Brian A. Dominick

Liberación animal y revolución social

Una perspectiva vegan del anarquismo o una perspectiva anarquista del veganismo

1997

      Introducción: Los veganarquistas

      ¿Qué es la revolución social?

      Veganismo Radical

      La violencia en la vida diaria

      La alienación en la vida diaria

      La acción revolucionaria

      Epílogo de la tercera impresión

      Nota de la traducción:

Introducción: Los veganarquistas

De un tiempo a acá, los activistas de la liberación animal que luchan en su nombre han sido implicados en un acalorado discurso y acción. Aunque la teoría de la liberación animal y el activismo rara vez han sido bienvenidos o tomados en serio por la izquierda dominante, muchos anarquistas han comenzado a reconocer su legitimidad, no sólo como causa válida, sino como un aspecto integral e indispensable de la teoría radical y la práctica revolucionaria. Mientras la mayoría de la gente que se llama a si misma anarquista aún no ha adoptado la liberación animal y su correspondiente estilo de vida —veganismo—, un creciente número de jóvenes anarquistas han adoptado pensamientos ecologistas y animal-incluyentes como parte de su praxis general.

Del mismo modo, muchos vegans y liberacionistas animales están siendo influenciados por el pensamiento anarquista y su rica tradición. Esto se evidencia con una creciente hostilidad entre algunos activistas de la liberación animal hacia el sistema estadista, capitalista, sexista, racista y etarista, cuya guerra hacia los animales no-humanos y hacia sus defensores humanos ha ido escalando en intensidad. La relativamente nueva comunidad de liberacionistas animales está rápidamente volviéndose consciente de la totalidad de fuerzas que alimentan a la máquina especista que es la sociedad moderna. Mientras esa conciencia incrementa, también debería la afinidad entre liberacionistas animales y su contraparte más orientada socialmente, los anarquistas.

Entre más reconozcamos la comunalidad e interdependencia de nuestras luchas, que alguna vez consideramos bastante distintas una de otra, más comprenderemos lo que la liberación y la revolución realmente significan.

Aparte de nuestra amplia visión, los anarquistas y liberacionistas animales compartimos metodología estratégica. Sin pretender hablar por todos, diré que aquellos a quienes considero verdaderos anarquistas y liberacionistas animales buscan realizar nuestros sueños vía cualquier medio efectivo. Entendemos, contrario a la percepción establecida de nosotros, que la destrucción y violencia sin sentido no nos traerá el fin que deseamos. Pero a diferencia de los liberales y progresistas, cuyos objetivos se limitan a reformar, nosotros estamos dispuestos a admitir que el verdadero cambio sólo llegará si añadimos una fuerza destructiva a nuestra transformación creativa de la sociedad opresiva. Podemos construir todo lo que queramos y debemos ser pro-activos en lo posible. Pero también entendemos que sólo después de borrar aquello que existe para prevenir nuestra liberación podremos hacer espacio a la creación libre.

Soy vegan porque siento compasión hacia los animales; los veo como poseedores de valor al igual que los humanos. Soy anarquista porque siento la misma compasión hacia los humanos y porque me rehúso a conformarme con perspectivas comprometidas, estrategias incompetentes y objetivos vendidos. Como radical, mi acercamiento a la liberación animal y humana es sin compromiso: liberación total para todos, si no...

En este ensayo deseo demostrar que cualquier planteamiento al cambio social debe ser compuesto de un conocimiento no sólo de las relaciones sociales, sino también de las relaciones entre los humanos y la naturaleza, incluyendo los animales no-humanos. También deseo mostrar aquí por qué ningún acercamiento a la liberación animal es posible sin una completa comprensión e inmersión en la lucha social revolucionaria. Debemos convertirnos, dicho de otra forma, en “veganarquistas”.

¿Qué es la revolución social?

“Revolución” es una de esas palabras cuyo significado varía en gran medida del uso de una persona a otra. De hecho, probablemente sea seguro decir que no hay dos personas que compartan la misma idea de lo que realmente es “revolución”. Esto, en mi mente, es lo que hace a la revolución realmente bella. Cuando hablo de revolución, me refiero a una dramática transformación social. Pero mi revolución no se define por cambios objetivos en el mundo que me rodea, como el derrocamiento del estado o el capitalismo. Esos, para mi, son simplemente los síntomas. La revolución por si misma no puede encontrarse fuera de nosotros. Es totalmente interna, completamente personal. Cada individuo tiene una perspectiva.

Cada individuo ve al mundo de forma distinta. La mayoría de las personas, sin embargo, dejan que la sociedad en la que viven moldee sus perspectivas. La aplastante mayoría de nosotros vemos al mundo y a nosotros mismos de formas condicionadas para nosotros por las instituciones que manejan nuestras vidas, como el gobierno, la familia, el matrimonio, la iglesia, las corporaciones, la escuela, etc. Cada una de esas instituciones, a su vez, es generalmente parte de lo que llamo Establishment -una entidad que existe exclusivamente para perpetuar el poder de una minoría relativa. Alimentado por el hambre de esa élite de más y más poder, el Establishment necesariamente absorbe ese poder del resto del mundo por medio de la opresión.

