Introducción

  Primera parte

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

  Segunda parte

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

Introducción

La Escuela de la Anarquía tiene su base no sólo en el estudio de los históricos anarquistas, de sus ideas vigentes en la actualidad con la misma virulencia que en su época, también desde la perspectiva de los analistas modernos y todo ello justificado por el análisis y estudio de quince años de practicar la educación en la anarquía.

Un grupo educativo es una muestra social que nos permite analizar y estudiar los comportamientos, actitudes y formas evolutivas de una sociedad durante períodos de tiempo. Esto, que a simple vista, puede parecer extraño, no es más que la reproducción de lo que la sociedad hace desde su macroestructura, para poder adelantarse a la dinámica social con una prospectiva de futuro y ganarle la partida a los movimientos sociales y a las ideologías progresistas.

Una escuela, considerada como institución educativa, es el reflejo constante y variante de la sociedad que nos rodea. Y cuando la iniciamos intentando hacer una pequeña revolución, porque tratamos de educar conforme a unos principios esencialmente humanos de libertad, responsabilidad, justicia, igualdad, felicidad, identidad y solidaridad, vemos que ante el análisis de los resultados, hemos perdido de vista la educación constante que toda la gran escuela que es la sociedad, realiza; y lo hace en oposición suave y constante, utilizando los mecanismos que la educación autoritaria ha introyectado en sus mentes manipuladas por todos los medios educativos posibles.

En la ingenuidad, que nos ha precedido durante mucho tiempo a los defensores y defensoras de la anarquía, educamos pensando que el ser humano, si vive en libertad deseará ser libre, si vive en solidaridad deseará ser solidario, si vive en justicia, justo y si en igualdad, igualitario.

Pero perdimos de vista un principio fundamental, el del influjo educativo de todos los instrumentos de una sociedad autoritaria, competitiva, moralista y mediatizada, por lo que lo mismo que sucede a un plano general de menoscabo de las ideologías progresistas por el deterioro de las influencias impositivas, la educación, considerada desde la moral de lo positivo, es una correcta moral, pero ingenua e ineficaz y por lo tanto útil a un sistema democrático de carácter pluralista, pero descafeinadamente ideológico, en cuanto a la transformación social.

Ante el desencanto del fracaso de la puesta en práctica de una ética anarquista porque no sirve para crear personas diferentes, hombres y mujeres nuevos que impulsen a la sociedad hacia la anarquía, que es lo mismo que decir hacia un humanismo de valores y principios naturales, la respuesta no puede ser y no es de abandono de las ideas, no es de repetición de lo ineficaz, es de reflexión, critica, análisis y búsqueda de nuevas formas que faciliten el objetivo deseado.

Nuestra escuela, como muestra social, sometida a una ética de defensa a priori de los derechos humanos, nos ha demostrado que no sirve para el fin para el cual se ha creado, porque las personalidades que genera, aún siendo diferentes a las generadas por las escuelas autoritarias, no llevan dentro de sí la responsabilidad social de luchar por una sociedad diferente, sino por una sociedad menos discriminativa, menos injusta, menos deshumanizada, pero que acepta la división de las clases sociales, la propiedad privada, el individualismo y las estructuras sociales establecidas.

Y todo ello, porque han sido educados y educadas en la ética de la anarquía como principio de defensa de los valores humanos, que es lo mismo que esperar que el proceso de evolución asiente las vivencias y las ponga en práctica en las mentes adultas, obviando, que otros principios, otras ideas y otras vivencias, deducidas de una ética burguesa y capitalista, han ido imponiendo en sus mentes, haciéndoles ver las dificultades de una igualdad y las ventajas de fomentar una sociedad de clases, y para ello les han impulsado a la dependencia, la comodidad, el egoísmo, la pérdida de la libertad, el consumo, la competitividad y toda una serie de formas sociales, que potenciando el egocentrismo propio de determinadas edades, han limitado la emancipación, tratando de fomentar una madurez adolescente y evitando que se introduzcan en un proceso de evolución constante y maduro, que conduciría al ser humano a desarrollar actitudes más intelectuales y más altruistas.

Es decir, han ido introyectando el pragmatismo y matando la utopía. Creando la falsedad de que la meta es la lucha para perfeccionar lo instituido, pero nunca romper lo establecido en busca de formas nuevas, porque ello es imposible, y la muestra está, es la minoría que viviendo en la anarquía, se presenta a sus ojos como una vida de sacrificio, renuncias y trabajo, que no congratulan y por tanto, pertenecen a una pequeña minoría que no llene ningún futuro. Haciendo que minusvaloren los conceptos anárquicos y de alguna manera vayan introyectando, que esa forma de pensar, es útil como ideal utópico, pero nunca como realidad para poner en práctica, porque simplemente, es ineficaz.

Cuando se crea una pequeña escuela libre, se crea la falacia de pensar que ella educa lo suficiente como para generar personas diferentes, perdiendo de vista que la gran escuela es la vida y ella educa contra la escuela de la libertad, como se ha hecho siempre, ya que las nuevas ideologías y ésta en particular, han sido combatidas desde todos los frentes, hasta minimizarlas o aceptarlas como imposibilidad.

En años anteriores las confrontaciones eran distintas, las luchas eran abiertas y el descrédito, el miedo y el aniquilamiento, cercenaba la posibilidad de progreso de una forma de pensar tan antigua como la humanidad. Hoy, todo ha cambiado. Desde que el capital sufre las grandes y últimas revoluciones proletarias, que hacen tambalear durante cierto tiempo sus planteamientos, en donde las guerras oportunas siempre le han servido de correa de transmisión, las cúpulas pensantes y el gran capital saben que no pueden consentir nuevos ataques de las clases populares, por lo que deben cambiar. Y lo hacen.

Deben sustituir la lucha de clases y el deseo de la eliminación de ellas, por lo que se llama cultura del bienestar, que no es más que la forma adaptada de las diferencias clasistas para generar la esperanza de cambio y progreso, mientras siguen perpetuando los principios básicos de una sociedad autoritaria e injusta.

Deben instar a la escolarización obligatoria, así prepara las cabezas de las nuevas generaciones en maridaje armónico con las leyes, para insinuar un cambio que sólo permanece en la superficie, porque permanece y perpetúa su correlación de autoridad-dependencia.

La tecnología de la imagen les deseduca. El consumo les crea la falacia de la igualdad. La competitividad rompe la solidaridad y las ideologías marxistas abandonan su lucha de clases con la falacia de la disminución de las diferencias, los y las anarquistas se intoxican de Lodos estos principios. Es el descafeinamiento de todo, la era de los sucedáneos que sustituyen a lo natural.

Es por otro lado, la era de la palabra sin significado. Dando la impresión de que cada cual puede decir lo que desee, pero lo que se dice no es más que la iteración de lo que se desea que se diga. Las teorías siguen manifestándose, pero todas ellas van enarboladas de desencanto y negativismo. Se ha inducido a la sociedad a pensar que el proceso no existe y la realidad inmediata es un todo que llene finalidad en sí misma.

Se evita la evolución en una constante comparación con el pasado, en donde todo parecía aún peor, la alienación ha cambiado de manos y de sentido, y el egoísmo, atadura esencial de la humanidad, aparece como la más excelsa posibilidad real.

El impulso constante desde los últimos movimientos sociales, sobre todo en nuestro país, es el de hacernos creer que avanzamos en la emancipación humana. La falacia de las libertades está generando una nueva alienación, la exaltación del yo y por ello, toda persona que me rodea es en última instancia mi enemigo. Yo y el universo somos una misma cosa. Y,. puedo conseguir lo que desee. Yo soy libre en cuanto hago lo que me da la gana. Yo soy más y mejor que cualquier otra persona, yo lo puedo lodo.

Esta cultura egótica es la mejor forma de neutralizar el viejo concepto del nosotros y nosotras. La involución es real y efectiva. La solidaridad se va convirtiendo en una ilusión del pasado. La cultura individualista es totalmente deshumanizada y muy efectiva, porque nunca podrá dar lugar a una nueva revolución.

Ante el viejo precepto de divide y vencerás, se impone el nuevo de convence y vencerás.

Debemos dejar de vivir de ilusiones trasnochadas, de viejas formas neutralizadas, sobre todo porque son conocidas y saben como aniquilarlas. Comencemos a actuar tomando la delantera a los que siempre han enarbolado la bandera del triunfo.

Basta ya de luchas intestinas que no son más que personalismos subhumanos y egoísmos primarios. El mundo es un ente concreto manejado por mentes concretas. Y en esas concreciones nos encontramos nosotros y nosotras.

Abandonemos ya el ideal no comprometido y que fácilmente nos compensa, dejemos ya de pensar que la libertad empieza y termina en mí, cuando empieza antes de mí y termina en las demás.

Contemplemos la vida como esa gran escuela que es y nos deseduca alienándonos. Vayamos en pro de la emancipación colectiva y solidaria y hagamos nuestra la idea de que la Escuela de la Anarquía debe manipular bajo las mismas formas que sus detractores y detractoras. Y asumamos la flexibilidad de cambiar, variar, evolucionar y no someternos a ideas preconcebidas, a ideas lineales o a personalismos estúpidos.

Cada cual, como entidad única y como persona capaz de ser influida e influir, piense y viva desde la anarquía y ello es; flexibilidad, aperturismo, colectivismo, autogestión, libertad responsable, identidad personal, felicidad y evolución.

Abandonemos la incultura de la cultura establecida, creemos sobre la aportación que la civilización nos ofrece y actuemos en cada instante o lugar de nuestras vidas, como auténticos educadores y educadoras que educándonos en la anarquía educamos a las nuevas generaciones en la utopía, siendo conscientes que educar en la utopía es educar en la transformación y cambio de las transmisiones que una sociedad injusta y manipuladora realiza, y hagámoslo con sus mismas armas y con una prospectiva de futuro.

No abandonemos las ideas de los históricos, recuperémoslas. Pero cambiemos las estrategias porque de lo contrario no tendremos ninguna posibilidad de futuro. Y nuestra responsabilidad como seres pensantes y evolutivos es caminar hacia una sociedad distinta, una sociedad que toda la humanidad ha anhelado siempre y siempre ha vendido por el prosaicismo de la realidad inmediata.

La vida no comienza y termina en mí. La vida empezó con nuestros antepasados y antepasadas y termina con el último suspiro de los homínidos.

No sobrevivimos por perpetuar lo establecido, sobrevivimos por inyectar en las nuevas generaciones la evolución de la humanidad y ello significa el establecimiento de la felicidad. Y la felicidad no es más que el desarrollo constante y sin fin de nuestras ansias de supervivencia, y únicamente podemos sobrevivir en las ideas que como suidos de la anarquía podamos introyectar en las mentes que nos preceden, haciendo así honor a nuestra esencia de seres pensantes.

Mas no debemos caer en el error ancestral de creer que nuestro pensamiento nos hará libres. Únicamente en la proyección de nuestra libertad podremos engrandecerla y por ello, pensar que el camino de la continuidad está asegurado, nada más eficaz a corto y largo plazo que ser lodos y todas copartícipes de la Escuela de la Anarquía.

Josefa Martín Luengo.
«Colectivo Paideia».
Mérida, octubre de 1993.

Primera parte

Capítulo I

Si queremos hablar de Anarquía, o más concretamente aún de Escuela de la Anarquía, debemos conocer la sociedad que nos envuelve para poder comprender y deshacer la instrucción-educación de un pueblo, este pueblo.

Sabemos que los valores que dominan hoy en la sociedad son: progreso, eficacia, desarrollo, dinero, orden, democracia, tecnología especializada y un amplio etcétera, que garantizan «que cambie todo, para que todo continúe».

Por lo que debemos profundizar sobre la estructura social que nos domina para poder introducir en sus planteamientos, los principios básicos de la anarquía.

Si con Kropotkin decimos, que la anarquía la consideramos bajo estos tres aspectos:

  1. Como medio de acción.

  2. Como teoría social.

  3. Como parte de un sistema general de filosofía.

Y hacemos nuestros los principios básicos del anarquismo, que son:

  1. La dicha y el bienestar del ser humano en todas las manifestaciones de su vida.

  2. La abolición de todas las trabas creadas por el hombre y la mujer, que impiden la consecución de la felicidad por la que la humanidad viene luchando durante toda su historia.

  3. El cultivo de la personalidad humana hasta los mayores grados asequibles de dignidad, responsabilidad y perfección.

Podemos exponer con mayor claridad cómo es y debe ser la Escuela de la Anarquía.

En cuanto al modo de acción damos prioridad a la ética que sustenta toda la dinámica humana, ya que «la ética es el cauce que regula nuestra conducta, orientándola hacia el mayor bien en la propia vida y en la vida de los demás. Es la fórmula que compatibiliza todo orden de intereses que se manifiestan en la persona con todo el orden de intereses con la comunidad» (Cano Ruiz, B., ¿Qué es el anarquismo?) Por lo que la ética colectiva es el pilar que debe sustentar una Escuela de la Anarquía, frente a las concepciones individualistas que defienden la libertad individual por encima de cualquier otra concepción y dan al Yo una prepotencia, que más parecería una religión, por lo que estamos en oposición con Max Stirner y Nietzsche.

Por ello, la dinámica educativa de la anarquía, debe ser eminentemente colectivista en detrimento de la preponderancia individualista que sofoca cualquier forma de autogestión y es eficazmente receptiva a los principios que la sociedad actual manifiesta como valores.

La Escuela de la Anarquía en su modo de acción, no participa de la pedagogía neo-rousseauniana que todo lo tolera, ni de la pedagogía de Summerhill, que defiende que el niño y la niña no pueden ser limitados en sus deseos y formas de libertad, ni de la pedagogía no directiva de Carl Rogers, que se centra en las necesidades inmediatas de sus clientes, porque todas ellas, adolecen de las bases primigenias de la anarquía y por ello de cualquier forma más o menos burda de autogestión.

La realidad social que nos sofoca, que es principal educadora de esta escuela universal que es el mundo que nos rodea, nos ha hecho alertas a sus medios educativos, a sus principios educativos y a su ética humana, por lo que defendemos una escuela que eduque en la búsqueda de la felicidad, de un progresivo camino de libertad y de solidaridad comunitaria. Debiendo ser y siendo conscientes de que no existen paraísos artificiales y que la anarquía es un camino que hay que alcanzar, la felicidad la consecuencia de un apoyo mutuo y la colectividad la estructura social en la cual nos debemos asentar para poder mínimamente, acceder a las puertas de la anarquía.

Esencialmente la anarquía, es una ética que regula nuestra conducta orientándola hacia el mayor bien en nuestra propia vida y en la vida de los y las demás. Es, primordialmente, una búsqueda de fórmulas de convivencia que compatibilizan toda clase de intereses propios con los intereses de las personas que configuran un grupo humano específico y por ello el grupo humano universal.

Por lo que la Escuela de la Anarquía trata y debe tratar de encontrar una armonización entre la satisfacción de los intereses personales, de los instintos básicos de conservación de la vida, con los que nos impulsan o deben impulsar a la cooperación para conseguir la existencia y satisfacción de los intereses e instintos de los/as demás.

Regular nuestros propios instintos en una conducta que facilita la regulación de los instintos de quienes nos rodean, es un principio más racional y humano que las normativas exteriores que producen unas conductas estereotipadas, controladas y creadas para controlar esos instintos.

La anarquía busca las formas de regular esos instintos, individuales y colectivos, desde las experiencias y vivencias que se deducen de la vida en común, asentando su básico planteamiento en el concepto de solidaridad, que es el que verdaderamente puede inducir a conseguir un máximo de libertad, justicia, igualdad y paz.

Estamos con Kropotkin en la afirmación de que «el ser humano es esencialmente sociable y comunitario, capaz de convivir con sus semejantes sin necesidad de coacciones externas, porque hay en su propia naturaleza necesidades morales, preponderantes sobre todas las demás necesidades, que lo incitan a la cooperación y no a la lucha».

