. Su contribución es voluntaria, mientras que el dinero que llena las arcas del gobierno es sacado de los bolsillos del pueblo por medio de fuertes contribuciones, de la coacción y de la fuerza. Se presenta con frecuencia el caso de que un obrero llega a construir una casita, pero si después la falta de trabajo y las enfermedades de su familia le acosan, eso no importa al gobierno, ya que se le tienen que recargar más contribuciones.

Uno de los ayudantes expuso:

Desde el momento en que el obrero tiene casa, ya no es pobre.

Desde el momento en que se le echa a la calle tiene que volverse más y más pobre, hasta convertirse él y sus hijos en limosneros o ladrones.

A ver, tráigame el fuete para arreglar a este viejo loco cabrón, dijo Ortíz a los que le rodeaban.

Los fuetazos fueron los argumentos de este esbirro, quien como el mulo cuando le pegan, contesta con patadas.

Se presenta enseguida un ayudante leyendo en un diccionario:

Anarquía, dice, es la falta de todo gobierno; desorden y confusión por falta de autoridad.

Esa definición es la propagada por los escritores burgueses, y no la anarquía que yo propago en Avante,en donde se ve la acción violenta de los gobiernos, confirmada por los hechos. Entre tanto deseo saber el nombre de usted que me ha ultrajado tan infamemente, increpé al General Ortíz.

Su padre, cabrón, contestó el esbirro.

Mi padre no era tan... bestia.

¿Qué dice usted?

Y se arrojó sobre mí propinándome varios fuetazos acompañados de nuevos insultos.

¿Y qué opinión tiene del ejército?, me preguntó.

El ejército sirve para sostener a los gobiernos en el poder.

El ejército sirve para defender a la patria, a sus instituciones, dijo Ortíz.

El ejército es además el pedestal en el que descansan todas las tiranías y considero que los jueces que me juzgan en este momento son mis más feroces enemigos.

Y como sentí que la sangre me chorreaba por las sienes, me paré indignado pidiendo a mi verdugo que me matara de un balazo, pero que no me golpeara tan cobardemente. Y en un momento de distracción mía, el monstruo aquel sacó su revolver y disparó un balazo sobre mí. Creí por un momento estar herido de la cabeza, y que debido al adormecimiento causado por la sordera, nada sentiría. Pero pasados unos segundos comprendí que sólo se trataba de torturarme para producir en mi algún síntoma de cobardía o arrepentimiento.

Ortíz y sus ayudantes se apresuraron a buscar la bala, y por haberse aplastado, dijeron que había pegado en parte dura. Mientras a mi espalda esto acontecía, me quedé tan firme y sereno como si nada hubiera sucedido. La noble causa que siento y amo de corazón, me hacía estar muy por encima de aquellos lobos.

Le voy a traer el Acta para que la firme, me dijo el secretario.

Yo mismo deseo leerla para informarme de su contenido, le contesté.

Y como la redacción de aquel documento estaba confeccionada de tal manera que yo mismo me consideraba culpable, me negué de plano a firmarla, aunque firmé dos que yo escribí con mi puño y letra.

Para que escriba usted con más comodidad, pase a este asiento que le cede uno de sus enemigos, me dijeron. Les contesté que tratándose de cortesías, yo también era tan cortés como cualquiera de ellos.

Vuelto a mi calabozo, pasé este día torturado por el insomnio que produce una pesadilla. Al día siguiente fuimos sacados del cuartel, el compañero Santiago Vega y yo, en medio de una fuerte escolta rumbo a la playa. Nos pareció al principio que allí iba a ser nuestra última morada; pero se nos llevó al tren de pasajeros con rumbo a Monterrey. Como a nuestro paso por las estaciones del ferrocarril nos íbamos encontrando compañeros y amigos, los guardianes les impedían comunicarse con nosotros.

Después de algunas horas de camino se nos bajó del tren para subirnos a otro, de donde nos bajaron también después de tres o cuatro horas de viaje, en una hacienda llamada El Limón, propiedad del General Plutarco Elías Calles. De aquí nos condujeron en camión a otro punto llamado La Aguja, también propiedad del General Calles.

Se encuentra allí un campamento militar en donde se nos tuvo secuestrados durante ocho días, en cuyo tiempo los soldados o sus mujeres nos daban de comer; pero los que mejor se portaron facilitándonos alimentos fueron unos chinos que pronto se dieron cuenta del destino que nos esperaba por aquellos rumbos.

Volvimos a la hacienda El Limón, en donde se nos hicieron proposiciones de libertad con la condición de que abandonáramos el Estado de Tamaulipas; pero como me negué a aceptar la libertad en esas condiciones, se nos dejó libres al día siguiente ya sin ninguna condición.

Nos sentíamos orgullosos de nuestro inesperado triunfo, aunque confiábamos en que nuestros camaradas, los esclavos del salario, harían algo por nuestra libertad.

Abandonados en aquellos campos y sin dinero, tuvimos la suerte de encontrar allí mismo buenos amigos que nos facilitaron dinero para nuestro regreso.

Ya que tuvimos la oportunidad de comunicarnos, el compañero Santiago Vega y yo, me dijo que a él no se le había obligado a firmar ninguna Acta, aunque no lo excusaron del suplicio.

Del periódico Avante, 15 de abril de 1929.

La inmigración de trabajadores mexicanos

Ya es penoso estar leyendo en la prensa diaria, noticias emanadas de la Casa Blanca y secundadas por los gobiernos de México, tendientes a impedir la interminable corriente de trabajadores mexicanos al otro lado del Bravo.

Sabemos de sobra los trabajadores de todas partes las causas que impulsan al pobre paria a andar de lugar en lugar, en busca de una vida mejor. Pero en México donde la miseria es más espantosa, la emigración de los trabajadores tiene aún más razón de ser. El crecido número de desocupados ya llega a la desesperación, cosa que alegra a los amos, porque las utilidades que obtienen en sus negocios siempre marchan en razón directa de la miseria del pueblo; entre más miseria, más utilidades; habrá hambrientos que les sirvan por la comida.

Todo esto es evidente, y en la conciencia de todos está que no es otra la causa que obliga a los esclavos del presente e injusto sistema social, a andar de pueblo en pueblo en busca de un amo más compadecido que les dé por su trabajo unos cuantos centavos más.

Ya otras veces que hemos tratado este importante problema, por creerlo de urgente solución, hemos expuesto nuestra opinión y el modo fácil de resolverlo, pero ambos gobiernos se hacen de la vista gorda, se hacen desentendidos, con el insano propósito de que mientras perdure el caos actual habrá grandes utilidades para los interesados en mantener las cosas en el estado en que están.

Los trabajadores que emigran de este país a los Estados Unidos de Norteamérica van en busca de una vida menos penosa que la que disfrutan en México, ahora gobernado por un Presidente dizque socialista, en donde la miseria del pueblo es más espantosa y la explotación es más inicua que durante los gobiernos pasados. El actual Presidente de esta llamada República fue nada menos que el Presidente del Partido Socialista Fronterizo del Noroeste, y el más novicio socialista tiene que saber lo que proclama el socialismo: la socialización de todas las cosas para el uso y el beneficio de todos. ¡Pero cuán lejos estamos de que este ideal que también perseguimos los anarquistas, sea realizado por los políticos! Con este ideal que se implantara en México, la emigración dejaría de existir. Las gentes que desearan ir a otra parte, lo harían por gusto y no porque sus malas condiciones económicas les impulsaran a hacerlo.

Pero todavía en México nos encontramos tan lejos de que se verifique el ambicionado fenómeno de la socialización de todas las cosas en beneficio de todos, que hace pocas semanas solamente, un tal Ismael Vázquez, Cónsul de México en Arizona, después de ser él mismo un causante de la miseria en que se debate el pueblo, se presentó ante la Secretaría de Relaciones Exteriores en México, con el fin de manifestar la repugnancia que le causó ver tanta mendicidad en su viaje a la ciudad de México.

He observado durante el camino —dijo el parásito Vázquez— centenares de mendigos que se acercan a los trenes de ferrocarril implorando la caridad pública y presentando todas las miserias, incluso su desaseo repugnante que deja muy mala impresión en los viajeros. Algunos norteamericanos que viajaban en el mismo tren en que yo hice el viaje, expresaron sus ideas sobre el particular y francamente manifestaron su repugnancia hacia esos mendigos.

Así se expresó el que si decoro tuviera, renunciaría al sueldo que disfruta como Cónsul, dinero sacado por medio de la fuerza, de los bolsillos de ese mismo pueblo miserable y andrajoso de que el mismo Vázquez tanto se avergüenza. No cabe duda de que la miseria disminuiría muchísimo, acabando también con todos estos pulpos humanos. Aunque el remedio primordial está en la completa abolición de la propiedad privada, haciendo que todo sea de todos.

Que los campesinos y no campesinos hagan uso de la tierra, bestias y útiles de labranza; abran los graneros de la burguesía y tomen los alimentos necesarios mientras se obtiene la primera cosecha; tomar posesión de las casas, minas, fábricas y vías de comunicación, y la vergonzosa miseria del pueblo juntamente con la emigración misma, se acabarían como por encanto, y los gobiernos se quitarían de enfrente esa terrible pesadilla que tantas inquietudes les causa.

Pero no se atreverán a hacerlo, porque con la abolición de la propiedad vendría también la abolición de los gobiernos.

Del periódico Avante, 10 de junio de 1929.

El gobierno y el clero de México en perfecta armonía

Tocó al gobierno socialista de Portes Gil, dar el abrazo de concordia al viejo rival, el gobierno eclesiástico (católico, apostólico y romano), que desde 1857 se venía disputando el predominio en el mundo, pero derrotado el clero católico en tiempos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, recurrió en su despecho al auxilio extranjero, encontrando eco en el Vaticano y en las bayonetas de Napoleón III. Se pasó sobre el precepto bíblico del no matarás y, después de pasar sobre montañas de cadáveres, se impuso en México el Imperio de Maximiliano; por derrotadas que fueron las fuerzas imperiales por los enemigos de la intervención y fusilados sus principales jefes (Maximiliano, Miramón y Mejía), en el Cerro de las Campanas, el gobierno de México creyó al clero completamente vencido, cuando los hijos de Loyola no cesaron de conspirar en la sombra, volviendo a hacerse fuertes durante la larga dictadura de Porfirio Díaz. Y como el astuto dictador vio en el clero un apoyo fuerte para su permanencia en el poder, declaró enfáticamente su famosa política de conciliación, la que dio al clero romano un impulso tal, que el dictador estuvo a punto de ser elevado a la categoría de Porfirio I, Emperador de México, cuando lo sorprendió la Revolución que dio al traste con su nefasta y corrompida administración.