El sistema emplea muchas formas de opresión; la mayoría comúnmente reconocidas pero pocas veces comprendidas, menos aún opuestas. Primero está el clasismo, que es opresión económica; estatismo, o el sometimiento de la gente por la autoridad política; sexismo y homosexismo, opresión basada en la supremacía heterosexual (masculina) o patriarcado; y racismo, un término general para opresiones fundadas en el etnocentrismo. Más allá de estas formas de opresión comunmente reconocidas, existe el etarismo, que es el dominio de los adultos sobre niños y gente joven; y, finalmente, las opresiones resultantes del antropocentrismo, a saber, el especismo y la destrucción del medioambiente.

A través de la historia, el Establishment ha dependido de estas dinámicas opresivas y ha incrementado y concentrado su poder como resultado de ellas. En consecuencia, cada forma de opresión se ha vuelto interdependiente de las demás. La infusión de estas distintas dinámicas opresivas ha servido para aumentar y complementar a cada una tanto en versatilidad como en fuerza.

Así que la fuerza tras las instituciones que nos han manipulado socialmente es la misma fuerza detrás del racismo y el especismo, el sexismo y el clasismo, y demás. Sería razonable asumir, entonces, que la mayoría de nosotros, como producto de las instituciones del Establishment, hemos sido socialmente modificados para fomentar la opresión dentro y entre nosotros.

La revolución es el proceso —no el evento— de desafiar la falsa sabiduría y valores con que hemos sido adoctrinados y de desafiar las acciones que hemos aprendido a hacer y a no hacer. Nosotros somos el enemigo; derrocar al opresor en nuestras cabezas será la revolución —verlo caer en pedazos por las calles será simplemente una señal (¡dichosa!) de que estamos sublevándonos juntos de una forma unificada e ilimitada. La revolución social es una recopilación de procesos internos. El cambio social radical de las condiciones objetivas en cuyo contexto vivimos sólo puede florecer como resultado de tal revolución.

Veganismo Radical

Dos palabras más cuyos significados son usualmente malinterpretados son “radicalismo” y “veganismo”. La apropiación de estos términos por liberales miopes y egocéntricos ha eliminado el potencial originalmente otorgado a ellos. De nuevo, sin reivindicar un monopolio en definiciones “verdaderas”, ofreceré mis significados personales para estos términos.

El radicalismo y el extremismo no son sinónimos en absoluto, como usualmente se cree. La palabra “radical” se deriva de la raiz latina “rad”, que significa “raíz”. El radicalismo no es una medida del grado de fanatismo ideológico hacia la derecha o la izquierda; al contrario, describe un estilo de acercamiento a los problemas sociales. El radical, literalmente hablando, es alguien que busca la raíz del problema de forma que pueda atacarlo para obtener una solución.

Los radicales no limitan sus metas a reformas. No es su asunto hacer concesiones con victimizantes para generar un alivio a la miseria resultante de la opresión. Esas son tareas usualmente dejadas a los liberales y progresistas. Aunque se reconoce que usualmente las reformas traen como consecuencia ganancias, para los radicales el único fin satisfactorio es la victoria —un fin definido como un cambio revolucionario en las raices de la opresión.

Por mi definición, el vegetarianismo puro no es veganismo. Rehusarse a consumir productos de animales no-humanos, aunque un modo de vida maravilloso, no es en si mismo veganismo. El vegan basa sus elecciones en una comprensión radical de lo que la opresión animal realmente es, y su forma de vida es altamente informada y politizada.

Por ejemplo, no es raro que los autoproclamados veganos justifiquen su consumo despreocupado de productos de grandes compañías afirmando que los animales se encuentran indefensos y los humanos no. Muchos vegetarianos no ven la validez de las causas de la liberación humana, o las ven como subordinadas en importancia a aquellas de los animales quienes no pueden defenderse por si mismos. Ese pensamiento expone la ignorancia del vegetariano liberal, no sólo en cuanto a la opresión humana, sino también en cuanto a la profunda conexión entre el sistema capitalista en general y las industrias de la opresión animal.

Mucha gente que se llama a si misma vegan y activista de los derechos animales, en mi experiencia, tiene muy poco o ningun conocimiento de la ciencia social; y, usualmente, lo que ellos “saben” sobre la conexión entre la sociedad y la naturaleza no-humana está colmado de desaciertos. Por ejemplo, no es raro escuchar a los vegans argumentar que es el consumo de animales lo que causa el hambre en el mundo. Después de todo, más del 80% de los granos producidos en Estados Unidos es dado al ganado como alimento, y esa cantidad sería más que suficiente para eliminar la hambruna en el mundo. Parece lógico concluir, entonces, que el término del consumo humano de animales en los Estados Unidos traería como consecuencia esta disminución de la hambruna mundial. El gurú vegano John Robbins parece sostener esta creencia.

