Título: Anarquismo: Argumentos a favor y en contra
Autor/a: Albert Meltzer
Fuente: Recuperado el 19 de noviembre de 2013 desde alasbarricadas.org
Notas: Título original: “Anarchism: Arguments for and against”. Traducido por Sohbar. Las fechas están en el calendario holoceno (que aumenta 10 mil años a la fecha actual) para evitar un calendario religioso.

      Introducción

        Los antecedentes históricos del anarquismo

      Doctrinas inalienables de anarquismo

        Que la humanidad nace libre

        Si la humanidad nace libre, la esclavitud es asesinato

        Como la esclavitud es asesinato, entonces la propiedad es robo

        Si la propiedad es robo, el gobierno es tiranía

        Si el gobierno es tiranía, la anarquía es libertad

      La lucha de clases

      Organización y anarquismo

      El rol de un anarquista en la sociedad autoritaria

        El control de los trabajadores

        El anarquista como rebelde

        No violencia

        Objetivos inmediatos del anarquista

        Autodefensa de los trabajadores

        ¿Cómo sucederá la revolución?

      Ocasionar la nueva sociedad

        ¿Qué constituye una sociedad autoritaria?

        ¿Puede uno arreglárselas sin el Estado?

        El mito del dinero

        El mito del impuesto

        El efecto de la inmigración

        La abolición de los sistemas de salario y monetario

        ¿Es el anarquismo compatible con el capitalismo?

        Control de la comunidad

        ¿Necesita haber una sociedad transicional?

        Una sociedad libre

        Los empleadores no dan trabajo

        Objeciones al anarquismo

        Liderazgo

        ¿Puede la opinión pública por sí misma ser autoritaria?

        Unidad

      Las críticas marxistas del anarquismo

        Burgueses baladís

        Vanguardias

      La crítica social-demócrata del anarquismo

      La objeción liberal-demócrata al anarquismo

      La objeción fascista al anarquismo

      La objeción de una persona promedio al anarquismo

        La reducción del anarquismo a la marginación

Introducción

Los antecedentes históricos del anarquismo

No es sin interés que lo que puede ser llamado el acercamiento anarquista regresa a la antigüedad; ni que hay una especie de anarquismo en los movimientos campesinos que lucharon contra la opresión de Estado por siglos. Pero el movimiento anarquista moderno no podía proclamar tales precursores de la revuelta como propios más que otras teorías modernas de la clase trabajadora. Para seguir los pasos del movimiento anarquista moderno, debemos mirar de cerca nuestros propios tiempos. Mientras hubo grupos libertarios y no-estatistas y federalistas, que en retrospectiva fueron después anarquistas, antes de la primera mitad del siglo XIX, fue que solo entonces se volvieron en lo que ahora llamamos Anarquistas.

En particular, podemos citar tres precursores filosóficos del Anarquismo, Godwin, Proudhon y tal vez Hegel. Ninguno de ellos fue de hecho un Anarquista, aunque Proudhon usó primero la palabra en su sentido moderno (tomándola de la Revolución Francesa, cuando fue usada primero políticamente y no por completo peyorativamente). Ninguno de ellos se dedicó a la actividad Anarquista o la lucha, y Proudhon se dedicó a la actividad parlamentaria. Uno de los más pobres libros, aunque ostensiblemente objetivo, del Anarquismo, el Anarquismo del juez Elztbacher, describe al Anarquismo como un tipo de teoría hidracéfala de la cual una parte viene de Godwin o Proudhon o Stirner (otro que nunca dice anarquismo) o Kropotkin, cada uno una variación diferente sobre el tema. El libro puede ser echado de lado como un libro sin valor excepto en su descripción de lo que este hombre particular pensó. Proudhon no escribió un programa para todo el tiempo, ni lo hizo Kropotkin en su tiempo para una secta de Anarquistas. Pero otros libros escritos por académicos son igualmente invalorizados: muchos profesores tienen una visión del anarquismo basada en la prensa popular. El Anarquismo no es un teoría estúpida de la destrucción ni, a pesar de algunas concepciones literarias de la mentalidad liberal, es adoradora de héroes por gente o instituciones, sin importar lo liberados que puedan estar.

Godwin es el padre del movimiento Sociedad Sin Estado, el cual divergió en tres líneas. Una, aquella de los Anarquistas (con la que tratamos). Dos, aquella del Individualismo Americano clásico, en cual incluyó Thoreau en su escuela, algunas veces pensada como anarquista, pero el cual igualmente da lugar al ‘individualismo fuerte’ del capitalismo ‘libertario’ moderno y a los cultos pacifistas de Tolstoy y Gandhi que influyeron en toda la cultura hippy. El Individualismo (aplicándolo al capitalismo y no al trabajador) se ha convertido en una doctrina de la derecha.

La segunda línea de descendencia de Godwin es responsable por el acercamiento ‘Anarquista Pacifista’ o el acercamiento ‘Anarquista Individualista’ que difiere radicalmente del anarquismo revolucionario en la primera línea de linaje. Algunas veces es también inmediatamente concedido que ‘esto es, después de todo, anarquismo’. Los movimientos pacifistas, y del tipo de Gandhi en particular, son usualmente totalitarios e imponen la autoridad (incluso solo por medios morales); la escuela de Benjamin Tucker —por virtud de su individualismo— aceptó la necesidad de la policía para romper huelgas y también para garantizar la ‘libertad’ del empleado. Toda esta escuela de los llamados Individualistas acepta, en un momento u otro, la necesidad de la fuerza policiaca, por tanto del Gobierno, y la definición de anarquismo es sin Gobierno.

La tercera escuela del linaje de Godwin es liberalismo simple o individualismo conservador.

Tratando aquí con el ‘primer linaje’ desde Godwin, su idea de una Sociedad Sin Estado fue presentada en la clase trabajadora por Ambrose Cuddon (jun). Su socialismo revolucionario internacionalista y no-estatista llegó los últimos días del Cartismo inglés. Tenía simpatía con los Proudhonianos franceses. Aquellos que en París aceptaron la teoría de Proudhon no se consideraban a sí mismos Anarquistas, sino Republicanos. Fueron la mayor parte artesanos autoempleados gestionando sus propios negocios productivos. Toda la economía francesa estaba engranada tanto en el campesinado como con los artesanos — esto es, el negocio unipersonal de impresor, doblador de libros, fabricante de vagones y carritos, herrero, costurero, orfebre, pulidor de diamantes, fabricante de sombreros distintos de la fábrica o el trabajador de campo de la época, quienes trabajaron para un jefe. Independiente, individualista y sin recibir beneficio del Estado pero el dudoso privilegio de pagar impuestos y pelear, ellos estaban en aquella época interesados en encontrar un método económico de sobrevivencia y de resistir el capitalismo violento.

Marx los describe como ‘burgueses baladís’ (petty bourgeois), quienes tuvieron un significado diferente en el siglo decimonónico. Él, justificablemente, aseguró que estos ‘burgueses baladís’ no eran tan disciplinados como los trabajadores de las fábricas (él menospreciaba a los granjeros) y dijo que cuando fueron forzados a la industria, no siguieron fielmente la línea fijada por un partido disciplinado de fuera de la clase, pero eran independientes de pensamiento y problemáticos a la organización impuesta desde arriba, su frustración llevaba a la violencia. Ellos se movieron al anarquismo y a través del sindicalismo se extendieron en la clase trabajadora. (Esta afirmación es dicha actualmente por los Marxistas, cuando el término ‘pequeño burgueses’ significa algo completamente diferente —abogados y contadores de alquiler— y por tanto hace el sensible análisis de Marx sonar completamente ridículo).

Estos movimientos franceses e ingleses vinieron juntos en la Primera Internacional. La Asociación Internacional de los Trabajadores (International Workingmen’s Association) debe su existencia a Marx, indirectamente a la filosofía hegeliana. Pero dentro de la Internacional, no había solamente el ‘socialismo científico’ de Marx, sino también el Socialismo Utópico, el Blanquismo (republicanismo de la clase trabajadora), el Sindicalismo Inglés, el socialismo alemán autoritario y oportunista, y socialismo sin Estado tanto español como suizo e italiano, y también Republicanismo nacional y las varias tendencias federalistas.

Bakunin no fue el ‘padre’ del anarquismo, como es descrito a menudo. Él no fue un anarquista hasta después en su vida. Él aprendió su federalismo y socialismo de los trabajadores suizos de la Jura, y dio expresión a las ideas de los ‘federalistas’ godwinianos y proudhonianos o socialistas sin-Estado. En muchos países, España e Italia en particular, fue el criticismo de Bakunin a las ideas de Marx que dio al movimiento federalista su definición. (Mientras para los Anarquistas, Marx es por supuesto “el malvado de la película” en la Internacional, debe ser asumido que sin Marx definiendo una forma de socialismo no hubiera habido choque, no porque Bakunin definiera el opuesto).

Había crecido por 11,869 C.H. una tendencia notable dentro de la Internacional que fue llamada ‘Bakuninista’ que fue una línea de Godwin y otra de Proudhon. Cuando la Comuna de París explotó en la cara de la Internacional, fue la separación del camino (aunque esto era aplazado un poco más y parecía seguir líneas personales). Los no-Anarquistas y Marxistas supieron por sus diferentes análisis e interpretaciones y acciones durante la Comuna de París, que estaban separados.

Todos lo mismo, por muchos años los Anarquistas continuaron a formar parte del Movimiento Socialista que incluyó Marxistas y Social-demócratas. Marx no tuvo éxito en construir un movimiento en masa. El movimiento socialista alemán estaba más influenciado por Lasalle; el socialismo inglés por reformistas y tradiciones cristianas de inconformidad radical. Solamente después de la muerte de Marx, cuando el Marxismo era la doctrina oficial de la social-democracia alemana, los Anarquistas fueron finalmente excluidos de Internacionales Socialistas; la social-democracia marchó a su propio cisma, que entre el Liberalismo inglés por una parte y la social-democracia por la otra; y aquella entre la ‘mayoría’ Social-Demócrata (Bolcheviques, en realidad nunca más que una minoría) y el reformismo.

No hubo cismas en aquella época en el movimiento anarquista como tal. La opinión popular hizo de tales figuras como Tolstoy (lo que nunca aseguró ser) un anarquista (él no lo era; ni en el sentido normal de las palabras fue un cristiano o un pacifista, como popularmente se supone, pero sus idólatras siempre saben mejor que él), aunque derivado de la ‘segunda línea’ del Godwinismo como muchos otros Anarquistas de caricatura. Lo que podemos llamar ‘corriente principal’ del anarquismo fue coherente y unida, y le fue dado cuerpo por los escritos de un numero de teóricos, tales como Piotr Kropotkin.

Después de la represión sangrienta de la Comuna de París y la represión en muchas partes del mundo — notablemente la Rusia zarista, el Anarquismo pasó a su bien conocida etapa de terrorismo individual. Peleó en contra y sobrevivió y dio nacimiento a (o fue llevado adelante) el movimiento sindicalista revolucionario el cual comenzó en Francia. Es terreno perdido después de la Primera Guerra Mundial, por el resurgimiento del sentimiento patriótico, el crecimiento del socialismo reformista y el ascenso del fascismo; y mientras hacía una contribución a la Revolución Rusa, fue derrotado por la contrarrevolución Bolchevique. Fue visto en ambas, la resistencia y en un papel constructivo en la Revolución Española de 11,936 C.H.

Por la época de la Segunda Guerra Mundial, el Anarquismo había sido puesto a prueba en muchas situaciones revolucionarias y luchas laborales. Formas alternativas han sido probadas y descartadas; la Revolución Alemana había presentado la idea de Consejos de Trabajadores. La experiencia de la IWW norteamericana había mostrado la posibilidades del sindicalismo industrial y ‘cómo uno podía construir la nueva sociedad en el cascarón de la vieja’. La doctrina anarquista fue formada en el argumento del ‘pedernal contra pedernal’ contra el Comunismo Marxista, la lección de lo que socialismo sin libertad significó en Rusia y el fallo del socialismo reformista en todos lados.

No hubo nunca teóricos del Anarquismo como tales, aunque produjo un número de teóricos quienes debatieron aspectos de la filosofía. El Anarquismo ha permanecido como credo que ha sido mejorado con la práctica en lugar que con la filosofía. Muy seguido, un escritor burgués llega y escribe lo que ha sido ya ejercitado en la práctica por los trabajadores y campesinos; le es atribuido por historiadores burgueses como ser el líder y por consecutivos escritores burgueses (citando a los historiadores burgueses) como ser un caso más que prueba que la clase trabajadora depende del liderazgo burgués.

Más seguido, académicos burgueses toman prestado el nombre ‘Anarquismo’ para dar expresión a sus propias filosofías liberales o, alternativamente, tomando apunte de periodistas, variados objetos de su disgusto. ¡Para algunos profesores o maestros, ‘Anarquismo’es cualquier cosa desde el Tolstoísmo hasta la IRA*, desde consumo de drogas hasta sindicalismo militante, desde nacionalismo hasta bolcheviquismo, desde el culto hippy hasta el fundamentalismo islámico, desde la escena punk hasta la resistencia violenta hasta cualquier cosa! De ninguna manera es una exageración sino un signo de analfabetismo académico, para ser distinguido de periodistas quienes en los 11,960s obedecieron una directiva para llamar a cualquier cosa Marxista-Leninista que involucrara acción como ‘Anarquista’ y a cualquier cosa Anarquista como ‘nacionalista’.