Durante los veinticinco años de dictadura porfirista y mientras los políticos ambiciosos del mundo y de riquezas se disputaban la silla presidencial, los discípulos de Loyola no perdieron tiempo en su propaganda de embrutecimiento, de modo que cuando los primeros gobiernos llamados constitucionales (tales como los de Carranza, Obregón y Calles), comenzaron a tener alguna fuerza, pretendieron ir sometiendo al clero al régimen constitucional, pero se encontraron con un enemigo fuerte, arrogante y soberbio, dispuesto a medir sus fuerzas con el gobierno civil, levantándose en armas en varios lugares del país, al grado de haber causado muy serias bajas a las fuerzas gobiernistas en los campos de batalla, culminando con la muerte de Álvaro Obregón por el místico José de León Toral.

Así es que las declaraciones hechas recientemente por el Delegado del Papa, Arzobispo Ruiz y Flores, en un periódico de Nueva York, encaminadas a entrar en negociaciones de paz y concordia con el gobierno de México, fueron como el maná bíblico llovido de las alturas sobre la majestuosa figura del actual Presidente Provisional.

El astuto Presidente ha comprendido, al fin, como lo comprendió Porfirio Díaz, que la alianza y ayuda del clero es indispensable para llevar a cabo el programa oficial de completo sometimiento de las masas rebeldes al yugo, como es indispensable también, la armónica solidaridad con el Capital, los tres poderosos y nocivos enemigos de todo progreso y bienestar para las sufridas masas explotadas del mundo.

En su carta Pastoral, el señor Arzobispo Ruiz y Flores, jesuíticamente, declara lo siguiente:

No es el ánimo de la Iglesia poner ni quitar gobierno, ni declararse en favor de ningún candidato político, sino más bien el de robustecer el principio de autoridad y aceptar de grado la libertad que necesita de manos de cualquier gobierno.

Del periódico Avante, 10 de julio de 1929.

La paz de los muertos

Ya en México vivimos en paz. Sí, en plena paz. Pero no en esa paz que deseamos todos los revolucionarios de verdad, los altruistas, los que luchamos por un cambio radical del presente sistema de injusticias, con el fin de establecer una sociedad en donde reine la igualdad y bienestar para todos, sino la paz fría y monótona de los muertos.

En esa paz nos encontramos. La paz en la que sólo se escuchan las lamentaciones, los estertores y quejidos de los moribundos y los ayes conmovedores de los oprimidos y los expoliados por el látigo del capataz y del representante de la autoridad.

Es la paz machadista de Cuba, en donde se engorda a los tiburones con la carne de los trabajadores, como alimentaba Hernán Cortés a sus perros, con carne de indios mexicanos.

Es la paz impuesta por el terror de Primo de Rivera en España, y por el fascista Mussolini en Italia. Es la paz en que se debaten, desde hace más de veinte años, los habitantes de Venezuela, bajo la feroz tiranía de Juan Vicente Gómez. Es la paz que hoy se disfruta en Colombia y Bulgaria por medio del terror y la muerte.

Es la paz, la negra paz de treinta y cinco largos años de la dominación de Porfirio Díaz, quien desde la tumba hoy batirá palmas satisfecho, lanzando gustoso a su dignísimo sucesor estruendosos gritos de loco frenesí, al férreo gobernante que con mano de acero ha infundido el terror, acabando, como por encanto con la libertad de pensar. Si Obregón y Calles llegaron al punto de matar la prensa enemiga violando un derecho fundamental de todo libre pensador, el actual presidente provisional ha tenido la audacia de acabar hasta con las imprentas en donde se imprimen periódicos que no le adulan; sí, hasta con las imprentas, instrumentos de progreso, que siempre respeta y dignifica todo ser civilizado.

Si Plutarco Elías Calles mató la circulación de Sagitario, editado por el grupo Hermanos Rojos, de Cecilia, el actual Presidente Provisional ha sobrepasado el punto que habían respetado sus dos antecesores: la decomización de las imprentas, pisoteando los principios de su misma Constitución que juró obedecer y respetar, y a la que los políticos actuales se refieren con orgullo, citándola como una de las conquistas de la Revolución; y en cuyas páginas puede encontrar el lector las siguientes líneas:

Es inviolable la libertad de escribir y publicar artículos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a sus autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. Las leyes orgánicas dictarán cuantas disposiciones sean necesarias para evitar que, so pretexto de las denuncias por delitos de prensa, sean encarcelados los expendedores, papeleros, operarios y demás empleados del establecimiento de donde haya salido el escrito denunciado, a menos que se demuestre previamente la responsabilidad de ellos.

Y como una prueba del respeto que se tiene al contenido de ese artículo constitucional, hoy está la imprenta de Avante desmantelada y transportada al Cuartel de la Jefatura de Operaciones Militares de Tampico por órdenes del General Eulogio Ortíz, ascendido hace poco a General de División, negándose el mismo Presidente Provisional a devolvérsela al grupo de trabajadores.

El 13 de septiembre nos escribe un camarada de Baja California:

Con esta fecha recibí notificación del correo, de que quedaba cancelado el registro de nuestro vocero Sembrando Ideas;con esto queda también muerto nuestro viril paladín que sólo llegó a contar ocho números. Su caída causa un estrago moral en nosotros, pero nos honra y estimula ver que luchó frente a frente al enemigo, fue su muerte semejante a la del atleta gladiador, que sobre la arena deja, también, jirones del rival; Así preferimos su muerte; digno y altivo cayó, como cayeron los Dioses del Olimpo, siempre de frente...

El 19 de septiembre fue confiscada y desmantelada la imprenta del periódico La Defensa Proletaria, editado en la misma ciudad de México, confiscando la edición.

Y como para coronar la serie de atentados contra el bienestar social, el actual Presidente socialista de Estado ha encajado con toda precipitación un código del trabajo enteramente contrario a los intereses de los trabajadores, mil veces peor todavía que el famoso seguro obrero de Álvaro Obregón. Todo esto va siendo aprobado con la velocidad de la electricidad por la administración del actual gobierno socialista, que en lugar de adoptar como lema la socialización de todas las cosas para el uso y beneficio de todos, lo ha cambiado por el de monopolización de todas las cosas para el uso y beneficio de unos cuantos.

Por eso es oportuno recordar las frases históricas de aquel célebre dictador que dijo al General Bernardo Reyes, en un banquete servido después de los asesinatos del 2 de abril, en Monterrey: ¡Así se gobierna! y ¡Cartucheras al cañón quepan o no quepan!

Del periódico Avante, 10 de octubre de 1929.

Las farsas electorales

Es un hecho ya bien conocido en la historia de la evolución humana, que no son los pueblos los que aspiran a tener gobierno, sino que la idea incuba y nace del corrompido cerebro de un puñado de burgueses y ambiciosos políticos que procuran vivir cómodamente una vida ociosa y parasitaria a costa del afanoso trabajo de los demás. Su vanidad los arrastra a todas las infamias con tal de adquirir riquezas y distinciones, acaparar medallas, ser objeto de fiestas, honores y mucha fama. Y para llevar acabo este objetivo es para lo que se ingenian, tomando como lema el dogma jurídico: El fin justifica los medios.

La confirmación de estos hechos la vimos en la farsa de las elecciones presidenciales. No fue el pueblo quien se lanzó a las giras de propaganda con el fin de elevar a la silla presidencial a José Vasconcelos o a Pascual Ortíz Rubio sino que fueron los mismos aspirantes a encaramarse sobre las espaldas del pueblo, los que andaban en la gira. Todos sabemos lo que se desgañitaron para hacernos creer lo mucho que ellos se iban a sacrificar por hacernos felices, frases dichas con palabras sonoras y retumbantes para acarrearse simpatizadores. Y el pueblo, cansado de los sufrimientos, de la opresión y miseria en que vive, se va, como prenda de empeño en un remate, con el que le ofrece más. Por esto la masa estaba con Vasconcelos, porque más hábil y más astuto que Ortíz Rubio, fue el que ofrecía un cambio completo del actual estado de las cosas, y, casi, casi, una revolución social. Y el pueblo, en general, lo que ansía es un cambio, cualquiera que él sea, imaginándose tal vez que cualquiera otro, por malo que sea, no será peor que el actual.

Pero cruel desengaño sufrieron los que se creían vencedores. Todos se quedaron burlados.

Y tenía que suceder así. La camarilla dictatorial comprendió a tiempo su aplastante derrota, y arrojó de un golpe la máscara con que encubría su imparcialidad y comenzaron las persecuciones, encarcelando, secuestrando y matando a los que no se sometían a su candidato. Los partidarios de la imposición oficial tenían de su parte la policía, las cárceles y el ejército.

El dilema era terrible para toda la policía, ayuntamientos y empleados de oficinas de la Federación. A todos se les dijo que había que apoyar a Ortíz Rubio o perder el empleo, y por no morir de hambre, el problema estaba resuelto: había que votar por Ortíz Rubio.

El terror se llevó a todas partes. Anarquistas que nunca votan para elevar a nadie, fueron de los primeros en llenar las prisiones, por andar diciendo que todo gobierno es malo para los pobres, y que el gobierno sólo sirve para cuidar los intereses del rico. A los campesinos que no querían votar en favor del candidato oficial, se les amenazó con quitarles las tierras, llevarlos a la prisión o multarlos. Y algunos de ellos sufrieron este bárbaro castigo.

Para no ser más extensos, señalaremos un caso típico efectuado en Tampico y en Villa Cecilia, la víspera del día de las elecciones.