¡Pero es completamente falsa! Si los norteamericanos dejaran de comer carne el próximo año, es improbable que una sóla persona hambrienta fuera alimentada con nuevos granos producidos en suelo estadounidense. Esto es porque el problema del hambre global, así como el de la “sobrepoblación”, no es lo que parece. Estos problemas tienen su raíz no en la disponibilidad de recursos, sino en la asignación de éstos. Las élites requieren la escasez —un suministro de recursos altamente restringido— por dos razones principales:

Primero, el valor de mercado de los bienes cae fuertemente a medida que el suministro incrementa. Si los granos que actualmente se usan para alimentar a los animales de pronto se encontraran disponibles, ese cambio bajaría el precio de los granos al suelo, eliminando el margen de ganancias. Por lo tanto, las élites con inversiones en el mercado de granos para agricultura tienen intereses que corresponden directamente a aquellos de las élites que poseen parte del mercado de la agricultura animal. Los vegetarianos tienden a creer que los productores de vegetales y granos son buenos mientras aquellos involucrados en la cría de animales son infames. El hecho es, sin embargo, que los vegetales son una comodidad, y aquellos con intereses financieros en la industria vegetal no quieren que su producto esté disponible si ello significa cultivar más para tener aún menos ganancias.

Segundo, sucede que la distribución global y nacional de la comida es una herramienta política. Los gobiernos y las organizaciones económicas internacionales manipulan cuidadosamente el suministro de comida y agua para controlar poblaciones enteras. A veces, la comida puede ser negada a la gente hambrienta de forma que esta se mantenga débil y dócil. Otras veces, su provisión es parte de una estrategia que intenta aplacar a poblaciones inquietas que se encuentran al borde de la revuelta.

Sabiendo todo esto, se vuelve razonable asumir que el gobierno de los Estados Unidos, tan estrechamente controlado por intereses privados, subsidiaría la no-producción de granos, para “salvar a la industria de un colapso”. A los agricultores entonces se les pagaría para no producir granos, o incluso para destruir sus cultivos.

No es suficiente boicotear a la industria cárnica y esperar que los recursos sean trasladados para alimentar a los pobres. Debemos establecer un sistema que realmente intente cubrir las necesidades humanas, lo cual implica una revolución social.

Esta es sólo una de muchas conexiones entre la explotación animal y humana, pero ilustra bien la necesidad de una revolución total. Una revolución en la relación entre humanos y animales tiene un alcance limitado y es, de hecho, reemplazada por la misma naturaleza de la sociedad moderna. Una razón por la cual los animales son explotados en primer lugar es porque su abuso es rentable. Los vegetarianos tienden a comprender hasta aquí. Pero la industria de la carne (incluyendo lácteos, vivisección, etc) no es una entidad aislada. La industria cárnica no será destruida hasta que el capitalismo de mercado sea destruido, pues es éste último el que da ímpetu e iniciativa al primero. Y para los capitalistas, la idea de ganancias fáciles a través de la explotación animal es irresistible.

El motivo de las ganancias no es el único factor social que fomenta la explotación animal. De hecho, la economía es sólo una forma de relación social. También tenemos relaciones políticas, culturales e interpersonales, cada una de la que se puede demostrar influencia la percepción de que los animales existen para ser usados por los humanos.

La Biblia cristiana, y las religiones occidentales en general, están colmadas de referencias al presunto “derecho divino” de los humanos de usar a nuestros homólgos no-humanos para nuestras propias necesidades. En este momento de la historia, es absurdo para cualquiera pensar que los humanos necesitan explotar a los animales. Hay muy poco que podamos ganar del sufrimiento de los animales no-humanos. Pero Dios supuestamente dijo que los podemos usar, así que continuamos haciéndolo, a pesar del hecho de que hemos sobre-evolucionado cualquier necesidad real que alguna vez hayamos tenido de hacerlo.

Los vivisectores argumentan que podemos aprender de los animales no-humanos, y usan esta afirmación para justificar la tortura y el asesinato de seres sensibles. Los radicales necesitan darse cuenta, como los vegans, de que lo único que podemos aprender de los animales es cómo vivir en una una relación sensata con nuestro ambiente. Necesitamos observar a los animales en su ambiente natural, e imitar sus relaciones ambientales dentro de lo posible. Tal comprensión de la armonía entre los humanos y la naturaleza algún día salvará y añadirá valor a más vidas que lo que el encontrar una cura al cáncer a través de la “ciencia” de la tortura animal jamás logrará. Después de todo, la raíz de la mayor parte de los cánceres es el maltrato humano de la naturaleza. Ningún radical esperaría encontrar una solución a tal problema en una mayor destrucción de la naturaleza por medio de la experimentación animal.

Las correlaciones entre especismo y racismo —entre el trato a los animales y a la gente de color— han sido explícitamente (y gráficamente) demostradas. En el libro The Dreaded Comparison: Human and Animal Slavery, Marjorie Spiegel astutamente hace increíbles comparaciones entre el trato a los animales por los humanos y el trato a las “razas inferiores” por los blancos, afirmando que “ambos tratos están construidos al rededor de la misma relación básica —aquella entre el opresor y el oprimido”. Como ilustra Spiegel, históricamente el trato de los no-blancos por los blancos ha sido espantosamente similar a aquel de los no-humanos por los humanos. Decidir que una opresión es válida y la otra no, es limitar conscientemente la comprensión del mundo; es optar por una ignorancia voluntaria, usualmente por conveniencia personal. “Una causa a la vez”, dice el pensador monista, como si estas dinámicas interrelacionadas pudieran ser esterlizadas y eliminada la relación que existe entre ellas.