Tal vez, en lo más profundo del deseo de poder y éxito, se encuentre la necesidad de ser admirado y aceptado por el grupo al que se pertenece y por el mayor número de agrupaciones posibles. Y como las normas coercitivas que controlan las formas de actuación humana introyectan la idea de que el ser humano es malo por naturaleza y «un lobo para el ser humano» (Hobbes), el deseo más arraigado que nuestro humano actual tiene, es inconscientemente demostrar que no es así y para ello, requiere y necesita, y por ello lucha y destruye la aceptación y admiración de los y las demás. Tal vez sea, una proyección inconsciente de una educación represiva, normativa y de constante lucha de oponencia, en lugar de serlo cooperativa.

La educación introyecta en el niño y la niña los principios de ser y actuar, en cuanto se les acepta si actúan de una determinada forma y se les rechaza si actúan de otra. Generalmente, la aceptación tiene relación directa con la respuesta obediente a las normas establecidas y el rechazo a la rebeldía frente a esas mismas normas.

Como además, otro deseo fundamental del ser humano, es la búsqueda de su propia identidad, y ésta se identifica no como la realización de un único proyecto personal sino como una aceptación, admiración y reconocimientos externos, las personas rompen sus lazos de cooperación y se desplazan hacia el campo de la competitividad para definir su identidad y para encontrarse aceptados y reconocidos por el resto del grupo.

Es una forma distorsionada de dar respuesta al deseo de apoyo mutuo, de solidaridad y de búsqueda del bien colectivo.

Debemos tener en cuenta, que las estructuras psíquicas que se establecen en las cabezas de los pequeños y las pequeñas, a través de una educación más o menos expresamente coercitiva, de asunción, aceptación y respeto de la autoridad, no son ni más ni menos, que las respuestas a un código ético en el cual se asientan la dependencia e inseguridad de los y las menores. Sus referencias, sus aceptaciones o rechazos, configuran una forma de ser y pensar de la cual dependerán el resto de sus vidas.

En esos principios en que las sociedades se han basado para determinar la vida de unas determinadas formas, en las que unos/as son superiores y otros/as son Inferiores, indudablemente se han basado en la esencia fundamental del ser humano, ya que de otra forma nunca hubiesen podido tener el éxito de acogida que han demostrado tener a lo largo de los siglos.

La piedra, basamento de toda esta estructura psicológica que hace del ser humano un perpetuo menor de edad, es la educación por un lado y la propiedad privada por otro.

En el momento que aparece la propiedad privada, se Inicia el sentido de posesión sobre lugares, cosas y personas, que en un principio se asienta sobre la ley de los más fuertes, más listos, más rápidos, que descubren la vulnerabilidad del ser humano, que es su inseguridad ante una naturaleza inhóspita y desconocida y el mito ancestral del leísmo para comprender lo incomprensible.

Así, defensa de la propiedad, incremento de ella, poder, autoafirmación, seguridad, aceptación y éxito son los elementos que se conjugan en el ser humano, en su búsqueda de la felicidad, los cuales se justifican con el deseo de inmortalidad, primero en la identificación con los dioses, después en la utilización de ellos.

Y con todo y a lo largo de toda la historia de la humanidad la percepción más o menos consciente de haber traicionado la esencia misma del ser pensante y la afirmación constante de recuperar la auténtica esencia; la solidaridad, el apoyo mutuo, la felicidad colectiva, la libertad responsable, la vuelta a los prolegómenos de la historia de la civilización y la cultura.

El devenir humano, no es más, que una ficción creada por unas determinadas situaciones evolutivas, que al beneficiar a unas personas en detrimento de otras se ha establecido y justificado como una verdad absoluta que el colectivo humano no desea poner en tela de juicio, porque en realidad, y educacionalmente, ha sido condicionado y preparado/a para que así sea y actúe.

Es un hecho hartamente demostrado, que el cerebro humano nace con una determinada potencialidad y predisposición debido a una herencia filogenética y que aquello que se grabe en él, será lo que configurará la persona posterior que se deducirá de ello. Por lo que no estamos ni con el individualismo voraz de Stirner y Nietzsche ni con la afirmación de Hobbes, ni con las aseveraciones de Rousseau.

El ser humano, es en principio una predisposición y su herencia filogenética es indudablemente clarificadora de su tendencia al apoyo mutuo, a la necesidad del grupo, a la solidaridad manifiesta o encubierta con paternalismos estúpidos. Lo que es más auténtico y real, es la Manipulación constante que se hace de las posibilidades del ser humano, su plasticidad infantil, su indefensión primaria y la educación que lo configura y dirige hacia unos fines altamente predeterminados.

Por lo que la anarquía, como teoría social, defiende lo colectividad y el grupo como principio generatriz del ser humano. Y lo considera como un ser de la escala zoológica que llene unas capacidades mentales superiores, unas necesidades e instintos comunes y elementales, de supervivencia y solidaridad, en una búsqueda constante por su identidad, felicidad y progreso, pero exentos de manipulación maniquea. Es decir, la anarquía debe recuperar para la persona humana, las necesidades básicas que configuran su identidad. Eludir y combatir los paraísos superficiales que las estructuras sociales y pensantes elaboran y han elaborado; es necesario conducir a este ser superior hacia el uso racional de su mente, dando respuestas satisfactorias a sus más íntimas y específicas necesidades y desechando las manipulaciones estructurales a las que se encuentra sometido, por una educación manipulativa y manipuladora, que le ha hecho desviarse de la dinámica natural que configura sus características primordiales.

Como una filosofía, la anarquía, defiende una filosofía de la conducta tanto individual como colectiva que se apoya en una moral del apoyo mutuo, de la solidaridad, que hace innecesarias las coacciones gubernamentales y que permite una convivencia donde pueda hacerse realidad la frase de Eliseo Reclus: «La anarquía es la más alta expresión del orden».

Entendiendo por libertad, «la ausencia de impedimentos externos, cuyos impedimentos pueden con frecuencia quitar parte del poder de un hombre o mujer para hacer lo que quiera, pero no pueden impedirle usar el poder que le queda según su propio poder y razón le dictan» (Cano Ruiz, B., Ibid).

Por lo que la anarquía defiende dos tipos de bienes, uno el bien del individuo y otro el bien de la comunidad, sin que el primero frustre o menoscabe el objetivo común que es el de búsqueda y disfrute de la felicidad, considerando ésta no como un objetivo a conseguir a largo plazo, sino como una vivencia real e inmediata, que cotidianamente se puede hacer realidad, si se respeta la ética propugnada.

Por lo que la anarquía defiende la ley natural como la única verdadera, considerando todas las demás leyes perniciosas y antinaturales. El derecho que asiste al ser humano, se refiere al conjunto de acciones que puede realizar dentro de una colectividad sin que lesione los intereses de las demás personas que configuran su colectividad. Por lo que la Escuela de la Anarquía, debe buscar, respetar y aceptar, aquellas normas deducidas del colectivo que hacen factible la libre convivencia de todas las personas insertas en él. Y nunca con fines universalistas, porque eso sería una revolución y ésta es actualmente inviable a corto plazo, por lo que se deben establecer y potenciar colectividades concretas, que traten de experimentar y convivir bajo estos principios naturales, tratando así de establecer formas prácticas de vida, en donde la teoría de la anarquía deje de ser llamada una «imposible utopía», para pasar a ser concreciones vitales que aporten soluciones válidas y ejemplarizantes, para otros corpúsculos humanos.

Una filosofía, si es únicamente una forma más o menos perfecta de pensamiento, no es útil, sino se deduce de una realidad práctica que hace confluir lo que se piensa con lo que resulta de la realización de esa teoría. Y como práctica debe ser constantemente cambiante, como son las estructuras en sus formas, no en su fondo, man teniendo los mismos parámetros que las prácticas actuales realizan para hacer que «todo cambie para que todo continue».

Minimizar la dinámica general e histórica que domina al hombre y mujer de hoy, desechándola como inservible y no utilizándola como parangón, es ante todo una enorme falacia, porque si el género humano se deja llevar por ella, es porque está bien pensada, bien hecha y bien fundamentada. La idea utópica, como tal idea es fútil e inoperante, radicalizar el pensamiento no sirve absolutamente para nada, únicamente para incurrir en nuevos fracasos que lo que consiguen es perpetuar lo establecido, porque su manipulación está fundamentada en el estudio, la reflexión y la crítica, y hacen concebir la idea de un cambio y una evolución que esencialmente no existe y les es exitosa.

La anarquía debe seguir los mismos cauces establecidos, adquirir sus formas, estudiar en profundidad, y hacer que todo vaya cambiando constantemente para que las ideas fundamentales de la anarquía prevalezcan y vayan incrementando sus campos de acción y sus resultados sean cada vez más amplios y más efectivos.

Por lo que siempre se ha usado la manipulación de las mentes para crear una forma concreta de pensamiento, la anarquía debe hacer lo mismo con sus principios, si quiere que se la deje de considerar una ineficaz utopía y se convierta en una realidad peligrosa.

Debemos considerar que las mentes que ellos manipulan y han manipulado a lo largo de tantos siglos, no pueden empezar a funcionar de otra manera si antes no se ha grabado en ellas otra ética y otros principios. Nadie deja de pensar y actuar como está configurado de un día para otro, es algo lógicamente imposible, y en ello estriba su éxito y prolongación. Debemos cambiar las mentes y para ello debemos manipularlas en contra de su manipulación, es decir, no podemos «dejar hacer», porque con ello favorecemos su acción, debemos establecer otras formas de pensar, vivir y actuar, frente a las suyas, porque solamente así tendremos una oportunidad para poder un día alcanzar la anarquía. Lo otro, es dar palos de ciego, engrosar su sistema, formar parte de su engranaje y, en definitiva, favorecerles en cuanto creamos la Idea de estar produciendo un cambio, cuando en realidad, lo único que hacemos es Contribuir a que su forma de configurar la sociedad se perpetúe, con la gravedad de estar aportando los elementos discordantes que requieren, para poder mostrar que el Cambio es real, es permisivo, pero es ineficaz.

Por lo que el Modo de Acción debe ser el de establecer en las mentes infantiles formas de ser y pensar antagónicas de las existentes, usando la manipulación de ellas, porque si no las manipulamos, otros y otras lo harán.

La teoría social debemos establecerla, siendo la solidaridad, el apoyo mutuo y la libertad responsable y colectiva, las formas estructurales que dominen nuestra forma de vivir, porque de lo contrario, la libertad individualista y egótica, la competitividad y la violencia, se harán en sus personas formas satisfactorias de actuar, en cuanto no damos respuesta a sus necesidades y la estructura si las da. Ya que les potencia sus necesidades e intereses de forma rentable para sus objetivos.

En cuanto a un sistema de filosofía, debemos establecer la ética de la solidaridad, la libertad determinada por la libertad de los otros y las otras, el derecho natural que los grupos aceptan para conseguir el bien y la felicidad del colectivo, partiendo del ser humano actual y de la estructura y filosofía que se les trata de inculcar como buena, congratulante y mejor.

La Escuela de la Anarquía, debe ser un lugar del espacio social, donde de forma experimental y vivencial, se inserten en las mentes los principios fundamentales de la anarquía, en contra y en lucha no violenta, con los principios fundamentales de la sociedad autoritaria, patriarcal, competitiva, violenta, privilegiada, consumista, democrática, ordenada, eficaz y tecnológicamente especializada.

La evolución y renovación de los sistemas educativos están encargados de realizar una superficial transformación de métodos, medios y técnicas, adecuados a la idea de «cambio», de la cual se quiere hacer participar a todos los grupos establecidos en la estructura social actual.

La educación, cada vez más, se está convirtiendo en una buena suministradora de buenos clientes para el capital, personas adiestradas para ser desde sus inicios buenos y selectivos contribuyentes de la sociedad de consumo.

Desde la familia, que sigue siendo una unidad reaccionaria básica y potente, los niños y las niñas se convierten en obedientes y fieles consumidores de la moda que se les impone, a la que los padres y las madres les introducen desde su nacimiento, para llegar a la adolescencia y convertirse en los seres más obedientes y fieles consumidores del mercado establecido, teniendo como apoyo fundamental las actitudes consumistas de sus progenitores y la televisión como autoridad que determina sus actos y preferencias.

La rebeldía adolescente, como fase de autodeterminación y evolución frente a lo anterior, lo establecido y lo caduco, se compensa a través de las «marcas» y la integración y sumisión al grupo que determina sus comportamientos, pensamientos y vida, abandonando la obediencia paterno/materna, por la obediencia al dinero y su adquisición mediante el consumo.

La autoridad, representada por el Estado, ya no necesita ser impuesta de manera radical, puesto que se encuentra introyectándose sin paliativos, desde el entorno socio-familiar, cotidiano e inmediato. Por lo que los cambios educativos, los proyectos educativos como dinámicas evolutivas, no necesitan ser radicales en sus exposiciones, simplemente, pueden llegar a ser hasta evolucionados, porque la base del fin educativo, tal y como la sociedad y las supraestructuras necesitan, son transmitidas de forma completa por esta sociedad que es la mayor escuela, que mejor educa y por su ausencia de crítica, mejor permanece y más puede perdurar.

Con estas enseñanzas espontáneas y osmóticas, los mismos niños y niñas, demandan desde ellos y ellas, lo que la televisión, la publicidad y sus progenitores les han enseñado a pedir desde que aparecieron en este mundo. Todo aquello que necesitan para ser ciudadanos y ciudadanas útiles al mercado de trabajo y del consumo. Por lo que no nos debe extrañar que sean ellos y ellas quienes demanden que se cumplan las normativas que se les han Ido enseñando desde siempre: exámenes, notas, competitividad, disciplina, control y autoridad. Con lo que el proceso ha variado sustancialmente, puesto que ya no se requiere criticar lo establecido, ni es necesario imponer determina das formas estructurales, simplemente basta con poner cu práctica las formas de selección y competitividad existen tes, porque son demandadas desde la rebeldía de los y las adolescentes. Con lo que su oposición a las sociedades conservadoras es inexistente y la asunción y perpetuación de ellas, algo que llevan impresos en el fondo mismo de su configuración psicológica.

De esta manera, las escuelas, en definitiva, se pueden dedicar a navegar siguiendo la corriente, creyéndose que son de carácter progresista o conservador. En definitiva, ni el color ni la dirección importan mucho, lo importante es que «se dejan llevar por lo que las familias y estudiantes» demandan. Son, como siempre lo han sido, fieles y adaptativas a aquello que se les pide y demanda como bien social, por lo que de manera más generalizada están, incluso, perdiendo su poder represivo de disciplinar, imponer o adecuar, porque esa misma función la están haciendo hoy los medios de información, y sus más puros receptores: niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Todo ello nos conduce a analizar con objetividad el papel que hoy tiene la escuela y por ello, qué y cómo puede ser la Escuela de la Anarquía.

Si analizamos con precisión y sin pasión, el para qué sirve la escuela actualmente, podemos llegar a decir, que para guardar durante una serie de horas, las más posibles, a esa parte de la sociedad infantil y juvenil que debe dejar pasar una serie de años en el aburrimiento escolar, para aliviar la responsabilidad de sus progenitores y prepararse para ser ciudadanía activa, que vayan a engrosar las clases establecidas, según las necesidades que un capitalismo y un consumo requiere para mantener la vida como a ellos y a ellas les interesa.

El concepto de igualdad es en realidad una igualdad de oportunidades y estas se ponen de manifiesto simplemente con aceptar y respetar la desigualdad social como igualdad natural, con lo que el conformismo, el individualismo, el egoísmo y todos los demás «ismos», tienen plena justificación y asunción, evitando, como es el objetivo de las cúpulas superestructurales, los peligros de cualquier nueva «revolución». Se ha encontrado para el siglo el equilibrio tan buscado. La tiranía de la «sociedad del bienestar» en donde «lo menos malo» es mejor que lo bueno, y parece denotar un progreso y una evolución que anula desde sus inicios la defensa y la lucha del derecho natural. Este conformismo en esta cultura de la sempiterna compra-venta, es la losa que mala cualquier proceso progresista, con lo que reproducimos y aceptamos aquello por lo que luchamos, con la falsa percepción de haber alcanzado lo que deseábamos, porque en definitiva, no interesa a nadie luchar por la justicia, sino asumir vanalmente lo que se afirma como un logro de las luchas sociales del siglo XX.

De nuevo, los pobres nos hemos conformado con las migajas que se les escapan a los ricos, la diferencia estriba en que hoy las migajas se acompañan con televisión y antes con tertulias de protesta y sedición.