Doctrinas inalienables de anarquismo

Que la humanidad nace libre

Nuestros derechos son inalienables. Cada persona nace en el mundo como heredero de todas las generaciones precedentes. El mundo entero es nuestro por el derecho mismo de nacer. Deberes impuestos como obligaciones o ideales, tales como el patriotismo, el deber hacia el Estado, la adoración de dios, la sumisión a las clases altas o a las autoridades, el respecto por los derechos heredados, son mentiras.

Si la humanidad nace libre, la esclavitud es asesinato

Nadie es apropiado para gobernar sobre alguien más. No se supone que la Humanidad sea perfecta o que simplemente a través de su natural bondad (o falta de la misma) a ella deba (o no deba) de serle sea permitido gobernar. Gobernar como tal provoca abuso. No hay superhombres ni clases privilegiadas quienes estén por encima de la ‘Humanidad imperfecta’y sean capaces o estén autorizados a gobernar al resto de nosotros. La sumisión a la esclavitud significa rendición de la vida.

Como la esclavitud es asesinato, entonces la propiedad es robo

El hecho de que la Humanidad no puede entrar en su herencia natural significa que parte de esta ha sido tomada de él o ella, ya sea por medio de la fuerza (vieja, legalizada conquista o robo) o fraude (persuasión de que el Estado o sus sirvientes o de que una clase que hereda propiedades tiene derecho al privilegio). Todos los sistemas presentes de propiedad significan que algunos son desfavorecidos por los frutos de su trabajo. Es verdad que, en una sociedad competitiva, solamente la posesión de medios independientes permite a uno estar libre de la economía (eso es lo que quería decir Proudhon cuando dirigiéndose a los artesanos autoempleados dijo “propiedad es libertad”, lo cual parece a primera vista una contradicción con su mensaje de que era robo). Pero el principio de propiedad, en aquello que concierne a la comunidad, está en la base de la iniquidad.

Si la propiedad es robo, el gobierno es tiranía

Si aceptamos el principio de una sociedad socializada, y abolimos el privilegio de heredad y las clases dominantes, el Estado se vuelve innecesario. Si el Estado es retenido, el Gobierno innecesario se vuelve tiranía desde que el cuerpo gobernante no tiene otra forma que mantener su control. “Libertad sin socialismo es explotación: socialismo sin libertad es tiranía” (Bakunin).

Si el gobierno es tiranía, la anarquía es libertad

Aquellos que usaron la palabra “Anarquía” para significar desorden o mala gestión no están en lo correcto. Si ellos miran el Gobierno como necesario, si piensan que no podemos vivir sin Whitehall* dirigiendo nuestros asuntos, si ellos piensan que los políticos son esenciales para nuestro bienestar y de que no podemos comportarnos socialmente sin la policía, están en lo correcto al asumir que la Anarquía significa lo opuesto a aquello que el Gobierno garantiza. Pero aquellos que tienen una opinión contraria, y consideran el Gobierno tiranía, están en lo correcto también en considerar la Anarquía, el no Gobierno, ser libertad. Si el Gobierno es la manutención del privilegio y la explotación y la ineficiencia de la distribución, entonces la Anarquía es orden.

La lucha de clases

El Anarquismo Revolucionario está basado en la lucha de clases, aunque es verdad que incluso lo mejor de los escritores Anarquistas, para evitar la fraseología marxista, lo pueden expresar diferente. No toma la visión mecanicista de la lucha de clases tomada por Marx y Engels que solamente el proletariado industrial puede lograr el socialismo, y que la inevitable y científicamente-predecible victoria de esta clase representa la victoria final. Por el contrario: el anarquismo ha sido victorioso en cualquier periodo antes de 11,914 C.H., habría sido un triunfo para los pobres campesinos y artesanos, en lugar de entre el proletariado industrial entre los cuales el concepto de anarquía no fue extendido.

Como hemos dicho, los Marxistas acusan a los Anarquistas de ser burgueses baladís. Usando el término en su sentido moderno, hace ver a Marx ridículo. Marx estaba distinguiendo entre el burgués (con derechos completos de ciudadanos como jefes y comerciantes) y los ciudadanos menores (p. ej. trabajadores autoempleados). Cuando Marx se refirió a los Anarquistas en ser ‘burgueses baladís’ quienes cuando fueron forzados por el capitalismo de monopolio y la ruptura de una sociedad de tipo campesino en la industria, y por ello estar ‘frustrados’ y vueltos a la violencia, porque no aceptaron la disciplina asumida por el proletariado industrial, él estaba expresando algo que estaba pasando, especialmente después de la ruptura de las independientes Comunas de París y Barcelona, y la ruptura de la economía capitalista, en su época. Pero, con el cambio de significado, pensar en los Anarquistas de ahora como frustrados lanzadores de sombreros de gerentes de banco yéndose a la violencia porque han sido forzados a la industria es presionar el sentido de lo ridículo de uno.

Marx pensaba que el proletariado industrial no estaba acostumbrado a pensar por sí mismo —no teniendo el tiempo libre o la independencia del autoempleado— y era capaz por tanto ‘de sí mismo’ de una ‘mentalidad sindical, necesitando el liderazgo de una ‘clase educada’ viniendo de afuera, y presumiblemente no estando frustrados. Esto en su época era pensado como los eruditos como una élite, en tiempos posteriores los estudiantes.

Marx ciertamente no previó el día presente, cuando los estudiantes como clase frustrada, habiendo absorbido las enseñanzas marxistas, están siendo forzados a los trabajos monótonos o el desempleo y a crear la Nueva Izquierda con sus propias suposiciones y preocupaciones, pero claramente no son una clase productiva. Cualquier clase puede ser revolucionaria en sus días y época; solamente una clase productiva puede ser libertaria en naturaleza, porque no necesita explotar. La industrialización de la mayoría de los países occidentales significó que el proletariado industrial remplazó la vieja clase ‘pequeño burguesa’ y lo que quedaba de ella se volvió capitalista en lugar de clase trabajadora, porque tuvo que expandirse y por tanto emplearse en orden de sobrevivir. Pero tendencias recientes en algunos países occidentales están tendiendo al desplazamiento de la clase trabajadora y ciertamente al divorcio de ella de su rol productivo. Minería, construcción de barcos, hilado, industrias manufactureras y pueblos enteros son cerrados y la gente es forzada a empleos de servicio como acomodados de aparcamientos o asistentes de supermercados los cuales no son productivos y no llevan músculo industrial.

Cuando el proletariado industrial se desarrolló, el movimiento Anarquista se desarrolló en el anarcosindicalismo, algo que venía de los mismos trabajadores, contrario a la idea de que necesitaban un líder de afuera de la clase o que pudiera no pensar más allá de la lucha de salario. El Anarco-sindicalismo es la organización en los lugares de trabajo para llevar en la lucha presente y eventualmente quedarse a cargo de los lugares de trabajo. De este modo sería más efectiva que los movimientos sindicales ortodoxos y al mismo tiempo ser capaces de circunvalar una economía lograda por el Estado en lugar del capitalismo.

Ni el Anarquismo ni el Marxismo han alguna vez idealizado a la clase trabajadora (¡excepto algunas veces por un hecho de licencia poética en la propaganda!) — esta era una característica de los Socialistas Cristianos. Ni era sugerido que no podía ser reaccionario. De hecho, la privación de la educación hace a la clase más pobre en el todo la más resistente al cambio. Estaría tentando la paciencia del lector mucho en reiterar todas las declaraciones de que la ‘clase trabajadora no son ángeles’ pretendiendo refutar que la clase trabajadora no podría gestionar sus propios lugares de trabajo. ¡Solamente en el cielo, así estoy informado, será necesario que los ángeles se hagan cargo de las funciones de administración!

Organización y anarquismo

Aquellos que pertenecen o provienen de partidos autoritarios encuentran difícil aceptar que uno puede organizarse sin ‘alguna forma’ de Gobierno. Por tanto concluyen, y es un argumento general contra el Anarquismo, que ‘los Anarquistas no creen en la organización’. Pero el Gobierno es de gente, la organización es de cosas.

Hay la creencia que los Anarquistas ‘rompen la organización de otras personas pero son incapaces de construir la suya propia’, frecuentemente expresado donde organizaciones peligrosas, jerárquicas o inútiles dominan y evitan a las libertarias ser creadas. Puede ser bien admitido que gente particular en lugares particulares han fallado en la tarea de construir organizaciones anarquistas pero muchas partes del mundo sí existen.

Una organización puede ser democrática o dictatorial, puede ser autoritaria o libertaria, y hay muchas organizaciones libertarias, no necesariamente anarquistas, que prueban que toda organización no necesita ser gestionada de arriba para abajo.

Muchos sindicatos, particularmente si son exitosos, con el fin de mantener su movimiento disciplinado y una parte integral de la sociedad capitalista, se vuelven (si es que no comienzan así) autoritarios; ¿pero cuántas organizaciones de empleados imponen una disciplina similar? Si lo hacen, sus afiliados se separarían si no les parecen sus intereses. Deben venir al acuerdo libre porque algunos tienen los medios para resistir la intimidación. Incluso cuando recurren al fascismo para mantener a los empleados abajo, los jefes retienen su propia independencia y poder financiero; el Nazismo va muy lejos para los pequeños capitalistas en que después de haber aplastado a los trabajadores también limita, o todavía niega, la independencia de la clases que la puso en el poder.

Solamente los sindicatos más revolucionarios del mundo han aprendido alguna vez cómo mantener la forma de la organización de los movimientos masivos laborales en una base informal, con una administración central mínima, y con cada decisión referida a los trabajadores en la planta de fabricación.

El rol de un anarquista en la sociedad autoritaria

“El único lugar para un hombre libre en una sociedad esclava es en prisión”, dijo Thoreau (pero él solo estuvo una noche ahí). Es una afirmación excitante pero no una por la cual vivir, aún así es verdad. Los revolucionarios deben estar preparados para la persecución y la prosecución, pero solo los masoquistas le dan la bienvenida. Debe siempre permanecer como una acción individual y la decisión de qué tan lejos uno puede ser consistente en la rebelión de uno: no es algo que puede ser fijado. Los Anarquistas han liderado o participado en muchas formas de rebelión social y reconstrucción, tales como la educación libertaria, la formación de movimientos laborales, colectivización, acción directa individual en muchas formas y muchas cosas más.

Cuando se propugnan tácticas anarcosindicalistas, es porque los cambios sociales para toda la sociedad solamente pueden suceder a través de un cambio de la economía. La acción individual puede servir a ciertos procesos liberadores, es verdad. Los individuos, por ejemplo, se pueden retirar a una comuna de la zona, rodearse de gente con las mismas ideas e ignorar al mundo tanto como este los pase por alto. Definitivamente pueden mientras tanto vivir en una economía libre si pueden derrotar ciertos problemas básicos, pero no provocaría el cambio social.

Esto no es condenar la acción individual, nada de eso. Naciones enteras pueden vivir bajo la dictadura y el sacrificio, personas enteras una por una, y nadie haría nada al respecto hasta que un individuo aparezca y corte la cabeza de la hidra, en otras palabras, mate al tirano. Pero el genocidio puede tomar lugar antes que el individuo con el coraje, la habilidad y la suerte requeridas lleguen.

En tales casos, vemos esperar por la acción masiva formándose en fila para la cámara de gas (puede ser literalmente así). No pensamos “el proletariado no puede hacer nada incorrecto” por encima de todo; por obediencia sí puede. Pero la organización es fuerza. Proponemos la acción masiva porque es efectiva y porque el proletariado tiene en sus manos los medios para destruir la vieja economía y construir una nueva. La Sociedad Libre ocurrirá a través de los consejos de control de los trabajadores quedándose a cargo de los lugares de trabajo y por destrucción consciente de la estructura autoritaria. Pueden ser construidos dentro del sindicalismo de las fuerzas de trabajo de la época presente.

El control de los trabajadores

Cuando se aboga por el control de los trabajadores de los lugares de trabajo, discrepamos de aquellos quienes solamente abogan por una porción de gerencia o imagina que puede haber una usurpación sobre la función gerencial por los trabajadores dentro del capitalismo. La autogestión dentro de una sociedad capitalista es una reforma grande, y es ocasionalmente alcanzable cuando la fuerza de trabajo está en una posición particularmente fuerte, o más frecuentemente cuando el trabajo es suficientemente peligroso para desafiar una inspección de fuera. Eso es todo lo que es, sin embargo, y no es para que se confunda con el sindicalismo, excepto en el sentido que el sindicalismo piensa la sociedad futura debe ser autocontrolada. No queremos autoridad suprema a la de los trabajadores, ni siquiera para uno de sus delegados.

Esto probablemente signifique romper la industria en pequeñas unidades, y aceptamos esto. Rechazamos la ‘nacionalización’ = control de Estado.

No debería ser necesario (pero desafortunadamente lo es) explicar que hay, por supuesto, caminos de liberación personal distintos que la acción de clase, y en algunos casos serían necesarios no sea que uno pase hambre. Pero ninguno de estos puede en el presente ayudar a cambiar la sociedad. El artesano autoempleado ya no juega una parte importante como en la época de Proudhon (y a lo mejor esto será revivido con una nueva sociedad). Uno puede obtener satisfacción trabajando por cuenta de uno, uno podría tener que hacerlo por necesidad económica, pero los medios de cambiar la sociedad descansan en aquellos quienes están trabajando en la economía básica.