El dominio masculino en forma de patriarcado y el especismo, producto del antropocentrismo, han sido expuestos con una claridad poética por Carol Adams en su libro: The Sexual Politics of Meat. El feminismo y el veganismo tienen mucho en común, y cada uno tiene suficiente para enseñar y para aprender del otro. Después de sacar comparaciones concretas entre la perspectiva patriarcal y el trato a los animales, Adams describe y pide que se reconozca la conexión profunda entre el estilo de vida vegan y el feminista.

Una comparación entre las relaciones interpersonales y las humano-animal que no ha sido examinada a fondo, que yo sepa, incluye el trato de los adultos hacia los niños y los jóvenes, así como el trato de los adultos hacia los ancianos. En cada caso, los oprimidos son vistos como seres desprovistos de una completa capacidad de hacerse cargo de sus acciones. Por ejemplo, los niños y los adultos mayores por igual son vistos como débiles e incompetentes (a pesar de su potencial real de responsabilidad). El etarismo está arraigado en algo que llamo adultocracia, que se refiere a la noción de que la adultez es poseída por una cierta calidad de responsabilidad no encontrada en los mayores o en los jóvenes. Como los animales, aquellos oprimidos por el etarismo son tratados como objetos desprovistos de carácter o valor individual. Son explotados en lo posible, consentidos cuando se estiman “tiernos”, pero casi nunca dotados del respeto ofrecido a los adultos humanos. Que los niños, los ancianos y los animales sean seres vivientes, pensantes y sintientes, de alguna forma se pierde en la búsqueda del adulto por dominio y poder. A diferencia del patriarcado, la adultocracia no requiere una jerarquía formal: afirma su dominio al convencer a sus víctimas de ser menos válidas que sus opresores adultos. Los no-humanos también pueden ser fácilmente invalidados. Un gran paso en esa dirección se da simplemente al privarlos de cualquier libertad de desarrollar carácter individual.

No hay duda de que el estado está del lado de aquellos que explotan a los animales. Con mínimas excepciones, la ley es definitivamente anti-animal. Esto se demuestra con el subsidio gubernamental de las industrias lácticas y cárnicas, de la vivisección y del uso militar de los no-humanos, así como de su oposición hacia aquellos que resisten contra la industria de la explotación animal. El político nunca comprenderá porqué el estado debe proteger a los animales. Después de todo, cada esfera de la vida social condena y fomenta su abuso. Actuar en los “intereses” de los electores (humanos) siempre se traducirá, por más absurdo que parezca, en actuar contra los intereses del reino animal, un extenso electorado que aún falta por recibir el derecho a voto.

Pero, el anarquista se pregunta, si cada animal fuera provisto de sufragio y después se reafirmara su necesidad de protección al votar, ¿tendríamos una mejor sociedad? Es decir, ¿realmente queremos que el estado se interponga entre los humanos y los animales, o preferiríamos eliminar la necesidad de tal barrera? La mayoría estaría de acuerdo en que la elección óptima sería dejar que los humanos decidan detener el consumo animal sin antes haber sido obligados a hacerlo. Después de todo, si la prohibición del alcohol causó tanto crimen y violencia, ¡imaginen el conflicto social que la prohibición de carne causaría! Así como la guerra de las drogas nunca afectará los problemas brindados por la dependencia química y su correspondiente “submundo”, ninguna guerra legal contra la carne tendría alguna oportunidad de frenar la explotación animal; simplemente causaría más problemas. Las raíces de este tipo de problemas se encuentran en el deseo social —creado y— reforzado para producir y consumir aquello que no necesitamos. Todo en nuestra sociedad actual nos dice que “necesitamos” drogas y carne. Lo que realmente necesitamos es destruir esa sociedad.

El vegan debe ir más allá de la comprensión monista de la opresión no- humana y entender sus raíces en las relaciones sociales humanas. Además, el vegan debe extender su estilo de vida de resistencia a la resistencia de la opresión humana.

La violencia en la vida diaria

Nuestra sociedad, pocos discreparían, está basada en gran parte en la violencia. Miremos donde miremos, parece, hay violencia, una percepción aumentada exponencialmente por las imágenes de los medios controlados por las corporaciones. Esta violencia, como parte de nuestra cultura y nuestra existencia, sin duda tiene una profunda influencia en nosotros, influencia cuyo extento difícilmente podemos esperar comprender en su totalidad algún día. Aquellos que están en el final receptor de la violencia naturalmente sufren un severo desempoderamiento. Como el poder es un concepto social, nosotros como personas no necesariamente comprendemos lo que significa para nosotros. Cuando percibimos una pérdida de poder, una de nuestras típicas reacciones es reafirmar el poco poder que nos queda. Una vez internalizados los efectos de la opresión, los llevamos con nosotros, usualmente para convertirnos en victimizadores. Es una verdad desafortunada que las víctimas usualmente se vuelven perpretadoras precisamente por haber sido victimizadas. Cuando la victimización toma forma de violencia física, ésta usualmente se traduce en más violencia.