El derecho a la palabra, durante tanto tiempo reivindicado, en la actualidad se falsea haciéndolo innecesario, pero fomentando la creencia de que es un derecho real y existente. Nada puede destruir más al ser pensante, que la noción de que no usa algo porque «no lo quiere», cuando en realidad es «que se le mata la posibilidad de hacerlo». Por ello, se establece la incomunicación y los elementos que la hacen posible como formas educacionales reales de una sociedad que se manipula por medio de la implantación de los mecanismos de defensa imprescindibles para evitar crítica, confrontación y sobre todo lucha.

La utópica idea de Illich y Raimer ha sido utilizada y realizada por los poderes fácticos que controlan nuestras vidas. Se ha matado la escuela, porque la calle adiestrada, la ha sustituido y lo que ayer tenía función de liberación, hoy es la mejor y mayor forma de mediatización.

La escuela y sus maestros y maestras han dejado de estar al servicio directo de los Estados autoritarios, es Los ya no los necesitan, simplemente los y las utilizan simplemente para evidenciarles carentes de significado.

Ello implica, que la función de educar, como posibilidad de recrear personas más humanas, utilizando la cultura y el análisis critico de la historia para evolucionar, se ha minimizado de tal forma, que son únicamente elementos de una estructura ancestral, que se mantiene para recrear la idea de una evolución existente.

Tal vez, como dice Agustín García Calvo, la verdadera finalidad sea «aburrir a los niños y seguir aburriendo a los adolescentes y —si todavía hace falta— seguir aburriendo a los adultos».

El aburrimiento genera una masa que desea entretenerse y carece de imaginación porque se ha matado, para hacerlo, debe asumir como única forma posible y aceptable la diversión estipulada que es siempre masificada y puesta al servicio de los objetivos que se deben alcanzar.

No debemos olvidar que las masas han generado en los últimos siglos conflictos que las superestructuras no pueden seguir tolerando, por lo que la finalidad que se han impuesto, es la de dirigir y encauzar a esas «masas», antes imprevisibles, para que en ningún otro momento lo sean y se pongan a su servicio, para ello, la tecnología y la psicología han sido de notable utilidad, es conveniente no ponerse a «discutir las leyes», el entretenimiento debe cubrirse de otras formas de manera que no exista tiempo para discutir, analizar, criticar o protestar. El mismo potenciado aburrimiento de los y las jóvenes les crea la ilusión de salir de él, aceptando e insertándose en las diversiones programadas, para que todo se mantenga, como dijo el dictador: «atado y bien atado».

Por todo ello, no podemos afrontar la escuela y la educación, como un sector social al que hay que dar salida, sino como la forma de vivir y pensar en la sociedad actual, base del engranaje de la organización establecida y por ello, como única salida, tratar de adelantarse a las programaciones supraestructurales, para poder conseguir no colaborar en sus planificaciones, sino crear otras paralelas, destructivas de sus planteamientos. Luchando de manipulación a manipulación, de conocimiento humano a conocimiento humano, de estudio y práctica prospectiva. En definitiva, al menos, parejos con sus análisis y prospectivas sociales y no, como hasta ahora, a la zaga y defensa de lo que han planificado. Pues mientras nos defendemos de las consecuencias de sus programas no avanzamos y cuando logramos zafarnos de los resultados que nos prepararon hace mucho tiempo, nos encontramos con que debemos volvernos a encarar con lo que ya tienen preparado para cuando nosotros y nosotras hayamos podido evidenciar y comprender sus intenciones.

Es decir, debemos pensar por delante. No podemos seguir analizando las consecuencias de sus proyectos, porque de esa manera, por siempre, nos ganaran la partida, y para siempre seguirán marcando las líneas generatrices que la sociedad debe seguir. Mientras, quienes defendernos la anarquía, el derecho natural y el progreso, nos convertiremos en segundones y por ello ineficaces del proceso de evolución humana.

Es hora ya de dejar de hacer planteamientos teóricos, que favorecen el pensamiento y acción de los condicionadores de la vida. Ya que nuestras ideas les ayudan a planificar el futuro, mientras nos hacen perder las energías reflexionando sobre un presente al que nosotros y nosostras hemos contribuido con nuestras ideas. Porque mientras seguimos teorizando, ellos y ellas, utilizan prácticamente la ideología expuesta para ganarnos la partida y hacernos bailar al ritmo que marcan, cuando seguimos siendo quienes vamos marcando el ritmo del futuro a costa de nuestra propia ética y nuestro sentimiento de propagar las ideas.

Las ideas deben comenzar a ser realidad, y cuando lo sean, poder evidenciarlas. Ahí, sí es posible hacer evolucionar la moral de la anarquía.

Ir día a día contra la estructura creada, configurar nuestro microcosmos de forma antitética a la programa da, hacer realidad una vivencia basada en los principios del derecho natural. Demostrar a la masa impensante, la evidente realidad de que la vida puede ser vivida de una manera que verdaderamente responda a las necesidades profundas del ser humano: felicidad, identidad. Y libertad responsable y solidaridad colectiva.

Capítulo II

Si tenemos el deseo y la intención de poder conocer la realidad que padecemos, debemos con ética, precisión y objetividad, analizar en profundidad las causas que generan todo un tipo «estereotipado» de persona, que vive, piensa y actúa conforme a una planificación preparada y altamente estimulada, para «conducir» a los grupos sociales a la adaptación y asimilación espontánea, de las actitudes, normas, leyes y principios morales, que configuran lentamente la estructura psíquica que nos va a sustentar como ciudadanos y ciudadanas de una ciudad universal perfectamente elaborada, en donde las posibilidades de la revolución quedan sofocadas, no desde fuera, sino desde dentro del pensamiento de las personas.

La educación, que siempre ha estado y sigue estando puesta al servicio de la Iglesia, que es quien mejor conoce, porque su estudio es constante y exhaustivo a través de la historia, al ser humano, su dinámica de cambio y su manipulación exitosa, ha introyectado y sigue introyectando, los principios conservadores que perpetúan las sociedades inmovilistas y sofocan toda dinámica progresista hacia formas de vida más libres y más justas.

Fueron los jesuitas quienes se dieron cuenta de que la enseñanza se iba haciendo progresivamente laica, liberándose de la actitud reaccionaria y anquilosada que la Iglesia imponía, y comprendieron muy pronto, que el humanismo constituía por sí mismo, una amenaza para la fe, y que para «alcanzar su objetivo, no bastaba con predicar, confesar, catequizar, sino que el verdadero instrumento de dominación de las almas era la educación de la juventud» (Durkheim, E., Historia de la educación y de las doctrinas pedagógicas, pág. 293, Editorial La Piqueta, 3ª edición. Madrid. 1982).

Por lo que debemos considerar que la Iglesia y sus dirigentes, cada vez que han visto o detectado que «los fieles se alejaban de la religión, los jesuitas se las ingeniaron, pues, para despojarla de su antigua severidad; la tornaron amable, inventaron toda clase de arreglos para facilitar su observación» (Ibid., pág. 292), actitud que ha sido y sigue siendo una constante en el proceso educativo, por lo que si nos detenemos a pensarlo, vemos como cada vez que se ha producido un proceso de laicización en la educación, las fuerzas conservadoras, sustentadas y asesoradas por la Iglesia y sus mayores estudiosos del fenómeno, han potenciado un cambio en la educación, para que a través de mostrar avances y cambios, se vuelvan a apoderar del poder que de ella se dimana y consigan, como ahora lo están consiguiendo, volver a tener el dominio de la juventud a través de su educación, y esto lo logran, no únicamente a través de sus centros de enseñanza, sino a través de su participación en la sociedad y la introyección en ella de todos los principios conservadores, que generación tras generación han venido recibiendo.

De tal manera es influyente la educación sobre las primeras edades de la vida, que se ha llegado a la situación manipulada de que la mayoría de las personas que defienden una relación vivencial progresista siguen introyectando en sus hijos e hijas una educación y una ética conservadora, con lo que todo intento de evolución en el campo de la libertad y autogestión, quedan mutilados, ron la gravedad que supone el mantener dichos principios en planos inconscientes, mientras que sus manifestaciones orales pueden llegar a parecer de carácter progresista.

La educación, por tanto, siempre en manos de la Iglesia y también hoy. sigue predeterminando las formas de ser y pensar de la sociedad que nos rodea y la que nos sucederá, porque manipula históricamente, estudia constantemente y siempre se adelanta a los cambios sociales que se avecinan y por ello, establecen desde antes sus estrategias para ganarle la baza a cualquier otra forma de pensamiento y vida. Realizan una manipulación soslayada y estudiada profundamente, evitando caer en pequeños o grandes errores. Su peligro parece hoy menor porque no actúa tan directamente como en tiempos pasados, pero no olvidemos que se apoya en los principios sociales y morales que han venido introyectando generación a generación, por lo que la única posibilidad de poder intentar un cambio social en profundidad, o se realiza con sus mismas armas y en su mismo campo, o la batalla, como venimos viendo, será siempre coronada por una enorme y decepcionante derrota.

Por ello, dedicarnos nuestra vida, estudio y pensamiento a la idea de establecer la anarquía como posible forma nueva de evolución social, no podemos caer en la falacia de pensar que «la Escuela de la Anarquía debe estar desprovista de toda manipulación, imposición o directriz» (Mella, R., Ideario), porque en esta actitud siempre quedaremos derrotados, porque mientras que no influimos, no detenemos, no atacamos, las ideas contrarias de una forma antagónica de vida se van estableciendo, y en un plazo de tiempo más largo o más breve, la juventud quedará atrapada en los principios y valores cristianos, que mantienen y perpetúan una sociedad conservadora y como consecuencia dependiente, clasista, violenta e inculta.

La gran antinomia se encuentra en: o respetar el derecho del niño y de la niña a dedicar desde él o ella misma, qué quiere, qué piensa y qué actúa, mientras les invaden los principios que la sociedad conservadora le asienta, o bien, se combaten esos principios con los que la anarquía defiende como mejores.

En nuestra experiencia de trabajar sobre la anarquía durante más de quince años, y haber intentado ser fieles al derecho del ser humano a no ser contaminado por ninguna idea ajena a la que por sí mismo puede elegir o aceptar, hemos visto que nos encontramos con personas que responden más a las ideas introyectadas por padres y madres predeterminados por las formas de vida establecidas, inducidas y manipuladas por los poderes «tácticos», en donde la Iglesia mantiene su status, que por el deseo de la autogestión, la libertad responsable y la solidaridad.

Ello nos ha evidenciado que mientras nuestra educación permita a la persona niño o niña, vivir y aprender de sus experiencias, sin incluir, actuar o introyectar otras ideas, sus mentes se han ido alimentando de aquellas que la sociedad les ha ofrecido como buenas y que son las que profundamente van en contra de su libertad, justicia e igualdad humanas, y que se apoyan en la dependencia, el egoísmo, la insolidaridad, los privilegios de los más favorecidos y el conformismo, mientras no les afecte de forma individualizada.

No es que una educación libre genere personas idénticas a las que los sistemas autoritarios potencian, pero también es cierto que no genera personas que amen, luchen y deseen la anarquía. Pensamos que se produce así un híbrido y que los resultados finales de adultos, posiblemente serán variopintos y diversos, pero cada día la presión social sobre la juventud es mayor, les aporta unos beneficios inmediatos, congratulantes, en donde no es necesario luchar por la libertad porque se tiene la impresión de que ésta se posee, mientras, las ataduras en el interior mismo de la persona son más mediatizantes que las detectadas desde el exterior.

Es decir, el sistema y las educaciones conservadoras mediatizan a la persona desde las características fundamentales desde sus primeras infancias: dependencia, egocentrismo, exhibicionismo, agresividad, distorsionan las fuerzas inmensas por la lucha de emancipación y volviéndolas contra sí mismas para poder contener esos mismos deseos naturales y mantener esas características Infantiles.

Esto genera un tipo de personas frustradas que se condena a no poder luchar para lograr su emancipación. Y por ello, vulnerable, sumisa, inadaptada, individualista, no emotiva y fácilmente manipulable.

Si las fuerzas sociales actúan de esta forma y generan estas tipologías, quienes defendemos la anarquía como mejor y única forma positiva de vida, ¿debemos quedamos quietos o quietas mirando estos resultados, o debemos por el contrario actuar desde sus mismos campos, con sus mismas armas, para neutralizar su acción y poder dar una salida coherente a la humanidad?

Nosotros y nosotras concluimos que debemos emprender la lucha y no volver a caer en la ingenuidad de pensar que si no actuamos, no inducimos y no contrarrestamos estas formas de establecimiento del psiquismo infantil, las personas que viven en libertad, en la solidaridad y la autogestión, desearán ser libres, solidarias y autogestionadas, porque es un error y una falsedad, ya que aquello que nosotros/as no pensamos, no inducimos y no establecemos, los otros y las otras, es decir, la sociedad establecida con su moralina burguesa, lo impondrá, establecerá e inducirá, por lo que la experiencia de libertad se Ilustrará y únicamente se actuará en pro de una libertad personalista, desprovista de afán de igualdad, justicia, emancipación, libertad responsable y solidaridad.

Por eso, hablamos de la necesidad de una manipulación en la educación como forma de defensa de la manipulación que se ejerce sobre los/as niños/as y los/as jóvenes, y porque si nosotros/as que defendemos la anarquía, no actuamos, los principios que rigen esta sociedad deshumanizada se asentarán en las cabezas infantiles y formando parte de ellas, evitarán que aquello que nosotros/as defendemos, es decir, la autogestión, sea rechazado como vivencia personal, y tal vez, considerado de nuevo como una utopía que defiende una minoría insignificante y poco peligrosa que incluso el sistema puede admitir para demostrar su permisividad y progresía.

La Escuela de la Anarquía debe tener claro que cada niño y cada niña y en la edad por la que pasa re quiere un tratamiento especial adecuado a su edad, capacidades y posibilidades y que cada generación lleva implícitas unas características concretas que hay que conocer para poder actuar, ya que cada generación se manifiesta con unas tipologías concretas que predeterminan un grupo social que manteniendo las mismas constantes, actúa de forma diferente y que esas formas coinciden con lo que la «cúpula social programa» para indicar que todo cambia y evoluciona cuando en realidad todo permanece.

Cuando hablamos de «manipular» lo hacemos en el sentido de introyectar los valores en los que creemos, desechando la creencia ingenua de que estableciendo las bases de la autogestión, la persona la asumirá y la practicará. Eso sería así, en el caso de que la sociedad fuese autogestionaria, y en eso estamos de acuerdo con Carlos Díaz, pero no lo es y mientras nosotros y nosotras nos mantenemos en nuestro purismo ideológico, la sociedad predetermina, condiciona y establece sus formas estructurales con lo que tenemos la batalla totalmente perdida.

No se trata en ningún momento de hacer una educación estereotipada que potencie personas idénticas, sino por el contrario, que sean personas creativas, autodeterminadas y libres y para ello debemos ir en contra de todo aquello que somete, impone y compra. Ya que si un niño o una niña, tiene la experiencia continuada de venderse por el capricho, la golosina y la satisfacción de su placer inmediato, en detrimento de su emancipación personal, esa huella quedará impresa en su psiquismo y para siempre aceptará el venderse como algo natural que pertenece a la mayoría de sus coetáneos y coetáneas.

Las vivencias y las experiencias configuran una estructura psíquica y, cuanto más permitimos que las experiencias y vivencias que los pequeños y las pequeñas tengan potencien su dependencia y sumisión, menos posibilidades tendremos de encontrarnos mañana con personas que deseen la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad, como principio sobre los cuales asienten sus vidas.

Debemos actuar educativamente conforme al pensamiento que nos sustenta, y si este pensamiento es el de la anarquía, es del todo una contradicción actuar con el respeto a las influencias a las que ideológicamente estamos en contra, porque ello inducirá a recrear un tipo de personas más o menos conservadoras, más o menos progresistas, más o menos tolerantes, pero nunca un tipo de persona que viva, piense y luche por la anarquía.

Teniendo en cuenta que existe otro enorme peligro, que es; que al establecer la falacia de la libertad, del res-pelo y la libertad, en una sociedad que carece de estos principios, le quitamos al sistema establecido su evidente tiranía, lo suavizamos, y por ello, lo hacemos más fácilmente admisible y aceptable, con lo que contribuimos inexorablemente a su perpetuidad.