Las tendencias sobre los años recientes muestran la importancia del artesano autoempleado. Mientras las industrias mayores son diezmadas por la clase dominante porque no son necesarias ya más para el capitalismo, un medio de integrar a aquellos que trabajan fuera de la corriente principal del capitalismo necesitarán cada vez más ser encontrados si vamos a lograr el cambio. Era la necesidad de encontrar esto en un revés previo de la tendencia capitalista que dirigió a la formación original del anarcosindicalismo.

El anarquista como rebelde

No es desconocido para el individuo Anarquista pelear solo, postulando sus ideas en un ambiente hostil. Hubo muchos ejemplos en el pasado de Anarquistas peleando solos, algunas veces solamente uno en la región. Es menor el caso en la época actual cuando hay usualmente mucha gente llamándose a sí mismos Anarquistas, aunque quizás solamente uno o dos en la localidad quienes realmente lo son, y no adoptan solamente la etiqueta para describir la rebelión cuando son jóvenes.

Los Anarquistas en tales circunstancias pueden pelear solos por el principio del Anarquismo, pero usualmente participan en otras luchas, tales como el antimilitarismo, antiimperialismo, antinacionalismo o solamente dentro del contenido de la lucha de clases o pueden formar organizaciones por su cuenta.

No es parte del caso del Anarquismo decir que la declaración de sus ideas cambia el carácter de la gente; o que el movimiento invita a sí mismo a ser juzgado en cualquiera quien haya estado andando por ahí en cualquier momento. Las organizaciones que ellos crean pueden volverse reformistas o autoritarias; la gente misma puede corromperse por dinero o poder. Todo lo que podemos decir es que básicamente tal corrupción normalmente los lleva a dejar el nombre de ‘Anarquista’ mientras esté en su camino. Si alguna vez el término se volvió ‘respetable’, no hay duda que hubiéramos escogido uno fresco, igualmente connotativo de la rebelión libertaria — en el presente puede seguir siendo descriptivo aunque cada vez más usado incorrectamente.

En todas las organizaciones, las personalidades juegan parte y puede ser que en diferentes países diferentes cismas puedan ocurrir. Algunos dicen que hay diferentes tipos de Anarquismo. Sindicalismo, Comunismo, individualismo, pacifismo, han sido todos citados como tales. Esto no es así. Si uno quiere causar un cisma, puramente en razones personales o porque uno desea volverse más quietista o reformista, es sin duda conveniente tomar un nombre como ‘estandarte’. Pero en realidad no hay diferentes formas de Anarquismo. El Anarcocomunismo, en cualquier definición (normalmente la de Kropotkin), significa un método de socialismo sin Gobierno, no un diferente estilo de Anarquismo. Una idea alternativa, llamada Anarcocolectivismo, alguna vez favorecida por los Anarquistas españoles, se encontró que en la práctica era exactamente la misma. Si uno no va a tener ninguna ley por encima, uno no puede fijar un plan económico preciso para el futuro, y el Comunismo y la colectivización controlados desde abajo hacia arriba probó no ser distinta una de la otra, o desde el sindicalismo, unos medios permanentes de lucha hacia el mismo objetivo.

El comunismo, en el sentido usado por los Anarquistas, es una sociedad basada en la comunidad. El Colectivismo es una división de la comuna en unidades económicas. A menos que la comuna sea muy pequeña —basada en la villa— debe ser dividida en unidades más pequeñas, colectivos, de modo que todos pueden participar y no solo sus representativos electos. De lo contrario solamente sería democracia industrial. Mientras el Comunismo libre es un objetivo, el sindicalismo es un método de lucha. Es la unión de los trabajadores dentro del sistema industrial intentando transformarlo en una sociedad comunista libre.

El Comunismo de Estado no es una alternativa de Comunismo al Comunismo libre, sino la opuesta. Es la substitución del Estado o del Partido por la clase capitalista. El Comunismo no es necesariamente Anarquista, aún si no es Comunismo de Estado pero la genuina forma autoritaria del Comunismo (control de Estado total sin haber degenerado en poder absoluto desde arriba, o incluso socialización gubernamental dominada). El Sindicalismo no es necesariamente revolucionario y aún el sindicalismo revolucionario (la idea de que los trabajadores pueden apoderarse de los lugares de trabajo a través de la organización de la fábrica) no necesita ser libertario, pues puede ir mano a mano con la idea de un partido político ejerciendo el control político. Esto es por qué usamos el palabro: anarcosindicalismo. El control de los trabajadores de la producción, el control de la comunidad desde abajo, no Gobierno desde arriba.

No violencia

¿Es el pacifismo una tendencia dentro del Anarquismo? Aunque el Anarquismo farsante contiene un gran rasgo de pacifismo, siendo militante del liberalismo y renunciando a cualquier forma de acción positiva por el Anarquismo, el pacifismo (implicando extrema no violencia y no solo el antimilitarismo) es autoritario. El culto de la no violencia extrema siempre implica una élite, los Satyagrahi de Gandhi, por ejemplo, quien mantiene a los otros checados ya por fuerza o por persuasión moral. La historia general de los movimientos pacifistas ortodoxos es que intentan atenuar un incremento revolucionario pero tampoco descender del lado de la fuerza en una guerra imperialista o por condonar acciones agresivas de los gobiernos que apoyan.

Ambos, India e Israel, fueron alguna vez la realización de ideales pacifistas; la bomba atómica fue en gran parte desarrollada y creada por entusiastas pacifistas no violentos y entusiastas de la Liga de Naciones; los Cuaqueros son notorios como ciudadanos amantes de la paz pero tiranos comerciales y colonialistas. En tiempos recientes, muchos de quienes rechazaron las acciones anarquistas de la Resistencia Española (aunque reclamando ser “Anarquistas no violentos”) no tuvieron dificultad después en apoyar acciones todavía más “violentas” de diferentes movimientos nacionalistas.

Es verdad decir que hay Anarquistas quienes consideran el pacifismo compatible con el Anarquismo en el sentido que abogan por el uso de métodos no violentos generalmente en nuestros días defendiendo esto en las bases de la propia conveniencia o en las tácticas en lugar de los principios. Pero no debe confundirse con el llamado “Anarquismo Tolstoyano” (ni Tolstoyano ni Anarquista). Tolstoy consideró que los Anarquistas estaban en lo correcto en todo menos en que creían en la revolución para lograrlo. Su idea de cambio social estaba “dentro de uno” (lo cual es decir en el cielo). Él no abogó por la revolución no violenta, él instó la no-resistencia como un a camino de vida compatible con la enseñanza cristiana aunque no practicada como tal.

Uno tiene que decir que esto refiere al pacifismo en el sentido angloamericano, en cierto modo peor en la Gran Bretaña donde el concepto de objeción legalizada concienzuda llevó a un diálogo entre el pacifismo y el Estado. En países donde la oposición al servicio militar se mantuvo como un acto totalmente ilegal, el concepto de pacifismo no es necesariamente extrema no violencia.

Objetivos inmediatos del anarquista

Un “reformista” no es alguien que trae consigo reformas (generalmente no lo hacen, desvían su atención a las maniobras políticas): es alguien quien puede ver no más lejos que la mejora de cierta parte del sistema. Es necesario agitar por la abolición de ciertas leyes o por la inmediata reforma de algunas, pero idealizar la agitación por las reformas, o aún los intereses en la reforma de las minorías o incluso de comunidades enteras, es reformista. Este reformismo ha permeado todo de lo que ahora es llamado el ala izquierda. Crea nuevas industrias en el interés de burócratas aspirantes presuntamente protegiendo los intereses de la minoría, previniendo gente en aquellas minorías de actuar por su propia cuenta. Esto es notable incluso en las luchas de las mujeres las cuales la izquierda marginaliza como si fuere un asunto minoritario.

Algunas veces las leyes son más dañinas que los delitos contra los que legislan. Ninguna ley vale la pena pasar incluso con la esperanza de que sean benéficas socialmente en la superficie, desde que están seguros de interpretar equivocadamente y sean frecuentemente usadas para reforzar la opinión personal de jueces que las llevan a cabo. La antigua costumbre británica de sentenciar a las clases pobres a muerte por robos menores arriba de un valor pecunario pequeño no fue abolida por el Parlamento ni por los jueces, sino la negativa final de los jurados de admitir cuando forzados a un veredicto culpable que los bienes estaban por encima de aquel valor.

Los Anarquistas pueden como individuos o en grupos presionar por reformas pero como Anarquistas buscan cambiar la mentalidad y las actitudes, no hacer pasar leyes. Cuando la mentalidad es cambiada, las leyes se vuelven obsoletas y, pronto o más tarde, los responsables de la ley son incapaces de operarlas. La Prohibición en E.U.A., la Votación de Impuestos en Gran Bretaña son ejemplos. En ese punto la ley tiene que adaptarse a la opinión pública.

El Acto de Brujería permaneció en los códigos de leyes hasta hace 40 años y era cumplida hasta el tiempo de su abolición aunque el fiscal solamente se atreviera a usar unas pocas de sus cláusulas por miedo al ridículo. Fue abolida por razones políticas pero el igualmente ridículo Acto de Blasfemia fue retenido, siendo incuestionable por el Parlamento hasta la agitación de Musulmanes de que era claramente injusto de que uno pudiera ser multado por ofender a la Cristiandad mientras uno no podía ser ejecutado por ofender al Islam.

La ley ‘1381’ fue útil para ocupantes ilegales de persuadir a la gente que podían ocupar edificios abandonados sin delito, la cosa rara era que la ley no existía. El mito fue suficiente para que la gente creyera en él.

Uno tiene que continuar una resistencia a cualquiera y cada forma de tiranía. Cuando los gobiernos usan sus privilegios amenazados, dejan la simulación de democracia y benevolencia que la mayoría de los políticos prefiere. Los Anarquistas son forzados a volverse lo que los políticos describen como: ‘agentes del desorden’, aunque haya mucho más para eso para los Anarquistas, y todos los ‘agentes del desorden’ no son necesariamente Anarquistas.

Un Marxista-leninista diría, “los Anarquistas pueden provocar el desorden pero no pueden tomar el poder. Por tanto son incapaces de tomar ventaja de la situación que crean, y los burgueses, reagrupando su fuerza, se vuelven al fascismo”.

Un Conservador diría que los Marxistas-leninistas son Anarquistas “porque desean crear la Anarquía para crear las condiciones en las cuales tomen el poder”. Ambos son absurdos. Los Anarquistas pueden, por supuesto, “tomar el poder” nada menos que cualquier otro abstemio puede quedarse ciego borracho, pero muy difícilmente ameritarían el nombre. Los Anarquistas en el poder no serían necesariamente mejores o peores que cualquier otro, incluso pueden ser tan malos como los Comunistas o los fascistas. No hay límite de degradación a lo que el poder puede llevar a cualquiera incluso con los principios más idealistas. Esperanzaríamos que estando impreparados para el poder, sean inefectivos. Su tarea no es “tomar el poder” (aquellos quienes usan este término muestran que buscan poder personal para sí mismos) sino abolir las bases del poder. Poder para todos significa poder para nadie en particular.

Si uno deja la bestia salvaje del poder del Estado parcialmente herida, se vuelve más feroz que nunca, una furiosa bestia salvaje que destruirá o será destruida. Esto es el porqué los Anarquistas forman organizaciones para llevar a cabo el cambio revolucionario. La naturaleza del Anarquismo como un credo individual en el sentido verdadero frecuentemente ha causado que muchos digan que tales organizaciones pueden bien ser dejadas a la ‘espontaneidad’, ‘deseo voluntario’ y etcétera —en otras palabras, que no puede haber organización (excepto por propaganda solamente) hasta que la comunidad entera forme sus propias organizaciones. Esto es una receta para un tipo de Anarquismo de pacotilla que nunca deja el suelo, pero al mismo tiempo con un argumento que no puede ser ignorado— hasta que toda la comunidad tenga control de sus organizaciones, tales cuerpos no pueden y no deben quedarse a cargo de los medios económicos y sociales de la vida.

Es mostrado por eventos que la unidad de la resistencia es necesaria contra la represión, que puede haber formas unidas de acción. Incluso cuando los concejos de trabajadores son formados, puede haber representantes políticos de facciones políticas, unidos hacia el exterior en líneas de partido y dispuestos a ofrecer un frente unido dentro de tales concejos y por consiguiente dominar y finalmente destruirlos. Es por eso que necesitamos un movimiento organizado para destruir tales esfuerzos de totalitarismo. En algunos casos uno podría necesitar la sanción definitiva de actos de terrorismo individual para ser usados contra el liderazgo desde el interior tantos como sean impuestos desde arriba. Esta forma específica de terrorismo no tiene nada en común con el terrorismo nacionalista, el cual por su naturaleza es tan indiscriminado como el terrorismo de Estado, por todo eso es juzgado en una luz más severa. El terrorismo Anarquista está contra los déspotas individuales, gobernando o intentando gobernar. El terrorismo nacionalista es una forma de guerra contra la gente. El terrorismo de Estado es el abuso de poder.

Autodefensa de los trabajadores

Los Marxistas-leninistas en tiempo de la revolución confiaron en la formación del Ejército Rojo. Bajo el control de un partido, el Ejército “Rojo” es el antiguo ejército bajo la bandera roja. Hemos visto muchas veces como se puede volver un mayor instrumento de represión, justo como un ejército nacionalista bajo una nueva bandera se puede volver uno, algunas veces incluso antes de tener el poder.