Con ello en mente, podemos ver claramente por qué el abuso hacia los animales —ya sea directamente, como es el caso del maltrato hacia las mascotas, o indirectamente, como en el proceso del consumo de carne— se correlaciona con la violencia social. Los humanos que son maltratados tienden a maltratar a otros, y los animales se encuentran entre las víctimas más fáciles e indefensas. Esto expone aún otra razón por la cual aquellos preocupados por el bienestar de los animales deben combatir la opresión social.

Además, esta dinámica de causa-efecto funciona en ambas direcciones. Se ha demostrado que aquellos que son violentos hacia los animales —directa o indirectamente— también tienden a mostrar violencia hacia otros humanos. La gente que se alimenta de una dieta vegetariana, en este caso, es típicamente menos violenta que aquella que consume carne. La gente que abusa de sus mascotas difícilmente para ahí —sus hijos y parejas usualmente son los siguientes.

Es absurdo pensar que una sociedad que oprime a los animales no-humanos podrá convertirse en una sociedad que no oprima a los humanos. Reconocer la opresión animal entonces se convierte en un prerequisito para el cambio social radical.

La alienación en la vida diaria

En la raíz de la opresión, sostiene el radical, se encuentra la alienación. Los seres humanos somos criaturas sociales. Somos capaces de sentir compasión. Somos capaces de comprender que hay un bienestar social, un bien común. Porque podemos sentir empatía hacia otros, aquellos que nos enfrentan contra los demás como sociedades, comunidades e individuos, o como humanos contra la naturaleza, deben alienarnos de los efectos de nuestras acciones. Es difícil convencer a un humano a que cause sufrimiento a otro. Es aún más difícil convencer a un humano a dañar a un animal no-humano sin razón alguna, o de directamente contribuir a la destrucción de su propio ambiente natural.

Cuando una sociedad va a la guerra con otra, es imperativo que el líder de cada sociedad convenza a “las masas” de que la población adversaria es mala y sub-humana. Más allá, los líderes deben esconder los resultados reales de la guerra: violencia masiva, destrucción y derramamiento de sangre. La guerra es algo que sucede en otro lugar, nos dicen, y esos “extranjeros” que mueren lo merecen.

Las dinámicas opresoras en las relaciones sociales siempre están basadas en la dicotomía nosotros-ellos, con el opresor visto claramente como algo distinto al oprimido. Pues el opresor, el “nosotros” es supremo y privilegiado. El rico “entiende” que sus riquezas son adquiridas por métodos “justos” y “honestos”. Tanto el opresor como el oprimido son llevados a creer que es la discapacidad del pobre y su incompetencia lo que lo mantiene así. No se reconoce el hecho de que el privilegio económico automáticamente precipita la desigualdad. Simplemente no es suficiente darse la vuelta cuando a algunos se les permite coger más de lo que les corresponde. Pero los ricos son alienados de esta verdad. Deben de serlo, pues de otra forma no serían capaces de justificar la desigualdad a la que contribuyen.

El vegan entiende que la explotación humana y el consumo de animales son facilitados por la alienación. La gente no podría vivir de la forma en que lo hace —a expensas del sufrimiento animal— si entendiera los efectos reales de tal consumo. Esta es precisamente la razón por la cual el capitalismo tardío ha eliminado por completo al consumidor del proceso de producción. La tortura sucede en otro lugar, detrás de puertas (fuertemente) cerradas. Si se les permitiera empatizar con las víctimas de la opresión de las especies, los humanos no podrían continuar con sus vidas como actualmente lo hacen.

Los humanos deben de mantenerse alienados de la simple lógica que existe detrás del veganismo. Para mantener la dicotomía nosotros-ellos entre humano y “animal” (¡como si nosotros no fuéramos animales!), no se nos puede permitir escuchar los argumentos básicos en favor de trascender esta falsa sensación de dualidad.

Se nos dice que los humanos pueden emplear lingüismos y estilos de razonamiento complejos. Los no-humanos no pueden. Los humanos son personas, los demás son bestias, en el mejor de los casos. Los animales son menos que los humanos no por naturaleza, sino por deshumanización activa, un proceso mediante el cual la gente conscientemente despoja a los animales de su valor. Después de todo, la inhabilidad de hablar o razonar de forma “inteligente” no somete a los infantes o a la gente con severo retraso mental a la violencia que millones de no-humanos sufren a diario.

Afrontémoslo, la dicotomía entre el humano y el animal es más arbitraria que científica. No es más diferente que aquella planteada entre “blancos” y “negros” o “rojos” o “amarillos”; entre adulto y niño; entre hombre y mujer; entre heterosexual y homosexual; local y extranjero. Las líneas se dibujan sin cuidado pero con una intención tortuosa, y nuestro pensamiento está modificado por las instituciones que nos llevan a creer que nosotros estamos en lado de la línea, y que esa línea es racional.

En la vida diaria, nos alienamos de los resultados de nuestras acciones más básicas. Cuando compramos un producto comestible en la tienda, podemos leer la lista de ingredientes y usualmente sabemos si en el proceso de producción se asesinó y/o torturó animales. ¿Pero qué sabemos de la gente que hizo ese producto? ¿Se les pagó menos a las mujeres que a los hombres? ¿Fueron los negros subyugados por los blancos en el piso de la fábrica? ¿Se pisoteó el esfuerzo de un sindicato o colectivización de trabajadores? ¿Se asesinó a cien de ellos en una protesta que exigía un salario digno?