Tampoco podemos caer en el error, de decir y pensar, que mejor que una alternativa que lucha por la anarquía, si no cumple plenamente sus objetivos es mejor eliminarla, porque ello conduce a la inexistencia de la confrontación, y lo peor que le pueda pasar a una sociedad para que engorde y se asiente todavía más, es no presentarle alternativas que ponen en tela de juicio constantemente sus formas vivenciales. Eso sería como dejarles el camino libre y la batalla perdida por ineficaz.

Debemos oponemos radicalmente con nuestras opciones anárquicas, tratando de conocer el entresijo que funciona a nuestro alrededor, combatirla cambiando constantemente y denunciando sus formas como antihumanas y antipersonales. Debemos considerar que todas las formas que se oponen a lo establecido son válidas, pero no podemos ni debemos llegar a engañarnos considerando que lo que hacemos es del todo útil, debemos objetivar nuestra acción, nunca minimizar las suyas y dar la batalla de la mejor manera que podamos, pero nunca abandonar, nunca dejarles el campo libre. Ya que entre todo lo que podemos hacer, la retirada, es precisamente la única opción que los defensores de la anarquía nunca debemos asumir.

Capítulo III

La historia nos demuestra que la seguridad del ser humano se asienta sobre la dependencia y que la libertad es lanzarse hacia un vacío de desconocimiento, por lo que la persona, defiende su seguridad y miedo acatando la autoridad de aquellos o aquellas que potencian la seguridad, por lo que la libertad es en definitiva la asunción de la soledad.

Si no actuamos sobre las mentes, para que en lugar de la inseguridad se establezca la solidaridad y por ello se luche por la libertad, las posibilidades de que el género humano luche por su derecho natural son ínfimas. De ahí, que la base de la educación de la anarquía debe basarse en la solidaridad del grupo, porque ella elimina el miedo y la inseguridad de la libertad.

Si el ser pensante no estuviese condicionado durante un período tan largo de vida, por su necesidad de dependencia, posiblemente la lucha por la libertad fuera menos inhóspita, pero al abandonar la seguridad en manos de la dependencia, cuando el impulso de la autonomía aparece, sino es potenciado, no se genera a no ser que las circunstancias que rodean a la persona sean tan insoportables que no las pueda asimilar.

Por tanto, si deseamos educar en la anarquía, nuestra acción se debe centrar básicamente en la potenciación de la independencia de los niños y las niñas respecto a sus progenitores, que son los que mediatizan constantemente el deseo personal de autonomía, y ello por su propia inseguridad y por su propia independencia, ya que los padres y las madres, revierten sobre sus hijos e hijas sus frustraciones, miedos, inseguridades, ataduras y fracasos, generando en ellos y ellas sus mismas debilidades, porque es una forma de compensación psicológica y de autoaceptación de sus miserias.

Por lo que cuando debemos actuar en anarquía, debemos conocer que nuestra primigenia actuación debe ser sobre los padres y madres, portadores de una determinada forma de ser y pensar que impondrán a sus hijos e hijas, y que quienes educamos en esta forma de pensamiento debernos tener muy presente a esas personas que son quienes más determinan nuestra acción educativa y que por otro lado se compensan de estas influencias llevando a sus hijos e hijas a educarse libremente.

Todo supone un juego engañoso que de no estar atentos a él, nos inducirá a ser colaboradores del mantenimiento de una estructura mental que va a seguir perpetuando el sistema autoritario y capitalista existente.

Los puntos fundamentales que una educación anarquista debe tener en cuenta para actuar sobre ellos y ellas, son:

  1. Educar contra la dependencia materno-paterna.

  2. Educar contra la propiedad privada.

  3. Educar contra la seguridad-autoridad.

  4. Educar contra el egocentrismo egoísmo.

  5. Educar contra la competitividad-clases sociales.

  6. Educar contra la frustración-agresividad-violencia.

  7. Educar contra el deseo de poder desigualdad.

  8. Educar contra la seguridad-consumo.

En lo que se refiere a actuar contra la dependencia materno-paterna, debemos considerar que «existe la necesidad a aferrarse a la madre, de asegurarse su afecto y su apoyo, pero existe también un impulso a explorar y dominar el entorno y a actuar independientemente» (Storr, A., La agresividad humana, pág. 82, Editorial Alianza, 1ª edición castellana. 1970). Esta ambivalencia humana hace que el ser humano que nace a la vida necesite de un impulso agresivo positivo que le induzca a la conquista del entorno a la toma de la identidad y a la autonomía, pero que por otro lado se siente atado a sus incapacidades para conseguirlo, por lo que debe permanecer mucho tiempo apoyándose y dependiendo de la madre protectora. Cuando la madre protectora no orienta este impulso para que el niño o la niña vaya alcanzando autonomía, el impulso agresivo se torna frustración y estancamiento de la de pendencia, por lo que genera regresión y violencia, al tiempo que detiene toda posibilidad de autodeterminación y libertad.

Ello hace inviable todo proceso anárquico que se asienta sobre la independencia y la libertad, estableciendo e incrementando unas formas de ser condicionadas, estereotipadas y que con mucha frecuencia son similares a las de las progenitoras.

Si este proceso de evolución no se rompe, la persona está condicionada a no poder ser nunca libre, porque detenida en su dependencia-seguridad, constantemente a In largo de su vida buscará en quien apoyarse y por ello neutralizará la posibilidad de ser un ser autogestionado.

La educación anárquica debe actuar primordial mente sobre este condicionante y luchar por romper los lazos dependientes de las madres nodrizas que infantilizan a sus hijos e hijas, manteniéndoles en una inmadurez afectiva que les condicionará para siempre como seres sometidos a personalidades más fuertes y dominantes.

Esto requiere, además, una intervención que facilite la independencia de sus propias madres y de lo que éstas les introyectan, que es la supeditación al varón y por ello a la autoridad y al poder establecido.

Así mismo, esta toma de autonomía neutralizara la violencia, los deseos de poder, la competitividad y la frustración.

Por otro lado los niños y las niñas se encuentran a su vez sometidos a la influencia paterna que asume el rol de la competitividad, que es la descarga aceptada por la sociedad de la dependencia-frustración de la madre protectora, con lo que las bases para neutralizar una educación anárquica, quedan así delimitadas si no conseguimos cambiar los roles maternos paternos que están actuando de una manera tan radical sobre las jovenes cabezas.

«La familia es el aparato de educación por el cual ha de pasar, casi sin excepción, todo miembro de nuestra sociedad desde su primer hálito. Ella influencia al niño y a la niña en el sentido de la ideología reaccionaria, no sola mente como institución de carácter autoritario, sino por obra y gracia de su estructura propia: es el enlace entre la estructura económica de la sociedad conservadora y su superestructura ideológica, su atmósfera reaccionaria se incrusta inexorablemente en cada uno de sus miembros (Reich, W., La Revolución Sexual pág. 96, Ruedo Ibérico. 3ª edición. Valencia, 1978).

Debiendo tener en cuenta que la familia es reaccionaria, conservadora y autoritaria, en cuanto vive y transmite una moral represiva y condicionante, que asume por haber sido educada para ello y educa para que se pueda conservar, ya que no se puede dudar que la familia educo para el matrimonio, la familia y la clase social. Haciendo inoperante cualquier flujo ideológico, mientras no vaya di rectamente hacia esta célula básica sobre la cual se asienta toda una estructura económica.

Con lo que se justifica, defiende y salvaguarda, la dependencia materno/filial y paterno/autoritaria, que es donde una educación por la anarquía debe incidir, si de sea tener una posibilidad de incidir sobre el sistema económico-social establecido.

Es obvio que esta unidad primaria, que es la familia, requiere para su buen y exitoso funcionamiento, la defensa a ultranza de la propiedad privada, porque ella significará el objetivo común de todos sus miembros, en búsqueda y defensa de unos privilegios de clase que compensan psicológicamente las frustraciones derivadas de la falta de autonomía, de la represión sexual sobre la infancia y la adolescencia y manifiestan un objetivo ficticio sobre el cual se asienta la estructura autoritaria, la sumisión y la competición.

Una educación en la anarquía, debe pasar por buscar formas de educación que suplanten los deseos de «tener y poseer más que los y las demás», por la igualdad, la justicia y la lucha por el proyecto personal creativo y autónomo. Por ello, debe recrear una convivencia escolar, que no es más que un ensayo social, autogestionaria, haciendo de la propiedad colectiva el primer paso para una posible ruptura de la propiedad individual, familiar y social. Por lo que no debe permitir cualquier tipo de diferencia entre los miembros que la componen, haciendo hincapié, primordialmente en la experiencia educativa colectiva, evitando las diferencias intraindividuales, propias de una sociedad de clases, sustento de una ideología conservadora.

Y para poder realizar «es preciso la superación del principio del placer y la necesidad de sustituirlo por el principio de realidad» (Reich, W., Ibid, pág. 274), ya que el principio de placer es el precio que los niños y las niñas pagan en detrimento de su independencia personal y que más tarde de adultos y adultas seguirán pagando según las características psicológicas generadas en la infancia y adolescencia, negándoles así la posibilidad de amar la libertad, siendo por el contrario el temor de ésta, la causa primordial de sus sumisiones al principio de autoridad, y la propiedad privada es la recompensa inmediata que satisface este principio de placer característico de personalidades inmaduras, altamente fijadas en actitudes infantiles.

Otro de los aspectos que la Escuela de la Anarquía debe conocer para poder mínimamente educar para una sociedad diferente, es el binomio seguridad-autoridad y por contrapartida, la negación y el miedo a la libertad, causa primigenia de la seguridad fundamentada en la introyección de la dependencia como base de la seguridad de la persona y el miedo a la soledad. La autoridad protege y crea lazos de interdependencia que genera en las mentes la ilusión de evitar la soledad en cuanto se apoya en formas generalizadas de ser y actuar, negándose plenamente a la lucha por la libertad, porque esta supone la ruptura de los lazos familiares y de los grupos conservadores, ya que en la identidad con la mayoría generalizada se apoya el sentimiento de no soledad, olvidando que estas interrelaciones están cargadas de frustraciones y fuertes pulsiones agresivas que fomentan la competitividad entre sus miembros, desechando el elemento veraz que realmente haría a las personas no sentir la angustia de la soluead: la solidaridad entre los miembros del grupo que camina hacia objetivos comunes como serían, la búsqueda de la libertad colectiva, el apoyo mutuo, la identidad personal y, la posibilidad de encontrar la felicidad por la vivencia de una convivencia feliz.

Es necesario educar en la razón, en contra de cualquier adoctrinamiento que acepta el teísmo para justificar la autoridad y el deseo de seguridad, ya que como dice Bertrand Russell, «la razón más poderosa e inmediata es el deseo de seguridad, la sensación de que hay un hermano mayor que cuidará de uno. Esto desempeña un papel muy profundo en provocar el deseo de la gente de creer en Dios» (Russell, B., Por qué no soy cristiano, pág. 25, Edhasa-sudamericana, 6ª edición).

El éxito de introyectar el teísmo se debe a que se introyecta en los niños y niñas desde edades muy tempranas y de una manera esencialmente emocional y con este carácter perdura para toda la vida, máxime, porque educa en la permanencia de la inmadurez emocional. En ningún momento, la aceptación de la idea de la existencia de un dios, tiene un carácter racional, ya que repugna a la razón una creencia que no se puede justificar y la experiencia nos demuestra, que cuando esta idea de dios no se introyecta en las mentes infantiles, no existe, porque la razón no la genera.

El elemento que se utiliza, para fijarlo emocionalmente, es el miedo. «En parte es el miedo a lo desconocido y en parte, el deseo de pensar que se tiene un hermano mayor que va a defenderlo a uno en todas sus cuitas y disputas. El miedo es la base de todo: el miedo a lo misterioso, el miedo a la derrota, el miedo de la muerte» (Russell B., Ibíd, pág. 12), por lo que el miedo, una de las más fuertes emociones que limitan al ser humano, en edades de indefensión como son las correspondientes a la infancia y luego a la pubertad, la solución aportada, del hermano que cuida, padre, jefe, superior,... hace que la mayoría de los seres pensantes asuman esta creencia, la defiendan y la transmitan a sus hijos e hijas, con la consiguiente moral de represión y castigo y, como consecuencia, el rechazo de la libertad, la aceptación de la autoridad y por ello de la ideología que la autoridad impone, es decir una ideología basada en una moral conservadora.

Queda claro que la Escuela de la Anarquía debe educar en el ateísmo y en contra de la moral burguesa, creando personalidades seguras, racionales, veraces y desinhibidas que se proyecten en busca de la libertad, la justicia, la igualdad y la responsabilidad social.

Y para conseguirlo debe eliminar del colectivo educativo-social, todo conato de discriminación que es anexo a las clases sociales, tratando de establecer un grupo humano que tiene el resultado de un reparto equitativo, atacando, si es preciso, todas las manifestaciones que promueven el privilegio de unos sobre otros, porque si eso se mantiene, la reproducción de lo establecido será perpetua, y la Escuela de la Anarquía una falacia híbrida que contribuye a perpetuar un sistema social deteriorado, deteriorante y conservador.

Debemos ser conscientes que otra de las formas de relación perniciosa y claramente deducida de una economía capitalista que sustenta una ideología autoritaria, es el fomento del egocentrismo-egoísmo, porque destruye la relación colectiva y la sustituye por la búsqueda del privilegio en contra de la igualdad y fomenta la cadena establecido, de dependencia, propiedad, competitividad, violencia, desigualdad e inmadurez emocional, es decir, completa la estructura psíquica que genera una sociedad e ideología conservadora, y que basándose en unas características limitadas del proceso de evolución humana, como son los primeras infancias fortalecidas por la estructura familiar que crea los lazos de dependencia-sumisión, hace de ellos seres encaminados a buscar su placer inmediato por encima de todo, evitando la maduración y evolución humano normal, y asumiendo como bueno todo acto que satisfago un ego inmaduro, neutralizando la posibilidad natural de vivir y luchar por un bien colectivo, altruista y compartido, que, por pertenecer a una madurez mayor de la mente, produce un placer mayor a ninguno, y no existe mayor placer que aquel que se deriva de nuestros mejores pensamientos que satisfacen nuestra mente en lugar de satisfacer nuestros instintos inmediatos, infantiles, egóticos y extremadamente limitados.

Pero, como ya hemos dicho, si no se limitan los placeres inmediatos, nunca se podrá acceder a unos placeres intelectuales mayores, por lo que la convivencia en la Escuela de la Anarquía, debe abandonar la experiencia del placer inmediato con la frustración que produce la igualdad para poder dejar al ser humano y a su mente la posibilidad de gozar de placeres mayores como son los que producen la justicia, la libertad, la igualdad y la responsabilidad de proyectarse en el otro, en una dinámica progresiva en lugar de en uno mismo, que es inmovilista y contraproyectiva.

También debemos tener en cuenta a la hora de educar en la autogestión de la anarquía, que se debe evitar al ser humano aquellas frustraciones que generan su violencia y destrucción, siendo conscientes que la mayor frustración que la sociedad genera en sus miembros es la limitación o negación de la autonomía personal, la causa generatriz de toda frustración y de toda violencia como forma de protesta, autoafirmación y descarga.

Con frecuencia, y en esta época más que en ninguna, se piensa que la frustración que se debe evitar a niños y adolescentes, es aquella que se deduce de los deseos egocéntricos e inmediatos, individualistas y sumisos, por lo que actualmente, la clase burguesa-conservadora, da a sus hijos e hijas todos los caprichos que de forma inmadura demandan, manteniendo la atadura de la dependencia. Es un intercambio desproporcionado e hipócrita, ya que se les compra, dándoles lo que desean según una estructura egocéntrica e inmediata, y por ese mismo pedir y dar, se perpetúa la dependencia de los padres y las madres, respecto a sus hijos e hijas, con lo que, lo único que se hace es seguir manteniendo una estructura conservadora con unas formas engañosas que parecen indicar una posibilidad de libertad y autonomía. Pero lo que verdaderamente está en juego es la dependencia-sumisión, y por ello, la generación de la gran frustración: la negativa al proceso natural de autonomía personal. Esa frustración continuada deteriora las mentes porque detiene su proceso de identidad y libertad y tiene como mecanismo de defensa la violencia, el egoísmo y el rechazo de la libertad y responsabilidad social.