La guarnición militar de Tampico avisó en términos alarmantes lo que acontecería al día siguiente en caso de que el pueblo concurriera armado a las elecciones. La misma víspera llegaron dos trenes de carga bien repletos con carne de cañón, campesinos bien armados traídos de largas distancias para impedir que votarán los vasconcelistas, quienes con tales demostraciones de terror, tuvieron miedo, y sin jefes que los dirigieran, porque todos estaban en las prisiones, se abstuvieron de votar. Uno que tuvo el valor civil de decir que él votaba por Vasconcelos, fue a dar al cementerio.

En Villa Cecilia se presentaron hechos como el siguiente: unos mil decididos vasconcelistas se propusieron instalar una mesa electoral en favor de su candidato; pero a poco de comenzar a recibir la votación llegó la policía montada, y la de a pie, y con pistola y espada en mano cargó sobre ellos, matando a unos e hiriendo a muchos. Todo en presencia de los federales encargados de cuidar el orden (no el desorden).

Todo lo acontecido no nos sorprende porque estamos acostumbrados a estas farsas democráticas de que tanto alarde hacen países como los Estados Unidos de Norteamérica, aunque allá, en tales casos, no son las bayonetas las que dominan, sino el dólar. El partido que derrocha más millones es el que triunfa.

Nosotros aprovechamos los hechos referidos, hechos reales, verídicos y palpables, para demostrar al pueblo la falacia de la boleta electoral, única base de arena en que descansa el edificio del presente desbarajuste social. A nosotros no nos importa quien sea el que suba a ocupar el sitio del tirano, puesto que sabemos de antemano que, cualquiera que él sea, tendrá que ser un azote para el pobre y un apoyo para el rico y poderoso.

Sabemos demasiado que la boleta electoral es el medio eficaz del que se valen los políticos para engañar al pueblo y defraudar sus bellos y viejos anhelos de pan, tierra y libertad predicados por los revolucionarios de verdad.

Las tiranías no caen de su pedestal con boletas electorales. La fuerza bruta las sostiene, y sólo la fuerza bruta las podrá derrocar.

Del periódico Avante, 30 de enero de 1930.

Venganzas ruines

Desde el 20 de marzo pasado, se abrieron las puertas de la prisión para mí, dizque porque en las investigaciones que se hicieron no encontraron datos que justificaran mi detención.

De antemano se sabía bien todo este enjuague político; pero los brutales atropellos de que he sido víctima, tanto en esta vez como en los casos anteriores, no tendrán reparación. Los mismos autores del último atentado cometido en mi persona sabían y lo saben bien que mi único delito es darles la verdad desnuda cualquiera que sea la categoría o jerarquía social de los que se crean envueltos con el manto de la infalibilidad.

Porque el hecho es que nadie es infalible. Todos los humanos estamos expuestos a cometer errores; nadie se puede creer una excepción.

Mientras tanto, tendremos que andar a tientas, aquí y allí, siempre en camino de ese infinito desconocido, valiéndonos de experimentaciones sucesivas encaminadas siempre al goce de nuestra felicidad y bienestar.

Por eso mi crítica ha sido mordaz y severa contra los tiranos y contra los que pretenden por la fuerza normar nuestros actos a su propio modo de pensar, ya porque se creen con derecho a ello o porque tienen la manía de creerse superiores y más perfectos que los demás.

Las ideas, por bondadosas que sean, no se imponen; se exponen, para que las acepten quienes las consideren ajustadas a la verdad.

Por eso los anarquistas no imponemos las ideas que sustentamos; sólo las exponemos, y las exponemos fundándolas en argumentos que nadie pueda destruir; porque son indestructibles precisamente por estar basadas en la verdad que tiene su fundamento en el origen natural de todas las cosas.

Es por esto que a nadie tememos, ni nos ocultamos en la sombra para obrar como obramos. La sinceridad nos caracteriza, por eso nos presentamos con la cara al sol. Ni tampoco nos ocultamos de la luz, sino que por el contrario nos gusta verla en todo su esplendor, como vemos el porvenir con la serenidad de la esfinge, seguros de que nos encaminamos a él con paso firme y seguro.

Las amenazas y persecuciones de nuestros enemigos lejos de amedrentarnos nos sirven de aliento, porque ello nos indica que no somos tan insignificantes como ellos nos creen, sino que nuestra labor les aterra, al ver que les va destruyendo desde los cimientos su agrietado y vetusto edificio social que amenaza aplastarlos, y que los numerosos remiendos y puntales que le han puesto ya son impotentes para sostenerlo.

Seguiremos adelante a pesar de todas las adversidades, convencidos de que ni las prisiones, ni las horcas son argumentos para convencer a nadie. Antes por el contrario, esos instrumentos inquisitoriales son como el crisol en cuyo fondo siempre queda la cantidad, pureza y calidad del metal.

Tenemos confianza en la realización de un cambio social más humano y más justo que el actual, quiéranlo o no los interesados en vivir a expensas del presente desbarajuste social.

Del periódico Verbo Rojo, 1º de mayo de 1930.

La mano férrea de la dictadura y el Congreso Liberal de San Luis

Capítulo I

He leído en el Gráfico de fecha 30 del próximo pasado noviembre una carta dirigida por el señor Heriberto Barrón, con el propósito, según él, de aclarar algunos puntos históricos sobre determinados personajes que figuraron en la revolución de 1910.

Siendo yo por completo opuesto al criterio del señor Barrón en muchos de los puntos de su carta, vacilaba dirigirme para la publicación de esta misiva, pero comprendiendo que la misión del periodista no es sólo la publicación de hechos, sino también la investigación y depuración de la verdad, esta sana labor del periodista fue lo que me animo a hacerlo, esperando de la imparcialidad la publicación de este artículo, cuyo contenido no es otro que la recordación de hechos pasados, que a pesar de ser ya del dominio público no se citan en la carta del señor Barrón. Y como me considero autorizado a refutar las aseveraciones del señor Barrón, por ser yo uno de los revolucionarios más antiguos contra la dictadura de Porfirio Díaz, opino, sin embargo, como el señor Barrón, de que esta tarea de depuración histórica es muy provechosa para que cada uno de los que tomaron participación en los acontecimientos políticos que originaron la revolución de 1910, quede en su lugar. Agregando yo: revolución que no ha terminado porque la intranquilidad del pueblo, originada por la miseria, no ha desaparecido todavía.

Es bien sabido que durante el reinado de la dictadura porfirista, la desorganización del Partido Liberal (el Partido de más prestigio en México) era completa. La dictadura lo invadía todo, y desde Sonora a Yucatán dominaba una sola voluntad, que era la del dictador. Cuando solía surgir una que otra candidatura independiente, inmediatamente era nulificada por la dictadura y se aprisionaba o se hacía desaparecer al candidato, cuando éste representaba algún peligro para la estabilidad del dictador. Por esta causa desaparecieron de la vida los generales Donato Guerra y García De La Cadena, así como el doctor Martínez, asesinado en la vecina población de Laredo, Texas, de cuyo crimen la opinión pública acusó al general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León, como el instrumento intelectual que preparó el plan estratégico para la ejecución del vil asesinato. El doctor Martínez publicaba un periódico de oposición en Laredo, contra la dictadura, y eso fue lo que ocasionó su muerte. También la ley fuga desempeñó un papel de mucha trascendencia durante la administración de Porfirio Díaz.

Transcurría el año de 1900, cuando por vez primera surgió la iniciativa de un grupo de estudiantes y gente del pueblo, en la ciudad de San Luis Potosí, quienes acordaron en una reunión celebrada en el Tívoli de San Francisco lanzar un llamamiento al Partido Liberal, llamándole la atención sobre los progresos del clero en este país, comprobados por las recientes declaraciones hechas en la ciudad de París por el obispo Ignacio Montes de Oca, quien mencionaba que el clero mexicano había hecho grandes progresos, debido a la sabia política del general Porfirio Díaz. En esa circular se pedía al pueblo liberal la imperiosa necesidad de estar alerta y no dormir en sus laureles por más tiempo, excitando a todos los de estas ideas a formar clubes en cada rincón del país, a fin de que de su seno se nombrarán delegados que los representarán en una reunión que debía tener lugar del 5 al 12 de febrero de 1901, en la ciudad de San Luis Potosí.

Esta reunión que fue conocida con el nombre de Primer Congreso del Partido Liberal Mexicano, se llevó a cabo con tal entusiasmo, que el pueblo en masa asistía diariamente a sus sesiones, interesado en escuchar los acuerdos del Congreso. Delegados de todas partes del país estaban allí presentes, siendo Ricardo Flores Magón uno de los delegados de la ciudad de México, y representando yo uno de los clubes de San Luis Potosí. Tuve entonces la oportunidad de conocer y tratar personalmente a muchos de los representantes, entre los cuales se encontraba el ingeniero Camilo Arriaga, uno de los principales iniciadores, Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Sarabia, Diódoro Batalla, Salomé Botello, Lázaro Villarreal, el ingeniero Francisco Naranjo, Trinidad Pérez, de Zitácuaro; el doctor Navarro, de Pachuca; Chico Sein, etc.

El Congreso comenzó anticlerical y terminó antiporfirista, declarándose abiertamente contra la dictadura de Porfirio Díaz.

Ninguno de los delegados fue arrestado durante el Congreso a pesar de los duros ataques que en el discurso de despedida de los delegados en el teatro de la Paz, lanzó Ricardo Flores Magón contra Porfirio Díaz, acusándolo como el directamente responsable por las injusticias y crímenes cometidos en todo el país. Pero a medida que los delegados fueron llegando a sus respectivos lugares de procedencia, cada uno era arrestado, golpeado o asesinado por los esbirros de la dictadura. El ingeniero Francisco Naranjo fue traído preso de Lampazos, Nuevo León, a la ciudad de México, escapando de más graves consecuencias, debido a la poderosa influencia de su padre, el general Francisco Naranjo.

Ricardo y su hermano, el licenciado Jesús Flores Magón, que publicaban Regeneración en esta capital, también fueron arrestados el año de 1901, y conducidos a la prisión por varios meses.

