Título: El anarquismo y el movimiento ambiental
Autor/a: Andrew Flood
Fecha: 1995
Fuente: Recuperado el 3 de diciembre de 2013 desde anarchism.pageabode.com
Notas: Título original: «Anarchism and the Environmental movement» disponible en anarchism.pageabode.com. Traducido por Miguel Gómez.

El problema principal con cualquier debate sobre el «Movimiento Verde» es que no existe como un solo cuerpo de ideas. En lugar de eso tanto individuos como organizaciones sostienen un rango de posiciones desde el anarquismo a través del espectro político hasta las ideas influenciadas por el fascismo. Cualquier término, ambientalismo, ecologismo, etc. son definiciones muy vagas de unos amplios cuerpos de ideas y prácticas, probablemente incluso más amplios y más vagos que el socialismo.

Por eso no deberíamos crear una falsa elección entre anarquismo y ecologismo sino más bien deberíamos preguntarnos qué tipo de teoría y acción ambiental deberíamos favorecer los anarquistas por un lado y por el otro explicar por qué cualquier ecologista también debería ser un anarquista de lucha de clases.

Hay un buen argumento que algunos de los primeros anarquistas, en particular Kropotkin fueron los originadores de alguna de las ideas de fondo comunes a la teoría ambiental radical de hoy. Del mismo modo algunos anarquistas de hoy, como Murray Bookchin, tienen una influencia extendida en la teoría ambiental moderna. Esta conexión histórica y actual es probablemente por la que muchos activistas ecológicos radicales ya se describen como anarquistas.

Por otra parte hay gente que se autodenomina ecologista con la que no tenemos nada en común y que nos debería desagradar al igual que otros políticos y movimientos reaccionarios. Un problema principal con el movimiento verde es que los elementos progresistas a menudo fracasan seriamente en distanciarse de los elementos reaccionarios. Esto puede contrastarse con el deliberado distancianciamiento insinuado en el eslogan «ni izquierda ni derecha sino verde».

Puede lograrse una comprensión simplificada del rango de ideas verdes si imaginamos dos ejes de teoría de protección del medio ambiente y las prácticas:

  1. Tácticas de Organización: de la Acción Directa al parlamentarismo de líderes

  2. Motivación: Del misticismo misantrópico al materialismo humanista

La intersección entre las tácticas del líder/parliamentario y el misticismo misantrópico es actualmente e históricamente inútil en el mejor de los casos y a menudo excesivamente peligrosa por dar covertura a las tendencias políticas profundamente reaccionarias. En Alemania en 1920, por ejemplo, existía una organización de masas llamada Sangre y Suelo la cuál representaba justamente tal combinación. En 1923 su material de reclutamiento incluía «En cada alemán tiembla un bosque con sus cavernas y sus barrancos... es la fuente de la esencia alemana, del alma alemana». Para 1939 el 60 % de sus afiliados de las principales organizaciones para la «protección de la naturaleza» se había unido al partido nacionalsocialista (comparémoslo con el 10 % de toda la población masculina que lo hizo).

En 1942, Himmler usaría el «ambientalismo» como justificación para la anexión de Polonia escribiendo «El campesino de nuestra estipe racial siempre ha buscado cuidadosamente aumentar los poderes naturales de la tierra... y preservar el equilibrio de toda naturaleza... Si, por consiguiente, el nuevo Lebensraum va a convertirse en una tierra natal para nuestros colonos, entonces el planeado acomodamiento del paisaje a lo más cerca de naturaleza es un prerrequisito decisivo». Esto no es, por supuesto, decir que todos los ecologistas son fascistas, ni mucho menos, pero no puede asumirse con toda seguridad que son automáticamente progresistas.

Secciones del Movimiento Verde hoy en Alemania han resucitado a alguno de los teóricos del «Sangre y Suelo», más detalles de ésto se pueden encontrar en el folleto de AK Press «Ecofascism: Lessons from the German Experience». Esto no se debe interpretar como que todos los ecologistas son o se convertirán en fascistas, lejos de eso, pero debería quedar claro que la etiqueta de «ecologista» no es garantía de política progresista en otras áreas.

El ala del ambientalismo que está más abierto al anarquismo es la intersección o combinación opuesta, la de la acción directa y el materialismo humanista. Se basa en la comprensión de que el medio ambiente es importante porque es donde nosotros vivimos. Así es que no podemos escapar a las consecuencias de la degradación ambiental. Esta comprensión se complementa con la acción para proteger el ambiente basada en la acción directa contra la contaminación etcétera. Antes que confiar en un «impuesto verde» u otras nuevas leyes para salvar la tierra.

Muchos de estos ecologistas ya usan la etiqueta ‘anarquista’ para distanciarse del respetable reformismo de los Partidos Verdes. Pero otros han venido al anarquismo porque hay una lógica distinta y poderosa entre ellos y nosotros.

El Anarquismo trae al ambientalismo una comprensión de por qué el medio ambiente se degrada. Que es la persecución de beneficios por poderosos intereses sobre los cuales ejercemos poco control en la sociedad actual. Tiene poca importancia para un anarquista si estos poderosos intereses son las clases dirigentes privadas de Europa occidental o los burócratas estatales que previamente dominaron Europa Oriental y que todavía controlan grandes secciones de la economía a nivel global.