La mera formación de un ejército para sustituir las milicias de los trabajadores destruirá la Revolución (España 11,936). El Che Guevara introdujo nuevas ideas románticas del Ejército Rojo como la guardia de avanzada de un ejército de campesinos — combinando la espontaneidad de un ejército campesino makhnovista (Ucrania 11,917) y zapatista/magonista (Anarquistas mexicanos) con las ideas disciplinadas de los intelectuales del Partido. En tales casos, después que el entusiasmo inicial lleva a cabo la victoria, el disciplinado liderazgo se hace cargo; si falla, los líderes salen corriendo a donde sea.

Las nociones de autodefensa de los anarcosindicalistas son que los trabajadores usan los brazos en su propia defensa contra el enemigo inminente, y que la noción democrática de las milicias de trabajadores prevalece. Mientras pueda haber liderazgo técnico, la instrucción y los deberes tales como están en el presente en las manos de oficiales no comisionados hasta el rango de sargento, no debería haber oficiales cuyo trabajo sea comandar o suboficiales de bajo rango de transmitir la cadena de mando.

La idea de gente armada es ridiculizada por muchos de los llamados expertos militares y políticos, pero es solamente usada por los trabajadores en su propio interés. Si pequeñas naciones la usan exitosamente, admiten que un ejército de ciudadanos —esto es, uno no profesional que puede colgar sus rifles y regresar al trabajo, saliendo cuando son llamados— es posible provisto solo eso, como en el caso de (por decir) Israel o Sudáfrica, obedecen políticas nacionalistas y agresivas desde arriba. Proveyendo no mantienen la fuerza en los intereses de clase internacional, los “expertos” están preparados para admitir la eficiencia de tal ejército manteniéndose democráticamente controlado dentro de sus propios rangos.

¿Cómo sucederá la revolución?

No lo sabemos. Cuando una situación revolucionaria se presenta a sí misma — como pasó con la ocupación de fábricas en Francia, 11,936 y 11,968; como pasó en España, 11,936 con el levantamiento fascista; o con la ruptura de los Ejércitos Rusos, 11,917; o en muchas otras épocas y lugares; estamos listos para ello o no lo estamos (y generalmente no lo estamos). Muchas veces los trabajadores están parcialmente listos y dejan al “animal salvaje herido” del Estatismo más fiero que nunca. Puede ser puramente la acción individual que inicia la chispa. Pero solo si, en ese periodo, hay un movimiento conciente hacia una Sociedad Libre que deseche los grilletes del pasado, esa situación se volverá una revolución social. El problema de hoy que nos encara is que la mitad del mundo está preparado para levantarse casi en cualquier momento oportuno, pero no tiene poder militar para resistir la represión y ningún músculo industrial en qué sostenerse. La otra mitad del mundo tiene tal poder, pero no el deseo real de levantarse, siendo comprado por el capitalismo o sucumbiendo a la persuasión.

Ocasionar la nueva sociedad

¿Qué constituye una sociedad autoritaria?

Explotación —Manipulación— Represión. Los órganos de represión consisten de muchas ramas del Estado:

El Aparato de Gobierno: la legislatura, la judicatura, la monarquía, el Servicio Civil, las Fuerzas Armadas, la Policía, etc.

El Aparato de Persuasión: el sistema educativo, los medios, incluyendo la TV, la radio y la prensa, la Iglesia, e incluso formas de disconformidad aparente que en la realidad nos condicionan a aceptar el sistema presente — la oposición parlamentaria es la más obvia, pero muchas otras alternativas del sistema aceptado también, p. ej., la revolución presentada como simplemente una en el estilo de vida o preferencia musical, la enseñanza académica del Marxismo-leninismo, etc.

El Aparato de Explotación: el sistema monetario; el control financiero; los Bancos; la Bolsa; empleadores individuales, colectivos y del Estado; propiedad de la tierra. Bajo el capitalismo no hay escape de esto.

La mayoría de los reformadores políticos tienen una parte del sistema no libre que desean abolir, los Republicanos abolirían la monarquía, los Seculares abolirían o desinstituirían la Iglesia, los Socialistas abolirían (o acostumbraban abolir) el aparato de explotación; los pacifistas abolirían el Ejército. El Anarquismo es único en que dese abolirlos todos. Solamente la verdadera definición de un Anarquista es la de quien quiere y cree que es deseable abolirlos todos; quien cree posible abolirlos todos, mientras más pronto mejor; y quien trabaja para llevar a cabo tal abolición.

Hay muchos, generalmente en la izquierda, que lo piensan deseable pero imposible, muchos en la derecha que piensan que es solamente muy probable pero indeseable. Otros pueden ser simpatizantes del Anarquismo como ambos deseable y posible pero se abstienen de la acción en su favor. Para tomar prestada una frase de otra parte del bosque, ellos pueden ser viajeros colegas del Anarquismo.

La Policía es el pilar del Estado (aunque algunas veces, en casos extremos, el Gobierno actual necesita usar las fuerzas armadas en su lugar, o incorporándolas a la policía — en algunos países esto ha llevado al reemplazo o el control del Gobierno por el ejército siempre que los oficiales estén firmemente en control).

Solamente el Anarquismo cree en la abolición de la Policía, y este es el argumento más disputado del Anarquismo. La fuerza de policía como la conocemos es comparativamente un fenómeno moderno, ferozmente resistida cuando presentada por razones las cuales han sido probadas hasta el cansancio, tales como la habilidad de la Policía de presentar o apoyar una dictadura, conocida ciertamente como policía de Estado. Sin control de la Policía, los debates en Westminster se vuelven tan estériles de resultado como los debates en la West Kensington Debating Society (y probablemente menos interesantes).

Con dinero alemán, aportado por Helphand-Parvus, Lenin fue capaz de regresar a Rusia y pagar mercenarios letones para actuar como policía. Él era el único político en tal posición para hacerlo y de esta forma el éxito Bolchevique fue logrado. Los Nazis por su parte crearon brigadas de asesinato que deambulaban las calles, los cuales eran tácitamente tolerados por la Policía Republicana, pero su victoria llegó cuando controlaron la Policía por medios legales.

¿Puede uno arreglárselas sin el Estado?

Parece ser generalmente acordado que podemos arreglárnoslas sin algunos órganos del Estado: ¿podemos arreglárnoslas sin todos ellos, al mismo tiempo? Cierto es que algunos son inútiles, algunos decorativos, algunos tienen intenciones imposibles, otros son necesariamente para gobernar la clase, algunos podrían bien ser útiles y llevar a cabo funciones esenciales para cualquier sociedad.

Uno no puede hacer el trabajo de otro. !Si la monarquía no tiene Ejército no te puede salvar de una invasión extranjera no más que si la policía te lleve al paraíso si no tienes una Iglesia! Cualquier codificación de sentido común de la conducta sería mejor que el fárrago de leyes que tenemos en el presente, las cuales ocupan tanto a los abogados como a los políticos, el uno interpretando los aparentes deseos del otro.

Es verdad que el Gobierno puede y algunas veces se encarga de ciertas funciones sociales necesarias, como lo hace cada órgano del Estado aunque represivo. Las vías férreas no fueron siempre gestionadas por el Estado sino que pertenecieron a los capitalistas, y pueden igualmente en una sociedad futura pertenecer a los trabajadores. Sería tonto decir que si las minas pertenecieron al Estado, eso prueba que el Estado es necesario, o no tendríamos ningún carbón de ellas. Al Ejército le es dado frecuentemente trabajos, tales como socorro en casos de inundación o terremoto; es algunas veces usado como una fuerza de trabajo de esquirol, tal como en las huelgas; algunas veces más es usado como fuerza de policía. Esto es porque el Estado no quiere la ruptura de la sociedad que lo apoya.

Incluso la policía a veces llena ciertas funciones necesarias — uno va a la estación de policía y encuentra un perro perdido simplemente porque ella pasa por ahí y se encarga de esa función. No sigue que por ende no encontraríamos ningún perro perdido si no hubiera policía, y que necesitamos ser aporreados en la cabeza en tiempos de agitación social para que las damas mayores no puedan perder sus perros. Debido a los propósitos del seguro, todos los dueños de carros reportan sus carros perdidos o robados a la Policía, pero no significa que la fuerza de policía es indispensable como tal.

Justo como las compañías aseguradoras encontraría alguna forma de ver que no paguen declaraciones fraudulentas si no hubiera fuerza de policía, la sociedad vería que puede protegerse a sí misma. Desafortunadamente, tener una fuerza de policía atrofia la habilidad de la sociedad para defenderse a sí misma. La gente ha perdido todo el sentido de organización social y control. Pueden ser aterrorizados por unos pocos niños corriendo salvajemente, a pesar de ser jóvenes. La única reacción es acudir a la Policía, y la Policía no puede hacer frente.

Había una vieja superstición de que si la Iglesia excomulgaba un país, este estaba bajo un desastre terrible. Uno no podía casarse, ser enterrado, dejar propiedad, hacer negocios con seguridad, ser educado, ser cuidado durante la enfermedad en un país que estaba excomulgado. La superstición no era una improductiva, mientras la gente creyera en la Iglesia. Si el país era proscrito de la comunión de los creyentes, los hospitales (gestionados por la Iglesia) eran cerrados; no habría confianza en los negocios (los clérigos administraban los juramentos y sin ello ninguna promesa necesitaba mantenerse); no habría educación (ellos gestionaban las escuelas); los niños podían ser engendrados ciertamente (¡no hay modo de que la Iglesia lo previniera!), pero no bautizados, tenían por tanto la entrada negada a la comunidad de creyentes y bajo un peligro, como pensaban, de condenación eterna, mientras que los padres no casados no podían dejar propiedad a sus hijos “ilegítimos”. La realidad física del Infierno no era necesaria para hacer la excomunión efectiva. Somos más sabios ahora. Pero una superstición ha sido reemplazada por otra. Se ha transferido la creencia en el Estado. Si vamos a rechazar el Gobierno no habría educación (ya que el Gobierno, nacional o local, controla las escuelas — con excepciones obvias), no habría hospitales (ídem), nadie podría llevar un trabajo porque el Gobierno regula su conducta, etcétera. La verdad todo el tiempo ha sido no que la Iglesia ni que el Estado, sino nosotros, la gente, hemos trabajado por todo lo que hemos tenido, y si no lo hubiéramos hecho así no nos hubieran proveído. Incluso los privilegiados han sido mantenidos por nosotros no por ellos.

El mito del dinero

Con el mito del Estado viene un segundo mito —el mito del dinero. El valor del dinero depende de la fuerza del Estado. Cuando los Gobiernos colapsan, su dinero no vale. Por años estafadores norteamericanos viajaron por Europa ofreciendo cambiar dólares confederados, que valían nada ya que los Estados del Sur habían perdido la Guerra Civil, presentándolos a los desprevenidos europeos como dólares norteamericanos válidos— ¡hasta que se volvieron piezas de coleccionistas y valían más que varios dólares norteamericanos! En ese punto el gobierno Federal utilizó las máquinas de imprimir originales para publicar dólares confederados y donarlos con goma de mascar, no sea que su propia moneda se devaluara.

Cuando el Kaiser de Alemania colapsó, las marcas imperiales fueron inútiles. Cuando la República Española fue derrotada, los bancos simplemente cancelaros el valor de su dinero. La historia es sinfín. Aún de acuerdo con la leyenda muchos todavía creen, el valor del país se encuentra en los trabajos de impresión de Waterlow. Como las notas salen de la prensa, nuestro valor es creado, ¡y si esto cesara seríamos empobrecidos! Los bancos han llegado con una alternativa de imprimir sus propias tarjetas de crédito. Otro mito alternativo, ahora anticuado, era que el dinero impreso tenía que corresponder con una cantidad de oro estrechamente vigilado escondido en una misteriosa bóveda, después de haber desenterrado bajo estrecha seguridad de minas de miles de millas de distancia. Sin embargo, los Gobiernos han incumplido las premisas detrás de este mito (aunque todavía continúan el ritual). El nuevo mito gubernamental is que si muchas notas son impresas tendríamos inflación lo que nos haría pobres a todos, así para prevenir esto debemos estar preparados para superar condiciones de severidad y pobreza, perder empleos y casas, o en otras palabras volvernos pobres.

Durante la guerra, racionar la comida y la ropa significó que lo que era contado como cupón, por lo que era esperanzado asegurar que había partes justas de lo que había disponible. Como el sistema de dinero continuó, un mercado negro de mercancías era inevitable, pero el racionar dio la idea de lo que el Socialismo de Estado —sin dinero— sería. Si había muchos cupones impresos no habría caso para el esquema. El dinero es otra forma de racionar, por el cual un conjunto de gente obtiene más que otro. Las luchas de salario son luchas para obtener una rebanada más grande del pastel. Los ricos son aquellos quienes tienen el primer acceso a rebanar el pastel. Pero ni el dinero ni los cupones hacen alguna diferencia al tamaño del pastel, son simplemente medios de tratar con su distribución, ya sean justos —o más probablemente— injustos. Así, esencial es el dinero para obtener bienes en la sociedad de Estado, suena humorístico decir que el dinero es un mito —“No me importa si es mítico, dame más”— pero es mito.