Cuando queremos educar en la anarquía debemos ir en contra de estas mediatizaciones solapadas que lo único que hacen es mantener indefinidamente una tipología personal y, por ello, una ideología dominante, una economía capitalista y una moral conservadora.

El esfuerzo debe realizarse en vivenciar y experimentar unas formas de relación que partiendo del colectivo autogestionario, genere personas a las cuales se les proporciona la posibilidad de evolucionar autónomamente, aunque para ello, se deba desbloquear los vicios transmitidos por la familia primordialmente y por las estructuras sociales secundariamente. Por lo que la Escuela de la Anarquía deberá vivir generando independencia, consiguiendo que las fuerzas principales de la persona, que generalmente emplea en detenerse y supeditarse, sean usadas en vivir conforme a los principios de la anarquía diametralmente opuestos a lo que los grupos sociales establecen.

Es una lucha, y por ello, debemos realizar una contramanipulación, que es lo que denominamos manipulación educativa. Es una actitud de defensa y lucha, en lugar de una actitud de sumisión e inactividad que lo único que promueve es la introyección en las mentes de las futuras generaciones, la misma ideología, el mismo sistema y por lo tanto, la misma humanidad frustrada y frustrante.

Si se actúa, de la manera que los poderes establecidos demandan, es obvio que constantemente se ponen en acción fuertes deseos de poder, que son mecanismos de defensa, de autoafirmación, consecuencia de la lucha interna que cada persona mantienen consigo misma, frente a la frustración de la falta de libertad e independencia, por lo que, si no se contramanipula, las nuevas generaciones se seguirán manifestando con fuertes deseos de poder, que no son más que los pájaros artificiales de una sociedad mediatizada y por consiguiente mediatizante.

La creencia en nuestra identidad y libertad frustra das, se evidencia por ese deseo desmedido de poder sobre los demás y la aceptación de la desigualdad social, porque así se tiene la ilusión de ser libre, diferente, y que autodeterminan una vida que no es más que la consecuencia psíquica equilibradora de la enorme frustración de no poder nunca llegar a ser lo que se es y se pueda ser.

Si verdaderamente queremos educar en la anarquía y dar una posibilidad a las nuevas generaciones para que recreen nuevas formas de vivir más justas y acordes con el derecho natural, debemos ser conscientes de lo que hemos dicho, o bien, si no lo hacemos y tenemos la ilusión de hacerlo, saber que lo único que vamos a conseguir es reforzar y perpetuar la estructura existente, porque al modificar las formas, conseguimos que la ideología imperante pare los errores imprevisibles que genera y contribuimos a mantener un equilibrio progresivo, que no progresista, e imposibilitamos una dinámica universal de progreso hacia formas de vida más justas y más anárquicas.

Debemos llamar a las cosas por su nombre, y desde el punto de vista y acción de los adultos y adultas conscientes y consecuentes con la anarquía, hemos de tratar de objetivar, analizar y criticar constantemente lo que hacemos, tanto en el campo educativo como en el personal, porque la persona es una y si verdaderamente quiere luchar por la anarquía, debe hacerse planteamientos profundos en el campo personal para poder acceder después al campo educativo.

La más cruel de las incongruencias es aquella que corresponde con más frecuencia al campo de anarquistas que preconizan una ideología heredada de sus antepasados y mantienen una vida conservadora de las influencias Inmediatas y actuales. Es decir, hablan y no hacen, parece que hablan como anarquistas y viven y piensan como burgueses, que padecen y transmiten una forma de vida capitalista, autoritaria y conservadora. Y educan a las nuevas generaciones conforme a una ética autoritaria, discriminativa, individualista, competitiva, violenta, sumisa, capitalista, de consumo, de privilegio y de poder.

No existe nada más deteriorante que el uso de los pensamientos progresistas en beneficio de los pensamientos conservadores.

Por lo que consideramos que una Escuela de la Anarquía es lo más antitético a una escuela que potencia y permite el uso de la libertad egótica, por un sentido purista y erróneo del concepto mismo de libertad. Ya que no hay nada más diametralmente opuesto a la libertad del colectivo humano, que el uso de la libertad individualista porque es, precisamente, donde una sociedad inmovilista se asienta.

En definitiva, educar en la anarquía, es sobre todo educar en el derecho natural, según los principios de los procesos evolutivos humanos, creando vivencias y experiencias que vayan en contra de la estructuración establecida. Y destruyendo, por ello, el concepto idealista e irreal, que si se proporcionan experiencias de libertad, la persona la amará y luchará por ella el resto de sus días, ya que el entorno que rodea al niño o a la niña y adolescentes, es un entramado muy lino, que de no actuar en contra, seguirá perpetuándose a lo largo de los tiempos venideros.

Estamos de acuerdo con Ricardo Mella cuando dice que «la escuela no debe, no puede ser ni republicana, ni masónica, ni socialista, ni anarquista, del mismo modo que no debe ser religiosa» (García Moriyón, F.,Escritos anarquistas sobre educación, pág. 86, Editorial Zero, 1ª edición, Madrid, 1986), porque ello sería darle a los niños y a las niñas las ideas hechas y por ello predeterminar sus personalidades y pensamientos. La escuela debe ser el sitio donde se vive y se aprende a vivir conforme a unos principios y valores de acuerdo con el derecho natural y una determinada ética, por lo que se convertiría, no en la escuela de un determinado color o tendencia, sino en la Escuela de la Anarquía.

La Escuela de la Anarquía es sobre todo una concepción ética «que regula nuestra conducta orientándola hacia el mayor bien en la propia vida y en la vida de los/as demás. Es la fórmula que compatibiliza todo orden de intereses que se manifiestan en el individuo con todo el orden de intereses de la comunidad», que difiere notablemente del concepto de ética entendida bajo las de terminaciones religiosas «como un conjunto de reglas reguladoras y coercitivas de los intereses individuales en holocausto a los sacros intereses colectivos» (Cano Ruiz, B., ¿Qué es el Anarquismo?, pág. 82, Editorial Nuevo Tiempo, 1ª edición, México, 1985).

Si nos detenemos a comprender ampliamente este párrafo, nos daremos cuenta cómo debe ser la Escuela de la Anarquía y en qué consiste la manipulación educativa de la que venimos hablando, ya que disiente plenamente del concepto de manipulación en lo que se refiere a gobernar o manejar, significaría utilizar mecanismos psicológicos o indirectos para conducir a las personas a ser y actuar de una determinada forma, sin respetar la opción de coparticipar a la persona, como funcionan las teorías conductistas. Cuando hablamos de la manipulación educativa en la anarquía, lo que pretendemos explicar es que debemos educar en la ética, porque si el anarquismo es algo, es una determinada ética, pero siempre con la participación activa de la persona, que va configurando estos principios éticos con sus experiencias y vivencias dentro de un grupo humano, en donde se evidencian así mismo, las experiencias, vivencias de educadores y educadoras de la anarquía, anulando en lo posible los conceptos éticos que establece una ética de normas y leyes encaminadas a defender y perpetuar un establecimiento social concreto, que se evidencia como antagónico de los principios del derecho natural de ayuda mutua, solidaridad, libertad, Igualdad y justicia que están contenidos en la historia de la humanidad, de su pensamiento y de su existencia.

Lo que nos sucede, con relativa frecuencia, es que nos sentimos predeterminados por el uso indebido de los vocablos y el uso que se hace de sus conceptos, y la experiencia que nos aplica la distorsión de esos mismos conceptos, nos hace rechazarlos sin un previo análisis y recuperación positiva. Por ello, debemos emplear las palabras desde nuestra forma de concebirlas, y no desde la manera que los/as demás pretenden que las entendamos.

Debemos analizar con seriedad y profundidad el concepto y la dinámica educativa, siendo muy conscientes que «el/la maestro/a debe reconocer que hay un alto grado de manipulación del adulto/a sobre el niño/a, que él o ella, con un pequeño discurso es capaz de hacer cambiar la opinión de los niños/as porque su desarrollo intelectual le permite dominar a unas inteligencias todavía en desarrollo... negar este hecho es manipular a los/as pequeños/as, jugar con ellos/as o engañarles» (Carratalá, E., La psicopedagogía de Henri Wallon, pág. 140. Editorial Univertitat de les Illes Balears, 1ª edición, Palma de Mallorca, 1990). Según este eminente psicólogo, la manipulación en la educación se realiza desde la base natural de la relación de personas adultas con niños y niñas, como sucede con la relación que los niños y niñas tienen con cualquier otro Upo de personas adultas, todas manipulan porque les aportan sus formas de ser, pensar y actuar y el ser consciente de ésto y reconocerlo es el principio del establecimiento de la ética, ya que al hacerlo sin aceptar lo, implica que se utiliza de una forma poco correcta, sin dar opción a la persona niño o niña a intervenir, aceptar o rechazar y por ello a configurar su personalidad.

Pero el error en el cual caen y han caído algunos anarquistas, es el de pensar que ellos o ellas, eran seres diferentes del humanamente constituido y que podían encontrarse por encima de la realidad humana, ser asépticos, que no lo eran, y defender que el ser humano nace libre y si se desenvuelve libremente, llegará a ser y a asumir los principios de libertad, solidaridad, justicia e igual dad, obviando que con su sola presencia manipulan las maneras de su alumnado, y si no intervienen, las manipulaciones que reciben desde otros sitios se volverán contra quienes eduquen en la anarquía, porque al no ser educados en la madurez, rechazarán, por inseguridad, la libertad y por ello el pensamiento anarquista.

La anarquía debe saber conjugar la educación de la escuela con la vida social que se desenvuelve a su alrededor y participar en la dinámica de la escuela desde sus formas de pensamiento, sus valores éticos y sus principios anarquistas, con lo que se sustituye el «dejar hacer» por la intervención de un determinado pensamiento, que indudablemente manipula el proceso vivencial de sus alumnos y alumnas de la misma manera, pero en oposición, que lo hace el resto de las relaciones sociales que inciden sobre ellos y ellas.

Sobre todo, lo que deseamos hacer es analizar la realidad de los hechos, para evitar los constantes fracasos de la educación anárquica, que fracasa porque se asienta sobre una fútil ingenuidad, que saltándose el proceso de la civilización humana y de su herencia filogenética, desea creer y afirmar, que la persona se convertirá en anarquista por el simple hecho de ser educada en libertad. Esto es una falacia, porque no es real, porque los y las jóvenes deben aprender a luchar por conquistar su libertad en un mundo que carece de ella y por lo tanto no se la ofrece, y si caemos en el error de hacerles pensar que son libres porque la escuela así se lo manifiesta, se impregnarán de los valores sociales, los asumirán como buenos y pensarán que son y seguirán siempre siendo libres, porque al no oponerse a las normas marcadas, tampoco tendrán conflictos y pueden vivir en una superficial creencia de libertad, porque su yo individual cree que hace, desde sí mismo lo que quiere, cuando en realidad se adecua y somete a la normativa reglada, de la cual pretenderá no salirse para «preservar» su inmediata felicidad egocéntrica, sobre todo, porque los grandes manipuladores no éticos que les rodean, les introyectarán esas ideas, ese conformismo y esa aceptación de la realidad cotidiana, atacando desde todos los frentes a la anarquía, que demanda al ser humano un esfuerzo constante para establecer unos principios éticos que corresponden a toda la humanidad y les resultará fácil, porque frente a la solidaridad darán respuestas satisfactorias e inmediatas al individualismo y al egoísmo, cuyo carácter de instintos básicos están puestos en entredicho, porque si como defiende Wallon, «el niño/a es esencialmente social desde el nacimiento debido a que la fragilidad de su estructura biológica le incapacita para vivir sin ayuda de los otros/as. La imperfección de su baga je al nacer supone la existencia de un medio humano que les ofrezca los recursos que él/ella no puede alcanzar por sí mismo/a» (Ibid, pág. 130).

Esto nos evidencia que el niño y la niña o joven necesitan de las personas que les rodean por no nacer con las posibilidades de poder autodeterminarse por sí mismos y esta necesidad es la que justifica la manipulación educativa, porque, indudablemente, existe desde todos los rincones de su entorno, y desde todas las personas que les rodean. Y que además, su manipulación no es ética, se demuestra al comprobar, que de seres básicamente sociales, se hacen personas altamente individualistas competitivas y egóticas, por lo que al quedar frustrada su necesidad de grupo de apoyo, la frustración anida en ellos y ellas y les hace tremendamente vulnerables a las reglas leyes y objetivos, que la sociedad demanda para perpetuarse en la decadencia.

De ahí deducimos que la Escuela de la Anarquía tiene la obligación de dar una respuesta correcta a todas las formas de manipulación humana inconsciente y establecer una dinámica vivencial y educativa, que se asienta sobre la solidaridad «a partir de la cual se podrían entender mejor otros temas centrales como el antiautoritarismo, la libertad o la integralidad del proyecto pedagógico» (Escritos anarquistas sobre educación, pág. 28). Estamos con Ferrer i Guardia, con Tolstoi, Robin y Faure, cuando dicen que «no hay educación neutral y todo proyecto pedagógico que se precie debe articularse sobre una escala de valores que le den coherencia y que se reflejen no sólo en grandes declaraciones de principios, sino en la vida cotidiana y en la propia organización de la escuela» (Ibid, pág. 28), y es en la cotidianeidad, donde la anarquía tiene su razón de ser y existir, buscando las formas vivenciales que en la práctica cotidiana se manifiestan como solidarias y de ahí, libres, justas, igualitarias y felices.

Porque «la práctica de la libertad lleva consigo una especie de aprendizaje. La libertad supone un estado de conciencia bastante desarrollado, este estado de conciencia necesita cierto saber, cierto conocimiento de las cosas, experiencia, puntos de comparación, y el niño al no poseer este saber, al no haber llegado a este estado de conciencia, considera que el régimen de libertad no está hecho para él y que es necesaria la obligación» (Faure, Ibid, pág. 175), siempre que la obligación vaya unida a la libertad y ésta se convierta en una libertad responsable que hace caminar al niño y la niña hacia la comprensión de una auténtica libertad, porque el concepto de responsabilidad introyecta en su dinámica vivencial a la otra persona, es decir, a usar la solidaridad en el uso de su libertad, consiguiendo establecer una idea más real de lo qué es la libertad, al tiempo que se neutraliza la tendencia egótica de ésta, que sería la última causa que impedida a las personas llegar mañana a vivir y luchar por una sociedad libre.

Frente a la afirmación que dice que el egoísmo siempre ha existido en la sociedad, contestamos como Kropotkin: «lo que siempre ha existido es, en realidad, la imbecilidad y la falta de inteligencia, por la cual muchos individuos resultan incapaces de entender que su propia dicha no difiere de la de su especie, y que no puede alcanzar la felicidad sino por medio de una vida intensa que supone la Identificación con los demás» (Capelletti, A., La ética de Kropotkin. La teoría de propiedad en Proudhon y otros mo mentas del pensamiento anarquista, pág. 145, Editorial La Piqueta. 1ª edición, México. 1980), únicamente porque se ha subvalorado al ser racional, considerando que su principio de placer, es sobre todo placer egótico, los sistemas sociales existentes educan en la potenciación de esta creencia, neutralizando y anulando «los placeres más elevados de los seres humanos, que son los que corresponden al entendimiento, y en general al espíritu: la ciencia, la lucha por la justicia y el amor a la libertad» (Ibid, pág. 132), poniendo en su lugar unos placeres sensitivos inmediatos y a la consecución rápida de ello, lo cual hace permanecer en minoría de edad a las personas, puesto que las fijan evolutivamente en estructuras psíquicas que corresponden a la primera y segunda infancia, evitando así el cultivo del entendimiento, la madurez mental y por tanto la búsqueda de los placeres más intensos a los que pueden aspirar las personas.

Y en ello, la educación, juega un eminente papel. O bien asume y perpetúa al ser humano como infinitamente inmaduro, y por ello utiliza la dependencia biológica que se convertirá en dependencia afectiva o bien, insta al progreso, maduración y evolución del niño o niña hacia su máxima madurez. Si hace y consigue ésto, habrá establecido los cimientos de una inteligencia bien nutrida, una mente libre para pensar, decidir y por ello buscar como realización personal el máximo de placer humano, es decir, la lucha por la anarquía, que es quién dará respuesta a las demandas de unos intereses que se asientan sobre la inteligencia y ésta les conducirá a luchar por una ética que se llame como se llame, se apoyará en la solidaridad, libertad, justicia, no violencia y felicidad.