El Club Ponciano Arriaga, de San Luis Potosí, centro director de todos los clubes de la República, fue asaltado la noche del 24 de enero de 1902, por el diputado al Congreso de la Unión, señor Heriberto Barrón, quién descendiendo a desempeñar las simples funciones de un esbirro de la tiranía, fue al cuartel que guarnecía la plaza, tomó un grupo de soldados al mando de un teniente apellidado Cristo y el sargento Jacinto Penieres, y se introdujeron en el salón de sesiones del club disfrazados de simples hombres del pueblo. Y en los momentos en que el orador de esa noche, Julio B. Uranga, subía a la tribuna para ilustrar al pueblo sobre los actos arbitrarios de la dictadura, entonces el señor Heriberto Barrón, levantándose de su asiento y sin dejar que terminará el orador, atacó rudamente a todos los ahí presentes, reprochando nuestras censuras al señor presidente Porfirio Díaz, al señor general Bernardo Reyes, ministro de la guerra, y al señor Blas Escontria, gobernador del Estado, y sacando su pistola del bolsillo lanzó al viento un balazo como señal convenida con la policía, oculta precisamente en el teatro de La Paz, situado frente al salón de nuestras reuniones, el que pronto fue invadido.

Mientras los concurrentes a la sesión de esa noche se batían a brazo partido con los soldados al mando inmediato del señor Barrón, que dirigían su puntería sobre nuestras cabezas —sobre Camilo Arriaga, Juan Sarabia y Librado Rivera, que fungían como presidente y secretarios, respectivamente— nos escapamos de ser asesinados si los que nos defendían del atentado no hubieran estado tan prontos y oportunos. Uno de los concurrentes, Carlos Uranga, hermano del orador, resultó con una grave herida en la cabeza a consecuencia de un golpe de pistola que recibió durante sus luchas con uno de los soldados que dirigían su puntería sobre nosotros.

A pesar de la asistencia oportuna de la policía, sólo veinticinco de los concurrentes fueron aprehendidos, escapándose un gran número de ellos. Y como si hubiéramos sido los autores del asalto, el señor Barrón hizo declaraciones a la prensa en el sentido de que él estuvo a punto de ser asesinado por nosotros.

Sin embargo, los procesados sólo fuimos tres, quedando los demás en libertad. El cargo contra Camilo Arriaga, Juan Sarabia y yo fue por ataques a funcionario público en el ejercicio de sus funciones.

El proceso duró cerca de un año, poniéndonos al fin en libertad por falta de méritos. Cuando en ese tiempo nadie se atrevía a defendernos, nos defendieron, sin cobrarnos un centavo el licenciado Jesús Flores Magón, quien se constituyó defensor voluntario de muchos de los que caímos presos por enemigos de la dictadura, siendo otro de nuestros defensores el licenciado Antonio Díaz Soto y Gama. Aunque las persecuciones contra los clubes y sus miembros sólo sirvieron para hacer más intensa y más efectiva la propaganda contra la tiranía.

Comenzaba el año de 1903 cuando al pueblo de Nuevo León se le ocurrió cambiar de gobernador, postulando a un señor cuyo nombre no recuerdo para ponerlo en lugar del general Bernardo Reyes. El pueblo en masa preparó, para el 2 de abril de ese año una gran manifestación de simpatía a su candidato. Hombres y mujeres, niños y ancianos tomaron participación en la manifestación tan espontánea en favor de su candidato; pero el general Reyes, en su despecho porque esa clase de manifestaciones no se hacían para él, colocó tropa armada en los altos del palacio municipal, con órdenes de hacer fuego sobre la muchedumbre que tenía que pasar por allí. Orden que fue ejecutada al pie de la letra, quedando la calle, momentos después, cubierta de muertos y heridos.

Los miembros del Club Ponciano Arriaga en México, que estaban bien informados de los detalles de esta infamia, dirigieron a la Cámara de Diputados una acusación contra el gobernador de Nuevo León. La farsa de proceso se llevó a cabo, y con tal descaro, que poco falto para que acusadores fuéramos llevados a la cárcel. Poco tiempo después de los hechos referidos, el general Bernardo Reyes obsequió con un banquete al presidente Porfirio Díaz, quien a pesar de estar aún fresca la sangre derramada el 2 de abril, en su brindis ensalzó a Reyes, resumiendo sus elogios al tirano de Nuevo León en esta célebre frase: ¡Así se gobierna!

Cito este crimen, unos de tantos, cometidos por Bernardo Reyes, por haber sido el escogido por el señor Barrón para la vicepresidencia de México.

Hay que notar que en aquel tiempo ninguno de los acusadores era comunista, socialista ni mucho menos anarquista. Obrábamos como simples seres humanos impulsados por el horror al crimen.

Nuestras reuniones no tenían otro objeto que buscar el medio más a propósito para quitarnos de encima la agobiadora dictadura que nos oprimía, nos explotaba y nos vejaba. Amábamos la libertad y queríamos evolucionar para llegar a ella. Deseábamos para el pueblo esclavizado una vida mejor y más humana, pero estas sanas intenciones nuestras fueron sofocadas por la mano de hierro de la dictadura, que tenía a su servicio muchos Heribertos Barrón, hábiles puntales de todas las tiranías.

Capítulo II

Libres Ricardo y su hermano el licenciado Jesús Flores Magón, editores de Regeneración, agenció Ricardo el traspaso de El Hijo del Ahuizote, cuyo propietario era el señor Daniel Cabrera. La dirección de esta revista jocoseria se la dejó Ricardo a Juan Sarabia, que acababa de salir de la penitenciaría de San Luis Potosí, siendo el dibujante el inolvidable Jesús Martínez Carrión, quien después de quedar casi ciego en la prisión de Belén dejó allí mismo tan valiosa vida. Sus caricaturas muy expresivas y de gran fondo, debido a esa agudeza de ingenio que lo caracterizaba, le ocasionó el odio de los de arriba. Recuerdo que en una de esas caricaturas salió Porfirio Díaz representando a la Suprema Corte de Justicia (hago notar que casi todos ellos formaban parre del Partido científico). Debido a la publicación de esta caricatura fueron allanadas las oficinas de El Hijo del Ahuizote, cargando la policía con todos nosotros. Como desde la prisión Ricardo Flores Magón no cesaba de escribir, el director Villavicencio, que era un buen amigo suyo, le indicó privadamente que tenía orden superior de hacerlo desaparecer si no cesaba de escribir.

Una vez libres Ricardo y Enrique Flores Magón, Juan Sarabia, Santiago de la Hoz, Manuel Sarabia y yo, emigramos a los Estados Unidos de Norteamérica, creyendo encontrar allá más libertad para continuar nuestra labor revolucionaria contra la dictadura; pero en lugar de encontrar más libertad, nos encontramos con la poderosa hostilidad del capitalismo norteamericano y su aliado el gobierno. Con el más simple pretexto éramos perseguidos, encarcelados y despojados de toda clase de papeles, imprentas, etc., por donde pudo el gobierno de México conocer los nombres y direcciones de nuestros mejores amigos, persiguiendo y asesinando a muchos de ellos. ¡Dos gobiernos con todos sus recursos se aliaron para perseguirnos y acabar con nuestros anhelos de libertad para todo un pueblo esclavizado! Desde entonces muchos de nuestros amigos fueron arrestados y entregados a las autoridades mexicanas en la frontera sin cubrir ningunas fórmulas legales, y asesinados de este lado de la línea.

Constituidos en Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en St. Louis, Mo., expedimos un manifiesto con tendencias reformistas el primero de julio de 1906, haciendo especial mención sobre la cuestión de tierras y trabajo, cosa que era para nosotros la parte más importante del programa. Pedíamos la expropiación de las tierras de todos los que se habían enriquecido durante la administración de Porfirio Díaz; abolición de las deudas de los peones con el hacendado; ocho horas de trabajo en lugar de catorce y dieciséis, con un peso como salario mínimo, en lugar de dieciocho centavos que se le pagaba al campesino, aumentando proporcionalmente sus salarios los trabajadores de la ciudad y de las minas, tomando como base el salario mínimo.

La introducción de este manifiesto, cuyo tiro fue de un cuarto de millón, se hizo de contrabando por la frontera, por estar ya prohibida la circulación de Regeneración en México.

En vista de las persecuciones tan tenaces de parte de los dos gobiernos, el de México y el de Estados Unidos, el pueblo norteamericano comenzó a fijar su atención sobre nuestra labor revolucionaria contra Porfirio Díaz, al grado de que en 1908 nombró como comisionado de investigación a John Kennet Turner y como su intérprete al Lic. Lázaro Gutiérrez de Lara, quienes para evitar toda sospecha, se introdujeron con el carácter de capitalistas compradores de haciendas; a fin de informarse bien de nuestros cargos contra la dictadura. Este informe de Turner, publicado en su interesante libro México Bárbaro, prueba con numerosas fotografías y testimonios oficiales de empleados y gobernantes mexicanos que lo que Turner vio con sus propios ojos superaba en mucho a lo que nosotros asegurábamos. Libro que tuvo una gran circulación; agotada su primera edición se tiró la segunda aumentada, contribuyendo con esto a cambiar la opinión del pueblo en contra de Porfirio Díaz, a grado tal que toda la prensa de ideas avanzadas decía que no sólo se debía de ayudarnos para ponernos libres, sino que su deber era facilitarnos armas y dinero para derrocar al tirano de México.

El prestigio oropelado de Porfirio Díaz tanto en México como en los Estados Unidos se había desvanecido para siempre. Viendo esta realidad los millonarios de aquel país, enviaron a un notable político y periodista de gran prestigio apellidado Creelman, cuyos artículos circularon con profusión tanto en México como en el extranjero. Entonces se verificó también la entrevista del presidente Taft con Porfirio Díaz en la población fronteriza de Laredo, Tex., con el propósito de levantar la opinión en favor del desprestigiado presidente de México.

Entonces fue cuando Francisco I. Madero comenzó su labor política contra Porfirio Díaz.

Es bien sabido tanto en México como en el extranjero, que antes de 1910 ya se habían iniciado dos movimientos revolucionarios contra la dictadura porfiriana, los de 1906 y 1908. Movimientos preparados por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, siendo testigos de ello los pueblos de Las Vacas, Jiménez y Viezca en Coahuila, Acayucan en Veracruz y Valladolid en Yucatán.