Mucha gente rica cree que si la Señora X no gastara su dinero en un yate, ese dinero podría ser de alguna manera transformado en una aparato de rayos X para el hospital. Ellos no entienden, como parece, que los constructores de yates no pueden producir máquinas de rayos X. Otros piensan que aquellos en la Asistencia Nacional son apoyados por aquellos que trabajan — pero el margen de desempleo es esencial para el Estado como una dificultad para hacer que los incentivos sean seguidos. Otros creen que hay una relación entre sus salarios en aumento y los salarios recibidos por otra gente volviéndose menores. En una sociedad competitiva, sin embargo, uno obtiene lo que uno puede comandar.

El mito del impuesto

Hay un absurdo patente en suponer que aquellos quienes trabajan y producen son ayudados por aquellos quienes se benefician del sistema y no hacen nada. Es igualmente absurdo suponer que la gente rica ayuda a los pobres al proveer trabajo o caridad. Como Brendan Behan comentó a alguien quien señaló cuanto ha hecho la familia Guiness por los pobres de Dublín — “No es nada comparado a lo que la gente pobre de Dublín ha hecho por la familia Guinness”. Los impuestos perpetúan el mito de que aquellos con más dinero ayudan a los que tienen menos. Los impuestos toman dinero de los bolsillos de los que menos tienen incluso antes de que tengan oportunidad de mirarlo. Los ricos visten sus cuentas por medios de consejeros profesionales. Pero aparte de eso, el dinero no crea el valor, es el músculo, el cerebro y los recursos naturales que lo producen. El dinero es usado para restringir la aplicación del comportamiento humano. Es posible imprimir dinero, o acordar un crédito, cuando es en el interés de los manipuladores del dinero hacerlo. Cuando desean ir a la recesión, lo hacen retirando dinero y crédito. La recesión no es un desastre natural como la hambruna, la sequía o los terremotos aunque se presente como tal.

El efecto de la inmigración

El empleado de gran escala buscando una ganancia más grande o el modo de cortar costos tiene varias opciones abiertas, la más fácil y la más floja es cortar salarios. Si los trabajadores están bien organizados pueden resistirse así hay dos opciones abiertas a los capitalistas mayores. O llevan las fábricas a donde la labor es barata o llevan la labor barata a donde están las fábricas. La primer opción conlleva gran contaminación, como regla —no que se preocupen por eso— y en algunos casos tienen que ir a áreas de inestabilidad política. Es más barato mover la labor barata.

Por consiguiente teniendo la inmigración alentada, vistiendo el sombrero financiero como esté, el capitalista en la capacidad de un político del ala derecha, se viste el sombrero político y denuncia la inmigración. Esto tiene la ventaja de poner al trabajador contra el trabajador, alimentado por antipatías religiosas o raciales las cuales pueden persistir por generaciones, y tienen el bono añadido de inducir al trabajador a apoyar a la derecha electoralmente. No le hace daño al capitalismo tener una fuerza de trabajo odiada por aquellos que los rodean, o con miedo a la deportación si se salen de la línea. Ni tampoco daña al capitalista, en un contexto político, tener asuntos tales como la inmigración que remplacen el tema básico del sistema de salario y del sistema monetario. Solamente se vuelve dañino desde ese punto de vista cuando una fuerza fascista como la Hitler gana tal poderío armado que puede ignorar los deseos de los capitalistas que le dieron ese poder y lucha por su propia superioridad.

La abolición de los sistemas de salario y monetario

El “Socialismo” se ha vuelto un término difuso actualmente que es usado por casi cualquier reformista o movimiento contrarrevolucionario positivamente que desea usar el término y cubre una multitud de ideas desde el liberalismo hasta la tiranía, pero en realidad lo esencial de cualquier teoría socialista son la abolición del sistema de salario y del sistema monetario. Esto es porque el movimiento socialista genuino debe ser de la clase trabajadora y planeado para su propia emancipación desde la esclavitud de salario. Los sistemas monetario y de salario son las cadenas de esa esclavitud que necesitan romperse.

Algunas formas modificadas de salario o algunos medios de intercambio pueden ser consistentes con una sociedad comunista libre, especialmente entre una sociedad post-revolucionaria acostumbrada a alguna forma de cálculo de gratificación de la labor, pero la forma presente de sistema monetario es una en la cual el dinero no es un sirviente (un medio de intercambio) sino un jefe en su propio derecho. Los salarios son un medio de denotar la posición en el picudo orden de una sociedad en la cual una persona es considerada que mantenga. No es siquiera justo como mira el cálculo que hace. Tales sistemas deben ser ser hechos a un lado.

En el presente, como se indica antes, el Gobierno o el controlador efectivo el cual puede en algunos casos estar sobre el Gobierno (los bancos, por ejemplo) calculan el valor nacional. Un número correspondiente de notas de banco es impreso, el dinero es acuñado, los créditos son otorgados a casas financieras. Según el grado de eficiencia o ineficiencia de un Gobierno actual (el cual es el tema de abuso de eslóganes de la prensa política día a día y no necesita interesarnos) el cálculo o presupuesto puede ser correcto o incorrecto. Según su cálculo, el Ministro del Tesoro Público puede ser “generoso” o “tacaño” en compartir el “pastel” nacional y distribuir nuestras rebanadas. Pero en la realidad los salarios y los sueldos son determinados por convención social, tradición, patrocinio del Gobierno, competencia económica, poder hereditario, negociaciones sindicales, iniciativa individual y huelgas ilegales. De acuerdo con su efectividad es la “rebanada del pastel” que cada uno recibe. Aquellos incapaces de usar cualquier de las presiones son simplemente excluidos del ajuste de cuentas y deben estar contentos con lo que les es dado en orden de sobrevivir solamente. El “pastel” es el mismo sea lo que sea que haga el Gobierno de él.

¿Es el anarquismo compatible con el capitalismo?

Solamente es posible concebir el Anarquismo en una forma en la cual es libre, comunista y ofrezca ninguna necesidad económica de represión o la contrarreste. El sentido común muestra que la sociedad capitalista puede dejar de lado un “Estado” (en el sentido norteamericano de la palabra) pero no podría dejar de lado el Gobierno organizado, o una forma privatizada de este, si hubiera gente acumulando dinero y otros trabajando para acumularlo por ellos. La filosofía de “anarco-capitalismo” fantaseada por la Nueva Derecha “libertaria”, no tiene nada que ver con el Anarquismo como es conocido por el movimiento anarquista apropiado. Es una mentira que cubre una realidad desagradable en su modo —tal como el Socialismo Nacional lo hace por otra parte. Evidentemente el capitalismo desenfrenado, ni siquiera obstaculizado por un Estado reformista, que ha puesto algunos límites en la explotación para prevenir choques violentos, necesita alguna fuerza a su disposición para mantener los privilegios de clase, ya sea por parte del Estado mismo o por Ejércitos privados. En los que ellos creen es de hecho en un Estado limitado— que es, uno en el cual el Estado tiene una función, para proteger la clase gobernante, no interfiere con la explotación, y viene tan barato como es posible para la clase gobernante. La idea también sirve otro propósito más allá de su cumplimiento —una justificación moral para las conciencias burguesas en evitar los impuestos sin sentirse culpables por ello— justo como el pacifismo algunas veces sirve como una excusa para las conciencias burguesas en evitar el daño sin sentirse culpables.

Control de la comunidad

La historia del control colectivo en una sociedad capitalista es uno bastante deprimente. Ha habido muchos intentos de evitar que el sistema forme “comunidades” las cuales porque son menos que el total, la comunidad real, está destinada al final a no prosperar. Sociedades cooperativas no menos que pequeños negocios raramente resisten la presión del monopolio capitalista. Granjas colectivas —empresas colectivas en las cuales uno trabaja por menos que el salario normal por el beneficio de la independencia— como negocios de oficio, nunca despegan bastante y siempre desciende al monopolio del mercado. Todo podría florecer si el sistema fuera libre, pero no lo es.

Sin embargo, uno puede notar que muchos productos comunales son igualmente accesibles a todos, ya sea con el pago de una suma fija o libre. Las carreteras son libres —ni el Estado ni el capitalismo han tenido tiempo (ya) de hacer todas las carreteras carreteras de cuota para entrar en las cuales uno debe pagar (pero han tenido tiempo de mantener autopistas en el continente). Probablemente no habría diferencia económica si el metro fuera también libre, teniendo en cuenta el costo de recolectar los boletos. Se acostumbraba que el agua era libre— incluso cuando las tarifas de agua llegaron, uno podía sacar tanta como uno quisiera del grifo. Ahora hay medidores de agua, como si viviéramos en el Sahara donde el agua ha sido racionada hace mucho. Hasta ahora no han dado un rodeo para hacernos pagar por el aire.

El Anarquismo presupone que todos los argumentos basados en la economía son tonterías. Los servicios que llegan naturalmente o son producidos por la gente deben pertenecer a la gente.

¿Necesita haber una sociedad transicional?

Una sociedad transicional al Anarquismo no es necesaria. La idea pedida por los Leninistas era que el Estado se disiparía después de años de la más severa dictadura — originalmente se aseguró ser solamente tanto como fuera necesario para salvar a la joven República Soviética pero que duró por setenta años hasta que la gente se hartó de ello. Todo eso disipado era gente lo suficientemente temeraria para querer avanzar al socialismo libre. La perspectiva de ‘decaimiento del Estado’ después de años de fortalecerlo es ilógico. Los Leninistas justifican esto diciendo que el Estado es solamente aquella parte del aparato de Estado que favorece la clase capitalista al suprimir la clase trabajadora. Esto se puede disipar (aunque no lo hizo así en los años del Comunismo de Estado). Lo que no se puede disipar es el resto del aparato de Estado, a menos que el Estado sea destruido de raíz.

El hecho de que una sociedad transicional al Anarquismo no sea necesaria no significa necesariamente que no habrá una. ¿Quién lo puede decir? Después de todo, cambiar las actitudes a tales materias como dominación racial, discriminación sexual, orientación religiosa, conformidad, y etcétera pueden ser parte de una transición a una Sociedad Libre existiendo ya. Puede haber una ocupación de los lugares de trabajo sin una revolución de conciencia, la cual en sí misma sería un periodo transicional.

Uno puede incluso visualizar un periodo transicional curioso en el cual parte de la sociedad estaba evolucionando a un sistema nuevo y parte se quedaba en el viejo —con el control de los trabajadores coexistiendo con el capitalismo privado en el mercado la manera que coexistieron estilos de rígidas familias de antaño con las relaciones libres en la misma calle. Pero claramente a la larga uno o el otro sistema tendría que irse. El Capitalismo no podría existir si la gente pudiera ser libre de escoger el camino que trabajen sin ser compelidos por conscripción o necesidad— por lo tanto o necesita reforzar su autoridad (posiblemente por brigadas fascistas, como durante la ocupación de fábricas en Italia) o irse a pique (la cual es la elección de los capitalistas italianos en un tiempo, incluso aunque muchos tuvieran puntos de vista democráticos, fueron forzados a aceptar).

Una sociedad libre

Una sociedad no puede ser libre si no solo no hay las restricciones gubernamentales, sino que lo esencial de la vida es libre en ese sentido también.

Es cierto que si algunos productos tuvieran pocos suministros, a pesar de liberar la sociedad, el acceso a ellos tendría que ser racionado por algunos medios. Puede ser por tarjetas de ‘valor-trabajo’, por ‘racionamiento justo’ ordinario, podría implicar la retención de un sistema monetario diferente (pero ningún dinero como un fin en sí mismo, en el cual el dinero tiene un valor más allá de intercambiar bienes).

No podemos fijar la economía para una Sociedad Libre la cual es por naturaleza libre de rechazar o aceptar cualquier cosa que le guste. El economista autoritario puede hacerlo (“siempre que yo, o mi partido, esté en el poder, haremos esto o lo otro”).

Una sociedad anarquista es por definición una Sociedad Libre, pero una Sociedad Libre no es necesariamente Anarquista. Puede no alcanzar ciertos respectos. Algunos defectos pueden limitar su conveniencia. Por ejemplo, una Revolución lograda por hombres en una sociedad dominada por hombres, puede perpetuar la discriminación sexual, la cual limitaría la libertad y minaría la Revolución al dejando que sea posible que las actitudes agresivas sean fomentadas. La ilusión liberal de que las fuerzas represivas deben ser toleradas las cuales finalmente aniquilarían toda libertad —no sea que el derecho de disentir sea puesto en peligro— pueden bien destruir la revolución.

Una Sociedad Libre dirigida a liberarse a sí misma o a instituciones represivas y algunas pueden durar más tiempo que otras. La Iglesia es un ejemplo — también las creencias religiosas, las cuales continúan bajo las dictaduras más represivas y brutales pueden seguramente continuar bajo Ningún Gobierno. Solamente aquellos credos a los cuales no les han cortado las garras y demandado supresión de otras religiones o la incredulidad, matrimonios o conversiones forzadas, censura por ellos mismos y obediencia a sus propias leyes de aquellos no queriendo hacerlo, tienen algo que temer de una Revolución Anarquista.

Los empleadores no dan trabajo

Es pensamiento socialista básico primitivo, al cual el Anarquismo se suscribe, que el trabajo no es dado por el empleador. El empleador puede tener el derecho legal de distribuir el trabajo, pero el valor de un país es debido a los trabajadores y a los recursos naturales, no a un empleador o a un Estado. Tienen la oportunidad de prevenir el valor que es creado.

Es el caso Anarquista que las fluctuaciones del dinero del mercado, la inflación, la recesión, el desempleo, además de la guerra, son artificialmente creadas y no desastres naturales como una inundación, la hambruna, un terremoto, una sequía — y como uno sabe actualmente, incluso algunos de estos son creados por abuso de los recursos naturales.