Cuando yo, como hombre, converso con una mujer o con alguien menor que yo, ¿soy dominante y prepotente como he sido condicionado a ser por una sociedad patriarcal? ¿Me veo a mi mismo como persona “blanca”, “superior” a los “negros” (aún inconscientemente)? ¿veo a las personas de color como inherentemente distintas a mi? Estas son preguntas que no se nos fomenta a hacernos. Pero que debemos. Para superar/vencer la alienación, debemos ser vigilantemente críticos no sólo del mundo que nos rodea, sino también de nuestras propias ideas, perspectivas y acciones. Si queremos extinguir la opresión en nuestras cabezas, debemos cuestionar constantemente nuestras creencias y suposiciones. Lo que debemos preguntarnos como individuos son los efectos de nuestras acciones, no solo sobre aquellos que nos rodean, sino también en nuestro entorno natural.

Como un componente clave de la perpetuación de la opresión, toda la alienación debe destruirse. Mientras podamos ignorar el sufrimiento en el matadero y el laboratorio de vivisección, podemos ignorar las condiciones del tercer mundo, del gueto urbano, del hogar abusivo, del aula autoritaria, y demás. La habilidad para ignorar una opresión es la habilidad para ignorar cualquier otra opresión.

La acción revolucionaria

Comprendernos a nosotros mismos y nuestras relaciones con el mundo que nos rodea no es más que el primer paso hacia la revolución. Así, debemos aplicar nuestra comprensión a un práctico programa de acción. Cuando hablo de acción, no me refiero solamente a los eventos semanales o mensuales en los que, en colaboración con un grupo organizado, exponemos nuestras creencias en una manifestación, o cuando ejecutamos un atraco planeado a un lugar de opresión.

La acción no es tan limitada. Puede encontrarse en nuestras vidas diarias, nuestra rutina y nuestras actividades no tan rutinarias. Cuando hablamos de nuestras creencias y las promovemos en conversaciones, en el trabajo, durante la cena, estamos actuando. De hecho, ya sea que nos demos cuenta o no, todo lo que hacemos es una acción o una serie de acciones. Reconocer esto nos permite transformar nuestras vidas diarias de reprimidas y alienadas a liberadoras y revolucionarias.

El papel del revolucionario es simple: convertir tu vida en un modelo en miniatura de la sociedad alternativa y revolucionaria que imaginas. Eres un microcosmos del mundo que te rodea, y aun la más básica de tus acciones afecta al contexto social del que eres parte. Tu puedes hacer de esos efectos algo positivo y radical en su naturaleza.

La revolución debe volverse parte de nuestro estilo de vida, guiada por una visión y alimentada por la compasión. Cada pensamiento, cada palabra, cada acción debe estar arraiazada en la praxis radical. Debemos liberar nuestros deseos a través de la crítica constante de lo que hemos sido enseñados a pensar, y de una búsqueda persistente de lo que realmente queremos. Una vez conocidos nuestros deseos, debemos actuar en sus intereses.

Después de identificar como trabaja nuestra sociedad y decidir lo que queremos, debemos comenzar a desmantelar el presente y a construir el futuro —y debemos hacerlo simultáneamente. Mientras derribamos los vestigios de la opresión, debemos también crear, con análisis y espontaneidad al mismo tiempo, nuevas formas de relación social y ambiental, facilitadas por instituciones nuevas y frescas. Económicamente hablando, la propiedad privada de ahora debe convertirse en propiedad social mañana. Donde la producción, el consumo y la asignación de recursos son ahora dictados por fuerzas de mercado irracionales, en el futuro debe hacerlo un sistema racional para la adquisición y distribución de bienes materiales y servicios con un enfoque en la igualdad, diversidad, solidaridad, autonomía y/o los que queremos sean los valores que guían nuestras visiones.

Como visionario, el vegan ve al mundo libre de explotación animal. Más aún, ve una relación realmente pacífica y sana entre la sociedad humana y su ambiente natural. El movimiento de ecología profunda nos ha enseñado que la naturaleza no-animal tiene un valor que no puede ser cuantificado en términos económicos, así como los vegans han demostrado el valor de los animales no-humanos, un valor que no puede ser calculado por economistas, sino simplemente medido por la compasión humana.

Esa compasión, demostrada hacia el proletariado por los socialistas, hacia las mujeres y “queers” por los feministas, hacia gente de color y etnias marginadas por los intercomunalistas, hacia los jóvenes y ancianos por los jovenistas, y hacia aquellos al final de la punta de la pistola del estado por los libertarios, es la misma compasión que los vegans y ambientalistas radicales sienten hacia el mundo no-humano. Que cada uno de nosotros necesita convertirse en todos estos “tipos” de radicales —e incorporar sus ideologías en una teoría, visión, estrategia y práctica holística— es una verdad que no podemos permitirnos ignorar.

Sólo una perspectiva y estilo de vida basados en una verdadera compasión pueden destruir las conceptualizaciones opresivas de la sociedad actual y comenzar una nueva al crear relaciones y realidades deseadas: Esto, para mí, es la esencia de la anarquía. Nadie que fracase en adoptar todas las luchas contra la opresión como suyas llena mi definición de anarquista. Puede parecer mucho por pedir, pero nunca dejaré de pedirlo a cada ser humano.