Cuando estalló la revolución de 1910, muchos de los grupos revolucionarios que no sabían que hacer por no poderse comunicar con nosotros, presos en los calabozos norteamericanos, se adhirieron al movimiento, aunque implantando en los campos de batalla las tendencias revolucionarias de la Junta. Si Práxedis G. Guerrero, secretario de la Junta, se unió a la revolución de 1910, fue con el fin de orientar en lo posible la revolución; pero le tocó la negra suerte de caer muerto atravesado por una bala de los defensores de la tiranía, en el pueblo de Janos, Chihuahua, el 30 de diciembre de 1910.

Por eso es que considero injustificado el cargo que el señor Barrón asienta respecto al llamado filibusterismo en el norte de la Baja California cuando nuestros compañeros revolucionarios tomaron Mexicali el 30 de enero de 1911. Varios otros pueblos fueron también tomados por los nuestros en diferentes lugares de la República implantando la bandera roja en cada uno de ellos. No era tampoco un movimiento separatista porque nuestro plan revolucionario no se limitaba a conquistar un pedazo de tierra para vivir allí, sino llevar ese mismo movimiento en todo México, hasta hacer que la tierra, las aguas, los instrumentos de trabajo, las vías de comunicación, como el aire, el calor del sol y la luz fuera de todos para su felicidad y completo bienestar.

Dice también el señor Barrón que siendo él agente consular del gobierno de Madero ante el gobierno norteamericano, influyó para que Mother Jones, mujer de gran prestigio entre los mineros, entrevistara a los Flores Magón, a fin de conseguir que regresaran a México, pero que rehusaron la oferta. Todo esto es muy cierto, como son ciertas otras varias intentonas anteriores a ésta, en las que el mismo hermano, el licenciado Jesús Flores Magón, ministro de Gobernación del gobierno de Madero, formó parte de una de estas comisiones, sin lograr su objeto. A las ofertas que los comisionados hacían, invariablemente contestaba Ricardo a nombre de todos los miembros de la Junta que nada cambiarían las condiciones de miseria de los desheredados con tener nosotros la panza llena y ellos con hambre.

Del periódico El Gráfico, 12 de diciembre de 1930.

¡Ya es tiempo de que deje la ergástulo Tom Mooney!

A mediados del año 1916 la burguesía norteamericana recorría las calles de las populosas ciudades de aquel país, en su afán de reclutar carne de cañón para enviarla a la gran guerra europea. Organizó pomposas manifestaciones formadas por personajes sacados del seno mismo de la aristocracia para recorrer el país en son de guerra y vengar el honor de la patria ultrajado por Alemania.

El honor de la patria ultrajado no era más que el pretexto para exaltar el patriotismo de las masas inconscientes y arrastrarlas fácilmente al matadero. Las causas verdaderas de la guerra, que astutamente se ocultaban al pueblo, eran otras y bien distintas.

Los millonarios y grandes comerciantes de ciertos países estaban en bancarrota debido a la gran competencia que les hacían los especuladores millonarios y comerciantes de otras naciones; fueron éstas las causas primordiales que originaron aquella horrible masacre en que perecieron millones de seres humanos, por la ambición de apoderarse de los mercados del mundo. Y como el pueblo americano era enemigo de aquella carnicería, al grado de que precisamente por esta promesa de Wilson de no mezclar a los Estados Unidos en aquella contienda, fue elevado a la presidencia de la República; había que inventar medidas políticas estratégicas para animar al pueblo a la guerra.

Todo el mundo tendría que ir a la guerra: americanos, mexicanos, italianos, chinos, japoneses, etc. El que no iría voluntariamente tendría que engrosar las filas por medio de la fuerza. No valían disculpas; hasta en las cárceles se reclutaba gente, asesinos y criminales de toda clase eran puestos en libertad con la promesa de ir a la guerra. Y con el fin de hacer a un lado todo pretexto de los que alegaban ser los únicos sostenedores de la familia, el gobierno prometió dar todo lo necesario para el sostenimiento de los familiares.

Todo fue un engaño, porque mientras los combatientes morían en los campos de batalla al otro lado de los mares, sus esposas y sus hijas trabajaban, se prostituían o morían en la miseria.

Antes de partir, grupos de enlistados reclutas recorrían las calles a todas horas del día o de la noche, gritando ¡Vivas a la patria! y ¡Mueras a Alemania!

Nadie se atrevía a lanzar un grito en contra de la guerra; los pocos hombres y mujeres conscientes y honrados que lo hicieron, fueron linchados o conducidos por muchos años al presidio.

Este era, en síntesis, el estado general del país de las barras y las estrellas, cuando una de aquellas manifestaciones organizadas por la burguesía, vestidos sus manifestantes con trajes especiales, recorría las calles de San Francisco, California, excitando al pueblo para engrosar las filas de los patriotas que iban a Europa a vengar el honor de la patria, ultrajado.

Pasaba la manifestación por la calle Market cuando se vio elevarse una bola de fuego, acompañada de un estruendo formidable que surcaba el espacio. La dinamita había hecho destrozos en las filas de los manifestantes. Repetía la policía secreta, en contubernio con el capitalismo, la misma estrategia maquiavélica usada en 1886 contra los mártires de Chicago. Pero en esta vez la tirada era en contra de Mooney. Y Tom Mooney fue la víctima.

Tom Mooney era un viejo luchador en favor de los intereses obreros y, por lo mismo, un enemigo de la guerra. Era un enemigo de toda explotación y de toda tiranía, y por estas causas la burguesía lo odiaba. Durante la dictadura porfirista recorrió de incógnito algunos estados de la República mexicana, animando al pueblo a rebelarse contra la tiranía del machetero tuxtepecano. Su propaganda libertaria era internacional.

En los momentos de la explosión de la bomba en la calle Market, Tom Mooney y su esposa Rena se encontraban en la azotea del edificio de los Eilers, observando la manifestación, hecho demostrado por los retratos de la manifestación sacados por los fotógrafos en los momentos de la explosión. Sin embargo, días después de este trágico incidente, fue arrestado Mooney y también Rena y Warren Billings como sus cómplices.

Las evidencias materiales, así como los testimonios de numerosos testigos presenciales, no se tomaron en consideración. Tom Mooney era el señalado y había que acabar con él. La policía fue manejada por los abogados del gobierno, y en contubernio con los mismos jueces fraguaron un proceso inicuo contra los que de antemano se tenían como culpables, farsa de proceso que se llevó a cabo sentenciando a Mooney y a Billings con la pena de muerte, y a Rena Mooney a cadena perpetua, sentencias que al fin fueron conmutadas por las de prisión perpetua para Mooney y Billings, quedando Rena en libertad debido a la general protesta en contra de esta infamia.

Han pasado ya quince largos años; durante este tiempo, los remordimientos han dejado hondas huellas en las conciencias de los principales testigos que condenaron a dos hombres inocentes. Pocos días después y aún últimamente esos mismos testigos han hecho declaraciones públicas, denunciando a jueces y abogados del gobierno que les pagaron para servir de testigos falsos. Pero ahora los mismos jueces declaran cínicamente que las primeras declaraciones son las que valen.

Han sido inútiles las numerosas protestas y los esfuerzos de miles y miles de hombres y mujeres de todas las clases sociales, que han pedido la libertad de ambos prisioneros, pues el silencio a la negativa han sido las contestaciones de los inquisidores gobernadores del Estado de California, de quienes depende la libertad o la muerte de esos dos trabajadores.

Ha sido Albert Einstein, el famoso sabio alemán, autor de la teoría de la relatividad, quien se ha dirigido últimamente al gobernador Rolph, de California, pidiendo la libertad de los dos presos en los siguientes términos:

Potsdam, Alemania, 2 de junio de 1931.

Honorable Gobernador:

Desde que tuve el gusto de haber conocido a Ud. como hombre noble y bueno, durante mi residencia en Pasadena, consideré un deber mío decirle lo siguiente:

En tiempo del gran cataclismo político, el año de 1916, Tom Mooney y Warren Billings fueron sentenciados a prisión por toda la vida en una casa de corrección. Estos hombres, según opinión de muy estimables contemporáneos, son completamente inocentes. Yo mismo tengo la firme opinión, que debo expresar, porque no puedo mentir, que una gran injusticia aparece indudablemente en este caso. Por tanto, estoy firmemente seguro, señor Gobernador, que Ud. prestará un alto servicio de verdadera justicia si concede a ambos hombres absoluto perdón después de quince años de penoso sufrimiento.

Con gran estima. A. Einstein.

A la fecha nada se sabe de la contestación que haya dado el gobernador, la que, de haber sido favorable para los presos, ya era hora que deberían estar libres, lo que no sucede así. Es deber, pues de todo ser humano, protestar enérgicamente en contra de estos nuevos Torquemadas, hasta hacer que Tom Mooney y Billings obtengan su libertad.

Del periódico Paso, 1º de septiembre de 1931.

Reina la barbarie en San Luis Potosí

Ya hace cerca de dos meses que los maestros de San Luis Potosí declararon la huelga de protesta contra el gobierno local que desde el año pasado les está debiendo once decenas (cerca de cuatro meses) del mezquino sueldo que se les paga. A este último recurso han recurrido los sufridos maestros después de múltiples promesas tendientes a burlarse de ellos, pero nunca con el sano propósito de pagarles la elevada suma de setenta mil pesos que se les debe a esos mártires del despotismo oficial, en cuyo brutal tratamiento mucho se ha distinguido, como inquisidor, un coronelito, Josué Escobedo (substituto del gobernador), que por ironía de la noble profesión lleva también el título de profesor. No recuerdo bien, pero me parece que cuando fui catedrático de algunas materias en la escuela normal para maestros en San Luis Potosí, allá por los años de 1887 a 1901, tuve como discípulo en mis últimos años de servicio al mismo Josué Escobedo, condiscípulo del director de la normal, Francisco Rodríguez. Y si esto fuera así, tendría yo vergüenza de haber contribuido, no a formar a un hombre útil a la humanidad, sino un verdugo despreciable de ella.