Para resumir, como anarquistas somos conscientes de que estamos condicionados por el medio ambiente para existir, somos conscientes que «el Poder» ya sea basado en la industria o en el estado desea destruir localmente grandes partes del medio ambiente en persecución del poder y el beneficio. Finalmente somos conscientes de que la única forma para detener al «Poder» es la acción directa contra sus proyectos a corto plazo y un cambio revolucionario de la sociedad a largo plazo.

Sin embargo hay otro elemento común con el ala radical o progresista del movimiento medio-ambiental. Para muchos involucrados los métodos utilizados también representan una forma de escape a la miseria de la vida diaria bajo el capitalismo. Esta actitud que a menudo es definida en círculos anarquistas como ‘primitivismo’ es algo que también necesitamos considerar. Los campos de protesta de los movimientos anticarreteras en Gran Bretaña e Irlanda representó entonces algo más que una forma para detener proyectos innecesarios de carreteras y cuestionar las prioridades del transporte. Para muchos también representó un modelo alternativo de cómo podríamos vivir. Uno sin jerarquías y más relacionado con la naturaleza.

Los artículos que se originban en estos campamentos a menudo los retrataban como islas de escape al capitalismo y en éstas buscaban desarrollar una teoría de cómo podría ser la gente auto-suficiente y entre ellas, en algunos casos incluso intentando escapar a la dependencia del estado del bienestar (paro, etcétera). Lo de crear colonias para «escapar al capitalismo» no es un fenómenos nuevo, también tiene un paralelismo histórico asociado con el anarquismo. En los años 1920s por ejemplo esto fue expresado por el crecimiento de comunas en EE.UU.

Voy a ser crítico con esta tendencia pero dejadme empezar moderando esta crítica al decir que, como anarquistas, deberíamos defender el derecho de la gente de escoger cualquier estilo de vida que deseen bajo la sociedad actual. Y en una futura sociedad anarquista deberíamos aclarar que la gente escogerá vivir en una amplia variedad de formas. Me gustan las ciudades y la diversidad cultural que viene con ellas, así es que ciertamente creo que las ciudades existirán en el futuro, pero también deberíamos aclarar que alguna gente escogerá vivir en comunas mucho más pequeñas, en formas que consideran que están más en contacto con la naturaleza. Dado que la gente es libre para escoger de qué manera vivir no sólo no deberíamos tener problema con esto sino que deberíamos desear tal sociedad. Una en la cual la gente pueda moverse entre las diferentes formas de vida y las diferentes comunidades según les satisfaga, sin las desventajas económicas subsiguientes ni la represión política que acompaña tales elecciones en la sociedad de hoy.

Lo que quiero yo criticar, sin embargo, es la idea de que este tipo de elección pueda cambiar la sociedad, o más fundamentalmente, que si todo el mundo se hiciera tal cambio de estilo de vida sucedería una revolución porque el capitalismo ya no podría funcionar.

Fundamentalmente esto menosprecia la voluntad del capitalismo para obligar a la gente a trabajar. El capitalismo cuando se ve confrontado con escasez de trabajadores tiene pocas dudas en echar a la gente de la tierra y hacerlas afrontar la elección de trabajar en la fábrica o morir de hambre. Históricamente ésto fue, al menos en un grado, de lo que iban las Enclosure Acts en el siglo XVIII en Gran Bretaña. La división de la tierra en unidades claramente marcadas llevó a decenas de miles de persona que no pudieron hacer reclamación formal del campo a las ciudades. Las condiciones en la ciudad a esa época eran horribles, con la tasa de mortalidad excediendo al índice de natalidad.

Hoy presenciamos fenómenos similares en muchos países del «tercer mundo» en donde enormes áreas de tierra están en barbecho mientras los campesinos sin tierras se ven forzados a mudarse a los barrios bajos de la ciudad y ganar a duras penas un sustento en condiciones casi imposibles. Así que no deberíamos olvidarnos de que el capitalismo tiene dientes y que en el pasado histórico y fuera del 1er mundo no tiene reparo en usarlos si necesita mano de obra.

Más fundamentalmente, muchos trabajadores no tendrán el deseo escoger el estilo de vida asociado con ‘el dejarlo todo’. Disfrutamos de las comodidades de la sociedad consumista del capitalismo. Soy un grande fan del Playstation, por ejemplo, y tales artículos sólo pueden ser producidos en avanzadas sociedades industriales. Estoy dispuesto a luchar por una sociedad en dónde como clase decidamos qué producir y si los beneficios de la producción pesan más que el daño ambiental causado por la producción. Estoy incluso dispuesto a reconocer que durante un tiempo al menos, podemos decidir que producir estufas de carbón vegetal es más importante que producir Playstations. Estoy dispuesto a luchar por una sociedad donde la gente pueda escoger sus propios estilos de vida. Pero no voy a luchar por una sociedad que se limita a comunas pequeñas e industria de baja tecnología.

Para finalizar este es núcleo de un análisis anarquista del ecologismo. En una sociedad donde democráticamente controlemos la producción optaremos por no contaminar, o limitar la contaminación a un nivel que pueda ser asimilado. Nosotros también reconocemos la necesidad que hay de luchar contra las actividades dañinas en el «aquí y ahora» y vincular estas luchas con otras luchas para cambiar la sociedad. Defendemos el derecho de la gente a ser diferente aquí y ahora, a escoger su propio estilo de vida, su sexualidad, sus preferencias musicales, y cualquier cosa. Esta posición nos hace automáticamente aliados del fin radical del movimiento verde para cambiar de la política de la protesta permanente a la política del cambio permanente.