Título: Lección histórico-sociológica
Autor/a: Anselmo Lorenzo
Fecha: 1908
Notas: Publicado originalmente en Tierra y Libertad el 7 de mayo de 1908. La sección “El 1º de mayo” ha sido publicada en otras oportunidades bajo el título “La fiesta del trabajo”.

        El 1º de mayo

        El 2 de mayo

El 1º de mayo

¡Fiesta del Trabajo! y en el Génesis, que la masa de ignorantes y de hipócritas acata como revelación divina, se afirma que a una humanidad nacida en un paraíso de delicias se le impuso el trabajo como una maldición, como un castigo, como una venganza, por haber cometido el pecado de vivir, porque quiso saber, porque comió el fruto prohibido del árbol de la ciencia.

¡Fiesta del Trabajo! y en una sociedad enriquecida por la inteligencia y por el esfuerzo de los trabajadores de todas las generaciones y de todos los países, que vivieron en la esclavitud y en la servidumbre y viven hoy sometidos al salario, hay un 40 por 100 de obreros sin jornal a quienes se deja morir de miseria en sus tugurios o se les acorrala a tiros o a sablazos en cuanto se atreven a levantar la voz en la plaza pública en defensa de sus derechos.

¡Fiesta del Trabajo! y en nuestro Código Civil, para justificar la usurpación que concede al propietario el monopolio de los frutos naturales, de los frutos industriales y de los frutos civiles, se presume que todas las obras, siembras y plantaciones son hechas por el propietario.

No; los trabajadores conscientes, los que llevan la iniciativa del progreso, los que continúan la obra que se pretendió dejar paralizada en 1789, los que reivindican para todas y para todos la participación en el patrimonio universal, al ver pasar esas procesiones de obreros que llevan a la cabeza sus jefes y sus banderas rojas y pasan ante la benévola tolerancia de las autoridades, la simpatía burguesa y el elogio periodístico, los señalan con el dedo diciendo: «¡He ahí el Cuarto Estado, el fruto del adulterio cometido por la Burguesía y el Socialismo!»

Cuando los del Quinto Estado, los parias, los que no tienen ni tendrán ya jornal, los reemplazados por las máquinas, los que no tienen acciones de ninguna cooperativa, ni cotizan en ninguna casa del pueblo o bolsa del trabajo, los que con el nombre de Vagabundos presenta Gorki como una vergüenza y como una acusación, aquellos a quienes solidariza la coincidencia de la necesidad y de la indignación, se decidan a echar a rodar el simbólico banquete de la vida y hagan mesa redonda para todo el mundo, se celebrará espléndida de Verdad, de Justicia y de Belleza la Fiesta del Trabajo.

Hasta tanto... el derecho de accesión, el pacto del hambre, el álbum policiaco, el invento mecánico diario, el casero, el prestamista, la prole hambrienta y otras mil zarandajas sociales hacen que el 1º de Mayo valga tanto como el 1º de Noviembre.

El 2 de mayo

¿Qué hubiera sucedido en Madrid el 3 de mayo de 1808, si Daoiz y Velarde hubieran quedado vivos y sometidos a sus jefes después de sus hazañas del día 2?

Pues sencillamente: Daoiz y Velarde hubieran sido fusilados por desobedientes y causantes de una insurrección popular, con la circunstancia agravante de haber abierto al pueblo insurrecto el parque, el depósito nacional de las armas, y en vez del título de héroes que hoy inmortaliza su nombre hubieran muerto calificados de traidores.

Júzguese por este dato histórico: el capitán general Negrete se hallaba el 2 de mayo de 1808 en la Casa de Correos, formando parte del Consejo de guerra, presidido por el general francés Grouchi, encargado de aplicar el bando sanguinario de Murat.

Fernández de los Ríos echaba de menos en las relumbrantes comitivas de los fastuosos aniversarios del 2 de mayo la representación del elemento popular donde, dice, «no se ven más que uniformes, togas, sombreros galoneados, bandas, cruces y fajas», cuando la única participación oficial española en aquel día fue la del indicado general y la orden de retener la tropa encerrada en los cuarteles.

Está perfectamente comprobado que el movimiento independiente español fue puramente popular, opuesto al pensamiento de los mandarines. La Junta Suprema de gobierno, dando cuenta a las autoridades civiles y militares de provincias de los sucesos del 2 de mayo, exigía que no se repitiese el incidente provocado por un corto número de rebeldes, e imponía pena de muerte a los que hicieran armas contra las tropas francesas.

El Consejo de la Inquisición y todas las autoridades en general censuraban el movimiento popular, y el rey Fernando felicitó a Napoleón por sus triunfos en España.

¿Qué hay, pues, de positivo, de verdadera enseñanza histórica en los sucesos que se recuerdan en esta fecha?—¡La rebeldía popular! ¡La pasividad del ejército!

El sentimiento de la Independencia, que en el fondo es esencialmente liberal, es aquí relativamente secundario; lo principal es el desacato a la autoridad, la santa indisciplina — como dijo en pleno parlamento español un diputado militar y patriota —para llegar a la realización de un ideal combatido por todas las fuerzas estacionarias y regresivas, y triunfante al fin por la convicción profunda y por la constancia obstinada del pueblo.

Esa enseñanza se completa con la consideración de que los españoles privilegiados o aspirantes al privilegio que hoy celebran con ostentación y pompa aquellos acontecimientos, son los sucesores de los que entonces mandaban fusilar por rebeldes a los chisperos, a los manolos, a los trabajadores madrileños, a los verdaderos amantes de la independencia.