Algunos de los maestros que han formado parte de la huelga, han sido insultados soezmente y hasta golpeados por la policía a las órdenes del mismo gobierno. Los niños y niñas de las escuelas, discípulos de los huelguistas, han sido también insultados y golpeados, por pedir al gobierno justicia para sus maestros. Entre las maestras golpeadas por la horda policiaca figura entre otras la profesora Adelina Guerrero; dejando pendientes para nuestra próxima información los nombres de los niños y niñas bárbaramente golpeados con garrotes y hasta con armas de fuego. También publicaremos los nombres de los maestros que por desempeñar sus distintas comisiones en el comité de huelga han sido destituidos, secuestrados, insultados y golpeados por los esbirros a las órdenes de los trogloditas mandatarios potosinos.

Y aquí en parte lo que con fecha 31 de agosto publica la comisión de información acerca de los atropellos:

Crímenes de lesa civilización

La asamblea magisterial potosina, justamente indignada por los atropellos y ultrajes de que fueron víctimas sus representantes, las señoritas profesoras comisionadas para entrevistar al general Calles a su paso por esta ciudad, quienes fueron retiradas a latigazos, golpes y ultrajes para impedir ser oídas, protesta ante la sociedad en general, ante todas las agrupaciones culturales y obreras de la República, por esos crímenes de lesa civilización y claman pidiendo justicia para terminar el conflicto que, aunque se niegue, es más grave cada día, pues atropellos de tal género lanzan el más solemne mentís a la cultura de quienes ordenan tales hechos...

Nosotros no somos partidarios de la enseñanza laica impuesta por el gobierno de este país; comprendemos el daño inmenso que se hace a la niñez inculcándole una enseñanza irracional, casi tan perjudicial como la religiosa; el hecho de denunciar públicamente el vil tratamiento a que han sido sometidos los maestros potosinos por sus brutales mandatarios, nos impulsa un humano sentimiento de justicia hacia esos humildes y abnegados trabajadores, dignos del más alto respeto, porque sin ellos, sin los maestros de todas las edades, todavía nos encontraríamos pasando por un estado primitivo.

Las Uniones obreras de San Luis Potosí han cumplido con su deber respaldando solidariamente a los maestros de sus hijos, durante este penoso trance a que los ha orillado el despótico gobierno potosino.

Del periódico Paso, 1º de Octubre de 1931.

Fin del sistema capitalista

Desde que el mundo ha sido apropiado por la insaciable codicia de unos cuantos acaparadores de todo, no se había presenciado un caos mundial de la magnitud del presente en el sistema capitalista; las quiebras de los bancos, así como de fuertes casas comerciales, son cosas que acontecen diariamente, hasta por centenares, en todos los países del mundo.

Un periódico alemán de fecha reciente, comenta esta fenomenal crisis mundial con cierto tono de broma, diciendo que sólo se trata de una tormenta sobre el capitalismo. El hecho real es que el capitalismo se hunde minuto a minuto, como gran masa de plomo en el inmenso pantano de su propio desprestigio.

Sólo en el mes de agosto del presente año se suspendieron en los Estados Unidos Norteamericanos ciento cincuenta u ocho bancos, con un total de ciento ochenta y seis millones de dólares de depósitos, y en el siguiente mes de septiembre aumentaron los bancos clausurados a doscientos noventa y ocho, con depósitos de doscientos setenta y un millones de dólares. Y todo esto acontece por la desconfianza y porque ya no hay gentes ni comerciantes en pequeño que vayan a depositar su dinero a los bancos; antes bien, debido a la falta de compradores por la miseria reinante, van y sacan de los bancos el dinero que habían guardado, y mientras los banqueros no tengan dinero en sus arcas, no habrá préstamos ni transacciones que les dejen el 5, el 10 ni el 20 por ciento de utilidades.

Este desbarajuste capitalista tiene su origen en el creciente empobrecimiento de las masas trabajadoras que son arrojadas a la calle por la máquina que las va a sustituir, multiplicando la producción a favor del Capital. Pero si la máquina le economiza mucho y en poco tiempo le llena al capitalista sus almacenes, resulta, sin embargo, que no hay compradores porque los trabajadores no han tenido con qué comprar, y los almacenes bien pueden permanecer repletos indefinidamente mientras esas mercancías no tengan comprador. Los obreros que han sido substituidos por la máquina han permanecido sin ocupación y sin dinero, y no teniendo dinero, es claro que nada podrán comprar ni nada podrán consumir. La miseria y las enfermedades aumentarán su desesperación y su desgracia hasta morir de hambre frente a los graneros y almacenes repletos de todo lo que los mismos trabajadores necesitan para vivir.

En The North Newspaper Alliance, periódico burgués, escribe Jaime Menéndez lo siguiente:

Nos encontramos viviendo en un mundo donde a la par que existe un exceso de producción jamás igualado, millones de seres humanos sufren hambre y miseria. En países como los Estados Unidos, en donde no se sabe qué hacer con el trigo y el algodón que permanecen almacenados en los depósitos de la Junta Federal Agrícola, hay no menos de la quinta parte de la población necesitada de pan y de vestido. Calcúlese que en el mundo hay existencias agrícolas y manufacturadas suficientes para abastecer una población doble de la actual, y en Europa, Asia, África, y América hay millones de seres sufriendo privaciones. Datos recientes indican que solamente en China existen doscientos millones de personas sin trabajo y sin pan. Inglaterra cuenta con millones de personas consumiendo sólo lo que les permite la mísera pitanza de unos cuantos peniques semanarios que reciben del gobierno como limosna; en los Estados Unidos se estudia la forma de llenar en el invierno próximo los estómagos de seis o siete millones de personas desocupadas, que representan de veinticinco a treinta millones de seres humanos, si se incluye a sus familiares y dependientes.

Con fecha 24 de agosto último, Benito Mussolini, el dictador de Italia, lanzó un grito de alarma frente al espectro aterrador de la miseria en el pueblo, ocasionada por la desocupación.

Solamente en los países industriales —dice Mussolini— hay veinte millones de hombres sin trabajo. Existen naciones que en la actualidad se encuentran en el último extremo del desastre, desastre que puede en cualquier momento destruir la organización de sus Estados y crear un pánico político y social en el mundo entero. Somos testigos de acontecimientos internacionales trágicos.

Y como vuelto del estupor ocasionado por horrible pesadilla, Mussolini sigue diciendo: La proposición Hoover nos da la oportunidad de un resurgimiento comercial este invierno, y si se lleva a efecto, estaremos en el buen camino de un regreso normal. La situación reclama un remedio enérgico, porque íbamos irremisiblemente a la catástrofe.

Sublimes revelaciones son éstas, porque son nuestros mismos verdugos los que nos anuncian que el fin de su reinado no está lejos, y que el fin del sistema capitalista es cuestión de poco tiempo.

Del periódico Paso, noviembre de 1931.

Un país de libertadores: México

El día 11 de marzo pasado fue hecho prisionero el compañero Florentino Ibarra, por estar expidiendo nuestro vocero Sagitario, y el día 1º de abril corrió la misma suerte el incansable luchador y compañero nuestro, Librado Rivera, por el solo hecho de decir la verdad en un artículo que él escribió relacionado con la actual carnicería que el gobierno socialista del general Calles está llevando a cabo contra la abnegada tribu Yaqui; raza de valientes, raza viril que desde hace muchos años ha estado defendiendo su libertad a costa de su sangre; con las armas en la mano, se ha mantenido incólume ante la voracidad de todos los tiranos. El gobierno defensor de los oprimidos ha jurado su total exterminio, cueste lo que cueste, y todo esto es tan sólo por satisfacer la insaciable avaricia del General Obregón, el glorioso manco de León y la de algunas compañías norteamericanas, que ambicionan ser los únicos poseedores de las fértiles riberas del río Yaqui. Y es por esto que la fiera entronizada en el alcázar de Chapultepec, ahíta de sangre humana, con las fauces abiertas en acecho de sus víctimas y dispuesta a servir a sus amos los capitalistas, ha dado el zarpazo, cogiendo entre sus garras a nuestros compañeros de lucha y amenazando con el exterminio completo del grupo que edita Sagitario, razón por la cual damos el grito de alerta a todos los trabajadores de la región mexicana, a la prensa obrera de todos los países del mundo y al proletariado internacional que simpatice con nuestras ideas, recomendando a estos últimos levanten su protesta viril ante los consulados mexicanos que existan en sus respectivos países, por el atropello brutal e incalificable, atentatorio de toda libertad de pensamiento.

Se nos quiere coartar por la fuerza el derecho de hablar, de escribir lo que pensamos y sentimos. Por el solo hecho de decir la verdad tienen encerrados en las mazmorras de Andonegui, como a unos criminales vulgares, a los compañeros Librado Rivera y Florentino Ibarra y se nos persigue a nosotros. Si por decir la verdad se nos amenaza con el presidio, nosotros preguntamos al General Calles y a toda esa cápila de zánganos que con él se han encaramado al poder: ¿Es ésta la libertad de imprenta, la libertad de pensamiento que constantemente pregonáis al pueblo cuando andabais a caza del voto popular para llegar al lugar en donde os encontráis? No; no cabe duda que los tiranos de ayer han desaparecido para dejar el paso libre a vosotros, los tiranos de hoy, que en nada os diferenciáis de vuestros antecesores. Libertad de imprenta, libertad de pensamiento, dotación de ejidos, derecho de huelga, etc., palabrería vaga, salida de vuestros impúdicos labios para engañar al pueblo ignorante y estúpido, que no ha querido comprender a pesar de las lecciones que ha recibido, cual es su verdadero papel como productor de todo lo existente, y que, a semejanza de una manada de ovejas, creyendo haber encontrado en vosotros a sus salvadores, deposita su voto en vuestro favor, para que mañana, cuando ya estéis en el poder, cuando ya vuestros deseos estén cumplidos, cuando ya estéis sobre las espaldas sangrantes de ese pueblo, entonces, y sólo entonces, arrojáis la careta con que lo habéis engañado, y aparecéis con vuestra propia figura de tiranos, feroces y sanguinarios verdugos de ese mismo pueblo.