Segunda parte

Capítulo I

«No es la anarquía un forzamiento de las cosas. Es el desenvolvimiento natural y continuo de todos los elementos de integración vital que están contenidos en la Humanidad, trátase del individuo o de las agrupaciones sociales. No se reduce al mecanismo simplista de la existencia ordinaria, sino que abarca al conjunto de la existencia universal y se propone explicarse, en suprema síntesis, la totalidad de la vida y la totalidad de las relaciones. No es una invención, sino una verificación» (Mella, R.).

Por ello, cuando hablamos de la Escuela de la Anarquía, lo que pretendemos esencialmente, es verificar y en ningún momento inventar, porque lo hipotético solamente existe en nuestras mentes y por ello ser obviamente ineficaz y sobre todo causa y consecuencia de la inutilidad de nuestras ideas. Por el contrario, lo que verificamos, son elementos básicos que hacen progresar nuestra sociedad hacia formas vivenciales diferentes, que aún no siendo las óptimas, pueden ir marcando nuevos caminos de libertad humana.

La escuela debe ser un microcosmos real y actual, que es consecuencia de una herencia universal, de una inmediata realidad social y de un proceso actual que debe dinamizar la vida hacia adelante, pero nunca debe ser una isla desenganchada de la sociedad real, ni sobresacada de ella, ni mucho menos idealizada. La escuela aglutina a personas que en sí mismas, y como grupo, son el reflejo real de la existencia cotidiana y a través de ella, de las individualidades que la nutren y del colectivo que generan, deben vivir para conseguir una determinada ético Por lo que no debe tener ninguna idea preconcebida y ningún objetivo específico, debe ser circunstancia y pasa do, presente y futuro y sobre todo instante mismo de vida real y en ese mismo instante fugaz como el propio devenir humano, vivir, pensar y actuar conforme a unos principios naturales, evitando distorsionar éstos animalizando los o sublimándolos. La vida, de un instante, de una edad, o de una era, es una lucha intima y profunda de alcanzar la propia identidad y la felicidad. Pero la identidad se configura dentro de un grupo social, por lo que se conjugan un status y un rol, con un deseo individual y una demanda social. La búsqueda constante de nuestra identidad se encuentra delimitada por la expresión de nuestra identidad dentro del grupo al que pertenecemos, por lo que nuestra felicidad, no puede existir sino es insertada dentro del colectivo universal, sectorial o grupal.

Donde auténticamente se encuentran las limitaciones a la libertad y felicidad humanas, es en el grupo don de se está y se pertenece, la mayoría de las veces no como elección propia, sino como circunstancial.

Ningún ser humano tiene en sí la posibilidad de elegir desde su nacimiento el lugar donde desea estar. Su propia estructura biológica lo determina. Pero aunque su estructura biológica no lo determinase lo haría su nacimiento, en cuanto lo hace dentro de un grupo familiar concreto, con personas específicas, condicionamientos sociales predeterminados que van inexorablemente a configurar su vida, siendo una determinada persona según la estructura social, humana, económica e ideológica en la que nazca. Siendo muy conscientes de la que hubiera podido ser si esas constantes hubiesen sido distintas.

Esto mismo, nos hace ver y aceptar la fragilidad de la libertad humana. La poca capacidad de ser libres que tenemos. Pero también es cierto, que según sean las influencias que a partir del nacimiento se configuren, así tendremos la persona definitiva. No sabiendo a ciencia cierta, hasta qué punto las personas podemos evitar o soslayar estos condicionantes. Pero si la experiencia pedagógica nos demuestra que la educación es el elemento generatriz que marcará la vida de las personas hacia un proyecto personal u otro. Y que las experiencias que el niño o la niña tengan, configurarán su psiquismo, y pondrán de manifiesto una manera de ser y pensar u otra. Por ello, y no por otro motivo el anarquismo ha considerado esencial la educación para poder hacer avanzar esta sociedad hacia formas de convivencia más humanas.

Es evidente que las iglesias y las religiones, siempre poderes fuertes a lo largo de la Historia y siempre también al servicio de otros poderes, han conocido el enorme poder de la educación y los éxitos de su manipulación.

El anarquismo es la forma de pensamiento que lo detecta y lo acusa, pero que además lo debe utilizar, ya que no se educa denunciando formas subliminales de información. Se educa, creando mentes capaces de rechazar esas formas de influencia y mediatización. Pero sobre todo, se debe educar, porque todo lo existente educa, y si los y las anarquistas no educamos, la partida seguirá estando perdida.

La única diferencia, con respecto a la educación, entre las doctrinas inducidas por las educaciones tradicionales religiosas y las anárquicas, se debe encontrar en la ética. La primera y que más experiencia tiene utiliza el conocimiento humano para determinarle en un camino concreto, la otra, de la que somos sujetos lo debe hacer dentro del respeto a la naturaleza universal.

La mayoría de las mentes anarquistas son conscientes que un «dejar hacer» en educación es tan improcedente como un hacer impositivo, porque ambos producen personas sumisas y fácilmente conducidas hacia objetivos imprevisibles. Pero no todas las mentes anarquistas son conscientes de que se debe actuar para introyectar una ética anarquista, por lo que los fracasos son tan ostensibles en la dinámica social.

La ingenuidad de creer que lo que nosotros/as no pongamos en las mentes infantiles se va a producir por generación espontánea, es una enorme falacia. Ya que el error está, en que mientras damos la opción para que el niño y la niña lleguen a amar y luchar por la libertad, la justicia, etc... el resto de la sociedad les está imponiendo formas de no libertad, de injusticia, de desigualdad y de sumisión.

Si los padres y las madres que se aglutinan en una escuela anarquista fueran así mismo anarquistas reales, que la mayoría no lo son, las posibilidades de convivir bajo una ética anarquista serían factibles; pero como la realidad es otra, la evidencia nos dice que donde ponemos libertad ellos y ellas ponen sumisión, que donde ponemos solidaridad ponen egoísmo, que donde ponemos igualdad ponen violencia y así un continuo etcétera insalvable. Lo que generamos en las cabezas infantiles es una plena contradicción, ya que unas personas adultas viven y demandan unas cosas y otras personas otras.

En este caso, las cabezas infantiles, dependiendo de su edad y características personales, se quedarán en cada momento con aquellas que más benefician su placer inmediato e inmaduro, produciendo un estancamiento en la dinámica evolutiva y una defensa de la libertad individual y egótica en la otra, haciendo que el proceso de evolución social hacia la anarquía quede paralizado y ello significa que perdemos los y las anarquistas.

Y el perder los y las anarquistas significa que man tenemos una inmovilidad social, ideológica y personal, por lo que las formas de vida conservadoras se perpetúan.

Por otro lado, nos encontramos con una condicionante propia de la sociedad autoritaria establecida y de consecuencia lógica; los jóvenes progresistas cuando alcanzan una determinada edad se hacen, porque así está programado, conservadores, con lo que, como el proceso de maduración de los niños y las niñas es muy largo, resulta que a mitad de este proceso, sus progenitores, colaboradores en una educación hacia la anarquía, la abandonan y hacen girar a sus hijos e hijas ciento ochenta grados, siendo la pescadilla que se muerde la cola, en donde el progreso es una falacia y sobre todo una utopía constante en las generaciones de jóvenes, la cual no dura más que lo que dura su edad de juventud y eso, independientemente se les eduque en forma conservadora o progresista.

Una educación libre, dentro de una sociedad mediatizada, en el mejor de los casos, genera personalidades democráticas, si es que se vive en una democracia burguesa, y posiblemente en conservadora si se vive en una sociedad totalitaria. Ésto, lo que nos indica es que se pueden generar personas más equilibradas psíquicamente, pero nunca personas que vivan y luchen por una defensa de la igualdad del género humano.

¿Qué podemos hacer?, esa es la interrogante que aquí nos planteamos, y nos la planteamos después de dieciocho años de educación libre, en donde la ingenuidad nos ha dominado y hemos mantenido un principio ético que es utópico y por ello, ni es real, ni puede llegar a producir un avance social, ni puede llegar a llamarse anarquía.

Lo que debemos hacer y lo que podemos hacer es algo que debemos deducir de nuestra práctica diaria de la educación en la libertad para generar un colectivo que desea vivir en la anarquía. Para ello, primeramente hemos analizado qué es lo que no debe ser, y concluimos qué no debe ser, porque hemos comprobado, que en un sentido de ética idealista, fuera de la realidad existente, lo único que conseguimos es paliar los defectos del sistema imperante y por ello contribuir a su mantenimiento.

Si de verdad somos conscientes de cómo funciona la sociedad y qué elementos psicológicos emplea para conseguir sus fines, debemos realizar una escuela en donde los principios de la anarquía, como forma de pensamiento y acción se vayan realizando, viviendo y analizando.

Si los elementos de la sociedad conservadora se infiltran en nuestras vidas y si, elevándonos sobre la realidad idealizamos la estructura social y al ser humano, lo que nos encontramos es que, hemos favorecido la situación ancestral y, peor aún, la hemos depurado, es decir, la hemos envuelto en un papel suave de celofán que pare ce evitar los males reales, los males que perjudican y pueden llegar a soliviantar a las personas, y en su caso, hemos introducido formas de contrarrestar sus errores, pero en ningún momento hemos establecido una forma de pensar y vivir antitética de la existente.

Por ello, a través del análisis, la crítica y la objetividad de la realidad y de las personas que tenemos, después de una intervención en donde la libertad individual prima sobre lo demás, nos hemos dado cuenta, que es ineficaz plenamente no atacar e ir en contra de lo establecido, porque el ser humano, se encuentra tan vulnerable mente influenciado por lo estructuralmente impuesto, que no tiene en sí la capacidad real de zafarse de él, y por ello, si no establecemos unos principios de convivencia, pensamiento y vida diferentes, en ningún momento podemos afirmar que estamos tratando de luchar por vivenciar la anarquía.

De ahí, la tesis de nuestro planteamiento: Contramanipular, es decir, introducir en las mentes de las generaciones futuras, líneas generatrices diametralmente opuestas a las que la sociedad introduce y demanda.

Nuestra creencia errónea de respeto a la persona, no influyéndola y dejando que la naturaleza actúe con las experiencias que se realizan en la acción educativa, no sirve para nada, y de servir para algo, es para fomentar el miedo a la libertad y la defensa de la sumisión y de los valores conservadores.

Las personas que deseamos vivir la anarquía, debemos ser el revulsivo de la sociedad, debemos demostrar que la autogestión es posible haciéndola realidad, y para ello, hemos de vivir autogestionariamente y debemos establecer un tipo de educación que asiente la convivencia en tomo a estos valores: autonomía, libertad, justicia, igualdad, responsabilidad social y felicidad. Y para conseguirlo debemos usar de Todoslos medios a nuestro alcance, porque de no hacerlo así, mantendremos un purismo inoperante y como consecuencia, un fracaso pleno del proceso de evolución ideológica y mental humana.

Para poder vivir y educar en la anarquía debemos en primer lugar, sentimos lejos de la verdad como posesión individual o colectiva y encontrarnos con una predisposición cotidiana a criticar nuestra propia convivencia, conocer la dinámica social reproductora de estructuras coactivas y buscar incansablemente donde, cómo y de qué manera podemos avanzar en libertad y por ello educar en libertad.

Un proyecto de educación, una Escuela de la Anarquía debe tener muy presente las palabras de Cano Ruiz, cuando comentando el pensamiento de Ricardo Mella dice: «Las personas que se creen poseedoras de la verdad y repiten la misma cantinela durante muchos años, lo cierto es que no saben de ninguna verdad, ni lo más externo» (Cano Ruiz, B., El pensamiento de Ricardo Mella, pág. 23, Editores Mexicanos Unidos S.A., 1ª edición. México, 1979). Por tanto, lo que debemos hacer si deseamos educar para una sociedad más humanizada, solidaria y libre, es estar siempre dispuestos al cambio constante, consiguiendo mantener al máximo la consecución de estos objetivos, aunque las formas de vivir y convivir con las generaciones que nos preceden sean a veces muy diversas y diferentes a las que han sido necesarias con anterioridad y que posiblemente serán, así mismo, distintas de las venideras.

Debemos tener en cuenta que las «verdades» que nos han transmitido y asentado en nuestros psiquismos nos limitan y mediatizan, haciendo que padezcamos sin apenas ser conscientes de ello, una coacción pública y moral, perfectamente estructurada y dispuesta para limitar los procesos de libertad.

No podemos olvidar que la estructura psicológica de los niños y las niñas se va construyendo conforme a las respuestas de aprobación o reprobación de los adultos y adultas con las cuales se rodean, creando en ellos y ellas unos códigos morales siempre sujetos a los cambios que esas personas imponen en sus vidas, provocando de esta manera, unas personalidades inseguras y nulamente autodeterminadas, porque dejan de actuar bajo la presión de la aceptación-rechazo, para acabar introyectando en sus estructuras mentales, códigos morales estereotipados que responden a: es bueno si es aceptado, es malo si es rechazado; manteniendo así un grupo social y unas personalidades individuales plenamente manipulables por un proceso de coacción interna establecido desde una coacción pública o externa. Anulando toda esperanza de libertad y de solidaridad.

La interinfluencia que los miembros de una sociedad producen, hace que usos y costumbres sean aceptados como leyes necesarias justificando así la necesidad de reglamentos y de las leyes fijas y constantes, puestas por quienes detentan la autoridad, siendo ésta considerada necesaria para que pueda responder a los deseos y demandas de una mayoría que, previamente, ha sido preparada para aceptar determinados principios y rechazar otros. En la escuela, los niños y las niñas están sujetos desde su nacimiento a esta interinfluencia familiar primero y social después. Influencia que incide en sus deseos y jugando con ellos, les hacen aceptar formas de pensar y actuar ajenas a sus realidades y demandas. Puesto que se sienten presionados o presionadas por los sentimientos de las personas con las que viven o con las que se relacionan de una u otra manera.

En el momento actual, que es el que nos interesa, las superestructuras sociales introyectan en todos los miembros de una sociedad actitudes, acciones, formas de pensar y vivir, mayoritariamente aceptadas o rechazadas, que éstos a su vez filtran en los niños y niñas desde su nacimiento, consiguiendo que lleguen a la escuela, no únicamente e inicialmente coaccionados y coaccionadas, sino que esa presión pública sigue constantemente introyectando sus normas y leyes, de manera que si la Escuela de la Anarquía no lo percibe y tiene en sí la ilusión de que educa en libertad, se encontrará, que su acción no sólo es inútil e ineficaz, sino que conseguirá que sus propios elementos de educación rechacen las formas educacionales que se encuentran rechazadas en esa estructura social. Consiguiendo así el mayor de los ataques a la anarquía, porque será destruida desde sus propios actos y situaciones, desde dentro, por la inoperancia de la no acción contrapuesta, que sirva para oponer a una coacción pública y conservadora, una coacción progresista y de libertad.

Para poder educar espíritus libres es necesario ser conscientes de cómo se ejerce la coacción social sobre los niños y las niñas, para poder ayudar a estas personas a no someterse a esa presión, y por ello, crear auténticas experiencias de libertad y autonomía.

Dada la dependencia que los nuevos seres tienen por su lento proceso de maduración mental, a sus progenitores, y siendo éstos conscientes de los deseos que los niños y las niñas tienen y que constantemente ponen de manifiesto, jugando con estos deseos y su satisfacción o negación, los padres y las madres establecen dentro de sus pequeños y pequeñas unos códigos morales que nada tienen que ver con el derecho natural. Siendo, por el contrario, vivo reflejo de sus propias acomodaciones y coacciones públicas, marcando una amplia limitación del desarrollo natural de las nuevas personas. Si los padres y las madres se guían, según Spencer, «por el temor al jefe, a la divinidad, al poder del Estado o de la ley, y finalmente a la opinión pública», nos resulta obvio comprender que las posibilidades de generar nuevas generaciones libres, se hace casi imposible, a no ser que utilicemos sus mismas formas, para poder liberarlas.