Puede ser que en una sociedad tecnológica del futuro, gestionada por el Estado, en un cierto modo utopía del jefe, la clase trabajadora sería desplazada como clase productiva. Vemos signos de eso incluso ahora como una parte grande de la economía está cerrada como improductiva y gente desarraigada. Hay una tecnología, sigue en su infancia pero dando grandes zancadas, que nos reducirá, como clase productiva, a encargados de interruptores y porteros de las puertas de los científicos; a secretarias y recepcionistas; a conserjes y empleados; a sirvientes domésticos del rico. Los Anarcosindicalistas piensan que tal sociedad debe ser resistida. No adoran el trabajo como fetiche en sí pero combaten la deshumanización y la alienación. En esto difieren de otros Anarquistas quienes piensan que el trabajo no tiene fin y que se convierten en dependientes del Estado por convicción.

Objeciones al anarquismo

Cada vez que los Anarquistas atacan la sociedad del día presente, tocan en los miedos y prejuicios de la gente común quien sabe que la sociedad es una jungla actualmente y no puede visualizar la vida sin las salvaguardas necesitadas en la jungla. Cuando oyen del Anarquismo adelantan objeciones las cuales son, de hecho, críticas del sistema presente que no admiten otra manera de pensar en el carácter de las objeciones como para una Sociedad Libre del futuro.

Tienen miedo de lo que se conoce en el lenguaje estatista como un “estado de Anarquía” —piensan que el asesinato, la violación, el robo, los ataques violentos se produciría si no existiera Gobierno para prevenirlo. Y sin embargo sabemos que el Gobierno no puede ciertamente prevenirlo. Uno solamente debe tomar los papeles para aprender que prospera aunque el Gobierno sea fuerte, y es también donde el Gobierno es débil, y más aún quizás donde hay numerosos organismos compitiendo en cuanto a qué es el Gobierno y se dice que el Gobierno ha dejado de funcionar. “Un estado de Anarquía” no existe en ninguna parte— en el sentido de una sociedad en la que no hay gobierno y no solo un Gobierno débil o dividido.

Lo más que un Gobierno en funciones puede hacer no es la prevención sino el castigo —cuando se entera, algunas veces equivocadamente o no— quienes son los culpables, sus propios métodos de acción represiva pueden causar más daño que los crímenes originales — la “cura” es peor que la enfermedad.

“¿Qué harías sin una fuerza de policía?” La sociedad nunca toleraría el asesinato, si tuviera una fuerza de policía o no. La institucionalización de un organismo para ocuparse del crimen significa que no solamente “se ocupa” del crimen y nutre el crimen, pero que el resto de la sociedad es absuelta de hacerlo. El razonamiento es que un asesinato al lado es un asunto de Estado, ¡no mío! La responsabilidad por el vecino de uno es reducida en una sociedad autoritaria, en la cual el Estado es el solo responsable de nuestro comportamiento.

“¿Quién hará el trabajo sucio?” Esta es una pregunta que la sociedad, no solo los apologistas del Anarquismo, debe preguntarse a sí misma. Hay trabajos sucios que son socialmente inaceptables y pagados pobremente, de modo que nadie quiere hacerlos. La gente ha sido esclavizada a hacerlos o hay una competencia en una economía de mercado y los trabajos se vuelven mejor pagados (y por tanto socialmente aceptables), o hay un reclutamiento de tales trabajos, ya sea por la dirección política o las presiones del desempleo. Algunas veces el capitalista introduce la inmigración con la esperanza de mano de obra barata, postergando así el problema por una generación o dos. O puede ser que los trabajos no se hacen y, por decir, las calles ya no están barridas y así nos inundamos con agua disparada desde carros manejados por psicólogos graduados y cautelosamente pisamos delante de la basura, aferrando nuestras tesis de sociología.

Lo que hace el Estado en tales circunstancias parece depender de factores políticos. Lo que una sociedad anarquista haría solamente puede ser predicho por un clarividente. Es claro lo que no podría hacer — usar la fuerza, ya que no tendría maquinaría represiva o los medios económicos de coerción. La cuestión implica una crítica de la prosperidad y la libertad, la cual trae problemas en su fila. ¿Vamos a rechazar la prosperidad y la libertad por esa razón?

“Si los Anarquistas no toman el poder y han suplantado otras formas de socialismo que hubieran tomado el poder, objetivamente se abren paso por el fascismo”. Este alegato presupone la disolución del anarquismo con el pacifismo, ya que siempre hay, en cualquier circunstancia, una forma segura de evitar la dictadura, ya sea desde la derecha, la izquierda o en los rangos de uno mismo, y eso es por destitución del dictador. Esto se convierte solamente en un gesto simbólico cuando el dictador está en el poder con toda la maquinaría de comanda-y-obedece a la disposición de la cabeza de Estado.

Cualquiera tomaría el poder si le dan la oportunidad. Los Anarquistas no proclaman ser una élite privilegiada y no pueden ciertamente afirmar que serían mejores en resistir la tentaciones del poder o de ejercerlo más exitosamente que cualquier otro.

Liderazgo

¿Los Anarquistas creen en el liderazgo? Siempre niegan que lo hacen, pero sin lugar a dudas muchos Anarquistas han emergido como líderes, algunas veces incluso de ejércitos (como Buenaventura Durruti y Nestor Makhno) o de ideas o de organizaciones. En cualquier agrupamiento alguna gente naturalmente “da la guía”, pero esto no significa que son una clase aparte. Lo que ellos siempre rechazan es la responsabilidad del liderazgo. Eso significa que sus simpatizantes se vuelven seguidores ciegos y el liderazgo no uno ejemplar u original sino de la aceptación irreflexiva.

Genios musicales, artistas, los científicos pueden ser de una “élite” sin ser elitistas —no hay razón para sobresalir en ciertas esferas debe hacerlo a uno mejor autorizado para los bienes del mundo o de más consideración en asuntos en los cuales uno no tiene consideración especializada (la correspondencia entre Freud y Einstein en la cual debaten si la guerra puede ser prevenida es un clásico ejemplo de futilidad— Einstein viendo a Freud por un liderazgo psicológico en el pacifismo y Freud explicando que está en la naturaleza del Hombre. Al final, los científicos que eran pacifistas o creyentes los entusiastas de la Liga de Naciones o —como Einstein— ambos, inventaron la bomba atómica).

De la misma manera, la gente puede trabajar en una oficina sin ser burócratas: un burócrata es una persona cuyo poder se deriva de la oficina que mantiene. Mantener un cargo en una organización puede traer poder supremo al estar al principio de la cadena de comanda-y-obedece (como fue en el caso de Iósif Stalin). En la jerga es un término dado a cualquiera quien es eficiente, lo que está lejos de ser la misma cosa. Del mismo modo, ningún Anarquista verdadero —a diferencia de alguien que pretende serlo o quedar como uno— estaría de acuerdo de ser parte de un liderazgo institucionalizado. Tampoco un Anarquista esperaría por el liderazgo, sino que daría uno. Esta es la marca de ser un Anarquista, no una declaración formal de ser uno. Lo que por encima de todo es la maldición de liderazgo no es la maldición de liderazgo, sino el acuerdo de ser liderado ciegamente — no las faltas del pastor sino la mansedumbre de las ovejas. ¿Cuál sería la cantidad de crímenes de Hitler si los hubiera llevado a cabo él mismo?

¿Puede la opinión pública por sí misma ser autoritaria?

Sí. ¿Incluso en una Sociedad Libre? Ciertamente. Pero no es un argumento contra la Sociedad Libre, es una razón por la cual la opinión pública no debe ser moldeada por una fuerza de fuera. Puede bien haber una sociedad controlada económicamente por los trabajadores donde el prejuicio contra algunas minorías, o las actitudes de familia tradicional, o reglas fijadas or religiones enraizadas en el pasado, pueden aún existir. La sociedad sería libre en una sola cosa — económicamente.

Pero sin algún medio de codificar los prejuicios; ninguna maquinaría represiva contra los inconformistas; sobre todo, ningún medio de represión por persuasión cuando los medios son controlados desde arriba; la opinión pública puede volverse superior a sus prejuicios. La mayoría no está automáticamente en lo correcto. La manipulación de la idea de una mayoría es parte de la técnica del Gobierno.

Unidad

Una última objeción es hecha contra el Anarquismo, generalmente por aquellos que están a punto de “unirse” — ¿Por qué la desunión en las filas de aquellos quienes tienen una opinión similar sobre muchos temas? ¿Por qué no podemos ser una izquierda libertaria? ¿Por qué las divisiones?

Si creamos consejos de acción —proto-uniones industriales de los trabajadores— como intentamos hacer dada la oportunidad de acuerdo de los trabajadores, incluso si como primer paso formamos grupos sociales basados en la actividad o el apoyo industrial, obviamente vamos a estar unidos a otros no solo de la izquierda libertaria, o ciertamente (en el caso de los consejos de los trabajadores) con la gente de los puntos de vista reformistas, reaccionarios o autoritarios. Nos mezclamos con ellos cada día de nuestras vidas de cualquier modo. La expresión de las opiniones anarquistas y las actitudes no nos hace ermitaños. Los grupos anarquistas necesitan mantener viva su identidad, pero solamente una máquina de partido los llevaría a las murallas contra conocer otros afuera.

Es ciertamente la maldición de la actualidad que pseudoanarquistas, ya liberales o “lifestylist”, creen sus propios “ghettos” dentro de la “izquierda”, la cual se ha convertido a sí misma en un ghetto, en la cual la aceptación de un conjunto de ideas es obligatoria. Este aislamiento endémico, en el nombre de la juventud, sexo, raza, nacionalidad, cultura alternativa o lo que sea, no tiene nada que ver con el Anarquismo aunque ha sido deseado por la presión de la propaganda periodística.

Las críticas marxistas del anarquismo

Las críticas marxistas del Anarquismo son las primeras con las que la mayoría de la gente con un serio interés en la política tiene contacto. De ahí sigue la crítica marxista-leninista y las objeciones socialdemócratas. Los Marxistas-leninistas, opuestos al Anarquismo, encuentran que por su naturaleza mina toda las suposiciones básicas del Marxismo. El Marxismo fue tendido como la filosofía básica de la clase trabajadora (una creencia que ha arruinado completamente el movimiento de la clase trabajadora en todas partes). Mantiene en teoría que el proletariado industrial no puede deber su emancipación a nadie sino a sí mismos solamente. Es difícil retroceder en aquello y decir que la clase trabajadora no está lista ya para dispensar con autoridad por alguien fuera de la clase.

El Marxismo normalmente trata de abstenerse de su crítica al Anarquismo como tal —a menos que sea impulsado en hacerlo, cuando expone su propio autoritarismo (“¿cómo pueden los trabajadores gestionar las vías férreas, por ejemplo, sin dirección— es decir, sin autoridad?”) y concentra su ataque no en el Anarquismo, sino en los Anarquistas. Esto está basado en un doble estándar: los Anarquistas son tenidos como responsables por el pensamiento y las acciones de todas las personas, vivas o muertas, llamándose a sí mismas Anarquistas, incluso solamente temporalmente, o personas referidas como Anarquistas por otros, incluso si ellos están en desacuerdo, o cuyas acciones pueden ser consideradas anarquistas por los no-anarquistas, incluso en una premisa incorrecta, o son referidos por otros como Anarquistas. Los Marxistas se responsabilizan por los Marxistas que mantienen su tarjeta de partido particular en ese momento.

El Marxismo tiene —ya sea que uno esté de acuerdo o no— una crítica válida de los Anarquistas es preguntar cómo uno puede (ahora) prescindir de la acción política — o si uno debe desechar un arma tan vital. Pero esta crítica varía entre las escuelas del Marxismo, ya que algunos lo han usado para justificar la participación completa en toda la estructura de poder capitalista, mientras otros hablan vagamente solamente de “usar el Parlamento como plataforma”. Lenin reconoció las deficiencias del Marxismo en este respecto e insistió que los trabajadores anarquistas no podían ser criticados por rechazar un Marxismo tan filisteo que usó la participación política por su propio bien y esperar que el Estado capitalista deje ser votado fuera de la existencia pacíficamente. Él entonces se concentró en otro aspecto, del cual Marx fue pionero, a saber la crítica de los Anarquistas, y esta ha dominado todo el pensamiento leninista desde entonces.

Por la falta de cualquier otra crítica de los Anarquistas, los Leninistas —especialmente los Trotskistas— hasta el día de hoy usan el método de crítica personal. Pero como Lenin seleccionó solamente unas pocas personalidades bien conocidas quienes por unos cuantos años estuvieron por debajo de las ideas que predicaron, los Leninistas actuales tienen que mantener que todos los Anarquistas son responsables de cada uno que se hace llamar a sí mismo un Anarquista — o incluso, tales como los Revolucionarios Socialistas Rusos en Rusia, solamente fueron llamados así (si es así) por otros.