Pueblo productor: es tiempo que abandones ese marasmo en que te han sumido tus explotadores y tiranos; levanta tu potente voz de protesta en contra de esos caníbales, vergüenza de la especie humana; hay que arrancar de las garras de esos buitres a nuestros hermanos que en estos momentos sufren los horrores del presidio, por el solo hecho de decir la verdad a tus opresores que te explotan y denigran.

Grupo Hermanos rojos

Del periódico La Antorcha, Julio 12 de 1927.

Carta abierta al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos: Plutarco Elías Calles

Señor Plutarco Elías Calles
Palacio Nacional de gobierno
México, D. F.

San Francisco, California, E. U., Mayo 23 de 1927

Señor Presidente:

El comité de defensa pro-presos sociales, recientemente establecido en esta ciudad, protesta enérgicamente ante usted y ante la justicia, por el arresto de Librado Rivera y socios y por la brutal persecución del periódico Sagitario en Tampico, Tamaulipas.

Protestamos por tan criminal proceder y demandamos la inmediata libertad de esos viriles compañeros nuestros.

El arresto de Librado Rivera, se debe a un plan premeditado, mañosamente estudiado por vuestra majestad y toda esa caterva de parásitos sanguijuelas anidados en el Palacio Nacional y castillo de Chapultepec combinados con el ladrón de garbanzos, el mocho Álvaro Obregón.

¿Su delito? Ya lo conocemos. Por haber publicado en Sagitario dos artículos combatiendo la vergonzosa guerra del Yaqui.

Como el mocho garbancero fue cómplice en el asesinato de Ricardo Flores Magón en Leavenworth, y usted en la muerte del socialista Lázaro Gutiérrez de Lara, el arresto de Librado Rivera y socios nos anuncia un nuevo crimen inminente.

¡Déspotas cobardes! Habéis perdido todo pudor y vergüenza, descargando vuestras fieras de felones asesinos sobre un hombre enfermo, por su honradez y sus buenos sentimientos humanitarios, en venganza de los levantamientos de los Yaquis, y el temor a la revolución que se avecina.

La guerra del Yaqui, que lleva más de medio siglo, deja al descubierto del mundo entero las rastreras ambiciones de los capitalistas americanos y mexicanos.

El bandido Porfirio Díaz deportaba a los Yaquis a Yucatán para ser vendidos como esclavos en las haciendas del puerto, a Legario Molina y a compañías extranjeras.

El americano Turner nos dice en su obra México bárbaro, que en el término de tres años y medio fueron deportados quince mil setecientos Yaquis entre hombres, mujeres y niños, siendo vendidos a razón de $65.00 por persona.

Desgraciadamente los tiempos del porfirismo no han cambiado aún. El bandolerismo del carnicero Porfirio Díaz se renueva, desbordándose por todas partes sediento de sangre proletaria. Los Yaquis siguen siendo deportados de la misma manera y vendiéndose como esclavos, para exterminarlos y arrebatarles sus tierras. Últimamente fueron deportados a Colima más de cuatrocientos, siendo vendidos en las negociaciones de capitalistas norteamericanos. ¡Es así, a tan alto precio, que las autoridades se granjean las simpatías de los buitres de la Casa Blanca!

Este Comité de Defensa publicará los escritos de Rivera y los acontecimientos del Yaqui, para denunciar los crímenes preparados contra los presos de Tampico, de acuerdo con el garbancero Obregón.

Esperamos contestación,

El secretario provisional
Domingo Loza

Del periódico La Antorcha, Agosto 10 de 1927

En recuerdo de Librado Rivera. Por T. H. Bell

Acabo de enterarme que nuestro valiente y viejo camarada Librado Rivera, murió en un accidente ocurrido en la ciudad de México. Calculo que tendría unos 72 años.

En 1891 vi a los trabajadores mexicanos en el más deplorable estado de miseria y degradación; el país se hallaba bajo la mano de hierro del viejo tirano Porfirio Díaz. Pero poco tiempo después surgieron los primeros elementos del que más tarde sería el Partido Liberal, la organización anarquista que inició la lucha contra la tiranía de Díaz, una organización que de haber sido mejor entendida y apoyada por los anarquistas de los demás países hubiera comparecido antes en la palestra contra Díaz y hecho algo importante. Pero después de que ellos habían abierto el camino hacia la revolución mediante su espléndido trabajo propagandístico y de educación, realizado a través de su magnífico periódico Regeneración, Madero supo aprovecharlo y si se les adelantó no fue debido a su valor sino a su dinero, que ellos no tenían. Los hombres más conocidos del Partido, fueron los hermanos Magón y Librado Rivera; y sé que fue Rivera, en aquel entonces director de una preparatoria, quien inició la lucha contra la tiranía de Díaz. Su vida desde ese momento osciló entre la propaganda y la cárcel, primero en México, después en los Estados Unidos, y de nuevo en México. Lo vi por vez primera en el tribunal de Phoenix, cuando se le juzgaba por estar inmiscuido en una conspiración para incrementar la rebelión en Arizona.

Por obvias razones, en esos días no se podía contar la verdadera historia de ese asunto; pero ahora pienso que los lectores la encontrarán interesante cuán larga es.

Cuando en 1910 me puse en contacto con los radicales de Phoenix, poco después de establecerme en Arizona, quedé sorprendido y apenas podía creer que se encontraban afiliados a los I. W. W. (Trabajadores Industriales del Mundo), no menos de quinientos trabajadores mexicanos, a quienes recordaba como peones acobardados y desanimados. Habían sido organizados por Fernan Velarde, el organizador más hábil y exitoso que haya conocido, un hombre espléndido en todos los sentidos, inteligente, ingenioso, con sentido del humor, bien informado, valiente; un hombre centrado y con un carácter que infundía respeto incluso a sus enemigos. Toda su familia, sin excepción, sigue activa en el movimiento de los I. W. W. Aprovecho la oportunidad que me brinda este artículo para rendir homenaje a Velarde, a pesar de que esté dedicado al hombre que en cierto modo fue su rival pese a la alta estima que se tenían ambos.

La mayoría de los campesinos mexicanos tenían acceso a Regeneración y, cuando estalló la revolución, incluso los mexicanos de Phoenix afiliados a la I. W. W. se precipitaron en ella de inmediato, cruzando en bloque la frontera.

Desafortunadamente la revolución se convirtió, debido a las direcciones de Madero y Villa, en algo muy diferente a lo que hubiera podido ser con el Partido Liberal. Hacia 1915 Carranza había tomado el poder. Parecía un politiquillo incapaz de hacer algo para el pueblo, pero naturalmente debía tener una política exterior inspiradora y llevó a tal punto sus diferencias con los Estados Unidos que a mucha gente le parecía inevitable la guerra entre ambos países. Naturalmente, también a muchos mexicanos en E. U. les perjudico esta situación.

Los radicales mexicanos residentes en Phoenix estaban muy influenciados, en aquel tiempo, por tres hombres, uno de los cuales era un zapatero anarquista que leía todo lo que caía en sus manos sobre anarquismo; otro era un indio Yaqui; siempre he tenido gran respeto por los Yaquis, los últimos de los indios indómitos que con su resistencia pudieron, hasta ese tiempo, alejar de sus montañas al conquistador; y muchos de ellos participaron en la revolución. En Arizona, siempre hubo algunos yaquis y, nosotros los granjeros de las riberas del río Gila, hemos descubierto que son una ayuda inapreciable en la construcción de represas y canales de regadío. Tales faenas, sobre un río voluble y traicionero, requieren de hombres serenos, con nervios templados, confiables y alertas. A estos Yaquis los identificamos como auténticos granjeros, como nosotros mismos; es raro que hablen inglés o español, pero no necesitan hablar, ya que al trabajar al parejo con nosotros entendían lo que se necesitaba hacer, pudiendo cuidar de nuestras yuntas tan eficientemente como nosotros. Nunca tomaban un trabajo a largo plazo, nosotros no entendíamos el porqué, después lo supimos. Ellos trabajaban duro y ahorraban, pero no para adquirir finos zapatos o costosos sombreros como hacían muchos trabajadores mexicanos, ya que en realidad el Yaqui cruza la frontera para trabajar y ahorrar hasta poder comprarse un rifle y municiones y luego regresar a defender su casa en las montañas.

El tercer hombre era un salvadoreño muy educado a quien le gustaba que platicáramos sobre literatura en francés. Se quejaba amargamente por la manera en que eran tratados sus hermanos hispanoamericanos en los Estados Unidos. Decía que eran un pueblo oprimido. Le dije que en Arizona no los trataban tan mal en comparación a como recordaba lo hacían en Texas y sobre todo pudiéndolo evitar el viejo gobernador Hunt que era una rara mezcla de político y de hombre honesto. Precisamente por aquellos días se juzgaba a un granjero norteamericano por haberle disparado a un trabajador mexicano que acarreaba agua en un cubo, y a quien asesino; se le defendía sobre la base de que un cubo para agua era una arma mortífera.

Inesperadamente me enteré de que habían sido arrestados en Phoenix algunos mexicanos radicales acusados de conspirar. Primero vi a Librado Rivera en el tribunal donde se le juzgaba. Sólo después conocí la historia completa.

Pues sí, los mexicanos residentes ahí, efectivamente habían planeado un alzamiento. Habían convenido que a cierta hora interrumpirían todas las comunicaciones telegráficas con el mundo exterior, quemarían los puentes ferroviarios y, mientras esto sucedía, un cuerpo selecto de hombres se haría del arsenal y de las armas ahí depositadas. (Por esos días, la Guardia Nacional estaba en la frontera, en Texas). Las armas se repartirían entre la población mexicana radicada en Phoenix y a los blancos se les infundiría respeto. Los indios Pimas, con sus rifles listos, partirían de su reservación y recorrerían a galope 30 o 40 millas, durante un día entero. Había muchas desavenencias entre los pimas y los blancos, pues estos les robaban mucha de su agua para regar. Arizona volvería a ser parte de México y con esto se esperaba que la población mexicana residente en Texas y Nuevo México se uniría al movimiento, y tal vez la de Louisiana, Mississippi, Alabama y otros Estados donde la población es mayoritariamente negra. Los norteamericanos que vivían en el valle del Salt River serían advertidos de que, en caso de presionar demasiado a los rebeldes, ellos volarían la presa Roosevelt de la que dependía su prosperidad. Se calculaba que con las vías ferroviarias destruidas y con los inmensos desiertos ningún cuerpo de infantería respetable podría alcanzarlos o al menos durante cierto tiempo, el suficiente para poder preparar adecuadamente la defensa.