Educar en la anarquía es conocer cómo actúa la sociedad, principalmente en sus formas coercitivas y a través de este conocimiento y utilizando actitudes paralelas, crear una coacción moral diferente, intentando recrear nuevos deseos colectivos e individuales, en donde el colectivo, apoyándose en las querencias individuales, se encamine globalmente en busca de la solidaridad, el apoyo mutuo, la autonomía y la libertad.

Si consideramos que los niños y las niñas están constantemente sujetos y sujetas a estos tipos de coacción; los educadores y educadoras debemos establecer el código de la verdad evolutiva, la disminución del egocentrismo y egoísmo, la cooperación y la toma de decisión por el diálogo y el consenso grupal, generando en las nuevas mentes deseos antagónicos de los que la sociedad les introyecta, y contando sobre todo, con la experiencia del placer que cada uno y cada una siente cuando deshace un código moral rígido, individualista y determinante, porque pasando las necesidades primarias y tratando de disminuirlas, dejamos la vivencia de la generosidad, la independencia y el reparto equitativo del trabajo cooperativo.

Educar con la pretensión de que el ser humano, desde sí mismo, con la vivencia restringida de la libertad dentro de la escuela, pueda llegar a amar la libertad, es una falacia y un rotundo fracaso, porque no existe una sociedad que se mueva en estos parámetros, sino en otros antagónicos, y por el poder que tiene el sentimiento público en su aceptación o rechazo de los actos personales, los niños y niñas que se eduquen en una escuela libre, que no tenga en cuenta lo antes expuesto, no amarán la libertad, no vivirán la anarquía, sino que perpetuarán una sociedad conservadora, creando la ilusión de ser progresistas, porque indudablemente, se mostrarán con formas y maneras distintas, pero únicamente en la forma, en el fondo se someterán sin duda ninguna a lo que el Estado, la ley y los poderes públicos y sociales les demandan como bueno y rechazarán la anarquía porque esos mismos poderes la rechazan.

Y esto, además, con el enorme peligro que significa el que las superestructuras siempre caminan por delante de las dinámicas sociales actuales, ya que, en su prospectiva de futuro, preparan la sociedad venidera, mientras nos tienen a los protagonistas de ésta, tratando de evolucionarla, sin que apenas nos demos cuenta que cuando hayamos encontrado la salida positiva al momento actual, ellos, ya habrán asentado las bases para seguir manteniéndola, porque habrán introducido las variantes de cambio precisas para que todo siga igual y nada sea diferente.

Si conseguimos introducir la idea de responsabilidad sin que esta represente dolor o coacción, tal vez hayamos encontrado la solución para este momento, aunque no sabemos si para el futuro, pero si consiguiésemos alcanzar este objetivo e introyectarlo en las nuevas generaciones, generaríamos las bases de una sociedad diferente, y ello lograría dar un gran salto hacia el futuro.

Lo peor que nos sucede y que nos viene sucediendo, desde que se produjeron las grandes revoluciones, es mantener la ilusión de que tenemos libertad para poder caminar hacia formas de vida más humanitarias y más anárquicas, ya que el objetivo de los poderes, desde esos momentos, es mantener de tal forma el equilibrio social, que no haya opción a volver a padecer cualquier otro tipo de revolución, porque podría poner en peligro la estructura autoritaria que tan bien hace el trabajo de mantener la ilusión de la libertad y del bienestar, a cambio de que todo el mundo se mantenga tranquilo porque piensa y sienta que su vivir de hoy no tiene nada que ver con el que fue ayer.

Debemos ir al centro mismo del problema y tratar de introyectar la anarquía en la base de la estructura psíquica de las personas, para que el sistema, que actúa desde arriba hasta abajo, sea contrarrestado por una acción de abajo hacia arriba, tratando por todos los medios y siempre medios éticos, de no dejar que las normas coercitivas de la sociedad aniden en las pequeñas cabezas de los futuros ciudadanos y ciudadanas. De ahí que las formas y planteamientos que eran válidas hace quince años o dieciocho años, hoy sean inoperantes y debamos cambiarlas.

Los puntos fundamentales que debemos tratar en una educación basada en una ética de la anarquía, son:

  1. Frente a la coacción paterno-materno sobre la dependencia de los niños y niñas, por la satisfacción de los deseos primarios de éstos a cambio de la sumisión. La coacción de la autonomía, evitando la satisfacción inmediata de estos deseos, y el impulso a conseguir lo que se desea desde una toma de independencia individual y grupal.

  2. Frente a la coacción social de la competitividad libresca y titular, la introyección de la cultura autónoma, autodeterminada e igual para todos y todas según sus capacidades, intereses y aptitudes.

  3. Frente a la coacción social de la violencia como forma de conseguir el éxito y el dominio social, el diálogo razonado y el acuerdo grupal.

  4. Frente a la coacción social del consumo y adquisición de objetos para delimitar las clases sociales y crear la falacia de la libertad, la autogestión como reparto equitativo y austero de los bienes que pertenecen a un colectivo.

  5. Frente a la división del trabajo como forma de perpetuar las diferencias y luchas de clases, el reparto equitativo del trabajo en todas sus modalidades para establecer un colectivo equitativo y justo.

  6. Frente a la coacción moral que la sociedad hace en la aceptación o infracción de sus normas y leyes convivenciales y discriminativas. La ética de la solidaridad, la tolerancia en los errores, la aceptación de los abusos y el rechazo de la hipocresía, la mentira y la manipulación.

  7. Frente a la coacción moral que la sociedad hace con el adoctrinamiento del bien y el mal, acomodaticio a unas normas estatales y rentabilizadoras de una estructura social, la coacción del desarrollo de la razón, la inteligencia y la cultura como liberación.

  8. Frente a la coacción moral que la sociedad introyecta del individualismo y el egoísmo, con su defensa de la propiedad privada, la coacción moral del colectivismo, el reparto de bienes y el derecho de todos y todas a gozar equitativamente de todos los bienes que la naturaleza ofrece para poder vivir con placer.

  9. Frente a la coacción moral que la sociedad impone de la represión sexual. La coacción moral de una sexualidad libre, carente de tabúes sin más limitaciones que la libertad de las demás personas.

  10. Frente a la coacción moral de la división de los sexos en roles predeterminados, la coacción moral de la igualdad, como personas que, cada una según sus peculiaridades, aporta a una colectividad para mantener la justicia, la equidad y la creatividad.

  11. Frente a la coacción moral de una cultura de la imagen manipuladora en exceso, la coacción de una cultura del libro, las ideas y la ciencia.

  12. Frente a una coacción moral pública de la división de la sociedad en pobres y ricos, listos y tontos, elegidas y masa. Una coacción moral de la igualdad y de la diversidad en una sociedad sin privilegios.

  13. Frente a una coacción moral del embrutecimiento de la sensibilidad, por el pragmatismo, la satisfacción de los instintos primarios y el embrutecimiento de la imagen, el sonido y la productividad. Una coacción moral del desarrollo de la sensibilidad, el afecto y la generación de los productos necesarios para mantener una vida digna.

  14. Frente a la coacción moral pública del individualismo egoísta y de la familia generadora y reproductora de todos los males sociales, la coacción hacia el grupo natural, las relaciones libres y la generosidad.

  15. Frente a la coacción moral del establecimiento de roles sexuales fomentadores y perpetuadores de la familia. La coacción moral de la libre relación sexual sin apelativos, marginaciones o permisividades según los deseos de las personas sin ninguna finalidad estructurada, como base de la generación de una sociedad diferente donde los lazos de unión son solidarios y libres y no estereotipados y sujetos a coacciones conservadoras propias de una sociedad inmovilista y no anárquica.

  16. Frente a la coacción moral pública de la norma, la ley y la moral burguesa que requiere y demanda el Estado. La moral natural libre de prejuicios, ataduras y reglas de sometimiento.

Por lo que: «Es necesario absolutamente e indispensable una conciencia social y una politización de la vida personal diaria» (Reich, W., La revolución sexual, pág. 15, Editorial Ruedo Ibérico, 3ª edición, 1978).

Y en eso debe incidir la Escuela de la Anarquía, en recrear una conciencia social y política personal que sea diametralmente opuesta a la establecida en esta sociedad, para evitar su perpetuación y poder tener la posibilidad de establecer las bases de una nueva sociedad humanamente responsable, social y personalmente.

Capítulo II

En el mundo de la infancia y de la juventud debemos, los educadores y educadoras de la anarquía, ser conscientes de varias realidades que hoy por hoy deben tener prioridad, aunque no podamos afirmar que sean verdades absolutas, sino razones necesarias para este momento y esta sociedad.

No deseamos dogmatizar nada, porque en su mismo principio sería una falacia y una irrealidad, puesto que cambiamos constantemente, cada día que pasa somos personas diferentes y cada dinámica social que se nos presente es nueva y a ella con la diversidad actual debemos acercamos, para que a través de nuestras propias experiencias educativas, personales y grupales, podamos señalar caminos que debemos recorrer, dispuestos y dispuestas siempre a seguir variando con el tiempo para no incurrir en el error de vivir en el pasado permaneciendo en el presente, tratando así mismo, de tener una prospectiva de futuro que nos haga evolucionar y madurar y no detenemos y gozar de una ilusión de la ficción.

Teniendo en cuenta la psicología infantil y la pedagogía contemporánea debemos tener mucho cuidado en seleccionar y aceptar unas determinadas teorías o principios educativos de cualquier color y dirección. No debemos olvidar que estas ciencias se han utilizado y se utilizan para mejor manipular al grupo humano y muchas de sus afirmaciones no tienen más finalidad que ayudar a conseguir este objetivo.

Por lo que debemos conocer cuantas más teorías, experiencias y escuelas posibles, para poder usar de ellas, en la medida en que beneficien una educación en y por la libertad, insertando la utilidad de éstas en una ideología en pro de la justicia social, la autonomía humana y la solidaridad.

Es decir, debemos servimos de la ciencia para alcanzar nuestros objetivos, teniendo cuidado de que esa misma ciencia no nos condicione y nos use para establecer lo contrario.

Debemos analizar las dinámicas educativas diariamente, tanto en lo que se refiere a los niños y niñas como a los educadores y educadoras, ya que el progreso, el cambio y el avance hacia nuevas formas de vida, debe ser realidad para todas las personas que viven tratando de encontrar la forma de insertar una sociedad basada en una ética de la anarquía y en un derecho natural.

La flexibilidad, el cambio constante y la no adaptación a lo hecho o vivido, debe ser el eje principal de las personas que desean educar en la anarquía. El principio que nada hay hecho y que nada hecho debe servimos como piedra de toque, debe ser primordial para todos los educadores y educadoras, como debería serlo para todas aquellas personas que luchan por la anarquía.

La base de la anarquía es pensar y vivir conforme a una determinada ética y ello siempre dentro de una dinámica de cambio, en donde los principios éticos son inalterables, porque son de derecho natural, pero las formas son constantemente cambiantes, como cambiantes somos las personas, ya que el ser la persona que somos hoy, poco o nada tiene que ver con la que fuimos ayer o con la que seremos mañana, por lo que constantemente debemos adaptar a nuestras nuevas personas la ética que defendemos, y ello, en su génesis, recrea una movilidad constante.

Lo mismo sucede con los niños, niñas y jóvenes. Y sobre todos y todas pesa una sociedad que nos trata de manipular sin descanso y que con mucha frecuencia lo consigue, aunque el que sea mayor o menor su influencia, depende únicamente de nosotros y nosotras como grupo y como personalidades autónomas que enriquecen la vida con sus diversidades.

Una Escuela de la Anarquía, no es más que una representación de la estructura social, una muestra que sirve para demostrar que existen formas de vida mejor y más congratulantes para el ser humano y por ello, ser factibles de ser reproducidas a niveles mayores, teniendo en cuenta, que la forma de insertarse en la expansión general, no es de manera mayoritaria, sino a través de pequeñas células vivenciales que se van insertando en la sociedad y la van rompiendo en sus estructuras conservadoras.

Conjugar todos estos aspectos no es tarea fácil, pero tampoco es tarea fácil para las superestructuras y la historia nos demuestra que es factible, y si es factible para ellos, que no son más, en definitiva, que un grupo humano, también lo es para nosotros y nosotras que somos otro.

Por ello, cuando hablamos de la educación en la anarquía, nos referimos por igual a pequeños y pequeñas, como a jóvenes, como a adultos y adultas. Y no sólo en el oficio de educadores y educadoras, porque todos y todas somos sujetos de educación y por tanto, debemos aplicarnos los mismos principios.

Debemos abandonar la falacia hasta ahora existente, de pensar que la escuela educa y por ello es un elemento aislado, desgajado del resto del espectro social. La educación está presente en todos los estratos y situaciones de la vida, y la escuela desgajada de la sociedad, no es más que un planteamiento burgués que resulta fácil mente manejable y manipulable por una superestructura social.

La Escuela de la Anarquía no debe caer en el error de pensar que su sola acción puede llegar a alguna parte, puesto que está puesta para crear la falacia de que su acción es autónoma, cuando si analizamos en profundidad, es la menos autónoma de todas las estructuras. La escuela debe ser muy consciente de que así planteada, no tiene ninguna posibilidad, y la única que puede tener es, si es consciente que es una parte de todo el entramado social y no minusvalora la acción educativa del resto de la sociedad. Porque si cae en ese error, será utilizada para conseguir su propia destrucción, porque será reutilizada para ser destruida.

Por tanto, somos educandos y educadoras todas las personas, así como los estamentos o estructuras que configuramos. Debemos plantearnos cómo y qué debemos hacer.

Frente al error que educar en libertad a los niños y niñas consiste en satisfacer todas sus necesidades y caprichos, debemos considerar que: «si se les hace renunciar a satisfacciones de los impulsos que normalmente debían rechazarse, diciéndoles que aquello era contrario a otra satisfacción, la de los deseos más altos» (Reich, W., Ibid, pág. 271), por lo que sin caer en la represión, siempre negativa, en la sumisión, siempre deformante, debemos educar frustrando determinadas necesidades egóticas, e impulsar a la realización de otras, que sin formar parte en ese momento de prioridad, al ser sentidas, proporcionan un placer muy superior, que de no ser instadas a realizar, nunca podrían sentir. Por lo que educar, dejando que el niño, la niña, el joven o la joven, actúen en sus vidas movidos por sus placeres inmediatos de satisfacción corta y egocéntrica, no hace más que perpetuar un inmovilismo personal, al tiempo que neutraliza el sentimiento de satisfacción intelectual mucho más rico y congratulante que cualquier otro. Por lo que debemos conjugar el proceso de evolución psíquica, las demandas primarias, muchas de ellas inducidas por el propio ambiente en donde se desenvuelven, con las vivencias introducidas de placer superior, porque solamente así podrán mañana moverse en busca de placeres menos gástricos y más racionales.

Si la Escuela de la Anarquía quiere educar en la igualdad, debe eliminar de su dinámica todos los actos o elementos de desigualdad posibles. Desde los personales, a los sociales o materiales. Ya que el permitir que uno solo de sus miembros tenga o disfrute de situaciones diferentes al resto, establece una estructura de clases, y la aceptación de que unos o unas tienen derechos a determinadas cosas y otros u otras no, creándose una actitud de sumisión y de aceptación de las diferencias sociales y económicas.

La Escuela de la Anarquía debe negarse a permitir que las personas que allí viven, tengan ventajas diferentes a las del resto. Por lo que deben fundamentar su opción en una igualdad real, es decir, el reparto equitativo de lo que es posible para todos y todas, conforme a un derecho natural de que todo lo que existe pertenece a los seres humanos, en la misma medida y de la misma forma.

Y existen cosas u opciones, que solamente serian posibles si se diesen o realizasen para una parte de la sociedad, pero para conseguir eso, el resto debería ceder una parte de lo que les pertenece en beneficio de otros u otras, con lo que se aceptaría la teoría irracional, de más derecho de unos o unas, sobre otros u otras, fomentándose así desde la base, la aceptación de las diferentes clases sociales, en lugar de luchar y defender una y el máximo de beneficio para esa única clase con el esfuerzo y la aportación de todos y todas.