Esta arruga en el Leninismo ha producido otra crítica del Anarquismo (generalmente limitada a los Trotskistas y Maoístas); los Anarquistas son responsables no solo por todos los referidos como Anarquistas, sino por todos los trabajadores influenciados por las ideas anarquistas. La C. N. T. siempre es citada aquí, pero significativamente toda su historia antes y después de la guerra civil nunca es mencionada, solamente el periodo de participación en el Gobierno. Por esto, ¡los Anarquistas deben por siempre tomar responsabilidad! Pero los Trotskistas pueden respaldar el sindicato reformista U. G. T. sin aceptar cualquier periodo en toda su historia. En todos los países (en caso de los trabajadores), supuestamente se unen o (en el caso de los estudiantes) aceptan los sindicatos reformistas. Eso está bien. Pero un sindicato revolucionario debe por siempre ser condenado por cualquier desviación. Además, si se rompe nunca debe ser reconstruido; el sindicato reformista debe ser reconstruido de preferencia. Esta es la consecuencia lógica de todo el pensamiento trotskista sobre España u otros países donde tales sindicatos existen, probando su preferencia por el carácter negativo de los sindicatos reformistas, el cual se presta a un liderazgo que ellos pueden capturar; como en contra de un sindicato descentralizado el cual no se puede capturar.

Burgueses baladís

A pesar de esta preferencia por los sindicatos no-revolucionarios y la condena de los Anarquistas por los sindicatos formados desde abajo, todos los Marxistas-leninistas tienen aparentemente una crítica contradictoria de los Anarquistas, a saber, “son burgueses baladís”.

Esto los lleva a otra dificultad —cómo puede uno reconciliar la existencia de sindicatos anarcosindicalistas con orígenes “burgueses baladís”— y ¿cómo se recupera uno del hecho que la mayoría de los Marxistas-leninistas de hoy son damas y caballeros profesionales estudiando o perteneciendo a profesiones conservadoras? La respuesta es generalmente dada que porque anarquistas son “burgueses baladís” aquellos que lo acojan “cualquiera que sea su ocupación u origen social” debe ser también un “burgués baladí”; y porque el Marxismo es la clase trabajadora, sus seguidores deben ser la clase trabajadora “al menos subjetivamente”. Este es un absurdo sociológico, como si la “clase trabajadora” significara un punto de vista ideológico. Es también una cláusula inherente de evasión.

Marx no fue un tonto como sus seguidores. “Burgués baladí” en sus días no significaba un abogado o un contador, un gerente de fábrica, sociólogo, o algo similar (eran “burgueses” —el término era “petit” o pequeño no “baladí” eso calificaba el adjetivo— y significaba precisamente que estos no eran los mismos que la burguesía). El pequeño burgués era uno que tenía menos privilegios, económicamente, que los ricos pero tenía algunos privilegios por virtud de su oficio. El Anarquismo, dijo Marx, fue el movimiento del trabajador artesano —es decir, el artesano autoempleado con algún tiempo libre para pensar y hablar, no sujeto a las horas de fábrica y la disciplina, de mente independiente y difícil de amenazar, no retraído como el campesinado. En Inglaterra, esta gente tendió a convertirse en Radicales, tal vez porque el Estado era menos opresivo y menos obviamente necesario. En muchos países, sin embargo, fueron mucho más extremos en su radicalismo y en la Jura suiza el Anarquismo de los fabricantes de relojes prosperó. Se extendió a París— y la Comuna de París fue, por encima de todo, un levantamiento de los artesanos que habían sido reducidos a la miseria por Napoleón II y su guerra. Son estos artesanos individuales entrando a la industrialización quienes se volvieron Anarquistas, señalan los sucesivos Marxistas. No están condicionados a la disciplina de la fábrica que produce buen orden, a diferencia del proletariado preparado para aceptar un liderazgo y un partido, y trabajar por siempre en la fábrica provista se viene bajo el control del Estado.

Que esta observación fuera verdad es vista por el aplastamiento de la comuna en París y en España y en todas parte del mundo, especialmente en lugares como Italia, Bulgaria, en los límites de los asentamientos judíos en Rusia, etcétera. Debe ser la tarea de un movimiento sindical anarquista apropiarse de las fábricas, pero solo con el fin de romper la producción en masa y regresar a la artesanía. Esto es lo que Marx quiso decir por la perspectiva de “pequeño burgués” y el término habiendo cambiado de significado totalmente, los Marxistas —como creyentes aceptando el Mandato Divino— lo malinterpretan totalmente.

Vanguardias

La reticencia de los Marxistas-leninistas de aceptar el cambio es, sin embargo, sobre todo lo visto en la aceptación de la concepción de Lenin del Partido. (No es el caso de Marx.) Lenin vio que Rusia era una enorme masa de inercia, con un campesinado que no se movería pero tomó todo su sufrimiento con una paciencia “asiática”. Vio al “proletariado” para empujarlo. Pero el “proletariado” era solamente una pequeña parte de Rusia en esa época. Aún así él lo reconoció como la única clase con un interés en el progreso — provisto, él sintió, estaba dirigida por gente inteligente, calculadora, implacable y bien educada (que solamente podría venir de las clases altas en la Rusia de aquella época). El partido que crearon se convertiría, en lo posible, el partido del proletariado en el cual aquella clase pudiera organizar y tomar el poder. Tenían entonces el derecho y el deber de barrer a los otros partidos.

La idiotez de aplicar esto ahora en, por decir, un país como Bretaña es increíble. Uno tiene solamente que ver los partidos que se ofrecen a sí mismos como los variados partidos del proletariado del cual, incidentalmente, solamente puede haber uno. Compáralos con la gente de alrededor. Las membresías de los partidos están lejos en inteligencia y entendimiento políticos. Están ampliamente compuestos de entusiastas superficiales y sin experiencia que entienden mucho menos de lucha de clases que el trabajador promedio.

Habiendo traducido la Revolución Rusa en una mitología que pone gran énfasis en las cualidades poseídas por su liderazgo, entonces pretenden poseer ese carisma de liderazgo. Pero ya que no lo tienen, hay un divorcio total entre la clase trabajadora y la llamada Nueva Izquierda que tiene, por tanto, que cubrirse a sí misma con pura palabrería en la esperanza esto pasará por aprendizaje. En el “Movimiento” más amplio con las definiciones de segunda mano del Marxismo-leninismo, rasguñan al rededor para encontrar alguien realmente tan retrasado y desposeído como el campesino ruso, y recurrir a la mitología del “Tercer Mundo”.

La única crítica, aplicada por los Marxistas-leninistas, del Anarquismo con cualquier seriedad a considerarse es, por lo tanto, solamente aquella de si la acción política debe ser considerada o no. Donde quiera que ha sido emprendida fuera de la clase ha probado ser solamente benéfica para los líderes de fuera de la clase.

La crítica social-demócrata del anarquismo

Los primeros Socialistas no entendieron que sería necesaria una diferencia entre Anarquismo y Socialismo. Ambos eran socialistas, pero mientras el segundo esperaba lograr el socialismo por medios parlamentarios, el primero sintió que los medios revolucionarios eran necesarios. Como resultado, muchos de los primeros grupos Anarquistas y socialistas (especialmente en la Gran Bretaña) fueron intercambiables en la membresía de la clase trabajadora. Algo podía venir de la acción política; algo por métodos industriales; la Revolución debía ser peleada tan pronto como fuera posible; la primera por lo tanto era complementaria de la otra aunque fuera reconocido que podrían tener que seguir caminos separados. Al menos así se pensaba.

Esto, sin embargo, cambió porque la cara del socialismo cambió. Dejó sus ideas libertarias por el Estatismo. El “Socialismo” gradualmente vino a significar Control de Estado de todo y, por tanto, muy lejos de ser otra cara del Anarquismo, fue su opuesto directo. Al decir originalmente que “los Anarquistas eran muy impacientes”, por lo tanto, los Socialistas parlamentarios se voltearon a una crítica de los Anarquistas apuntada a ellos por gente que no tenía deseo de cambiar la sociedad por completo, ya fuera más pronto o tarde. Tomaron lo que es esencialmente la crítica conservadora del Anarquismo la cual es esencialmente que el Estado es el árbitro de la legalidad y el orden económico presente es el único que estableció orden legal. ¡Una sociedad sin Estado —o incluso su defensa— es por consiguiente mirada como criminal en sí misma! No es, como una ley, pero hasta el día de hoy un agente de policía en la corte —o un periodista— se referirá por esta razón al Anarquismo como si fuese evidentemente criminal.

La mayoría de los defensores de cualquier sistema parlamentario deliberadamente confunden parlamentarismo con democracia como un sistema ideal de igual representación, como si ya existiera. Por consiguiente el ultra-parlamentarismo es “antidemocrático, sugiriendo que unos pocos cientos de hombres y unas pocas docenas de mujeres seleccionadas al azar y solas tienen el derecho de ejercer el control sobre el resto del país”.

Desde la rusificación del “Comunismo”, abandonando el parlamentarismo y la democracia, los Social-demócratas se han adaptado a criticar desde el lado revolucionario como ser necesariamente de aquellos que quieren la dictadura. Los Anarquistas, quienes pueden ser difícilmente acusados de dictadura —excepto por periodistas políticamente iletrados que no comprenden las diferencias entre partidos— por lo tanto deben ser “criminales” y movimientos laborales completos han sido estigmatizados por la Segunda Internacional. Esto fue tomado por el Gobierno de los E. U. A. con su legislación de “sindicalismo criminal” la cual era similar a aquella de países más abiertamente fascistas.

No más que los Marxistas-leninistas, los Social-demócratas (en el sentido de Laboristas ortodoxos) son incapaces de establecer que su objeción real al Anarquismo es el hecho que está contra el poder y el privilegio y así mina todo su caso. Sacan el tema, si retados, de que es “imposible”. Si es “imposible”, ¿de qué tienen miedo? ¿Por qué, en países como España y Portugal, donde el único caso de resistir la tiranía fue el Movimiento Anarquista, los Social-demócratas prefirieron ayudar al Partido Comunista? En España, hasta la aparición del Partido Socialista cuando era políticamente beneficiable cambiarse a él, el Partido Laboral Británico ayudó a las facciones de liderazgo comunista pero no hizo nada por la resistencia Anarquista.

La dictadura del proletariado es “posible”, y muy posible. Cuando venga barrerá a los socialistas. Pero si los Anarquistas resisten, los Socialistas al menos sobrevivirán para postular su alternativa. Solamente temen las consecuencias de esa alternativa siendo rechazada decisivamente — ¿puesto que quién escogería el Socialismo de Estado fuera del cenicero por nada si pueden tener Socialismo Sin Estado en su lugar?

En el mundo capitalista, el Social-demócrata objeta los métodos revolucionarios, la “impaciente” y alegada “criminalidad” de los Anarquistas. Pero en el mundo comunista, la social-democracia era por la misma señal conservadora igualmente “criminal” (ciertamente más) desde que presuntamente postulaba la conexión con los poderes enemigos, como ahora es probado. El cargo de “impaciencia” puede difícilmente ser nivelado cuando no había forma de efectuar un cambio legalmente y toda la idea de cambio por medios parlamentarios era un sueño. La Social-democracia, en el sentido del Laborismo, desiste la pelea sin esperanza cuando la tiranía triunfa (a menos que pueda llamar a la intervención extranjera, como en la ocupada Europa en tiempo de guerra). No tiene nada que ofrecer. No hay lucha contra el fascismo o el Leninismo desde la social-democracia porque no se ofrecen métodos constitucionales. En la antigua Unión Soviética y sus satélites, no tenían ideas de cómo cambiar y esperanzaron que disidentes nacionalistas y religiosos aprobaran un poco de liberalismo para bajar la presión. Sabemos ahora qué tan desastrosa ha sido esa política. Sin embargo el anarquismo ofrece un ataque revolucionario sobre los países comunistas que no solo es rechazado por los Social-demócratas; poderosos, ellos se unen con otros poderes capitalistas para hostigar y reprimir ese ataque.

La objeción liberal-demócrata al anarquismo

La liberal-democracia, o el conservadurismo no fascista, tiene miedo de hacer críticas directas del Anarquismo porque el hacerlo mina todo el razonamiento de la Liberal-democracia. Por eso recurre a la falsificación: los Anarquistas son equiparados con los Marxistas (y por tanto toda la crítica marxista del anarquismo es ignorada). El objetivo más frecuente de ataque es sugerir que el Anarquismo es alguna forma de Marxismo más la violencia o alguna forma extrema de Marxismo.

La razón por la que la Liberal-democracia no tiene defensa que ofrecer contra un argumento anarquista real es porque la Liberal-democracia está usándolo como su apología, en la defensa de la “libertad”, pero colocando muros circunscritos a su alrededor. Pretende que el parlamentarismo es alguna forma de democracia, pero algunas veces preparada para admitir (bajo presión) no es una forma de democracia por completo, ocasionalmente busca encontrar caminos para democratizarlo más. El indudable proceso dictatorial de que poca gente una vez electa por medios justos o repugnantes tiene el derecho de tomar decisiones por una mayoría es cubierta por una defensa de los derechos constitucionales o incluso la libertad individual de los miembros del Parlamento solamente. La máxima de Burke de que ellos son representantes, no delegados, es citada ad nauseam (como si este político reaccionario haya atado al pueblo británico por siempre, aunque como él mismo admitió, no buscó pedir sus opiniones para el tema alguna vez).

La economía liberal está casi tan muerta como el dodo. Lo que domina es el monopolio de las grandes firmas o del Estado. La economía de laissez-faire mantiene aspiraciones encarnadas del Partido Conservador las cuales nunca implementaron. Objetan la intervención del Estado en los negocios, pero nunca se preocupan por llevar el espíritu de competición muy lejos. No hay razón lógica de por qué debería haber cualquier restricción en el movimiento de la moneda — y esta es buena política conservadora (¡aunque nunca implementada! ¡No hasta la crisis, cualquier crisis, ya terminó!). Desde este punto de vista, ¿por qué no deberíamos ser capaces de tratar en piezas de oro o en dólares estadounidenses o en taleros de María Teresa o en francos o en marcos alemanes o incluso en los devaluados marcos alemanes? La libra esterlina pronto encontrará su propio nivel, y si se devalúa, mucho peor para ésta. ¿Pero por qué para ahí? Si podemos escoger cualquier moneda que queramos, el socialismo libre puede coexistir con el capitalismo y expulsaría el capitalismo.