Me imagino que para volar la presa Roosevelt se hubiera requerido de varios furgones cargados de dinamita y se hubiera llevado varias semanas de trabajo y como la población de granjeros y rancheros norteamericanos estaba acostumbrada a las armas y a los caballos, no hubieran sido fácil de amedrentar; pero estoy seguro de que esos mexicanos hubieran hecho un audaz intento. Su paisano Hidalgo, al proclamar la Independencia de México hizo algo todavía más temerario.

Con todo esto en mente le habían escrito a Librado que se encontraba en Los Ángeles pidiéndole que los visitara. A su llegada le contaron el plan y lo convidaron a encabezarlo ya que el valor de Librado era conocido por todos.

Pero claro, Librado les indicó que sus planes no eran anarquistas sino nacionalistas y que por esto se romperían inevitablemente sus nexos con los trabajadores norteamericanos. Librado no aceptó su oferta pero les hizo una contraproposición.

Me temo que Rangel y Kline, junto con sus valientes camaradas han sido olvidados ahora, no obstante oí hablar de Rangel en la ciudad de México hace poco. Cuando se inició la revolución un grupo de mexicanos residentes en Texas cogió las armas y bajo las órdenes del capitán Rangel se movilizaron a la frontera y se unieron a la revolución. En el camino fueron atacados por un pelotón de agentes policíacos. Los mexicanos, demasiado fuertes para ellos, los hicieron presos, les explicaron que no se proponían hacer algo incorrecto en Texas y que el pleito no era contra ellos. Nadie salió herido; y si los agentes prometían dejarlos ir sin molestias los librarían y a nadie se le haría ningún daño. Los agentes dieron su palabra. Esto sería digno de risa a no ser por los efectos trágicos de ver a los mexicanos, que en las películas norteamericanas aparecen siempre como traidores y cobardes villanos mientras que el sheriff y su pelotón figuran como unos caballeros valientes e idealistas. Hace poco, el imperdonable acribillamiento de los dos jóvenes estudiantes mexicanos que iban en su auto y la absolución de los agentes rufianes que lo realizaron muestran en realidad que las cosas son muy diferentes. En el asunto Rangel, los agentes liberados, sin escrúpulos, faltando a sus promesas, se fueron a reunir más fuerzas y regresaron para perseguir al grupo armado que se les escapaba. Esa vez el encuentro costó bajas de ambos lados; los mexicanos fueron vencidos y capturados. Seis u ocho de ellos fueron sentenciados a largas condenas y algunos murieron en la cárcel a causa del duro tratamiento que se les dio.

Pues bien, Librado propuso a los mexicanos de Phoenix que se olvidaran de los planes de rebelión en Arizona y que se movilizaran por la frontera y se unieran a cualquiera de los grupos guerrilleros que operaban en México o cerca de ahí. Cualquier grupo guerrillero sería idóneo, sin importar mucho si se apoyaba a un político o a un bandido. Una vez que les hubieran sido repartidas las armas, se despedirían a la francesa y se movilizarían hacia el este, a Coahuila o Tamaulipas, colindantes con el Estado de Texas. Ahí se concentrarían y a su debido tiempo harían una audaz incursión en Texas para liberar a los hombres de Rangel confinados en la cárcel.

Los rebeldes de Phoenix aceptaron de inmediato esta propuesta. Uno de ellos se encargó de comunicar a los Pimas el cambio de planes. Desgraciadamente el encargado de avisar el cambio de planes, no considero necesario acudir en persona a donde ellos estaban, en Sacaton, a unas treinta o cuarenta millas, así que dirigió una carta a un indio que conocía, y en quien podía confiar. Esto pudo no ser del todo desacertado, si el indio hubiera sabido leer. Al mirar la carta, pensó que probablemente tenía que ver con los abonos de un arado que había comprado hacía poco, así que se la llevó para que se la leyera... ¡al representante del gobierno norteamericano ante los indios!

Después vinieron los arrestos. El Yaqui y el salvadoreño se escaparon, pero a Librado lo arrestaron como cabecilla. Fue detenido durante dos o tres meses, ya que naturalmente no podía probar su inocencia sin tener que delatar cosas, pero a la larga no lo declararon culpable. Los demás fueron apresados dos años.

Tengo la idea de que el pobre Librado pensó que ellos habían sido malamente abandonados por sus compañeros. Los radicales mexicanos que quedaron libres no podían actuar; los muchachos norteamericanos de la I. W. W. estaban en la ciudad únicamente en el invierno; yo mismo, vivía a treinta millas, por lo que rara vez iba a Phoenix. Escribí a Regeneración contándoles esto y me ofrecí como enlace, si podían confiar en mí.

William C. Owen, el anarquista inglés que tan bien trabajó en Regeneración, me contestó que no se trataba ya de una cuestión de confianza, que había reconocido mi nombre si bien no nos conocíamos, y que el problema es que ellos, allá en Los Ángeles, pasaban por desesperadas estrecheces. Algunos de ellos habían sido arrestados por incriminación; después Librado fue apresado, lo mismo que Enrique Flores Magón; tiempo después, cuando pusieron en marcha la maquinación, Ricardo Flores Magón y Librado fueron enviados a prisión por resistir. La condena de Ricardo expiró antes que la de Librado. Este vio a Ricardo a la víspera de su liberación. No lo iban a soltar sino a deportar a México. Pero, después de todo, no es cosa tan terrible ser deportado a su propio país de origen: Ricardo estaba en excelente estado de ánimo. Al día siguiente, se convocó a Librado para que identificara el cadáver de Ricardo. Suponía que éste había fallecido de una cardiopatía, todos ellos tenían la salud quebrantada por las privaciones y la cárcel. Pero Librado advirtió muchas manchas en el cuerpo de Ricardo y siempre sospechó firmemente que la brutalidad de los guardias tuvo mucho que ver con el deceso.

El cuerpo de Ricardo fue llevado a Los Ángeles para que sus numerosos amigos le rindieran un último homenaje. El gobierno mexicano ofreció darle unas adecuadas exequias públicas en la ciudad de México. Sus amigos rechazaron la oferta al saber que Ricardo así se hubiera opuesto. Pero el sindicato de los ferroviarios, un sindicato radical e intransigente, recibió el cuerpo; se lo llevaron a México haciendo escalas en las grandes ciudades del trayecto con fines propagandísticos; Ricardo tuvo las exequias más imponentes que jamás se había presenciado en la ciudad de México, se erigió un monumento en su honor y una calle recibió su nombre.

Librado, una vez liberado, fue deportado a México, lo que no le favorecía. Cuando estaba encarcelado en los Estados Unidos, el gobierno de San Luis Potosí le había ofrecido una pensión. Siendo anarquista, la rechazó, no sin agradecerla. Si hubiera regresado muerto, a él también le hubieran erigido otro monumento. Pero como regresó vivo, muy pronto estuvo en la cárcel de nuevo. En un pésimo estado de salud, viejo y solo, ya que su esposa e hijo habían fallecido, el bravo camarada reinició su trabajo propagandístico una vez más. Durante varios años editó un periódico en un pequeño lugar cerca de Tampico. Ahora como entonces, sería atacado. Él y sus colaboradores serían arrestados, intimidados, amenazados, golpeados, incomunicados. Un heroico general, enfurecido por el intrépido ánimo de este viejo, le golpeó en cierta ocasión con un cable de alambres.

Pero, incluso, hoy, como siempre, se hará publicidad y algunos de los viejos en la República, sorprendidos, reconocerán por el nombre, al hombre arrojado a las mazmorras, cuyo valor les inspiró cuando fueron jóvenes, reconocerán que Librado Rivera fue quien desafío a Díaz mientras otros temblaban. Habrá sonoras protestas de indignación y Librado saldrá, otra vez de la cárcel. Nunca permitirá que se deposite una fianza a su favor mientras sepa que son ignorados los camaradas menos conocidos y que fácilmente pueden ser olvidados una vez que él salga libre. Mientras tanto, los rufianes en el poder han descubierto una manera más eficiente de tratarlo; sabedores de que no se le puede intimidar y de que habría publicidad y protestas si se le encarcelará, sencillamente le destrozan su imprenta. Esto es duro de resistir. Supongo que fue la razón por la que se mudó a la ciudad de México, en donde hasta el día de su muerte publicaba Paso. Su última denuncia fue a favor de los maestros de San Luis Potosí. Estas pobres personas, después de pasarse cuatro meses sin cobrar, se atrevieron a reclamar su sueldo y porque lo hicieron como hombres y mujeres dignos y no como esclavos, el animal que ahí funge de gobernador los lanzó a las mazmorras con vil arbitrariedad y brutal trato. Hubo una violenta protesta por todo el país y tuvieron que liberarlos pero los maestros no han recibido ni un centavo de su salario.

Adiós, viejo combatiente, valiente campeón de los oprimidos. Derrotado a menudo, pero indómito siempre, mucho después de que los insignificantes tiranuelos que hoy prevalecen hayan sido olvidados, cálidos jóvenes en tu nativa tierra, se inspirarán en la leyenda del inmutable valor y la constante dedicación de Librado Rivera.

Del periódico The Road of Freedom
Junio de 1932.

[1] De hecho, en 1910, el periódico Regeneración contendría tres páginas publicadas en español y una en italiano. El cambio de idioma del italiano al inglés en esta última página sería posterior. (Chantal López y Omar Cortés).

[2] Se refiere a Ricardo Flores Magón.

[3] N. d. E. Semanario anarquista editado en Buenos Aires, Argentina.

[4] Luis N. Morones, el que capitanea a esa organización política llamada CROM, el principal azote de los obreros conscientes que odian la política, porque saben que la política sólo es buena para servir de escalón a los más vivos y astutos, que suben al poder para enriquecerse y gozar una vida cómoda a costillas de los que se desloman, dejando jirones de su vida en las entrañas de la tierra, en el surco y en las fábricas.