La Escuela de la Anarquía debe encontrar en una lucha constante por conseguirlo, una vivencia de paz y armonía, restableciendo el uso de la palabra como elemento humano, para encontrar el consenso y la mutua forma de actuación y decisión, respetando las divergencias pero hallando el tronco común de una vida sin violencia, discriminación o intolerancia.

La escuela, como la sociedad, agrupa personas de diferente edad y madurez, y la madurez es el camino que fomenta la libertad y la anarquía, por lo que debe educar en la tolerancia y el respeto al ritmo de evolución de cada persona, intentando que el proceso de avance no se detenga. Debe conjugar tolerancia, paciencia y evolución. No debe incurrir en el error de la impaciencia, porque ello le conduciría al mayor de los fracasos, debe, por el contrario, saber esperar a cada persona sin pararse en ningún momento en el avance de la libre responsabilidad colectiva. Por lo que el respeto al ritmo de evolución y maduración, debe conjugarse con la coacción moral de demandar más maduración y por ello más progreso.

Pero debe tener muy claro cuales son sus puntos de confluencia y sin demora ni descanso debe luchar por ello, conjugando este esfuerzo de evolución, con el respeto a la posibilidad. Y cuando decimos respeto a la posibilidad, no queremos decir respeto a que el proceso llegue, si es que llega, cuando sea. Sino, por el contrario, instar constantemente a alcanzar nuevas cotas de madurez y libertad, sin tregua y sin cansancio. Por lo que la Escuela de la Anarquía es una dinámica de lucha constante, de confrontación y diálogo, para impulsar sin demora hacia formas de vida más perfectas.

Y en este punto, es donde puede canalizar la agresividad humana, que es el impulso hacia adelante, a vencer los obstáculos, a dominar la naturaleza. Y en lugar de gastarlo en la beligerancia, lo puede emplear en la evolución, convirtiendo algo que la sociedad utiliza como arma de confrontación, en arma de cooperación.

Y si además, las cargas agresivas de impulso hacia adelante, se emplean en la lucha por la emancipación y no para mantener la represión, el inmovilismo y la terquedad, podremos, no sin dificultad, aunar fuerzas y energías para establecer un mundo mejor.

Si verdaderamente somos capaces de hacer este uso de la agresividad, la violencia, la competición y la guerra, éstas dejarán de tener sentido, porque ya no existirá miedo a una opresión exterior, porque seremos capaces de saber que ese mundo mejor lo podemos realizar por la cooperación y nunca por la divergencia intransigente.

Debemos tener en cuenta que se impulsa a la lucha y a la guerra, porque se ha creado en las mentes la creencia de que las demás personas que nos rodean son nuestros enemigos y que vienen a usurpar aquello a lo que tenemos derecho, sin darnos cuenta que ese mismo derecho está siendo altamente infligido por el contexto que nos rodea. Y acostumbrados y acostumbradas a pensar que debemos defendernos del otro u otra, porque intenta arrebatarnos lo que nos pertenece, no somos conscientes que lo que en realidad nos pertenece, no nos está siendo dado, sino usurpado y compensamos esa misma frustración lanzando nuestras energías en busca de un enemigo lejano y extraño, cuando en realidad no existe, sino que está perfectamente creado para que lo asumamos y luchemos contra él.

Si en la Escuela de la Anarquía vivimos sabiendo que las personas que nos rodean no son nuestros enemigos o enemigas, sino nuestros colaboradores y colaboradoras hacia un bien común, la oposición, la competición, la violencia y la guerra, no serían capaces de hacer levantar a ninguna persona, porque verían claramente la falsedad del planteamiento.

Debemos tener en cuenta que se actúa sobre estructuras psíquicas creadas, y que pensamos que somos nosotros o nosotras los que pensamos o decimos tal o cual cosa, o tal o cual manera, cuando la realidad es que los resortes psicológicos que nos han infiltrado actúan por nosotros y nosotras, sin que nuestra libertad aparezca por ninguna parte, porque simplemente ha sido neutralizada y en su lugar puestos otros mecanismos, que sin ser humanos, nos han hecho creer que forman parte de nuestra esencia.

En definitiva, se nos crea de una determinada manera y luego se nos hace pensar que así somos y no podemos ser de otra forma. Lo que significa que roban nuestra individualidad y nuestra libertad de manera constante y perpetuante.

Si introducimos la idea de que cada persona puede llegar a ser lo que verdaderamente es y desea y demostramos, por la vivencia que es posible, la experiencia de la libertad humana no necesitará hipotecas, ni falsos planteamientos. Simplemente se pasará de la ilusión de ser libre a la realidad de vivir la libertad.

Haciendo realidad aquellas palabras de Reich: «La sociedad forma, altera y reprime las necesidades humanas; así se desarrolla una estructura psíquica, que no es innata, sino adquirida por cada individuo en el transcurso de la lucha permanente entre sus necesidades y la sociedad» (Reich, W., Ibid, pág. 274).

La base, por lo tanto, de una sociedad libre está en la educación por la autonomía y ésta es muy difícil, mientras la estructura familiar autoritaria, potencie la dependencia, la sumisión y la represión.

Se ha de educar muy primordialmente a los padres y a las madres, porque al mantener y dar continuidad a una estructura claramente autoritaria como es la familia, mantiene y reproduce, por muy progresista que sea, los errores y vicios que son mantenidos para conseguir que nada cambie.

La Escuela de la Anarquía debe ir frontalmente contra la estructura familiar que mediatiza desde el nacimiento a sus hijos e hijas y sirve de correa de transmisión de una sociedad conservadora y defensora de una moral burguesa que sustenta ampliamente una manera de ser y pensar actual de fantasía de la libertad, pero en ningún momento de evolución y maduración del ser humano como sujeto de transformación social y personal.

Capítulo III

«No es posible el revolucionamiento de la sociedad sin un revolucionamiento de las personas» (Dressen, W., Antiautoritarismo y anarquismo, pág. 46, Editorial Anagrama, Barcelona, 1978). «Actuar con libertad significa redescubrir la posesión sobre uno mismo» (Ibid, pág. 40).

«Evolución es el desenvolvimiento general de una idea, de un sistema, de una serie de sucesos, de un orden de cosas cualesquiera hasta su complemento e integración; es un movimiento constante en virtud del cual Lodo se modifica y cambia hasta alcanzar su total desarrollo.

»Revolución es y significa en el sentido más lato de su palabra una transformación, un cambio o una serie de cambios en las ideas morales, en los sistemas políticos, en las creencias religiosas, en la organización de las sociedades, ya afecte a sus costumbres, ya a sus formas gubernamentales, jurídicas y económicas» (Cano Ruiz, B., El pensamiento de Ricardo Mella, pág. 120, Editores Mexicanos Unidos S.A., México, 1979).

Con estos pensamientos vamos a finalizar nuestra reflexión sobre la Escuela de la Anarquía.

Si consideramos que la revolución es la transformación en las ideas morales, políticas y religiosas, para que alterando lo establecido se genere una nueva sociedad, y si, así mismo, cualquier revolución ha de empezar por los cambios, en estos puntos, de las personas, es obvio que la Escuela de la Anarquía se encuentra allí donde hay personas que desean esa transformación que pasa inexorablemente por la reeducación personal. Si las personas que creemos y amamos la anarquía como prospectiva de futuro, no comenzamos nuestra andadura redescubriendo nuestras ataduras y posesiones, caeremos fácilmente en la ilusión de creer que cambia todo, cuando en realidad todo permanece inamovible, porque la repetición de las ideas morales, políticas, económicas y religiosas, configuran en sí mismas una estructura social ancestralmente establecida y difícilmente variable.

Cuando se habla de escuela, se anexiona una idea burguesa que solapa una visión global de la realidad, que es la de pensar en la escuela como institución creada para unos fines muy concretos; la reproducción de las formas sociales establecidas desde los poderes. Por un lado, desgajándola de la realidad total, y por otro introyectando la esperanza de una finalidad que no tiene, que es el de ser considerada vehículo de transmisión y cambio, pluralista y progresista. Los sistemas establecidos se perpetúan, ya que la maraña de su estructura perfectamente elaborada en sus objetivos, crean la esperanza ilusoria de una dinámica distinta.

Creen que ignoramos o simplemente no vemos o conocemos que la única manera de mantener un control férreo sobre lo que parece diversidad social, pasa por el establecimiento de instituciones, cuya única finalidad es hacer de trasvase de una ideología autoritaria y de clases.

Los Estados autoritarios siempre han contado con estos establecimientos reproductores de sus principios y normas, sobre todo cuando se definen como pluralistas. La ilusión de que todas las ideologías tienen ahí la oportunidad de manifestarse y expandirse es plenamente falso, porque si cuando hablamos de Escuela de la Anarquía nos limitásemos a pensar que un reducto pequeño, como una laguna en un oasis, puede incidir en un cambio social en profundidad, sería una enorme falacia, ya que, como hemos dicho anteriormente, la vida y su movimiento existencial, es la gran escuela donde se vive, ama y piensa de una determinada manera; la que los poderes marcan, determinan y aceptan.

Por ello, la elaboración de un entramado perfecto, que en corpúsculos pequeños y cerrados se encargan de ser correas de transmisión de lo que «mandan» los amos del pensamiento y la vida.

Para poder aspirar a una auténtica revolución, debemos destruir el entramado y ello pasa por la reeducación personal, la aceptación de una manera de ser y pensar, que teniendo como base la emancipación humana, la solidaridad, la justicia y la responsabilidad social, se autoeduque y heteroeduque en cada momento y acto de su vida, haciendo que la estructura autoritaria se tambalee en sus cimientos y no se salpique en sus cúpulas.

La anarquía soy yo, y tú, y sobre todo, nosotros y nosotras. Porque todos y todas somos educados en la doble vertiente de auto y heteroeducación. Debemos abandonar la idea de una hipotética revolución popular espontánea y la idea de que la escuela como institución puede menoscabar la forma de vida establecida. Debemos pensar qué somos, cómo somos, qué nos ata y delimita. Debemos asumir la verdad que nos asiste, la real, la humana, la limitada y mediocre, y cuando hayamos aceptado nuestra personal intimidad, comenzar a vivir, desde lo que somos, hacia lo que deseamos ser y esa misma dinámica transmitirla como única forma de realidad.

Generalmente las utopías se desvanecen por la falaz idea de su imposibilidad generalizada, y ese es el punto en donde se apoyan los egoísmos humanos. El mecanismo de defensa de que yo solo o sola no puedo cambiar nada es una estupidez, puesto que la única manera de evolucionar hacia una lenta pero auténtica transformación de la vida, es precisamente, que yo, y tú, y nosotros y nosotras y ellos y ellas pensemos desde la anarquía y vi vamos desde ella, porque ahí, frente a la escuela del capital y las clases sociales, nos infiltraremos con la escuela de la autogestión y el antiautoritarismo.

Cuando hablamos de la manipulación, hablamos también de la contraescuela, porque lo importante y únicamente válido es introyectar e introyectarnos ideas antagónicas de las que la sociedad capitalista introduce. Puesto que como todo educa y todo está preparado para educar y educarnos, si no somos capaces de contraeducar, no seremos nunca capaces de revolucionar la vida y por lo tanto contribuiremos a la muerte de la anarquía. Y una muerte, no por la demostración de un fracaso, sino porque se desvanecerá en una lenta y desesperada agonía, la de la ineficacia, la frustración, la inutilidad. Ya que el sistema que hoy se nos impone, no pretende tanto anular como hacer morir por la desesperanza del fracaso continuado. Sus ataques no son frontales, sus actitudes son permisivas, porque conociendo como actúan y como lo hacemos nosotros y nosotras defensores de la anarquía, la batalla la tienen ganada y la nuestra perdida desde sus prolegómenos.

La lucha ya no es hoy una confrontación abierta, es una lucha de la manipulación de las mentes y mientras ellos manipulan, nosotros y nosotras permanecemos quietos y quietas, nivelando nuestras ansias de una nueva sociedad en pequeñas estructuras ampliamente contempladas y permitidas por tamaños manipuladores.

No podemos intentar recuperar una forma de lucha activista, abierta y de palabras, debemos iniciar una cotidiana lucha de la vida desde otras formas, desde otras maneras, desde otras ideas.

No nos sirve decir: hay que destruir la familia hay que destruir la religión, hay que destruir la autoridad, el Estado y los poderes, porque es ya un discurso trasnochado. Sino que hay que cambiar los grupos sociales, hay que manipular las mentes introyectando en ellas los valores de la humanidad, del derecho natural.

Hay que variar las casillas creadas, haciendo que lleguen a romperse porque no cumplen ya los fines para los que fueron creadas.

Si la familia, célula básica del establecimiento de la autoridad y del capital, deja de ser un grupo de poder, posesión y dependencia, y comienza a ser un grupo humano, solidario, independiente, equitativo y autogestionario. Si pone, en definitiva en acción la idea de la anarquía, los cimientos del sistema se irán mermando con el tiempo.

Porque la familia no es más que un minigrupo social espejo de la estructura general que la sociedad tiene establecida. Y si rompe, anula y cambia sus relaciones humanas y abandona la idea de que el cambio se encuentra en la forma, habremos asentado las bases de la anarquía.

Porque en la familia se encuentra el trabajador y trabajadora y todos los roles que la estructura necesita para perpetuarse. Y si la familia es una dinámica de vida antiautoritaria, emancipadora, igualitaria, culta y libre, las bases de un cambio social están aseguradas, porque no debemos olvidar que es en ella, en donde todo el sistema se asienta y la historia lo evidencia ampliamente.

De la revolución de las relaciones familiares se deduce la revolución social. Porque si se vive allí conforme a la anarquía: las nuevas generaciones tendrán otros valores, los trabajadores y trabajadoras sobrepasaran la idea de asalariados, las mujeres serán ciudadanas iguales a las demás personas, abandonaran sus roles de transmisoras del principio de autoridad y de la división de los sexos, desaparece la represión sexual base de todo condicionamiento, los convencionalismos sociales y la moral burguesa no entrará en sus casas, ni en sus mentes, ni en la de sus hijos e hijas, se cambiarán las horas de televisión por el diálogo, la lectura y el ocio intelectual, disminuirá el miedo a la libertad, porque cada grupo-familiar se encontrará insertado en otros grupos familiares de las mismas características y crearán colectivos de acción y progresión.

Se complementarán con colegios creados desde ellos y ellas, como otros grupos humanos anexos a ellos, que complementarán la vivencia colectiva y solidaria, libre y responsable.

Se manifestarán en los lugares de trabajo conforme a sus pensamientos generando formas de trabajo distintas. No participarán en las estructuras democráticas de poder, pero sí transmitirán cultura, solidaridad a cualquier persona o grupo de ellas que faciliten una evolución hacia la emancipación de las mentes.

En fin, se pondría en funcionamiento un engranaje paralelo y antitético del estructurado, iniciándose así una auténtica lucha revolucionaria, porque la cultura y la educación, elementos generatrices de toda anarquía, se rían la base de sustentación de una nueva sociedad, ya que cada persona educándose y educando, como fines primordiales en busca del equilibrio y la felicidad, abandonaría los elementos de manipulación capitalista, como son: la competición, la violencia, la discriminación, la represión sexual, el consumo, la posesión y el poder, y ello, desde una actividad pacífica, dialogante y gratificante.

Y para ello, los centros culturales y las escuelas libres, deberán estar al servicio constante de las personas que deseen un mundo diferente, independientemente de que deseen la anarquía o no, porque lo importante es la evolución y ésta se consigue con el cambio de las mentes y la ayuda a recuperar formas de vida más humanizadas y más libres.

Por lo que debemos estar abiertos a un cambio de estrategia, más eficaz o al menos con la esperanza de serlo, ya que en la base misma del anarquismo está el antidogmatismo y la adhesión a las ideas prefijadas, siendo el cambio, la búsqueda y la evolución, lo que siempre ha caracterizado a esta forma de pensamiento de otras. Y mantenerse fijados o fijadas a maneras estereotipadas de concebir la anarquía, es un error desde el concepto mismo de esta palabra.

Debemos abrirnos a los cambios, a la evolución y sobre todo al análisis crítico que nos hace no aceptar nada de manera rígida, sino cambiar constantemente en busca de las formas más aptas que faciliten un progreso humano hacia dos de las ansias mayores del ser pensante; la búsqueda de la propia identidad y de la felicidad.