Epílogo de la tercera impresión

Cuando la segunda edición de este panfleto se imprimió hace casi un año, añadí un pequeño “epílogo” proclamando mi preocupación sobre algunas de las nociones expresadas en el texto original. Más que hacer cambios editoriales serios al contenido del ensayo, el cual creo aún se mantiene como un tratado sólido, he optado por discutir algunas de mis más recientes conclusiones en el tema.

En cuanto a Liberación, entre los problemas que tengo ahora con la pieza original es el uso del término “liberación” por mi y otras personas para describir lo que es en realidad la liberación de animales de la explotación y la opresión a manos de los humanos.

Creo que la liberación es un concepto particularmente humano, basado en el proceso subjetivo de crear conciencia y auto-empoderamiento. La liberación es personal, y es mucho más complicada que simplemente quitar cadenas físicas. Cuando un prisionero es liberado de los confines de la encarcelación, el no ha sido necesariamente “liberado” de la opresión de una sociedad autoritaria. El simplemente ha salido de su celda.

Alcanzar la liberación en si quizás sea un ideal imposible para cualquier terrestre —es algo que va a veces más allá de las capacidades de cualquier animal. Puede sostenerse que los animales que son abusados y violados (y obviamente sufren daño psicológico) deben, como los humanos oprimidos, pasar por un proceso de recuperación psicológica o subjetiva. Pero aún la recuperación personal, teoréticamente dentro de las capacidades de muchas especies de animales no-humanos, no es verdaderamente una liberación. Como la liberación, definida por mi, requiere una concienciación social, para la cual los no-humanos (y algunos humanos) simplemente no poseen la capacidad, su textura es más compleja que aquella de la recuperación. Todo esto puede parecer un problema de semántica. Sin embargo, insisto en que hay mucho más.

Durante mucho tiempo, la liberación humana ha sido percibida simplemente como un proceso social/estructural. Cuando cambiamos las condiciones de la sociedad, nos liberamos. Creo que un acercamiento mucho más dialéctico se encuentra en proceso. Debemos liberarnos, como colectivos o individuos, antes de restructurar la sociedad de forma que pueda ser conductora a la liberación. Al mismo tiempo, antes de poder volvernos personalmente liberados (empoderados, ilustrados, etc), debemos reestructurar la sociedad y sus instituciones.

Esto puede parecer una Trampa-22, convirtiéndonos en gatos persiguiendo su propia cola. Pero cuando vemos esto de forma dialéctica, como un proceso gradual y bilateral de reflujo y flujo, la complejidad de la teoría liberacionista comienza a revelarse.

Los auto-proclamados “liberacionistas animales”, típicamente activistas dedicados y sinceros, tienden a olvidar dos puntos. Primero, una solamente puede liberarse a si misma. Lo máximo que podemos esperar a hacer por otros es liberarlos de las limitaciones que impiden su auto-liberación. Segundo, solamente aquellos quienes comprenden la complejidad de su propia opresión pueden combatirla a través de procesos de liberación.

Por innumerables siglos, los mayores intentos humanos hacia la liberación se han traducido en desesperadas luchas para simplemente liberarse de la imposición autoritaria de la sociedad opresora. Como los animales enjaulados, ha habido muy poco en nuestro sitio más que destrucción de la jaula en si.

A diferencia de los animales enjaulados, sin embargo, nosotros tenemos el potencial para comprender por qué la jaula existe en primer lugar. Sabemos que siempre habrá más jaulas y hasta que destruyamos la máquina social que produce esas cajas(tanto para humanos como para nohumanos), lo más cercano que podemos esperar a llegar a la liberación es la libertad momentaria y relativa.

Redefiniendo el veganismo, también me gustaría clarificar mi definición de algunos términos, el más importante siendo “veganismo”.

Mi definición original era correcta, creo, pero se confunde en contexto con el resto del ensayo, no distinguiéndola lo suficiente de lo que llamo “vegetarianismo”. Déjenme ser claro: el veganismo es la abstinencia consciente de acciones que contribuyen, directa o indirectamente, al sufrimiento de seres sensibles, ya sean estos animales o humanos, por razones éticas. La gente se vuelve vegan a través de dos caminos principales: preocupación por derechos/bienestar/libertad animal, y preocupación por el ambiente natural (severamente dañado por la cría de animales).

La abstinencia del consumo de alimentos derivados de animales es simplemente vegetarianismo. Abstinencia del consumo de carne, típicamente referida como “vegetarianismo” es correctamente llamada ovo-lacto vegetarianismo, pues sus practicantes continúan consumiendo lácteos y huevos. La mayoría de las personas son vegetarianas porque la dieta es más sana. Por lo tanto no tienen ninguna razón obvia para abstenerse de bienes de piel, productos experimentados en animales y demás.

Es importante notar que el veganismo no es un estado de ser absoluto. Primero que todo, hay muchas interpretaciones en cuanto a lo que constituye un ser sensible. Algunos argumentan que todos los animales, desde los mamíferos hasta los insectos, deben ser incluidos completamente en la categoría. Al extremo, hay quienes creen que las plantas y animales por igual merecen tal distinción, y por lo tanto deciden alimentarse simplemente de frutos y nueces (a estas personas comunmente se les llama “frutarianas”).