Una vez que el socialismo libre compite con el capitalismo —como lo haría si optáramos por ignorar el dinero simbólico del Estado y negociar en una de nuestra propia elección, que refleje los valores reales del trabajo— ¿quién escogería ser explotado? Es evidente que ningún economista de laissez-faire quien tenga que combinar su rol con aquél de político de partido permitiría que las cosas vayan tan lejos.

La Liberal-democracia toma uno de los argumentos normales contra el Anarquismo el cual inicia en el ala derecha: específicamente, comienza con las objeciones contra el socialismo —eso es el Estatismo— pero si hay un socialismo antiestatista que es de hecho más liberal que sí mismo, entonces es “criminal”. Si no es así, entonces se busca la ley para que así sea.

Este argumento es de hecho bajo menosprecio, sin embargo es uno que influye en la prensa, la policía y la judicatura en un grado sorprendente. De hecho el Anarquismo como tal (a diferencia de organizaciones anarquistas específicas) no puede ser ilegal, porque ninguna ley puede hacer que la gente ame al Estado. Es solamente hecho por ideas falsas tales como describir el Estado como “país”.

El hecho es que la Liberal-democracia raras veces expresa argumentos contra el Anarquismo como tal —otra que depender del prejuicio— porque sus objeciones son puramente autoritarias y desenmascaran el Estatismo innato y el autoritarismo del liberalismo. En la actualidad a los conservadores les gusta apropiarse del nombre “liberalismo” para describirse a sí mismo como si estuviese más dispuestos a la libertad que los socialistas. Pero su liberalismo está confinado a mantener el Estado fuera de interferir en sus asuntos. Una vez que el anarquismo deja claro que es posible tener ambas justicia social y prescindir del Estado ellos se muestran en sus verdaderos colores. Sus argumentos contra el socialismo de Estado y el Comunismo puede sonar “libertario”, pero sus argumentos contra el Anarquismo revelan que son esencialmente autoritarios. Eso es por qué prefieren confiar en insinuaciones, calumnias y la presentación de informes falsos, que es parte de la clase dirigente antianarquista, fielmente apoyada por los medios de comunicación.

La objeción fascista al anarquismo

La objeción fascista del Anarquismo es, curiosamente suficiente, más honesta que la del Marxista, el liberal o el Social-demócrata. La mayoría de ellos dirán, si presionados, que el Anarquismo es un ideal, tal vez imperfectamente comprendido, pero ya sea imposible de lograr o posible solamente en un futuro distante. El fascista, por el contrario, admite su posibilidad; lo que es negado es su deseabilidad.

La derecha autoritaria (cuyo término incluye a muchos más allá de aquellos llamando a sí mismos fascistas) adoran las mismas cosas que son anatema para los Anarquistas, especialmente el Estado. Aunque la concepción del Estado es idealizada en la teoría fascista, no se niega que se podría prescindir de él. Pero el “primer deber del ciudadano es defender el Estado” y es alta traición oponerse o defender su abolición.

Algunas veces el Estado se disfraza como la “gente corporativa” o la “nación”, dando una idea mística del Estado más allá del mero aparato burocrático de gobierno. Las fuerzas de militarismo y la opresión son idealizadas (después del emperador alemán que dijo que la paz universal era “solamente un sueño y no un buen sueño”). Correr a través del patriotismo de derecha es un sentimiento místico sobre el “país”, pero aunque los Nazis en particular algunas veces han recurrido a una idealización de la “gente” (esta es más una connotación racial que popular en alemán), es en realidad la tierra actual que se considera sagrada, así llevando el mito del Estado a su lógica conclusión. Para los Anarquistas eso, por supuesto, es un sinsentido. El sinsentido puede ser visto en su forma más fuerte con los seguidores de Franco que mataron muchos españoles incluso después que la Guerra Civil terminara, mientras se añora la estéril roca de Gibraltar: especialmente en General Milán de Astrray, quien quería matar “malos españoles” y erradicar Catalanes y Vascos en el nombre de la España unitaria, por consiguiente (como Unamuno señaló) hacer de España “un manco y un tuerto, como era el General mismo”.

El Anarquismo es claramente visto por los fascistas como una amenaza directa no una puramente filosófica. No es meramente la acción directa de los Anarquistas sino la cosa en sí misma que representa el mal. Los medios de comunicación “democráticos” finalmente sortearon tomar estos hilos en el pensamiento fascista, planchándolos amablemente, y presentándolos en las historias de “noticias”. Hitler miró el Estado Autoritario que había construido como milenario (el Estado de mil años) pero él sabía que podía ser desmembrado y rechazado. Su tema constante era el peligro de esto y mientras concentró (por razones políticas) los ataques en un rival totalitario, el Comunismo de Estado (ya que Rusia presentaba una amenaza militar), sus ataques al “cosmopolitismo” tenían el reiterado tema del antianarquismo.

El “Cosmopolitismo” y el “No-Estado” son los “crímenes” que el Nazismo asoció con los Judíos, aunque desde la época de Hitler muchos de ellos habían vuelto al nacionalismo y a un Estado fuerte. El tema de la “dominación judía” va mano a mano con la “destrucción anarquista de la autoridad, la moral y la disciplina”, desde que el fascismo mira a la libertad personal como mala en sí misma y solamente es permisible la libertad nacional. Desde el momento en que uno puede hacer cualquier sentido de los discursos de Hitler (los cuales son algunas veces engañosos ya que siguió diferentes líneas de pensamientos de acuerdo a la forma en que podía influir en una audiencia), él creyó que “hundir en la Anarquía” a un país (abolición de las restricciones de Estado) llevaría al caos, lo cual haría posible para una dictadura que no sea la de los intereses del pueblo para tener éxito.

Hitler no confundió el Comunismo de Estado con el Anarquismo (como Franco lo hizo deliberadamente) por razones de propaganda, para tratar de erradicar el Anarquismo de la historia. Él equiparó el Comunismo con la “dominación judía”, y el caso contra los judíos (en el pensamiento original nazi) que son un pueblo racialmente puro que ganará conquista sobre ilotas como los alemanes.

Una “Raza Superior” debe controlar a los alemanes para mantener fuera el Estado rival. En una condición de libertad los alemanes “ilotas” se volverían a la Anarquía, justo como los racialmente “inferiores” Celtas de Francia rechazaron expulsó a los nórdicos señores normandos (la versión Houston Chamberlain de la Revolución Francesa). Después, por supuesto, cuando el Nazismo se volvió un Partido de masas fue conveniente cambiar esto diciendo que los alemanes eran la Raza Superior, pero esta no era la filosofía nazi original, ni era aceptada en privado por los líderes nazis (“el pueblo alemán no es digno de mí”). Pero difícilmente podían decir en los mítines masivos que eran todos “ilotas”. Al menos no hasta que su poder fuera completo. Esta idea de que todo un pueblo (cualquiera que fuera) puede nacer “ilota” no podía ser mejor expresado como el opuesto del Anarquismo, ya que en este caso sería de hecho imposible.

Esta propaganda Nazi es repetida por los medios de comunicación hoy; “hundir el país en la Anarquía sería seguida por una dictadura comunista o de extrema derecha” es la jerga actual de los periódicos.

Para resumir la objeción fascista al Anarquismo: no se niega que la abolición del Estado puede suceder, pero si así es, dadas las libertades económicas, sociales y políticas, los “ilotas” —que están “naturalmente inclinados” a aceptar la subordinación de razas superiores— buscarán dueño. Tendrán nostalgia por el “mando fuerte”.

En el pensamiento nazi, el mando fuerte solamente puede venir (en teoría) de miembros racialmente puros de la “Raza Maestra” (algo un poco más que una clase y menos que un pueblo), los cuales pueden ser jefes constructivos (por ejemplo, los “arios”) o una raza que no ha tenido contacto con el “suelo” y será así destructiva.

En otros tipos de pensamiento fascista, dada la libertad, el pueblo desechará todas las lealtades patrióticas y nacionalistas y así el “país” cesará de ser grande. Esta es la base del fascismo de Mussolini, y, por supuesto es perfectamente verdad, teniendo en cuenta que “el país” es su sinónimo de Estado y su sola concepción de grandeza es militarista. El más sincero de todos es el tipo de fascismo español el cual buscó imponer la dominación de clase de la forma más brutal y dejar claro que su oposición al Anarquismo era simplemente en orden de mantener abajo a la clase trabajadora. Si era necesario, la clase trabajadora podía ser, y era, diezmada en orden de aplastar el Anarquismo.

¡Es verdad de todas las filosofías políticas y patente con la fascista, que su relación con el Anarquismo lanza luz sobre sí misma!

La objeción de una persona promedio al anarquismo

Hablando generalmente, la gente ordinaria toma su objeción al Anarquismo de la prensa, que a su vez es influenciada por lo que la clase dirigente quiere. Por muchos años hubo una conspiración de silencio de la prensa contra el Anarquismo, seguida en 11,960 c. h. por un fallo en transcribir Anarquismo y Marxismo, o Anarquismo y nacionalismo, de modo que uno debería ser referido al otro con el fin de confundir. Esto nació en muchas exposiciones en muestras* de la Bandera Negra donde los Marxistas declarados estaban en los turbulentos sesentas descritos en la prensa como “Anarquistas” mientras Anarquistas declarados eran descritos como “Marxistas” o “nacionalistas”. En algunas ocasiones los nacionalistas eran llamados “Anarquistas”, pero generalmente cuando la palabra “Anarquistas” era usada como si describiera uno mismo como un Anarquista, era hacer una confesión de culpabilidad. Esto, como hemos visto, es tomado de la actitud liberal-demócrata al Anarquismo. Pero tiene un sabor muy fuerte con la actitud fascista también. Por eso, la frase “Anarquista confeso” vino a ser usada por la prensa para describir a una persona que es un Anarquista en oposición a alguien que han meramente etiquetado Anarquista con el fin de confundir.

Esto ha cambiado de alguna manera con la explotación del Anarquismo por la explotación comercial de la música y la explotación académica de la filosofía, dando surgimiento a una versión liberal de la clase media de un Anarquismo como un filósofo de mente liberal, un excéntrico inofensivo, chicos sin estudios, o una persona vistiendo a la moda ropas pasadas de moda.

Como opuesta a esta cada vez mayor y popular idea equivocada, la persona promedio toma el punto de vista fascista del anarquismo —como tomada en su totalidad por los oficiales de policía y otros— como genuino, pero atenuada por el hecho de que no se toma muy en serio. Algunas veces confunden la palabra “revolucionario” y asumen que todo el que protesta es Anarquista. Esta ignorancia, sin embargo, es más seguido mostrada por los periodistas que por el público general.

Cuando se trata de una objeción al Anarquismo como es éste, a diferencia de las objeciones a un Anarquismo mitológico como imaginado o caricaturizado por los Partidos autoritarios o la clase dirigente, o practicado por la clase dirigente alternativa, no hay muchas objeciones serias del público general. Ellos pueden pensarlo no posible de realización si se presenta en una forma positiva para ellos, pero generalmente lo hacen si se presenta en una manera negativa — por ejemplo, describiendo la tiranía del Estado. El hecho de que podríamos prescindir de los partidos autoritarios, la inutilidad de los políticos, entre otras cosas es generalmente acordado. La sola objeción principal es tal vez el sentimiento de que quieren sacar el máximo provecho de la vida tal como es: y ellos no se sienten lo suficientemente fuertes para retar al Estado o para hacer frente la lucha involucrada en provocar una Sociedad Libre, o tolerar las muchas vicisitudes (mayores y menores) que hacen la vida de un militante o alguien razonablemente comprometido a un ideal. Las tentaciones son grandes para conformarse y aceptar los sobornos que la clase capitalista puede tender ahora. Solamente cuando el Estado quiere su última gota de sangre la gente despierta a la necesidad de la resistencia, pero entonces es muy tarde y también, por supuesto, el Estado entonces pasa a tener la pretensión de ser “el país” con el fin de ser amado en lugar de ser odiado o que no fuera de su agrado.

La reducción del anarquismo a la marginación

Pero métodos astutos, no usados contra otras teorías políticas, es intentando por la propaganda estatista marginar el Anarquismo a nada. Es confundido por los periodistas, profesores e “investigadores” subsidiados mostrar que los Anarquistas son idénticos a los bohemios, drogadictos, asesinos nacionalistas, viajeros del New Age, disidentes políticos, militantes sindicalistas, jóvenes rebeldes, teóricos de la clase media, soñadores, conspiradores, comediantes, reformadores frustrados, pacifistas extremos, asesinos, escolares rebeldes y criminales. Algunos Anarquistas, uno supone, puede ser cualquiera pero difícilmente todos estos —como puedes los miembros de todas las persuasiones políticas— pero ninguno puede ser descriptivo de la causa. Por mal uso de la palabra “Anarquista” o por añadido de “presunto” o “confeso” Anarquista; o por conjuntar la palabra con una contradicción obvia, el Anarquismo puede ser marginado y, por implicación, las teorías estatistas hechas para parecer la norma.