Aún, otros insisten en que muchos animales de quienes no se puede demostrar tengan un albedrío individual, carácter distintivo, aparatos nerviosos completos o cualquier semblanza de emoción, como los insectos y los crustáceos, no son “sensibles” por definición.

No tengo espacio suficiente en este panfleto para ahondar en el debate, pero basta decir que cualquiera que sean las especificaciones de las definiciones de cada uno, debe entenderse que compartimos los mismos principios generales, y todos pretendemos alcanzar ese ideal lo mejor que podemos.

Segundo, el veganismo es un ideal al que solo podemos esperar alcanzar. Muchos productos que se han convertido en “necesidades” de la vida moderna, como los vehículos, el film fotográfico, etc, contienen partes derivadas de animales.

La comida para mascotas es otro tema controversial. Es importante apuntar que sólo podemos esperar dar lo mejor de nosotros hacia tomar enormes pasos personales hacia nuestro ideal. Aún si todo lo que hacemos es dejar de comer carne este año, aunque queda corto para lo que los veganos consideran una simple conversión a una forma de vida compasiva, estamos reduciendo dramáticamente nuestra contribución personal hacia la explotación de los nohumanos.

Un agotamiento es lo que sucede cuando pedimos demasiado de nosotras mismas, y pedir demasiado a los demás solo trae como consecuencia una mayor alienación.

Las responsabilidades del Estilodevidismo: Soy el primero en asquearse con aquellos radicales pesados, principlamente de la “vieja escuela”, quienes proclaman que los estilos de vida deben quedar en un segundo plano tras el cambio social “real”, el cual está limitado a la reestructuración de las instituciones sociales. Aún, su crítica de aquellos quienes, del lado opuesto, creen que el cambio personal será de hecho la revolción al ser practicados a mayor escala, es bastante importante.

Debemos evitar cualquier extremo. Desafortunadamente, los anarquistas contemporáneos y vegans por igual tienden hacia el enfoque estilodevidista. Como he descrito en la primera sección de este apéndice, hay una dialéctica fundamental involucrada. Y, como mencioné a través de Liberación animal y revolución social, el simple acto de cambiar nuestro estilo de vida, aún siendo este seguido por millones más, no puede cambiar al mundo y a las estructuras sociales modificadas por las élites para servir a sus propios intereses.

Algunos radicales llegan al punto de afirmar que nuestros estilos de vida cambiarán “después de la revolución”. Tal noción es simplemente tonta. Aquellos de nosotros quienes hemos sido criados para ser consumidores ciegos, ciudadanos obedientes, esposos, esposas y demás, debemos de alterar radicalmente nuestras actividades diarias, o de otra forma seremos incapaces de dirigir una sociedad liberada en el futuro. En efecto, ni siquiera buscaremos cambiar radicalmente al mundo que nos rodea hasta que aprendamos a dejar de valorar los efectos y elementos superficiales y espectaculares del presente.

No estableceremos una economía socialista que desanime la producción de carne debido a su alto coste social y ambiental a menos que estemos dispuestos a dejar la carne. Una inevitable obligación de una economía sana será la abolición de las industrias explotadoras de animales, y obviamente ello vendrá antes de tiempo para aquellos con el poder de construir tal economía (eso es, la gente). Pero ¿para qué luchar contra un sistema que resultaría en nuestra inhabilidad para comer carne si no podemos sobrellevarlo ahora?

Finalmente, es importante notar que los cambios del estilo de vida, como hacerse vegan, realmente no constituyen ningún tipo de activismo concreto. Ser activista es mucho más que simplemente tomar una posición, especialmente una silenciosa.


Brian A. Dominik,
Octubre de 1997

Nota de la traducción:

Intenté adherirme lo más posible al texto original, aún cuando éste se encontrara repleto de errores gramaticales y usara constantemente palabras modificadas (palabras que no existen en el diccionario, pero cuyo significado es comprendido fácilmente al estas simplemente ser variaciones de palabras existentes). Aún tengo dudas sobre el uso de la palabra libratory (balanceada) y su probable confusión con la palabra liberatory (inexistente, también, pero fácilmente comprendida como liberadora), pues según el contexto, el uso de la primera no tiene mucho sentido. También me gustaría aclarar que el autor uso el adjetivo posesivo “her” (suyo, de ella) como término neutro, contra el uso de his (suyo, de él), como un típico intento de cambiar el lenguaje sexista —aunque en inglés es más fácil y común usar “their” (de ellos/as) en esta situación. Intenté hacer lo mismo en la traducción, pero al final opté por usar el término masculino como neutro. La razón es que escribir dos artículos (el/la, los/las) y colocar o/a o e/a al final de cada sustantivo (opresores/as, implicado/a), o sustituir en lo posible por una x (el/la, lxs, opresorxs, implicadx) complicaba bastante la lectura del texto, y feminizar todos los artículos y sustantivos referentes a humanos creaba confusión y lograba la misma sobredominación de un género que al final es lo que se intenta evitar. Si alguien cree que ha habido un error de interpretación, no dude en contactar a quien distribuya este panfleto.

-Koxol. Agosto del 2008